¿Debemos ver la producción televisiva nacional?

June 15, 2017 | Autor: J. Espinoza Ventura | Categoría: Deontología
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Descripción

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
FACULTAD DE CIENCIAS Y ARTES DE LA COMUNICACIÓN

Examen final










ALUMNO: ESPINOZA VENTURA, Jefferson Gustavo 20114552



SEMESTRE: 2015 – 2


CURSO: Deontología de la comunicación



PROFESOR: CASALLO, Victor



¿Debemos ver la producción televisiva nacional?
Sin duda, en nuestro país, en los últimos años, se ha estado cuestionando nuestra realidad televisiva llamándola "Televisión basura". Se la denomina así debido a que se considera que algunos programas que se emiten en los canales de televisión peruanos no tienen buenos contenidos, se basan en el chisme barato, la banalidad y el culto a la cara bonita pero el cerebro hueco, en el caso de los realitys de competencia, la divulgación de la vida privada, que no son culturales ni educativos, etc.
Ante esta ola de críticas, han surgido movimientos en facebook y colectivos que salieron a protestar exigiendo la mejora de contenidos y el respeto a la Ley de Radio y Televisión N° 28278 en la que se señala que se debe proteger a los niños de los contenidos que lo vulneran, el horario de protección al menor, estos contenidos pueden ser violentos, sexuales, etc. Frente a esta medida, también existen críticas. Estas se refieren a la autorregulación, que uno tiene el poder de cambiar de canal, que la labor educativa la deben ejercer los padres de familia y que no pueden dejar a los niños solos viendo la televisión y, por último, que la televisión es un negocio y, como tal, brinda lo que el espectador quiere ver.
Frente a esta problemática, a continuación se abordará deontológicamente todo lo que implican estas posturas. Así mismo, se profundizará en explicar esta polémica relación entre cultura y televisión, que es muy tocada últimamente.
En principio, es primordial resaltar nuestro rol como comunicadores en esta problemática, puesto que nuestra carrera implica relacionarnos con los medios y, del mismo modo, ser señalados como parte de la basura o de los malos contenidos. Incluso nuestra labor de investigadores en este campo puede ser juzgada como absurda o sin utilidad. Hago referencia a estas ideas debido a que, el año pasado, se produjo una gran crítica hacia una tesis de mi universidad, en las redes sociales. Esta tesis estudiaba precisamente los estereotipos y prejuicios sociales que se mostraban en la exitosa serie "Al fondo hay sitio". Era un análisis casi antropológico interesante de observar, pero que fue muy criticado. En esta crítica, el argumento principal fue el hecho de estudiar esta serie. Muchas personas comentaban que se perdía dinero y tiempo en la universidad si al final vas a hacer una tesis sobre esta serie que es considerada, por un sector de la población, como una serie no educativa y parte de la televisión basura.
Frente a este contexto, los estudiantes de comunicaciones debemos preguntarnos ¿Cuál es nuestro papel como comunicadores?, ¿Estará bien realizar estos programas?, ¿Algo de bueno tendrán?
Cierto es, pues, que los medios y los contenidos que generan tienen un impacto en la población en la que son consumidos, pero también son impactados por las culturas en las que se desarrollan. Es decir, algunos contenidos, como la ficción, léase series, novelas, muestran realidades palpables en nuestra vida cotidiana, como las teleseries nacionales. Prueba de esta afirmación son los estudios de Martín Barbero acerca de la novela, el cine y su influencia en nuestra compleja realidad sudamericana. Según Jesús Martín-Barbero, en la modernidad en América Latina, la población se ha integrado y ha sido influenciada principalmente por medio de la "sintaxis audio-visual".
Este proceso inició alrededor de los años 50 y se desarrolló plenamente en los años 70. Es en esta época cuando se empieza a generar una cultura de masas accesible a todas las clases sociales, impulsada por la difusión de los aparatos de televisión. Esto implicó una importante modificación de hábitos y opiniones en un gran contingente de la población y produjo la revitalización del espacio doméstico y un proceso de homogeneización cultural.
Mientras que, en Europa, los medios eran controlados por el Estado y que brindaban un contenido cultural importante, en Estados Unidos se decidió limitar la intervención estatal y brindar los canales de televisión a empresas privadas, que generaban contenidos básicamente de entretenimiento. Dominique Wolton llama a este hecho como un divorcio entre cultura y televisión (López 2006:178).
