DEL CAPITALISMO AL POSTCAPITALISMO: TRANSFORMACIÓN Y CONSECUENCIAS

June 30, 2017 | Autor: Alberto Ribes | Categoría: Consumerism, Capitalism
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Descripción

J. Alberto RIBES CURTO DEL CAPITALISMO AL POSTCAPITALISMO: TRANSFORMACIÓN Y CONSECUENCIAS

Treball Fi de Carrera dirigit per Dr. Javier BARRAYCOA MARTÍNEZ

Universitat Abat Oliba CEU FACULTAT DE CIÈNCIES SOCIALS Llicenciatura en Administració i Direcció d’Empreses 2011

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A Carla, que acaba de abrir sus ojos al mundo.

Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre. LUIGI GIUSSANI

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Resumen El presente trabajo tiene por objeto el tratar de dar una síntesis de la historia del capitalismo y su evolución. Se inicia con una aproximación histórica a la época anterior a su nacimiento, así como a las teorías de Max Weber y Werner Sombart dada la importante repercusión e influencia que tuvieron y todavía tienen. Seguidamente se estudiará cuáles eran las principales características del primer capitalismo y se las pondrá en relación con los antecedentes históricos. Por último se analizará la evolución y transformación que ha ido sufriendo el capitalismo hasta el punto de llevarle a tener unas características opuestas a las de su origen, y se verán las consecuencias que se puedan derivar de ello.

Resum El present treball té per finalitat tractar de donar una síntesi de la història del capitalisme i la seva evolució. S’inicia amb una aproximació històrica a l’època anterior al seu naixement, així com també a les teories de Max Weber y Werner Sombart degut a l’important repercussió i influència que van tindre i encara tenen. Seguidament, s’estudiarà quines eren les principals característiques del primer capitalisme i seran posades en relació amb els antecedents històrics. Per acabar, s’analitzarà l’evolució i transformació que ha anat vivint el capitalisme fins al punt d’arribar a tindre unes característiques contràries a les del seu origen, i es veuran les conseqüències que se’n poden derivar.

Abstract This study analyzes the evolution of capitalism, starting from the historical conditions leading to its emergence, and the theories of Max Weber and Werner Sombart, which have been, and still are, influential to interpret such evolution. This work examines the early form of capitalism in the context of its historical antecedents and compares it to the later form of capitalism, as it developed, which acquired traits that were contrary to those of its earlier version. Finally, this study explores as well the consequences that can be traced from such development.

Palabras claves / Keywords Capitalismo - Consumismo - Racionalismo - Burgués - Inmediatez - Protestantismo

Capitalisme - Consumisme - Racionalisme - Burgés - Immediatesa - Protestantisme

Capitalism - Consumerism - Rationalism - Bourgeois - Immediacy - Protestantism

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Sumario Introducción..........................................................................................................

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1. La polémica entorno al origen del capitalismo………………………………..

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1.1 Antecedentes históricos del capitalismo….…………………………….. 1.2 El capitalismo como tensión espiritual: Max Weber…………………... 1.3 El espíritu burgués: Werner Sombart..…………………………………..

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2. Caracterización del capitalismo clásico………………………………………..

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2.1 Racionalismo: o el deseo del hombre por conocerlo todo……………. 2.2 Orden moral y político en el primer capitalismo……………….………. 2.3 Ahorro y producción: o una vida orientada a la prosperidad…………

33 39 45

3. Transformación consecuencias

del

capitalismo:

el

postcapitalismo

y

sus

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3.1 Consumismo: o la invitación a una vida de excesos………………….. 3.2 Irracionalismo y deseo: o la muerte del espíritu burgués……..……… 3.3 La cultura del presente o la no muerte en el nuevo capitalismo……...

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Conclusiones........................................................................................................

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Bibliografía............................................................................................................

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Introducción El objetivo del presente trabajo es ofrecer una visión amplia sobre el capitalismo, partiendo desde sus orígenes hasta nuestros días, y comprobar si estamos ante el mismo sistema económico o ha sufrido algún cambio.

Nuestro punto de partida es la etapa previa al nacimiento del capitalismo, creemos que para conocer y entender correctamente por qué en una momento determinado de la historia aparece este sistema económico, es necesario en primer lugar tener una idea de cómo era el hombre precapitalista. De esta forma podremos entender qué movía su vida y su obrar, lo cual nos situará en una mejor posición para comprender de dónde nace el capitalismo. Recurriremos en este punto a dos de las teorías más conocidas entorno a los orígenes del capitalismo, las de Max Weber y Werner Sombart. A través de su estudio, analizaremos las diferencias que presentan dichas teorías entre ellas y podremos tener ya una imagen del hombre del primer capitalismo.

Gracias al estudio de la evolución histórica y de las teorías de Weber y Sombart, podremos caracterizar al capitalismo clásico. Así, nos centraremos en tres particularidades concretas que nos ayudarán a terminar de conformarnos una idea clara de cómo era el capitalismo en sus orígenes. Desde nuestro punto de vista, esta tres características son: la racionalidad, el orden moral y el ahorro.

Una vez hayamos estudiado todo lo anterior, comenzaremos nuestro análisis, que consiste en verificar si el capitalismo se ha ido transformando durante los años, y ver concretamente en qué aspectos se diferencia más del original. Nos interesa comprobar si el capitalismo ha dado al hombre lo que prometía. Para ello, haremos un estudio económico y sociológico ayudados por varios autores representativos, así, viendo diferentes puntos de vista, intentaremos llegar nosotros a formular unas conclusiones propias.

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1. La polémica entorno al origen del capitalismo 1.1 Antecedentes históricos del capitalismo

Tratar de encontrar un momento exacto en la historia en el que podamos situar el nacimiento del capitalismo como sistema económico que ordena la vida y el obrar de naciones y personas es algo a lo que se han dedicado con ahínco economistas, sociólogos, historiadores y otras personas interesadas de alguna forma en conocer y dar explicación a un sistema económico que desde su nacimiento ha contado con defensores y detractores por igual, pero que ha terminado imponiéndose respecto a otros, sino por el mejor, al menos por ser el que proporciona una mayor libertad de actuación. Creemos que será de utilidad tener desde el principio una definición del capitalismo, por ello, lo podemos definir: “como la satisfacción de las necesidades y deseos humanos mediante la producción industrial realizada por empresas burocráticas que calculan racionalmente el beneficio neto”1.

Podemos situar históricamente el nacimiento del capitalismo, como sistema económico, en el siglo XVIII; pero debemos tener presente que su formación estuvo influenciada por determinados hechos. Por ello, creemos conveniente describir brevemente su etapa previa, lo cual tiene como objetivo ayudarnos a comprender con mayor amplitud, por qué surgió el capitalismo o cuáles fueron las fuentes de las que bebió para crecer. Además, esta breve contextualización histórica de la época previa al siglo XVIII también nos ayudará a comprender la polémica entre Max Weber y Werner Sombart entorno a las causas que motivaron la aparición del capitalismo en la historia. También resultará interesante esta exposición histórica para ver de qué forma ha ido transformándose el capitalismo, cuáles eran sus características iniciales y cómo ha evolucionado hasta convertirse en algo totalmente opuesto a lo que fue en un principio. Ya que existen muchas fuentes a las que acudir para poder encontrar una explicación al nacimiento del espíritu capitalista y nuestro espacio es limitado, hemos creído conveniente para no alargar innecesariamente nuestra exposición, ofrecer esta pequeña introducción histórica y seguidamente mostrar las teorías de Weber y Sombart al respecto.

Puede resumirse el origen del capitalismo de la siguiente manera: la revolución industrial que se inicia en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, unida al derecho liberal nacido poco antes y difundido por la Revolución francesa, fueron las 1

INGHAM, Geoffrey, Capitalismo, Alianza Editorial, Madrid, 2010, p. 36.

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condiciones técnica y jurídica, respectivamente, que permitieron a esa minoría de burgueses emprendedores y audaces hacer una revolución económico-social, que rompería los viejos moldes y abriría las puertas al mundo moderno de la gran industria. Pero veamos brevemente cómo se llega hasta esta situación. Nuestro punto de partida es el final del siglo XII e inicios del XIII, en aquel momento Europa estaba poblada por unos 75 millones de personas2. El número de habitantes por kilómetro cuadrado oscilaba entre seis y ocho, considerándose muy poblado el país que tenía unos 20. Las ciudades solían ser pequeñas, como ejemplo podemos decir que Londres no rebasaba los 40.000 habitantes, París durante el primer tercio del siglo XIV reunía unos 88.000 habitantes, en Italia, Milán y Venecia rozaban los 90.000 habitantes, mientras en España Barcelona albergaba 38.000 personas y Valencia 40.000.

Todo este crecimiento demográfico quedó detenido a mediados del siglo XIV a causa de la “peste negra” o bubónica que asoló a todos los países europeos desde 1348 a 1353 y que: “fue sin duda la mayor catástrofe sufrida por el Occidente cristiano”3. Las consecuencias de esta epidemia para la población europea fueron catastróficas, ya que, redujo a un tercio la población de algunas zonas, despobló otras y provocó cambios en la economía. Algunos intentos por cuantificar los efectos sobre la población nos dicen que: La peste de 1348 redujo4 la población europea a 50.000.000 de habitantes (…). Parece que en 1360 Europa había visto reducida su población en un 35 o 40% y que, con las calamidades subsiguientes, en el año 1385 quedó en un 40 o 50%. La región de Provenza perdió, en efecto, la mitad de sus pobladores; Inglaterra, el 60%; Francia y Cataluña, el 65%; y Noruega llegó a perder el 73%5.

Como consecuencia de esta epidemia, y del miedo que causaba la misma, se produjeron numerosas emigraciones de la ciudad al campo y del campo a las ciudades. En este sentido fueron muchos los campesinos que vieron en la

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Distribuidos de la siguiente forma: Francia unos 10.000.000, Inglaterra 4.000.000, Italia poco más de 8.000.000, Alemania 17.000.000, y España no rebasaba los 9.000.000. Concretamente en España encontramos que dentro del Reino de Castilla había unos 3.500.000 habitantes, en la Corona de Aragón el reino de Valencia era de 200.000 habitantes, Cataluña contaba con medio millón, Aragón unos 210.000 y Mallorca unos 40.000. RIU, Manuel, Lecciones de Historia Medieval, Teide, 6ª edición, Barcelona, 1979, p 3 HEERS, Jacques, Historia de la Edad Media, Editorial Labor S.A., 1ª edición, Barcelona, 1976, p. 216. 4 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, Historia económica mundial, Ediciones RIALP S.A., 5ª edición, Madrid, 1976, p. 131. 5 RIU, Manuel, op. cit., p.509.

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emigración a las ciudades la oportunidad para liberarse de la servidumbre o de la sujeción y cargas feudales. En esta situación, como consecuencia de la carencia de mano de obra y la carestía que siguieron a la peste, los salarios y precios llegaron a triplicarse e incluso quintuplicarse6. Como dice Vázquez de Prada: Los efectos económicos y sociales de este azote fueron incalculables: desvalorización de la tierra, caída de los precios agrícolas, modificación de la pirámide de edades y de la estructura social, aumento de salarios, subida de precios de los objetos manufacturados, emigraciones, etc. Una depresión económica general, ante falta de mano de obra y la disminución del consumo y de la producción7.

A lo largo de la primera mitad del siglo XV se produjo una lenta recuperación demográfica, de esta forma la población de: “Inglaterra se elevó a 2.500.000; Francia, 16.000.000; Alemania, 12.000.000; España e Italia, 10.000.000”8. A partir de 1410 se perciben más intensamente los síntomas de recuperación, aumenta el número de hijos que sobreviven, se desarrolla de nuevo el crédito, se pagan las deudas, se renuevan los censos, se firman nuevos establecimientos de fincas rústicas, y se adquieren bienes en el campo.

A partir del siglo XII se lleva a cabo una intensa roturación de tierras en gran parte gracias a las nuevas órdenes religiosas, en especial los cistercienses. Por ello: “La expansión de las tierras cultivadas, juntamente con el progreso técnico, la decadencia efectiva de la esclavitud y el comienzo de la economía monetaria, influyeron en la transformación de la organización agraria altomedieval”9. La producción agrícola se fue intensificando hasta mediados del siglo XIII dándose ya una cierta especialización en determinadas zonas y algunos perfeccionamientos técnicos; es en esta época, cuando como consecuencia de un cultivo intensivo, las tierras de peor calidad acusan un cierto agotamiento y por ello un menor rendimiento de los cultivos. A pesar de ello, en Alemania se mantuvo la producción de cereales; en Inglaterra, en cambio, las praderas que se destinaban al cultivo de cereales hubieron de dejarse en barbecho y se ocuparon para la cría de ganado. Por su parte, en Francia, gracias al capital burgués y eclesiástico, la producción de cereales siguió siendo la base de la agricultura:

“En la Corona de Aragón, por ejemplo, a causa de la gran mortandad, aumentaron los salarios y los precios al cuádruplo y al quíntuplo. El rey Pedro IV el Ceremonioso ordenó tasar los salarios y precios de Cataluña (1349) y de Valencia (1350), estableciendo unas tasas valederas por dos años y fijando graves penas para los infractores”. Ibídem, p. 510. 7 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 132. 8 RIU, Manuel, op. cit., p. 510. 9 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 140. 6

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Los mercaderes consideraban, como empezaban a considerarlo ya los burgueses adinerados de toda Europa, que la mejor inversión del capital era la compra de tierras 10 en la campiña vecina a su ciudad, la adquisición y préstamo a los campesinos de trigo para la siembra, la compra anticipada de cosecha antes de la siega y, en general, la concesión de créditos a los agricultores con hipoteca de futuras cosechas11.

Es interesante ver, que en Italia gracias a la aparición de un tipo de contrato agrícola llamado “aparcería”, se favoreció que se invirtieran capitales burgueses en propiedades agrícolas. Como consecuencia de la reaparición de la circulación monetaria se produjo un cambio en la estructura de la sociedad campesina. Gracias a que las rentas o censos que el campesino pagaba a su señor se mantenían invariables y en cambio los precios de los productos se incrementaban, él podía vender excedentes de su cosecha y ganar más por ella. Mientras, la renta que debía pagar a su señor le suponía un porcentaje menor de sus ingresos, así podía ahorrar lo suficiente para comprar su emancipación y trasladarse a otro lugar.

Es también a partir del siglo XII cuando se produce una mejora sustancial en la navegación con la adopción de la brújula, el astrolabio y el timón fijo, estas innovaciones permitirán asimismo un auge en el comercio marítimo. En el norte de Italia, Génova y Venecia eran los dos grandes centros comerciales, los dos puertos eran punto de origen y arribada de las grandes rutas del Oriente del Mediterráneo. Desde el siglo XIII predomina la exportación de productos manufacturados a Oriente. Encontramos en esta época colonias de mercaderes genoveses y venecianos en China, India y Persia, como también: “los “consulados” catalanes de Túnez (1253) y Bugía (1259)”12. Como muestra de la intensa actividad comercial marítima podemos hablar de los paños13 de Flandes que llegaban a la región del Rin y de ahí a Austria y Rusia, también por el Atlántico alcanzaban Portugal o ciudades de Castilla; son también de destacar las relaciones comerciales de Génova con Bélgica y las de Holanda con Inglaterra, cabe recordar que para esta última la exportación de lanas fue la base de sus finanzas. Por lo que se refiere a España, fueron mercaderes castellanos y vascos los que acapararon el mercado de la lana, y mallorquines y catalanes llegaron a competir con genoveses y pisanos en el Mediterráneo y el mar del Norte. Además, desde mediados del siglo XV encontramos colonias de mercaderes hispanos en Flandes, Londres, Rouen o Nantes.

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Cfr. Ibídem, p. 143. RIU, Manuel, op. cit., p. 512-513. 12 Ibidem, p. 520. 13 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 149. 11

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Una muestra clara de la importancia que alcanzó el comercio marítimo14, y con él las distintas ciudades portuarias fue la creación de la liga de la Hansa. En 1230 la ciudad de Lübeck concluyó con Hamburgo un pacto de amistad que garantizase la libertad de comercio, progresivamente se adhirieron más ciudades y así, en el siglo XIII las ciudades alemanas de Colonia, Hamburgo y Lübeck crearon la Hansa. Era, en esencia, una liga comercial o asociación de mercaderes que trataban de: “acabar con la piratería del Báltico, fomentar el gran comercio y defenderse de la amenaza, cada vez mayor de los príncipes, deseosos de privar a las ciudades de sus privilegios, franquicias y autonomía”15. La Hansa perduró hasta 1669, y llegó a contar con cerca de 200 ciudades adheridas.

Además de los avances en la navegación, apareció otro gran invento que marcó definitivamente lo que iba a ser la evolución de la ciencia y el comercio en los siglos posteriores. Nos referimos al reloj, y de su influencia en la génesis del capitalismo, a cuya explicación dedicó un libro el catedrático de Historia Económica, Carlo M. Cipolla. Es a partir de los siglos XII y XIII cuando empiezan a aparecer los primeros relojes, muy imprecisos y siempre públicos dado su gran tamaño. Pero lo que trae consigo el reloj, es la voluntad del hombre de querer controlar de alguna forma el tiempo y a qué lo dedica: Fue creado y desarrollado no sólo cuando y en cuanto fue percibida una cierta exigencia, sino también por la razón de que alguna cultura específica condicionó de una manera determinada tanto la percepción de aquella exigencia como la respuesta que se le dio16.

