De nuevo sobre las catedrales de Santiago de Cuba

August 4, 2017 | Autor: E. Camacho Cárdenas | Categoría: Cuban Studies, Arquitectura, Catedrales
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Descripción

DE NUEVO SOBRE LAS CATEDRALES DE SANTIAGO DE CUBA Enrique Camacho Cárdenas Universidad de Sevilla

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ras abandonarse la propuesta que pretendía reformar la vieja fábrica de la catedral de Santiago de Cuba, el ingeniero Francisco Suárez Calderín presentó un nuevo proyecto para la construcción de la obra en el último tercio del siglo XVIII. El rechazo de su proyecto por parte de las autoridades dio inicio a un proceso administrativo cuyo objetivo era conseguir la solución más adecuada para el templo. Durante el desarrollo del mismo, participaron otros ingenieros militares y arquitectos que, como en el caso anterior, también sufrieron el rechazo de sus iniciativas. El considerable número de proyectos presentados en los sucesivos años hasta llegar al diseño final a principios del siglo XIX, generó una abundante documentación que dio lugar a un amplio expediente. La historiografía se hizo eco de buena parte del material gráfico conservado sobre el nuevo edificio, explicando las diversas causas por las que atravesó la historia del templo santiaguero y la evolución tipológica de los diseños realizados para el mismo. Sin embargo, todavía existen ciertos detalles dentro del proceso de formación de algunos proyectos que requieren algo más de atención, con objeto de lograr una visión más adecuada de lo ocurrido. A tal fin se ha revisado y ampliado la documentación relacionada con la historia de la construcción, lo que a su vez ha permitido establecer nuevas propuestas sobre su cronología, así como atribuir algunas propuestas a diversos autores1. Remontándose sus orígenes a la primera mitad del siglo XVI, la catedral de Santiago fue la primera de las construidas en Cuba, caracterizándose por ser el ejemplo de construcción en madera con mayores proporciones de toda la isla2. No obstante, desde aquella edificación hasta la que ha llegado a la actualidad, que fue realizada a principios del siglo XIX, se sucedieron varias reconstrucciones. Aunque son pocos hasta ahora los datos que se conocen de los primeros edificios, se sabe que desde su inicio el templo catedralicio sufrió continuas destrucciones y reconstrucciones con motivo de los terremotos y huracanes que asolaron la ciudad, así como rapiñas e incendios provocados por las diversas invasiones que padecieron las tierras santiagueras. En las crónicas de Bacardi y Moreau se registraron cuatro edificaciones diferentes, iniciándose la primera en el primer tercio del siglo XVI, al poco tiempo de trasladarse la sede episcopal desde Baracoa a la ciudad santiaguera. De hecho, mientras se construía el edificio, la iglesia de Santa Catalina realizó las funciones de catedral. La primera construcción fue quemada en 1604, por lo que tuvo que abrirse para el culto un nuevo edifico en 1628. Después de la invasión de 1662, este segundo edificio quedó destruido y arruinado, tratándose años después sobre su reedificación, con la nueva apertura al culto en 16903. En relación al edificio de esa época, a través de la explicación contenida en el plano realizado por el ingeniero Francisco Suárez Calderín el 4 de marzo de 1791, se da noticia del terreno que ocupó, señalando que se había construido provisionalmente entre los años de 1677 hasta 16834. 1.  El presente trabajo se inscribe en el proyecto de investigación HAR 2011-25617 titulado Arquitecturas dibujadas, ingenieros militares en Cuba, (1762-1898). 2.  Joaquín Weiss, La arquitectura colonial cubana. La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1979, p. 104. 3.  Emilio Bacardí y Moreau, Crónicas de Santiago de Cuba, vol. I. Madrid: Gráficas Breogán, 1972, pp. 89, 92, 117, 120, 305 y 306. 4. Plano de Francisco Suárez Calderín, 4 marzo 1791, Archivo General de Indias (en adelante AGI), MP-Santo Domingo, 557. Por otro lado, los apuntes que se dan en las crónicas dicen que después del huracán y terremoto de 1679 se desmoronó la capilla mayor y parte de la segunda catedral, concluyéndose el tercer y nuevo edifico en 1713. Bacardi y Moreau, op. cit., vol. I. pp. 119 y 124.

