“Derecho a la ciudad, género, trabajo sexual, y sujetos transexuales: Ambato, un estudio de caso”

May 22, 2017 | Autor: Reinier Barrios Mesa | Categoría: Gender and Sexuality, Sociología Del Trabajo, Transexualidad, Trabajo Sexual, Género y espacio
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Descripción

III Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. FLACSO_ sede Ecuador. Autor: Ms. Reinier Barrios Mesa E mail: [email protected]ís: Ecuador. Título de la Ponencia:“Derecho a la ciudad, género, trabajo sexual, y sujetos transexuales: Ambato, un estudio de caso”, Mesa: Cuerpos, poder y espacios en disputa. Lugar de procedencia: Universidad Técnica de Ambato. Ambato. Tungurahua. Ecuador., Resumen. Las experiencias que presentadas aquí son el resultado de una investigación emprendida desde la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad Técnica de Ambato. Este estudio propone una comprensión de las dinámicas de apropiación de los espacios urbanos por parte de los sujetos transexuales en la ciudad de Ambato, provincia de Tungurahua, Ecuador; explora sus prácticas cotidianas, pero también las disposiciones para el ejercicio del trabajo sexual y la existencia misma de estos cuerpos transgresores en los predios citadinos. Usa métodos como una etnografía de campo con trabajadoras sexuales transexuales, entrevistas en profundidad con funcionarios responsables de la política pública y decisores en materia de ordenamiento territorial, y el análisis de contenido de los documentos de la política pública y ordenanzas municipales. Se intenta una resignificación de las categorías de análisis en torno a la apropiación del espacio, y la comprensión de las cualidades políticas de la ciudad, en la cual la sexualidad y el género se ponen de manifiesto como elemento central, no en los márgenes como sucede en ciertas tendencias del análisis territorial y los estudios urbanos. Trata de ofrecer nuevas luces sobre la complejidad de la política pública de ordenamiento espacial ante la emergencia de nuevos sujetos y subjetividades, con demandas de justicia, en las ciudades contemporáneas. El patriarcado y la heteronormatividad imponen patrones de comportamiento que garantizan el funcionamiento, establecen la norma, disciplinan a los sujetos a partir de su permanencia en el espacio urbano. Políticas sexuales y de género, y su relación con la apropiación y disfrute del espacio urbano en una ciudad mediana de la sierra centro ecuatoriana, son los temas que nos convocan.

Nadie dudaría a estas alturas que la ciudad moderna se presenta como un sitio de enormes conflictos determinados incluso en su planificación y funcionamiento. Matrices ideológicas que configuran lo urbano, como la racionalidad formal y la constitución de una lógica de orden, también construyen un espacio simbólico que tiene al género y las prácticas sexuales o relacionadas con la sexualidad si no en el centro mismo, como niegan arquitectos, proyectistas y servidores públicos encargados de las políticas de ordenamiento territorial, en un sitio importante desde el cual devienen subjetividades e identidades. El espacio, entonces, no es un sitio ajeno a las interacciones políticas, a los conflictos que lo social propone, a las enormes confrontaciones en las luchas por la identidad que la modernidad parece situar como un único. El derecho a la ciudad y el gozo de habitarla, la posibilidad de vivir y ejercer autonomías sobre el cuerpo y sobre la sexualidad, en ocasiones parecen coartados por una urbe moderna que niega el derecho a ser, a estar, a vivir, a disfrutar de una sexualidad plena. La racionalidad formal instaurada en las lógicas de funcionamiento del