Nos interesa especialmente la aparición y evolución del reloj porque muestra claramente ese espíritu racionalista que, como veremos más adelante, estuvo presente en el primer capitalismo que surgió. Y es que a la vez que el reloj fue utilizado en la navegación como herramienta de precisión ayudando en la determinación de la longitud y posición de los astros: “la construcción de relojes de precisión presuponía la solución de problemas fundamentales de mecánica que constituían la esencia misma de la revolución científica”17. Además, durante el siglo XVII y ya especialmente en el XVIII la producción de relojes había adquirido tal magnitud y organización que: “el reloj hecho de piezas intercambiables, producido en serie y construido por operarios especializados, preludiaba el advenimiento de la

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Cfr. Ibídem, p. 173. RIU, Manuel, op. cit., p. 522. 16 CIPOLLA, Carlo M., Las máquinas del tiempo, Editorial Crítica S.L., Barcelona, 2010, p. 73. 17 Ibídem, p. 35. 15

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revolución industrial”18. Es por ello, que en aquellos lugares en los que el reloj hizo su aparición y se adoptó en la vida diaria de las personas, no demostró ser un elemento neutral porque: Nacido de una concepción mecanicista, acentuó intensamente los rasgos mecanicistas de la cultura que la había dado expresión. Nacido para medir el tiempo, impuso consecuentemente a los hombres mediciones precisas de actividades que antes o no se medían o lo eran con una aproximación más bien vaga. Y al conseguir esto, por un lado el reloj satisface determinadas necesidades y, por el otro lado, crea otras nuevas al producir las condiciones para la propia difusión y proliferación19.

Las ferias y mercados20 fueron adquiriendo mayor importancia, muchos de estos mercados que en un principio se celebraban fuera de las ciudades acabaron trasladándose al interior de éstas buscando protección a sus mercancías. Asimismo en las poblaciones importantes se construyeron grandes edificios, halles o lonjas; como ejemplo de las mismas encontramos las lonjas de Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca, que eran centros de contratación mercantil y lugar de reunión de compradores y vendedores. Las ferias tenían una mayor importancia que el mercado y se celebraban sólo en determinadas fechas del año, así encontramos las ferias de Brujas, Ypres, Lille, Champaña, Amberes y Medina del Campo. A pesar de que como vemos el comerciante sigue efectuando largos viajes, con la aparición de los mercados urbanos, se produce un asentamiento del comercio, y de esta forma: “Le queda más tiempo y, además, tiene una mayor estabilidad para emprender varios negocios”21.

Desde el siglo XII se lleva a cabo una generalización de la acuñación de monetaria en toda Europa, y ya en el siglo XIII podemos hablar de una economía básicamente monetaria. Encontramos una gran variedad de monedas, podemos decir que cada reino y casi cada señorío tenían las suyas propias. Entre las que gozaban de una mayor estabilidad y prestigio en las relaciones mercantiles internacionales estaba el marco de Colonia, que sirvió de base para la dobla de oro castellana, y también el florín y el ducado.

Esta reaparición de la moneda en el comercio tuvo importantes efectos ya que la tierra dejó de ser la fuente y fundamento de riqueza, se precisaba dinero en efectivo; los señores feudales cambiaron los tributos en especies por otros en dinero. A pesar 18

Ibídem, p. 47. Ibídem, p. 73. 20 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 177. 21 Ibídem, p. 170. 19

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de ser considerados ilícitos, empezaron a adquirir importancia el préstamo a interés y la usura, aspecto que Sombart tratará en su estudio sobre el espíritu capitalista. Además, vemos como progresa la técnica financiera y aparecen cambistas y banqueros en el mundo de los negocios. De esta forma: La letra de feria, la de crédito con interés y la letra de cambio se practicaban ya en Italia a comienzos del siglo XIII y no tardaron mucho en generalizarse. El capitalismo de la banca fue entonces cuando se inició en Génova, Venecia, Siena, Florencia y Lucca. No sólo se prestaba dinero para empresas mercantiles, sino que se practicaba además el seguro marítimo, con estudio científico del riesgo, y se firmaban contratos de sociedad entre varios mercaderes y capitalistas estableciendo en ellos la proporción en que se distribuían gastos y ganancias22.

Queremos destacar, para ir cerrando esta introducción histórica, los rasgos esenciales y comunes al capitalismo inicial o precapitalismo de los siglos XIV y XV: 1) La orientación del trabajo hacia la ganancia y no principalmente hacia la subsistencia. 2) La transformación del patrimonio en capital para su inversión con fines productivos. 3) La racionalización del trabajo en todos los sectores de la economía. 4) El riesgo, del que se esperaban beneficios superiores a los normales, y de ahí el incremento de la práctica del corso como medio rápido de amasar fortunas. 5) El sentido de la grandeza, que lleva al lujo y al mecenazgo (motivo de emulación entre la alta burguesía y de mayor ruina para no pocas familias de la vieja nobleza). 6) Y la ausencia de prejuicios, que consideraba acomodaticia la moral y “permitía” acallar posibles escrúpulos de conciencia mediante algunos donativos y fundaciones eclesiásticas23.

Fue gracias a estos mercaderes que se estructuraron grandes compañías mercantiles24; aparecieron las sociedades en comandita; se practicó la contabilidad por partida doble y se perfeccionó la técnica de los negocios.

Como tendremos ocasión de exponer detenidamente más adelante, para Max Weber el dogma de la predestinación en la mentalidad puritana calvinista posterior a la Reforma Protestante25 fue, en parte, responsable del nacimiento del capitalismo, sin querer exponer ahora lo acertado o frágil de este argumento, queremos recordar que a comienzos del siglo XV en Barcelona, por acuerdo del Consejo de Ciento, se creó el primer banco europeo de crédito público o Taula de Canvi (1401); en 1402 se 22

RIU, Manuel, op. cit., p. 530. Ibidem, p. 540. 24 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 197. 25 Para una mayor profundización sobre las causas y consecuencias de la Reforma Protestante recomendamos ROPS, Daniel, La Iglesia del Renacimiento y de la Reforma, ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1957. 23

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creó un establecimiento parecido en Frankfurt del Main; en Génova, el Banco de San Jorge que había sido fundado doscientos años antes, empezó a realizar operaciones de crédito (1407). Fueron, en un primer momento, las grandes bancas italianas las que ejercieron el control financiero de la Europa occidental; podemos señalar por ejemplo a los Médicis de Florencia que en 1439 disponían de una filial bancaria en Brujas y una agencia anexa en Londres.

También es necesario apuntar que durante el último tercio del siglo XIV las revueltas sociales fueron frecuentes en el campo y en las ciudades, las causas generales de dichas revueltas fueron: La inseguridad o insuficiencia de rendimiento del trabajo agrícola o artesano, aumento de la opresión de los poderosos sobre los débiles, la consecución gradual por parte de las clases menos favorecidas de una conciencia de su propio valer (…), o al simple deseo de conseguir una mayor libertad o independencia de sus viejos señores, hacia los cuales habían perdido la noción de sumisión y respeto(..)26.

Como hemos podido ir viendo a través de esta aproximación histórica: “un tipo de hombre de negocios completamente nuevo, movido por una mentalidad racional, arriesgado y emprendedor”27 hace su aparición, y podemos considerarle el primer capitalista. Ahora veremos de qué forma Weber y Sombart hablan de este hombre nuevo.

1.2 El capitalismo como tensión espiritual: Max Weber

Pasamos ahora al estudio de las dos teorías más importantes que han tratado de dar una explicación a la génesis, ascenso y apogeo del capitalismo. La primera que vio la luz fue la de Max Weber con la publicación de su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. La tesis fundamental de la obra de Weber gira entorno a la angustia cognitiva producida en los fieles por el dogma de la predestinación. La incapacidad total de conocer si uno formaba parte de los elegidos que se salvarían o por el contrario ya estaba condenado, llevó a los hombres posteriores a la Reforma a buscar en el éxito de los negocios un indicio del estado de gracia. Para Weber no es correcto el afirmar sin más que el capitalismo nace como consecuencia de la Reforma Protestante, o que únicamente se desarrolla en los países y entre las personas que abrazaron la citada Reforma; como ya hemos tenido 26 27

RIU, Manuel, op. cit., p. 541. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 206.

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ocasión de comprobar anteriormente viendo el caso de Italia. No obstante, sí que resulta interesante el contemplar cómo una determinada visión religiosa de la existencia contribuyó a un mayor racionalismo en la vida, lo cual acabaría por potenciar un perfeccionamiento de los elementos de trabajo que potenciarían una mejor predisposición a abrazar el espíritu capitalista. Además: “defendía la idea de que la mentalidad capitalista se hallaría en la doctrina protestante de la vocación profesional (Beruf), según la cual, todo hombre se sentiría llamado por Dios al ejercicio de una actividad determinada”28. Será interesante ver de qué forma va cambiando la concepción del trabajo con la transformación del capitalismo.

La Reforma trajo consigo: La sustitución de un poder extremadamente suave, en la práctica apenas perceptible, de hecho casi puramente formal, por otro que había de intervenir de modo infinitamente mayor en todas las esferas de la vida pública y privada 29, sometiendo a regulación onerosa y minuciosa la conducta individual30.

No pueden pasarse por alto estos cambios teniendo en cuenta la importancia que tenía la religión en la época de la Reforma, a pesar de ello, resulta particularmente curioso que las clases burguesas, que por entonces empezaban a adquirir mayor poder, no sólo no se opusiesen a este control sino, que lo defendiesen con todas sus fuerzas.

Se puede argumentar, y es correcto, que en países no protestantes como España e Italia el comercio era una realidad intensa y existían31 estructuras que les llevaron igualmente al capitalismo; pero también es cierto que el catolicismo educaba: “a sus fieles en un espíritu de indiferencia ante los bienes de este mundo”32, mientras que, como veremos, para el protestante el éxito era fundamental para asegurarse la salvación eterna, o al menos para creer que había sido elegido, por ello la tesis defendida por Weber no puede ser rechazada sin más ya que entre los muchos factores que influyeron en la génesis del capitalismo, el protestantismo debe ser

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Ibídem, p. 271. “Los sacerdotes se inmiscuían en los asuntos privados de todo el mundo, disponían como había de comportarse cada cual con la familia, personándose de vez en cuando allí para ver cómo marchaba el hogar (…) se comprobaba si alguien se quedaba en casa durante la ceremonia religiosa o si llegaba tarde a la plática” SOMBART, Werner, El burgués, Contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno, Alianza Editorial, Madrid, 1972, pp. 238-239. 30 WEBER, Max, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ediciones Península, Barcelona, 2008, p. 30. 31 Recordemos la importancia de las ciudades Estado italianas como Florencia, Venecia o Génova. 32 WEBER, Max, op. cit. p. 33. 29

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tenido en cuenta33, ya que: “no puede negarse que el individualismo racionalista implicado en las doctrinas de Lutero, Calvino y otros reformadores protestantes, contribuyó a la formación de la mentalidad capitalista”34. Lo que resulta un hecho es que encontramos una conexión directa entre la reglamentación religiosa de la vida y el desarrollo más intenso del espíritu comercial35. También vemos, como en las colonias americanas del sur que recibieron a capitalistas con fines comerciales, fue menor el desarrollo del capitalismo que en las colonias de Nueva Inglaterra, colonizadas por predicadores y graduados que no tenían más aspiraciones que las propiamente religiosas.

En la línea de lo que estamos explicando, nos parece sumamente importante la irrupción del protestantismo en la historia porque antes de él, nos encontramos con una sociedad que no tiene una vida especialmente entregada al trabajo, es decir, no viven para el trabajo, sino que en general se aspira a seguir viviendo como siempre se ha hecho sin aspirar a acumular más de lo que se tiene, es lo que Weber ha calificado como : “lo que el hombre quiere no es ganar más y más dinero, sino vivir pura y simplemente, como siempre ha vivido, y ganar lo necesario para seguir viviendo”36. Si pensamos en esta sociedad tradicional, es fácil entender el choque que supuso el cambio de mentalidad, ya que: “En una sociedad tradicional, obtener beneficios para reinvertirlos con el fin único de obtener más beneficios era un ejemplo de acción en la que los pasaban a ser los ”37.

Esta forma de vida se verá, como ya hemos apuntado, trastocada con la Reforma Protestante, ya que a partir de ella, el trabajo pasará a ser el centro de la vida, aquello a lo que se dirigirán todos los esfuerzos, puesto que se verá en él un medio para mostrar un estado de gracia. Pero además, porque se concebirá el trabajo como fin en sí mismo, como “profesión”, y ello será posible gracias a que la educación religiosa favorecerá una educación económica ya que: “aparecen unidas en estrecho maridaje la capacidad de concentración del pensamiento y la actitud rigurosamente fundamental de al trabajo, con el más fino

“Quisiera hacer notar aquí que la intensidad de este sentimiento religioso alcanzó su punto culminante en ese país en el que se aprecia al final del siglo XVII un desarrollo especialmente rápido y extenso del espíritu capitalista: Escocia” SOMBART, Werner, op. cit. p. 238. 34 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 273. 35 Es indicativo de la importancia que suponían para el desarrollo comercial: “El hecho de que en la Prusia Oriental el mismo Federico Guillermo I respetase a los mennonitas como factores indispensables del progreso industrial, a pesar de su absoluta negativa al servicio militar” WEBER, Max, op. cit. p. 36. 36 Ibídem, p. 49. 37 INGHAM, Geoffrey, op. cit., p. 41. 33

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sentido económico, que calcula la ganancia y su cuantía, y un austero dominio sobre sí mismo y una moderación que acrecienta extraordinariamente la capacidad del rendimiento en el trabajo”38. Esta idea del trabajo como profesión, como una misión impuesta por Dios o una llamada, es una novedad que introduce el protestantismo y que como estamos viendo modifica por completo la forma que tienen las personas de relacionarse con el trabajo, o su forma de vivirlo. Y es que para Lutero la vida monástica carecía de valor y la consideraba un acto egoísta que sólo buscaba escapar del mundo para no cumplir con los deberes que le corresponderían; ya que: “el cumplimiento en el mundo de los propios deberes es el único medio de agradar a Dios, que eso y sólo eso es lo que Dios quiere, y que por lo tanto, toda profesión lícita posee ante Dios absolutamente el mismo valor”39. Por todo ello: “lo propio y específico de la Reforma, en contraste con la concepción católica, es el haber acentuado el matiz ético y aumentado la prima religiosa concedida al trabajo en el mundo, racionalizado en 40. Y de esta forma, el protestantismo influyó: “quebrantando los fundamentos morales y sociales de la doctrina católica, que insistió siempre en una moral objetiva y en las obligaciones sociales de la propiedad y de la riqueza”41.

Llegados a este punto, debemos detenernos en el punto central de la Reforma Protestante para Weber, que como hemos señalado anteriormente es el dogma de la predestinación. Según la doctrina protestante, y especialmente la calvinista, Dios desde antes de la creación ya destinó a unos hombres a la vida eterna, y a otros a la muerte. De esta forma, no hay nada que el hombre pueda hacer para agradar a Dios y lograr así su salvación, ya que las obras no valen nada, todo es por obra de la gracia de Dios. Un primer juicio que podemos hacer es que nos encontramos ante un Dios lejano y extraño para los hombres que reparte su gracia y amor de una forma discrecional y únicamente como medio para revelar su majestad42. De esta forma: “todo cuanto sucede no tiene sentido sino en calidad de medio para el fin de que la Majestad de Dios se honre a sí misma”43. Como vemos, nos encontramos con que el destino del hombre ha sido decidido de antemano por un Dios caprichoso que únicamente quiere con ello mostrar su poder y su magnanimidad al perdonar a

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WEBER, Max, op. cit. p. 51. Ibídem, p .67. 40 Ibídem, p. 68. 41 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 273. 42 Así se recoge en las proposiciones de la Westminster Confession de 1647. Cfr. http://www.apuritansmind.com/wcf/WestminsterConfessionMainPage.htm (Consultado: 3 de junio de 2011) 43 WEBER, Max, op. cit. p. 85. 39

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algunos y dejarles entrar en la vida eterna; la queja del condenado no tiene sentido, ya que como diría Weber sería como “el animal que se lamentase de no haber nacido hombre”. Así, lo que debemos tener claro es que unos hombres se salvarán y otros se condenarán, y no hay modo alguno de cambiarlo. Es normal, que con estas premisas, el factor que estaba presente en las vidas de todos aquellos que abrazaron la Reforma era el miedo, ya que se trataba de: Un Dios terrible, un Dios que infundía pavor, un tirano, un sanguinario, y el estado de ánimo que infundían los predicadores a su comunidad era el de un miedo continuo. Pero de éste nacía el deseo ardiente de llevar una vida conforme a los preceptos de la Iglesia. Y esto es precisamente lo que nos interesa aquí, donde se trata de estudiar el importante papel que desempeñó la religión para el hombre, y por consiguiente también para el sujeto económico de los primeros tiempos del capitalismo44.

Como es natural, podemos comprender rápidamente que esta doctrina trajo consigo que el hombre experimentase una gran soledad interior, ya que debía afrontar sin ninguna ayuda el tema más importante para los hombres de aquella época, a saber, la salvación eterna. No solamente debía recorrer solo este camino, sino que no tenía posibilidad de conocer si su destino era la salvación o la condenación, y ni el predicador, ni los sacramentos, ni la Iglesia45 podían ayudarle de ninguna manera. Si leemos sermones de la época de la Reforma podemos ver cómo se decía que: “Dios envió a su Hijo para salvar al género humano; pero su finalidad no era ésta, sino solamente librar de la caída a algunos; y yo os digo, que Cristo sólo murió por los elegidos”46. Si como hemos dicho, la salvación o felicidad eterna era la máxima preocupación de la época, no es difícil imaginar de qué forma afectarían las citadas palabras a los hombres y mujeres de la Reforma. Dado que no existía posibilidad alguna de modificar la voluntad de Dios, ya que las obras no servirían para conducirles a la salvación, podríamos pensar que lo lógico sería vivir el día a día, ya que aunque cometa todos los excesos posibles si ya he sido salvado no importa, y si ya estoy condenado, ¿para qué esforzarme?, o como dice Sombart: “puesto que mi voluntad y mi conducta no pueden cambiar mi destino, ni pueden asegurarme la salvación o evitarme la condenación eterna, vivamos según mi antojo”47. Como iremos viendo, esta será la forma de vida imperante con la transformación del capitalismo.

