Democracia, gubernamentalidad y representación: el debate político en los nuevos movimientos sociales.

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Democracia, gubernamentalidad y representación: el debate político en los nuevos movimientos sociales. Emmanuel Chamorro Sánchez.

LII Congreso de Filosofía Joven. Universidad de Zaragoza.

RESUMEN: En las siguientes páginas se aborda la cuestión del neoliberalismo partiendo del marco conceptual legado por Michel Foucault. De este modo, se presenta un análisis de los principales rasgos de las estrategias del poder neoliberal y de las formas de resistencia frente a él. El objetivo de esta ponencia es presentar el contexto en el que en las últimas décadas están apareciendo movimientos sociales que han introducido estrategias, discursos y prácticas innovadoras. Desde esta perspectiva tratamos de analizar, por último, la cuestión de la representación política y su centralidad en los discursos (tanto en contra como a favor) de estos movimientos.

PALABRAS CLAVE: representación, política, neoliberalismo, Michel Foucault, movimientos sociales.

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El 1 de enero de 1994, en el mismo momento en que el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, México y Canadá entraba en vigor, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomaba los consistorios de las principales ciudades del Estado de Chiapas al grito de “aún estamos aquí”. Aunque desde los años ochenta habían aparecido por todo el planeta nuevos movimientos de resistencia, esta fue la primera gran victoria frente al neoliberalismo y la que iba a inaugurar un ciclo de luchas que se extiende hasta nuestros días. En las siguientes páginas trataremos de presentar sumariamente los rasgos que confieren entidad propia a estas formas de resistencia y a las estructuras de poder a las que se oponen. Volviendo a 1994, a nuestro entender la novedad que aparece de forma evidente en el levantamiento zapatista y en otros movimientos contemporáneos ha sido el abandono de los esquemas tradicionales de la lucha obrera (especialmente del marxismo): la estructura organizativa centralizada (el partido y el sindicato), el discurso (profundamente economicista), la estrategia (aceptación de la representación y el electoralismo) y el objetivo (la toma del poder estatal). Sin duda el momento en que estas líneas de fuerza aparecen en la escena política es el mayo del 68 francés, pero en nuestra opinión no muestra toda su fuerza específica hasta décadas después. Pese a que renunciamos expresamente a abordar un examen detallado de la cuestión (que requeriría otras condiciones), queremos aventurarnos a lanzar algunas hipótesis de trabajo y contrastarlas con las experiencias políticas más cercanas, especialmente con lo ocurrido desde la llamada "primavera global" de 2011. Para ello, tomaremos como punto de partida la analítica del poder del filósofo francés Michel Foucault. Esta analítica lleva a una definición estratégica del poder que deja fuera todo esencialismo y exige un análisis tanto de los discursos como de las prácticas. En esta línea, la noción de gubernamentalidad resulta muy útil ya que nos permite analizar tanto las formas de poder exógenas (que Foucault estudió, por ejemplo, en Vigilar y castigar) como las endógenas (relativas a los procesos de subjetivación y a la libertad). El poder, desde esta perspectiva, no aparece como un instrumento represivo, sino productivo; de modo que no sólo reprime, sino que también promueve ciertas conductas e incluso, como ocurre en el neoliberalismo, promociona su multiplicidad, su diferencia irreductible. Este esquema de la gubernamentalidad es especialmente interesante, en nuestra opinión, porque permite comprender mejor que otros las formas que toma el poder en nuestros días. El neoliberalismo se presenta como una especie de palacio de cristal sin límites (la metáfora es tomada por Peter Sloterdijk de Dostoievski) en el que toda la potencia del sujeto queda reabsorbida en una estructura productiva que ocupa todos los rincones de la existencia humana. La redefinición del término “biopolítica” que autores como Antonio Negri y Michael Hardt han presentado remite precisamente a esta idea: toda la vida se crea a través de entramados directamente asociados con la producción (el trabajo) porque este ha colonizado la existencia por completo (haciendo imposible distinguir entre tiempo de trabajo y de vida). 2

