Desastres en México y Filipinas: cicatrices históricas que unen a nuestras culturas / Disasters in Mexico and the Philippines: historical scars that bind our cultures

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Descripción

México y Filipinas: culturas y memorias sobre

el Pacífico t

México y Filipinas: culturas y memorias sobre

el Pacífico t

Thomas Calvo y Paulina Machuca editores

EL COLEGIO DE MICHOACÁN

327.720599 MEX

México y Filipinas : culturas y memorias sobre el Pacífico / Thomas Calvo y Paulina Machuca, editores : Lourdes Asiain, traducción -- Zamora, Michoacán : El Colegio de Michoacán : Ateneo de Manila University Press © 2016. 411 páginas : ilustraciones ; 29 cm. -- (Colección Imágenes) ISBN 978-607-9470-36-4 (libro impreso) ISBN 978-607-9470-30-2 (libro electrónico) 1. México -- Relaciones -- Filipinas 2. Filipinas -- Relaciones -- México 3. México -- Historia 4. Filipinas -- Historia I. Calvo Thomas, editor II. Machuca, Paulina, editor

D . R. © El Colegio de Michoacán, A.C., 2016 Centro Público de Investigación Conacyt Martínez de Navarrete 505 Las Fuentes 59699 Zamora, Michoacán [email protected] D . R. © Ateneo de Manila University Press, 2016 Bellarmine Hall, Katipunan Avenue Loyola Heights, Quezon City P.O. Box 154, 1099 Manila, Philippines Tel.: (632) 426-59-84 / Fax (632) 426-59-09 E-mail: [email protected] Website: www.ateneopress.org ISBN 978-607-9470-30-2 Primera edición, 2016 Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier forma, medio o procedimiento, sin la autorización por escrito de los titulares de los derechos respectivos. Hecho e impreso en México

Índice

Presentación

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Agradecimientos

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Introducción: una historia común, olvidada y reabierta

14

Thomas Calvo y Paulina Machuca Introduction: a forgotten and reopened common history

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Thomas Calvo and Paulina Machuca

Parte uno: Contextualizando: dos espejos de cada lado del Pacífico 1. Desastres en México y Filipinas: cicatrices históricas que unen a nuestras culturas

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Raymundo Padilla Lozoya 2. Redescubriendo Filipinas. Encuentros y desencuentros de cada lado del Pacífico

79

Juan José Ramírez Bonilla 3. Hay que saber terminar una guerra colonial: San Juan de Ulúa (1825), Baler (1898-1899) y algunos sitios más Thomas Calvo

99

56

Parte dos: “Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho” 148 4. Las haciendas filipinas en el espejo mexicano. Una aproximación, 1571-1903

149

Luis Alonso Álvarez 5. El Cristo negro: presencia y significado en la Nueva España y Filipinas

181

Fernando N. Zialcita 6. El Santo Niño que vino del mar

203

Rodrigo de la Torre Yarza

Parte tres: Dos culturas e inspiraciones comunes

222

7. El rebozo de jaspe: huella tangible del vínculo entre Asia y América en la época colonial a través del Galeón de Manila Amalia Ramírez Garayzar 8. Sayaw ng Puso / Danza del corazón (Dances of the Heart): Courtship Dances from Mexico and the Philippines

247

Clarissa Cecilia R. Mijares 9. Hispanic Heritage in Peril. Observations on Narratives of Mestizaje and Hispanidad in Philippine and Mexican Museums

267

Erik Akpedonu 10. La casa filipina: entre bahay kubo y bahay na bato Jorge Loyzaga

305

223

Parte cuatro: Cuando las plantas cruzaron el Pacífico

320

11. La palma de coco: regalo de Filipinas a México (siglos xvi-xvii)

321

Paulina Machuca 12. Maize: Mexico’s Gift to the Filipinos

341

Jose Elias (Fr. Anselm) M. Manalastas O.S.B. 13. The Place of Papaya in the Island Municipalities of Northwestern Romblon, Philippines

361

Nota F. Magno

Epílogo

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14. Tras las huellas del mestizaje cultural entre México y Filipinas Paulina Machuca

Lista de imágenes y mapas Acerca de los autores

409

403

385

1. Desastres en México y Filipinas: cicatrices históricas que unen a nuestras culturas Raymundo Padilla Lozoya

Filipinas y México: una relación antigua

L

a distancia entre las Filipinas y México (Nueva España) es de aproximadamente 14 000 kilómetros; ambos lugares están divididos por el océano Pacífico. Sin embargo, las relaciones comerciales y culturales se iniciaron desde el siglo xvi e hicieron posible una intensa transmisión de conocimientos, representaciones o imaginarios para comprender las manifestaciones naturales y sus efectos, como se leerá en el presente capítulo. El intercambio entre la sociedad filipina y la mexicana comenzó cuando dieron inicio los viajes comerciales emprendidos por los galeones españoles provenientes de Manila y esporádicamente de otros embarcaderos filipinos, con destino en el puerto de Acapulco, pasando por California y Colima. El viaje de Manila a Nueva España se hacía una vez al año, y entre 1570 y principios del siglo xix las relaciones entre la Corona y las islas pasaron casi todas por México.1 El primer galeón partió de Filipinas en 1565 y el último en 1815. Tal travesía ocurría en medio de diversos peligros, como oleajes, vientos intensos, tormentas y ciclones tropicales, característicos del océano Pacífico. Pero algunos vientos resultaban benéficos para incrementar la velocidad del traslado, según ha estudiado el meteorólogo Henry Diaz. Entre 1590 y 1620, el viaje entre Acapulco y Manila se reali1

Francisca Perujo, “Estudio preliminar”, en Antonio de Morga, Sucesos de las islas Filipinas, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. xix.

culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

zaba en 79 días, mientras que entre 1640 y 1670, en 123 días en promedio, debido al monzón. Esta diferencia en la “duración sugiere que tuvieron lugar profundos cambios en la circulación atmosférica del Pacífico occidental durante el siglo xvii, y que éstos fueron más largos que cualquier experiencia durante los últimos 50 años”.2 Con la experimentación, los marineros aprendieron a utilizar los vientos, las corrientes marinas y hasta los temporales. El viaje de Filipinas a Nueva España lo iniciaban entre los meses de junio a septiembre, por encima del Trópico de Cáncer, a lo largo de una zona oceánica donde ahora sabemos que llegan pocos huracanes, lo que prevenía sus efectos mortales. Y el regreso se realizaba partiendo de Acapulco, entre los meses de noviembre y febrero, cuando había terminado la temporada anual de huracanes en el Pacífico.3 Sin embargo, en el trayecto de norte a sur, bordeando las costas del Pacífico mexicano, se producían los impactos con los huracanes que transitaban de sur a norte, y sur-suroeste, paralelos al litoral. El riesgo de fracasar en el viaje siempre fue alto; por ello, el historiador Pierre Chaunu estimó que, “al salir de Manila, levar anclas era aceptar la alternativa: lograr la hazaña de una travesía en el límite de las posibilidades humanas y materiales, o morir [...] De 1570 a 1800, al salir de Manila se tenía una probabilidad sobre dos de arribar a Acapulco”.4 Así, este viaje fortalecía las relaciones comerciales, pero concluirlo con éxito también aportaba conocimiento acerca de la naturaleza y sus manifestaciones y obligaba a responder por medio de la experiencia naval y las creencias simbólicas que procuraban disminuir los riesgos ante las amenazas naturales. Los tripulantes de la nao eran experimentados navegantes y sus recursos incluían ciertas creencias en protecciones divinas, como encomendarse a la Virgen de los Remedios, san Thelmo o san Francisco de Asís, por mencionar algunos.5 En buena parte, estas respuestas religiosas ante peligros naturales tienen antecedentes en la herencia cultural española que ha influido en ambas sociedades, como se leerá en los siguientes apartados. 2

Susan Bacon, “Manila Galleon Voyages”, noaa-esrl-Climate Research Spotlight on psd Research, en , consultado el 28 de junio de 2015. 3 En el océano Pacífico la temporada anual de huracanes se inicia oficialmente el 15 de mayo y termina el 30 de noviembre. 4 Pierre Chaunu, Las Filipinas y el Pacífico de los ibéricos, siglos xvi-xvii-xviii, México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1974, p. 301. 5 Véase Raymundo Padilla, “Representaciones en san Felipe de Jesús (santo patrono contra incendios y temblores)”, en Aideé Arellano Ceballos y Carlos Ramírez Vuelvas (coords.), Imaginarios y representaciones sociales y culturales en transición, Colima, Universidad de Colima, 2014, pp. 96-129.

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uno. contextualizando: dos espejos de cada lado del pacífico

Respuestas resilientes Tanto en México como en las Filipinas es importante reconocer las características del entorno natural para apreciar la majestuosidad del paisaje, pero también para comprender la peculiaridad de sus sociedades. El archipiélago filipino está integrado por más de 7 000 islas e islotes que sobrepasan ligeramente los 300 000 kilómetros cuadrados. En cambio, México es parte de un bloque continental con una enorme extensión territorial donde se presenta todo tipo de fenómenos naturales recurrentes y extremos. De manera similar, en las Filipinas ocurren numerosos eventos extremos, pero el espacio geográfico es notablemente más reducido, lo que influye en el factor de la exposición ante ciertas amenazas, por ejemplo, las erupciones volcánicas y los huracanes (Mapa 1.1).

Mapa 1.1. Trayectorias de huracanes en el mundo

Fuente: The Science Education Resource Center at Carleton College. Basado en las trayectorias de la National Oceanic and Atmospheric Administration (noaa).

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Figura 1.1. Erupción del volcán Taal en 1741

Fuente: agn, expediente 978/2248, Filipinas vol. 4, f. 2v.

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En México, sólo en los estados de Colima y Michoacán se ha documentado la existencia de más de 2 000 volcanes; por fortuna, la mayoría están inactivos, pero algunos de ellos son riesgosos, como el Jorullo, el Paricutín y el Volcán de Fuego de Colima, el más activo del país. En Filipinas han sido identificados más de 200 volcanes, algunos de ellos con actividad eruptiva muy amenazante, como el Mayón, el Taal y el Pinatubo. La espectacularidad de algunos eventos provocó la inquietud de ciertas autoridades civiles y eclesiásticas y favoreció la elaboración de evidencias. Por ejemplo, en 1716,

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el sacerdote del pueblo de Taal, Francisco Pingarrón, describió su experiencia ante una erupción de la siguiente manera: A 24 de septiembre de 1716 a las seis de la tarde […] se oyeron en el aire muchos tiros, que parecían de artillería, y que venían hacia Manila; y a poco rato se divisó el fuego, que reventó el volcán que está en la isla de la laguna de Bombong, de la parte que mira al pueblo de Lipa, en una punta que llaman Calavite, que parecía arder toda la punta. Después fue dicho fuego introduciéndose por dentro a la laguna […] en derechura del monte que llaman Macor, despidiendo el agua y ceniza en grandísimos borbollones, como torres que se levantan en el aire, que daba muchísimo miedo el verlo.6

