Del terrible Atila a su \"mercé Siñor\" Emiliano: la imagen de los zapatistas en el periódico \"El País\"

Share Embed


Descripción

Del terrible Atila a su mercé Siñor Emiliano: la imagen de los zapatistas en el periódico El País Vladimir Yáñez García En noviembre de 1911, el Ejército Libertador del Sur promulgó el Plan de Ayala y con ello entraron en rebelión contra el gobierno de Francisco I. Madero, lo que desató un conflicto armado al sur de Ciudad de México. En 1912, Juvencio Robles era el jefe de las operaciones armadas contra los zapatistas, su participación se caracterizó por la crueldad con la que llevó a cabo tácticas como la recolonización o la de tierra arrasada, para menguar la fuerza militar de los campesinos y la simpatía de los pobladores pacíficos hacia ellos. A mediados del mismo año, por orden de Madero, Felipe Ángeles sustituyó a Robles. Este modificó la estrategia, utilizando lo que Francisco Pineda define como operaciones de Asuntos Civiles, es decir, que el ejército tomó parte en las funciones administrativas, con ello se esperaba derrotar a los zapatistas conquistando los corazones y mentes de la población que los apoyaba.1 Entendemos que una revolución es fundamentalmente una lucha de intereses y que una de esas expresiones es la competencia de discursos, los cuales conllevan la legitimidad de los grupos que representan.2 Cabe entonces preguntarnos ¿qué significaba un campesino en armas para el habitante de la ciudad de México? La imagen que de los zapatistas divulgaron los medios se centró en los atentados contra la propiedad privada que llevaban a cabo. La intención de crear ese perfil era la de deshumanizarlos, se dijo que eran una plaga y que debían extirparse. Los intereses particulares de un grupo, se hicieron pasar por los intereses generales de la sociedad mexicana, en este contexto los relatos de los diarios trataron de restablecer el orden que la revolución alteraba. 3

1

Pineda, Gómez, Francisco, La revolución del sur 1912 – 1914, Era, México 2005, Pp. 140 – 141, 185. 2 Hartog, François, El Espejo de Heródoto, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003, p. 294. 3 Pineda, Óp. Cit., pp. 320 – 321, 325.

1

Una forma de analizar estos textos la encontramos en lo que François Hartog llama: dialéctica de la alteridad. Esto es la narración, de grupos sociales, lugares o situaciones a un público que las desconoce. Para ello se recurre al antimísmo, es decir, se sustituye lo extraño del otro por algo conocido lo que ayuda a ejemplificar qué hace a lo narrado ser diferente.4 Este tipo de discursos suelen tener intenciones claras sobre el mensaje que quieren entregar y el efecto que desean causar en el receptor. Es importante acotar una característica de la prensa: el uso de la sátira fue común a la hora de dirigir ataques a los adversarios políticos. Como género literario, la sátira hace uso de la ridiculización o burla hacia aquello que se está atacando. Utilizada en un inicio como forma de desacralización de las autoridades absolutistas, posteriormente se usó como forma de desacreditar discursos que se enfrentaban. En México se utilizó durante el Porfiriato y la Revolución para atacar y desacreditar los programas y manifiestos de los distintos movimientos sociales y políticos. Sin embargo, esta ridiculización tiene su base en la exaltación de prejuicios sobre aquello que se narra, en este caso, un énfasis en el discurso racista. En México el concepto de raza no estaba basado fundamentalmente en los genes, pues se aceptaba que la población nacional es producto del mestizaje, sin embargo, se sabía que existían grupos indígenas en estado natural, es decir, salvajes. Era a ellos a quienes los gobiernos liberales y ahora el revolucionario trataban de regenerar e incorporar a la sociedad mexicana, es decir, en el fondo, el tema de las razas era una cuestión de poder. Detrás de este discurso estaba la defensa del orden social amenazado, y la prensa también llevaba a cabo batallas discursivas con intencionalidad, la lucha contra los zapatistas se vio como la batalla entre civilización y barbarie.5 Según lo que nos dice Hartog, hablar del “otro” es delimitar el “nosotros”, si la ciudad de México era la capital de la civilización en el país, los zapatistas 4 5