Como apuntó Foucault en sus últimos trabajos (en una dirección explorada posteriormente por autores como Gilles Deleuze), parecería que el neoliberalismo ha renunciado a la costosa tarea de disciplinar los cuerpos a través de las instituciones cerradas (escuela, taller, prisión, psiquiátrico,…). En su lugar, se esfuerza en promocionar la libertad y la diferencia (de las que extrae valor a través de la exigencia de competencia permanente). De este modo, el gran logro del neoliberalismo se puede cifrar en que ha conseguido extender esa idea de competencia a todos los ámbitos de la vida, primando los procesos de subjetivación que convierten al individuo en un “empresario de sí”. Ante estas tesis, y a pesar de lo que se dice habitualmente, cabe señalar una cuestión política fundamental: el neoliberalismo no supone un adelgazamiento del Estado, sino más bien un fortalecimiento de su poder ya que éste es el creador del marco en el que puede desarrollarse: el mercado. El mercado es el lugar en el que se forja la verdad neoliberal, pero no es autónomo, sino que depende constantemente de la intervención del Estado para garantizar su funcionamiento. Como vemos, muy lejos queda ya la idea liberal mercado como un espacio natural de intercambio. Desde esta perspectiva, aquella máxima lanzada por Margaret Thatcher en los años 80 en la que aseguraba que “no existe nada parecido a la sociedad, solo hombres y mujeres” se ve como una profecía autocumplida: un proyecto político en toda regla que se ha convertido en hegemónico, el proyecto de acabar con la sociedad para extender la competencia como forma de vida y el mercado como criterio de verdad. En nuestra opinión no nos encontramos en la era del “fin de la historia”, como querría Fukuyama, sino más bien ante el “fin de la sociedad”. De un modo desigual, pero constante, la ruptura de los lazos sociales y comunitarios ha ido convirtiéndose en un hecho en todos aquellos lugares alcanzados por el neoliberalismo. Esta especie de nihilismo social constituye, a nuestro parecer, el substrato ontológico del que cualquier resistencia debe partir, ya que creemos que la resistencia no es un agente externo al poder, sino que habla su mismo lenguaje. Pero existe aun otro elemento en este nivel que hemos llamado "ontológico" que define el modo de ser (y por tanto de poder y de resistir) propio de nuestro tiempo: el modelo productivo del capitalismo tardío. En esta dirección, parece que las condiciones de producción ya no responden al modelo fordista. A esta nueva forma de capitalismo se le han dado muchos nombres dependiendo del lugar en que se ponga el acento (financiero, informacional, inmaterial, de la deuda, …), pero por ahora nos quedaremos con la idea de que la información se ha convertido en uno de los ejes centrales de la producción (al menos en los llamados "países desarrollados"). Numerosos autores señalan –y aquí comenzamos a vislumbrar la relación de estos análisis con los movimientos de resistencia– que la estructura en forma de red distribuida que requiere el capitalismo informacional posibilita una organización social basada en los mismos criterios de cooperación y en la ausencia de un centro del poder.

