Descendit ad infernas (descendió a los infiernos) en la Tradición Reformada

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Descripción

Descendit ad infernas en la Tradición Reformada. Un llamado a confesar el “Descendió al infierno”. Israel Guerrero Leiva

Índice Introducción________________________________________________________3 El Credo Apostólico_________________________________________________ 7 La Cristología en el Símbolo Apostólico_________________________________10 Descendit ad inferna ________________________________________________12 Distintas interpretaciones del “Descendió al infierno”______________________ 15 Interpretación Reformada____________________________________________ 18 Beneficios de Mantener el “Descendió a los infiernos”_____________________ 29 Conclusión________________________________________________________ 30



Introducción “No obstante, si algunos se resisten a admitir esta cláusula [descendió a los infiernos]

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por lo que luego diremos, se verá cuán necesario es ponerla en el sumario de nuestra fe, pues rechazándola se pierde gran parte del fruto de la muerte de Jesucristo” Juan Calvino – Institución de la Religión cristiana. II.XVI.8 El autor de la carta a los Hebreos declara de manera firme que nuestros ojos deben estar puestos en Cristo Jesús, el autor y consumador de la fe el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Todo el relato de la Biblia y todas las historias de la Palabra de Dios apuntan a un solo hombre: Jesucristo. El centro de la Escritura es Cristo debido a que él es quien vive y muere por su pueblo para la salvación de este, pero principalmente para glorificar a Dios el Padre. El objeto de deleite (Proverbios 8) y alabanza (Mateo 11) del Hijo es su Padre: dentro de la intima comunión intratrinitaria es el Hijo quien se goza de una manera indescriptible en el seno de Su Padre; Por otro lado, el objeto de contentamiento del Padre, es Su Hijo, quien es su propia imagen: Cristo es la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1:15). Así como el Padre tiene sus ojos puestos en Su Hijo, nosotros también debemos tener puesto nuestros ojos en Jesús y en el Padre por medio del Espíritu Santo. Lamentablemente, en estos días los ojos de las iglesias evangélicas no han estado puestos en aquel que dicen que es su salvador y señor, todo lo contrario, sus ojos han estado puestos en sí misma: Las predicaciones actuales solo favorecen el cumplimiento de los sueños, deseos y anhelos de los feligreses al tener una confesión positivista de si mismo o al utilizar a Dios como un medio para prosperar económicamente. El evangelio de la prosperidad, como se denomina actualmente, es la marca distintiva de la mayoría de las megaiglesias del día de hoy, combinado a la vez de un fuerte elemento carismático donde la experiencia del asistente y la interpretación alegórica-mística del texto bíblico por el predicador o coaching son la tónica de cada domingo en la mañana. El fundamento y fin de este tipo de iglesias es claramente antropocéntrico. Según lo descrito anteriormente, la falta de un cristianismo cristocéntrico – y por lo tanto trinocéntrico- se debe a dos principales factores:



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1) La carencia de formación doctrinal: En el evangelicalismo actual existe un mayoritario rechazo a estudiar de manera seria la Biblia y/o las doctrinas principales del cristianismo. En la mayoría de las iglesias evangélicas, la concepción doctrinal se reduce a “la letra mata”, por lo tanto, debemos guiarnos más por la experiencias o los sentimientos que por un culto racional. Los programas o discipulados de este tipo de iglesias (neo-pentecostales) enfatizan la capacitación de lideres eclesiásticos que a su vez buscan el desarrollo personal antes que estudiar teología. El curriculum de estos programas de discipulado se centran en la búsqueda de un crecimiento númerico de feligreses (pragmatismo), llevando a las iglesias a tener un concepto más parecido a empresas de negocios que a ser una comunidad que ama la Palabra de Dios. Lamentablemente, ya no existen los pastores o presbíteros docentes, sino un coach o entrenadores personales. A esto podemos sumar la creciente ola de pastoras, profetas, profetizas y apóstoles autoproclamados por todo Latinoamérica, trayendo como consecuencia una mayor atención a las supuestas “revelaciones” que ellos reciben de manera individual y secreta que a la misma Palabra de Dios. Los jóvenes que pertenecen a este tipo de iglesias son alimentados con un culto que enfatiza las emociones a través de luces multicolores de conciertos musicales cuyos cánticos se centran en el “yo personal” y no en Dios; el resultado de esto es el desarrollo de una cultura juvenil (autodenominada cristiana)

que no tiene

fundamentos sólidos en la Palabra de Dios y que son fácilmente arrastrados por todo viento de enseñanza posmoderna, individualista y antropocéntrica. Los predicadores de aquellos púlpitos son los responsables de esto: falsos predicadores predicarán falsas doctrinas, lo que traerá como consecuencia, falsos cristianos y de manera triste, el desarrollo de falsas iglesias. Es triste, pero esto es simplemente la consecuencia de no saber lo que se cree. Esto es un síntoma de un problema más profundo: el no tener idea (ni interés) de que poseemos un gran tesoro que deberíamos apreciar y dar a conocer en nuestras iglesias, este tesoro que poseemos son los credos y confesiones y que lamentablemente no son conocidos por la mayoría de los cristianos del día de hoy.



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2) La falta de confesionalidad: La carencia de interés hacia la enseñanza doctrinal se debe a que la mayoría de las iglesias evangélicas de la actualidad, no adhieren a ningún credo escrito de la cristiandad ni tampoco a ninguna Confesión de Fe protestante 1 . El escenario no es muy favorable cuando las iglesias históricas protestantes o evangélicas olvidan tres cosas: confesar, enseñar y vivir de acuerdo a lo que creen. Algunas iglesias Reformadas no han sido la excepción a lo anteriormente expuesto, Herman Bavinck (1854-1921), teólogo reformado holandés manifestaba su descontento con la falta de santidad y piedad en aquellos compatriotas que si bien se llamaban reformados; sus pecados daban a conocer que “ni la ortodoxia más estricta [les] puede hacer bien”2. Debido a los antecedentes anteriormente expuestos, es necesario que la iglesia cristiana protestante y evangélica vuelva a estudiar y a confesar lo que la Iglesia Cristiana a declarado en toda su historia: ¡Que Jesús es el Señor! Es vital que la Iglesia vuelva los ojos al primer amor, sin embargo, y tal como decía San Agustín, no se puede amar lo que se desconoce, por lo tanto es de suma urgencia que la iglesia se pregunte a sí misma si realmente está adorando al Jesús de la Biblia cuando al mismo tiempo no está interesada en estudiar sobre la Persona y Obra de Cristo, o como se conoce en el campo de la Teología, en estudiar sobre Cristología. Con respecto a una Cristología ortodoxa, es poco el material que podemos encontrar en español3. Es más fácil (lamentablemente) conseguir libros que hablen sobre la Persona y

1 Los credos (“norma que es normada por la Palabra de Dios” o norma normata) son declaraciones y expresiones fidedignas del sistema de doctrina enseñado en las Santas Escrituras (La “norma que norma” o Norma normans), lo que significa que los credos y confesiones – tal como dice Carl Trueman en su libro The Creedal Imperative- representan un estamento público de lo que una iglesia particular o denominación cree que la Escritura enseña en una forma sintética. Así también, el historiador Philip Schaff, menciona en su gran obra “The Creeds of Christendom” que: “un Credo, o Regla de Fe (regula fidei, regula veritatis, términos utilizados por los padres Pre-Nicenos) o un Símbolo (symbolum) es una confesión de fe para uso público, o una forma de palabras establecidas con autoridad sobre ciertos artículos de fe que son consideradas por los autores como necesarias para salvación, o al menos para el bien estar de la Iglesia Cristiana”. 2 Citado en “Bavinck on the Christian Life” por John Bolt, pag.18. Crossway, 2015.