espacio, resulta un terreno importante que permite vislumbrar prácticas y “saberes” constituidos desde una hegemonía de lo heterosexual y patriarcal, y capaces de situar a determinados sujetos, y con ellos a sus cuerpos y prácticas, en el terreno de lo marginal. Si consideramos además que para la sociedad moderna, el sexo y la sexualidad son elementos de una importancia hasta entonces desconocida y por tanto susceptible de vigilar y castigar (Foucault, 1978), entonces la ciudad se configura como un sitio de luchas políticas donde el espacio será la conquista fundamental. El patriarcado y la heteronormatividad imponen patrones de comportamiento que garantizan el funcionamiento, que juzgan la norma, que disciplinan a los sujetos en su permanencia en el espacio urbano. De este modo, el análisis sobre el ordenamiento territorial, el uso y apropiación del espacio público, el alcance de lo privado en las relaciones sociales, adquiere una nueva dimensión cuando descubrimos en ellos la existencia de sujetos que transgreden la matriz heterosexual, la correspondencia cuerpo sexuado y perfomance de género. La ciudad de Ambato, capital de la provincia de Tungurahua en la sierra centro ecuatoriana, no está ajena a esta realidad. Conocida por tener una de las fiestas emblemáticas de la cultura nacional, la Fiesta de las Flores y la Fruta, y por ser una comarca de emprendimientos socioproductivos y de progreso en el sentido económico, esta urbe también organiza el espacio desde políticas que definen al género y las prácticas sexuales. El espacio citadino acoge a una incipiente comunidad transexual que, como ciudadanos, no está exenta del pago de impuestos, del voto obligatorio en cada una de los procesos electorales, aunque no le sea posible disfrutar y apropiarse del espacio del modo en el que sí pueden hacerlo otras identidades más cercanas a la norma. Género y espacio: categorías útiles para el análisis. Si entendemos que el género es “un elemento constitutivo de las relaciones sociales basados en la diferencia que distinguen los sexos”, y “el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1990 [1986]: 29) podemos afirmar que esas construcciones marcan sitios de enunciación para hombres y mujeres de maneras distintas, en épocas concretas, y por supuesto que define sitios para los cuales esas clasificaciones absolutas se erigen en camisa de fuerza que no da cuenta de la complejidad de su subjetividad. La interpretación de esta categoría como algo relacional, viene a ser muy útil para comprender la construcción simbólica de los imaginarios en

torno a lo

trans, desde el espacio de la ciudad. Joan Scott indica que “los cambios en las

representaciones sociales, corresponden siempre a cambios en las relaciones de poder, pero la dirección del cambio no necesariamente es en un solo sentido” (Scott, 1990 [1986]:29), y nos hace razonar en la posibilidad de agencia, de la transformación, de la movilidad dentro de la categoría de género. Marta Lamas, por su parte, define al género como la simbolización de la diferencia sexual y que se construye culturalmente en un conjunto de prácticas, ideas y discursos (Lamas, 1990). Esta autora centra su análisis en la diferencia existente entre “construcción genérica” de la identidad y estructuración psíquica de la identidad por la diferencia sexual. Para Lamas “la diferencia sexual nos estructura psíquicamente, el género es la simbolización de esa diferencia y nos estructura culturalmente” (Lamas, 1990:10). Gayle Rubin enriquece el debate al apuntar líneas que indican la existencia de un sistema sexo/género, que determina las relaciones de los individuos en la sociedad. Para ella tal sistema es “un conjunto de disposiciones en la que la sociedad transforma la sexualidad biológica en producto de la actividad humana y en la cual se satisfacen estas necesidades humanas transformadas” (Rubin, 1986 [1972]:38). La autora invita a pensar en cómo algunas prácticas sexuales tienen el poder de desestabilizar el género a la vez que la sexualidad normativa refuerza la concepción regulada de género y por tanto el discurso hegemónico en torno a las prácticas, valores y roles entre lo femenino y lo masculino, así como la amplia gama que están entre estas dos categorías. Estas posiciones obviamente están dando pautas para comprender las relaciones de género y al género mismo, como categoría desde una visión occidental que se centra en el cuerpo, la biología y el sexo, como punto de partida. Para Claude Levi-Strauss “existe una necesidad humana presocial de dividir todo en dos y de establecer clasificaciones, independientemente y con anterioridad a cualquier organización social” (Levi- Strauss, Apud por Viveros-Vigoya, 2004:173).Desde la comprensión del género en esta naturaleza dual, las sociedades occidentales han establecido en cada uno de esos extremos la contraposición y a la vez el complemento del otro. Mujer-Hombre es una de esas divisiones, en cuyas diferencias va también implícita la dicotomía izquierda-derecha, naturaleza-cultura, bueno-malo, feo- hermoso, dominante-dominado, y otras formas binarias de organización social.