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Autores como Antonio Negri, Michael Hardt o Paolo Virno han defendido la potencia liberadora de estas nuevas estructuras productivas. A este análisis subyace, a menudo de un modo excesivamente optimista, aquella vieja idea marxiana de que el capitalismo crea a sus propios enterradores. Según la versión contemporánea, el modelo de cooperación en red y la producción constante de innovaciones que son parasitadas por el sistema capitalista abre una nueva brecha en la que las contradicciones sociales y económicas se hacen más evidentes, al convertir en mercancía el fruto de la cooperación social (el conocimiento, el lenguaje, los afectos, etc.). Pese a que podamos denunciar un cierto "optimismo ontológico" (más matizado en Virno que en Negri y Hardt), en nuestra opinión hay un sustrato de verdad en la relación entre esas estructuras productivas y las nuevas formas de hacer política que debe ser analizado y explotado si posee un potencial liberador. En este sentido, lo primero que llama la atención desde Chiapas a las plazas que en Egipto, Grecia o España se levantaron en 2011 es que todos los discursos y especialmente las prácticas políticas implementadas han sido vertebradas por una exigencia democrática radical. El famoso “mandar obedeciendo” de los zapatistas tuvo su correlato en el “no nos representan” del 15M o en aquel “abajo el régimen” que se gritaba en la plaza Tahrir. A nuestro entender, todos estos acontecimientos políticos se presentan como formas diferentes de reivindicar y construir un poder distribuido más horizontalmente, una democracia. Aunque esa estructura reticular y descentralizada viene siendo fundamental desde hace décadas para los diferentes movimientos de protesta (recordemos las contracumbres del movimiento antiglobalización, la respuesta de la ciudadanía ante el 11M, las protestas argentinas, etcétera), el movimiento 15M aparece como paradigma de esta “nueva” forma de revuelta, que inaugura un espacio y un tiempo abierto completamente a la participación y la diferencia, pero también al entendimiento. Por tanto, radicalidad democrática por un lado, y pluralidad irreductible por otro. Frente a los modelos clásicos, basados en estructuras verticales y centralizadas, ahora las protestas multiplican su rostro continuamente respondiendo a una configuración social que difícilmente puede reconducirse bajo la unidad de un mando central. Eslóganes, discursos, acciones, símbolos, rostros, estrategias… crecen exponencialmente en este nuevo ciclo de lucha internacional que parece haber roto con el modelo tradicional (heredado del movimiento obrero y especialmente del marxismo). Como último rasgo característico podemos ver cómo en todos estos movimientos las reivindicaciones política están inevitablemente ligadas a exigencias y propuestas económicas. Atisbamos en ello un intento de superar el viejo economicismo (también de raigambre marxista). Ya no se trata tanto de tomar los medios de producción (cuestión que también está presente) sino de llevar adelante una "revolución democrática" a la vez política y económica centrada en la reivindicación de lo común. 4

Estas cuestiones –la exigencia democrática, la radical pluralidad y reivindicación del común– son fundamentales ya que a nuestro entender contribuyen a instaurar un nuevo sentido común que permite pensar de otro modo el gobierno y lo político. Fuera de idealizaciones, y de nuevo con un trazo quizá demasiado grueso, podemos señalar que estos movimientos presentan una propuesta política que, por un lado, parte de las condiciones ontológicas descritas –“fin de la sociedad” y producción en red– y por otro proyecta una transformación política más performativa que deliberativa, es decir: habla por sus actos. La consecuencia de esto es que, a nuestro entender, estos movimientos plantean un proyecto político que no puede reducirse al modelo de la representación propia de las democracias liberales. Pero la realidad nunca es unidimensional y a lo largo de estas décadas de expansión neoliberal han surgido resistencias que han tomado otras formas y que debemos presentar en este análisis, aunque sea sumariamente. En numerosos países, por ejemplo, el movimiento obrero –al calor de la industrialización y la deslocalización– ha crecido de un modo exponencial (Egipto, la India,…) y con él sus estructuras clásicas (especialmente los sindicatos). Por otro lado, primeramente en América Latina y ahora también en Europa, asistimos al auge de partidos políticos con un discurso antineoliberal que alcanzan el poder y tratan de crear espacios de resistencia basados en la reivindicación de la soberanía nacional (frente a la globalización) y la recuperación de la autonomía de lo político respecto de las estructuras financieras. Un ejemplo significativo de esto lo encontramos en España, cuando en mayo de 2014 se pudo oír en el acto de celebración de los resultados electorales de Podemos: “sí nos representan”. Pareciera que tres años después de aquella "Spanish revolution", las aguas hubiesen vuelto a su cauce y, el 15M –ahora mutado– terminara aceptando el juego de la representación como instrumento político irrenunciable. Como vemos el juego político parece haber llegado a un punto de inflexión en estas décadas, haciendo que pensar la representación en estos momentos se haya convertido en el primer reto del discurso comprometido políticamente. Para aclarar esta encrucijada puede resultar útil acudir a la metáfora deleuziana que emplean Negri y Hardt, cuando definen la democracia representativa como una síntesis disyuntiva que a la vez acerca y aleja a la población de las estructuras de poder. Desde esta perspectiva la apuesta de organizaciones como Podemos (más cercana a los planteamientos de Laclau y del postmarxismo que a los autores que hemos tomado como referencia) podría parecer un intento de articulación de aquel sentido común inaugurado por el 15M con las estructuras de gobierno existentes en busca de construir nuevas hegemonías. Pero también desde esa perspectiva, el peligro de alejar de nuevo el poder de la ciudadanía está siempre presente. La dificultad con que se encuentran las estrategias representativas, es que parece difícil articular una exigencia radicalmente democrática y plural con estructuras diseñadas para reducir esa multiplicidad a la unidad de mando de un gobierno representativo. En este sentido político (y quizá no tanto en el económico), el concepto de multitud puede servir 5

