Desarrollo de Competencia Ética en la Educación

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Descripción



Desarrollo de competencias éticas en la educación.
Luz Graciela Castillo Rocha, DEH.
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
Campus Estado de México
[email protected]
22 de octubre de 2014.

El mundo que nos toca vivir es complejo. Los cambios que hemos vivido en los últimos años debidos a la globalización, el desarrollo tecnológico, las transformaciones sociales, representan hoy por hoy un importante reto para las instituciones, quienes se ven sometidas a múltiples demandas de respuesta por parte de la sociedad.
Tradicionalmente, las "instituciones son la casa de la ética", es decir, no podemos pensar en una formación ética sin considerar un entorno institucional, dado que las instituciones representan:
"…conjuntos relativamente permanentes de reglas y de recursos que los hombres pueden tomar como punto de referencia de sus acciones. Las instituciones pueden preceder a cada uno de los individuos concretos, pero han sido creadas en virtud de acciones humanas y sólo pueden seguir existiendo cuando son continuamente recreadas mediante nuevas acciones".
Las reglas y los recursos que le dan forma a las instituciones les permiten cumplir con un propósito social, que se va sumando a un cúmulo de propósitos e intenciones que permiten el funcionamiento de una sociedad, en nuestro caso, una sociedad democrática que se fundamenta en la libertad y la igualdad de los ciudadanos y ciudadanas, y que por ello, orienta sus acciones a la realización efectiva de estos ideales. Todas y cada una de las instituciones que forman en conjunto la red que permite el funcionamiento de este entorno social tienen el propósito de afirmar las libertades y posibilidades de los ciudadanos que hacemos nuestra vida al cobijo del Estado Mexicano.
¿De qué manera las instituciones se constituyen como la "casa de la ética"? A través de una serie de prácticas que aquéllos que nos sumamos a la institución aprendemos y dominamos, y que le permiten a la institución convertirse en una estructura de convivencia que no se reduce a relaciones interpersonales, sino que transciende en el tiempo al mismo tiempo que adquiere una identidad y una referencia social. Las prácticas que distinguen a la institución, están fundadas en una serie de valores, que son congruentes con el propósito que le da sentido a su presencia en el entorno social; dichas prácticas son reproducidas por las personas que forman parte de la institución, y las que se van incorporando deben vivir un proceso de aprendizaje que les permita sumar valores y prácticas a su identidad.
Las competencias éticas, por lo tanto, están asociadas con el carácter (el ethos) de la propia institución. En el caso de las instituciones educativas particularmente, es imprescindible la identificación de su eticidad constitutiva, es decir, del sistema de ideas propias del "todo" social que integra a individuos y les permite que se "encuentren y se logren a sí mismos" como el primer paso para establecer qué se entiende por competencia ética y poner en sintonía los esfuerzos formativos que le permiten al discente consolidar un perfil profesional de acuerdo con los propósitos de la institución.
Es importante, en este momento, vincular la idea de la eticidad con el concepto de competencias, particularmente con aspectos que podríamos pensar como "competencias éticas"; comenzaremos por lo fundamental, ¿qué es una competencia en el ámbito de la educación?
"Competencia" es un concepto que tiene muchas acepciones y se presta a sinnúmero de interpretaciones y cuestionamientos. Diremos que competencia se refiere como mínimo a "un conjunto de recursos que el sujeto puede movilizar para tratar una situación con éxito". Se puede incorporar en el término recursos "conocimientos, normas, técnicas, procedimientos, habilidades y destrezas, actitudes y valores", mismas que impulsan el comportamiento del sujeto ante determinada situación.
Ahora bien, para proponer una descripción de "competencias ética", hay que acudir también a la definición de "ética", otra palabra con múltiples interpretaciones. De forma sintética la ética es aquélla rama de la filosofía que reflexiona sobre la moral; la moral es un conjunto de normas que provienen de las costumbres y que nos permiten calificar las acciones humanas de manera correcta o incorrecta. Todos nosotros aprendemos normas morales a través de la convivencia con un grupo específico, la ética va más allá del sistema normativo, porque representa el esfuerzo del sujeto para identificar las normas morales ante una situación determinada, reflexionar y valorar el sentido de la norma en combinación con la acción que la situación le demanda, y tomar una decisión sobre cómo comportarse, lo que le lleva a reconocer la responsabilidad que tiene sobre su propia elección.