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SOMBART, Werner, op. cit. p. 239. “Este radical abandono de la posibilidad de una salvación eclesiástico-sacramental, era el factor decisivo frente al Catolicismo” WEBER, Max, op. cit. p. 86. 46 Ibídem, p. 199. 47 SOMBART, op. cit. p 240. 45

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Pero no era esta la mentalidad de aquellos hombres y mujeres, a partir de este momento, su mayor preocupación fue encontrar en su vida signos que les indicasen que formaban parte de aquellos que alcanzarían la felicidad eterna, que habían sido elegidos por Dios. Por ello, vivían con la necesidad de llevar a cabo: “en su conducta un control metódico de su estado de gracia”48. Y fue en el trabajo donde buscaron con mayor fuerza la señal de su elección, el éxito en el trabajo debía ser una manifestación de la gracia divina que les indicaba que habían sido destinados a la salvación. No debemos olvidar que todo lo creado se encontraba muy lejano a Dios, y que nada tenía un valor por sí mismo, de esta forma se desarrolla en los hombres de la Reforma un progresivo alejamiento del mundo, especialmente de todos los: “elementos sensibles y sentimentales de la cultura y la religiosidad subjetiva” 49. Recordemos la austeridad de las iglesias protestantes, vacías de imágenes ya que eran entendidas como superstición que no ayudaría a modificar la voluntad divina en cuanto al destino de nadie. Junto con esta actitud también encontramos un radical apartamiento de la civilización material, todo ello ayudará a conformar un individualismo desilusionado y pesimista así como la desconfianza en los demás, ya que nadie puede salvarme, sólo Dios50. Esta doctrina de la predestinación, provocó en el hombre una profunda humillación ya que era considerado un ser incapaz de nada, muerto absolutamente por el pecado, incapaz de convertirse ni de alcanzar la misericordia de Dios. Pero además, al no ser capaz de conocer el designio divino sobre su vida: Desaparece la posibilidad de la verdadera alegría (…) también queda excluida la alegría derivada del goce de los placeres mundanos, al asociar éstos a las tentaciones del mundo y al poder de Satanás51. (…) La clave de bóveda de la dogmática calvinista se encuentra en la pura renuncia a toda emoción, en la represión de las emociones52.

En opinión de Bericat Alastuey, esta represión de las emociones será clave en el proceso genético del capitalismo, y será a partir de entonces un rasgo característico de la modernidad. Mediante esta represión de las emociones y este alejamiento del mundo, se buscará de alguna forma alcanzar la virtud y la perfección, por ello el 48

Ibídem, p. 267. WEBER, Max, op. cit. p. 87 50 Es interesante en este punto recordar el libro más leído de la literatura puritana, el “Pilgrim’s progress” de Bunyan, en el cual en un momento determinado se relata como un hombre siente la llamada de Dios hacia la ciudad celestial y abandonando a su mujer e hijos marcha corriendo mientras grita “life, eternal life!”. Ibídem, p. 88. 51 Este alejamiento de todo lo sensible o material como signos de la perdición está perfectamente reflejado en al película danesa El festín de Babette, AXEL, Gabriel, 1987. 52 BERICAT ALASTUEY, Eduardo, Max Weber o el Enigma emocional del Origen del Capitalismo, Revista Española de Investigaciones Sociológicas (Reis). Núm. 95. 2001. Pág. 9-36. 49

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calvinismo impondrá una: “ascesis moral en la que el individuo figura tan sólo en tanto instrumento de la voluntad divina”53. Pero, como tendremos ocasión de ver, esta ascesis evolucionará y será el germen de un ascetismo laico que busca la perfección del hombre por sus propios medios mediante la práctica de una vida austera y mortificante pero sin contar con Dios, y éste será uno de los rasgos característicos del capitalismo, heredado de la moral puritana calvinista.

En contraposición a esta doctrina de la predestinación, el católico tenía a su disposición la gracia sacramental que compensaba su debilidad e insuficiencia, tenía un lugar al que acudir, en el que ser acogido y recibir un abrazo redentor que le liberaba de la angustia de la existencia y le abría de nuevo las puertas de la salvación, nunca estaba solo y siempre podía volver a empezar. Por su parte: “el Dios del calvinista no exigía a sus fieles la realización de tales o cuales , sino una santidad en el obrar elevada a sistema (…), por eso, el decurso de esa vida suya fue absolutamente racionalizado y dominado por la idea exclusiva de aumentar la gloria de Dios”54. Y como hemos apuntado, la distancia que separaba al hombre pecador de Dios era insalvable para el protestantismo calvinista, en cambio para el catolicismo, el pecador era siempre aquel a quién Dios mismo esperaba con los brazos abiertos.

La pregunta que cabe hacerse en este momento es, de qué forma este individualismo y desconfianza respecto a los demás que constituían la vida del protestante puede ser enlazada con la organización social, propia del calvinismo. La lógica es que el mundo no es más que el lugar en el que honrar a Dios, y forma parte de la vida de los elegidos el aumentar la gloria de Dios en el mundo. Por ello, si quiero considerarme parte de los elegidos debo actuar como tal, y puesto que es tarea de ellos el llevar a cabo obra social para que la vida social del mundo se adapte a los preceptos divinos, yo, para considerarme y creerme elegido, debo participar de este trabajo. Así: “como el sólo puede existir para servir la gloria de Dios y no la de la criatura, su primera manifestación es el cumplimiento de las tareas profesionales impuestas por la lex naturae, con carácter específicamente objetivo e impersonal”55.

Queda de manifiesto que el dogma de la predestinación trajo consigo un impulso de la actividad y una mayor preocupación por seguir las reglas impuestas por la Iglesia,

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Ibídem. WEBER, Max, op. cit. pp. 96-97. 55 Ibídem, p. 89. 54

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ya que: “aquel hombre que mostrara una rectitud constante e inquebrantable en su conducta podía imaginar que obraba en él la gracia divina, cuya expresión era, precisamente, su comportamiento”56. Resulta difícil de comprender que teniendo tal acumulación de riqueza refrenasen sus deseos, de esta forma: El doble y simultáneo sacrificio necesario en el origen del proceso de industrialización, que consistió en trabajar mucho y consumir poco, es a todas luces ininteligible. Y, sin embargo, fue este doble sacrificio el que sentó las bases sociales de la acumulación originaria de capital que más tarde daría lugar al capitalismo57.

Lo paradójico es que, en su esencia, el capitalismo es para Weber el freno o la moderación del impulso adquisitivo, que permite la acumulación de riqueza, que es signo de elección divina. Veremos, como con su transformación, este freno desaparece del capitalismo y lo conduce al otro extremo.

1.3 El espíritu burgués: Werner Sombart

La segunda teoría que queremos comentar, es la que desarrolló el economista y sociólogo alemán Werner Sombart, que se encuentra ampliamente desarrollada en su obra El burgués, aunque no exclusivamente en ésta. El punto de partida de la teoría de Sombart es que el nacimiento del capitalismo tiene que ver con la aparición de un hombre nuevo, el burgués, con una mentalidad y una voluntad idóneas para poner en marcha el gran proceso de la producción capitalista. Weber no niega la figura del burgués como impulsor del capitalismo, ya que según él, el origen de la burguesía occidental: “guarda estrecha conexión con el origen de la organización capitalista del trabajo”58. Pero para Weber la religiosidad adquiere mayor importancia. Para Sombart el hombre en la época precapitalista era el: “centro de todo esfuerzo y preocupación”59. De esta forma, toda actividad económica tendrá como punto de partida las necesidades humanas, es decir, se producirán tantos bienes como sean consumidos y la cuantía de los gastos será determinada por los ingresos, es a lo que Sombart llama “economía de gasto”. Siendo de esta forma las cosas, vemos que la característica fundamental de la existencia precapitalista es la de la tranquila seguridad, representada por la aristocracia; pero en un punto determinado de la historia ese tipo de vida cambia y por ello: “hay que mostrar de

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BERICAT ALASTUEY, Eduardo, op. cit., p. 18. Ibídem, p. 12. 58 WEBER, Max, op. cit., p. 18. 59 SOMBART, Werner, op. cit., p. 20. 57

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qué modo esa tranquilidad se convierte en desasosiego, de qué manera evoluciona la sociedad hasta pasar de un estado esencialmente estático a una disposición fundamentalmente dinámica”60. Para Sombart, el causante de dicha transformación no es otro que el espíritu capitalista, el cual es consecuencia de la unión del espíritu de empresa y el espíritu burgués en un mismo sujeto. Podríamos decir que el estado estático lo representa el tipo aristocrático, que se sabe deudor de su pasado y no trata de modificar la realidad. Por su parte, el estado dinámico, vendría caracterizado por el revolucionario o burgués, que se reivindica como ser independiente y que: “rechaza todo aquello que, siendo heredado o recibido, pueda limitar su condición autónoma”61. Este aspecto relativo al tipo aristocrático y el tipo revolucionario o burgués lo veremos de nuevo al tratar la racionalidad como característica del capitalismo. Para Weber, la importancia del burgués venía dada también porque: “Para el ascetismo, tan odioso resulta la elegante despreocupación señorial como la zafia ostentación del nuevo rico; mientras que la figura austera y burguesa del selfmade man le merece toda suerte de glorificaciones”62.

En Sombart, dicho espíritu de empresa es una síntesis de varios factores entre los que podemos destacar la codicia, el espíritu aventurero o el afán descubridor. Por su parte, para Weber: El problema central no es, en definitiva, el del desarrollo de la actividad capitalista, desde el tipo de capitalista aventurero y comercial, del capitalismo que especula con la guerra, la política y la administración, a las formas actuales de economía capitalista; sino más bien el del origen del capitalismo industrial burgués con su organización racional del trabajo libre63.

Para dar explicación a la codicia como parte de ese espíritu de empresa, Sombart recurre a leyendas y figuras mitológicas de la historia europea en las que se encuentra una lucha de los hombres por poseer el oro de los dioses, y sitúa a la codicia como eje de la mejora de la navegación e incluso afirma que a: “ella deben el éxito de sus descubrimientos Doña Isabel y el rey Fernando no menos que a Colón”64. Pero la búsqueda de oro, riquezas y tesoros era algo que estaba fuera del alcance de la mayoría de la población, y la codicia, por sí sola, es incapaz de generar el espíritu y la empresa capitalistas. Y es que, además de la codicia, para Sombart, son destacables como partes integrantes de ese espíritu de empresa otras 60

Ibidem, p. 30. BARRAYCOA, Javier, El trabajador inútil, Scire/Balmes, Barcelona 1.999, p. 58. 62 WEBER, Max, op. cit., p. 133. 63 Ibídem, p. 18. 64 SOMBART, Werner, op. cit., p. 43. 61

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vías o medios de conseguir dinero ya sea a través de la violencia (el bandolerismo), mediante la magia, a través del ingenio utilizando la capacidad inventiva del ser humano, o por último, lucrarse a través de medios pecuniarios, aquellos que ya poseían dinero podían aumentarlo facilitando préstamos o recurriendo, por ejemplo, al juego. Como hemos visto: En todos los esfuerzos para conseguir dinero no había nada que pudiera ser calificado de empresa. Todos los intentos fueron realizados individualmente y por cuenta propia (…). El hecho importante y decisivo es que la pasión por el dinero se asocia al ánimo de empresa, de cuya unión es de donde realmente nace el espíritu empresarial capitalista 65.

Parece adecuado, llegados a este punto, conocer qué era para Sombart una empresa, ya que habremos de ver cómo esa voluntad o ánimo por conseguir dinero de forma individual acaba convirtiéndose en un esfuerzo conjunto de varias personas. Según Sombart, empresa es: “toda realización de un plan de gran alcance cuya ejecución requiere la colaboración permanente de varias personas bajo el signo de una voluntad unitaria”66. Una vez definida la empresa, nos preguntamos cuáles deben ser las características fundamentales y comunes a todo empresario necesarias para llevar a cabo el plan trazado. Esencialmente, Sombart reconoce tres características que debe poseer todo empresario, debe ser: conquistador; organizador y negociador. Conquistador porque debe tener una capacidad para trazar planes, una cierta voluntad de acción y ser una persona tenaz y perseverante que no ceje en su persecución de la meta propuesta. Organizador ya que para llevar a cabo sus propósitos debe colaborar con otros individuos y conseguir que cooperen con él. Por último, debe ser negociador, ya que en primer lugar debe reclutar a su gente, y luego habrá de tratar con personas ajenas a la empresa para conseguir todo lo necesario para que ésta alcance el éxito. Para Sombart, es Fausto quien representa mejor el auténtico espíritu de empresa, tal y como muestran estos versos: “... en el interior alumbra clara luz; lo que he pensado corro a realizarlo. La palabra del señor, sólo ella tiene peso. Saltad del lecho, vasallos, todos sin excepción! Contemplad dichosos lo que mi audacia forjó! Empuñad las herramientas, blandid palas y azadones! Lo trazado ha de madurar al momento.

65 66

Ibidem, p. 62. Ibidem, p. 63.

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A la orden severa, al copioso esfuerzo, sigue el más hermoso premio; para realizar la obra más grandiosa basta una sola cabeza para mil manos.”67

Una vez hemos podido observar qué es una empresa para Sombart y cuáles deben ser las características comunes a todo empresario, damos un paso más en el camino que recorre Sombart para tratar de mostrarnos su teoría del nacimiento del espíritu capitalista. Vista su definición de empresa y cómo debe actuar un empresario, para Sombart las cuatro formas fundamentales de organización empresarial fueron: 1) la campaña militar; 2) la propiedad feudal; 3) el Estado; y 4) la Iglesia. En este punto de su argumentación, Sombart nos quiere dejar claro que no es sólo el burgués el iniciador del espíritu capitalista, ya que partiendo de todo lo expuesto hasta el momento en relación al espíritu de empresa (codicia, espíritu aventurero, definición de empresa, características del empresario y formas de organización empresarial), Sombart nos ofrece una lista histórica de organizaciones o empresas que sin ser auténticas empresas capitalistas ya tenían de algún modo implícito en ellas y en sus miembros ese espíritu de empresa del que hemos hablado, y que por ello, al evolucionar acabarían siendo precursoras de las futuras empresas capitalistas. De esta forma, Sombart cita como ejemplos claros a los corsarios, los señores feudales, los funcionarios del Estado, los especuladores o los comerciantes; además hace referencia a pueblos que ya tenían de alguna forma ese espíritu de empresa como fueron los florentinos68, los escoceses, o los judíos. Del mismo modo aquí se da una capacidad de organización, una disciplina, al igual que en la estructura administrativa de los nuevos Estados, gran parte de cuyos recursos no se destinarán por entero a cubrir gastos bélicos sino a inversiones productivas. Después de haber analizado someramente el espíritu de empresa, pasamos ahora al espíritu burgués, recordemos que el espíritu capitalista para Sombart, nace de la unión de ambos. Este espíritu burgués tendrá como características principales una prudencia reflexiva, circunspección calculadora, ponderación racional y espíritu de orden y de economía. Para Sombart, en todo empresario capitalista se esconde un burgués, y sitúa su nacimiento en la Florencia de finales del siglo XIV. Debe destacarse que cuando Sombart se refiere al burgués lo hace en relación a: “una figura especial que se desarrolla precisamente a partir de estos grupos

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Ibidem, p. 68. Hecho que hemos reflejado en nuestro primer apartado dedicado a los orígenes históricos del capitalismo. 68

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aparentemente burgueses, a una persona de muy peculiar conformación psíquica”69. El mejor exponente del tipo de burgués al que hace referencia Sombart es Leon Battista Alberti, en cuyos escritos sobre el gobierno de la familia (I libri Della Famiglia) se basará para explicar qué era el espíritu burgués que conformó el espíritu capitalista. Dos son para Sombart las virtudes burguesas por excelencia:

En primer lugar, la santa economicidad. Siguiendo las enseñanzas de Alberti se puede afirmar que a una buena economía corresponde por un lado la racionalización de la administración económica, lo que va a determinar que exista una prudente relación entre gastos e ingresos. Vemos como se invierte el modelo del señor feudal, basado en una economía de gastos en la que los ingresos debían estar en relación con lo que el señor necesitase para llevar una vida decorosa, ahora encontramos una economía de ingresos que Alberti explica de la siguiente forma: “recordad siempre esto, hijos míos; nunca permitáis que vuestros gastos sobrepasen a vuestros ingresos”70. Por otro lado, lo que también corresponde a una buena economía es la economización de la administración, con ella aparece un nuevo precepto inaudito hasta el momento, la idea del ahorro, gastar menos de lo que se ganara. En el espíritu protestante también encontramos esta preocupación por el ahorro, consideraba: Por uso irracional de la riqueza se entendía, sobre todo, el aprecio de las formas ostentosas del lujo – condenable como idolatría -, de las que tanto gustó el feudalismo, en lugar de la utilización racional y utilitaria querida por Dios, para los fines vitales del individuo y de la colectividad71.

Por su parte, Alberti lo expresa de muchas formas distintas en sus escritos, como por ejemplo diciendo que: No es por ganar mucho por lo que se hace uno rico, sino por gastar poco; el gasto que no es absolutamente necesario no puede ser más que producto de la locura; el ahorro no perjudica a nadie y aprovecha a la familia; el ahorro es algo sagrado72.