Es vital la comprensión del género como una categoría histórica, lo que lo sitúa como una forma cultural de configurar el cuerpo y por tanto está abierto a la reformulaciones de sus concepciones primarias. La anatomía, el cuerpo biológico y el sexo, no existen sin un marco cultural que les dé significados. La asignación de la masculinidad, de lo que es masculino directamente ligado con un cuerpo, como si fuera una propiedad adherida de manera natural, tiene lugar dentro de un marco de normas, de principios, de leyes, en el cual esa asignación forma parte de los mecanismos para la producción misma de género. Judith Butler aporta a esta discusión la idea de que lo que conocemos por género es el resultado de un complejo proceso de construcción de morfologías ideales del sexo, cuyo producto acabado son cuerpos con género, los cuales necesitan ser “inteligibles”. Ese poder de hacerse comprender, está basado en las relaciones coherentes y continuadas entre sexo biológico, género y deseo, expresados en la práctica sexual. Es de esta y no de otra forma, como se construye la norma, lo normal. Se instruye una matriz de inteligibilidad cultural en las que se producen oposiciones binarias y asimétricas, entre lo femenino y lo masculino, en la que estos conceptos se expresan como ideales o atributos identitarios: “hombre y mujer”, “femenino y masculino” (Butler, 2001). La inteligibilidad se produce como consecuencia del reconocimiento y está estrechamente ligada a las formas en que se articulan las normas sociales vigentes. Nos invita a pensar desde su idea de género como el producto de las prácticas culturales, lingüísticas, y desde el discurso, lo que es inferido en su concepto de performatividad: “Considerar al género como una forma de hacer, una actividad incesantemente performada, en parte, sin saberlo y sin la propia voluntad, no implica que sea una actividad automática o mecánica. Por el contrario es una práctica de improvisación en un escenario constrictivo” (Butler, 2004: 13) Si concebimos a la ciudad como un complejo laboratorio socioantropológico, podemos afirmar que ahí –en el espacio urbano- se reproduce cierta lógica social en donde los individuos de los grupos que concentran mayores capitales en el orden de lo económico, lo cultural y lo simbólico, se apropian de sentidos en torno a lo urbano hasta convertirlos en hegemónicos, imponiendo así la norma que da legitimidad a prácticas, a los usos, a los modos de apropiación del espacio en la ciudad. La categoría “espacio”, por su parte, ha sido susceptible de un intenso debate a lo largo de todo el desarrollo de la sociología. Insertado en un principio como parte de la sociología urbana y

de los procesos de convivencia en la ciudad, poco a poco ha ido dando cabida a otros análisis más allá de esos predios. Siguiendo a Weber (1992), a la hora de sistematizar las diferentes visiones en torno al espacio, podemos establecer tres posiciones claramente diferenciadas: la substantiva, la epistemológica, y la relacional, dejando de lado otras posiciones extremas que defendían el carácter puramente subjetivo en la elección del espacio. De este modo el espacio no preexiste. Tenemos constancia de él, en cuanto es ocupado por un cuerpo, en cuanto es poseído, organizado, vivido y gozado en su total magnitud. Adquiere sentido solo en la medida en que lo convertimos en escenario para la realización de nuestras acciones de la vida cotidiana. De esta manera el espacio estará integralmente relacionado con la acción social, de modo que cualquier planteamiento, movimiento social, demandas desde minorías y grupos diversos, va a implicar una transformación espacial cuya proporción será determinada justamente por la importancia que tenga el espacio, frente al tema en concreto. Resulta relevante entonces la relación que establece algunos autores entre los conceptos de espacio y tiempo, imprimiendo así una singularidad a esta categoría que implica otros aspectos en el orden epistemológico y de comprensión de sus significados. El cuerpo es un lenguaje espacial y simbólico. De hecho, el cuerpo de mujeres, hombres, niños, ancianos, personas con capacidades especiales, es normado en el espacio de la ciudad. Sin embargo, serán los cuerpos masculinos heterosexuales los que se ubiquen en la posición del cuerpopoder. Él delimitará las disposiciones frente a las que otros cuerpos deberán regirse. Sus posibilidades de desplazamiento en las lógicas del espacio-tiempo serán absolutas, con la pretensión de imponer limitaciones a otros cuerpos. Mujeres verán coartadas sus posibilidades de autonomía por aquella vieja oposición, ya desmontada desde el feminismo, de lo público y lo privado, mientras que la de los sujetos transexuales, las mujeres en cuerpos transformados desde nuevas tecnologías asociadas al mundo de lo quirúrgico y lo estético, verán aún más limitada sus posibilidades de desplazamiento y acción en el espacio de la ciudad. Para ellas, las últimas horas de la noche y primeras de la madrugada, la última banca del parque, el pasillo oscuro y recóndito de una ciudad que las niega, que las margina, que las ubica en los límites.

