Defiendan a las humanidades. Un eslogan deshonesto

August 17, 2017 | Autor: L. Scavino | Categoría: Literature
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Descripción

Defiendan a las Humanidades. Un eslogan deshonesto. John M. Ellis*

Los programas universitarios de lenguas extranjeras y de Literatura han venido declinando durante algún tiempo, primero reduciéndose, luego siendo fusionados dentro de otros departamentos y, ahora, en un creciente número de casos, se han cerrado efectivamente. Pero la reciente decisión de eliminar Literatura Francesa, Italiana, Rusa y las Literaturas Clásicas en SUNY Albany ha puesto el dedo en la llaga y ha provocado un grito de protesta: “¡Defiendan a las Humanidades!”. Se trata de un grito que ha sido escuchado muchas veces en el pasado. En tanto segmento de la universidad que no tiene conexión directa con una profesión remunerativa, las Humanidades, a menudo, han intentado fundamentar su utilidad, pero la justificación es fácil de hacer, y es algo honorable que se gana el respeto instantáneamente. En general, la cuestión discurre de este modo: la exposición de los más grandes logros y del pensamiento de nuestra civilización nos proporciona el entrenamiento mental de la mayoría de la gente educada. Aprendemos acerca de nosotros mismos mediante el estudio de la historia, y entendiendo cómo esta nos ha dado forma a nosotros y a las instituciones en las que vivimos. Cuando la civilización europea dio origen a este fenómeno, produjo un gran número de pensadores extraordinarios que han lidiado de manera memorable con preguntas que siempre estarán con nosotros, lo cual ha dejado una rica y variada herencia de especulación relevante sobre asuntos filosóficos, éticos, religiosos, sociales y políticos. Sus creativos autores dejaron un acervo de reflexión inspirada acerca de la vida del hombre y sus desafíos. Estudiar las Humanidades nos hace estar mejor preparados para la vida cívica, para la vida misma, y nos hace mejores ciudadanos. Y así, “Defender las Humanidades” es una atractiva bandera bajo la cual navegar. El problema es que, para aquellos que ahora están haciendo uso de ella, es tan solo una bandera de conveniencia, profundamente deshonesta. Pues la 1

concepción de las Humanidades expresada más arriba es menospreciada por aquellos que ahora nos piden ayuda para salvar los departamentos en los que trabajan. Tiempo atrás, ellos mismos se levantaron en armas contra tal concepción, la rechazaron y la abolieron, y ese es precisamente el motivo de sus problemas en el presente. La historia acerca de cómo y por qué lo hicieron es bien conocida. Una virulenta presión de marxismo radical se refugió en los programas de estudio de Humanidades, en el mismo momento en que estaba siendo abandonado en el mundo real a raíz de sus catastróficos resultados a lo largo del planeta. Se produjo, entonces, una cierta incompatibilidad de temperamentos: los estudiosos de las Humanidades están naturalmente animados por un profundo respeto hacia el legado de nuestro pasado, mientras que todo el instinto de los políticos radicales corre en el sentido opuesto. Su instinto natural es denigrar el pasado con el objeto de respaldar el cambio deseado. Por eso es que no miran hacia el pasado y ven conocimiento acumulado o sabiduría, sino más bien un relato de intolerancia, desigualdad, prejuicios raciales y sexuales que deben ser erradicados. Los políticos radicales están interesados en el futuro utópico y en sus intentos presentes de alcanzarlo, pero no en el pasado cultural; pasado que debe ser vencido para llegar adonde quieren estar. De acuerdo con esto, se dispusieron a desmantelar los planes de estudio de las Humanidades que, a su juicio, se interponían en el camino del cambio social radical. El núcleo de los cursos iniciales que daban un panorama de los logros de la cultura occidental rápidamente fue abolido por doquier, los cursos obligatorios de historia nacional y de las instituciones corrieron una misma suerte, y hasta los departamentos de Literatura dejaron de considerar que Shakespeare fuera una parte esencial de una Licenciatura de Literatura Inglesa. Incluso

cuando,

posteriormente,

los

cursos

obligatorios

se

redujeron

a

opcionales, estos se ofrecieron bajo la lente de una visión prejuiciosa de nuestro pasado cultural que tiende a desalentar un estudio más en profundidad. Como era de esperar, las inscripciones en los departamentos que sustituyeron las Humanidades por la política adolescente cayeron raudamente. Mi propia institución intentó algo que devino en una suerte de experimento controlado para examinar la respuesta del alumnado. Los docentes radicales aprobaron una Licenciatura en Literatura Universal – dedicada fuertemente al