López menciona que la principal causa de la falta de contenidos culturales en la actualidad es la existencia de televisoras privadas (2006:180). Esta postura es muy debatida en la actualidad. Incluso hay candidatos, como Verónica Mendoza, que creen que el Estado debería intervenir en coordinar y, ciertamente, controlar la programación televisiva. Esta postura es más que debatible, pues chocaría con la autonomía que deben tener los medios en generar sus contenidos y no aceptar imposiciones que chocarían, además, con su libertad.
Frente a esta realidad, podemos entender a la llamada televisión basura como apuesta a los contenidos culturales. Eso involucra los chismes, los amoríos y algunos contenidos considerados no apropiados.
Nuestro rol como comunicadores, pues, radicará entonces en entendernos como posibles miembros de un canal de televisión y que tenemos que generar contenidos de entretenimiento. En este punto, opino que, como menciona Hortal el principio que debe primar en el momento de desempeñarnos profesionalmente debe ser el de beneficencia, que se refiere al acto de hacer bien lo que se hace buscando el bien para el resto (Hortal 2002). En este punto, pues, ¿estaremos los comunicadores chocando con el derecho de las personas de tener un contenido televisivo de calidad? Frente a esto, comunicar significa compartir contenidos, intercambiar información, recibir respuestas de los contenidos que se transmitan en un sistema complejo. Esto, pues, se evidencia de cierto modo en el rating. El rating es la respuesta del televidente frente a lo que se le propone, el programa, serie, etc. En ese sentido, si la gente acepta lo que se le propone como contenido, ¿estará mal, no será ética, la persona que elabora ese producto, llamado basura?
Sin duda pues, tal vez sería importante rescatar algunos puntos de estos programas como la influencia en los niños por el lado de los ejercicios y la competencia. Puesto que nuestra realidad, influenciada por la tecnología, ha transformado nuestros espacios de debate, relación y juego, los niños de hoy en día no juegan con yo-yo, sino con un app de yo-yo, como se muestra en un video de EnchufeTv. Ante esta realidad, he podido observar que los programas de competencia, como Esto es guerra y Combate han influenciado en los niños, creando una especie de hinchaje comparado con el hinchaje futbolístico. A causa de esto, en muchos espacios podemos ver a los niños jugar diciendo ser cobras, leones, rojos o verdes compitiendo en pruebas físicas, como saltar por las llantas de los juegos infantiles, correr, trepar los pasamanos, etc.
Esta afirmación, pues podría ponernos a reflexionar y decir: "sí, tiene razón!". Sin embargo, la parte negativa es el incumplimiento del principio de autonomía en la práctica profesional. El principio de autonomía es, pues, la cualidad de ser ley uno para sí mismo, responde a la capacidad de autorregularse (Hortal 2002). Respecto a este hecho, como comunicadores, debemos, pues estar atentos a cuan "libres" somos para generar ciertos contenidos y en qué momentos. El factor del rating es muy importante, puesto que es el causante, en muchos casos, de colocar contenidos no tan éticos con tal de ganar audiencia y superar al rival. Se cae en la lucha por ganar rating y transgredir algunos límites que como individuos tenemos. La autonomía implica universalizar el respeto. Es decir, si algo me afectaría que me lo hagan, entonces no debería hacerlo, porque probablemente alguien sienta lo mismo. Auto limitarse es vital en este punto.
Si hablamos de auto limitarse y tener cuidado con el contenido que generamos, pese a que sepamos las consecuencias de estos, estamos frente a las implicancias del principio de no maleficencia, que se refiere a mejorar una situación, o al menos no hacer daño (Hortal 2002). En este punto, el principio de no maleficencia indica el poder del que realiza determinada acción. Es decir, el comunicador, el realizador audiovisual, debe tener en cuenta que tiene el poder de hacer el bien, de generar contenidos productivos, así como de no hacerlo. EL principio de no maleficencia involucra este hecho de evitar dañar.