Hartog… Óp. CIt. p. 207. Pineda… Óp. Cit. pp. 76 – 77, 79, 320

2

representaban la barbarie, eran tachados de bandidos, pero en realidad eran bandidos poderosos que estaban revirtiendo las relaciones de poder, ahora los humildes eran fuertes y los poderosos débiles.6 En noviembre de 1912, el periódico católico El País, publicó una crónica sobre la captura de un zapatista: “al lado del Terrible Atila, se han ido uniendo, poco a poco, una serie de jóvenes más o menos ilustrados que son los que han fungido de secretarios del cabecilla.”7 De entre estos jóvenes que se unían a la revolución estaba Enrique Villa, el joven capturado, “…tiene veintidós años de edad, de conflexión [sic.] regular, alto de cuerpo y de mirada que indica el carácter audaz del hombre que está resuelto a todo… por la manos de Villa han pasado verdaderas fortunas, y más que esto, correspondencias muy comprometedoras… para algunas personas bien conocidas.”8 Frente a la descripción que hace la nota de aquel zapatista habrá que preguntarse, ¿era Enrique Villa secretario de Zapata? Según nos cuenta Francisco Pineda, fue un general que se encargaba de establecer lazos con grupos militares susceptibles de adherirse al Plan de Ayala, formó parte de la red urbana del Ejército Libertador del Sur y se encargó del manejo de correspondencia, con esa finalidad se encontraba en la ciudad. Como vemos no era estrictamente un secretario, entonces ¿por qué sería caracterizado de esa forma en la prensa? Si de nuevo recurrimos a Hartog, encontramos que el secretario está estrechamente vinculado al poder, pues es quien redacta los manifiestos y puede leerlos. La cultura occidental le da un gran valor a la escritura pues ella resguarda la memoria, el saber y la historia.9 El vínculo entre secretario y poder potencia la captura de aquel que desempeñaría esa labor ya que era quien permitía la difusión del discurso campesino, presentándola como un fuerte golpe a los rebeldes.

6

Hartog… Óp. Cit. p. 335. Pineda… Óp. Cit. pp. 321, 324. Los ricos deben estar abajo y los pobres muy arriba en El País, 10 de noviembre de 1912. 8 Ibíd. 9 Hartog… Óp. Cit. pp. 262 – 264. 7

3

La nota continúa describiendo las actividades del zapatista en su viaje a la ciudad: Vestido con una blusa de dril y pantalón de pana, y llevando sobre las espaldas un pequeño morral, penetró Enrique Villa a la Capital… fueron a ocupar un cuarto a un hotel humilde, pero una vez allí, Enrique Villa no hubiera sido reconocido por el propio Emiliano. Desaparecieron de su cuerpo las humildes prendas del comerciante ambulante y en su lugar el flamante traje estilo americano, el bien acabado choclo de charol y un bombín de buena marca.10

La nota nos ilustra la forma en la que, una vez que el narrador introdujo el concepto o vocablo que desea, lo trabaja hasta obtener el sentido simbólico que se quiere establecer, en este caso, vemos como Enrique Villa, quien entró en ropas humildes a la capital, pues venía de Morelos, cambió su disfraz ya que en la Ciudad de México, ya libre y democrática gracias la Revolución de Madero, no habría lugar para la vestimenta propia de los barbaros a los que se combatía. Sobre las condiciones en las que llegó Villa y sus actividades, la nota menciona: Dinero lo traía a montones… y en una casa de la confianza de Villa, comenzaron a efestuarse [sic.] durante dos días verdaderas bacanales en que el champagne, la seda, la juventud y el vicio habían formado consorcio amigable… mientras tanto, los billetes arrancados a las victimas cubiertas de sangre, seguían saliendo de aquella cartera, que parecía no tener fondo.11 Como he dicho antes, decir lo otro es postular lo diferente, y lo ilustra claramente esta declaración, un enviado de Zapata que se entrega a los placeres tal y como se había narrado durante tanto tiempo que se acostumbraba en el Morelos revolucionario, se da una descripción del indígena rebelde enfocándose en algo que el habitante de la ciudad no haría.12 La captura del enviado se dio de forma curiosa: “La fama que Villa tiene en el Sur, es la de un hombre, audaz y valiente, probado en varios encuentros

