Desmitificar la pintura

June 14, 2017 | Autor: Roberto Rosique | Categoría: Pintura
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Descripción

Un pretexto para desmitificar la pintura Roberto Rosique

Partiendo de esta exposición (entre amigos) en la que colaboro, sin condicionantes para participar, en la que no hubo ningún compromiso temático ni estilístico, ni la exaltación de un hecho histórico, en donde la razón plena de la misma es mostrar lo que se produce y la justificación, por tanto, no es más que la propia muestra y su contenido; que visto desde cualquier ángulo es válido y no hay excusa (salvo la que proponga el propio artista) para que sea de otra manera. Desde esta perspectiva encuentro un pequeño resquicio donde filtrar y justificar mis ideas, que eximen a los demás participantes de mi postura, pero que los compromete también a mirar por encima de lo establecido para poder argumentar su producción como lo crean conveniente, en éste o cualquier otro momento. En el extenso recorrido de la pintura es difícil admitir que hoy puedan proponerse cosas diferentes, incluso podría aseverar que con la excepción de los planteamientos

radicales de los grupos franceses sesenteros (de vida efímera, por cierto): BMPT, centrado en la materialidad (color, soporte, forma, textura y dimensiones) de la obra y Support & Surface, que planteara que el objeto de la pintura, es la propia pintura y proponía un arte anónimo, sin información, para que el espectador buscara la verdad del proceso en sí mismo; no ha vuelto a proponerse nada estrictamente diferente, y aquí incluyo, la vorágine de la pintura contemporánea con sus cientos de exponentes primermundistas seleccionados y propuestos por Barry Schwabsky y Julia Hasting1 como la nueva perspectiva en pintura, quienes desde una postura NEO retornan a la desgastada discusión entre figuración y abstracción. Esto no quiere decir que hay que descalificar la pintura por vetusta o iterativa. Hay que entenderla y aceptarla (desde mi personal apreciación) como un ejercicio que sigue apostando a lo cromático, a la forma y al discurso implícito, que como rúbrica deja la huella de su tiempo tal y como fue asumido por sus autores, y siendo asi, podría aceptarse como memoria y por ello ser una legítima excusa de su existir. Para fortuna del pintor la obra expuesta habla por sí sola, ya no requiere de las justificaciones personales, menos aún de ser entendidas como símil de las emociones y de los divinos momentos inspirativos de la genialidad creativa, y planteado de esa manera, me atrevo a afirmar que para suerte de la obra misma, ésta, queda a la deriva para que sea cuestionada desde la óptica de la belleza o fealdad, de su simpleza, banalidad o ingenio, que más da; a fin de cuentas el hecho expositivo el su pasaporta libertario para que la pintura, alejada del yugo de su autor, sea juzgada por el espectador como le plazca. El arte no encierra más misterios que los que deseamos que lo (o nos) conformen; de ahí que desmitificarlo de lo sublime, de su fuerza emotiva, de ser lenguaje sofisticado, de su propia utopía, puede ser uno de los objetivos de esta muestra; sin embargo, eso no me toca decidirlo. Es un reto personal y como tal, cada quien lo toma como le viene en gana. Esta es una muestra colectiva producto de personalidades heterogéneas, que asumen la vida también de manera diversa y que tienen el derecho de arrogarse e interpretar el arte como bien les parezca. En lo personal lo veo y lo entiendo (hoy en día) como la comparsa de colores que hacen lucir los muros y que exaltan emociones en quienes así lo quieren sentir y que de vez en vez se vuelven panfletos ilustrados donde dirimir elucubraciones contestarías y que aun con ello, de la intención a la realidad, no dejan de ser pigmentos sobre el plano que al ser expuestas, quien tiene la última palabra (que no la única), quien puede adjudicarle direcciones e interpretaciones es el espectador. 1

Barry Schwabsky, B & Hasting, J. (2011). Vitamin P2: New Perspectives in Painting. London: Phaidon.

La función de la pintura es volitiva, de eso no hay duda y no transmite emociones, el espectador es quien las condiciona y asume, y es también ─cínicamente─ complaciente y su perversión póstuma se manifiesta cuando se le adjudica el papel de moneda de cambio. Tal vez, ante una condición como ésta, el mejor de los casos sea aceptarla como lo hicieran los franceses sesenteros (la justificación de la pintura es la propia pintura), como una ruta plausible para desmitificarla o de lo contrario, perpetuarla en su condición sublime si hay quien así lo considera pertinente.

Roberto Rosique Tijuana, B.C., Octubre, 2014.

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