Con estas manifestaciones, el volcán Taal inició una etapa muy explosiva, que en 1741 fue tan inquietante que el gobernador de Filipinas reportó lo sucedido al virrey de la Nueva España por medio de una ilustración de autor anónimo. La imagen muestra la laguna de Bombong y la dirección de la ceniza emitida (Figura 1.1). Indagar en las respuestas ante una erupción tan antigua como la del volcán Taal en 1741 requiere una profunda investigación. Pero es posible identificarlas ante eventos más recientes; por ejemplo, el 15 de junio de 1991, el volcán Pinatubo produjo una de las mayores erupciones plinianas del siglo xx.7 Explotó después de 500 años de tranquilidad y destruyó por completo los pueblos de Pampanga y Tarlac (centro de Luzón); afectó el ecosistema natural al emitir enormes cantidades de ceniza que dañaron el entorno y la atmósfera. La erupción propició la muerte de 537 personas e impactó a miles de familias. Los filipinos, como los mexicanos, han respondido a los desastres por medio de distintas actividades. Así, quienes padecieron la erupción del volcán Pinatubo realizaron diversas prácticas de enfrentamiento de la emergencia para sobrevivir, rehabilitar el entorno y reconstruir sus espacios físicos productivos. Estas acciones, realizadas reiteradamente, forman parte del continuo proceso adaptativo en que están inmersas distintas generaciones. Para la socióloga Rosana P. Mula, la población de Luzón, tras la erupción del Pinatubo en 1991, “desarrolló adaptación en el curso de la restauración medioambiental, la cual se inició en la adopción de estrategias positivas de respuesta”.8 6

Manuel Buzeta y Felipe Bravo, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de las islas Filipinas, Madrid, Imprenta de D. José C. de la Peña, 1851, p. 470. 7 Daniel Dzurisin, Volcano Deformation: New Geodetic Monitoring Techniques, Chichester, Springer, 2007, p. 387. 8 Rosana P. Mula, "Coping with Mother Nature: Household’s Livelihood Security and Coping Strategies in a Situation of a Continuing Disaster in Tarlac, Philippines", tesis doctoral en sociología, Landbouwuniversiteit Wageningen, 1999, p. 123.

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a. Hacer trampas de bambú para pescar. b. Obtener carbón de los árboles quemados. c. Engordar puercos y cabras para vender. d. Realizar rotación de cultivos: probar con varios para ver cuál se produce mejor y con más rapidez. Por ejemplo, en las expuestas islas Batanes se cultiva arroz, ñame, taro, ajo, jengibre, cebolla, malanga, papas, melones, tubérculos y retoños de bambú. Estos cultivos han demostrado desarrollarse pronto y resistir los vientos intensos y las inundaciones. e. Quienes no pudieron restaurar, reconstruir o modificar, vendieron sus propiedades; hubo quienes compraron terrenos a muy bajo precio. Este proceso adquisitivo se presentó en la provincia de Tarlac, donde la tierra productiva fue afectada por los lahares, que transportaron gran cantidad de material rocoso y convirtieron los plantíos en terrenos pedregosos. f. Migrar, aunque el abandono de las pertenencias representa un gran problema. En la provincia de Tarlac se reportó la migración de 157 personas, 95 hombres y 62 mujeres en los barangays de Carael, Caniag, Florida, Lasong, Sinilian First, Sinilian Second, Sinilian Third, Sinilian Cacalibosoan. La población de Florida fue la que reportó una mayor migración entre 1991 y 1993 en busca de mejores oportunidades para sobrevivir, debido al daño producido por los lahares en los sembradíos y la escasez de empleo. Años después algunos vecinos retornaron y otros decidieron llevarse a sus familias a los lugares donde encontraron empleo.9

méxico y filipinas:

culturas y memorias sobre el pacífico

Los desastres tensan las relaciones sociales, las fortalecen o las revientan. Y si no existe una fuerte cohesión social, se fragmenta la comunidad. Algunas de las prácticas observadas con respecto a la erupción del Pinatubo por la socióloga Rosana P. Mula fueron:

Además de actividades productivas y económicas de índole comunitaria, tanto en la sociedad filipina como en la mexicana los fuertes lazos familiares han permitido responder a los desastres. Por ejemplo, Rosana P. Mula observó que siendo miembro de una familia se garantiza cierto grado de apoyo, como alojamiento temporal, ayuda en el establecimiento de residencia permanente, obtención de recursos materiales que pertenecen a otros miembros, apoyo para manejar la granja, financiamiento para distintas actividades, 9

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Ibid., pp. 126-129.

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recursos económicos para educación, envío de asistencia financiera, satisfacción de necesidades alimentarias. En Filipinas y en México, durante las etapas posteriores a la detonación de un desastre se ha observado que los lazos solidarios se fortalecen tanto en las sociedades rurales como en las urbanas.10 Esto ocurre porque ciertas redes son resilientes, es decir, hay vínculos familiares o socioculturales que permiten hacer frente a una situación crítica y sobreponerse de manera más o menos firme. Estas redes resilientes son el capital social del que dependen algunas comunidades que logran perpetuarse a pesar de la recurrencia de manifestaciones extremas, como erupciones volcánicas, sismos y huracanes.11 Si los lazos de unión entre los miembros no son intensos, se rompen y producen el éxodo o la migración gradual de la comunidad. Pero si un conjunto de razones culturales, económicas y religiosas propicia la unión por medio de vínculos familiares y sociales, entonces se enfrenta la situación y gradualmente se logra mejorar la condición desastrosa. Entre los aspectos más determinantes que mantienen unidas a las comunidades están la identidad sociocultural, los beneficios económicos, la propiedad de la tierra, la topofilia y la afinidad religiosa del grupo o los grupos.12

Respuestas religiosas e imaginarios protectores En tiempos prehispánicos, la constante actividad natural, originada por erupciones volcánicas, sismos, tsunamis, ciclones tropicales y otras manifestaciones, influyó en los procesos de reproducción de la vida, como bien lo observó el antropólogo Herman Konrad (1996) en la península de Yucatán, México, ante los efectos de los huracanes, considera10

Véase Emilio Pradilla, Vulnerabilidad, sismos y sociedad en la Ciudad de México, 1985 y el futuro, México, Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre, A. C.-Protección Civil-Departamento del Distrito Federal, 1996. 11 Véase Raymundo Padilla, “Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán, Colima, y San José del Cabo, Baja California Sur”, tesis doctoral en antropología social, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2014. 12 Véase Yi-Fu Tuan, Topophilia, a Study of Environmental Perception, Attitudes, and Values, Nueva York, Columbia University Press, 1974; Lotte Kemkens, On the Connections between Religion and Disaster: a Literature Review, Yogyakarta, Gadjah Mada University of Indonesia, Center for Religious and CrossCultural Studies, 2013.