La segunda virtud burguesa para Sombart es la moral de los negocios. Ya que para él, ser un buen hombre de negocios no significa solamente: “mantener el mejor orden interno en su economía, sino también un comportamiento especial de cara al

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SOMBART, Werner, op. Cit., p. 115. Ibidem, p. 118. 71 WEBER, Max, op. cit., p. 140. 72 SOMBART, Werner, op. cit., p. 119. 70

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mundo exterior (…) moral en y para los negocios”73. Lo hemos podido comprobar viendo la vida de Franklin al estudiar la influencia del protestantismo, y tendremos ocasión de volver a verlo más adelante. En el desarrollo del espíritu capitalista hay otro aspecto a tener en cuenta tal y como nos explica Sombart, se trata de la mentalidad calculadora que nace de forma natural al desarrollarse relaciones comerciales entre particulares. Este espíritu capitalista y sus actividades, como podemos ver:

Venían sustentados por una nueva clase, la burguesía comercial, industrial y financiera, que modelará el mundo conforme a ese su espíritu. La nueva época se hallará, pues, impregnada por la mentalidad burguesa, como la medieval por el espíritu caballeresco74.

La mentalidad calculadora sería aquella: “facultad de reducir el mundo a cifras y ordenar estas cifras en un complejo sistema de gastos e ingresos”75. Como consecuencia del empleo del cálculo se desarrollan dos disciplinas de la economía como son el cálculo comercial y la contabilidad. Es a partir del siglo XIV en Italia y, posteriormente en los países del Norte, cuando se empieza a propagar la aritmética y se adopta el cálculo con cifras. La aparición de la imprenta ayudó a generalizar el estudio de la aritmética y se conoce que en el siglo XIV en Florencia existían seis escuelas de la misma.

En el desarrollo del espíritu capitalista hemos visto cómo el alma del burgués se compone de: “afán de enriquecimiento, espíritu de empresa, actitud burguesa y mentalidad calculadora”76. Pero este espíritu, no se ha manifestado de la misma forma en todas las épocas ni en todos los países, por ello Sombart ante la evidencia de no poder definir un mismo tipo de burgués para todas las épocas, se pregunta por la posibilidad de que existan unas características comunes a todos. La respuesta a esta cuestión es afirmativa, pero matizando que debe delimitarse bien la época, es decir, se encontrarán características comunes a los diferentes tipos de burgués en una misma época, pero no para épocas diferentes; no existe un único tipo de burgués para todas las épocas.

En el desarrollo de su tesis sobre el origen del capitalismo, Sombart nos ofrece una comparativa entre el burgués de viejo estilo y el moderno capitalista. Considera al

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Ibidem, p. 133. VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 268 75 SOMBART, Werner, op. cit., p. 137. 76 Ibidem, p. 163. 74

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primero como empresario capitalista ya que tenía como fin el dinero y para ello la creación de empresas como medio; pero lo que da: “su peculiar aspecto es que todos sus actos, todos sus pensamientos y proyectos venían determinados por el perjuicio o beneficio que pudieran reportar al hombre vivo, real. (…) El hombre continuaba siendo la medida de todas las cosas”77. Manifestación de esta visión del hombre es el sentido que le da este tipo de empresario a la riqueza, tanto Alberti como varios siglos después Benjamin Franklin mantienen el mismo espíritu, a saber, que sólo hace feliz la riqueza adquirida honestamente. También en la mentalidad protestante aparece reflejada esta idea: El empresario burgués podía y debía guiarse por su interés de lucro, si poseía la conciencia de hallarse en estado de gracia y de sentirse visiblemente bendecido por Dios, a condición de que se moviese siempre dentro de los límites de la corrección formal, que su conducta ética fuese intachable y no hiciese un uso inconveniente de sus riquezas78.

Por su parte, Alberti recomienda que: “cuando efectúes una venta con ánimo de ganar dinero, escucha la voz de tu conciencia y conténtate con una ganancia moderada; no te aproveches de la ignorancia del comprador”79. Además de esta actitud ante la riqueza, Sombart destaca también en este burgués de viejo estilo, su actitud ante la vida de los negocios, no estábamos ante hombres que viviesen exclusivamente para sus negocios, la jornada laboral de Benjamin Franklin se distribuía en seis horas para el negocio, siete para el sueño, y el resto para la oración, la lectura o distracciones en compañía. Otra actitud característica de este tipo de burgués es la que tenía respecto a la competencia y la clientela, en este sentido cada comerciante tenía sus clientes y tratar de quitárselos a otro estaba totalmente prohibido, así lo reflejaban las normas para comerciantes, una de las cuales decía que: “no quites a nadie sus clientes ni sus proveedores, ni de palabra ni por escrito; y no hagas a otro lo que no quieras que se haga contigo”80. De la misma manera, se prohibía cualquier forma de captación de clientes que comprasen en otras tiendas mediante ofertas en precios, e incluso los rótulos de las tiendas.

Frente a este burgués de viejo estilo Sombart contrapone al sujeto económico moderno y detalla cuáles son sus rasgos característicos. En primer lugar se aprecia claramente un cambio en los valores que mueven al hombre moderno en su obrar, este cambio se aprecia en el hecho de que: “el hombre real, con sus placeres y

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Ibidem, p. 164. WEBER, Max, op. cit., p. 144. 79 SOMBART, Werner, op. cit., p. 166. 80 Ibidem, p. 170. 78

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sufrimientos, con sus necesidades y exigencias, haya dejado de ser el centro del interés, y que su lugar haya sido ocupado por abstracciones: la ganancia y los negocios”81. Como podemos comprobar, el hombre ha dejado de ser la medida de todas la cosa, y en este nuevo sujeto lo principal es la mayor ganancia posible y la máxima prosperidad en el negocio. Para Sombart, este sujeto moderno posee cuatro nociones de valor que representan una regresión al estado elemental del alma infantil: en primer lugar una valoración cuantitativa, este sujeto económico trata de convertir cualquier hecho a una magnitud, siendo la más valorada la económica, de una obra de arte lo que importa es su valor, su cuantificación en dinero, y así con todo. En segundo lugar interesa al hombre moderno: “la rapidez de cualquier acontecimiento”82, será esta una época en la que se busque constantemente el récord, no sólo la magnitud de un proyecto sino su también su rapidez. En tercer lugar atrae a este sujeto moderno lo nuevo, lo que no se había visto nunca, busca sobretodo la novedad. Y por último le interesa el sentimiento de poder, sentir que esté por encima de los demás, que es superior al resto. Si hemos dicho que en primer lugar lo que diferenciaba al sujeto económico moderno del burgués de viejo estilo era esa pérdida del hombre como medida de todas las cosas, en segundo lugar debemos hablar de que para el moderno empresario: “todos y cada uno de los momentos del día, del año, de la vida, se consagran al trabajo”83, nada que ver con Benjamin Franklin. En tercer lugar, al cambiar el objetivo de la economía han cambiado también los principios que presiden la conducta en los negocios, de esta forma se ha pasado a concebir los negocios solamente desde una óptica racional, la producción viene impuesta por las posibilidades de venta de los productos y no por su naturaleza y calidad, el cliente es el objeto de deseo de los empresarios por ello se busca llamar su atención y despertar su deseo de comprar. Para poder: “seducir al público con ventajas reales, se busca la máxima reducción de los costes de producción y de los precios de venta”84.

Una vez estudiado el espíritu de empresa y el espíritu burgués como elementos que conforman, al unirse, el espíritu capitalista, Sombart estudia los motivos y circunstancias a que debe su desarrollo el citado espíritu. En esencia son tres grandes motivos o circunstancias a los que dedica su atención. En primer lugar los fundamentos biológicos, en segundo lugar las fuerzas morales, y por último las circunstancias sociales. Como hemos podido comprobar, Sombart lleva a cabo un análisis más amplio de las condiciones que, en su opinión, dieron lugar al hombre 81

Ibidem, p. 179. Ibidem, p. 184. 83 Ibidem, p. 187. 84 Ibidem, p.189 82

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económico del capitalismo. A pesar de reconocer una cierta influencia en la mentalidad religiosa, no únicamente protestante, también judía y católica, para él, entran en juego otros elementos más importantes. Ciertamente, Weber no pasa por alto algunos de los motivos que esgrime Sombart, pero en su opinión: El poder ejercido por la concepción puritana de la vida no sólo favoreció la formación de capitales, sino, lo que es más importante, fue favorable sobre todo para la formación de la conducta burguesa y racional (desde el punto de vista económico), de la que el puritano fue el representante típico y más consecuente; dicha concepción, pues, asistió al nacimiento del moderno 85.

Vemos, que ambos autores, a pesar de diferir en los hechos y motivos que motivan la conducta del burgués, ven en él, el representante y catalizador del moderno hombre económico capitalista. Así, ambos coinciden, en que el hecho que determina la aparición de la mentalidad capitalista en la historia, es el nacimiento de este hombre llamado burgués.

2. Caracterización del capitalismo clásico 2.1 Racionalismo: o el deseo del hombre por conocerlo todo

En la primera parte de este trabajo hemos intentado dar una imagen de aquellos factores que contribuyeron al desarrollo de una mentalidad capitalista en la sociedad y que originaron el nacimiento del capitalismo como sistema económico. También hemos tenido ocasión de estudiar las teorías de Max Weber y Werner Sombart al respecto. Ahora vamos a tratar de describir cuáles eran los rasgos característicos de aquel primer capitalismo, lo cual contribuirá a que más adelante podamos establecer una comparativa entre el actual capitalismo y éste inicial. La primera característica del capitalismo inicial que vamos a estudiar es la racionalidad, que apareció con: El derrumbe de las creencias teológicas y la aparición científica del mundo, que llevó a la entronización de la física y las ciencias de la naturaleza, dio origen, en los siglos XVIII y XIX, a una cosmología mecánica, la imagen del mundo como una máquina o como un reloj celestial86

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WEBER, Max, op. cit., p. 142. BELL, Daniel, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Editorial, Madrid, 2010, p. 101. 86

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De esta forma nace el racionalismo, o el deseo del hombre de conseguir todo aquello que se proponga mediante el uso de la razón y su fuerza de voluntad. El prototipo de hombre de este estilo es el selfmade man americano, el hombre hecho a sí mismo, el hombre que no debe nada a nadie sino a su voluntad. Yo puedo entenderlo todo con mi razón; y por lo tanto, todo lo que yo no entienda no existe, todo lo que no pueda explicar cabalmente es inexistente. Así: El nuevo espíritu se caracterizó en lo científico por la investigación, por la búsqueda de la certidumbre, no a través de un estudio teórico solamente, sino, cuando esto fue posible, mediante la observación de la realidad. Nacía así el racionalismo, y, por esta vía, la posibilidad de un progreso científico y técnico, y, a través de ellos, la de una estructuración nueva de las relaciones políticas, sociales y económicas. Este proceso no supone en sí una ruptura con el concepto cristiano de la existencia; pero es una puerta abierta al indiferentismo religioso, social y moral87.

A medida que vayamos analizando la transformación del capitalismo, veremos como efectivamente, esta primera racionalidad, fue dando paso a una irracionalidad, precedida de una pérdida de la religiosidad en el hombre. Es esta racionalidad, para Weber, una de las propiedades de la economía capitalista clásica al encontrarse: Racionalizada sobre la base del más estricto cálculo, el hallarse ordenada, con plan y austeridad, al logro del éxito económico aspirado, en oposición al estilo de vida del campesino que vive al día, a la privilegiada parsimonia del viejo artesano y al , que atiende más bien al éxito político y a la especulación irracional”88.

Esta idea que nos presenta Weber se encuentra totalmente en sintonía con lo que hemos visto anteriormente sobre la influencia de la mentalidad protestante en la génesis del capitalismo, ya que si el éxito en los negocios podía interpretarse como signo de salvación eterna, así, el hombre con esta mentalidad tratará por todos los medios que su negocio llegue a buen puerto y es por ello que desarrollará una capacidad de analizar todos los factores y ordenarlos para conseguir un buen resultado empresarial. Por ello, de nuevo Weber nos dice que: Si, a pesar de todo, utilizamos provisionalmente la expresión para

designar aquella

mentalidad que aspira a

obtener un

lucro ejerciendo

sistemáticamente una profesión, una ganancia racionalmente legítima como se expuso en el ejemplo de Benjamin Franklin, es por la razón histórica de que dicha mentalidad ha

87 88

VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 268. WEBER, Max, op. cit., p. 62.

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encontrado su realización más adecuada en la moderna empresa capitalista, al mismo tiempo que ésta puede reconocer en aquélla su más adecuado impulso espiritual89.

Tanto Weber como Sombart recurren a Benjamin Franklin como el ejemplo o modelo ideal de lo que sería el hombre capitalista en su primera etapa. La filosofía de vida de Franklin puede resumirse en dos palabras: Industry and frugality (diligencia y moderación), pensamiento presente en otros autores como Adam Smith90. El camino para hacerse rico debe ser, para Franklin, no derrochar nunca ni tiempo ni dinero91. Con este propósito, diseñó un programa para tratar de alcanzar la perfección moral. Así, en sus memorias habla de su deseo de poder vivir sin cometer falta alguna, ya que: “deseaba superar todo aquello a lo que podían conducir la inclinación natural, el hábito o las malas compañías. Como sabía o creía saber lo que estaba bien y lo que estaba mal, no comprendía por qué no podía hacer siempre lo uno y omitir lo otro”92. De este modo, Franklin hizo una lista de las 13 virtudes que consideraba principales y cada semana trabajaba una de ellas con el objeto de conseguir alcanzarla. En la mentalidad de Franklin y en su obrar, vemos claramente esa racionalidad de la que hablábamos al principio, un intento de alcanzarlo todo mediante el uso de la razón y con la única fuerza de su voluntad, sin ayudas externas, uno solo. Para Sombart, en el desarrollo del capitalismo ha influido enormemente la experiencia, ya que ésta ha permitido: “llevar el racionalismo económico hasta su máxima perfección”93. Ya que abre la posibilidad a transmitirse las circunstancias y hechos de otras empresas y poder corregir o mejorar lo que éstas habían hecho con anterioridad. En un clima de competencia empresarial, con la vista puesta en los beneficios, el empresario se ve obligado a dar una estructura a su negocio para hacerlo más productivo. Por ello, se ve obligado a aprender de la experiencia para poder sobrevivir en el mercado, y debe organizar su empresa del modo más racional posible, entendiendo por racional, aquel modo más eficiente de llevar a cabo el proceso el productivo. El que ha sido considerado el padre de la ciencia económica, Adam Smith, en su explicación de la división del trabajo nos da un ejemplo claro de lo que estamos 89

Ibídem, p. 53. “(…) un trabajador, incluso de la clase más baja y pobre, si es frugal y laborioso, puede disfrutar de una cantidad de cosas necesarias y cómodas para la vida mucho mayor de la que pueda conseguir cualquier salvaje”, SMITH, Adam, La riqueza de las naciones, Alianza editorial, 2002, p. 28. 91 Esta idea del ahorro ya hemos visto que estaba presente tanto en la mentalidad protestante como en otras como la católica. 92 SOMBART, Werner, op. cit., p. 128. 93 Ibídem, p. 354. 90

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tratando, cómo organizar de una forma racional un negocio buscando aumentar la productividad con los medios de que se dispone. En su ejemplo de la manufactura de fabricación de alfileres, ejemplo que ha sido ampliamente citado durante años pero que no por ello podemos dejar de recordar a fin de clarificar nuestra explicación, Smith nos explica cómo un trabajador solo y no preparado no podrá hacer más de un alfiler al día. Pero siguiendo el método de la división del trabajo: Un hombre estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un cuarto lo afila, un quinto lo lima en un extremo para colocar la cabeza; el hacer la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas; el colocarla es una tarea especial y otra el esmaltar los alfileres; (…); y así la producción de un alfiler se divide en hasta dieciocho operaciones diferentes94.

De esta forma, según Smith, todos estos trabajadores conseguirían realizar unos cuarenta y ocho mil alfileres al día. Como vemos, del análisis de Smith se desprende una búsqueda de la maximización de la producción con los recursos limitados de que se dispone, una aplicación de la razón humana dirigida a la voluntad de mejorar los resultados empresariales. Es interesante

recordar lo que nos dice Richard

Sennet, y es que el propio Smith, en La riqueza de las naciones, advierte de que la división de un trabajo en tareas lleva a la rutina, y ésta: “se vuelve autodestructiva, porque los seres humanos pierden el control sobre sus propios esfuerzos; la falta de control sobre el tiempo de trabajo significa la muerte mental de las personas”95. Tendremos ocasión de ver cómo ha cambiado la conciencia que tiene de su trabajo el hombre con la transformación del capitalismo.

Tal y como afirma García Blanco, relacionando el pensamiento de Weber con la racionalidad en el capitalismo: Al distinguir el de la , del que está presente también en los órdenes económicos precapitalistas, Weber individualiza las características fundamentales del capitalismo moderno en la . La existencia de una organizada racionalmente – esto es, > –,

94

SMITH, Adam, op. Cit., p. 34. SENNET, Richard, La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Editorial Anagrama, Barcelona, 6ª edición, 2003, p. 37. 95

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unida a la utilización del trabajo libre y a una conducta civil racionalizada, hacen que el capitalismo se configure como el orden económico racional por excelencia96.