El problema de pensar en una "competencia ética" basándonos en esta definición, es que no establece lo que puede considerarse un "desempeño exitoso" en el sentido de la ética, y habrá que reconocer en este sentido la complejidad de la ética y también que cualquier elección supone un riesgo, el riesgo que el curso de la realidad responda de manera favorable o desfavorable al comportamiento elegido como resultado de una deliberación ética, sin embargo, elegir es la única opción posible, y quizá es el aspecto clave en la construcción de algo que podríamos denominar "competencia ética", donde el enfoque está en el proceso reflexivo, no necesariamente en el resultado.
En la figura que expongo a continuación esquematizo el proceso de reflexión ética, mismo en el que se enmarcan los elementos que podrían constituir la idea de la competencia, destacando que este proceso debe necesariamente apoyarse en un conjunto de conceptos, saberes y procedimientos que le permitan efectivamente al sujeto desempeñarse como agente moral:

Fig. 1: Proceso de razonamiento moral
Una vez destacado que la "competencia" en el caso de la ética no alcanza a concretar resultados específicos, dado que corresponden al sujeto en tanto agente moral, podemos sin embargo señalar que el propio concepto de "eticidad" nos remite a pensar que todos y cada uno de los aquí presentes hemos pasado por un proceso formativo al incorporarnos en las diferentes instituciones a través de las cuales hacemos nuestras vidas. Mencionaré rápidamente dos aproximaciones históricas que tradicionalmente han sido conductoras del cometido de la formación moral en el contexto de la sociedad y las instituciones.
En primera instancia, mencionaré la Paideia, de donde proviene la pedagogía. Este es un legado de la cultura griega que representa el esfuerzo educativo hacia la realización de un ideal de excelencia humana. Esta Paideia estaba fundada en un conjunto de virtudes compartidas por el grupo social, que se reflejan en un ideal de la persona "tal como debe ser", y el esfuerzo educativo se genera en concordancia con ello. Para lograr su cometido el método formativo se apoyaba en las narrativas clásicas, que muestran primero y alientan a la puesta en práctica de las capacidades humanas socialmente establecidas como ideal de virtud: excelencia o "areté" que otorga a quien la ostenta una posición de superioridad moral en el entorno social y es conferida en razón de la calidad y la virtud personal, demostrada por el ejercicio de "determinadas normas de conducta, ajenas al común de los hombres". Las normas de conducta superiores, exigen carácter para poder ejercerlas, motivo por el cual la Paideia enfatiza la educación del "ethos", el carácter del sujeto, como fundamento de la excelencia.
Podemos encontrar evidencias de que esta Paideia por antigua no precisamente está "pasada de moda", precisamente en el entorno de la formación de los elementos de las fuerzas armadas. Es evidente que las prácticas y las normas de esta institución educativa responde a un ideal de excelencia, en donde las virtudes como la integridad, la honradez, la generosidad, la rendición de cuentas, el espíritu de compañerismo, la vocación de servicio o la lealtad forman parte de las actividades que día con día se encaminan a formar el carácter de los servidores públicos que participan en las fuerzas armadas y que requiere que los encargados de esta tarea: docentes, cuerpo directivo e incluso los altos mandos, mantengan un esfuerzo constante de congruencia y coherencia para que los jóvenes en proceso de formación se asimilen a la disciplina que la importante tarea en la que han elegido participar les representa.
Por otra parte, el esfuerzo educativo no solo es externo, el docente no solo pone la pauta y establece los límites; es muy importante que el discente asuma también su rol en la tarea de formarse, para ello, un segundo concepto que podemos identificar en este esfuerzo de formación ética es la Bildung término con el que se expresa el esfuerzo del sujeto que se constituye a sí mismo y al hacerlo contribuye mediante sus acciones a la renovación de la cultura y las instituciones.
Entonces, la primera orientación de la competencia ética tiene que ver con pensar en un ideal de excelencia, basado en un conjunto de valores y virtudes que están plasmados intencionalmente en las prácticas educativas, mismas que permiten al sujeto en formación orientar sus elecciones y esfuerzos a la consolidación de un carácter que le permita participar de los propósitos y sentido de la institución a la que pertenece. Este proceso inicia desde la institución hacia el sujeto, y se espera que el sujeto – en la medida en que comprende el sentido que tiene el actuar de una manera específica, acorde con los propósitos institucionales – se haga cargo de manera consciente de la importancia de su participación y la necesidad la autorregulación en tanto madura en su proceso formativo.
