Día de la Ingeniería

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DÍA DE LA INGENIERÍA Conferencia pronunciada en el Consejo Profesional de Ingenieros y Geólogos (CoPIG) Mendoza, miércoles 6 de junio de 2012 Héctor Ghiretti Cada profesional se relaciona con la realidad de un modo particular, característico. Los científicos y los humanistas intentan comprenderla, explicársela a sí mismos y a los demás. Los médicos y los abogados buscan restaurar un orden perdido, que también puede entenderse como el restablecimiento de un equilibrio: la salud en el primer caso, y la justicia (o los intereses) en el segundo. Los comerciantes intentan establecer equivalencias aparentes entre diversas realidades, que les permitan obtener beneficios en el intercambio. Los ingenieros, por su parte, no procuran explicar la realidad, restablecerla o intercambiarla: lo que hacen es transformarla. Buscan comprenderla para operar en ella. Se distinguen por emplear el ingenio: poseen una racionalidad técnica, destinada a producir objetos, obtener materiales, fijar e implementar procedimientos. Ingeniero es alguien que crea ingenios o trabaja con ellos: artefactos, sistemas, aparejos, mecanismos que sirven para resolver un problema de orden material. No se dedica a descubrir la realidad, sino a aplicar los conocimientos científicos para superar un obstáculo. Se trata de una inteligencia aplicada. Si el ingeniero ve un problema, también ve una solución. Si no hay solución, ni siquiera hay problema. En este sentido, la profesión de ingenieros es una profesión de optimistas. No recuerdo haber sabido de algún ingeniero enfermo de depresión. Quizá precisamente por esa razón, o a causa de ella, la profesión del ingeniero es mucho más agradecida que las otras. En tanto que el ingeniero hace cosas, puede ver -literalmente- su propia obra. En alguna ocasión le he confesado a mi padre que esa particularidad me despierta una envidia sana, porque resulta muy gratificante. Ahora les propongo considerar la profesión del ingeniero desde la perspectiva de la acción política. ¿Por qué son tan necesarios los ingenieros en la política?

Primero resulta necesario mirar un poco a quienes tienen mayor relación con la política. Nuestros pensadores y científicos (también los extranjeros) han multiplicado hasta el infinito los diagnósticos y los análisis. A pesar de sus sesudas investigaciones todavía no hemos podido dar con la causa profunda de nuestros males, algo que ya sería parte de la solución. Por otra parte, es significativo que el gobierno del país siga recayendo casi invariablemente en profesionales del derecho, con los resultados que se conocen. Por varias razones es posible afirmar que no es el gobierno de los abogados el más indicado para el estado actual de nuestro país. La renovada, agotadora y desgastante discusión actual sobre la reforma constitucional pone a las claras el plano en el cual está pensando la clase dirigente nacional. Y por otra parte, la actual crisis del poder que les compete por incumbencia profesional -el poder judicial, poder de los abogados- revela cierto estado general del oficio jurídico que hace inadecuado su predominio en todas las esferas del gobierno. Pero si estos argumentos no fueran suficientes, podría apelarse a la autoridad de Platón, que explicaba en su libro conocido como la República que una sociedad en la que abundaban médicos y abogados era una sociedad en problemas, una sociedad dividida, conflictuada y enferma. Esta es la situación. Probablemente, el gobierno de los abogados sea inevitable, y también es cierto que el país necesita del concurso de todos. Volvamos a la pregunta. ¿Por qué los ingenieros son necesarios en el diseño y la puesta en práctica del futuro del país? Existe una razón general: para conseguir que algo funcione, para poner en marcha un proyecto, hace falta un ingeniero o alguien con cabeza de ingeniero. El abogado y el médico pueden -eventualmente- provocar el conflicto o la enfermedad: el ingeniero, en cambio, por mentalidad profesional, no puede generar un problema que no pueda superar. Esta razón general se puede descomponer en tres motivos particulares. 1) Si admitimos que el país debe actualizar sus potencialidades, el ingeniero se convierte en una pieza fundamental del desarrollo. Y su ausencia, inversamente, en un factor de atraso. Esto puede verse en la frustrada y deficiente industrialización del país. Estos procesos dependen en buena medida de decisiones políticas y económicas, de deliberaciones en lo alto de los poderes públicos. Pero ante la agonía del sector secundario y las crisis recurrentes del sector servicios, se echa en falta una respuesta articulada, firme y fundada de los especialistas: ¡cuánta necesidad tiene el país de un verdadero lobby de ingenieros, que presione con fuerza y autoridad sobre los