Como hemos podido comprobar el aprovechamiento del tiempo estaba presente en la mentalidad común en la primera etapa del capitalismo. Para Franklin el tiempo era dinero, y si alguien podía ganar diez chelines al día con su trabajo, pero: “dedica a pasear la mitad del día, o a holgazanear en su cuarto, aun cuando sólo dedique seis peniques para sus diversiones, no ha de contar esto sólo, sino que en realidad ha gastado, o más bien derrochado, cinco chelines más”97. Esta forma de pensar y vivir contrasta con la del tipo aristocrático para el que lo primordial era el tiempo pasado, como decía Berdiaev: “la aristocracia exige tiempo, no puede formarse rápidamente; la burguesía, por el contrario puede forjarse en una generación”98. Cuando hemos hablado de la aparición del burgués, nos hemos referido al tipo aristocrático y al revolucionario que ahora explicamos con más detalle. Así, el tipo aristocrático podía dedicar su tiempo a muchas cosas aparentemente insustanciales, pero el tipo burgués, en cambio, llega a interpretar su relación con la realidad desde un punto de vista económico, ya que su éxito o fracaso dependerá en gran medida de a qué dedique todo su tiempo. En cambio: “el tipo revolucionario (burgués o proletario), por el contrario, es aquél que se como el que debe todo lo que tiene a su propio esfuerzo o trabajo, (…). Por ello, en él radica un individualismo esencial”99. Podemos ver de qué forma está presente desde el primer momento este racionalismo e individualismo en el capitalismo clásico, es Tocqueville el que llega a afirmar que: “éstos no deben nada a nadie; por así decir, no esperan nada de nadie; se acostumbran a considerarse siempre aisladamente, y con gusto se figuran que todo su destino está en sus manos”100. Iremos viendo que esta racionalidad y esta forma de trabajar en el primer capitalismo, nos conducirá a una sociedad en la que el hombre: “evita la dependencia, no se ata a otros”101. A pesar de que nos encontramos una sociedad en la que los individuos se conciben solos y confían únicamente en ellos mismos para salir adelante, no pueden negar que de alguna forma necesitan a los demás, pero según Smith esta necesidad sólo viene dada por el beneficio que el otro me pueda proporcionar ya que:

96

GARCÍA BLANCO, José María, Industrialización, capitalismo y racionalidad en Max Weber, Revista española de investigaciones sociológicas, ISSN 0210-5233, Nº 35, 1986 , pags. 81-88 97 WEBER, Max, op. cit., p. 39. 98 BERDIAEV, Nicolai, El Cristianismo y la Lucha de Clases, Espasa-Calpe, Madrid 1963, 6ª edic, p. 90. 99 BARRAYCOA, Javier, op. cit., p. 58. 100 DE TOCQUEVILLE, Alexis, La Democracia en América, Orbis, Barcelona 1985, pp. 187 y s. 101 SENNET, Richard, La cultura del nuevo capitalismo, Editorial Anagrama, Barcelona, 3ª edición, 2008, p. 44.

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El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultaría inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. (…) Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas102.

Como vemos, para el tipo revolucionario o burgués: Todo puede y debe ser interpretado económicamente. Aún en el descanso y el ocio sigue siendo esencialmente un hombre económico: nunca le abandona la preocupación y los proyectos; desconoce la despreocupación vital del tipo aristocrático y pone toda su confianza en su propio esfuerzo. Interpretando toda la realidad en sentido económico su característica más visible es la imparable actividad que igualmente desconoce el tipo aristocrático103.

Para Sombart, el hombre económico moderno posee un alma que le empuja siempre a buscar algo más, a seguir creciendo, a no conformarse con lo que ya posee, pero: “el ansia que siente el sujeto económico por la infinitud de su obra le viene impuesto desde fuera por la violencia de las circunstancias”104. Estas circunstancias son por una lado la técnica, que con su constante evolución y mejora cuestiona todas las barreras naturales que existían hasta ese momento; y por otro lado la propia organización económica que lleva a los hombres a ocuparse de varios negocios a la vez para obtener una rentabilidad segura. Además, trata de buscar la mayor velocidad de giro del capital posible ya que: “cuanto mayor es la frecuencia con que se transforma un capital de determinado volumen, más barato se hace el producto y mayor es el beneficio total”105. Hemos tenido oportunidad de ver, a través de diversos autores, de qué forma el racionalismo estaba presente en el primer capitalismo. Como afirma García Blanco: “para Weber, el capitalismo moderno encarna de forma típica el racionalismo económico, que en general significa el sometimiento de toda la actividad económica al cálculo económico exacto y a los principios de la ciencia y la técnica modernas, y 102

SMITH, Adam, op. cit., p. 45-46. BARRAYCOA, Javier, op. cit., p. 59. 104 SOMBART, Werner, op. cit., p.357. 105 Ibídem, p. 359. 103

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más especialmente la , la cual sólo es posible ”106.

También hemos podido empezar a dar algunas notas sobre de qué forma irá cambiando esta mentalidad racionalista y a dónde podía conducir una división del trabajo demasiado específica. Sobre el concepto y fin del trabajo en el capitalismo iremos hablando a lo largo de los siguientes apartados, pero queremos apuntar brevemente una reflexión. Hemos podido ver la importancia de un orden racional en la vida económica, y con ello hemos visto las ideas de Smith sobre la división del trabajo y sus consecuencias. Richard Sennet nos dice que el capitalismo primitivo incitaba a la revolución, y por ello las empresas debieron buscar la estabilidad, esto se consiguió: “gracias a que aplicaron al capitalismo modelos militares de organización”107. De esta forma, en la Alemania de Bismarck: Este modelo militar empezó a aplicarse a las empresas y a las instituciones de la sociedad civil (…). Independientemente del grado de pobreza en que se encuentre, es menos probable que se rebele el trabajador que se sabe en una posición socialmente reconocida que el que es incapaz de encontrar de encontrar sentido a su posición en la sociedad108.

Hemos visto anteriormente que la ética protestante consideraba el trabajo como vocación, y tendremos ocasión de profundizar un poco más al respecto. Con ello ya tenemos un primer elemento de sentido para el trabajo en el primer capitalismo, la gratificación postergada. Pero acabamos de encontrar otro, al trabajador le da sentido a su existencia social, y al Estado le asegura una aparente tranquilidad. Por último, recordamos que la especialización en el trabajo viene dada por: “La idea de un aprovechamiento más racional del trabajo humano [que] había ya sido apuntada por algunos economistas de comienzos del siglo XIX, que se preocuparon por la adaptación del obrero a la máquina y al trabajo de la fábrica”109.

2.2 Orden moral y político en el primer capitalismo.

Al tratar de caracterizar el capitalismo clásico debemos volver sobre algo que ya hemos tratado en un primer momento en la génesis del capitalismo pero que ahora trataremos de abordar como columna vertebral del mismo. En nuestros días puede parecer extraño que la religión o la moral ocupasen un lugar tan predominante en la 106

GARCIA BLANCO, José María, op. cit. SENNET, Richard, La cultura del nuevo capitalismo, op. cit., p. 23. 108 Ibídem, p. 24. 109 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 316, Tomo II. 107

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estructuración del capitalismo de primer cuño, sobretodo porque como iremos viendo la antigua moralidad ha dado paso a la inmoralidad, el respeto a la competencia ha mutado en una batalla por ser el primero destruyendo a ser posible al rival; en definitiva se trata de un capitalismo que dista mucho de lo que fue en sus orígenes. Como decía Sombart: “en todo empresario capitalista se esconde un burgués”. Con lo cual, nos quería decir que todo capitalista, al menos en su etapa inicial, orientaba su vida y sus acciones a un fin concreto y para conseguirlo trataba de llevar una vida ordenada, formal y prudente. Para ello se esforzaba en adquirir y practicar todo un conjunto de virtudes que racionalmente veía que le ayudaban en sus negocios, así como en su vida cotidiana. Lo que debe ser aclarado es que con el término burgués no quería Sombart designar a toda una clase social (comerciantes o artesanos), sino más bien a: “una figura especial que se desarrolla precisamente a partir de estos grupos aparentemente burgueses, a una persona de muy peculiar conformación psíquica”110. Es algo que ya hemos podido comprobar en anteriores apartados.

Esta práctica de la virtud como forma de vida era habitual ya en la Florencia del siglo XV, como hemos podido ver anteriormente con el caso de Alberti. De lo que se trata ahora, es de dar una explicación del ambiente espiritual y de la concepción burguesa del mundo, que motivaron que la lucha por la virtud estuviese presente en la vida de los primeros capitalistas. El nacimiento del burgués tiene como uno de sus motivos la crítica a la forma de vida señorial, a ese tipo aristocrático que: “puede gozarse en el pasado vivido por sus antepasados”111. Y es que, para el aristócrata o noble, su posición económica deriva directamente de la posición social que ocupa y no se relaciona con lo que le rodea en un sentido económico, podemos decir que todo le ha venido dado, para las personas de esta clase social, en palabras de Ortega y Gasset “vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”112; y podemos añadir que: “en ningún momento aparece en su conciencia el deseo de la realidad porque la acepta tal como es, con su orden, sus normas y sus códigos valorativos. Sus acciones se regulan principalmente por la fuerza de las tradiciones y no se someten a modas pasajeras”113.

Como contraposición a esta clase acomodada aparece el burgués, y con él su peculiar forma de enfrentarse al mundo para tratar de transformarlo y aprovechar 110

SOMBART, Werner, op. cit, p. 115. BARRAYCOA, Javier, op. cit., p. 56. 112 ORTEGA Y GASSET, José, La rebelión de las masas, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p.49. 113 BARRAYCOA, Javier, op.cit., p. 57. 111

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todo aquello que se le presente para mejorar su posición social. Para ello, conforma el carácter de este sujeto una actitud constante de superación, y la búsqueda en todo momento de la perfección en lo que hace y en su vida. Es inseparable de esta búsqueda de perfección el carácter religioso del burgués, y del primer capitalista, lo que le lleva a buscar no tanto su riqueza personal como a incrementar la riqueza de la sociedad en la que vive y agradar a Dios. La prudencia es de suma importancia para este hombre, así se nos dice que: “el comerciante diligente es el comerciante prudente y perfecto. Ha de evitar por completo todo placer y distracción por muy inocentes que parezcan”114. Como vemos el comerciante debe vivir la prudencia y buscar la perfección, evitando en todo momento absurdas distracciones, en su evolución podremos ver como el capitalismo acabará por convertirse en la venta de distracciones y experiencias.

Una vez más, para ilustrar lo que queremos decir, recurrimos a la figura de Benjamin Franklin, quien mejor representa la lucha por la perfección moral ya que para: “él todo se ha convertido en norma, todo se aprecia con medida exacta, toda acción rebosa erudición económica”115. Como hemos comentado anteriormente, con el objetivo de alcanzar la citada perfección moral, Franklin resumió en 13 virtudes todo aquello que creía importante, y a su vez acompañaba cada virtud con un pequeño lema que trataba de expresar todo el significado que él le daba. Las virtudes elegidas por Franklin fueron: la templanza; el silencio; el orden; la decisión; la parsimonia; la diligencia; la sinceridad; la justicia; la ponderación; la limpieza; la serenidad; la castidad; y la humildad. El propio Franklin nos explica de qué manera llevó a cabo su lucha por alcanzar cada una de estas virtudes:

Me hice un cuadernito, designando una página para cada una de las virtudes; tracé después unas rayas con tinta roja de forma que quedaran siete recuadros, uno para cada día de la semana y los marqué con la letra inicial del día. Tracé asimismo en cada una de las casillas 13 líneas rojas horizontales, y puse al principio de cada línea las letras iniciales de una de las virtudes, a fin de señalar en la línea y recuadro correspondientes con una crucecita negra las faltas en las que según

detallado examen mío hubiese

incurrido en ese día116.

Sin duda, este fragmento de las memorias de Benjamin Franklin nos muestra mejor que cualquier otro la grave preocupación que sentía por una vida ordenada, diligente y moderada. Si hemos ido recurriendo a la figura de Franklin durante nuestro

114

SOMBART, Werner, op. cit., p. 126. Ibídem, p. 127. 116 Ibídem, p. 130. 115

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estudio, es para tratar de facilitar la visualización de lo que queremos exponer al verse representado en su vida.

Este espíritu, esta visión de la economía y de la vida, se transmitió y se convirtió con el tiempo en un elemento del espíritu capitalista. Para ello ayudó la difusión de las doctrinas de Franklin a través de una publicación periódica que él mismo creó llamada Poor Richard’s Almanack117. En dicha publicación, apareció en 1758 un discurso titulado El camino hacia la riqueza118 (The way to wealth), traducido a diversos idiomas y constantemente reimpreso, dice Franklin por boca del Pobre Richard que la pereza hace las cosas difíciles, mientras que la diligencia las facilita, y acostarse pronto y levantarse temprano hacen a un hombre sano, rico y sabio. Como podemos ver: “La ética protestante y el temperamento puritano fueron códigos que exaltaban el trabajo, la sobriedad, la frugalidad, el freno sexual y una actitud prohibitiva hacia la vida”119.Daniel Bell encuadra esta afirmación en la vida norteamericana aunque también puede extenderse a la de la Europa protestante, y nos recuerda que el código de conducta, el orden moral que marcaba la vida de las personas era el protestantismo y el puritanismo. Ellos, definían lo que era moral, y se enfatizaba el ser una persona respetada a nivel social. Sobretodo en Estados Unidos, durante la primera parte del siglo XX, la forma básica de organización social fue la pequeña ciudad, en esta situación, la moral era utilizada para imponer códigos de sanciones comunitarias, y además, esta pequeña ciudad y su moral daban sentido y justificación al trabajo (como hemos comentado antes, el trabajo daba sentido social a la vida de la gente). Este respeto social era importante ya que la vida de la gente se desarrollaba en ciudades o pueblos pequeños en los que la forma de mantener el orden entre la población, era, antes que con la ley positiva, a través del desprecio social por contravenir la moral pública. Ya que, como nos dice Weber: Estos favoritos de la gracia, los elegidos y, por lo mismo, santos, faltándoles la conciencia de la propia debilidad, no se sentían indulgentes ante el pecado cometido por el prójimo, sino que odiaban y despreciaban al que aparecía como un enemigo de Dios, que llevaba impreso el signo de la condenación eterna120. 117

http://www.britannica.com/EBchecked/topic/469948/Poor-Richard (Consultado: 3 de junio de 2011) 118 “Sloth makes all things difficult, but industry all easy, and He that riseth late must trot all day, and shall scarce overtake his business at night; while Laziness travels so slowly, that Poverty soon overtakes him. Drive thy business, let not that drive thee, and Early to bed, and early to rise, makes a man healthy, wealthy, and wise” 119 BELL, Daniel, op. cit., p. 64 120 WEBER, Max, op. cit., p. 100.

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Para entender el porqué una sociedad se organiza de esta forma, y la forma en que la moral acaba siendo un factor tan importante en la vida de una pequeña ciudad, debemos tener en cuenta que además de la ética protestante (para el caso de Estados Unidos y gran parte de países europeos), el factor que más ha influido en la mente norteamericana ha sido el temperamento puritano. El hecho central de su creencia era una hostilidad121 hacia la civilización, por considerarla corrupta. Por ello, deseaba volver a una sociedad en la que las normas de conducta deben provenir directamente de la voluntad de Dios, y no de instituciones hechas por los hombres. Asimismo, los puritanos se comprometían a llevar una vida ejemplar, y es este punto el que nos puede ayudar a entender mejor el porqué de la importancia e influencia de la moral en

las pequeñas ciudades, ya que debía servir a que todos ellos

alcanzasen esa vida ejemplar de la que hemos hablado. A pesar de lo irracional que puedan parecer los cimientos del puritanismo: “la comunidad misma se gobernaba por una moralidad racional en la que la ley moral era una fría y virtuosa necesidad”122. La palabra “necesidad” nos parece fundamental en la anterior cita, la moral era, para la vida de estos hombres, una total necesidad, pero en un sentido práctico, ya que la necesitaban como el que necesita una cuerda para no caer al vacío, necesitaban atarse a ella porque de otra forma consideraban que nunca serían perfectos.

Lo fundamental de esta moral era que sirviese como una herramienta que regulase la vida diaria de todos los habitantes de la ciudad. Su núcleo, no era otro que: “un intenso celo moral por la regulación de la conducta cotidiana, no porque los puritanos fueran rudos o lascivos, sino porque habían fundado su comunidad como un pacto del que todos los individuos compartían la responsabilidad”123. En una sociedad de este tipo, uno ya no se preocupa únicamente de sus pecados, sino que vigila constantemente a los demás, ya que los pecados de los otros irán en perjuicio de toda la sociedad.

De esta forma, el orden moral que hemos descrito, acabará influyendo o actuando como orden político. Ya que, lo que mueve a las personas en su quehacer diario es buscar que los que le rodean le consideren una persona respetable, y hacer que los demás también lo sean. Esta mentalidad sigue estando presente de alguna forma en determinados ambientes sociales, y queda reflejada maravillosamente en el

121

El cine nos ha dado un ejemplo claro en la película El bosque, Night Shyamalan, Michael, 2004. BELL, Daniel, op. cit. p.67 123 Ibidem. 122

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discurso de agradecimiento que le dedican a Jack Nicholson en la película “About Schmidt” cuando un compañero le dice que lo realmente importante es: Saber que has dedicado toda tu vida a algo valioso, a ser eficiente y trabajar para una buena empresa, una de las compañías de seguros mejor consideradas del país, a formar una familia de la que te sientes orgulloso construyéndote un sólido hogar, a granjearte el respeto de tu comunidad, y a tener amistades maravillosas y duraderas. Si al final de su vida profesional un hombre puede mirar atrás y decir “he hecho mi trabajo”, entonces puede jubilarse con la frente muy alta y disfrutar de ciertas riquezas que van más allá de las monetarias124.