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culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

dos deidades por los mayas.13 Los huracanes representaban la lucha del chac malo contra el chac bueno. La velocidad de los vientos era asociada con el sonido y la furia de una batalla. La lluvia era el sudor de los guerreros en combate. El chac maligno destrozaba el paisaje, tumbaba árboles y arrasaba plantas, pero detrás llegaba el chac benevolente e intervenía en la regeneración del ecosistema. Lo interesante de estas batallas y su impacto en el medio ambiente es que aún están presentes en el imaginario de los mayas contemporáneos, según lo han documentado estudios antropológicos.14 Herman Konrad notó en México que los huracanes producían un proceso de destrucción de la selva, pero también desencadenaban la regeneración de toda la vegetación, para beneficio de la sociedad maya que se había adaptado a sus efectos por medio de distintas prácticas. De esa manera, el proceso de destrucción y resurgimiento de la vida, ante la presencia de una manifestación natural extrema, mostró a los grupos prehispánicos que existe un ciclo de vida y muerte, el cual quedó instaurado en la columna de sus creencias, como también lo sugirió el antropólogo cubano Fernando Ortiz.15 En las actuales sociedades mexicana y filipina, la población hace uso de símbolos y representaciones religiosos para explicar y enfrentar las calamidades. La influencia religiosa católica, heredada por los españoles tanto en Filipinas como en México, se ha transformado en prácticas ampliamente utilizadas ante una amenaza natural, ya sea para mitigar los miedos o para sobreponerse a la desesperación por medio de la fe. Uno de los recursos más comunes en las manifestaciones religiosas contra los fenómenos extremos son los llamados “santos patronos”. Tales personajes son representaciones católicas que en el imaginario social funcionan para interceder en momentos críticos y dar protección simbólica ante un agente amenazante. Uno de los casos más representativos que unen a México y Filipinas es san Felipe de Jesús, el primer santo de México. Su nombre civil fue Felipe de las Casas Martínez y a partir de 1591 vivió en Filipinas durante un periodo de cinco años, entre los 20 y los 25 años de edad. Al encontrar su vocación en la ayuda a los pobres y enfermos decidió cambiar su nombre a Felipe de Jesús y luego se embarcó en un viaje a México para ser ordenado sacerdote por un obispo. Partió del puerto de Cavite, pero en el 13

Véase Herman Konrad, “Caribbean Tropical Storms. Ecological Implications for Pre- Hispanic and Contemporary Maya Subsistence Practices on the Yucatan Peninsula”, Revista Mexicana del Caribe, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 1996, I, pp. 98-130. 14 Héctor Cuevas y Mario Navarrete, “Los huracanes en la época prehispánica y en el siglo xvi”, en Inundaciones 2005 en el estado de Veracruz, Veracruz, Universidad Veracruzana, 2006, pp. 39-49. 15 Fernando Ortiz, El huracán: su mitología y sus símbolos, México, Fondo de Cultura Económica, 1947.

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trayecto el galeón en que viajaba fue impactado por un par de huracanes. A la deriva, el barco encalló el 18 de octubre de 1596 en Japón, donde Felipe de Jesús fue involucrado en los problemas religiosos y políticos que enfrentaban a ciertos católicos con las religiones japonesas y con el emperador japonés. Su naufragio fue circunstancial, pero, como otros franciscanos que habitaban en Japón, fue apresado y sentenciado por el emperador Toyotomi Hideyoshi. Cuatro meses después de haber llegado a Japón, Felipe de Jesús, de 25 años de edad, fue martirizado el 5 de febrero de 1597, al igual que otros 25 católicos, entre ellos seis franciscanos, tres jesuitas, 14 cristianos japoneses adultos y tres niños cristianos japoneses. Fue colgado en una cruz, sujetado de las extremidades y el cuello con argollas y, finalmente, con una lanza le hicieron tres perforaciones, una en el estómago y una en sendos costados. Este acontecimiento causó gran indignación entre la sociedad católica; por ello, el 14 de septiembre de 1627 todos los crucificados fueron declarados mártires, y el 8 de junio de 1862 Felipe de las Casas fue canonizado en Roma. Es de suponer que la muerte de tantos católicos fue un tema que perduró por años en las informaciones transmitidas por medio de la tripulación y los viajeros de las naos que dos veces al año continuaron cruzando el océano Pacífico hasta los puertos novohispanos. La indignación en la comunidad católica propició que se iniciara el proceso para recuperar evidencia que permitiera santificar a los mártires. Entre los requisitos estuvo contar con el apoyo de una población que les rindiera culto . Entonces, los franciscanos del templo de Almoloyan, ubicado en Colima, México, propusieron a Felipe de Jesús como santo patrono para proteger a la ciudad colimense contra sismos e incendios. No es claro en las fuentes si un sismo o un incendio produjo algún desastre en la primera década del siglo xvii en Colima, pero la población quedó muy asustada y consideró urgente realizar una rifa de santos. En el imaginario local perdura la creencia de que un monje se presentó en la puerta del cabildo colimense y que al momento de ingresar cada funcionario en la sala, este individuo se les acercaba y les sugería proponer en la rifa a san Felipe de Jesús, con la advertencia de que al resultar electo sería un buen santo patrono. De tal modo, por tres ocasiones consecutivas salió el nombre del santo en los papeles del sorteo. Siendo tan “clara” la suerte, fue proclamado san Felipe de Jesús como “santo patrono protector contra incendios y temblores” en 1609. El 1 de septiembre de 1668 llegó a la ciudad de Colima la escultura del santo patrono, al que desde entonces se conmemora el 5 de febrero.16 16

Raymundo Padilla , “Representaciones en San Felipe de Jesús”, op. cit., p. 102.

