“De pequeña centella grande hoguera”, Siglo de Oro, siglo de ahora (folía), Madrid, Ediciones del Orto, 2012, pp. 13-17

August 31, 2017 | Autor: A. López Fonseca | Categoría: Teatro español contemporáneo
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Descripción

Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía)

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pequeña centella grande hoguera

Antonio López Fonseca

Dice el sabio refranero que, en ocasiones, hechos aparentemente insignificantes pueden provocar efectos de gran repercusión, por lo que no se debe despreciar lo pequeño, por más que parezca de poca importancia. Y como en esta folía algún que otro latinajo hay, y tenemos un licenciado, ¡y hasta a Talía, musa de la comedia!, en la esperanza de contar con el nihil obstat de los ronlaleros, me voy a permitir decirlo en latín. Quinto Curcio Rufo, historiador latino del primer siglo de nuestra era (que ya va siguiendo larga –y más larga que se nos está haciendo ahora–), en su biografía de Alejandro Magno decía: parva saepe scintilla contempta magnum excitavit incendium (6.3.11), que en román paladino viene a ser que, con frecuencia, una pequeña chispa a la que no se dio importancia provocó un gran incendio. Pues bien, hoy estamos inmersos en el gran incendio provocado por Ron Lalá y quien estas líneas firma tuvo la suerte no sólo de asistir a la chispa inicial, sino incluso de atizarla en la medida de sus posibilidades. Corría el año de gracia de 1996 del pasado siglo, en la capital del reino, cuando dos inquietos jóvenes, Álvaro Tato y Cristian Garma, a los que rápido se unieron Juan Cañas, Rodrigo Díaz y Miguel Magdalena «Perilla de la Villa», hicieron saltar la chispa de Ron Lalá, grupo que hoy se define como una compañía de teatro y humor con música en directo. Se trata de una propuesta que combina música y textos originales, en un lenguaje escénico propio, puesto al servicio de un «humor crítico y cítrico». Los primeros pasos, los que hicieron saltar la chispa, los dieron como grupo de poesía y música en formato de café teatro, hasta su primera función en el paraninfo de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense, en 1997, en lo que era su sexta aparición como compañía. Era el día 27 de mayo cuando asistí por vez primera a una actuación de Ron Lalá, que Juan Luis Arcaz organizó conmigo para Álvaro Tato y Rafa Herrera, alumnos nuestros. Aquel día Álvaro y su Ron Lalá compartieron escenario con el dúo Ciento Volando de Rafa, que musicaba poemas de Agustín

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García Calvo a Horacio, en latín por supuesto. El auditorio posiblemente no pasaba de cincuenta personas, eso sí, ávidas de la poesía que los ronlaleros y los volanderos escanciaban. Recuerdo que esa actuación se grabó en cintas magnetofónicas que, seguro, aún andan por algún coche (¡cuántas veces he escuchado los garrotines de «Perilla de la Villa» cuando iba de viaje!). A esta primera actuación le siguieron otras, bien es verdad que espaciadas en el tiempo, que fueron dando forma al grupo y que culminaron el 26 de octubre del año 2000 en el mismo paraninfo con el espectáculo Folla a Calderón (de la Barca con dos entremeses y una jácara que, cuatrocientos años pasados, siguen deleitando a nobleza, clero e hidalguía por igual), en el marco del seminario «Calderón en Europa», celebrado entre los días 23 al 26 y organizado por Javier Huerta Calvo. Recuerdo que el título no dejó indiferente a nadie y, sabedores de ello, los miembros del grupo se adelantaron a las más que probables críticas mojigatas poniendo una nota al pie con la definición del DRAE del término folla: «diversión teatral compuesta de varios pasos de comedia inconexos, mezclados con otros de música». Aunque en el programa figuran como Compañía Trujimán, todos los miembros de Ron Lalá de aquel momento estaban en el elenco. Precisamente esta representación fue la semilla del actual Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía). En el año 1998 el núcleo estable de ronlaleros se había fijado en cuatro (Juan, Rodrigo, Miguel y Álvaro), y un año después comenzaron los recitales el último domingo de cada mes en el Café Libertad (1999-2000). Esta primera etapa culminó en una última representación en el paraninfo el día 23 de abril de 2001 en el marco del «Día del Libro, Día de Poesía», organizado por el Taller de Poesía (Departamento de Filología Española IV de la Facultad de Filología de la UCM). En estos primeros años el formato fue el de «recital-concierto»: un poeta-rapsoda y un conjunto musical que ofrecían un cambiante repertorio, entre serio y humorístico, con elementos teatrales y diversos colaboradores. A las actuaciones en la Universidad Complutense y el Café Libertad, hay que sumar otras en la Universidad Autónoma, el Ateneo, el Café La Fídula, la sala Clamores, la Galileo, etc. Así se resume el chispazo inicial que empezó a dar forma al estilo lalá, chispazo que algunos (Javier Huerta, Juan Luis Arcaz, Fernando Doménech y yo mismo, entre otros) atizamos convenientemente con el único fin de ayudar e ilusionar a esos inquietos jóvenes que no se conformaban con pasar por las aulas universitarias tomando apuntes. Ahora, doce años después, volverán a pisar las ilustres tablas del paraninfo con su Siglo de Oro, siglo de ahora (folía), con la misma ilusión y ganas por parte de quienes les vimos nacer no ya de atizar la chispa, sino de alimentar la hoguera. El grupo poco a poco derivaba a un formato escénico menos estático y el salto a escenarios propiamente teatrales parecía la consecuencia natural. Así nace el cabaret de títeres Los Titirinotas (2001) y la primera versión del musical pedagógico dirigido al público infantil ¡Shhh! La amenaza del Rey del Silencio (2001). Es en ese año 2001 cuando, tras un taller intensivo de interpretación

