Del obrero material al trabajador cognitivo: Pequeña historia universal de la lucha capital/trabajo

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Descripción

Del obrero material al trabajador cognitivo
Pequeña historia universal de la lucha capital/trabajo
Lic. Ezequiel Ivanis


El tiempo despersonalizado se vuelve el verdadero agente de
valorización, y el tiempo despersonalizado
no tiene derechos, no puede reivindicar nada
Franco Berardi Bifo[1]

El cuadro de finales del fordismo es bastante claro. Una fábrica
gigante. El sonido de la cadena de montaje, monótono e impecable, marca el
ritmo del trabajo obrero. Se respira cierta tensión entre los rulemanes
sucios de la maquinaria. De repente, se escucha un grito de alto y la
producción se detiene por la rotura, tal vez técnicamente imposible, de un
engranaje. Se escuchan algunas risas, la mirada cómplice entre los
trabajadores es la señal de que el trabajo, por hoy, ha terminado. La micro-
resistencia volvía a ganar. El capital necesitaba nuevas respuestas ante
semejantes movimientos de resistencia de los trabajadores que, a pesar de
parecer integrados al sistema, resistían en base al conocimiento del
proceso productivo provocando toda clase de micro-resistencias. El
movimiento defensivo del capital fue un contraataque a los sueños obreros.
El capital respondió, a partir de fines de los `70, implementando su propia
visión del comunismo, algo más desigual, opresiva y totalizante que la
pretendida por el movimiento obrero.
Con la derrota de la lucha obrera, una de las principales
características que asume el capital en el postfordismo es su intención de
captar los flujos relacionales y las experiencias subjetivas de los obreros
por fuera del espacio de trabajo. Nace la sociedad-fábrica que en términos
de Negri remite a la idea de que "las nuevas normas de subordinación y los
regimenes capitalistas disciplinarios se difunden por todo el terreno
social"[2]. Es decir, mediante la automatización de la producción, ha
entrado en crisis la propia ley de valor-trabajo de Marx que establece que
"es el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un
valor de uso, lo que determina su magnitud de valor"[3]. Debemos tener en
cuenta que el tiempo necesario para la producción de las condiciones que
mantienen al obrero, en la actualidad, se ha reducido de manera tal que la
propia ley de valor de Marx pierde todo su carácter explicativo acerca de
la medida, acerca de la forma conmensurable de valor de la mercancía,
aunque se mantiene vigente, y tal vez más que nunca, su poder explicativo
acerca del modo en que la mercancía obtiene ese valor a través de la
explotación de los muchos por los pocos, a partir de la explotación de ese
saber general que no solo se cristaliza en la innovación de la maquina sino
también en las capacidades genéricas de los hombres; es la explotación de
esa indeterminación que vuelve al animal humano, de esa potencia productiva
física e intelectual que adquiere un valor laborizable con el postfordismo.
Es, precisamente, a partir de ese valor genérico del hombre que se produce
un novedoso proceso de valorización de la mercancía que dificulta, o más
bien, incapacita la tarea de cuantificar el valor de las mercancías. Ese
trabajo abstracto del cual nos hablaba Marx, continúa existiendo. Hasta
podríamos decir que existe de manera cuantitativamente superior. Pero el
trabajo inmaterial ha alcanzado, en términos cualitativos, la hegemonía del
proceso de producción condicionando toda forma de trabajo. En palabras del
propio Berardi el postfordismo es una instancia donde "el capital no tiene
más necesidad de hacerse cargo de un ser humano para poder sustraerle el
tiempo objetivo del que la persona dispone. Puede apropiarse de fragmentos
separados de su tiempo para recombinarlos…"[4]. Esos fragmentos separados,
aislados, que el capital compatibiliza en una sola unidad provienen en la
actualidad de la vida social del obrero; son, en palabras de Virno,
atributos de la acción política, esfera que en el pasado estaba disociada y
enmarcada por límites claros de la esfera del trabajo. El postfordismo ha
traspasado esos límites, los ha difuminado. El capital extrae no solo la
fuerza física, sudor y repetición, sino que comienza a valorizar
subjetivamente la unión teoría-praxis-poiesis o intelecto-acción-trabajo,
donde el trabajo absorbe elementos distintivos y únicos de la acción
política; rasgos que son requeridos por el capital como aspectos
excluyentes de la relación salarial, entre los cuales la creatividad, la
innovación, la capacidad de resolución y el lenguaje son cruciales. De aquí
lo fundamental que resulta reconocer el "virtuosismo", esto es, la
resignificación del trabajo inmaterial, del "trabajo sin obra" al que Marx
había calificado de tarea servil. Esta actividad virtuosa se vuelve, hoy,
centro neurálgico de la relación salarial. El virtuosismo, como actividad
que recrea el mundo de la vida en el mundo del trabajo, reconfigura el
trabajo y "(…) deviene, del caso particular y problemático que es, el
prototipo del trabajo asalariado en general"[5].
Las consecuencias del movimiento del capital en los últimos años son
bastante conocidas para los trabajadores: precarización, flexibilidad,
incertidumbre, angustia. El nuevo obrero social transita errante por esta
nueva forma de la relación salarial. La amenaza de marginalidad, la
precariedad del presente y la incertidumbre del futuro, la soledad de los
jóvenes auto-des-integrados, la opresión de la empleabilidad se solidifican
en lo más profundo de la psiquis del hombre, la conciencia entra en pánico,
la crisis de la clase obrera es mortífera, total. Pero solo son momentos
temporales de victoria del capital. La anterioridad del trabajo permite
vislumbrar siempre una fuga, un abismo. Los nuevos conceptos resurgen
llenos de afecto, de alegría. Reaparece la multitud, la formación del
cognitariado, la acción del virtuoso. La sociedad-fábrica se llena de luz
nuevamente, y eso genera pánico en el capital porque le incomoda las risas,
le molesta la insubordinación.
Tal vez, continuar hablando de clase obrera es un anacronismo, un
ejercicio inútil; pero lo que se debe rescatar es la esencia, su ser-en-el-
mundo; en fin, su carácter revolucionario. Es cierto que las condiciones