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El obispo Valdés con la intención de dar mayor capacidad a la iglesia comenzó a reconstruir a su costa la capilla mayor en el primer cuarto del siglo XVIII, pero con su muerte hubo necesidad de solicitar ayuda a la Real Hacienda para finalizar la obra. En vista de ello el gobernador nombró en 1731 al ingeniero militar José del Monte, al maestro de albañilería Gonzalo Merino, y al de carpintería y alarife de la ciudad, Francisco de Pliego para que realizaran unos informes, enviándose en ese año a la Corte el plano de la capilla mayor con un testimonio adjunto que justificaba la falta de fondos para concluir el templo5. El nuevo obispo Lazo de la Vega en 1732 comentó que la iglesia era muy humilde y realizada en madera toscamente labrada. Sobre las características arquitectónicas del edificio añadió que el edifico medía cuarenta y seis varas y dos tercias de longitud por diecisiete de latitud (39 x 14.21 metros), y sólo disponía de capillas del Santísimo y de San José. La sacristía, trazada perpendicularmente a la capilla mayor, estaba en cimientos, y se proyectaba construir, en el lado de la Epístola, dos piezas para sacristía de prebendados y clérigos, con el fin de destinar la antigua para capillas. Además se consideraba necesario unir otra nave a la del Evangelio para colocar los altares6. La iglesia se reparó, aunque un nuevo terremoto en 1766 asoló la ciudad y arruinó el edificio, destruyendo la capilla mayor que había construido el maestro Fajardo7. Su derrumbe se debió al hecho de estar construida totalmente de piedra y no haber usado horcones en su edificación. Con el temblor también se destruyó la sacristía y el resto del edificio se resintió, solicitando el cabildo eclesiástico ayuda económica para su reparación. El diseño de Francisco Suárez Calderín Vista la situación por la que atravesaba la obra, uno de los ingenieros militares, el director de la plaza de Santiago, Francisco Suárez Calderín señaló en 1770 que era preferible hacer una nueva catedral que reedificar la dañada, por lo que el obispo lo comisionó junto con los alarifes locales para efectuar los planos. Estos diseños fueron remitidos en 1772 con una estimación de costos que señalaban la equivalencia entre emprender una nueva obra o llevar a cabo una reedificación. Si bien la cédula real de 14 de mayo de 1777 autorizó la realización de una nueva catedral, los planos no cumplieron con el objetivo, ya que se puntualizó la dimensión excesiva del proyecto de Calderín, y la superficialidad e inutilidad de muchos de sus adornos, varias obras y oficinas que no eran necesarias. Por eso se exigió la reducción de sus proporciones, procurándose que el templo “fuera liso, simple y hermoso y explicando el orden de arquitectura sobre el que se fundase el modelo que se presentara en todos y cada una de sus partes”8. A la luz de la documentación, el obispo Santiago de Echevarría el 20 de agosto de 1770 indicó la necesidad de fabricar una nueva catedral por ser más costosa la reedificación, tal y como se reflejaba en el informe que hizo el ingeniero Francisco Calderín. Tras el paso del informe por la contaduría general y emitido el parecer del fiscal, resultó una real cédula de 4 de mayo de 1771 en la que se encargaba al obispo mandar a los alarifes expertos para que, asociados con el ingeniero director de aquella plaza, realizaran un plan exacto con el mapa de una nueva iglesia “decente y proporcionada”, y de las demás partes del edificio. En cumplimiento de la real cédula, el obispo remitió con carta de 23 de enero de 1772 “el plano y perfil formados por el ingeniero Antonio de Leyba”9. El informe de la contaduría de 29 de agosto de 1775 comentó que el obispo había enviado el citado plano “que parece lo tenía ya anteriormente formado el ingeniero Calderín, y se hallaba aprobado por el brigadier ingeniero director Silvestre Abarca”, del que fue preciso que el ingeniero director Antonio de Leyba sacara perfil, que también se incluyó en la carta, para evaluar el cálculo de sus costos10. El perfil hacía referencia a la altura y ligazón de la maderas. Los alarifes de la ciudad que trabajaron con Leyba fueron Luis Palomino, maestro 5.  