3 Últimamente, se han traducido dos obras que merecen el estudio de todo cristiano reformado: La

Persona de Cristo por Donald MacLeod y La Obra de Cristo por Robert Letham, ambos por Editorial Andamio.



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Obra de Cristo desde una perspectiva más liberal o neo-ortodoxa, que desde una base cristiana-reformada. Los estudiantes de teología están más interesados en leer sobre un “Jesús histórico” o sobre un Jesús más “social o revolucionario” que estudiar sobre lo que la Iglesia Cristiana ha confesado en sus primeros siglos, y también en la época de la Reforma y post-Reforma, con respecto a la Persona de Cristo. Por otro lado, ha sido de mucha edificación que grandes obras cristológicas reformadas de puritanos como John Owen (1616-1683) y Thomas Goodwin (1600-1680) hayan sido sido traducidas al español4, sin embargo, estos libros están traducidos en formas resumidas y a la vez son desconocidas para los evangélicos de países hispanohablantes. La necesidad es evidente para la iglesia de hoy: si nos llamamos seguidores de Cristo, debemos creer y confesar lo que Biblia habla acerca del Hijo de Dios y también lo que los Credos y Confesiones han declarado a lo largo de la Historia. Uno de los primeros Credos que se desarrollaron en los primeros siglos, es el Credo o Símbolo de los Apóstoles, cuyos dos tercios hablan sobre la Persona y Obra de Cristo. Sin embargo, dentro de los círculos evangélicos y/o reformados de la actualidad, algunos pastores y teólogos han querido suprimir o cambiar un aspecto importante de la Obra de Cristo, y me refiero al “Descendió al infierno” o “descendió a los infiernos”. El principal objetivo de este escrito es analizar esa sentencia del Credo de los Apóstoles desde una perspectiva bíblica y reformada, para luego hacer un llamado a confesarlo en nuestras iglesias, en especial en las iglesias presbiterianas y reformadas.

4 La Gloria de Cristo y Vida por su muerte por John Owen y el corazón de Cristo por Thomas Goodwin.



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El Credo de los Apóstoles. Creo en Dios Padre, Todopoderoso Creador del Cielo y la Tierra. Creo en Jesucristo, Su Unigénito Hijo, nuestro Señor quien fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María; sufrió bajo Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió al infierno; al tercer día resucitó de entre los muertos; ascendió al cielo, y se sentó a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo, y la vida eterna. AMEN5

El Símbolo de los Apóstoles o también conocido como el Credo, pertenece a uno de los cuatro símbolos generales o ecuménicos de la Iglesia Cristiana, siendo reconocido por la iglesia Griega, Latina y las Evangélicas Protestantes6. El contenido del credo es distintivamente Trinitario: Es el Dios Padre Todopoderoso el creador del Cielo y de la Tierra, es el Hijo el Señor y Salvador, y es el Espíritu Santo quien santifica y une a la Iglesia (in Deum Patrem, in Jesum Christum, in Spiritum Sanctum), siendo el credo por excelencia que une todas las edades del cristianismo. No son menores las palabras del gran historiador Philip Schaff, quien le da un carácter y valor importante a este Símbolo: “Así como el Padrenuestro es la Oración de las oraciones, el Decálogo la Ley de las leyes, el Credo de los Apóstoles es el Credo de los credos”7

Sobre el origen del Credo, la Iglesia Católica Romana cree que fue compuesta originalmente por los Doce Apóstoles, declarando cada uno de ellos una frase (o Artículo) del Credo8. Sin embargo, no hay evidencia concreta para afirmar esto.

5 Copiado de la página web www.iglesiareformada.com 6 Los otros tres credos corresponden al credo Niceno, Atanasiano y el de Calcedonia (451). Estos cuatro

credos contienen los artículos fundamentales de la fe Cristiana, necesarios y suficientes para la salvación. 7 Schaff, Philip. The Creeds of Christendom. Grand Rapids, Michigan. Baker Books. 2007. Vol I, pag. 14. 8 Witsius, Herman. Sacred Dissertations on the Apostles´ Creed. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010. Vol I. I. II-IV.



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Por otro lado, no hay duda de que este credo tiene su origen en la confesión de Pedro en Mateo 16:16: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” y en las confesiones de los primeros cristianos al declarar: “Jesús es el Señor”, por lo tanto, su autoría no es producto de una sola persona sino más bien de la Iglesia Occidental en sus primeros cuatro siglos.9 Su producción se debe a la oposición y gozo que vivieron los primeros cristianos en medio de las persecuciones o herejías que se levantaban en medio de ellos. Es producto de una verdadera vida de iglesia, por lo tanto, es una confesión popular de una comunidad que creía que Dios habitó en medio de ellos haciéndose carne, que vivió y murió por ellos y que al mismo tiempo estaba en medio de ellos por la Presencia y Poder del Espíritu Santo. Fue inicialmente una confesión bautismal, pero luego se usó para explicar la doctrina cristiana a los catecúmenos en la última etapa de su preparación, luego era profesada en el bautismo, siendo a menudo confesada junto con la Oración del Padrenuestro y también para uso privado. San Agustín es bien enfático en este punto cuando le predica a los futuros miembros de la Iglesia: “El Credo, llamado Símbolo. —Recibid, hijos, la regla de la fe que se llama Símbolo, y al recibirla, escribidla en el corazón para repetirla todos los días: antes de dormir, al salir de casa y al empezar vuestras tareas; que el credo sea vuestra mejor defensa. Nadie escribe el credo solamente para leerlo, sino también para repasarlo, de modo que sea vuestro recordatorio y no permita que el olvido borre lo que ha repetido vuestra diligencia. Tenéis que creer lo que vais a escuchar, y lo que ya estáis creyendo tenéis que proclamarlo también con la voz, porque dice el Apóstol: se cree con el corazón para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para alcanzar la salvación”10.

9 Schaff, Philip. The Creeds of Christendom. Grand Rapids, Michigan. Baker Books. 2007. Vol I, pag. 16. 10 San Agustín. Sermón a los catecúmenos sobre el Símbolo de los Apóstoles. I.1





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Para los teólogos Reformados del siglo XVII y XVIII no fue un asunto menor la confesión, enseñanza y predicación del Símbolo Apostólico, de hecho el teólogo reformando holandés Herman Witsius declara en uno de sus grandes libros, que este credo es “generalmente aceptado en la Cristiandad, [y] que el hombre que arbitrariamente lo rechaza, debería no ser estimado como un Cristiano”11. De hecho, este gran teólogo de la Nadere Reformatie – y como buen Reformado – considera que el Credo es también llamado Símbolo porque “es, como si fuese, una señal del pacto con Dios” – y citando él mismo a Maximo de Turín –“El Símbolo [Apostólico] es una señal y sello”12 Siguiendo con la historia del Credo, es importante mencionar que al comienzo no era igual en todas las iglesias y congregaciones, esta fue tomando distintas formas, siendo algunos más cortos y otros más largos, sin embargo, todos concordaban en los artículos esenciales de la fe cristiana, especialmente a aquellos que hablan de Cristo. Debido a eso, es importante mencionar que este Credo Trinitario - y también de contenido eclesiástico - se divide en Doce Artículos de Fe, siendo uno de sus mayores énfasis la doctrina cristológica, donde desde el articulo Dos al Siete, nos hablan de manera concisa y profunda sobre la Persona y Obra de Cristo.