A partir de estas aportaciones históricas, y necesarias dada la historicidad de las propias instituciones, se puede proponer una segunda esfera para orientar el desarrollo de esto a lo que damos nombre de "competencia ética": aquello que corresponde a la actuación profesional, y en este punto destaco tres elementos fundamentales: la vocación de servicio para el cumplimiento del deber (profesionalización), la justicia y los derechos humanos.
Desde hace algunos años, en México se publican resultados de encuestas sobre la confianza de la ciudadanía en las instituciones sociales, y año con año, la Secretaría de la Defensa Nacional destaca por la confianza que los ciudadanos manifiestan hacia ellas. Esto no es gratuito, es resultado de años de trabajo en donde públicamente se ha manifestado el respaldo que brindan estas instituciones a la población, contribuyendo en el mantenimiento del orden ante diferentes circunstancias.
¿Tiene que ver con la formación de competencias éticas declaraciones como la misión y la visión de la SEDENA? Me atrevo a afirmar que sí, en la medida en que los jóvenes que se preparan al interior de la institución en la medida en que desarrollan conocimientos estratégicos para desempeñar sus tareas descubran la responsabilidad que estas capacidades les representan en la práctica y asuman como su deber la aplicación de su conocimiento en el desempeño de sus funciones.
Esto suena obvio, pero no es tarea sencilla; un profesional es una persona que ofrece un servicio especializado a la sociedad, y se le reconoce por ello; que cuenta con un conocimiento especializado que le implica deberes y responsabilidades, y este razonamiento va más allá del cumplimiento de instrucciones por parte de los superiores; un profesional se constituye como una persona autónoma, en el sentido de la ética, cuando suma su voluntad y su libertad al cumplimiento de su deber.
Por lo tanto, no hay que tenerle miedo a la palabra "autonomía", porque no se refiere a formar personas que salgan del marco de la disciplina; significa hacer conscientes a los discentes que se están capacitando para cumplir la Misión que el Estado les confiere en tanto integrantes de las fuerzas armadas:
Defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación;
Garantizar la seguridad interior;
Auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas;
Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país; y
En caso de desastre prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas.
Es en el marco de estos deberes que se observan los valores establecidos para todo servidor público que forme parte de la SEDENA, tal y como se describen en el respectivo código de conducta:
Conocimiento y observancia de la normatividad.
Actuación en el cargo, empleo o comisión.
Manejo, distribución y ejercicio de los recursos.
Captación y atención de las peticiones, quejas y denuncias de la sociedad.
Espíritu de compañerismo entre servidores públicos de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Manejo responsable y transparente de la información.
Mejoramiento ecológico.
Compromiso y actuación con la ciudadanía.
Preservación de la salud e integridad física.
Vocación de servicio.
Mejora continua.
Respeto mutuo y coordinación de las dependencias y entidades de la administración pública federal.
Obligación de educar, difundir y capitalizar el conocimiento.
Aplicación de la lealtad como norma institucional primaria.
Actuación de los servidores públicos apegada a derechos humanos y al derecho internacional humanitario.
Cumplir sus funciones con perspectiva de género, eliminando las diferencias que pudieran existir entre las y los servidores públicos, atendiendo los principios de igualdad, justicia y no-discriminación.
Todos estos valores, así denominados en el código de conducta, son elementos a incluir dentro de las prácticas cotidianas; no necesariamente forman parte de contenidos teóricos, sino de elementos que se generan a través de lo cotidiano, y en nuestro caso en particular, de la relación educativa entre docente y discentes.
Subyacen a estos valores dos que considero muy importante que el docente tenga capacidad de destacar, tanto en la práctica como en la comunicación, si pretende apuntalar el desempeño íntegro de los futuros oficiales fundados en una inteligencia ética: la justicia y la dignidad humana.
Hago un apartado para definir dos aspectos que me parecen relevantes de considerar en la tarea docente: la inteligencia y la imaginación éticas.
Para Howard Gardner la inteligencia ética implica capacidad de abstracción de los aspectos cruciales que representa el desempeño del trabajo y la ciudadanía, y la actuación que es consistente con estos conceptos, haciendo el esfuerzo por desempeñarse correctamente. La imaginación ética, plantea Jonathan Glover, representa la capacidad para aprehender qué es lo importante desde el punto de vista humano, y elegir en consecuencia.
¿Por qué son pertinentes estos dos conceptos cuando hablo de profesionalización y competencias éticas?