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con el grupo, se incorpora como director de escena Yayo Cáceres, paso que supuso el salto definitivo a la orientación teatral y a un nuevo formato que fue tiñéndose progresivamente de humor. El primer espectáculo concebido plenamente para escenarios teatrales fue Si dentro de un limón metes un gorrión el limón vuela, estrenado en la Sala Triángulo en 2002. Mientras tanto, el propio Yayo dirigió la versión definitiva de la pieza infantil ¡Shhh! La amenaza del Rey del Silencio, también estrenada en la Sala Triángulo (2003). Por esas fechas, Rodrigo Díaz abandonó la compañía y fue sustituido por Íñigo Echevarría. Con el Limón empezaron a llegar los premios y reconocimientos y el espectáculo pasó a la Sala Ítaca de Madrid, donde se incorporó Daniel Rovalher «Boli» conformándose así el quinteto definitivo de ronlaleros: Juan, Íñigo, Miguel, Dani y Álvaro. El fuego empezaba a crecer y la chispa se había convertido en una hoguera de proporciones antes impensables. El trabajo del grupo continuaba ya con un formato más definido en el que la fusión de teatro, humor y música en directo imprime definitivamente el sello Ron Lalá. Bajo la batuta de Yayo Cáceres el grupo combina un trabajo horizontal y vertical en el que se alimenta toda idea que surja de algún integrante, un texto, una canción, cualquier ocurrencia o improvisación, que se cocina para ver el resultado. Hay un proceso de creación colectiva pero todos tienen claro que la última palabra en la producción y dirección corresponde a Yayo. Es un funcionamiento coral, sí, pero con un corifeo. Y llegamos así a Mi misterio del interior (2005), espectáculo nominado al Premio Nacional de Teatro Mayte 2006, que estuvo tres temporadas en el Teatro Alfil de Madrid y de gira por España, Chile y Argentina, con cerca de 300 representaciones. Flor Saraví colaboró en el entrenamiento actoral y se ocupó de la ayudantía de dirección, incorporándose al equipo del grupo. Podía verse sobre nuestros escenarios, ¡por fin!, un teatro de humor inteligente en el que la palabra cobra un protagonismo especial, un trabajo de altísima calidad, dinámico, fresco, crítico, imaginativo y, sobre todo, inteligente, muy inteligente que no solo no nos sustrae de la realidad, sino que nos sumerge directamente en ella y nos hace sonreír, por más que la realidad a veces se empeñe en quitarnos las ganas. Con este espectáculo llegaron críticas muy elogiosas que compararon a los ronlaleros con Les Luthiers, nada más y nada menos. En esa misma línea se gesta Mundo y final (2008), finalista del Premio Max Espectáculo Revelación 2009, con dos temporadas en Madrid (Teatro Alfil y Teatro Alcázar), Valencia (Teatre El Musical), Zaragoza (Teatro del Mercado) y de gira por Argentina, Paraguay, Perú, Chile y República Dominicana. Además, el grupo publicó un librodisco del espectáculo en la editorial Ñaque (2009). Este espectáculo pone de manifiesto que el sello propio está perfectamente delineado y, más aún, absolutamente perfeccionado en un

