Desacuerdos ideologicos en democracia

May 22, 2017 | Autor: Camilo García | Categoría: Filosofía de la Ciencia, Democracia, Ideologia, Deliberación política
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Descripción



El diálogo de sordos y los desacuerdos epistemológicos

En su libro "La Construcción del Sexo", Thomas Laqueur nos cuenta la historia de cómo por más de dos milenios la medicina, la filosofía y la política occidental construyeron un imaginario de sexo y género en el que el sexo femenino no existía, y era considerado como una degeneración del único sexo creado a la imagen de un "Dios" macho (Laqueur 1992). De esta manera se construye políticamente, pero sobre todo epistemológicamente, al sujeto femenino como un inferior, se justifica la exclusión social, la violencia y la dominación, la discriminación y el sometimiento. La construcción del sexo y la igualdad de género, entonces, se torna un debate epistemológico y político, de la forma en la que conocemos y de la forma en la que estructuramos nuestras relaciones sociales, tomamos decisiones y constituimos el demos de nuestra democracia. Ambas partes, a favor y en contra del reconocimiento del sexo hembra, asumen tener la razón de acuerdo a su construcción epistemológica del sexo. Dentro de su respectiva forma de conocer el mundo, ambas partes tienen razón y ambas partes tienen "buenas intenciones".

Cabe preguntarse qué sucedería con estos desacuerdos en el debate político cotidiano, si acaso basta que el desacuerdo sea razonable ¿Qué es un desacuerdo razonable en el contexto de la deliberación democrática? De los trabajos de Gutmann y Waldron (Gutmann 2009, Waldron 2009) podemos extraer algunas ideas interesantes. Mientras que Waldron entiende por "desacuerdo razonable" aquel en el que los deliberantes discrepan sobre lo que es mejor para la comunidad; en tanto Gutmann plantea que pueden existir tintes egoístas en el desacuerdo deliberativo, así como argumentos altruistas de mayor o menor calidad, por tanto, habría que estar bien resguardados de los primeros y ser críticos con los segundos. Gutmann no niega que el acuerdo razonable se produce cuando los discordantes tienen en mente el "bien" para la comunidad, sólo incluye matices referentes a la calidad argumentativa de las partes y un toque de realismo político en conceder la existencia de deliberantes egoístas. Como común denominador de ambos autores, entonces, podemos decir que por declaración y por omisión, respectivamente, lo razonable de un desacuerdo en democracia, es que las partes tengan en mente el bien común.

Si todas las partes tienen en mente el bienestar de la comunidad, y a pesar de ello se mantiene la diferencia de posturas, es posible entender que Gutmann y Waldron se refieren a un solo tipo particular de desacuerdo en su discusión sobre la democracia deliberativa y el voto, uno en el que se puede lograr un acuerdo. Se refieren a las distintas formas de lograr un mismo objetivo, diferencias sobre conjuntos ordenados y amplios de ideas con las que proyectamos modelos de sociedad ideales. Si entendemos la ideología como la construcción de modelos de referencia moralmente neutros, pero útiles para organizar la vida política, entonces el desacuerdo entre las partes sigue siendo razonable, pero al mismo tiempo es imposible, porque asumiríamos de paso que esta construcción es igual para toda la sociedad y por tanto una de las partes estaría equivocada. Con ello, el proceso de deliberación se convertiría en uno de educación de un grupo sobre el otro y perderíamos el foco del estudio de la deliberación democrática. Si seguimos en la constricción de esa definición laxa de "ideología", como plantea Eagleton (2005), y lo definimos como el mismo proceso de construcción de modelos de referencia moralmente neutros, pero dentro del sistema de pensamientos y valores de grupos de individuos que no componen la sociedad entera, entonces llegamos a un punto en el que sí puede existir el desacuerdo en una sociedad democrática, donde distintos individuos han construido diferentes sistemas ideológicos que han de dialogar entre sí para conseguir el bienestar de la comunidad. Llegamos así, a que el desacuerdo planteado por los autores como razonable, es el desacuerdo ideológico que llamaremos "abierto", para distinguir esta concepción amoral y abierta de la ideología.