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poderes públicos! En discusiones tales como la energía los ingenieros parecen tener muy poco que decir. Si no son ellos quienes forman la opinión en estos temas ¿quién lo hará? ¿Acaso serán los periodistas, los abogados, los economistas que se presentan a sí mismos como “expertos en política energética”? Es cierto que el político es un ámbito en los que el ingeniero medio se siente incómodo, y por eso rehúsa intervenir en ellos. En general, los ingenieros son gente buena, sencilla y directa, poco amiga de los cabildeos, las componendas y las negociaciones. Precisamente por eso son imprescindibles. El ingeniero entiende mejor que ningún otro un elemento vital para la vida social: la confianza. No solamente debe ser confiable -debe dar información precisa y además actuar de forma previsible- además debe confiar, debe fiarse de los sistemas y de las personas que trabajan con él. La falta de confianza, en definitiva, es uno de los problemas principales que afecta a nuestro sistema político y a sus instituciones. Una mayor presencia de ingenieros en el ámbito de las decisiones políticas podría generar una nueva confianza ciudadana. Finalmente, y esta es la razón fundamental, es que en nuestro país en particular, la profesión del ingeniero se aproxima -oh sorpresa- a la del político. Aristóteles explicaba que la función política se asemejaba a la del arquitecto (…). Etimología de arquitecto. La comunidad política como casa común. La Argentina está todavía por hacer: nuestros problemas como pueblo se derivan de esta condición de “país en potencia”. Para construirlo es necesario superar obstáculos, tanto materiales como mentales y espirituales. Y para los obstáculos materiales, hacen falta ingenieros. En general, los argentinos pensamos que somos un país rico, lleno de recursos muy variados por otra parte. En realidad, como supo decirme un profesor español, somos un país bastante pobre. Somos pobres del mismo modo que decimos que los países africanos son pobres respecto de otros países como Japón. En la actualidad resulta evidente que el recurso decisivo de un país, aquel del cual no se puede prescindir ni sin el cual nada es posible es el recurso humano. ¿Esto quiere decir que la Argentina no tiene recurso humano suficiente? En parte, sí. Por un lado nos falta población: además de ser un país sin hacerse, somos un país

desierto. Y por el otro, la Argentina posee buenos profesionales, gente capaz y bien preparada, muy reconocida en el extranjero, pero que no se siente comprometida ni exigida respecto de los destinos nacionales. Forzoso es reconocer que de los casos más famosos de ingenieros metidos a políticos no hay muchos ejemplos dignos de ser emulados; más bien todo lo contrario. Quizá les faltó una verdadera vocación profesional que pudieran potenciar con la actividad política. Es probable que esa necesidad política de ingenieros, en la Argentina, haya sido desempeñada por los militares. Como se sabe, el oficio de las armas se ha transformado durante los últimos siglos, en una profesión cada vez más vinculada a la tecnología. Y por eso los presidentes que han pasado a la historia por su visión de Estado y su plan de desarrollo de los recursos nacionales son mayormente militares: Julio Argentino Roca y su gran socio político Carlos Pellegrini, Enrique Mosconi y Juan Domingo Perón. Los tiempos que corren no son los mejores y cada uno se gana la vida como puede. Mientras sea honesto, nada hay que objetar. Pero causa un poco de pena ver tanto ingeniero metido a comerciante, a encargado de compras, a administrador de empresas. Quizá si hubiera más ingenieros vocacionales, profesionales determinados a plantearse problemas específicos puntuales y resolverlos, el desarrollo económico y técnico del país podría depender más del trabajo y la habilidad de sus gentes que de las erráticas decisiones de los políticos de turno. Muchas gracias. COMENTARIOS QUE PUEDEN SERVIR Es fuertemente significativo para la posición de la ingeniería y las políticas públicas de infraestructura en el ámbito del gobierno nacional actual el hecho de la reciente unificación de las carteras de Interior y Transporte bajo la conducción de… un abogado. Es por eso preocupante la noticia que se dio a conocer hace unos días. Luis Vaca Arenaza, presidente del Capítulo Formación de Ingenieros para el Desarrollo Sustentable (FIDS) del Congreso Mundial de Ingeniería 2010, explicó que sólo se recibe la mitad de los ingenieros que necesita el país. Significativamente, una de las causas del bajo número de graduados es que los estudiantes consiguen empleo antes de terminar la carrera, lo cual demuestra la fuerte demanda de estos profesionales.

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