10

Los ricos… Óp. Cit. Idem. 12 Hartog… Óp. Cit. p. 209. 11

4

sostenidos con las tropas federales. Esta vez, la impresión seguramente fue lo que desarmó a Villa y lo hizo correr como un chico” 13 El contraste entre la descripción de la personalidad aguerrida del personaje y el intento de escapar de la policía como un chico resulta misterioso. Nos inclinamos pues a pensar que se trata de una autorrepresentación de la elite, es decir, fuera del territorio rebelde, y enfrentado a la policía capitalina y por ende a la sociedad civilizada, nuestro personaje pierde su actitud altiva. Detrás de esto vemos los valores de la elite, honradez, espíritu constructivo y todas las características del ciudadano ideal que se encargaron de implementar los gobiernos liberales del s. XIX.14 La policía encontró, en poder de Villa, manifiestos y cartas, muchos de esos documentos, firmados por Zapata, iban dirigidos a los Diputados del Congreso de la Unión, “su contenido lo ignoramos”,15 declaró el narrador. Pero la descripción que sigue es la que resulta más interesante: Esos documentos están escritos de una forma muy especial, pues en ella se encuentran hasta capítulos enteros de la obra Los Miserables, de Víctor Hugo, en otros párrafos se habla de desigualdades y de riquezas y se citan a Dupin, Berthelot… y ríanse los lectores, hasta Ramón N. Franco (Textual).16 Encontramos aquí la forma en la que se niega cualquier tipo de noción cultural a los zapatistas por ser campesinos, sobre esto Hartog nos dice que “el hacer creer” no radica tanto en la información que se relata sino en el tratamiento que le da el escritor, es decir, como la aparición en los escritos campesinos de fragmentos de autores europeos que deberían ser de conocimiento exclusivo de la elite cultivada es motivo de burla para el lector de la ciudad.17

13

Los ricos… Óp. Cit. Pineda… óp. Cit. p. 321. 15 Los ricos… Óp. Cit. 16 Los ricos… Óp. Cit. Aurore Dupin escritora francesa que combatió los convencionalismos sociales, Pierre E. M. Berthelot químico preocupado por la instrucción pública. Pineda… Óp. Cit. p. 168. Ramón N. Franco escritor ligado a la imprenta Venegas Arroyo. 17 Hartog… Óp. Cit. p. 340. 14

5

Entre aquellos documentos no solo había referencias a escritores nacionales y europeos, también las había a hechos históricos paradigmáticos como la Revolución Francesa y según El País, los zapatistas amenazaron: “en Méjico habrá un noventa y tres y una Revolución Francesa, con todos sus crímenes y sus guillotinas, a falta de Morat y Robespierre tenemos a Eufemio Zapata y Amador Salazar.”18 El narrador continúa resaltando las amenazas violentas de los campesinos con el propósito de reforzar la imagen del revolucionario sanguinario sin motivos legítimos, refuerza el mensaje de la elite por medio de las citas seleccionadas. 19 La descripción de los documentos continúa y se aborda la parte medular del discurso zapatista: En otro legajo de documentos se encuentra nada menos que la ley de suspensión de garantías. Es este un documento que quitándole la parte sanguinaria que encierra, tiene su chiste. En la primera página, a guisa de portada y bajo unas hojas de plátano, muy mal dibujadas, se lee: “Esto es para la historia, hechos y no palabras, dinos [sic.] hijos de Morelos, abajo los ricos, arriba los pobres y viva nuestro General Emiliano Zapata.” Debajo de esa portada se ve muy mal dibujado un perico con plumaje azul… y aquel largo escrito imposible de leerse por sus disparates y faltas de ortografía, señala que a los hacendados que paguen el impuesto al Gobierno, se les ejecutara “inmediatamente” o “sigun lo disponga su mercé Siñor Emiliano [sic.]”. 20 Como quedo asentado antes, la revolución es el escenario en el que el poder y la palabra se remiten el uno al otro, el poder de la palabra se trasmuta en la palabra del poder. Y quienes tienen acceso al poder son aquellos que hablan en nombre del pueblo ya que la palabra pública debela aquello que se ha querido mantener oculto.21 La creación de una especie de sistema legal revolucionario por parte de los campesinos nos habla de un ejercicio de poder y la capacidad de plasmarlo por escrito le da legitimidad frente a los discursos contrarios. Sobre el tema Francisco Pineda sanciona que el discurso hegemónico considera justo a un juez o verdugo nombrado por un rey, presidente, diputado o alguna autoridad 18