Los testimonios gráficos sobre la reconstrucción de la capilla mayor se publicaron en Diego Angulo Íñiguez, Planos de monumentos arquitectónicos de América y Filipinas existente en el Archivo de Indias, catálogo. Sevilla: Laboratorio de Arte, 1933-1939, láms. 45-46, pp. 62-63. 6.  Angulo Íñiguez, op. cit, vol. I, pp. 125-127. 7.  Bacardi y Moreau, op. cit., vol. I, p. 176. 8.  Ramón Gutiérrez y Cristina Esteras, “La distancia entre Europa y América en la colonia. A propósito de la catedral de Santiago de Cuba”, Cuadernos de Arte Colonial, nº 1 (Madrid, octubre 1986), pp. 48-51; Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, p. 128. 9.  Carta del obispo, Habana, 23 enero 1772, Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Consejos, 21401, s/f. 10.  Informe de la Contaduría, Madrid, 29 agosto 1775, Ibídem, s/f.

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albañil, y Santiago Gimarán, maestro de carpintería, si bien aparecen otros profesionales en la relación de empleados que trabajaron en la realización del presupuesto hecho en septiembre de 1771. Así, se menciona a Fernando Hilario, carpintero, Antonio Luis Flamenco, tallista, y Manuel Felipe Fromesta, dorador. La valoración de lo que había que invertir en la obra se fijó en 100.000 pesos, señalando el ingeniero las ventajas de llevar a cabo esa nueva construcción, pues la reedificación resultaba ser mayor o de igual costo11. La obra se pretendía iniciar en brevedad, siendo el encargado de la dirección el ingeniero Calderín, pues el deán y cabildo de la catedral el 22 de octubre de 1772 solicitaron que éste regresara de Nueva España para poder continuar no sólo con las obras de las fortificaciones, sino con la construcción de la nueva catedral12. Los proyectos de Pedro de Aguirre y Ventura Buzeta Tal y como se ha señalado, en vista de la real cédula de 14 de mayo de 1777 se autorizó levantar una nueva catedral, aunque también se ordenó la reducción de las proporciones del plano realizado por Francisco Suárez Calderín. Para ello se realizaron dos nuevos proyectos, uno de ellos estuvo a cargo del maestro mayor de arquitectura, Pedro de Aguirre, y el otro del ingeniero militar Ventura Buzeta. Los testimonios de las diligencias realizadas por ese motivo indican que el 10 de octubre de ese año se solicitó al maestro mayor de arquitectura Pedro Aguirre reformular el plano de la nueva catedral. En el cálculo que Aguirre realizó el 18 de septiembre de 1778 para ajustar los costos de albañilería de la obra se reflejaron algunas de las características de su diseño. Así, se contemplaba una iglesia de tres naves de nueve tramos cada una, la central más ancha que las laterales, con sacristía superior y otra común, y una media naranja, linterna y cupulilla. El maestro Tomás de Menéndez se encargó de realizar el presupuesto de la carpintería necesaria para la obra. Sin embargo, el proyecto del maestro Aguirre no logró convencer por “no conformar con la mente de su majestad”, y con posterioridad al suyo, se le encargó al ingeniero Ventura Buzeta la formación de otro proyecto para enviarlo al Consejo de Indias. Si bien en un primer momento el ingeniero se opuso a realizarlo por no considerarse lo suficientemente preparado en cuestiones de arquitectura religiosa, fue a principios de 1779 cuando recibió la orden para su ejecución. Sobre el plano de Pedro de Aguirre comentó