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Figura 1.2. Misa solemne a san Felipe de Jesús, posterior al desastre asociado al sismo del 15 de abril de 1941

Fuente: Fototeca del Archivo Histórico del Municipio de Colima (ahmc).

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Y cuando se presenta un desastre asociado a un sismo, se renueva el juramento públicamente. Ese ritual ha sido documentado tras los sismos en Colima percibidos en los años de 1900, 1913, 1932, 1941, 1973, 1995 y 2003 (Figura 1.2). Con el juramento a san Felipe de Jesús dan inicio también las fiestas charrotaurinas de la Villa de Álvarez, vecina de Colima. No es clara la justificación de san Felipe de Jesús como santo patrono contra incendios y temblores, y es obvio que no ha logrado proteger a los colimenses de estos fenómenos, pero aún se le invoca con la corte celestial cuando se presenta un terremoto.

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Desde el siglo xvii, las sociedades católicas mexicanas y filipinas han reportado el apoyo de diversos santos patronos a los que solicitan su intervención divina para obtener protección simbólica ante ciertos fenómenos naturales que consideraron amenazantes. Los católicos han practicado diversas expresiones culturales ante los peligros asociados a desastres naturales. Algunas de esas manifestaciones se han convertido en tradiciones y evidencian parte de la herencia cultural española; por ejemplo: a. Romerías y rogativas en las que se carga alguna imagen que representa santidad para solicitarle clemencia ante el impacto de los fenómenos naturales. Por ejemplo, desde el siglo xvii y hasta nuestros días, en México se pasea la imagen de alguna virgen protectora.17 En el pueblo de Taal, Filipinas, desde el siglo xviii se han realizado rogativas y misas para calmar al volcán Taal; incluso 400 hombres cargaron la cruz que se colocó en su cima.18 b. Protegerse de los vientos huracanados por medio de la quema de hojas de palma bendecida durante la Cuaresma católica. Esta práctica se realiza hasta nuestros días en México y Filipinas en las poblaciones más expuestas a los impactos de huracanes. c. Comercio de esculturas de imágenes religiosas protectoras, por ejemplo, de santos patronos como la Inmaculada Concepción y Nuestra Señora del Santísimo Rosario, en Filipinas, y san Francisco de Asís y la Virgen de los Remedios en México, por mencionar algunos. d. En Filipinas tanto como en México, los católicos suelen dar a los desastres el nombre del santo que se conmemore ese día, por ejemplo, el Cordonazo de San Francisco, el 4 de octubre; el Terremoto de la Candelaria, el 2 de febrero; el Temblor de San Andrés, el 30 de noviembre.19 e. Misas en el lugar del desastre sirven como conmemoración del hecho desastrado, pero también abonan a la identidad de los afectados y a su memoria histórica colectiva (Figura 2). 17

Véase Francisco de Florencia, La milagrosa invención de un tesoro escondido, México, Universidad Iberoamericana, Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, 2009. 18 Manuel Buzeta y Felipe Bravo, op. cit., p. 470. 19 Véase Virginia García Acosta, Los sismos en la historia de México, tomo II: El análisis social, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Universidad Nacional Autónoma de México-Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 148, y Greg Bankoff, Cultures of Disaster, Society and Natural Hazard in the Philippines, Londres, Routledge, 2003, pp. 169-170.

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culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

Las respuestas religiosas son parte del imaginario con el que se hace frente a las amenazas. En las sociedades donde son frecuentes los desastres, la comunidad responde cotidianamente por medios religiosos, sobre todo en colectivo, con misas y romerías.20 Estas respuestas se suman a las resilientes, mencionadas en los primeros párrafos de este artículo. Y también se unen a las respuestas oficiales, desarrolladas principalmente por las instituciones civiles mexicanas, como el Sistema Nacional de Protección Civil, el ejército, las demás guardias de seguridad y los grupos de voluntarios entrenados, quienes desarrollan un modelo muy similar al de la milicia, basado en el control social y la respuesta ante la emergencia, como se leerá en los siguientes párrafos.

Respuestas institucionales En Filipinas y en México son frecuentes las catástrofes, es decir, los acontecimientos que afectan de múltiples maneras a la nación y representan un impacto en sus recursos públicos. Pero son aún más recurrentes los pequeños y medianos desastres. Se considera pequeños desastres a los que, sin alcanzar grandes proporciones, generan alteraciones en la cotidianidad, afectan económicamente las estructuras sociopolíticas y organizativas locales e implican periodos de días o pocos meses de recuperación. Por ejemplo, el colapso de unas cuantas viviendas debido al deslizamiento asociado a una tormenta delimitada en un reducido espacio geográfico. Sin embargo, los pequeños desastres suelen menguar de forma gradual la resistencia ante un fenómeno extremo, y al producirse un impacto mayor contribuyen a que el desastre adquiera grandes proporciones. El especialista en desastres Alan Lavell explica que “los recurrentes pequeños eventos erosionan de continuo la capacidad de desarrollo de las zonas y poblados, y conducen a una inexorable acumulación de vulnerabilidades, que hace que el efecto de los grandes desastres sea más agudo cuando suceden”.21 Los medianos desastres “son aquellos que atraen la atención de los medios de comunicación regionales y la recuperación se

20

Lotte Kemkens, op. cit., p. 62. Allan Lavell, “Desastres y desarrollo: hacia un entendimiento de las formas de construcción social de un desastre: el caso del huracán Mitch en Centroamérica”, en Nora Garita y Jorge Nowalski (eds.), Del desastre al desarrollo humano sostenible en Centroamérica, San José de Costa Rica, Centro Internacional para el Desarrollo Humano Sostenible-Banco Interamericano de Desarrollo, 2000, pp. 7-45, 36.