11 Witsius, Herman. Sacred Dissertations on the Apostles´ Creed. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010. Vol I. I. XV. 12 Ibid, Vol I.I.VIII



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La Cristología en el Símbolo Apostólico



2. Creo en Jesucristo, Su Unigénito Hijo, nuestro Señor 3. quien fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María; 4. sufrió bajo Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió al infierno; 5. al tercer día resucitó de entre los muertos; 6. ascendió al cielo, y se sentó a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. 7. Desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

La confesión de Cristo como Salvador y Señor del hombre siempre ha sido vital para la vida de la Iglesia, tanto así que los primeros cristianos dieron su vida por esa maravillosa confesión. Aunque la declaración Cristológica del Credo solo tiene 5 Artículos, no deja de impresionar al contener elementos sobre la Divinidad y Humanidad de nuestro Señor, así también como – lo que siglos después los teólogos formularon – sus Estados de Humillación y Exaltación. Dentro de su estado de humillación, podemos identificar el tercer y cuarto Artículo: 3. quien fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María; 4. sufrió bajo Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió al infierno No es difícil encontrar fundamento bíblico para “concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María; sufrió bajo Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado”, sin embargo, el “descendió al infierno” o “descendió a los infiernos” ha resultado ser una de las frases más controversiales dentro de la cristiandad, debido a dos principales motivos: 1) No hay ningún texto bíblico que contenga esa sentencia de manera explícita. 2) No se encuentra en los textos más antiguos del Credo Apostólico. Esto ha llevado a que en distintos épocas del cristianismo, algunos hayan rechazado esa frase del Credo. Por ejemplo, Reginald Peacock (1392 -1459), quien fue el oponente de John Wycliffe, rechazó esta cláusula del credo. Actualmente, teólogos como Wayne Grudem – autor de su popular Teología Sistemática – han hecho un llamado a “seguir la Escritura en vez del Credo de los Apóstoles” con



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respecto al articulo de “descendió a los infiernos”13. Así también el Pastor Rick Phillips (PCA o Presbyterian Church in America) escribió un articulo en el que manifestaba que ni él ni si iglesia confesaban esta sección del Credo debido a los mismos argumentos anteriores y que además el entendimiento reformado (que será analizado más adelante) de esa clausula no es lo que el Credo Apostólico supuestamente quiere decir 14. Por otro lado, el pastor Mark Jones (PCA) defendió la clausula del “descendió a los infiernos”, haciendo un llamando a mantener la catolicidad en las iglesias presbiterianas, y en su caso, en la PCA15. Dentro de nuestro contexto latino, hay iglesias que no confiesan el “descendió a los infiernos” sino que lo cambian por “descendió al Hades” por el argumento de que así se encuentra en credo original. Ante el panorama actual, ¿Cuál es la opinión que deben tener las Iglesias Reformadas con respecto a esto? ¿Debemos omitir o cambiar la frase del Credo “descendió a los infiernos”? O por otro lado ¿Deberían los pastores y maestros enseñar esta clausula del Credo tal como lo declaran nuestros documentos confesionales (Estándares de Westminster y Catecismo de Heidelberg) para así mantener la catolicidad de la iglesia? El objetivo de este escrito es abogar positivamente hacia la última pregunta: Los pastores y maestros no deben omitir ni cambiar la clausula “descendió a los infiernos”, sino todo lo contrario, deben enseñarla y confesarla de acuerdo a la doctrina bíblica y también de acuerdo a las confesiones reformadas. En la siguiente sección expondremos con un poco más de detalle la historia de esta cláusula en el Credo Apostólico y también lo que NO significa la frase en discusión y por otro lado –y de acuerdo a la interpretación reformada y bíblica –lo que realmente significa que Cristo haya descendido a los infiernos.



13 Grudem, Wayne. He did not descend into hell: A plea for following Scripture instead of the Apostles´Credd”.JETS 34/1 (March 1991) 103-113. 14 http://www.reformation21.org/blog/2015/01/vos-on-the-descent-of-christ-i.php 15 http://www.reformation21.org/blog/2015/01/keeping-christs-descent-into-h.php



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Descendit ad inferna . SYMBOLUM APOSTOLICUM. FORMA RECEPTA.16 Credo

in

Deum

Patrem

omnipotentem;

Πιστεύω

εἰς

ΘΕΟΝ

ΠΑΤΕΡΑ,

Creatorem cæli et terræ.

παντοκράτορα,ποιητὴν οὐρανοῦ καὶ γῆς.

Et in Jesum Christum, Filium ejus unicum,

Καὶ (εἰς) ἸΗΣΟΥΝ ΧΡΙΣΤΟΝ, υἱὸν αὐτοῦ τὸν

Dominum nostrum; qui conceptus est de Spiritu

µονογενῆ,

Sancto, natus ex Maria virgine; passus sub

συλληφθέντα

Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus;

γεννηθέντα

descendit ad inferna;

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tertia die resurrexit a

mortuis; ascendit ad cælos; sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis; inde venturus (est) judicare vivos et mortuos.

τὸν

κύριον ἐκ

ἐκ

ἡµῶν,

πνεύµατος

Μαρίας

τῆς

τὸν ἁγίου,

παρθένου,

παθόντα ἐπὶ Ποντίου Πιλάτου, σταυρωθέντα, θανόντα, καὶ ταφέντα, κατελθόντα εἰς τὰ κατώτατα ,

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τῇ τρίτῃ ἡµέρᾳ ἀναστάντα ἀπὸ

τῶν νεκρῶν, ἀνελθόντα εἰς τοὺς οὐρανούς, καθεζόµενον

ἐν

δεξιᾷ

θεοῦ

πατρὸς

παντοδυνάµου, ἐκαῖθεν ἐρχόµενον κρῖναι ζῶντας καὶ νεκρούς.

Credo in Spiritum Sanctum; sanctam ecclesiam

Πιστεύω εἰς τὸ ΠΝΕΥΜΑ ΤΟ ἍΓΙΟΝ, ἁγίαν

catholicam;

καθολικὴν

remissionem

sanctorum

communionem;

peccatorum;

resurrectionem; vitam æternam. Amen.

carnis

ἐκκλησίαν,

ἁγίων

κοινωνίαν,

ἄφεσιν ἁµαρτιῶν, σαρκὸς ἀνάστασιν, ζωὴν αἰώνιον. Ἀµήν.

Creo en Dios Padre Todopoderoso; Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo su único (engendrado) Hijo nuestro Señor; quien fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la Virgen María; sufrió bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; el descendió al infierno [Hades, mundo de los espíritus]; al tercer día resucitó de entre los muertos; descendió al cielo; y se sentó a la mano derecha de Dios Padre Todopoderoso; desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo; la santa iglesia católica; la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección del cuerpo [carne] y la vida eterna, Amén.