Los ricos… Óp. Cit. Hartog… Óp. Cit. p. 267. 20 Los ricos… Óp. Cit. 21 Hartog… Óp. Cit. p. 294 19

6

estatal, pero cuando se enfrenta a las prácticas de justicia de los oprimidos se dice que no tienen uso de razón, carecen de ley o en dado caso, se trata de la ley de la selva. 22 Como vemos la prensa trataba de deshumanizar a los campesinos en armas y por consiguiente les negaba el acceso a la nacionalidad, los zapatistas no renegaron de la nación mexicana y de hecho incorporaron los símbolos patrios a su rebelión, en contraparte el narrador ridiculiza estos símbolos, el perico azul muy mal dibujado seguramente era el escudo nacional, y con ello los expulsa del México moderno. 23 Por otra parte, he mostrado la tendenciosa exposición de los escritos zapatistas hechos por el diario El País pero también he expuesto la omisión de otros aspectos de los mismos documentos, ya sea por ignorancia o por selección, en realidad no se muestran las propuestas o bases para las acciones llevadas a cabo por los campesinos, solo se expone el carácter violento. Sobre esto Hartog declara que la omisión de información da fuerza a lo que sí se expone, pues lo que se dice se conoce, ese saber le da fuerza al discurso y obliga a creer al lector. La ley de suspensión de garantías a la que hace referencia la nota no se ha ubicado en los archivos zapatistas disponibles, pero Francisco Pineda ha podido recrearla por medio de referencias en la prensa y en correspondencia del Cuartel General del Sur. Constaría de ocho puntos, 1) declaraba fuera de la ley al presidente, 2) amenazaba con fusilar a los delegados de paz, 3) todos los jefes militares serían fusilados, 4) todas las dependencias públicas serían clausuradas, exceptuando a las escuelas; 5) ordenaba la inutilización de las líneas telegráficas y ferrocarriles, 6) decretaba la suspensión del pago de contribuciones, 7) los funcionarios públicos debían renunciar a sus cargos, 8) las autoridades políticas serían sustituidas por Comités de Salud Públicos.24

22

Pineda… Óp. Cit. p. 240. Pineda… Óp. Cit. p. 167. 24 Ibíd. Pp. 166 – 168. 23

7

La ley establece las condiciones necesarias para un territorio en guerra y para el ejercicio del poder, enfocada a impedir el funcionamiento del Estado en Morelos y como soporte a la práctica revolucionaria en contra los intereses de la elite, especialmente la terrateniente. Este ejercicio de poder era visto en su expresión tiránica, los campesinos actuaban como barbaros sanguinarios porque de esa forma eran tratados por su líder, Zapata. Bajo ese concepto los tiranos comúnmente son guiados una codicia que no conoce satisfacción, es decir, son presa del deseo.25 Continuando con la nota, ya en el interrogatorio, Villa se reusó a declarar hasta que fue sobornado por el oficial con una cajetilla de cigarros, de nuevo el vicio aparece como característica de los rebeldes, en detrimento de la lucha revolucionaria. En su caso el general Villa estuvo encarcelado hasta 1913, una vez fuera regresó a Morelos donde Zapata lo comisionó como delegado del Cuartel General en Guerrero. Sí algo no perdonaba Emiliano era la traición por lo que resultan poco probables las declaraciones de El País. Los argumentos racistas siguieron para reforzar el discurso y no pararían hasta la derrota completa del movimiento campesino, durante la lucha el discurso racista llevó a la elite a pensar que la victoria podría llegar por medio de las armas, la guerra abrió el camino para su realización, pues abandonó sus formas encubiertas y el sueño de reformar al indio tomó la forma de guerra de exterminio a través de las tácticas de Victoriano Huerta, Juvencio Robles y Pablo González.26 Si bien las consecuencias de este discurso fueron cruentas hay que señalar que estas fueron permitidas por la opinión pública y parte de la población, si el discurso de un narrador trata de hacer creer, éste solo tiene efecto al insertarse en el querer creer del público.27

25

Hartog… Óp. Cit. pp. 299 – 301. Pineda… Óp. Cit. pp. 90, 467. 27 Hartog… Óp. Cit. p. 274. 26

8

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.