Por un lado, porque la ética, particularmente como regulador del desempeño de los servidores públicos, debe tener presente en todo momento un criterio de justicia. La justicia, reclamo ancestral de la vida en sociedad, es un concepto difícil de definir y materializa ya que encontramos diferentes significados para "darle a cada quien lo que le corresponde". La dimensión ética de la justicia la ubica como una capacidad humana y una cualidad moral, la dimensión jurídica – en el marco del derecho positivo – nos dice que es aquello que se apega a la ley; en realidad la justicia y su realización es más compleja: va más allá del derecho.
Si pensamos en la dimensión de la justicia desde la filosofía podríamos tomar como ejemplos a Aristóteles, quien afirmó que "la justicia no nos vuelve justos, son los justos los que construyen la justicia"; o Kant quien, incorporando el enfoque de la libertad, nos recuerda que la justicia es un ideal regulador de nuestras acciones, que determina que "es justa toda acción o máxima que permite que la libre voluntad de cada uno coexista con la libertad de los otros conforme la ley universal".
Volviendo a los puntos que enuncia la misión de la SEDENA, destaca este espíritu de justicia en lo que respecta al desempeño de los integrantes de las fuerzas armadas; y en este sentido, la competencia ética tendría que ver con aprender a pensar la justicia, no con un afán justiciero, sino más bien como el desempeño de tareas que contribuyen a la buena marcha de la sociedad.
Otro aspecto, concomitante a la justicia, son los derechos humanos, donde lo imprescindible es aprender a distinguir el principio subyacente a estos derechos: la idea de la dignidad. Ya en el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se nos indica que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y que dotados como estamos de razón y conciencia tenemos el deber de comportarnos fraternalmente los unos con los otros.
Destaco la palabra "dignidad" porque en sobre este concepto, tan resbaladizo y abstracto, está construida la exigencia hacia toda persona, todo profesional y servidor público para procurar la integridad y excelencia en el desempeño. La dignidad es un valor inherente a todos y cada uno de quienes formamos parte de la familia humana, y es así porque nosotros – los seres humanos – lo hemos acordado de este modo, con independencia de credos y formas de vida.
La dignidad, diría Kant, es lo que nos permite reconocernos como fines en nosotros mismos dado que tenemos capacidad para razonar, ser agentes morales y actuar para transformar nuestra condición presente. En todos y cada uno y una de nosotros cabe esta posibilidad, en mayor o menor grado, y por ello estamos llamados a respetarnos los unos a los otros.
Es muy difícil aterrizar en una normatividad positiva este concepto, y desde mi punto de vista nos ha tomado tiempo entender la dimensión de los derechos humanos en toda su extensión. Los derechos conllevan obligaciones, uno tiene que aprender a hacerlos valer y, en este sentido, tendríamos que trabajar desde todos los ámbitos de la sociedad en resignificar el valor que tenemos todos y cada uno, y la importancia que tiene el entablar una forma de convivencia constructiva, equitativa, que garantice a todos las oportunidades por forjarnos una vida de acuerdo con nuestra dignidad.
Este es el reto de la educación, y la gran contribución que hacen las humanidades cuando forman parte del currículum y las prácticas educativas: nos permiten abrir nuestro horizonte a la inagotable tarea de conocernos a nosotros mismos y darnos la oportunidad de convertir nuestras potencialidades en realidades, generando una actuación congruente y consistente con lo que la sociedad espera de cada uno de nosotros y de las instituciones que nos otorgan identidad y sentido de tarea.



Bibliografía
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Debo esta expresión al Dr. José María Mardones.
Wagner, Peter. Sociología de la Modernidad. Barcelona: Herder, 1997. Pp. 55-56.
Ricoeur, P. "Ética y moral".
Taylor, C. "Hegel's Sittlichkeit and the Crisis of Representative Institutions" citado en Lazo Briones, Pablo. «http://www.ldiogenes.buap.mx/revistas/10/23.pdf.» Reactualización hermenéutica de la noción de la Sittlichkeit: la crítica de Hegel a Kant a través de un contemporáneo. s.f. http://www.ldiogenes.buap.mx/revistas/10/23.pdf (último acceso: 21 de agosto de 2013).
Jonnaert, P., Compétences et socioconstructivisme. Un cadre théorique (2002), citado en Denyer, M. F. (2007). Las competencias en la educación. Un balance. México: Fondo de Cultura Económica.
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Denominada en su trabajo "Ethical mind".
Gardner, Howard. Five minds for the future. Boston: Harvard Business School Press, 2007. Pág. 158.
Glover, J. (2007). Humanidad e inhumanidad. Una historia moral del siglo XX. Barcelona: Cátedra.

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