el ingeniero que no se había tenido en cuenta la importancia del uso de horcones en todo el perímetro del templo, necesario para que un edificio pudiera resistir a los continuos temblores de tierra que se producían en la isla. Además se había dotado al edificio de excesiva altura, que en el caso de poderse realizar sería de gran dificultad y alcanzaría un gran coste. También contaba con un mayor número de ingresos al templo de los necesarios, así como se planteaba un presbiterio muy reducido en comparación con las proporciones del templo, proyectándose además otras piezas desproporcionadas. Ventura Buzeta en su explicación dio importancia a los espacios del presbiterio y coro, estimando que era obligatorio dotarlos de la debida amplitud. Los planos fechados el 15 de abril de 1779, se remitieron al obispo, Santiago José de Echavarría, el tercer día del mes siguiente. El trabajo de Buzeta consistió en la realización de un plano, una sección trasversal, y otra longitudinal. Éstos fueron acompañados de una carta del ingeniero y de un cuaderno de instrucciones para facilitar la comprensión del plano, además de contener los cálculos del costo que tendría la edificación. Sin embargo, el proyecto de Buzeta aunque parece que se remitió por el obispo a la Corte, no llegó a su destino, al menos en un primer momento, tal y como indicó el propio ingeniero. De igual forma se deduce del oficio de 24 de septiembre de 1783, en el que se indicó que una vez visto en el Consejo el expediente sobre la construcción de la nueva catedral de Santiago a consecuencia de la real cédula de 1777, se advirtió la ausencia de contestación, por lo que se volvió a solicitar, indicándose al nuevo gobernador de Cuba que hiciera lo posible para avanzar en ese asunto13. El origen en la supuesta no remisión de planos y falta de documentación radicó en parte en una confusión de la documentación enviada a la Corte el 31 de mayo de 1779, en la que se mezclaron planos y cálculos diferentes de los costos que se habían previsto para la obra. El 6 de septiembre de ese año, el obispo envió los 11.  El cálculo que realizó Antonio de Leyba el 3 de septiembre de 1771 se recoge en Carta del obispo, Habana, 23 enero 1772, Ibídem, s/f. 12.  Carta del deán y cabildo de la catedral, Santiago de Cuba, 22 octubre 1772, Ibídem, s/f. 13.  Testimonio de las diligencias realizadas con motivo de la real cédula de 14 de mayo de 1777 sobre la nueva fábrica de la catedral, Santiago de Cuba, 24 marzo 1784, Ibídem, s/f.

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de Buzeta, excusándose de lo ocurrido. No obstante, el Consejo de Indias al no disponer de toda la documentación indicada y considerar ésta de gran importancia para el expediente de la obra, solicitó también al obispo de Cuba el 24 de septiembre de 1783 que repitiera y enviara de nuevo la documentación de 31 de mayo de 1779, a fin de poder cotejar los datos y decidir sobre el asunto con mayor claridad14. Así, consta que el 25 de febrero de 1784 Buzeta envió unos planos iguales a los del proyecto de 1779 al gobernador Nicolás de Arredondo en el que le explicaba que en esa ocasión las escalas del plano y perfiles eran inferiores que las contenidas en los remitidos al obispo, aunque las proporciones seguidas para el edificio eran las mismas. Toda la documentación llegó ahora a su destino con una carta de 18 de abril de 1784 del Gobernador de Cuba, Nicolás de Arredondo, que fue recibida en 27 de julio, aceptándose el proyecto por el Consejo el 13 de abril de 1785.15 En las prevenciones que señaló el ingeniero para una mayor comprensión del proyecto comentó los cambios que se habían llevado a cabo respecto al proyecto de Pedro de Aguirre. En ellas se puede observar como el ingeniero justifica la opción en su diseño por un esquema