21

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alcanza con capitales nacionales o estatales”.22 En cambio, los grandes desastres producen daños superiores a un millón de dólares y más de 100 muertos y atraen la atención nacional e internacional de los medios masivos de información, por lo que se reciben diversos apoyos del extranjero.23 Un ejemplo de gran desastre es el detonado tras el paso del huracán Haiyan en Filipinas el 8 de noviembre de 2013. La Universidad de Lovaina, en Bruselas, ha elaborado una base de datos de eventos desastrosos ocurridos en México entre 1900 y 2015; es notable que los mayores desastres estén asociados a sismos y a ciertos fenómenos hidrológicos, como inundaciones, tormentas y ciclones tropicales. Pero los fenómenos hidrológicos detonan desastres más costosos que los asociados a sismos; la cifra de muertos es cercana: en sismos es de 10 686 y en eventos hidrológicos es de 9 683 (Cuadro 1). La base de datos de desastres elaborada por la Universidad de Lovaina también recopila los sucesos registrados en Filipinas entre 1900 y 2015. En el cuadro 2 se observa que, de manera similar a lo sucedido en México, los sismos y los fenómenos hidrológicos están asociados a los mayores costos económicos. En sismos han perecido 9 924 personas, y en distintos fenómenos hidrológicos, 51 191 (Cuadro 2). En el siglo xx han sido comunes los deslizamientos de tierra en Quezon (Luzón) y Leyte (Bisayas), en Filipinas. El terremoto de 1990 causó una gran destrucción en el centro y el norte de Luzón. Los tsunamis han provocado pérdidas humanas: cerca de 3  000 en el Golfo Moro en 1976, y en Mindoro (Bisayas), en 1994, 78 personas. Recientemente, el 15 de octubre de 2013, un sismo de 7.2 grados en escala de Richter sacudió Bohol, en la región central de las Bisayas; 70 000 casas quedaron total o parcialmente dañadas. La cifra de desastres ha mantenido un incremento relacionado con el número de habitantes. En 2015, el número de mexicanos ascendió a 125 235 000 habitantes distribuidos en una superficie territorial de 1 972 559 kilómetros cuadrados. Y en una superficie territorial de 300 000 kilómetros cuadrados (la sexta parte del territorio mexicano), la cantidad de filipinos está rebasando los 101 802 000. Estos datos demuestran que en Filipinas hay una mayor concentración de población en menor superficie y, por consecuencia, la sociedad se encuentra más expuesta 22

Myriam de la Parra, "Vulnerabilidad diferencial asociada al riesgo de desastre por inundación en la colonia Joaquín Miguel Gutiérrez, Pijijiapan, Chiapas", tesis en ciencias en medio ambiente y desarrollo integrado, México, Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Instituto Politécnico Nacional, 2009, p. 19. 23 Id.

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culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

a distintos fenómenos naturales extremos. Por estas razones, en Filipinas es mayor el número de manifestaciones naturales que resultan peligrosas para la población, y lo es también el número de desastres, afectados y muertos. Cuadro 1. Desastres en México, 1900-20151 Manifestación

Evento

Núm. de eventos

Muertes

Total de afectados

Daño en miles de dólares

7

s/d

2 565 000

1 610 000 6 161 000

Sequía

Sequía

Sismo

Movimiento de Tierra

31

10 686

2 657 972

Epidemia

Enfermedad bacterial

1

52

5 000

s/d

Enfermedad viral

2

16

48 212

s/d

14

718

136 000

3

470

18

2 664

361 545

336 400

4

912

746 060

1 054 000

Avenida súbita

12

245

364 227

s/d

Inundación fluvial

27

478

3 355 696

3 159 000

Sin especificar

10

504

319 050

250 000

3

148

257 800

2 500 28 322 010

Temperatura extrema

Ola fría Ola de calor

Inundación

Sin especificar Inundación costera

Tormenta

Tormenta convectiva

s/d

Ciclón tropical

79

4 732

7 881 125

Deslizamiento de tierra

Lahar

12

332

320

Actividad volcánica

Caída de ceniza

10

1 120

161 908

 

233

23 077

18 859 915

Totales

582 600 s/d

s/d 117 000 41 594 510 mdd

1. Cuadro creado el 26 de enero de 2015. Versión de datos: v12.07. Datos tomados de “em-dat: The ofda/cred International Disaster Database”, Universidad Católica de Lovaina, Bruselas, Bélgica. Consultado en . s/d = Sin dato.

070

uno. contextualizando: dos espejos de cada lado del pacífico

Cuadro 2. Desastres en Filipinas, 1900-20152 Manifestación

Sequía Sismo

Epidemia

Inundación

Tormenta

Infestación de insectos

Deslizamiento de tierra Movimiento en masa

Evento

Sequía Movimiento de tierra Tsunami Sin especificar Enfermedad bacteriana Enfermedad parasitaria

Núm. de eventos

Muertes

Total de afectados

Daño en miles de dólares

8

8

6 553 207

64 453

27

9 924

5 798 678

583 178

1 1

32 1

6

664

s/d s/d

96

4 302

s/d

1

50

666

s/d

Enfermedad viral

10

1 136

143 790

s/d

Sin especificar Inundación costera Avenida súbita

33 11 40

1 440 149 1 160

7 680 373 125 931 6 212 229

351 857 2 617 1 015 543

Inundación fluvial

54

786

14 632 919

2 423 726

26 4 290

812 9 46 835

3 110 501 24 704 144 369 320

112 274 5 18 419 579

200

925

Sin especificar Tormenta convectiva Ciclón tropical

s/d

Sin especificar

2

s/d

Avalancha Corrimiento de tierra

1

6

1 200

28

2 148

313 508

Hundimiento

1

287

2 838

Lahar

2

311

s/d

s/d

Caída de rocas

1

50

s/d

s/d

Actividad volcánica

Sin especificar

1

s/d

57 633

Caída de ceniza

25

2 996

1 734 907

Totales

 

573

68 236

190 767 579

s/d 33 281 s/d

s/d 231 961 23 239 399 mdd

2 Cuadro creado el 26 de enero de 2015. Versión de datos: v12.07. Datos tomados de “EM-DAT: The ofda/cred International Disaster Database”: Universidad Católica de Lovaina, Bruselas, Bélgica. s/d = Sin dato.