para comprender los conflictos a los que debe enfrentarse todo proyecto que trate de traducir y reducir las múltiples voces de la resistencia popular a un lenguaje único y centralizado. Sea como fuere, no debemos olvidar que en el campo de lo político no priman las razones y los argumentos. La estrategia, la eficacia e incluso el espectáculo son elementos fundamentales que todo proyecto político debe tener en cuenta. Los movimientos de la primavera de 2011, como antes la antiglobalización, plantean exigencias que parecen responder a la configuración de nuestra realidad social, pero mientras avanzan lentamente construyendo muy poco a poco la hegemonía de ese nuevo sentido común, los proyectos que tienen por estrategia la toma del poder vía electoral prometen, y a veces incluso ofrecen, soluciones más rápidas a problemas sociales realmente acuciantes. Desde esta perspectiva se hace comprensible la esperanza depositada en organizaciones como Podemos o Siriza en el contexto de la crisis económica más brutal que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Por todo ello, el momento presente se muestra especialmente interesante, ya que nos enfrenta a una aparente encrucijada entre la impotencia de las multitudes y la impaciencia de quienes quieren representarlas. La paciencia y la potencia decidirán el camino que sigan estos movimientos durante las próximas décadas y sus posibilidades de éxito.

Bibliografía: DELEUZE,G., "Postscriptum sobre las sociedades de control", Conversaciones, Valencia, pre-Textos,2006. FOUCAULT, M., Vigilar y castigar, Nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 2012. — Historia de la sexualidad, 1: La voluntad de saber, Madrid, Siglo XXI, 2005. — Seguridad, territorio, población: Curso del Collège de France, Madrid, Akal, 2008. — Nacimiento de la biopolítica: Curso del Collège de France, Madrid, Akal, 2009. HARVEY, D., Breve historia del neoliberalismo, Madrid, Akal, 2007. LACLAU, E., La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2005. MARX, K., Manifiesto del partido comunista, Madrid, Utopías / Nuestra Bandera, 1998. NEGRI, A. y HARDT, M., Imperio, Barcelona, Paidós, 2002. — Multitud: Guerra y democracia en la era del imperio, Barcelona, Debate, 2004. — Commonwealth: El proyecto de una revolución del común, Madrid, Akal, 2011. SLOTERDIJK, P., En el mundo interior del capital, Madrid, Siruela, 2007. VIRNO, P., Gramática de la multitud, Madrid, Traficantes de sueños, 2003. — Virtuosismo y revolución, Madrid, Traficantes de sueños, 2003. 6

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