Es el consenso en las democracias que, en tanto estas diferencias no amenacen al régimen político en sí mismo ni se impongan a través de la coerción, pueden coexistir libremente y someterse al proceso deliberativo y a las elecciones por voto mayoritario. Una versión menor de estas diferencias es el desacuerdo programático, en el que el desacuerdo no es respecto de un conjunto amplio de ideas, sino en torno a los mecanismos para lograr determinados fines, y la priorización de temas en la agenda, muchas veces dentro de un mismo marco ideológico. La deliberación conducente al voto sería capaz de lograr acuerdo en este tipo de discrepancias al exponer argumentos y mecanismos que antes estaban invisibles. Se sostiene que el acuerdo es posible porque, si hablamos de los mismos conceptos, el "bien común", que puede buscarse en asuntos como la erradicación del hambre, la seguridad colectiva o la mejora en la calidad de vida, puede perseguirse sin que los objetos iniciales (el bien común) o finales (la maximización del bienestar según cada mecanismo o estructura disputada) del desacuerdo cambien; sólo cambia el mecanismo, la priorización de temas en la agenda y, en casos más extremos, el objeto a proteger. Nuevamente, estos desacuerdos ideológicos abiertos corresponden a conjuntos ordenados de ideas, formas que no plantean modelos contrapuestos de bien común.
La segunda forma es el desacuerdo epistemológico; aquel que, por ejemplo, se manifiesta en las diferencias de opinión sobre los derechos de la mujer entre Aristóteles y Galeno, y los médicos y cientistas sociales contemporáneos. El desacuerdo sobre "la mujer" no obedece a un conjunto ordenado de ideas sobre la vida política, sino a la existencia de un sexo femenino, si acaso lo femenino es una deformación de una masculinidad símil de lo divino. Es, en definitiva, un desacuerdo inadvertido sobre la forma de comprender la realidad, la verdad, de aprehender los objetos. Lakatos (1996) nos cuenta del astrónomo griego que al mirar las estrellas ve cristales, mientras que el astrónomo contemporáneo ve bolas de gas, del mismo modo en que Galeno ve un "pene atrofiado" al examinar la vagina, útero y trompas de Falopio en la mujer en el texto de Laqueur ¿Es ese desacuerdo el mismo que pueden tener dos ciudadanos sobre la mejor forma de llevar a cabo una reforma tributaria o sobre si ha de priorizarse la educación o la vivienda en un programa de gobierno? Responder afirmativamente sería extender demasiado la definición recién construida de un desacuerdo ideológico abierto. Efectivamente, hay asuntos en los que la diferencia es más profunda. En este segundo caso, la discrepancia entre las partes orienta dos "bienes comunes" irreconciliables: por un lado, el bien común es la exclusión total y absoluta del individuo "defectuoso" –en este caso, la mujer- de la comunidad, mientras que en el otro extremo del desacuerdo está la inclusión total del individuo, que es considerado un igual y cuya presencia es necesaria para completar la comunidad política. Ambas partes persiguen el bien común, pero sus objetos iniciales y finales son radical, sino diametralmente distintos.

Al referirnos a un desacuerdo epistemológico, decimos que existe una posición disímil respecto a cómo las partes ordenan, comprenden, aprehenden y estructuran las ideas de una ideología o programa político dado, es disímil entre las partes. Cuando un laborista de la tercera vía y un conservador discuten sobre la implementación de políticas de libre mercado en Inglaterra están comprendiendo lo mismo por "mercado" y por "libre", si bien sus conclusiones respecto de los efectos de la política, son diferentes. En contraste, si pudiésemos sentar a Aristóteles a discutir sobre teoría de género con Paul Preciado, sus conclusiones radicalmente diferentes se basarían en dos formas radicalmente diferentes de comprender, en primer lugar, el sexo; el diálogo sería imposible pues están hablando de dos radicalmente disímiles, al punto en que el filósofo griego sería incluso incapaz de comprender qué es el género, y por qué es tratado como una ficción por Preciado.

Esta segunda forma de comprender los desacuerdos responde a una visión de la ideología más cercana a aquel en el que la ideología constituye sujetos y sus realidades. La ideología es parte de la identidad y de la construcción de conocimiento del sujeto. El mundo moldeado a su alrededor, la forma en la que conoce la realidad, la significa y la incorpora a sí mismo es también parte de ella. Esta ideología fuerte ha sido planteada más vehementemente por Althusser (2005) y más suavemente por Laclau y Mouffe (2004). Sin embargo, para efectos prácticos consideraremos que forman parte de una misma forma de ideología "cerrada". El desacuerdo entre sistemas ideológicos cerrados no es reconciliable porque implica una diferencia epistemológica en cuyo resultado se encuentran dos modelos incompatibles de sociedad y bienestar, dada la diferencia en la forma de conocer el mundo.

En este nuevo contexto, el rol de las instancias deliberativas no es el de aportar argumentos dentro de un mismo plano de ideas, sino una confrontación sobre la matriz de construcción del pensamiento político, que podríamos considerar y estudiar como símil al debate de construcción de pensamiento científico. Aquí se vuelve relevante, tanto la capacidad explicativa del paradigma a utilizar para producir contenido político (Lakatos 1996), como su importancia y preeminencia casi arbitraria en términos de lo que la comunidad considere relevante (Kuhn 1993). A modo de ejemplo, podemos pensar en los derechos civiles de la población afroamericana en Estados Unidos y su progresiva inclusión en la vida política y social: el esclavismo no logra explicar por qué los negros, en tanto minoría racial, deben ser excluidos y discriminados, lo que provoca distintos hitos en los que el paradigma base de la segregación racial (el supremacismo blanco) es puesto en cuestión y reemplazado por elementos que no sustituyen sólo políticas específicas como la esclavitud, la segregación racial o la discriminación política; sino que cambian el reconocimiento de "los negros" desde objetos a personas y desde herramientas a sujetos de derecho. Esto no implica una visión positivista del pensamiento político, sino una referencia a la utilidad de los modelos de significación, es decir, de ideologías cerradas, para una sociedad en un momento dado.