16 Schaff, Philip. The Creeds of Christendom. Grand Rapids, Michigan. Baker Books. 2007. Vol II, pag. 47.





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No hay duda alguna de que la expresión latina Descendit ad infernas (descendió a los infiernos) o Descendit ad inferos (descendió a las partes profundas) no se encuentra en las versiones más antiguas del Credo, incluso en la versión de San Agustín tampoco aparece esta clausula, de hecho Rufinus menciona que esta frase pasó a la versión romana del Credo desde la versión de Aquileia (390), donde aparece escrito ( descendió a los infiernos) por primera vez en una versión del Credo Apostólico17. Apareciendo nuevamente en la versión de Sacramentarium Gallicanum (650). Ecclesia Aquilejensis (390)

Forma Antigua Italiana (350)

Credo in Deo Patre omnipotente [invisibili

Credimus in Deum Patrem omnipotentem,

et impassibili]. Et in Jesu Christo, unico Filio ejus, Domino

Et in Jesum Christum, Filium ejus unicum,

nostro; qui natus est de Spiritu Sancto ex

Dominum nostrum; qui natus est de Spiritu

Maria virgine;

Sancto et ex Maria Virgine;

crucifixus sub Pontio Pilato, et sepultus;

qui sub Pontio Pilato crucifixus et sepultus;

[descendit in inferna] tertia die resurrexit a mortuis; ascendit in

tertia die resurrexit a mortuis; ascendit in

cælos; sedet ad dexteram Patris; inde

cælas; sedet ad dexteram Dei Patris; inde

venturus est judicare vivos et mortuos.

venturus est judicare vivos et mortuos.

Et in Spiritu Sancto; sanctam ecclesiam

Et in Spiritum Sanctum; et sanctam ecclesiam catholicam

remissionem peccatorum [hujus]

55

carnis resurrectionem.

remissionem peccatorum; carnis resurrectionem.

17 Schaff, Philip. The Creeds of Christendom. Grand Rapids, Michigan. Baker Books. 2007. Vol II, pag. 4950.



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Según Schaff, este Credo Romano fue gradualmente alargado por distintas clausulas de formas más antiguos o contemporáneas, entre estas frases se encontraban el “descendió a los infiernos” , el predicado “católica”, “la comunión de los santos” y “la vida eterna”. Así también, estas clausulas adicionales fueron sin duda parte de la fe general, ya que eran enseñadas en la Escritura, pero fueron expresadas primeramente en credos locales y luego tuvieron lugar en las formulas autorizadas.18 Por lo tanto, si bien la frase “descendió a los infiernos” está en credos más tardíos 19, no deja de pertenecer a las declaraciones apostólicas de los cinco primeros siglos de la Iglesia.

18 Schaff, Philip. The Creeds of Christendom. Grand Rapids, Michigan. Baker Books. 2007. Vol I, pag. 19. 19 No solamente la clausula “descendit ad inferna” aparece en manuscritos más tardíos, sino también el “fue crucificado” que aparece recién en el 341. También el adjetivo “Católica”, que recién aparece en un texto del 450 y el adjetivo “Santa” aparece un texto del 550?. Por lo tanto, desechar la clausula “descendió a los infiernos” porque no aparece en los primeros manuscritos, no perece ser un buen argumento.



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Distintas interpretaciones del Descendió a los infiernos

Al ser considerado un credo ecuménico, distintas iglesias le han dado diferentes interpretaciones de acuerdo a ciertas bases bíblicas. La Iglesia Católica Apostólica Romana declara en su catecismo que: “Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).” Con su descenso al infierno, Cristo se dirige a las “almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt27, 52-53). De acuerdo a la concepción romana, “Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido.”20. Por lo tanto lo que enseñan los católicos romanos es un descenso literal de la persona de Cristo a los infiernos, hades, morada de los muertos o al limbus patrum (lugar donde los santos del Antiguo Testamento esperaban su resurrección) entre su muerte y resurrección.



20 Catecismo de la Iglesia Católica. Primera parte la profesión de la fe. Segunda sección: La profesión de la fe cristiana. Capítulo Segundo Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios. Artículo 5 ”Jesucristo descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos”. Parrafo 1.632, 633 y 637.



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La tradición Luterana también mantiene un descenso literal de Cristo al infierno entre su muerte y resurrección, sin

embargo ellos tienen una mirada triunfalista de este

acontecimiento; Cristo fue al Hades a proclamar su victoria sobre Satanás. El libro de Concordia, documento confesional para los luteranos, declara lo siguiente: “Y nosotros creemos con toda sencillez que la persona entera, Dios y hombre, después de ser sepultada, descendió al infierno, venció al diablo, destruyó la potestad del infierno, y le quitó al diablo todo su poder. Pero «cómo sucedió—acerca de esto no hemos de inquietarnos con elevados y sutiles pensamientos». Pues este artículo es tan poco susceptible como lo es el precedente—acerca de cómo Cristo fue colocado a la diestra del omnipotente poder y la majestad de Dios—«de ser entendido con la razón y los cinco sentidos». Lo único que se nos pide es que lo creamos y nos atengamos a la palabra divina. Así retenemos la médula de la doctrina y el consuelo de que a nosotros y a todos los que creen en Cristo, «ni el infierno ni el diablo pueden tomarnos cautivos ni dañarnos»”21. El texto de 1º Pedro 3:18-2022 es utilizado por algunas iglesias para demostrar el descenso literal de Cristo al infierno entre su muerte y resurrección. Sin embargo una correcta interpretación de este texto nos dará a conocer que no se refiere para mantener la postura anterior. Lo primero que debemos entender es que esta carta trata sobre peregrinos entremedio de paganos (2:11). Al igual que en el Estado de Humillación del Creador del UniversoNuestro Señor Jesucristo- el cristiano debe sufrir, sin embargo, esto debe ser visto como parte de las bienaventuranzas del cristiano; Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. (3:17).

21 Libro de Concordia.XIX.218.Doctrina de Lutero. El descenso de Cristo al infierno 22

1º Pedro 3:18-20 18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los

injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.



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Correctamente, Daniel Hyde23 comenta este contexto donde Pedro dice que “Cristo también padeció una sola vez” (3:18), dando a entender como la muerte de Cristo nos lleva a tener una comunión real y pactal con Dios. Luego, cuando Pedro hace referencia de que también 24 fue y predicó a los espíritus encarcelados, pareciera ser un punto de apoyo para un descenso literal del Cristo al hades, sin embargo, lo que quiere decir es que cuando el predicó a los espíritus en la prisión, lo hizo en su estado de resurrección del 3:18. El verbo “fue” (poreutheis) no es el verbo para “descender” (katabaino) en el Nuevo Testamento. Más adelante, el contexto de este verbo en el verso 19 es determinado por su uso en el verso 22: “Quien habiendo subido (poreutheis) al cielo”. En 3:18-22, Pedro usa cuatro participios pasivos para expresar la acción del texto: Aunque Cristo sufrió injusta persecución y tribulación (v18), Él triunfó porque a través de Su muerte El fue vivificado (v19) y fue al cielo (v 19, 22). De la misma manera, Pedro nos conforta diciendo que aunque injustamente podríamos morir por nuestra fe, nosotros seremos unidos con la resurrección y ascensión de Cristo.25

23 Hyde, Daniel. In Defense of the Descent. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010. 24 La palabra “también”, se refiere a otra circunstancia y época. Es el mismo Cristo, como Dios omnipotente y omnipresente quien predicó, por medio de los patriarcas y profetas a las personas en la dispensación del Antiguo Testamento, y de acuerdo a este contexto, a los habitantes o espíritus esclavizados del tiempo contemporáneo a Noé. 25 Hyde, Daniel. In Defense of the Descent. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010.