objetivas, y más aun las subjetivas, se han modificado con la irrupción del
postfordismo, por ello son varios los autores que han intentado, con
resultados disímiles, re-construir y re-pensar quien es el sujeto que se
opone hoy al capital. Para Negri la lucha política aun no está muerta. La
organización del nuevo proletariado, de la multitud, debe reconocer que la
organización de la lucha ya no es exógena sino que "(…) la cooperación es
completamente inmanente a la actividad laboral misma"[6], aun más cuando el
alcance del comunismo pareciera tan cercana, ya que para el autor italiano
el despliegue del trabajo inmaterial es potenciador de un comunismo que se
muestra espontáneo y elemental. En sentido similar, actúa también el
virtuosismo de Virno ya que la acción debe articular su publicidad, su voz,
con el intelecto, para encontrar lo común, la sustancia que deviene
fundacional de la unidad de la multitud; proceso que permitirá un Éxodo,
esto es, un modelo de acción que genere "(…) la defección de la masa fuera
del Estado, la alianza entre el general intellect y la Acción política (…)
la fundación de una Republica y, en este caso, ya no Estado"[7]. También
Lazzarato es conciente del choque entre regulación y reivindicación de las
resistencias obreras y de movimientos de desempleados al sometimiento del
Estado. Sobretodo, en la actualidad, cuando la automatización ha permitido
generar una productividad excepcional, quedando masas de desocupados que
son re-capturados nuevamente por el Estado a partir de políticas públicas
asistenciales encubiertas; cuyo objetivo no es la producción de valor, sino
una producción ficticia, una gestión diferencial de la angustia de la
desigualdad, un modo de gestionar el ejercito de reserva perpetua que tiene
como meta principal la imposición de un modo de disciplinamiento.
La multitud denota una nueva composición de clase conformada, entonces,
no por una masa de humanos amorfa y sin rumbo fijo, sino todo lo contrario,
es una articulación de resistencias, el despliegue de sentimientos de
sublevación y desobediencia que implican que la unidad no es delegación y
promesa de unión sino es premisa de acción; la unidad es primera, es el
genérico común, la inteligencia colectiva, lo que permite reconocernos,
ante todo, como virtuosos, como multitud que "no es un torbellino de átomos
a los que todavía les falta unidad, sino la forma de existencia política
que se afirma a partir de una Unidad radicalmente heterogénea en relación
al Estado: el Intelecto público"[8]. Así la multitud se transforma en una
forma política que desoye la obediencia y la unidad política tradicional;
son los olvidados del pacto pueblo-soberano de toda la tradición
contractualista; en fin, la multitud es categoría de clase, en un cúmulo de
sentimientos y acontecimientos que da cuenta de la anterioridad del trabajo
y del surgimiento del Imperio como movimiento reactivo y triste del
capital. Consecuencias que, a priori, son insospechadas para el capital
porque es la clase obrera quien dicta la naturaleza de la transformación,
quien impone los límites, quien en definitiva "(…) inventa las formas
sociales y productivas que el capital estará obligado a adoptar en el
futuro"[9].
La lucha, en palabras del propio Negri, debería ser más "rizomática que
arborescente"[10], más indeterminada que conducida desde el afuera porque
en realidad, ya no hay afuera, la política sin subjetividad es carente de
vida. El capital, como nunca antes, moldea los rasgos de la sociedad, forma
sujetos, por ello la lucha planteada no conoce límites, no tiene
jerarquías. La resistencia es inmanente, espontánea, el objetivo es escapar
no pertenecer, es el Éxodo de Virno. La multitud debe reconocer los
intersticios oscuros y vacíos del capital y llenarlos de contenido, de
afecto. Es reconocer al desocupado, a los poliobreros, al trabajador
informal, al trabajador cognitivo, a las minorías como un otro diferenciado
pero, a la vez, como portadores de una pasión que nos identifica, de una
potencia intelectual que se opone a la represión, en tanto violencia y
acoso, del capital.
La lectura del presente, de las condiciones objetivas para el cambio es,
en este aspecto, secundaria. Que Negri, con cierto optimismo, establezca
que la posibilidad de un comunismo espontáneo es real porque los procesos
de automatización permiten al hombre liberarse de la producción; y que, por
el contrario, Virno, observe como el capital, luego de las derrotas obreras
de fines del `70, haya producido una contra-revolución, reformulando y
pervirtiendo los deseos de los trabajadores ya que "la nueva derecha
reconoce y hace temporalmente suyos los elementos que en última instancia
serán merecedores de las más elevadas esperanzas (…) los distorsiona,
enmascarándolos bajo una perversa caricatura"[11]. Esta diferencia entre
los autores italianos es, ciertamente, menor. La riqueza está en comprender
la necesidad de un nuevo sujeto, de un nuevo interlocutor de los deseos del
hombre. Y aparece también en otros autores. Berardi Bifo es, tal vez, quien
ofrezca las mejores respuestas. En el capitalismo actual, el
semiocapitalismo, la producción se lleva a cabo mediante la recombinación
de signos, de elementos materiales o inmateriales, cuya lógica de
valorización se encuentra precisamente en "la erogación de una actividad no
física que se deposita en objetos privados de carácter físico"[12]. En este
sentido, la producción semiótica se convierte en la forma total de
valorización del capital, donde aparece el cognitariado como nueva clase
que denota, por su relación con el mercado laboral, una incapacidad de
sindicalizarse en la forma tradicional. La lucha, por tanto, se encuentra
en los movimientos de resistencia que son capaces de producir el trabajador
y que requieren que el cognitariado "(…) comprenda que debe hacerse
autónomo de la ley del capital, solo cuando sepa dedicarse íntegramente (y
por necesidad) a la creación de una esfera pública independiente, entonces
se abrirá un nuevo horizonte"[13]. Por lo tanto la estrategia de lucha
presente es ese "darse cuenta" de la apropiación de la inteligencia
colectiva por el capital, es la lucha por recuperar lo que pertenece al
hombre genérico y volcarlo al mundo de la vida, al beneficio del propio
hombre.