En una sociedad como la descrita, en la que un determinado tipo de moral se convierte en medio de control de todos los ciudadanos, cuando uno actúa contra ese orden establecido, o bien es expulsado, o bien debe ser reconducido al “buen camino”, y ser purificado de alguna forma para que pueda ser readmitido en la “civilización”. Para intentar hacer más atractiva nuestra explicación, queremos recurrir de nuevo al cine para mostrar más claramente el orden moral que queremos describir. En la película La cinta blanca125, un pastor protestante habla a sus hijos que han llegado tarde a cenar diciéndoles que: “Estaréis de acuerdo conmigo en que vuestro

comportamiento

no

puede

quedar

impune

si

queremos

convivir

respetándonos mutuamente126”. Pero ya antes, les había dicho que no sabía qué era más triste, si su ausencia o su regreso. Esto es así, porque el regreso trae consigo la falta cometida, el “pecado”, la rebeldía contra el orden moral establecido. Por ello será necesario que de alguna forma purguen ese pecado. Su padre les recuerda que cuando eran pequeños su madre les ataba a veces una cinta blanca como símbolo de su inocencia y pureza, entonces el pastor se lamenta porque: Creía que a vuestra edad la virtud y la decencia llenaban vuestros corazones y que ya no necesitabais tal recordatorio, estaba equivocado. Mañana en cuanto seáis purificados mediante los azotes vuestra madre os pondrá de nuevo una cinta y la llevareis hasta que vuestro comportamiento nos demuestre que podemos volver a confiar en vosotros.

Este es el orden moral del que estamos hablando, una moral que sobretodo es útil para mantener un cierto orden entre los ciudadanos, que es entendida y vivida como un camino de purificación para poder encontrar a Dios y no como una consecuencia

124

A propósito de Schmidt, Payne, Alexander, 2002. La cinta blanca, Haneke, Michael, 2009. 126 Qué diferente del hijo pródigo que vuelve y encuentra la mesa preparada para celebrar su regreso. 125

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de ese encuentro. No es Dios el que sale al encuentro del hombre, sino que es el hombre el que debe hacer todo el camino solo para llegar a Él.

Podemos decir que en este tipo de sociedad, en la que nace el primer capitalismo, los valores que más se enfatizan a la hora de alabar la vida de un hombre son el ser eficiente, conseguir el respeto de la comunidad y haber hecho bien su trabajo. Estos son los factores más importantes que debía tener en cuenta un hombre y a los que debía aspirar si quería alcanzar de alguna forma un pequeño atisbo de elección divina que le permitiese sentir que sería salvado. Ya que, como hemos visto en la primera parte, no se buscaba con todo esto un beneficio inmediato, se vivía y obraba pensando en una recompensa en la otra vida; no disfrutar de nada127 ahora era el camino más directo para ganarse una eternidad llena de felicidad.

La austeridad, la moderación, la frugalidad, la diligencia en el trabajo, alcanzar la virtud en todos los aspectos de la vida era el leit motiv en la vida del primer capitalismo. La palabra preferida de Franklin era “útil”, hacía algo o incluso creía en algo si era útil, este era el criterio en base al cual podía tomar cualquier decisión, de esta forma: “consideró útil creer en Dios, pues Dios recompensa la virtud y castiga el vicio”128. En la misma línea, Weber dice que: “No se pedía al rico, sino que usase de sus bienes para cosas necesarias y prácticamente útiles”129. Podremos ver, que con la transformación del capitalismo, esta moral pierde su sentido, principalmente a causa de cambios culturales y por la pérdida de la religiosidad en el hombre. Así, la moral que encontraremos en el nuevo capitalismo, no será un freno a los excesos ni la invitación a una vida de virtud y moderación, ya que la nueva moral buscaba romper radicalmente con todo el orden moral anterior. Como se verá en la última parte del trabajo, no hay duda de que lo consiguió.

2.3 Ahorro y producción: o una vida orientada a la prosperidad

La aparición del capitalismo en el mundo trae consigo cambios en todos los ámbitos de la vida. Incluso el propio capitalismo irá mutando con el tiempo, influenciado por

127

En la película El festín de Babette, cuando algunos habitantes del pueblo son invitados a una cena copiosa y deliciosa, se recuerdan entre ellos que: “no debemos saborear nada recemos, con las palabras del pastor: Que mi cuerpo se alimente hoy, que mi cuerpo sea esclavo de mi alma, que mi alma avance hacia delante a la gloria del Señor. (…) No digan nada de la comida, nada ni una palabra, lo mismo que en las bodas de Canaán, la comida no tiene importancia, no pensaremos en ella (…) El hombre no sólo se abstendrá sino que también rechazará cualquier pensamiento de comida y bebida, solamente entonces podrá comer y beber en el debido espíritu” 128 BELL, Daniel, op. cit., p. 66 129 WEBER, Max, op. cit., p. 140.

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lo que él mismo ha creado. Esperamos poder ir explicándolo a lo largo de este trabajo.

Pero lo que nos interesa en este punto es destacar cómo el capitalismo clásico estaba orientado básicamente a la producción y al ahorro, en contraposición con lo que será el capitalismo posterior que estará totalmente orientado al consumo. Como ya hemos tenido ocasión de ver anteriormente, en la mentalidad del primer capitalista está presente el ahorro como el mejor medio de prosperar en la vida: “¡Ahorrar!, ¡ahorrar!, nos grita Franklin desde cada página de su obra”130. Por su parte, Weber nos dice que: La ganancia no es un medio para la satisfacción de necesidades vitales materiales del hombre, sino que más bien éste debe adquirir, porque tal es el fin de su vida (…) La ganancia de dinero – cuando se verifica legalmente – representa, dentro del orden económico moderno, el resultado y la expresión de la virtud en el trabajo, y esta virtud, fácil es reconocerlo, constituye el auténtico alfa y omega de la moral de Franklin.131

Dicho capitalismo de producción trae consigo la aparición de los mercados de masas, podemos situar cronológicamente este período en la década de 1880132. Entre los factores que influyeron en crear un consumo de masas, cabe destacar la mejora de las infraestructuras, el transporte y las comunicaciones. Es durante esta época, cuando adquieren mayor importancia y perfección avances como el ferrocarril, el telégrafo o el teléfono. Todas estas mejoras permitieron que se pasase de pronto de un mercado casi local, a un mercado internacional. Ya que el coste de transportar mercancías de un lugar a otro, se vio reducido con las mejoras en los transportes, así como el tiempo que se debía invertir en transportarlas. Es importante destacar también que no solamente se llevó a cabo una mejora en el ámbito de los transportes, sino que la evolución en la maquinaria destinada a la producción, trajo consigo la posibilidad de la fabricación continua, que llevó a un aumento de la productividad con menor coste133. De esta forma, las nuevas técnicas de: “fabricación ininterrumpida permitieron producir en grandes series artículos estandarizados que, envasados en pequeñas cantidades y con nombre de marca, podían distribuirse a escala nacional, a precio

130

SOMBART, Werner, op. cit., p.128 WEBER, Max, op. cit., p. 43 132 Autores como Vicente Verdú sitúan su inicio a finales del siglo XVIII 133 En 1880 en Estados Unidos, una máquina podía fabricar 120.000 cigarrillos al día. Treinta máquinas eran suficientes para saturar el mercado. 131

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unitario muy bajo”134. La aparición de esta producción a gran escala se debe, en gran parte, a la reestructuración de las fábricas siguiendo los criterios de una organización racional o científica del trabajo, algo que ya hemos tratado anteriormente. Como podemos observar, la visión racional de la producción llevó a buscar formas de mejorar la producción y reducir los costes unitarios de fabricación. Aquí, nos encontramos con Henry Ford, cuya cadena de montaje del Ford modelo T pasó de necesitar doce horas y veintiocho minutos para ensamblar el chasis del automóvil, a una hora con treinta y tres minutos135. Hoy en día todo el mundo admite que la cadena de montaje del Ford T revolucionó el proceso de fabricación, permitió rebajar el precio de venta hasta un 50% y las ventas de vehículos de precio moderado se dispararon de tal forma que se llegó a afirmar irónicamente que era “inútil tratar de adelantar a un Ford, porque siempre habrá otro por delante".

Tal y como hemos ido apuntando en apartados anteriores, el trabajador se vio también afectado por estos cambios. Sobretodo, cuando se abandona el concepto cuantitativo de la producción y se empieza a buscar la máxima utilización del elemento humano, ya que con ello nos dirigimos a una mayor especialización. De esta forma: Si en el principio la máquina pareció capaz de reemplazar al hombre, el progreso en la producción fue revelando la necesidad de formar obreros especializados, que supieran manejar u obtener el máximo rendimiento de la máquina. La especialización era, por otra parte, una necesidad, debido a la complejidad del utillaje y a la variedad de los procesos de producción”136.

Como puede verse, el cambio que se ha producido en el mercado y en los hábitos de compra de la gente como consecuencia de todos los cambios operados es enorme. Ya que, la estrategia económica capitalista rompe con lo que había sido la economía en el pasado, de pronto se busca vender una mayor cantidad de productos con una margen de beneficios menor antes que un menor número con un mayor margen de beneficio. Estamos ante algo totalmente novedoso, ya no se busca el beneficio mediante el incremento del precio de venta del producto, sino con la reducción del mismo, es decir: “la búsqueda del beneficio por el volumen y la práctica del bajo precio”137. El primer y principal exponente del consumo de masas fueron los Estados Unidos, gracias a:

134

LIPOVETSKY, Gilles, La felicidad paradójica, ed, Anagrama, Barcelona 2007, p. 23. La planta de Highland Park producía mil coches diarios. 136 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 316-317, Tomo II. 137 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 24. 135

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Su enorme mercado interior, auténtico continente, sin barreras ni impuestos estatales, y una población nueva, sin grandes diferencias sociales, que se acomodó por tanto, a una producción standard y proporcionó a la industria americana lo que faltaba en Europa en su momento: un consumo en masa (Mass Market), que permitió una intensa racionalización138.

A pesar de todo lo expuesto, especialmente en europa, el acceso a estos nuevos productos todavía estuvo reservado a una clase burguesa que podía permitirse su adquisición ya que en la mayoría de hogares los recursos seguían siendo muy limitados139. Pese a esta primera limitación en el acceso de las clases modestas a dichos bienes, podemos ver cómo ya se ha iniciado el camino para que una gran cantidad de productos estén por primera vez al alcance de muchas más personas que antes.

Será gracias a la producción en masa como harán su aparición por primera vez las marcas. Hasta finales del siglo XIX los productos se vendían a granel, eran anónimos y las marcas nacionales eran poco numerosas. Fue la estandarización de los productos adaptados a los nuevos sistemas de producción y su forma de empaquetarlos para una mejor distribución a través de los mercados nacionales, lo que impulsó que el nombre del fabricante, u otro creado específicamente para el producto, apareciese en los envases, y que a partir de ese momento la gente relacionase un producto con una marca concreta. Fue durante esta época cuando aparecieron compañías como Coca-Cola, American Tobacco, Procter & Gamble o Heinz, que todavía son referentes hoy en día en su sector.

Con la aparición de las marcas se produjo un cambio importante en los hábitos de compra de los consumidores y se modificaron las relaciones entre éstos y los minoristas. En este momento: “no será ya del vendedor de quien se fíe el comprador, sino de la marca, pues la garantía y la calidad de los productos se han transferido al fabricante”140. El consumidor tradicional, ha dado paso a un nuevo tipo de consumidor, que buscará en los productos de marca la satisfacción de sus necesidades, y a su vez las marcas le buscarán a él, tratarán de atraerle mediante el uso de la publicidad que poco a poco irá adquiriendo mayor importancia.

138

VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 228, Tomo II. “En 1929 había 19 automóviles por cada cien estadounidenses, y dos por cada cien franceses y cada cien británicos. En 1932 había en Estados Unidos 740 aspiradoras, 1.580 planchas eléctricas y 180 hornos eléctricos por cada diez mil personas, mientras que en Francia había respectivamente, 120, 850 y 8” LIPOVETSKY, Gilles, op. cit. p. 24. 140 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 25. 139

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Este consumo o comercio de masas que viene como consecuencia de los cambios en la producción, se ve impulsado a su vez por la aparición de los grandes almacenes. Del mismo modo que las grandes compañías jugaban con márgenes bajos de beneficio pero grandes volúmenes de producción, los grandes almacenes buscaron en un primer momento una rotación rápida de existencias y ofrecer bajos precios, de esta forma se intentaba conseguir una mayor rapidez de salida de la mayor cantidad de productos posibles con un margen de beneficios reducido. Además, los grandes almacenes ofrecían una gran variedad de productos a disposición de los clientes; con sus políticas de precios fijos llevaron a que se rompiese una tradición comercial como era el regateo, y al vender a precios bajos pusieron al alcance de las clases más modestas productos que hasta entonces estaban reservados a unas minorías.

Probablemente una de las mayores contradicciones del capitalismo nazca aquí, ya que se pasará de una fase en la que la lógica era que el “ahora” no tenía apenas importancia, a una en la que se vivirá para el momento. Este primer capitalismo ensalzaba: El precepto de la gratificación aplazada, o lo que es lo mismo, el sacrificio de unas recompensas presentes concretas en aras de unos beneficios futuros imprecisos, así como de unas recompensas individuales en beneficio del , lo que en su debido momento procuraría una mejor vida para todos. En una sociedad de producción el largo plazo tiene prioridad sobre el corto, y las necesidades del todo sobre las necesidades de sus partes. De ahí que las alegrías y las satisfacciones derivadas de los valores y sean proclamadas superiores a los arrebatos individuales de carácter fugaz141.

Veremos en la siguiente parte que se producirá un cambio sustancial en lo que había sido el comercio hasta entonces. Se establecerá como objetivo el despertar en los consumidores la necesidad de comprar, no únicamente por necesidad, sino por placer. Como afirma Lipovetsky: “los grandes almacenes fueron, con la publicidad, los principales instrumentos de la promoción del consumo a arte de vivir y a emblema de la felicidad moderna (…) el ir de tiendas se convertía en una forma de ocupar el tiempo, un estilo de vida de las clases medias”142.

141

BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo. Ética del individuo en la aldea global, Ediciones Paidós, Barcelona, 2010, p. 214. 142 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 27.

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3. Transformación del capitalismo: el postcapitalismo y sus consecuencias. 3.1 Consumismo: o la invitación a una vida de excesos

Como hemos tenido ocasión de ver el capitalismo clásico o de producción estaba claramente enfocado a la producción y tenía entre sus características principales el invitar a una vida de moderación y ahorro. Pero tras esta primera fase de ahorro y empujado por el progreso tecnológico en la industria, el capitalismo entra en una fase de consumo que podemos dividir en dos etapas, una relacionada con el modelo fordiano de producción, que suministra al mercado una mayor cantidad de productos al alcance de la mayoría de la población. La otra fase empieza con el ocaso del modelo fordiano, una vez que la demanda se ha visto saturada por ese aumento productivo y nacen nuevas necesidades relacionadas no con productos materiales sino con experiencias. Esta última fase vendrá de la mano de cambios culturales importantes en la sociedad que veremos más adelante, y que nacerán, como ya habíamos señalado anteriormente, como una revolución contra el orden establecido. La consecuencia de esta revolución será la muerte de la visión burguesa que hasta entonces había prevalecido. Ya que, como nos dice Lipovetsky: “el planeta del consumo de masas se construye eliminando comportamientos tradicionales, destruyendo las normas puritanas, haciendo que queden sin herederos las culturas campesinas y obreras”143.

Este consumo masivo tiene su inicio, según Daniel Bell, en el decenio de 1920, y tuvo su razón de ser, como ya hemos apuntado, en los avances y revoluciones que se llevaron a cabo en la tecnología, de forma muy destacada gracias a la aplicación de la energía eléctrica a las tareas domésticas, y también por tres invenciones sociales: “la producción masiva de una línea de montaje, (…); el desarrollo del marketing (…); y la difusión de la compra a plazos”144. Veamos con algo más de detalles cada una de estas invenciones.

En primer lugar, la producción masiva de una línea de montaje, hizo posible el automóvil barato. La difusión del modelo fordiano, que ya hemos visto anteriormente, y el modelo taylorista145 de organización de la producción. La idea de Taylor era: 143

LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 122. BELL, Daniel, op. cit. p. 73. 145 http://www.britannica.com/EBchecked/topic/1387100/Taylorism (Consultado: 5 de junio de 2011). 144

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Sustituir la rutina por métodos científicos y racionales, lo que llamó scientific management, (…), cuyo objetivo era la determinación del tiempo standard para un tipo de trabajo también standard. La finalidad última del scientific management era el rendimiento máximo por medio del automatismo riguroso, que asimilara el hombre lo más posible a la máquina con la que trabaja146.

Como vemos el fin era maximizar la eficiencia de la mano de obra y de las máquinas y herramientas, mediante la división sistemática de las tareas, la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el cronometraje de las operaciones. Además se buscaba que el salario estuviese en función del rendimiento de cada trabajador. La aplicación de estos dos modelos de producción trajo consigo un incremento de la productividad muy importante, así como la elevación de los salarios. A partir de ahora: “las palabras clave en las organizaciones industriales eran: especialización, estandarización, repetición, elevación de los volúmenes de producción”147.

Mientras que en la fase anterior nos encontrábamos con una economía sobretodo de primera necesidad, lo cual llevaba a que el consumo estuviese formado en su mayoría por productos alimenticios. La llegada de las mejoras en la producción abrió el camino hacia una sociedad de la abundancia. Era cuestión de tiempo que productos que anteriormente sólo se encontraban a disposición de unos pocos privilegiados llegasen a hogares y familias que hasta ese momento no gozaban de ellos, es el caso del coche, la televisión o los electrodomésticos. Es precisamente durante esta fase donde observamos cómo el gasto que las familias realizan en productos alimenticios se reduce prácticamente a la mitad148. Poco a poco esto irá provocando una transformación cultural de la sociedad moderna, que analizaremos en el último punto, debida en gran parte: Al ascenso del consumo masivo, a la difusión de los que antaño eran considerados lujos a las clases media y baja de la sociedad. En este proceso, los lujos del pasado son constantemente redefinidos como necesidades, de modo que llega a parecer increíble que un objeto ordinario pueda haber sido considerado alguna vez fuera del alcance de un hombre149.

