Deuda financiera, ecológica y de la razón.

September 8, 2017 | Autor: Diana García | Categoría: Ecological restoration, Desarrollo Sustentable
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Descripción

Deuda financiera, deuda ecológica, deuda de la razón.

La deuda financiera y el juego de la globalización económica.
La deuda aparece como una pérdida en el juego del sistema económico globalizado. Esto ha llevado a una crisis que afecta las condiciones de producción sustentable y sostenible de los países subdesarrollados, cuyos recursos se desangran por los conductores de una deuda contraída con altas tasas de interés.
El interés compuesto ha descompuesto nuestro sistema económico y social, degradando sus bases ecológicas, culturales y sociales de sustentabilidad. La deuda aparece como una vorágine que devora toda posibilidad de reposición, de regeneración.
La deuda ha implicado un acuerdo de las reglas del juego que no sólo deja ganadores y perdedores, sino que pone a los segundos en posición de deudores permanentes para el desarrollo sostenible del juego de la deuda.
La deuda económica funciona así como un mecanismo ideológico que consolida la dependencia como deuda moral. Cuando los países pobres miraron su pobreza como efecto de la rapiña de los países industrializados, emergieron las teorías de la dependencia y del subdesarrollo, las ideologías de la liberación, las luchas de emancipación.
La deuda ecológica: revalorización de la vida y redistribución de los costos del crecimiento.
La deuda ecológica se refiere a la subvaloración actual de los recursos naturales (los hidrocarburos, las materias primas), que subvencionan y financian el desarrollo agrícola e industrial del Norte. De esta manera, el petróleo barato del Sur subsidia la agricultura capitalista del Norte, creando un círculo perverso que desplaza a la agricultura de subsistencia de las zonas rurales del tercer mundo, que genera la desposesión de tierras y la pérdida de saberes tradicionales. Y este "lavado de recursos" es legitimado por la exactitud del cálculo económico que externaliza como desechos todo aquello que no se somete a sus medidas, desvalorizando al hombre, a la cultura, a la naturaleza.
La deuda ecológica es más vasta y profunda que la deuda financiera. No sólo es impagable, sino que es inconmensurable. Se trata de un despojo histórico, del pillaje de la naturaleza que se enmascara en una mal supuesta superioridad en las capacidades intelectuales y empresariales del Norte, de una conjugación más eficaz y eficiente de sus factores productivos.
De allí que algunos pueblos indígenas, grupos sociales e individuos estén demarcándose de estos procesos de valorización y negociación, y que de una parte importante –aunque aún silenciosa- del movimiento ambientalista se manifieste por medio de luchas de resistencia y desjuntamiento de la globalización.



La deuda de la razón: racionalidad ambiental y desarrollo sustentable.
Esta es una deuda con la razón que quiso liberar al hombre y a los pueblos de la ignorancia mitificadora, de las cadenas de la escasez, y que terminó velando su mirada, imponiendo una razón encadenante, sujetando la razón a las normas de la racionalidad económico-tecnológica. Este movimiento nos legó el poder científico, el pensamiento crítico, la ideología del progreso, la libertad y la democracia; pero también nos ha dejado una razón cegadora del mundo (la mano invisible, las leyes ciegas del mercado) que en su invisibilidad burlan y eluden a la razón.
La racionalidad ambiental genera una reorganización de la producción basada en el potencial productivo de la naturaleza, el poder de la ciencia y la tecnología moderna, y los procesos de significación que definen identidades culturales y sentidos existenciales de los pueblos en formas diversas de relación entre los seres humanos y la naturaleza. La sinergia en la articulación de estos procesos hace que en la racionalidad ambiental, el todo sea más que los procesos que la constituyen, generando un proceso productivo sustentable abierto a la diversidad cultural y a la diversificación de los estilos de desarrollo.
Éste es el gran reto que se abre de la deuda encadenante al desarrollo auto determinado, democrático y sustentable, de los pueblos de América Latina y del tercer mundo; un reto que obliga a cuestionar los mecanismos de sujetamiento que nos mantienen en deuda permanente, como apéndices dependientes del orden económico mundial.
Los deudos de esta deuda piden desasirse de la trampa, cortar el cordón umbilical de la dependencia y la opresión, desvincularse de la globalización de la ley suprema del mercado y la sobreeconomización del mundo. Demandan un mundo nuevo donde pueda saldarse la deuda de la unificación forzosa del desarrollo diverso. Demandan una nueva verdad, una nueva racionalidad para entender el mundo en su complejidad, en su diversidad. Éstos son los retos que enfrenta el proyecto civilizatorio de la humanidad al mirar hacia el próximo milenio.

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