071

culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

La cantidad de eventos reportados en Filipinas es de 573, mientras en México es de 233 en el periodo 1900-2015. La diferencia es de 340, pero resulta más significativa cuando comparamos las siguientes variables. El número de muertos oficialmente reconocido en Filipinas es de 68 236, mientras que en México es de 23 077 en el mismo periodo mencionado. Sin duda, la exposición de la población a las amenazas hace la diferencia, además de las condiciones de vulnerabilidad integral, que involucra factores de respuesta y rehabilitación como la pobreza, la condición física, la edad, las capacidades preparativas, preventivas, por mencionar algunos. Es necesaria una perspectiva integradora para interpretar las causas que han propiciado el reporte de 18 859 915 de afectados en México y 190 767 570 en Filipinas. En la superficie territorial filipina, limitada para su abundante población, los ciudadanos siempre están expuestos a alguna amenaza; el riesgo cero no existe, pero tampoco la invulnerabilidad frente a tantas manifestaciones potencialmente destructivas. La perspectiva de larga duración, con datos de poco más de un siglo, hace evidente una mala adaptación a un medio ambiente físico peligroso, lo que hace urgente una amplia y efectiva intervención para mejorar el desarrollo sustentable, proteger a la población y los bienes privados, y mejorar la expectativa de su futuro. Las cifras son insuficientes para comprender la complejidad sociocultural del problema de los riesgos y los desastres asociados a fenómenos naturales; sin embargo, abonan evidencia a partir de indicadores fundamentales. Así, de acuerdo con el gar-2015 (Global Assessment Report on Disaster Risk Reduction), las pérdidas económicas anuales por amenaza natural en los años recientes han sido más cuantiosas en Filipinas que en México (Cuadro 3). Cuadro 3. Pérdidas económicas por desastres entre México y Filipinas3 Amenaza natural

México

Filipinas

1 354.65

703.46

Viento ciclónico

613.02

4,071.51

Marea de tormenta

103.05

2 541.62

Tsunami

1.49

30.63

Volcán

0

Sismo

Inundación Totales

557.60

870.08

545.43

2 942 mdd

8 450 mdd

3 “Country risk profile”, en Global Assessment Report on Disaster Risk Reduction (unisdr), Organización de las Naciones Unidas, Ginebra, 2015. Consultado el 28 de junio de 2015 en:

072

uno. contextualizando: dos espejos de cada lado del pacífico

Las cifras aportadas por el Global Assessment Report 2015 de la Organización de las Naciones Unidas (onu) muestran que las respuestas preventivas han sido insuficientes en México y en Filipinas; por ello continúan generándose desastres. El problema relaciona múltiples factores naturales en los que poco pueden incidir las agencias, quienes toman decisiones y la sociedad en general; sin embargo, existen indicadores sociodemográficos que deben atenderse porque sus causas repercuten de manera directa en el incremento de las vulnerabilidades y debilitan las fortalezas sociales ante las manifestaciones naturales. Por ejemplo, en 2013 la población urbana en México representaba 78%, mientras en Filipinas era 44.6%. En el mismo año, la población asentada en barrios pobres en México fue contabilizada en 14.4%, mientras que en Filipinas representaba 40.9%. La densidad de la población en México en 2013 era de 62.9 personas por kilómetro cuadrado; en Filipinas, de 330 personas por kilómetro cuadrado. El ingreso per cápita en México en 2013 ascendió a 10 307 dólares y en Filipinas a 2 765 dólares. Estos factores han incidido en el debilitamiento de las capacidades para enfrentar las recurrentes amenazas naturales, en las limitadas capacidades resilientes para reponerse tras un desastre y en la escasa prevención de condiciones vulnerables que magnifican los impactos de los fenómenos recurrentes. Así, las cifras son la síntesis de una realidad cuantitativamente alarmante, pues entre 2005 y 2013 las pérdidas económicas por desastres en México ascendieron a 3 848 415 635 dólares, mientras que en Filipinas, en el mismo periodo, alcanzaron 1 659 402 000 dólares.24 En ambos países es notable que los mayores esfuerzos institucionales se han canalizado a responder a emergencias y poco se ha realizado en materia de prevención. Desde hace aproximadamente una década se hacen notar las ventajas de la prevención; empero, el “discurso oficial” no corresponde con los programas realmente enfocados en labores preventivas. Las mayores cifras económicas se destinan a labores de reconstrucción, pues favorecen el negocio que aceita el engranaje del capitalismo, como lo ha hecho notar la socióloga Naomi Klein.25 En el capitalismo hay grupos que se benefician de los más marginados y ejercen resistencia hacia los intentos por enfrentar las desigualdades sociales o vulnerabilidades.26 Y además existen grupos que incluso se apropian de los recursos para los más necesitados en una tragedia; por ejemplo, después del sismo que sacudió Bohol en 24

“Country risk profile”, en Global Assessment Report on Disaster Risk Reduction (unisdr), Organización de las Naciones Unidas, Ginebra, 2015, Consultado el 28 de junio de 2015 en: 25 Véase Naomi Klein, La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2010. 26 Véase Walden Bello et al., The Anti-development State: the political economy of permanent crisis in the Philippines, Quezon, University of the Philippines Department of Sociology, 2004.