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estilo reconocible e inconfundible: actúan, cantan, tocan en directo, manejan a su antojo el tempo del espectáculo, controlan la gracia y consiguen envolver al espectador desde el primer al último instante. Tan es así que me atrevería a decir que ya hay un «público ronlalero» absolutamente entregado. Un público que goza con la inteligencia de las palabras sabiamente combinadas, el humor fino, nunca zafio, sin ninguna concesión a la risa fácil o la grosería, un humor que exige inteligencia del público y que, en contrapartida, regala inteligencia a raudales, un humor que podría etiquetarse de surrealista en ocasiones pero que es tremendamente real, un humor que se acompaña, siempre eligiendo la música apropiada a cada número, de tangos, bulerías, garrotines o ritmos cercanos al rock, un humor limpio, con protagonismo arrollador de la palabra, crítico, instruido, sabio, docto, sagaz, perspicaz, despierto, desenvuelto, talentudo… ¿qué más puedo decir? El éxito de Ron Lalá no es una casualidad y el fuego sigue creciendo, pero no de forma incontrolada, no teman los productores ni las salas que los acojan que, sin duda, se llenarán de público, sí, pero también de arte a raudales. En una suerte de flashback, a lo largo de 2010 durante la gira de Mundo y final, los ronlaleros estrenan en el Teatro Gran Vía de Madrid Ron Lalá Directo, concierto que repasa algunas canciones del grupo. Pero sus cabezas bullentes no paran, ni se instalan en la falsa comodidad del éxito, y siguen arrojando a la olla de la creación colectiva, en una auténtica brainstorming (pero de las buenas, no de las que se celebran como aquelarre de segunda en algunos consejos de dirección empresariales), ideas para un nuevo espectáculo: TIME al tiempo (2011). Y con él, un nuevo gran éxito de público, crítica, premios y gira nacional (esta vez no cruzaron el Atlántico y a buen seguro que los echaron de menos). Otro ejemplo de cómo hacer pensar al público, de cómo luchar contra la tragedia cotidiana por medio de ideas delirantes y lúcidas en un ritmo que no permite la distracción. Genialidad en estado puro. Podría decirse, o pensarse, que el grupo ha llegado a la madurez, pero ¿se puede aplicar el concepto a estos Luthiers españoles irreverentes y geniales? Lo que sí es cierto, creo, es que tienen ya una manera de trabajar, un estilo propio y, sobre todo, un lenguaje personal, una manera de contar al público, una forma de expresarse como artistas. Y ello no es óbice para que Ron Lalá siga creciendo, que seguro que lo hará. ¿Qué hay detrás? ¿Un complejo entramado de ideas y planteamientos o, antes bien, una extrema sencillez en el planteamiento que desnuda las ideas para ofrecerlas en estado puro? Me gusta imaginar las reuniones de trabajo como un bombardeo de ideas que aturrulla, que hace que no sepas adónde mirar pero que, poco a poco, va dejando un poso que dibuja la esencia sobre la mesa para luego darle corporeidad sobre las tablas. Y no debemos olvidar que cada uno de ellos procede de sitios diferentes, no digo solo geográficos, sino artísticos: la literatura, la música, el teatro… enriquecido con una formación exhaustiva. Porque nada es casualidad, sino que estos artistas faranduleros tienen

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un importante bagaje formativo que les permite hacer que lo complejo parezca sencillo e, incluso, que podamos tener la sensación de que la improvisación reina en ocasiones a sus anchas. Pero no. Ellos no aguardan a que las musas vengan de visita, las esperan trabajando intensamente, y no se dejan llevar sin más por la reacción del público para dar rienda suelta a su creatividad. Todo es fruto del trabajo. Otrosí, el grupo es un todo orgánico, no una suma de egos desbocados; el ego del actor no está por encima de la obra sino en función de ella. Cada integrante solo tiene sentido en tanto en cuanto forma parte del conjunto, un conjunto que trabaja con el público, que le lanza cables y que conecta, porque el público de los espectáculos ronlaleros se siente parte del mismo. Y así llegamos a hoy, al nuevo espectáculo, Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía) y a esta publicación. La obra se estrenó en junio de 2012 en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, en el marco del Festival Clásicos en Alcalá, y hará temporada, en octubre y noviembre, en los Teatros del Canal, pasando antes, como en sus orígenes, por las tablas del paraninfo para inaugurar el nuevo curso 2012-2013 del Máster en Teatro y Artes Escénicas del Instituto del Teatro de Madrid (Facultad de Filología de la UCM). En esta ocasión, Ron Lalá presenta una visión iconoclasta y viva de nuestro teatro áureo, un viaje al pasado desde la óptica ronlalera del siglo xxi. Recuperan de este modo esa fiesta de piezas cómicas breves que juegan con la tradición clásica para hablarnos del presente más rabioso y actual, una nueva folía o folla (como llamaran a aquel espectáculo del 2000), una fiesta barroca pero con una mirada moderna en la que se mezcla lo popular y lo culto en un bebedizo de estilos textuales, musicales, teatrales que nos hacen reír, pensar y gozar. Teatro en verso con música en directo, juego de tradición y modernidad, guiño al espectador que disfrutará aunque no conozca los ritmos y estructuras de la fiesta de entremeses o no reconozca las redondillas, décimas y romances que acarician nuestros oídos y golpean nuestro entendimiento en una irónica visión de la tradición teatral europea. Todo ello, como siempre, con música en directo, música que nace de instrumentos antiguos y modernos en una puesta en escena sobria, sencilla, efectiva, muy potente que nos hará reír en verso y con ritmo. Ya lo dicen ellos: Hoy igual que antes risa es rebeldía; viva la Folía de los comediantes. Pues eso, ¡viva la rebeldía y que arda el fuego purificador de la inteligencia al servicio de la libertad! ¡Vaya incendio que han liado con aquella pequeña chispa!

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