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Interpretación Reformada La tradición y confesionalidad reformada presenta un elemento muy importante dentro de su historia: La catolicidad. Cuando nos referimos a este punto no estamos hablando de ninguna manera a una vinculación con la Iglesia Católica Apostólica Romana, sino más bien a una unidad y continuidad con la Iglesia de Cristo en todas las edades y siglos. Es por eso que las Iglesias Presbiterianas y Reformadas confiesan los principales Credos de los primeros siglos del Cristianismo, es así, que no debe ser sorpresa que en sus cultos se confiese el Credo Apostólico, lo sorprendente y triste sería participar de un culto donde no se confiesa a viva voz en medio de la congregación el Símbolo de los Apóstoles. El otro aspecto de la catolicidad de las iglesias reformadas se refiere a la riqueza de las confesiones escritas que ellas suscriben. Es un verdadero deleite el estudiar, leer y enseñar la Confesión de Fe de Westminster y sus respectivos Catecismos, documento oficial de las iglesias Presbiterianas que mantienen su ortodoxia. Por otro lado, podemos ver la subscripción a las Tres Formas de Unidad de las Iglesias Reformadas Continentales: El Catecismo de Heidelberg, los Cánones de Dort y la Confesión Belga. Estos documentos de los siglos XVI y XVII.- representan las expresiones fidedignas de las Doctrinas contenidas en las Santas Escrituras, donde los Reformados clamamos a viva voz que la Biblia es la Palabra de Dios, inerrante e infalible y por lo tanto, nuestra única regla en asuntos de fe y conducta. Dentro de las iglesias reformadas, el Credo Apostólico fue estudiado, enseñado y predicado por pastores y teólogos de distintas congregaciones y universidades. Dentro de cada Artículo, ellos vieron una gran riqueza teológica que debía ser profundizada no solamente en el desarrollo teológico, sino también en el corazón del hombre, de la familia, iglesia y sociedad en general. La frase “descendió a los infiernos” no fue la excepción a lo anteriormente descrito, de ninguna manera ellos suprimieron o cambiaron la frase de este Artículo, todo lo contrario, el descendit in inferna fue explicado, desarrollado y llevado a la vida práctica por teólogos y pastores como Juan Calvino, Zacarías Ursinus, Herman Witsius, Godefridus Udemans, y otros. Así también, el Catecismo Mayor de Westminster y el Catecismo de Heidelberg dan



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a conocer el significado de esta frase desde una perspectiva bíblica y confesionalmente reformada. El Catecismo Mayor de Westminster desarrolla esta frase en la pregunta y respuesta número 50:

P. 50. ¿Cómo se humilló Cristo después de la muerte? R. La humillación de Cristo después de la muerte consistió en ser sepultado, en continuar en el estado de la muerte y bajo el poder de ésta hasta el tercer día, lo que ha sido expresado otras veces en estas palabras: Descendió al infierno. La respuesta de este catecismo habla claramente de que Cristo estuvo bajo el estado de la muerte - en el sepulcro – durante tres días. Esto se refiere solamente al cuerpo físico de Cristo, ya que su espíritu o alma estaba con el Padre (Lucas 23:46) en el paraíso (Lucas 23:43). Es el cuerpo de Cristo el que descendió al sepulcro o al Hades hasta el tercer día. Es importante mencionar que el Hades (griego ᾅδης) o Sheol (hebreo ‫ ) שׁ ְ֑אוֹל‬se refiere al estado de muerte o al mismo sepulcro26; Ejemplo de esto lo podemos ver en el Salmo 141:7b donde dice “Son esparcidos nuestros huesos en la boca del sepulcro” refiriéndose a la tumba y por otro lado, “Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará” (Salmo 49:14) refiriéndose al estado de muerte. Esto es justamente a lo que se refiere el Salmo 16:10 y su anuncio por el apóstol Pedro en Hechos 2:27, en estos dos pasajes habla de “no dejarás mi alma en el Hades”. ¿Pero como es posible que el alma de Cristo descendiese al hades si luego de morir el alma de Cristo ya estaba con el Padre? ¿A qué se refiere entonces, en este contexto, la palabra alma? La palabra hebrea que se ocupa aquí es ‫( נַפ ִ ְ֣שׁי‬nafeshí) que no solamente se traduce como “mi alma”, sino también se como “a mi mismo”, entonces cuando David dice “no dejarás mi alma en el Seol” se puede traducir como “no me dejarás a mí en el Seol o Hades o en el

26 Witsius, Herman. Sacred Dissertations on the Apostles´ Creed. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010. Vol II. XVIII. X-XI.



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sepulcro”. Más específicamente, el “a mí” se refiere al cuerpo físico muerto27 de David, esto es justamente a lo que se refiere Pedro en Hechos 2. Cristo no se quedó en el Seol, si no que al tercer día resucitó de entre los muertos. Este fue el desarrollo que le dieron los teólogos de la Asamblea de Westminster al articulo del credo “descendió a los infiernos”; Cristo fue crucificado, muerto y sepultado y estuvo bajo el poder de la muerte – en el sepulcro- y al tercer día resucitó de entre los muertos. Verdaderamente Cristo murió y estuvo muerto como cualquier ser humano. Cristo con su verdadera muerte, verdaderamente mató a la muerte. Cristo experimentó la muerte, el hades, el Seol y el infierno, pero también experimentó la resurrección para que en el día postrero nosotros también experimentemos la resurrección en Cristo con cuerpos glorificados. Cristo, como cabeza federal del Pacto de Gracia, no solamente vivió por nosotros cumpliendo perfectamente los Diez Mandamientos, sino que también pagó por nosotros la maldición del Pacto de Obras, es decir, la muerte. En resumen, el foco dominante de la Asamblea puritana fue que el descenso de Cristo debe ser entendido de manera “literal” o “estricta”, es decir, el lugar donde el cuerpo humano permaneció sepultado por tres días antes de la resurrección de entre los muertos.28 Por lo tanto, aquí también se podría decir que “Cristo descendió al Hades” como una alternativa a “Cristo descendió a los infiernos”, de acuerdo a la respuesta 50 del Catecismo Mayor de Westminster.



27 Otro ejemplo de esto lo vemos en Números 19:13, donde dice “Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona”, la palabra para cadáver es ‫שׁ‬ ֩ ‫( נֶ ֶפ‬nefesh) 28 Jones, Mark. John Calvin´s Reception at the Westminster Assembly (1643-1649) Church History and Religious Culture 91.1-2 (2011) 215-227.



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“Al tercer día resucitó”

Si pudiésemos graficarlo, entonces quedaría de la siguiente manera:

d

Tres días en el sepulcro

Pregunta y respuesta 50 Catecismo Mayor de Westminster Infierno se entiende como Hades ,donde su cuerpo humano desciende al infierno o Hades (sepulcro).

Sin embargo, la explicación que nos da el Catecismo Mayor no es la única dentro de la riqueza confesional y del desarrollo teológico de la comunidad reformada de los siglos XVI y XVII respectivamente. He aquí la pregunta y respuesta 44 del Catecismo de Heidelberg con respecto a este tema: P44: ¿Por qué se añade: descendió a los infiernos? Respuesta: Para que en mis extremados dolores y grandísimas tentaciones me asegure y me sostenga con este consuelo, de que mi Señor Jesucristo, por medio de las inexplicables angustias, tormentos, espantos y turbaciones infernales de su alma, en los cuales fue sumido en toda su pasión , pero especialmente clavado en la cruz, me ha librado de las ansias y tormentos del infierno.