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VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, op. cit., p. 317, Tomo II. LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 29. 148 “del 49,9% en 1950 al 20,5% en 1980” Ibídem, p. 28. 149 BELL, Daniel, op. cit., p. 73. 147

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Para llevar a cabo la distribución de una cantidad cada vez mayor de productos será necesario crear centros acordes con un volumen tan elevado, por ello a partir de la mitad del siglo XX hacen su aparición las grandes superficies150, en las que cada uno se sirve lo que quiere y tiene ante sí todo un mundo de diferentes posibilidades entre las que elegir. La irrupción de los hipermercados y el autoservicio no sólo puso al alcance de todo el mundo una gran variedad de productos, sino que provocó una lucha por ofrecer los precios más bajos, así esta fase también trajo consigo una revolución comercial.

La segunda de las invenciones que favorecieron el desarrollo del consumo masivo fue el desarrollo del marketing. Principalmente, racionalizó el arte de identificar diferentes tipos de grupos de compradores y de estimular los apetitos del consumidor. Se llega a un punto en el que producir a gran escala el mismo producto para todo el mundo deja de ser efectivo, es aquí cuando el modelo fordiano empieza a dar síntomas de agotamiento, el mercado está saturado y es necesario un cambio que debe venir no de una mejora técnica de la producción, sino del descubrimiento de nuevos nichos de mercado y de nuevas necesidades en la gente. Evidentemente no se llegaría a este punto si antes no hubiese existido una abundancia de productos que hubiese hecho nacer en la gente el gusto por el consumo, poniendo a su alcance productos que antes no podían conseguir, pero ya no les basta, ya que: “cuanto más se consume, más se quiere consumir: la época de la abundancia es inseparable de la hinchazón indefinida de la esfera de las satisfacciones anheladas y de la incapacidad para calmar el hambre de consumo”151. De esta forma, mediante el uso de las técnicas de marketing se empieza a clasificar a los tipos de consumidores y se crean productos específicos para cada grupo. Productos que les caracterizan y que sólo ellos consumen, no se busca tanto el valor de uso del producto como el rango que uno adquiere ante los demás por consumirlo.

A diferencia de lo que sucedía en la primera fase en la que el trabajo y las riquezas eran considerados signos de la elección, ahora, pasan a convertirse en: “los símbolos de la respetabilidad”152. Se trata, de: “pruebas de ascensión e integración social, vectores de consideración honorífica (…) [y se busca] exhibir los objetos como símbolos de la posición”153. En la primera fase del consumo, todavía existía una cierta conciencia de clase, de forma que uno consumía aquellos productos que 150

En 1957 abre el primer supermercado en Francia mientras en Estados Unidos ya había 20.000. Carrefour abre su primer hipermercado en 1963. LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 29. 151 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p.33. 152 BELL, Daniel, op. cit., p. 68. 153 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 35.

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estaban referidos a su clase. Así, del mismo modo en que hemos visto que en la primera etapa del capitalismo la moral servía para crear un cierto orden en las pequeñas ciudades y pueblos, y el grupo controlaba que nadie se saliese del camino correcto, del mismo modo, en la primera etapa del consumo, esta conciencia de pertenencia a una determinada clase facilita que nuevamente el grupo ejerza lo que Lipovetsky califica un: “fuerte conformismo de clase”154. En la nueva fase del consumo, o del hiperconsumo, se ha eliminado cualquier sentimiento de clase, de modo que ya no se compra en función de lo que hagan los de mi entorno social, en este momento uno compra en función de sus gustos personales, así: “el derecho a construir nuestro modo de existencia como mejor nos parezca no tropieza ya con más obstáculo que el nivel del poder adquisitivo”155.

Y por último, en tercer lugar, encontramos la difusión de la compra a plazos mediante la potenciación de los créditos. Este hecho quebró el viejo temor protestante a la deuda y favoreció el que las familias pudiesen vivir de una forma más relajada, al menos de forma aparente. De esta forma: “el sistema de créditos (…) permitió desarrollar una nueva moral y una nueva psicología por las que ya no era necesario economizar primero y comprar después”156. Por ello, se hizo común una menor preocupación en el futuro y centrarse en el presente, sé que hoy puedo estar tranquilo porque tengo dinero para comprar cosas. Nos parece interesante resaltar este aspecto, ya que el hecho de que la gente no deba preocuparse por el dinero favorece la aparición de una cultura del presente, de buscar ante todo ser feliz ahora, y el medio que se propone para ser feliz es hacerse con aquellos productos o servicios que nos hacen sentir mejor, esto es, consumir sin pensar en el mañana. Se trata de vivir el momento y:

Abandonarse totalmente y sin reservas a su encanto y a sus poderes de seducción (aun reconociendo la fugacidad de éstos): algo que no resultaría factible si el momento actualmente vivido se contaminara de inquietudes y preocupaciones sobre posibles hipotecas del futuro157.

En palabras de Lipovetsky: “se estimula el crédito para adquirir las maravillas del país de Jauja, para realizar deseos inmediatos”158. De esta forma no es extraño que el endeudamiento de las familias no haya dejado de crecer, más si tenemos en cuenta que muchas de ellas han llegado a pedir créditos para irse de vacaciones. 154

Ibídem, p. 107. Ibídem, p. 108. 156 Ibídem, p. 122. 157 BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo, op. cit., p. 229. 158 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 31. 155

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Como hemos tenido ocasión de comprobar, en la historia del capitalismo hemos pasado de una primera etapa en la que se enfatizaba el ahorro, a otra en la que tras una revolución en los modelos de producción que favorecen la producción en serie a escala gigantesca de artículos estandarizados, el consumo de productos de no primera necesidad se generaliza en un primer momento como factor de distinción o respetabilidad. Es decir, se busca consumir esos productos para ser más que el resto, o al menos no ser menos, podríamos decir que se consume mirando a los demás. Pero este fase consumista, como ya hemos apuntado, sufre también su transformación, una saturación de la demanda provocada por el incremento espectacular en la producción. A pesar de que ya en los años veinte, aparecen unas primeras estrategias de segmentación del mercado y diversificación de los productos, que buscan ofrecer productos más personalizados, no se consigue superar la oferta de las series estandarizadas. De esta forma, en cuanto el mercado se ve saturado y: “los principios fordianos que organizan la producción de las series repetitivas presentan síntomas de agotamiento”159, se ponen en marcha nuevos modos de estimulación de la demanda basados en la segmentación de los mercados. Esto no significa que se abandonen los modelos fordianos de producción, se tratará de aplicar estos modelos en la diversificación. Así, hemos pasado de un mercado dirigido por la oferta, quien manda sobre lo que se vende en el mercado son los propios productores, que fabrican a gran escala infinidad de modelos idénticos, a un mercado dominado por la demanda. Se puede decir con Lipovetsky que: “ya no se trata de producir primero para vender después, sino de vender para producir”. La mercadotecnia de masas da lugar a la mercadotecnia de segmentación. Como hemos visto en la primera fase de desarrollo del consumo, aparecen los supermercados e hipermercados como lugares en los que encontrar una gran variedad de productos para el autoservicio a precios más bajos de los que hasta su aparición eran habituales; en esta nueva fase de segmentación hacen su aparición las grandes superficies especializadas del estilo de FNAC, Ikea o Décathlon. Nos encontramos ya en otra fase, en la que ya no se busca consumir con el fin de mostrar algo a los demás, sino que hace su aparición un consumo individualista, en el que el sujeto simplemente busca satisfacer sus deseos por su propio bienestar. En esta nueva fase, ya no se busca que: “las cosas nos categoricen delante de los

159

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Ibídem, p. 71.

otros [sino que más bien queremos] que nos permitan ser más independientes y móviles, paladear sensaciones, vivir experiencias, mejorar nuestra calidad de vida, conservar la juventud y la salud”160. Contrariamente a la idea de la gratificación postergada que hemos visto anteriormente, actualmente la idea es que: “Como es imposible calcular qué clase de ganancias futuras les puede reportar un sacrificio presente, ¿por qué iban a renunciar al placer instantáneo que pueden exprimirle al y que pueden disfrutar in situ?”161.

Si al hablar del ahorro anteriormente hemos considerado que la religión en su forma protestante, o el puritanismo como ideología, constituyeron un factor esencial para ensalzar el ahorro y actuaron como freno al consumo. Por ello, ahora, debemos tener en cuenta que en el momento en que el hombre pierde esa religiosidad que le constituía, desaparece también aquello que le invitaba a una vida austera, así: “lo que constituía un cortafuegos para el desenfreno de la mercancía se ha metamorfoseado en palanca de su propagación. [Esta fase] ve difuminarse el espacio que hay entre el Homo religiosus y el Homo consumericus”162. En este nuevo ambiente ya no se habla de aceptar las adversidades, soportar estoicamente todo lo que me suceda, ahora la prioridad es ser en todo momento y al precio que sea necesario feliz.

Durante esta fase o período del capitalismo, hemos podido ver cómo se incrementa notablemente el poder adquisitivo, sobretodo el relativo a gastos de no primera necesidad, lo cual contribuirá a que se eleve el nivel de vida. Pero hay algo más que esto en nuestra sociedad de consumo, se busca constantemente una estimulación del deseo, así, nos encontramos con una: “sociedad en la que la seducción reemplaza a la coerción, el hedonismo al deber, el gasto al ahorro, el humor a la solemnidad, la liberación a la represión, el presente a las promesas del futuro”163.

Podemos decir que de una primera ética del ahorro y la austeridad, el capitalismo ha mutado a un modelo consumista-emocional-individualista, lo cual nos conduce a que: La sociedad de consumidores tiende a romper los grupos, a hacerlos frágiles y divisibles, y favorece en cambio la rápida formación de multitudes, como también su rápida

160

Ibídem, p. 37. BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo, op. cit., p. 179. 162 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 124. 163 Ibídem, p. 31. 161

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desagregación. El consumo es una acción solitaria por antonomasia, aun cuando se haga en compañía164.

Como vemos, a pesar de una apariencia de compañía, el consumo es caracteriza por ser radicalmente individualista. Además, tendremos ocasión de ver también como las nuevas estructuras de trabajo, han redundado en la especialización, alejando al trabajador del resto. Al hablar sobre una panadería, Sennet nos dice que: “la panadería unía efectivamente a sus empleados creándoles una conciencia de sí mismos”165, hoy no creemos que esta conciencia haya al menos incrementado.

Por último, creemos interesante ver que: Si Max Weber tenía razón al decir que el principio ético de la vida basada en la producción era el aplazamiento de la gratificación, el principio ético de la vida basada en el consumo vendría a insistir en lo falaz de la satisfacción. La mayor amenaza para una sociedad que anuncia la como motivo y propósito suyos sería un cliente satisfecho.166

Sobre este último punto relativo a la insatisfacción constante profundizaremos en el último apartado.

3.2 Irracionalismo y deseo: o la muerte del espíritu burgués

Al definir el capitalismo clásico hemos apuntado como una de sus características principales el racionalismo, que lleva a un intento de abarcar toda la realidad mediante el uso de la razón y aplicado a la técnica permite alcanzar una mayor perfección en la producción y la gestión de los negocios. Pues bien, este racionalismo que abarcaba todas las esferas de la vida de la gente en el primer capitalismo, ha dado paso a un irracionalismo, que viene a decirnos que no hay que buscar lo verdadero, sino, sólo lo útil. Todo es absurdo, no hay que buscar razones, no existe lo verdadero, sólo existe lo práctico, lo que sería el pragmatismo. Denigra la razón, es absurda, no es cuestión de buscar lo verdadero. De esta forma se cae en un relativismo, cada cual que busque su vida, lo que le es útil, lo que le es práctico, porque más allá no se puede ir. Algunos meten incluso aquí la religión, ya que no es más que un objeto de consumo, no es ni verdadera ni falsa, es útil, a la gente la tranquiliza, la hace vivir de otro modo.

164

BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, Fondo de cultura económica, Madrid, 2010, p.109 SENNET, Richard, La corrosión del carácter, op. cit., p. 68. 166 BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo, op. cit., p. 212. 165

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Según Max Weber: “el pensamiento, la conducta y la estructura social se hallan altamente integrados, ya que todas sus ramas – la ciencia, la economía, el derecho y la cultura – son predominantemente racionalistas”167. Pero ante este hecho, que era lo ordinario o común de esa primera etapa capitalista, Daniel Bell se sorprende de: La radical separación entre la estructura social (el orden técnico-económico) y la cultura. La primera está regida por un principio económico definido en términos de eficiencia y racionalidad funcional, la organización de la producción por el ordenamiento de las cosas, incluyendo a los hombres entre las cosas. La segunda (la cultura) es pródiga, promiscua, dominada por un humor anti-racional, anti-intelectual, en el que el yo es considerado la piedra de toque de los juicios culturales, y el efecto sobre el yo es la medida del valor estético de la experiencia, [y continúa diciéndonos Bell que] la estructura de carácter heredada del siglo XIX, con su exaltación de la autodisciplina, la gratificación postergada y las restricciones, aún responde a las exigencias de la estructura tecno-económica; pero choca violentamente con la cultura, donde tales valores burgueses han sido rechazados de plano, en parte, paradójicamente, por la acción del mismo sistema económico capitalista 168.

He aquí, pues, una clara contradicción de este capitalismo moderno, evidentemente la técnica no ha renegado de su carácter racionalista, sigue vigente como eje central de la misma. Siempre buscamos mejorar la producción, hacer más eficientes nuestras máquinas y organizaciones, rediseñar las jerarquías dentro de la empresa, crear vehículos más seguros, rápidos y que consuman menos combustible. Esta es la esencia de la técnica y del modo de obrar de las empresas, siempre puede hacerse mejor, y siempre se busca hacerlo mejor, en menos tiempo y con menos gastos. Pero este irracionalismo o sentimentalismo que se promueve entre el hombre cuando actúa como consumidor, no es igual cuando interpreta el rol de trabajador. Podemos ver que: Si el trabajo es conceptualizado como un instrumento de y , las exigencias sociales y productivas parecen atar al hombre más que nunca: por todos lados vemos multiplicarse normas que se deben cumplir, relaciones que se deben atender y técnicas que se deben aprender169.

Ya podemos empezar a intuir una de las consecuencias de esta transformación del capitalismo, y es que antes el hombre se guiaba por unas reglas en todos los 167

BELL, Daniel, op. cit., p. 48. Ibídem. 169 BARRAYCOA, Javier, op. cit., pp.37-38. 168

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ámbitos de su vida. Hoy en cambio, se le exige disciplina en el trabajo pero fuera de él debe ser otra persona, se invita al hombre a vivir en un continuo dualismo. También Sennet, en la misma línea nos dice que: La ética del trabajo, tal como la entendemos corrientemente, reafirma el uso autodisciplinado del tiempo y el valor de la gratificación postergada. (…) Sin embargo, la gratificación postergada pierde su valor en un régimen con instituciones rápidamente cambiantes170.

Así pues, vemos como el racionalismo sigue presente en el hombre en tanto sujeto económico, es decir, cuando piensa y actúa en un entorno digamos profesional o laboral. ¿Significa esto que el racionalismo ha muerto fuera del ámbito científicotécnico? Ciertamente, en estos últimos cien años se ha producido lo que Daniel Bell ha denominado la “muerte de la visión burguesa del mundo”, que no es más que el abandono del racionalismo por el instinto en los ámbitos de la cultura y la estructura social. Con estas palabras nos dice Bell que: La visión burguesa del mundo – racionalista, empírica y pragmática – a mediados del siglo XIX llegó a dominar, no sólo la estructura tecnoeconómica, sino también la cultura, especialmente en el orden religioso y el sistema educacional (…) [pero desde el inicio del siglo XX] se ha presenciado el esfuerzo de la cultura anti-burguesa por lograr autonomía con respecto a la estructura social, primero, negando los valores burgueses en la esfera del arte y, segundo, creando enclaves donde el bohemio y el vanguardista pudieran vivir un estilo contrario de vida. (…) lo antiburgués triunfó, [de esta forma] predominó en la cultura lo antinómico y el anti-institucionalismo (…) experimento ilimitado, de la libertad sin trabas, de la sensibilidad sin restricciones, del impulso como superior al orden, de la imaginación inmune a la crítica meramente racional171.

Esta larga cita de Daniel Bell nos puede ayudar a hacernos una idea de la transformación cultural de la que estamos hablando y de su influencia en la transformación que fue sufriendo el capitalismo a lo largo del siglo XX. Ya que, según Bell, es en el mercado donde la estructura social y la cultura se cruzan, y de esta forma los cambios en la cultura vienen favorecidos por las modificaciones que se producen en la estructura social misma además de los cambios en la sensibilidad.

Tal y como afirma Bell, en la conciencia occidental el juicio racional tuvo siempre una consideración: “superior en la jerarquía, y este orden dominó la cultura occidental

170 171

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SENNET, Richard, La corrosión del carácter, op. cit., pp. 103-104. BELL, Daniel, op. cit. p.62.

durante casi dos milenios”172. Siempre ha existido una tensión entre lo racional y lo instintivo, pero durante cientos de años la razón había ocupado un lugar preeminente que le otorgaba una mayor legitimidad a la hora de tomar decisiones relacionadas con la vida del hombre. La aparición del modernismo en la historia hizo que este orden jerárquico fuese invertido y que se empezase a dar mayor relevancia a los sentimientos, a los instintos, que a la mera razón como guía vital. Por ello, hoy en día, el criterio de decisión lo impone el deseo. Se trata por lo tanto de potenciar este deseo, así: “la pasión por el consumo adopta dos formas: compromiso activo en la imaginación y estimulación mediante la potencia”173.Esto traerá consigo, como veremos en el último apartado, un total énfasis en el presente, nunca en el pasado, siendo la novedad lo único interesante en la vida. De esta forma se da el: Triunfo de la fogosidad, de la voluntad. (…) [Según Nietzsche] el conocimiento deriva más directamente de la embriaguez y el sueño. Y si solo la experiencia estética ha de justificar la vida, entonces la moralidad queda en suspenso y el deseo no tiene límite. Todo es posible en esta búsqueda del yo para explorar su relación con la sensibilidad 174.