Muy importante será entonces comprender al espacio como terreno de importante luchas políticas, como un escenario en el cual se establece el debate y la confrontación y en el cual diferentes sujetos, dependiendo de sus posibilidades de poseer capitales distintos, impondrán sus agendas de comportamiento de apropiación, de usos y disfrute de estos espacios. Las normas de comportamientos, la delimitación de actividades, el diseño de políticas públicas y leyes que regulen la permanencia de los cuerpos en estos sitios, va tener entonces en el espacio un terreno de enconadas disputas. El género y la sexualidad será incorporada entonces en una lógica de funcionamiento, en una racionalidad formal, que organiza y dictamina las reglas para el espacio. Transexualidad y trabajo sexual: cuerpos y ciudades inocupadas. Una pequeña comunidad transexual tiene a la ciudad de Ambato como el espacio de su vida cotidiana. Alrededor de una veintena de mujeres cuyos cuerpos fueron originalmente masculinos, han emprendido sus tránsitos en la búsqueda de una feminidad insaturada como modelo, desde los discursos y las representaciones sociales. Venidas en su mayoría de espacios rurales, de pequeños pueblos de la sierra centro y la costa ecuatoriana, traen consigo historias que suelen ser sobrecogedoras. La mayoría de los relatos, de las historias de vida extraídas del trabajo etnográfico y los grupos de discusión con quienes en la ciudad viven la identidad trans, dan cuenta de experiencias de discriminación y el rechazo, que tuvieron como punto de origen la familia y los espacios escolares en los primeros años de vida: Un día mi padre me sorprendió en la habitación de mi mamá usando su labial. Me gustaba de niño ponerme pintura en la boca. Ese día recibí la golpiza más grande que recuerde. En el pueblo todos los vecinos corrieron a saber qué pasaba, mientras mi papá con una correa marcaba toda mi espalda. Yo la verdad sospechaba que estaba haciendo algo malo, porque muchas veces mi mamá me decía que no me podían gustar tanto las cosas de ellas. Creo que en el fondo ella sospechaba lo que me iba a pasar. De todos modos en ese pueblo no había habido jamás un marica así de manera abierta, porque creo que solapado había unos cuantos. Desde entonces me di cuenta que yo era rara, que iba a ser muy rara para siempre. (Sophia, entrevista concedida)1

De este modo, la transexualidad se presenta como una existencia compleja, como una subjetividad que se construye en constante negación de lo biológico como marca definitoria del género y la sexualidad, y a su vez refuerza los principios en torno a lo performativo como elemento central, en términos de Butler. Por muchas razones, esta existencia va asociada al sufrimiento y la discriminación, desde las experiencias vitales de estas mujeres. La sociedad determina los límites 1

Todos los nombres de mis informantes han sido cambiados por petición expresa de los testimoniantes.