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Tres cosas son interesantes de destacar en este párrafo: la influencia de la interpretación de Calvino con respecto al descensus, la posterior influencia que ejerció este catecismo en los teólogos y pastores reformados continentales y por último, la profundidad teológicapastoral. De acuerdo al teólogo reformado alemán H.Heppe, posición de Calvino es desde una perspectiva más “figurativa”, mientras que la del Catecismo Mayor de Westminster sería “estricta”, como vimos anteriormente29. Para el teólogo y pastor francés, este asunto es de gran interés para nuestra salvación, tan importante es, que para Calvino es “necesario darle su puesto en el Símbolo para explicar debidamente la doctrina que traemos entre manos, pues contiene en si misma un gran misterio, que no es posible tener en poco”, por otro lado, si rechazamos esta frase estaremos perdiendo “gran parte del fruto de la muerte de Jesucristo”30. Es necesario poner mucha atención a la interpretación metafórica - que no fue recibida por la mayoría de los teólogos de Westminster - que Calvino le da al descendit ad inferna. En el penúltimo capítulo del Libro II, el reformador francés marca una diferencia entre la sepultura y el descenso a los infiernos: Algunos piensan que no se dice con ello nada de nuevo, sino que únicamente se repite con otras palabras lo mismo que se dijo en la cláusula precedente: que Cristo fue sepultado. La razón de ellos es que el término "infierno” se toma en la Escritura muchas veces como sinónimo de sepultura. Convengo en que es verdad lo que afirman; pero hay dos razones por las que se prueba que en este lugar, infierno no quiere decir sepulcro; y ellas me deciden a no aceptar su opinión.31 Para Calvino, el descenso puede en verdad significar que Cristo fue sepultado, sin embargo el ve una mayor profundidad teológica en este asunto que no le permite dejar este asunto hasta ahí Entonces, ¿A qué se refiere esta cláusula? El desarrollo teológico de Calvino en este punto, y en tantos otros, es simplemente fenomenal.



29 Citado en Jones, Mark. John Calvin´s Reception at the Westminster Assembly (1643-1649) Church History and Religious Culture 91.1-2 (2011) 215-227. 30 Calvino, Juan. Institución de la Religión Cristiana. CB Rijswik-Paises Bajos.2013. II.XVI.8-11. 31 Ibid.



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Es tremendamente profunda porque según él, lo extrae de la Palabra de Dios, y lo que el Evangelio nos comunica es que “Nada hubiera sucedido si Jesucristo hubiera muerto solamente de muerte corporal. Pero era necesario a la vez que sintiese en su alma el rigor del castigo de Dios, para oponerse a su ira y satisfacer a su justo juicio. Por lo cual convino también que combatiese con las fuerzas del infierno y que luchase a brazo partido con el horror de la muerte eterna.”32 Para Calvino, el descenso a los infiernos es justamente eso, el haber padecido en su alma los horrores del juicio de Dios : Con estas palabras quiere decir que ha salido fiador y se hizo responsable, y que se sometió, como un delincuente, a sufrir todas las penas y castigos que los malhechores habían de padecer, para líbrarlos de ellas, exceptuando el que no pudo ser retenido por los dolores de la muerte (Hch. 2,24). Por tanto, no debemos maravillarnos de que se diga que Jesucristo descendió a los infiernos, puesto que padeció la muerte con la que Dios suele castigar a los perversos en su justa cólera. Muy frívola y ridícula es la réplica de algunos, según los cuales de esta manera quedaría pervertido el orden, pues sería absurdo poner después de la sepultura lo que la precedió. En efecto, después de haber referido lo que Jesucristo padeció públicamente a la vista de todos los hombres, viene muy a propósito exponer aquel invisible e incomprensible juicio que sufrió en presencia de Dios, para que sepamos que no solamente el cuerpo de Jesucristo fue entregado como precio de nuestra redención, sino que se pagó además otro precio mucho mayor y más excelente, cual fue el padecer y sentir Cristo en su alma los horrendos tormentos que están reservados para los condenados y los réprobos.33 El padecer de manera intensiva todo el infierno que vivirán de manera extensiva en el infierno aquellos que no pongan su confianza en Cristo y se arrepientan de sus pecados, es justamente lo que Cristo experimentó por amor a Su Iglesia, que son todos los pecadores escogidos desde antes de la fundación del mundo: “Ciertamente no se puede imaginar abismo más espantoso, ni que más miedo deba infundir al hombre, que sentirse dejado y desamparado de Dios, y que, cuando le invoca, no le oye; como si Dios mismo conspirara para destruir a tal hombre. Pues bien, vemos que Jesucristo se vio obligado, en fuerza de la angustia, a gritar diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". 32 Ibid. 33 Ibid.



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Lo que Calvino plantea fue posteriormente mantenido y desarrollado por teólogos reformados continentales, en especial los de la Nadere Reformatie o Segunda Reforma Holandesa34. Uno de los exponentes de esta Segunda Reforma Holandesa 35 , fue Godefridus Udemans, Vicepresidente del Sínodo de Dort (1618-1619) y en que en su libro “The Practice of Faith, Hope and Love” desarrolla la clausula del Descendió diciendo que “Jesucristo sufrió la

34 “El fruto del calvinismo holandés se ve reflejado en el Sínodo de Dort (1618-1619), sin embargo su

consolidación e intensificación se vio reflejado en la Segunda Reforma Holandesa o como se conoce en la lengua neerlandesa, la Nadere Reformatie. Es difícil traducir el termino Nadere Reformatie, ya que ni siquiera existe una traducción estándar en inglés. “Nadere Reformatie” significa “Una Reforma más cercana, intima o más precisa” haciendo un énfasis en que la Reforma se debía trabajar más íntimamente en las vidas personales, en la adoración eclesiástica y en la sociedad como un todo. Este periodo se remonta desde Jean Taffin (1528 – 1602) y Willem Teellink (1579 – 1629) hasta Alexander Comrie (1706 – 74) y Theodorus van der Groe (1705 – 84). Dos importantes factores impulsaron el desarrollo del movimiento de la Nadere Reformatie, el primero fue la conexión que existió otros grupos reformados, tales como los puritanos ingleses y los covenanters (pactantes) escoceses. Los holandeses vieron como estos grupos de cristianos confesionalmente reformados apagaban el intelectualismo teológico árido a través de una vida piadosa y una predicación experiencial que no solo iluminaba el intelecto, sino que – como decía Jonathan Edwards – encendía el corazón y movía la voluntad de los hombres a hacer la voluntad de Dios. El otro factor que impulsó providencialmente esta segunda reforma holandesa fue el nominalismo reformado que existía en la población neerlandesa. Hacia fines del siglo XVII, más del 60% porciento de la población eran miembros de la Iglesia Reformada Holandesa, sin embargo, la mayoría de ellos lo era solo de manera nominal. La mayoría de ellos estaban inclinados a vivir para esta vida que para la vida venidera. Se decía que la población reformada era “cien veces peor que el papado, porque la luz que ella tenía no le daban un correcto uso”, además de ser una iglesia “más deformada que reformada”. Ante este panorama, los ministros reformados hicieron un fuerte llamado a la santificación, y que por lo tanto, La Reforma debe ser vivida. La meta de la Segunda Reforma Holandesa era unir la doctrina (leer) con la vida (leven).” Extraído de “El pacto de Obras y el Pacto de Redención en la Nadere Reformatie: Herman Witsius y Wilhelmus à Brakel”. 2015, Israel Guerrero Leiva. 35 La meta de la Segunda Reforma Holandesa no era ser a-dogmática ni anti-dogmática. Su único deseo era que el dogma debe ser vivido (experimentado) como espíritu y vida. Sus oraciones clamaban por un avivamiento de la piedad y una reforma de la vida.