con cabecera poligonal, girola y capillas absidales, pues como la disposición del coro imposibilita una gran parte de la iglesia (por su invariable situación) conviene que el Presbiterio se coloque según va delineado, en cuya nave que le rodea cabe infinito Pueblo, y en cualquier punto de ella, o cualesquiera de sus capillas se descubre el tabernáculo y queda más vistoso el templo; con esto no arrima el Altar mayor a la Pared, y se aparta en su inmediación, que es el peligro en los temblores; ni constará aquel de una profusión de columnas, cornisas, y maderamen que le hacen voluminoso, y por consecuencia más expuesto. La iglesia catedral propuesta por el ingeniero Buzeta medía setenta varas de largo, y veinte y ocho de ancho (58.51 x 23.40 metros), extensión similar a la del edificio arruinado. El grosor de los muros exteriores era poco más de una vara (0.84 metros) y la altura de aquellas de nueve varas con opción a rebajarse hasta ocho (entre 7.52 y 6.69 metros). La altura de la nave principal hasta la clave de los arcos era de catorce varas con posibilidad de reducirlas hasta doce (entre 11.70 y 10.03 metros). La nave principal tenía un ancho de diez varas (8.36 metros), y las colaterales de cinco (4.18 metros). El coro era de quince varas y media de largo y diez de ancho (12.96 x 8.36 metros). Además señaló que el presbiterio se hallaba perfectamente situado, y con la amplitud que le correspondía. Por último, la capilla del Sagrario se diseñó igualmente proporcionada, situándola en el crucero.16 En cuanto a los proyectos de Ventura Buzeta de 1779 y 1784 se apuntó que se trataba de dos proyectos prácticamente similares, introduciéndose en el último de ellos modificaciones muy pequeñas. El diseño de la catedral se planteó con orientación hacia el este, siguiendo la misma del edificio antiguo existente, por lo que dadas las reducidas dimensiones del terreno, la nueva construcción implicaba la demolición del antiguo. Esa idea junto a otros problemas generó un conflicto entre Buzeta, que defendía la necesidad de derribar la vieja fábrica, y el gobernador y parte del cabildo eclesiástico que querían mantenerla, perjudicando el desarrollo de las gestiones para su construcción, y paralizándose éstas de nuevo17. La muerte del ingeniero militar el 23 de diciembre de 1789 contribuyó aún más a que la obra no se iniciara18. Tras la muerte de Buzeta, se solicitó a principios de 1790 nombrar nuevo arquitecto para llevar a cabo sus planos, señalando el gobernador Vaillant respecto a ellos que sólo quedaban en Cuba el borrón o matriz del plano original que se remitió al Consejo. Por ese motivo y a fin de no crear confusión al nuevo arquitecto que se nombrara, pidió que se sacara una copia del plano existente en el Consejo19. De ella se hizo cargo el teniente coronel de ingenieros, Miguel de Hermosilla, observando en el original

s/f.

14.  Carta del obispo de Cuba. Habana, 6 agosto 1779, y carta al obispo de Cuba. Madrid, 24 septiembre 1783, Ibídem,

15.  Las fechas de la carta del gobernador y su recepción coinciden con la información escrita en el dorso de del plano y perfil de 1784. Los proyectos de Ventura Buzeta se publicaron en Angulo Íñiguez, op. cit, catálogo, láms. 47-50, pp. 63-70. 16.  Testimonio de las diligencias realizadas con motivo de la real cédula de 14 de mayo de 1777 sobre la nueva fábrica de la catedral, Santiago de Cuba, 24 marzo 1784, AHN, Consejos, 21401, s/f. 17.  El plano de Buzeta que muestra la situación de la antigua y nueva fábrica conservado en el Archivo Histórico Nacional se publicó en Gutiérrez, Esteras, op. cit., lám. 1, p. 49. 18.  Angulo Íñiguez, op.cit, vol. I, pp. 128-129; Gutiérrez, Esteras, op. cit., pp. 50-51. 19.  Carta de Vaillant, gobernador de Cuba, Cuba, 13 enero 1790, AGI, Santo Domingo, 2269, s/f.