simbólicos que indican quién está dentro y quién queda fuera del orden social. Sentirse incluido en uno de los polos de la dicotomía hombre-mujer, ofrece seguridad. La identidad es un proceso que permite a las personas ubicarse en el mundo, mientras que es inscrita en los sistemas de significación como ontológica. La configuración esencialista del pensamiento occidental tiende a naturalizar la identidad y a definirla como estructura sólida, nada cambiante. Decir: "soy mujer", sentirse un miembro de un grupo predeterminado socialmente, tranquiliza, ayuda a vivir sin dudas ni ansiedades. Todos estos dilemas son entonces trasladados a los ámbitos del espacio, a las maneras en que estas personas pueden apropiarse de él y al modo en que sus cuerpos ocupan los diferentes sitios: Para nosotras es mucho más difícil salir a la calle. Hay gente que nos mira así de manera indiscreta, que casi nos come con la vista. Hay gente que se burla, que nos hace bromas, que nos lanzan piropos a veces pasado de tonos, y yo al menos me siento mal. (…) Cuando llegué a Ambato, quería siempre salir con una de las chicas porque tenía un poco de miedo acerca de que me pudiera pasar algo. Hasta de día me daba miedo al principio, que voy a decirte de las noches. Fue muy duro al principio. (Alicia, entrevista concedida)

Ante esta situación las posibilidades de inserción laboral para estas personas son reducidas a dos actividades básicas, reconocidas por estas mujeres trans como sus únicas opciones en la ciudad. En un primero momento solo es posible emplearse como prostitutas, aunque las lógicas del trabajo sexual en su caso les imposibilitan alcanzar el grado de “formalidad” de vinculación laboral directa al que tienen acceso prostitutas en cuerpos biológicos femeninos. La prostitución entonces deviene tabla de salvación, en opción única, en posibilidad real de sustento, ante la falta de otras opciones. Si en urbes más cosmopolitas y donde hay mayores espacios para la diversidad resulta compleja la inserción de la comunidad transexual, imaginemos cómo puede ocurrir en estos contextos más periféricos y donde discursos morales y religiosos son invocados todo el tiempo como parte de esta lógica de entendimiento sobre el mundo y las cosas. La otra de las opciones laborales implica la posesión de un capital inicial cuantioso, que les posibilite ponerse un gabinete de peluquería y belleza, desde el cual les es imposible incluso ofrecer trabajo a otras compañeras. Pocas son las que han conseguido el sueño de tener su negocio propio en la ciudad. La mayoría de entrevistas y grupos de discusión desarrolladas durante la etnografía indican que este es el sueño de casi todas, y que identifican el tiempo de realización de actividades de trabajo sexual, de ejercicio de la prostitución, como una actividad temporal, como la posibilidad reunir dinero para conseguir el negocio propio.

Por los objetivos propios de este trabajo intentamos establecer una relación entonces entre las complejidades que propicia la apropiación del espacio de estos sujetos transexuales en el momento del ejercicio de la actividad del trabajo sexual, en un escenario como la ciudad de Ambato. ¿Cómo resuelve la ciudad la complejidad de tener que asumir la existencia de estas mujeres que cuestionan el orden heteropatriarcal, y que a su vez usan el espacio público, los parques y plazas para el ejercicio de la prostitución y el comercio sexual como modo de sobrevivencia? Trabajo sexual, transexualidad y ciudad: dilemas y esquemas de una relación. Trabajo sexual, transexualidad y ciudad: dilemas y esquemas de una relación. El ejercicio de la prostitución en la ciudad de Ambato está regido por un grupo de medidas de política pública y ordenamiento de los espacios de la ciudad, contenido en el sistema de ordenanzas. Un bosquejo general por los archivos del cabildo, donde pueden encontrarse estos documentos, devenidos en guía para el funcionamiento de la ciudad y el uso del suelo y los espacios, da cuenta de la “Ordenanza de Moralidad, Defensa de las Buenas Costumbres y Vigilancia” la cual fue aprobada en el Consejo Cantonal del año 1995. El recorrido histórico que propicia el archivo da cuenta en este tiempo de la visibilización del tema del trabajo sexual en la ciudad, cuando desde ese entonces indicaba en su artículo 2 la prohibición de esta actividad a las zonas de la 1 a la 8 del cantón, determinadas en el plano de reglamentación para el uso del suelo de Ambato. De esta manera se hace referencia a la existencia de locales conocidos en el argot popular con el apelativo de “chongos”, los cuales fueron reubicados en los espacios periféricos de la ciudad. Muchos más cercano en el tiempo el archivo indica la existencia de resolución del Concejo Cantonal de Ambato 1007 fechada el 24 de noviembre del 2010 la Ordenanza de Control y Regulación de establecimientos de diversión y turismo, el cual en su artículo 4 define entre las categorías de los centros de diversión la existencia de establecimientos dentro de la “Categoría de Tolerancia”. El Artículo en su ítem cuarto señala que se “refiere a actividades de distracción de carácter netamente sexual y negocios que complementan dichas actividades. Forman parte de esta categoría entre otros, los siguientes tipos de establecimientos: casa de cita, centros de streap tease, night clubes, cabaret.” (Ordenanza de Control y Regulación de Establecimientos de Diversión y Turismo).