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maldición de la ley por nuestra causa, tanto en cuerpo como en el alma, y que él pagó completamente la culpa y el castigo de nuestros pecados ”36 Es importante mencionar que Udemans, al igual que todos los teólogos reformados, no creían que el alma de Cristo descendió al infierno de manera literal después de su muerte mientras su cuerpo estaba en el sepulcro, por lo tanto, la pregunta que surge es ¿Entonces cuándo descendió a los infiernos? ¿Cuándo su alma37 sufrió la ira de Dios?. Wilhelmus Schortinghuis (1700-1750) 38 en su catecismo “Verdades esenciales en el corazón de un cristiano” responde que el alma de Cristo descendió a los infiernos cuando comenzó a sufrir la angustia en su alma en [desde] el Getsemaní y en la Cruz, donde recibió la ira de Dios39. Esto punto es desarrollado de manera más extensa en el libro “Disertaciones en el Credo Apostólico” de Herman Witsius (1636-1711) 40, otro teólogo de la Nadere Reformatie, cuya obra es importante destacar porque no solamente desarrolla la idea de Calvino y del Catecismo de Heidelberg, sino que él también considera la idea desarrollada en la Asamblea de Westminster, por lo tanto para Witsius, el descenso al infierno involucra una parte que se refiere al CUERPO y otra parte que se refiere al ALMA41. La parte que se refiere al cuerpo, denota la idea de que el cuerpo humano de Cristo estuvo bajo el poder de la muerte – en el sepulcro- hasta el tercer día, por otra parte, con lo que respecta a su alma, debe ser entendido como la angustia que recibió su alma al recibir el juicio de Dios en la cruz.

36 Udemans,

Godefridus. The practice of faith, hope and love. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2012. Pág.72-73. 37 Y también su cuerpo, pero en menor medida comparada con su alma. Por lo general, y como dice el Catecismo de Heidelberg, este castigo lo recibe en su alma. 38 Uno de los líderes finales de la Segunda Reforma Holandesa. 39 Schortinghuis, Wilhelmus. Essential truths in the heart of a Christian. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2009. Pág 80. 40 Herman Witsius es considerado – debido a su magnus opus, “The Economy of the Covenants between God and Man” (1693) – uno de los padres de la Teología del Pacto. En su libro, que es una verdadera teología bíblica y sistemática, explica y desarrolla El Pacto de Redención, el Pacto de Obras y el Pacto de Gracia junto con sus aplicaciones prácticas. 41 Witsius, Herman. Sacred Dissertations on the Apostles´ Creed. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010. Vol II. XVIII. IX.



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En resumen, la confesionalidad reformada no expresa dos miradas diferentes de una moneda, sino más bien, aspectos diferentes de una misma mirada42. Siguiendo el esquema anterior, entonces ahora quedaría definido de la siguiente manera:

Comienzo de la Pasión de Cristo

“Al tercer día resucitó”

Clímax del Juicio y castigo de Dios Sobre Cristo

ndo a nta u alm e rim n s xpe ios e e o st e D Cri ira d a l a To d

Infierno en el alma de Cristo d Pregunta y respuesta 44 Catecismo de Heidelberg

Inferna se entiende como las angustias del infierno que padeció Cristo en su alma desde el comienzo de su pasión hasta llegar a un climax en la Cruz.

Tres días en el sepulcro (cuerpo)

Pregunta y respuesta 50 Catecismo Mayor de Westminster Inferna se entiende como el Seol o Hades ,donde su cuerpo humano desciende al infierno o al sepulcro.

Es de la manera anteriormente expuesta como la teología reformada ha entendido el “Descendió a los infiernos”, por lo tanto como iglesias confesionales no podemos ni debemos suprimir ni cambiar esta frase por los siguientes motivos. El primero es que ambas descripciones presentan bases bíblicas que describen doctrinas elementales del cristianismo: Cristo verdaderamente murió por nosotros y fue sepultado y también Cristo padeció el Juicio y la ira de Dios por nosotros. Tal como dice Calvino, el no comprender y confesar este artículo, nos llevaría a perder un gran beneficio de nuestra salvación, por otro lado, tampoco podemos cambiar la frase “Descendió al infierno” por

42 Hyde, Daniel. In Defense of the Descent. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books. 2010.





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“Descendió al hades” por pensar que las interpretaciones son un poco confusas y que descendió al hades puede ser supuestamente más bíblico43. Si modificamos la frase, cambiando la palabra infierno por hades, podemos responder correctamente la pregunta 50 del Catecismo Mayor de Westminster, sin embargo, la palabra hades se queda muy corta para poder describir y responder la pregunta 44 del catecismo de Heidelberg. La palabra hades, como vimos anteriormente, hace referencia en gran medida al estado de muerte (y sepultadas) de las personas y no al juicio del infierno de Dios sobre las personas. Si cambiamos esta sentencia dentro del Credo universal, estamos perdiendo una enorme riqueza doctrinal descrita muy bien por Calvino. Es importante destacar que los teólogos de la Asamblea de Westminster no cambiaron la palabra infierno por hades, aún cuando le dieron un significado similar al de hades o de sepultura. El descenso de Cristo al infierno no hace referencia solamente a que Cristo estuvo bajo el poder de la muerte en el sepulcro, sino que también da a conocer un aspecto importante y esencial de la teología reformada y presbiteriana, nos referimos a la Teología del Pacto. Cristo sufrió por nosotros las maldiciones del pacto; fue Cristo quién fue partido como el verdadero cordero y sufrió el infierno más terrible al ser abandonado por su Padre –quien por toda la eternidad mantuvo una comunión de amor y gozo- y al mismo tiempo recibir toda su ira y castigo por nosotros. Dios el Padre, al ver a su Hijo cargando el pecado de sus elegidos, le hace beber hasta la última gota de su Juicio (que de manera justa los pecadores merecen). Aquel Dios tres veces Santo que odia el pecado con todo su ser, por nosotros hizo a Su amando Hijo, pecado. Y es en su Hijo -el cordero sin pecado, aquel que nunca pecó y que por el contrario, cumplió perfectamente la Ley de Dios – donde Dios descarga toda su santa indignación contra el pecado. Fueron los ojos de Cristo, colgado en ese madero ensangrentado, quienes vieron el rostro de Su Padre lleno de una santa ira contra él, para que en ese mismo momento el Padre pudiese mirar con un santo amor a aquellos que adoptaría como a sus hijos, por medio de Él Hijo. Fue Cristo, quién empezó a vivir la angustia de aquellos que en el día del Juicio escucharán las terribles palabras de Dios

43 Humberto Casanova en su libro sobre el Credo Apostólico (editorial Desafio) dice: “nosotros

proponemos acomodar la palabra “infierno” a nuestra interpretación de la versión griega del Credo que analizamos más arriba. Pag 61. Sin embargo, la versión griega del texto no menciona la palabra explícita “Hades” sino “bajó a las partes más bajas (κατελθόντα εἰς τὰ κατώτατα ).