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tercer mundo y a la Victimología – como una alternativa en lugar de las Licenciaturas convencionales de los departamentos de Literatura Inglesa, Francesa, Alemana, etc. Esperaron ansiosamente lo que pensaron que iba a ser el escape de la vieja tradición y la llegada de lo nuevo. Desgraciadamente, las inscripciones en los nuevos cursos fueron tan bajas (cantidades menores a diez, mientras que los cursos de Shakespeare y Dickens atrajeron a cientos) que el decano se vio forzado a intervenir para poner fin a tan vergonzoso fiasco. Hubo un tiempo en que “salven a las Humanidades” podría haber sido un grito apropiado, pero eso fue hace largo rato, cuando estaban siendo desmanteladas departamento por departamento y reemplazadas por trivialidad intelectual y por el puro tedio de política marxista, en el momento en que cobardemente los administradores fueron testigos de eso y optaron por hacer nada. La pobreza de contenido intelectual se ha disfrazado con una máscara de elaborada jerga, pero eso ha hecho las cosas aún peores: los programas reelaborados se convirtieron en el risible haber de los campus. Sin embargo, el día de saldar las cuentas ha llegado. Las inscripciones han colapsado, a tal punto que el más pequeño departamento está de cara a la desaparición. Tales inscripciones están hundiéndose no porque los estudiantes no valoren las Humanidades, sino precisamente porque las valoran. Resulta importante comprender el hecho de que el grito que ahora estamos escuchando (“salven a las Humanidades”) no tiene nada que ver con salvar a las Humanidades. Se trata más bien de salvar al grupo de docentes (que tiempo atrás destruyó a las Humanidades) de las devastadoras consecuencias de su propias y estúpidas acciones. Piden rescate, de modo que ellos mismos puedan continuar disfrutando de los feudos que crearon para reemplazar los que alguna vez fueron departamentos de Humanidades. Y responder a ese llamado de manera favorable sería una locura. Aún la crisis necesita una respuesta, pero no la que se pide. Ahora que el día de saldar las cuentas ha llegado, el grito apropiado debería ser: “restituyan las Humanidades”. Ese eslogan notablemente diverso podría sugerir que deberíamos

encargarnos

de

esos

malogrados

departamentos

donde

las

inscripciones han colapsado enarbolando la abolición de las Humanidades, y devolverlos a un estado de salud. Hay una forma tradicional de tratar con los

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departamentos malogrados en la academia. Se nombra a un profesor externo con el poder de reconducir el departamento de modo que funcione correctamente. En ese caso, eso significará reconducirlos como genuinos departamentos de Humanidades, antes que departamentos que han sido remodelados para satisfacer los caprichos de docentes que nunca superaron las fantasías adolescentes de la utopía política. Esto se lo debemos a nuestros estudiantes, los que nos han hablado así, alto y claro, cuando votaron con los pies. La factura ha llegado debido a años de comportamiento irresponsable de parte de docentes y administradores de esa naturaleza. El camino no consiste en salvarlos, sino en hacerlos responsables del desastre que produjeron. Sin reforma, las propuestas para despilfarrar nuevos fondos en “las Humanidades” solo servirán para perpetrar un fraude. A menos que se trate de un esfuerzo consciente por restituir las

Humanidades

genuinas,

se

estará

brindando

apoyo

a

las

pseudo-

Humanidades. -----------------------------------------------------------------------*John M. Ellis es profesor emérito de Literatura Alemana en la Universidad

de California, Santa Cruz, y presidente de la California Association of Scholars. Fuente: http://www.mindingthecampus.com/originals/2010/11/defend_the_humanities a_slogan.html Traducción: Lucas Scavino

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