En este punto del ensayo, es preciso mencionar que no debemos olvidarnos de unos actores muy importantes en esta situación: los espectadores. Después de extendernos en explicar cuál debe ser nuestro accionar respecto a los contenidos que generamos, olvidamos ciertamente mencionar cómo los espectadores en verdad reaccionarán ante estos contenidos. Desconocemos sus posiciones y, así mismo, los consideramos como sujetos influenciables, bajos en cultura. Tal vez nos enfrentemos a un fenómeno más complejo. Que la población sea inculta no es precisamente responsabilidad de los medios, sino de oros factores como el educativo. No debemos olvidar que el principio de autonomía se aplica también a la población que puede elegir la opción que llene sus expectativas. Tal vez la solución esté en el rating. De hecho, si los contenido que consideramos irrespetuosos son rechazados por los televidentes, y se evidencia en el rating, los canales se verán obligados a cambiar la programación o afinar el contenido del programa o de la sección del programa que es rechazada.
Luego de aclarar esta situación, nos enfocaremos en ahondar en nuestra actividad profesional. ¿En verdad, la sociedad en la que estamos se merecerá la televisión que tiene? ¿No es una obligación producir contenido de calidad? Estas preguntas, pues, se formulan diversos autores. Tal vez la respuesta esté en el principio de beneficencia, que representa el proyectar siempre cosas beneficiosas que partan del disfrute de hacerlas. De esta afirmación, se desprende otro asunto a tratar: somos autónomos, ¿seremos autónomos realmente al salir de la universidad e ingresar a un canal de televisión?
Esta pregunta no solo tiene que ver con la producción de ficción o programas de entretenimiento, sino también con el periodismo, la publicidad y la comunicación para el desarrollo. El hecho de pertenecer a una empresa implica adherirse a la cultura organizacional de la empresa y, en muchos casos, obedecer. Esta es una problemática difícil de solucionar, pero que la respuesta, de nuevo, tal vez sea la autonomía y la beneficencia.
En las aulas, uno puede escuchar a compañeros que muestran sus proyecciones de acuerdo a su carrera, como audiovisuales que se refieren a ganar premios en festivales, publicistas refiriéndose a generar mensajes que más allá de generar adhesión a un producto, generen un impacto positivo en las personas, comunicadores para el desarrollo que hablan sobre el cambio de la sociedad . Sin embargo habrá que ver cuán cerca de esto estamos los egresados de dichas especialidades. Sin duda es un tema que debemos de tener en cuenta al momento de buscar trabajo y debemos de dirigirnos a nuestras metas trazadas en el aula.
Respecto a esto, en algunos casos, el contenido "basura" de la televisión a veces no es responsabilidad de los comunicadores, los trabajadores, sino de las compañías televisoras. Ellas son parte importante de este fenómeno. Es complicado, pues, tratar de hablar del respeto y la cancelación de algunos contenidos que denigran al individuo, como los retos de comer insectos, por ejemplo, cuando la ganancia económica está por encima de todo. Sin duda, las personas que trabajan en estos programas, llámense guerreros, combatientes, etc, tienen, también, una gran responsabilidad en esta problemática al permitir esto. De nuevo, caeríamos en la autonomía y la beneficencia. Qué sería considerado lo bueno para un concursante de estos programas es algo que debemos preguntarnos. Si lo bueno para ellos es ganar dinero, lucir bien y ser conocidos, pues, los demás debemos respetar desde el principio de autonomía, la decisión de estas personas.
Finalmente, como es de esperarse, debemos buscar alternativas a esta problemática desde distintas partes: la audiencia, los canales, los profesionales, etc. Tal vez la respuesta la encontremos, pues, en la autonomía y la beneficencia que son dos principios, no solo profesionales, sino generales en nuestra práctica ciudadana.








BIBLIOGRAFÍA
QUINTANA, Ana Rosa 2011 "No hay televisión basura". La Opinión de Málaga. (s.f.).
EnchufeTv. (2015) Sponsor: El Cole Antes y Ahora [Videograbación].
ESPERT, N. 2010. "La basura de la televisión es culpa nuestra". Diario de Mallorca.
FUNES, V. 2008 "Espectadores inteligentes, un reto posible" (Spanish). Comunicar, 16(31), doi:10.3916(/c31-2008-03-031), 431-437.
HORTAL, A. (2002). "Ética general de las profesiones". Desclée de Brouwer.
LOPEZ, Soledad
2006 "Cultura y televisión: una controvertida relación". Comunicar, 28, 2007, Revista Científica de Comunicación y Educación
QUINTANA, A. R. (2011) "No hay televisión basura". La Opinión de Málaga.


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