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diciéndoles: “Nunca os conocí”, fue tanta la angustia de su alma, que su frente empezó a sudar gotas de sangre. ¿La palabra hades puede describir esto? No, no puede describir esto. La palabra hades no puede describir lo que significa que Cristo colgado en la Cruz pasó de ser el Bendito de toda la Eternidad a ser considerado Maldito, porque maldito es todo aquel que es colgado en un madero de acuerdo a Gálatas 3:13. Es la terrible palabra infierno la que describe la horrorosa angustia de Nuestro Señor en la Cruz del Calvario. No es hades lo que describe la agonía y dolor que experimentaba Cristo en todo el proceso de la pasión. Es la palabra infierno la que anuncia los terrores de soportar el castigo de la Ley. Es el infierno, y no el hades, lo que describe el ser consumido en el altar de Isaías 6. Son sus padecimientos en el fuego del altar los que traen salvación a nuestras vidas. Y ese altar es su ofrenda perfecta en la cruz. Si bien su cuerpo sufrió de manera indescriptible cada latigazo romano, su conciencia y su mente sabían lo que significaba experimentar en todo su ser la justicia Divina. No podemos describir el sentir de un hombre al saber que será condenado a muerte, ¡Cuánto más el Hijo de Dios cuando iba cargando esa cruz con su cuerpo totalmente desfigurado y ensangrentado y su corazón latía cada vez más fuerte al saber que se enfrentaría al Juicio de su Padre! Sin duda alguna, la oscuridad que cubrió el día de la crucifixión no se compara a la oscura angustia de Cristo en todo el proceso de la Pasión. El hades no puede describir lo que significa morir literalmente con el corazón roto, tal como predicó el médico y pastor, el Dr. Martyn Lloyd, “Juan nos dice que, cuando los soldados le atravesaron el costado con una lanza, al instante salió agua y sangre. El corazón había reventado y la sangre se había coagulado, y allí estaban el suero y la sangre coagulada, porque su corazón se rompió literalmente ante el tormento de la ira de Dios sobre Él y por la separación del rostro de su Padre. Ese es el amor de Dios. Ese, querido amigo, es el amor de Dios hacia ti, un pecador.44” ¿Qué son las plagas de Egipto comparadas con el infierno vivido por Cristo? Sin duda alguna el juicio sobre Sodoma y Gomorra no se compara al Juicio recibido por Cristo, como dijo el teólogo y ministro presbiteriano escocés, John Brown de Haddington

44 Lloy-Jones, Martin. La Cruz. Ciudad Real, España. Editorial Peregrino.1986. pág. 79.



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“Contempla esta gran señal, el arbusto de la humanidad de Cristo ardiendo en la las llamas de la ira de Jehová y no siendo consumida”45. Esto es lo que significa “descendió a los infiernos”, y es lo que justamente ha confesado la enorme familia reformada a lo largo de la historia. Por lo tanto es necesario hacernos la siguiente pregunta: ¿Se ve afectado el desarrollo doctrinal expuesta por las confesiones reformadas si omitimos o cambiamos la frase que hemos estado estudiando? El confesar cada domingo el Credo apostólico- con el “descendió a los infiernos” – nos reafirma en dos aspectos al no omitirla o cambiarla: Primero, seguimos manteniendo nuestra catolicidad con la iglesia universal al confesar el Símbolo que la Iglesia siempre a mantenido, y segundo, profundizamos más nuestra confesionalidad reformada al mantener de la misma manera la explicación de este articulo del Credo en el Catecismo Mayor de Westminster como en el Catecismo de Heidelberg: Cristo descendió a los infiernos.

45 Brown de Haddington, John. Systematic Theology. Grand Rapids, Michigan. Reformation Heritage Books.2015 .pág. 320.



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Beneficios de mantener el Descendió a los infiernos. Por último ¿Qué aplicaciones pastorales podemos aplicar de esta frase? Ya señalamos que nos une a la Santa Iglesia Católica, pero la primera parte del la respuesta del catecismo reformado alemán además señala que “Para que en mis extremados dolores y grandísimas tentaciones me asegure y me sostenga con este consuelo, de que mi Señor Jesucristo, por medio de las inexplicables angustias, tormentos, espantos y turbaciones infernales de su alma, en los cuales fue sumido en toda su pasión , pero especialmente clavado en la cruz, me ha librado de las ansias y tormentos del infierno.” ¡Qué consuelo más grande nos da esta doctrina en medio de nuestros dolores más profundos y en nuestras mayores tentaciones! Son los sufrimientos infernales que experimentó nuestro Señor los que traen sanidad y consuelo a nuestras vidas. Esta doctrina debería traer mayor gozo y deseos de vivir una vida en santidad al saber que cuanto hemos caído en tentación, y que merecemos justo Juicio de Dios, Cristo al descender a los infiernos, me ha librado de las ansias y tormentos del infierno. Recibimos un enorme consuelo al saber que cuando enfrentemos la muerte, no estaremos para siempre en un sepulcro, sino que también resucitaremos con cuerpos glorificados y que cuando llegue el Día del Juicio y estemos mirando al Juez del universo, Él no nos arrojará al lago de fuego para sufrir la ira eterna de Dios por dos grandes motivos: el primero porque estaremos revestidos de la Justicia Perfecta de nuestro Juez y Abogado y segundo porque el Rey de reyes y Señor de señores quién es al mismo tiempo mi Señor Jesucristo, por medio de las inexplicables angustias, tormentos, espantos y turbaciones infernales de su alma, en los cuales fue sumido en toda su pasión , pero especialmente clavado en la cruz, me ha librado de las ansias y tormentos del infierno. Porque Cristo verdaderamente descendió a los infiernos, verdaderamente nos ha librado del infierno.46 46 Agradezco personalmente al Pastor Daniel Hyde por ayudarme en las conclusiones de esta monografía.

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Conclusión. La Iglesia de Cristo tiene el imperativo de Confesar dentro del propio Cuerpo de Cristo, y a todo el mundo las verdades fundamentales de la Fe Cristiana. Dentro de esta sociedad posmoderna, donde todo es relativo y no importan las definiciones claras y concretas, debemos pararnos y decir: ¡Esto es lo que creemos, confesamos y vivimos!. El Símbolo apostólico, que representa una de las confesiones más antiguas de las comunidades cristianas no debe ser ajena a las iglesias evangélicas y protestantes del día de hoy, mucho menos a las iglesias históricas como las Presbiterianas y Reformadas, es por eso que es nuestro deber como Ancianos Docentes y Gobernantes, como Candidatos al Sagrado ministerio o como Miembros en plena comunión, estudiar y enseñar las doctrinas esenciales expresadas en el Credo. El Evangelio, la Gloria y la Gracia del Dios Trino están expuestas de manera concisa en cada uno de los Doce Artículos de fe que componen este antiguo Credo , y la frase “descendió a los infiernos” no deja de manifestar la Obediencia vicaria de Nuestro Señor Jesucristo hacia cada uno de sus escogidos, al contrario, tal como es expuesta en las principales confesiones reformadas, este Articulo exalta el Juicio y la Gracia de Dios al experimentar por nosotros en la Cruz el infierno que merecemos a causa de nuestros pecados. ¡Pero bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su bondad, quiso que Jesús experimentara la muerte para el bien de todos (Hebreos 2:9 b RVC)!.



Soli Deo Gloria



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