Bibliografía consultada

Berardi Bifo, Franco "Info-trabajo y precarización" en Generación post-
alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. Tinta Limón
Ediciones. 2007. Buzones Aires
Harvey, David "La condición de la posmodernidad. Investigación sobre
los orígenes del cambio cultural" Amorrortu editores. 1998. Buenos
Aires
Harvey, David "Espacios del Capital, hacia una geografía critica"
Ediciones Akal. 2007. Madrid
Lazzarato, Mauricio "Lucha de minorías y política del deseo" Artículo.
Mimeo
Lazzarato. Mauricio "Gobierno del miedo e insubordinación" y "El
acontecimiento y la política" en Políticas del acontecimiento. Tinta
Limón Ediciones. 2006. Buenos Aires
Marx, Karl "El Capital" Tomo I. Siglo XXI editores. 2010. Buenos Aires
Negri, Antonio – Hardt, Michael "Imperio" Paidos. 2002. Buenos Aires
Negri, Antonio – Hardt, Michael "Marx y el trabajo: el camino de la
disutopia" en Las verdades nómadas & general intellect. Akal. 1997.
Madrid
Virno, Paolo "Virtuosismo y revolución" Traficantes de Sueños editores.
2003. Madrid
Watanabe, Ben "Organizar a los desorganizados" en Periferias Nº 2.
1997. Buenos Aires

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[1] Berardi Bifo, F. 2007. Pág. 91
[2] Negri, A. – Hardt, M. 2002. Pág. 227
[3] Marx, K. 2010. Pág. 48
[4] Berardi Bifo, F. 2007. Pág. 90
[5] Virno, P. 2003. Pág. 4
[6] Negri. A – Hardt, M. 2002. Pág. 273
[7] Virno, P. 2003. Pág. 8
[8] Virno, P. 2003. Pág. 12
[9] Negri. A – Hardt, M. 2002. Pág. 250
[10] Negri. A – Hardt, M. 2002. Pág. 236
[11] Virno, P. 2003. Pág. 153
[12] Berardi Bifo, F. 2007. Pág. 107
[13] Berardi Bifo, F. 2007. Pág. 114
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