Hay quienes argumentarían que, independiente del tipo de desacuerdo, ambos son posibles dentro de una democracia y, por tanto, es irrelevante distinguirlos. Mi respuesta es que no podemos dejar de considerar que, frente a desacuerdos ideológicos abiertos, la votación mayoritaria consiste en la selección de uno de los múltiples caminos ofrecidos para la consecución del bien común. El voto retrospectivo jugaría el rol de corregir aciertos y errores de esta decisión al siguiente ciclo de deliberación y voto, lo que conduciría a la realización eventual del bienestar colectivo que se persigue dentro de la comunidad política. En cambio, frente a desacuerdos ideológicos cerrados, el voto no es más que una fotografía de la realidad intelectual de una comunidad política, las diferencias sobre la construcción de conocimiento de una sociedad dada, que no es susceptible de ser corregido por un voto mayoritario retrospectivo. Podemos ver la evolución en el tiempo de estas fotografías con el progresivo apoyo que han obtenido candidatos que apoyan el matrimonio igualitario, el aborto o, en general, derechos de minorías. En suma, una parte cada vez mayor de la población considera a estos individuos como sujetos de derecho, personas. Ha cambiado la significación que se hace de ellas.

Si el paradigma nuevo no ayudase a producir más volumen de contenido político satisfactorio para los individuos de la comunidad discordante, es difícil que ocurra el cambio desde un estado inicial de rechazo hacia uno de aceptación. Esto es más evidente en el caso de minorías étnicas y religiosas que no son consideradas "personas" en sus comunidades políticas. Las cuotas políticas para minorías étnicas, mujeres y otros tipos de discriminación positiva responden a veces a la necesidad de superar estas diferencias epistemológicas entre miembros de una misma comunidad política, en orden de asegurar los mínimos autoimpuestos en un acuerdo político anterior o presiones externas. Estos pueden corresponder a mínimos morales, éticos o acuerdos jurídicos como los derechos humanos. Fundamentalmente, los mecanismos de discriminación positiva actúan cuando en medio del desacuerdo, la comunidad política no es capaz de finalizar su transición entre un paradigma y otro (asumiendo que esa transición ya ha iniciado), y existe interés o al menos presión para proteger al grupo vulnerado, incapaz de utilizar el voto mayoritario a su favor por ser minoritario o por las condiciones estructurales del sistema político. La diferencia entre tipos de desacuerdo no es baladí, puesto que, si los interlocutores no son capaces de deliberar sobre un mismo objeto, el acuerdo o el desacuerdo es irrelevante, pues la discusión ha terminado antes de comenzar y el voto mayoritario sólo reafirmará el paradigma dominante. Dicho de otra manera, las justificaciones para el desacuerdo serán completamente irrelevantes.

El valor del voto de mayorías ante un desacuerdo razonable es relativo, según nos encontremos ante un desacuerdo ideológico abierto o uno ideológico cerrado. Es de esperar que mientras más conscientes seamos de la existencia de distintas formas de desacuerdo, mejor podremos enfrentar el proceso deliberativo y mejor podremos utilizar las instancias de voto mayoritario. Es necesario que dentro de las democracias seamos conscientes de estas diferencias y las problematicemos permanentemente. De lo contrario, y si desechamos por completo la subjetividad de la deliberación política, caemos en el peligro de, incluso con las mejores intenciones, repetir por milenios un diálogo de sordos.
Bibliografía
Althusser, Louis. 2005. Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado: Freud y Lacan. Buenos Aires: Nueva Visión Argentina.
Blackburn, Simon. 1996. The Oxford Dictionary of Philosophy. Oxford University Press.
Eagleton, Terry. 2005. Ideología: una introducción. Barcelona: Paidós.
Gutmann, Ana. 2009. "Democracia deliberativa y reglas de mayoría." In Democracia Deliberativa y Derechos Humanos, by Harold Hongju Koh and C. Ronald, 269 - 277. Barcelona: Gedisa.
Kuhn, Thomas. 1993. La estructura de las revoluciones científicas. México, DF: Fondo de Cultura Económica.
Laclau, Ernesto, and Chantal Mouffe. 2004. Hegemonía y Estrategia Socialista: Hacia una radicalización de la democracia. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Lakatos, Imre. 1996. La metodología de los programas de investigación científica. Madrid: Alianza.
Laqueur, Thomas. 1992. Making Sex: Body and Gender from the Greeks to Freud. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.
Popper, Karl. 2008. Lógica de la investigación científica. Madrid: Tecnos.
Waldron, Jeremy. 2009. "Deliberación, desacuerdo y votación." In Democracia Deliberativa y Derechos Humanos, by Harold Hongju Koh and C. Ronald, 249 - 267. Barcelona: Gedisa.




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