Tras el modernismo, el posmodernismo le dio una nueva vuelta de tuerca a esta consideración sentimental de la vida y desaparece la justificación estética de la vida para dar paso únicamente a lo instintivo, llegados a este punto, solamente el impulso y el placer son reales y afirman la vida. Según Bell, en el modernismo todavía se podía captar una parte de racionalidad, ya que: “el arte, aunque fuese subversivo de la sociedad, aún estaba de parte del orden e, implícitamente, de una racionalidad de la forma, (…) el posmodernismo desborda los recipientes del arte. Rompe los límites y afirma que la manera de obtener conocimiento es actuando”175. Como consecuencia de todo ello, en la sociedad norteamericana, se produjo una erosión de la ética protestante y el temperamento puritano, que habían sido los dos pilares que sostuvieron el sistema valorativo tradicional. De esta forma, el consumismo: “apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón”176. Más adelante en la misma obra y citando a Pierre Bourdieu, Bauman nos dice que: La coerción ha sido ampliamente reemplazada por la estimulación; los patrones de conducta obligatorios, por la seducción; la vigilancia de comportamiento, por las 172

Ibídem, p. 60. SENNET, Richard, La cultura del nuevo capitalismo, op. cit., p. 133. 174 BELL, Daniel, op. cit. p. 60. 175 Ibídem, p. 61. 176 BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, op. cit., p. 72. 173

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relaciones públicas y la publicidad, y la regulación normativa, por el surgimiento de nuevos deseos y necesidades177.

3.3 La cultura del presente o la no muerte en el nuevo capitalismo

Ya hemos visto anteriormente de qué forma la revolución tecnológica que se llevó a cabo a principios del siglo XX motivó que apareciese una sociedad de consumo poniendo al alcance de la mayoría de la población una mayor cantidad de productos a precios más bajos. Además de esta transformación, la revolución trajo consigo, o al mismo tiempo ya que se encuentran unidas, una revolución cultural y de cambio en los hábitos sociales. Sin duda, el automóvil, además de ser el símbolo por excelencia del consumo masivo propició una ruptura del aislamiento en el que hasta entonces vivían una gran cantidad de pueblos y ciudades, ya que hizo más fáciles y rápidos los desplazamientos. Ir a la ciudad antes del automóvil era algo poco habitual, hoy sin embargo millones de personas trabajan en las ciudades pero tienen su residencia lejos de ellas. Como dice Bell: “cada pequeña ciudad, cada granja dependía principalmente de sus propios recursos para las diversiones y la compañía. Los horizontes eran cerrados, y los individuos vivían en medio de cosas y personas familiares”178. Así, el automóvil hizo desaparecer ese aislamiento en el que cada pueblo o pequeña ciudad era una comunidad cerrada, donde la moral era un arma represiva que era utilizada con el fin de mantener un determinado orden social, como ya hemos tenido ocasión de ver anteriormente. Junto con el automóvil, la aparición del cine supuso también una revolución en la cultura, de pronto millones de personas recibían el mismo impacto cultural a través de las películas que se empezaban a proyectar, fue una nueva ventana abierta al mundo que llevó a cabo una labor de uniformización entre las jóvenes generaciones. De pronto, todo aquello que hasta poco tiempo antes eran tabúes, formas de pensar prohibidas o reprimidas por la vida en una pequeña ciudad, pasaron a ser prácticas habituales de una generación que buscaba romper con todo aquello que habían vivido hasta el momento. Mientras que sus padres habían sido educados en la cautela, ellos tenían al cine por su escuela y eran invitados a vivir mientras pudiesen, a conocer todos aquellos mundos que hasta ese momento no sabían que existían.

Los cambios y avances tecnológicos que se produjeron, hemos hablado del automóvil y el cine, transformaron la percepción del tiempo que hasta entonces

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Ibídem, p. 124. BELL, Daniel, op. cit. p.74

había tenido el hombre. Antes, todo requería una espera, tanto el hacer un viaje o recibir una carta, como el aprender un oficio. Pero esta concepción se rompió, de pronto el tiempo que se empleaba en llegar a un sitio se redujo a la mitad, y consecuentemente el hombre pasó a tener más tiempo para otras tareas, la llegada del cine o la televisión hizo que millones de personas pudiesen compartir los mismos acontecimientos a la vez. De esta forma, el mundo inició el camino hacía una aldea global de hombres que vivían y sentían al mismo tiempo las mismas emociones, no deja de evolucionar y hoy podemos comunicarnos con cualquier parte del mundo o ver en directo una

guerra. Por ello, los miembros de esta generación: “se

encuentran expuestos a las mismas cosas al mismo tiempo y esto crea una nueva cultura en la cual, a lo ancho de todo el mundo, la gente desea las mismas cosas y vive al mismo tiempo”179. Así: “lo distintivo de nuestra sociedad contemporánea no es su tamaño y su número, sino el incremento de la interacción que nos vincula con tantas otras personas, directa y simbólicamente”180. Todo esto, fraguó la aparición de una cultura del presente, en la que lo importante es el ahora, “lo nuevo es un valor en sí mismo”181, en clara contradicción con la visión burguesa de la gratificación postergada y del valor del pasado que hemos analizado en la primera y segunda parte del trabajo. Es nuestra época, aquella en la que: Frente a la importancia del rito y la categoría, la posmodernidad enfatiza el valor del momento; la historia se aligera de peso en la identidad de los objetos o las personas; la tradición se fragiliza, el linaje es un ropaje liviano y el presente viene a ser prácticamente lo único importante182.

Hemos visto como en la economía de producción del primer capitalismo el largo plazo y el trabajo por una recompensa futura eran los valores centrales, hoy en cambio: “la época de la en que la experiencia de la espera era un elemento de felicidad desaparece en beneficio de una cultura de la impaciencia y de la satisfacción inmediata de los deseos”183. La modernas cámaras digitales nos ofrecen la posibilidad de ver la fotografía en el momento en que la hacemos y decidir si la guardamos o nos deshacemos de ella, ya no admitimos la espera, el placer ha pasado a estar totalmente vinculado con la experiencia de los instantáneo. Esta necesidad actual por la rapidez y la inmediatez ha provocado que el tiempo deba verse comprimido al presente, absolutizándolo y desvinculándolo tanto del pasado como del futuro. De esta forma, al: 179

VERDÚ, Vicente, El estilo del mundo, Editorial Anagrama, Barcelona, 2009, 2ª edición, p. 22. BELL, Daniel, op. cit., p. 94. 181 Ibídem, p.46. 182 VERDÚ, Vicente, op. cit. (…) p. 35. 183 LIPOVETSKY, Gilles, op. cit. 104. 180

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Invadir la cotidianidad y conquistar el conjunto de las actividades humanas, el orden del tiempo precipitado hace desaparecer como quien dice la distancia y la perspectiva necesaria para pensar, destruye los universos simbólicos, encierra al hombre en la inmediatez activa184.

Esta cultura de la inmediatez, o para Stephen Bertman , lleva consigo el destierro del pasado, no ya un pasado lejano, sino el más reciente, las noticias de ayer ya no interesan, lo importante es lo que está sucediendo ahora mismo, o mejor, lo que va a suceder dentro de un minuto. Debemos olvidar a la misma velocidad que se mueve el mundo, o en palabras de Milan Kundera: “el nivel de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido”185. Como hemos comentado al hablar del consumo, la característica principal del consumidor de hoy es la insatisfacción, no puede estar nunca satisfecho, por ello todo lo que adquiere debe tener una vida breve y dar paso a nuevos productos o emociones, por ello: “la razón para apresurarse no estriba en adquirir y coleccionar tanto como sea posible, sino en deshacerse de todo lo que uno pueda y en reemplazarlo”186. En la sociedad de producción del primer capitalismo se buscaba la larga duración no sólo de los productos, sino también de las relaciones humanas187, siempre se intentaba arreglar aquello que no funcionaba antes que abandonarlo. Hoy, en cambio, todo aquello que no nos haya proporcionado la utilidad o satisfacción que nos había prometido debe ser desechado, ¿por qué mantenerlo si puedo tener algo más nuevo? Lo que se busca ante todo al comprar es la satisfacción por la novedad, tiene más importancia la emoción que representa el adquirir algo nuevo que no la utilidad o necesidad que tenga el propio objeto o servicio para nosotros. Ya que: “en una época de consumo emocional, lo importante ya no es tanto acumular cosas como intensificar el presente que se vive”188.

Para Bauman el tiempo ya no es ni lineal ni cíclico, sino que es , se divide en pequeños puntos que: “no tienen longitud, amplitud, ni profundidad: su existencia es, por así decirlo, anterior al espacio y al tiempo”189. Esta concepción del tiempo otorga una libertad respecto al pasado y al futuro, ya que no importa lo que 184

Ibídem. BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, op. cit., p. 117. 186 BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo, op. cit., p. 247. 187 “las relaciones sexuales tienen tendencia a convertirse en que pueden elegirse a voluntad, sin auténtico compromiso, un poco como en un autoservicio” LIPOVETSKY, Gilles, op. cit. p. 281. 188 Ibídem, p. 63. 189 BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, p. 245-246. 185

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haya sucedido antes, el pasado no influye en lo que yo vaya a hacer ahora, no existe ya para mi, soy independiente de él, me otorga la posibilidad de volver a nacer en cada instante. Del mismo modo se es libre respecto al futuro, las decisiones de hoy no las tomo pensando en el futuro, lo que hago hoy ya tiene un valor en sí mismo que el futuro no le puede quitar. Así pues, si el presente supone la oportunidad constante de cambio, no tiene sentido esforzarse en mejorar, es más cómodo decidir ser otra persona, no requiere ningún esfuerzo. Es evidente la contraposición con ese espíritu de superación que vimos en el primer capitalismo, la lucha por alcanzar la virtud, hoy Franklin no intentaría alcanzar la perfección moral, simplemente compraría un nuevo yo. En esta nueva etapa del capitalismo: “lo novedoso es el sueño de huir del propio yo de la persona, complementado por la convicción de que ése es un sueño cuya realización está a nuestro alcance”190. En este capitalismo actual, la memoria es una mala aliada, lo importante es ser capaz de cambiar rápidamente en cualquier momento, olvidando lo anterior ya que no tiene ningún valor. Bauman lo ejemplifica con los misiles que siguen un blanco móvil, cambian constantemente de trayectoria sin tener en cuenta qué dirección estaban siguiendo un segundo antes. La muerte no existe en el nuevo capitalismo, no se le permite llegar, sólo existe el renacer.

No únicamente los avances en el transporte o en la televisión modificaron la percepción del hombre respecto al tiempo y el espacio, sino que también: Las mismas técnicas de las artes nuevas, principalmente el cine (como hemos visto) y la pintura moderna, tienen el efecto de anular la distancia psíquica y estética entre el espectador y la experiencia visual (…) [se busca] intensificar la inmediatez de la emoción, empujar al espectador a la acción, en vez de permitirle contemplar la experiencia191.

Pensemos por ejemplo en el actual cine en 3D o incluso la retransmisión de partidos de fútbol en tres dimensiones, todo para colocar al espectador en el centro, abandonar la actitud de observador para pasar a convertirse en protagonista. Como vemos en la época del consumismo las experiencias, emociones y sentimientos pasan a ser el criterio adecuado para que los hombres tomen sus decisiones, nada externo a ellos debe, en principio, involucrarse. La moral y la religión han sido superadas, también la razón ha cedido, el criterio hoy es el sentimiento. Además hemos visto que el consumo es una actividad esencialmente individual, por todo ello no es extraño que nos encontremos en una sociedad plenamente individualista que

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BAUMAN, Zygmunt, Mundo consumo, op. cit., p. 253. BELL, Daniel, op. cit. p. 109.

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tiene entre sus consecuencias que: “la customización de los consumos y de los trabajos, la flexibilidad en los empleos y en las tareas, los cambios de residencia, de pareja o de ocupación derivan en cortas relaciones humanas”192. Este es el nuevo hombre del capitalismo, la angustia existencial que dominaba al primer capitalista y que vivía confiado en la gratificación postergada, ha dado paso a una angustia por no ser capaz de vivir plenamente el presente, lo cual se traduce en no ser capaz de consumir todo aquello que deseo. La vida pausada y reflexiva que hemos estudiado en el origen del capitalismo, se ha transformado en un mundo acelerado. La realidad sólida fundada en normas y tradiciones, ha dejado el camino libre a la realidad líquida de la que nos habla Bauman, una realidad exenta de compromisos y ataduras. Cerraremos estas reflexiones entorno a la transformación del capitalismo en nuestras conclusiones.

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VERDÚ, Vicente, op. cit., op. cit., p. 201.

Conclusiones Una vez finalizado nuestro estudio, es momento de llevar a cabo unas breves conclusiones al respecto que sirvan para verificar del trabajo realizado y a la vez para retomar y cerrar aquellas ideas más destacables. En primer lugar querríamos hacer una reflexión acerca del trabajo en el capitalismo. Como hemos tenido ocasión de comprobar en su primera época, el trabajo en el capitalismo permitía al hombre tomar conciencia sobre sí mismo, así hemos visto que tenía una consideración de vocación personal. Sin embargo, con la evolución y transformación del capitalismo hemos asistido a la aparición en el hombre de una conciencia laboral débil. Ya en la primera etapa, el trabajo podía ser considerado una carga, pero era una carga llevadera porque empujaba al hombre hacia su perfección. En cambio, con la pérdida de una

visión trascendente de la vida,

acompañada de una excesiva especialización, el hombre se ha encontrado viviendo el trabajo como un paréntesis en su vida, algo que hacemos sin acabar de entender bien por qué. Esta es la consecuencia de la transformación del capitalismo, que el trabajo ya no dignifica ni da sentido a mi vida, simplemente se soporta. El trabajo cada vez guarda menos relación con la vida de las personas, porque su vida es lo que se realiza cuando no están trabajando. Además, como hemos tenido ocasión de exponer en la última parte de nuestro estudio, el trabajo sigue siendo un ámbito con una alta regulación, en cambio, en todo lo externo al trabajo la norma es, que no hay normas. La consecuencia de esta situación, es un dualismo en la vida del hombre, que sentirá cada vez como más ajeno a él cualquier trabajo. Seguirá buscando la felicidad, porque es a lo que está llamado, pero andará perdido en su camino. En la misma línea de lo que acabamos de decir, la excesiva especialización ha conducido de forma inevitable a un cambio en los sistemas educativos del mundo. Hoy, podemos comprobar cómo desde la escuela primaria hasta la universidad, los planes de estudio se han visto modificados con el fin de servir mejor a la oferta laboral. Se educa a los hombres en los conocimientos y habilidades idóneos para puestos específicos, obviándose lo que no pertenezca a la materia concreta. De esta forma, el hombre se adapta al puesto de trabajo antes incluso de tomar posesión del mismo. Tal y como hemos podido ir viendo, una característica clara del primer hombre capitalista eran sus ganas por crear algo nuevo, por ello hemos comparado al burgués con un revolucionario, que decidió poner todo lo que él era al servicio de una causa concreta. Su insatisfacción permanente, sus ansias de forjarse un futuro

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le llevaron a dar vida al sistema económico más extendido en el mundo. No debía nada a nadie, se concebía totalmente libre. Con estas premisas el capitalismo debería haber supuesto la liberación total del hombre, pero no creemos haya sido así. No podemos decir que hoy el hombre sea más libre gracias al capitalismo, más bien al contrario, con la transformación de este sistema económico, ha dependido cada vez más de los demás. No consideramos la dependencia un factor negativo, ya que es, desde nuestro punto de vista, el estado natural del ser humano. Lo que buscamos destacar, es que con el tiempo, el hombre se ha hecho más dependiente del Estado, hablando del capitalismo, entendemos que suene paradójico. Nuestro punto de vista es, que con el tiempo, el hombre se ha hecho menos responsable de sus actos, no quiere responsabilidades, del mismo modo que no quiere ataduras. Por ello, cuando surge algún problema, busca a otro que lo solucione, o evita asumir su parte. De esta forma, si yo no tengo trabajo es culpa del sistema, y es el Estado quién debe proporcionarme uno; si no tengo un casa la culpa es de las Ley, y nuevamente el Estado debe hacer algo al respecto. Son dos ejemplos que buscan ilustrar las consecuencias de situar al hombre como espectador y no como protagonista de la vida. Ya que en el nuevo capitalismo, como hemos tenido ocasión de comprobar, el consumidor cada vez debe preocuparse de menos cosas, siempre hay alguien dispuesto a “ayudarle”, sólo debe sentarse y disfrutar. Creemos que con este trabajo, hemos podido demostrar que el capitalismo es mucho más complejo y rico en matices de lo que se nos ha dicho. Nuestro objetivo al iniciar este trabajo era ofrecer una visión general de los orígenes, evolución y transformación del capitalismo, así como extraer unas consecuencias de dicha transformación. Dado que el espacio es limitado hemos tenido que saber adaptarnos a él, y no alargar en exceso hechos o consideraciones que por sí solos ya darían para un trabajo. En conclusión, opinamos que hemos conseguido satisfacer la inquietud de conocimiento que despertó este trabajo.

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