La sección segunda de este documento en su artículo 10 indica lo referente a la ubicación de los establecimientos comprendidos en la Categoría de Tolerancia, “los cuales deberán instalarse en áreas de baja densidad poblacional (…) contra con parqueadero propio para al menos ocho vehículos ” y para los cuales “queda totalmente prohibido la permanencia de las prostitutas en las afuera del establecimiento”. Pero donde el documento aporta su mayor precisión es cuando justamente indica que “Está prohibido el ejercicio de la prostitución en calles y parques de la Ciudad, así como en el sector consolidado de las Parroquias Rurales”. Estas ordenanzas dotan entonces a la policía y los elementos represivos de la ciudad de los requisitos legales para evitar que sea el parque el sitio de trabajo de las mujeres prostitutas. De manera tradicional la ciudad había asistido a la asignación del “Parque 12 de Noviembre”, como un área en la cual encontrar satisfacción por parte de los moradores de la ciudad de las más básicas necesidades sexuales. Las inmediaciones de este parque eran el escenario para que prostitutas conciliaran con sus posibles clientes, con quienes partían hacia instalaciones de hospedaje y habitaciones que circundan los bordes del parque y donde es posible tener un espacio por una noche o por apenas unas horas. Para las mujeres transexuales que ejercen la prostitución, es imposible acceder a uno de los espacios formales donde se ejerce esta actividad. Como nos cuenta una de ellas: “ (…) aquí en Ambato la gente del gobierno no entiende que nosotras no podemos ir a trabajar a un chongo. Allí a nosotras nadie nos contrata. No se me ocurriría a mi ir a buscar trabajo en ese sitio. Los hombres que vienen a nosotras como posibles clientes lo hacen la mayoría de las veces escapados de sus esposas y de una manera muy clandestina, muy escondidas, de manera que novan a darse a conocer de ese modo en un “chongo” tradicional. A nosotras allí en esos espacios no nos quieren.. Las propias mujeres prostitutas nos rechazan, a mí me parece que saben que les quitamos sus clientes, porque en este negocio, nosotras somos mejores y más buscadas.” (Romina, entrevista concedida)

El panorama antes descrito indica entonces la permanencia de las mujeres transexuales que ejercen la prostitución en el Parque que consideran siempre les ha permanecido, mientras se aprecia en la ciudad el interés sostenido por despojarles de tal, considerando a la actividad sexual ejercida por estos cuerpos como algo perverso y que hay que por tanto silenciar y excluir. En el trabajo de observación participante fue posible constatar las redadas por parte del personal de la Policía Nacional en las inmediaciones del lugar, el cual durante las horas de la noche y la madrugada se transforma en un sitio silencioso y poco transitado. Durante la experiencia de observación fue

posible constatar cómo estos cuerpos usan el parque para definir una performance de género, cuyo espacio de libertad solo encuentra en el parque y en la madrugada: “El Parque 12 ha sido nuestro, siempre ha sido nuestro. No entiendo por qué a esta gente les molesta que estemos aquí, si al final son ellos mismos los que vienen a buscarnos a nosotras. (…)No sé, a mí me encanta ponerme mi peluca, subirme en mis tacos y caminar por acá. En el parque me siento libre, puedo cantar, bailar, reírme, hasta que llegue algun cliente y entonces me pongo derechita y respetuosa. El parque es mi casa, mi espacio, mi centro de trabajo, vaya. Ja ja ja ( Risas) (Romina, entrevista concedida)