073

culturas y memorias sobre el pacífico méxico y filipinas:

abril de 2013, a fin de año solamente se había recibido 22% de los 46 millones de dólares de ayuda. Fue una de las peores respuestas ante un desastre; por ello varias organizaciones internacionales dejaron de apoyar.27 Las respuestas institucionales en Filipinas y en México deben transitar del enfoque en la respuesta a emergencias y la reconstrucción, al acento en la preparación y la prevención. Esta labor supondría un gran proyecto para reducir las vulnerabilidades sociales (pobreza, falta de acceso a servicios básicos, desinterés académico, indiferencia hacia los grupos marginados, etcétera); reducir la exposición de la sociedad a las amenazas ubicando a la población en zonas y viviendas más seguras; mejorar las capacidades preparativas y preventivas en las instituciones responsables de la protección civil, pero también en la propia sociedad; promover el aseguramiento de los bienes públicos y privados que, al ser afectados por un desastre, producen un retroceso en el desarrollo de la sociedad; respetar y aplicar los códigos internacionales y nacionales de protección ante amenazas naturales, y fortalecer el desarrollo de ciudades resilientes. La atención a desastres y la prevención de pérdidas humanas muestran lo que es más importante para el Estado y el gobierno. Es fundamental solucionar el problema de los desastres en Filipinas y en México, porque son frecuentes y afectan de múltiples maneras a la sociedad y su desarrollo. Si son tan recurrentes no es porque el número de fenómenos naturales muestre un incremento notable, sino porque se están reproduciendo y aumentando las condiciones sociales que los propician, como las vulnerabilidades, la exposición y las carencias en capacidades preparativas y preventivas. Los huracanes Yolanda (Haiyan) en Filipinas y Manuel en México, ambos ocurridos en 2013, hacen evidente que aún hay mucho trabajo por realizar en el terreno de la prevención. Muestran que las sociedades mexicana y filipina son vulnerables tanto a un supertifón como a un huracán categoría 1. También que los pobres son quienes resultan más afectados, aunque los ricos pierdan mayores bienes materiales: la capacidad económica de estos últimos les permite una más rápida recuperación, mientras que los más marginados pueden padecer durante años los efectos, y en ocasiones éstos se suman a la presencia de una nueva amenaza natural u otro desastre. Tanto en México como en Filipinas es evidente que, si bien las manifestaciones naturales son recurrentes, los desastres tienen profundas raíces sociales. La sociedad produce y reproduce las condiciones de riesgo, las cuales son la antesala del desastre. Por ello es importante reducir los riesgos y mitigar los impactos de las amenazas naturales. 27

Philippines Bohol earthquake situation report No. 9, en The United Nations Office for Coordination of Humanitarian Affairs. Consultado el 18 de enero de 2015 en:

074

uno. contextualizando: dos espejos de cada lado del pacífico

Falta explicar por qué, a pesar de tantos desastres, las sociedades perduran asentadas en zonas expuestas y riesgosas. En parte lo hacen porque ahí están los medios económicos y los recursos que les permiten la supervivencia y el desarrollo, pero también porque están atados cultural y emocionalmente al entorno y al paisaje, lo que ha sido denominado como “topofilia” por el geógrafo Yi-Fu Tuan. La población ama su territorio, su espacio, sus colores, sus olores y su entorno natural, aunque un extranjero podría tener una apreciación distinta o poco afectiva. La topofilia explica en gran parte por qué, en lugar de huir, los individuos desarrollan prácticas que les permiten enfrentar las peores calamidades con distintas respuestas materiales y simbólicas de la cultura que, en conjunto, el historiador Greg Bankoff ha denominado como “cultura de desastres”.

Corolario La población de Filipinas y México convive con diversas amenazas muy recurrentes y extremas; por ello es importante fortalecer el diálogo entre ambas sociedades para identificar más respuestas a fin de reducir los riesgos, prevenir los desastres, preparar a la población y mejorar las estrategias preventivas institucionales e individuales. La intensa actividad natural determina una relación inevitable con el entorno, pero sólo en ciertas circunstancias éste puede volverse amenazante. Los fenómenos naturales no son amenazas per se: devienen amenazas cuando la población no está protegida, preparada o prevenida acerca de los efectos y posibles consecuencias.28 Lo que representa la naturaleza para una población hace evidentes las vulnerabilidades existentes en ciertos periodos y espacios. Las catástrofes son retos para la sociedad y evidencian los mejores recursos con los que hace frente, según su idiosincrasia, sus creencias y políticas, propias de un tiempo y una época. Los desastres son como cicatrices de heridas que sanan, pero siguen doliendo por mucho tiempo y nos advierten de los errores que hemos cometido y que podemos prevenir. t

28

Véase Virginia García Acosta, “Historical disaster research”, en Susanna M. Hoffman y Anthony OliverSmith (eds.), Catastrophe & Culture. The Anthropology of Disaster, Santa Fe, School of American Research, James Currey Ltd., 2002, pp. 49-66.

075

culturas y memorias sobre el pacífico

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Laboratory-Physical Sciences Division, en .

077

México y Filipinas Culturas y memorias sobre el Pacífico de Thomas Calvo y Paulina Machuca (editores) se terminó de imprimir el 26 de julio de 2016 en los talleres de Amelia Hernández Ugalde Calle Cerrada de Técnicos y Manuales núm. 19-58 Lomas Estrella, Delegación Iztapalapa 09890 Ciudad de México La edición consta de 500 ejemplares. Supervisión de la edición: Paulina Machuca y Thomas Calvo Corrección: Lurdes Asiain Diagramación: Rosa Ma. Manzo Mora

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