La imposibilidad de ocupar los espacios formales del comercio sexual, implican una contradicción con las ordenanzas que tratan de excluir y ubicar esta práctica a sitios periféricos. La comunidad transexual se muestra entonces doblemente vulnerada desde normas que indican su ubicación en el terreno de lo abyecto, de lo no permisible. En el diálogo, que a fines de esta investigación pudimos sostener con algunos concejales, trabajadores sociales de la Policía Nacional, decisores de la política pública de salud, educación, inclusión económica y social, pudimos apreciar en casi la totalidad de los casos, las concepciones excluyentes y de rechazo que hacia la comunidad transexual y hacia quienes dentro de esta comunidad ejercen la prostitución subsisten. El discurso de género en el ordenamiento territorial, en los modos en que se concibe la ciudad, en las maneras en que podemos gozar y disfrutar del espacio, e incluso los modos en que lo utilizamos para proveernos de los recursos de vida, se vacía de contenido, se vuelve retórica vacua, cuando lo ponemos en contexto y determinamos su alcance. Algunas consideraciones finales: Es necesario mirarla ciudad y los procesos urbanos, las políticas de ordenamiento territorial, y las concepciones en torno al espacio con un enfoque de género para proponer una concepción inclusiva de la que hasta ahora mismo ésta carece a menos en sus aspectos más críticos. Se hace preciso una revisión que dé cuenta de la multiplicidad de subjetividades que cohabitan en el espacio urbano contemporáneo. No basta desde esta perspectiva con sólo incorporar a las mujeres, sus saberes, sus prácticas, sus miradas, sino que es preciso traer a la ciudad a las poblaciones que también han sido tradicionalmente discriminadas por no responder al modelo abstracto de ciudadanía universal. Una planificación urbana atenta a estos factores y por tanto sensible al carácter caótico, dinámico, y complejo que encierra la propia realidad urbana no puede diseñar ciudades fijas, desde concepciones ideales, racionales y técnicas cerradas, sino que debe abrirse a la colaboración,

negociación y participación de los distintos agentes que habitan estos espacios. La propuesta será entonces va justamente en la dirección de “ concebir el espacio urbano de manera flexible, con capacidad para responder a las necesidades, deseos y representaciones socio espaciales de la diversidad de sujetos, incorporando los distintos formas de vivir y hacer efectivo el derecho a la ciudad” ( Tello 2009: 288). Mujeres que ejercen la prostitución desde cuerpos transformados claman por un espacio en el ordenamiento territorial de una ciudad que presume de pacata y mojigata en todos los sentidos, pero que no deja de ofrecer una clientela siempre numerosa, en el parque donde todos saben que se encuentra este tipo de servicio. El género vuelve a mostrarse como una categoría útil para la comprensión de las leyes, el trazado urbano y la propia política pública, al instaurarse como una razón normativa que determina subjetividades y por tanto comportamientos en ese espacio compartido. La ciudad se presenta desde el género y la comprensión de la sexualidad y las prácticas sexuales, como el escenario para inclusiones y exclusiones. Los discursos inscritos desde la norma y por ende lo normal, determinarán no sólo su ubicación de los individuos y las identidades en el espacio de lo social, sino en el propio espacio físico que ofrece la ciudad. Ello determinará sus usos, apropiaciones, su disfrute y el derecho a permanecer o no.

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ICC Recorder. Carpeta 1. Trans Trabajo Sexual (Alicia) ICC Recorder. Carpeta 1. Trans Trabajo Sexual (Sophia) ICC Recorder. Carpeta 1. Trans Trabajo Sexual (Romina) ICC Recorder. Carpeta 1. Trans Trabajo Sexual (Anthea)

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