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varios defectos de consideración que debían reformarse. A raíz de ese suceso, el gobernador del Consejo, Francisco Moñino suspendió la copia y señaló la idea de encargar el reconocimiento del plano, las reformas o el levantamiento de uno nuevo a Francisco Sabatini u otro arquitecto sobresaliente. Al parecer esa idea no llegó a buen fin, pues al mes siguiente se pedía que la copia del plano con los reparos hechos por Hermosilla pasara a la Academia para su reconocimiento20. El examen de la Academia no solo confirmó lo que había indicado Hermosilla, sino que detectó más errores, rechazando los originales de Buzeta y las enmiendas de Hermosilla. El gobernador del Consejo comentó que la Academia debía ser la encargada de levantar un nuevo plan para la obra21. Es de interés resaltar las razones por las que la Academia rechazó el proyecto de Buzeta, así como destacar las ideas que, según la Real Academia de San Fernando, debían seguirse para llevar a cabo el nuevo diseño. La crítica giró en torno a la forma, y sobre todo a la disposición de la planta. Sobre lo último se puntualizó que el cuerpo de la iglesia era demasiado prolongado para su capacidad, destacándose la existencia de una longitud desmesurada para el servicio del altar y su comunicación desde el coro. A su vez se rechazaba la ubicación del coro en la nave central, además de los ámbitos de las sacristías y sala capitular, desprovistos de un espacio previo que sirviera de entrada y resguardo que evitara el contacto directo con el atrio. Para rectificar parte de los defectos que se contemplaron en el proyecto, la Academia indicó que era posible hacerlo “dejando el último arco de la nave a los pies de la iglesia para un vestíbulo o atrio que falta; y dando otro más a la capilla mayor”. Con ello se conseguía un cuerpo de iglesia más proporcionado, y una capilla mayor más espaciosa que permitiera adelantar el altar y trasladar el coro desde la nave a la cabecera del templo22. Con motivo de la petición que se había hecho de los planos de la catedral desde Cuba para proceder a su edificación, el 31 de octubre de 1790 se enviaron los dos que había diseñado Ventura Buzeta con fechas de 15 y 18 de abril de 1779 y 1784 respectivamente, advirtiéndose con el nº2 el aprobado por el Consejo, y con el nº3 la copia con las enmiendas que anotó en el original el ingeniero Hermosilla23. También se acompañó con el nº4 el oficio original de 28 de septiembre de 1790 en el que se incluían los defectos observados por la Real Academia en los planos y su copia. Desde la península se pensaba que la obra ya estaba en los cimientos y que se debía continuar su construcción, atendiendo a los cambios efectuados en los planos. No obstante, el 18 de noviembre se dispuso que si no se había iniciado la obra, se devolvieran los planos para que la Academia formara otros, afirmando el gobernador en su contestación de 22 de febrero de 1791 que aún no se había comenzado24. Al mes siguiente, Vaillant envió un largo informe, que de acuerdo con el obispo, puntualizaba la necesidad de respetar las condiciones del medio, las capacidades y posibilidades tecnológicas del territorio, dando noticias sobre el trabajo con horcones que se llevaba a cabo en los edificios, para así combatir los temblores de tierra. En él añadió que la iglesia nueva debía tener una orientación norte-sur por motivos de ventilación, y recordó que por real cédula de 13 de abril de 1785 se habían aprobado los criterios para realizar la obra con horcones25. Junto al informe se devolvieron los planos de la catedral, acompañados de otro que manifestaba la situación y terreno que ocupaba el actual edificio, y el que debía ocupar la nueva fábrica26. Se trataba de una copia del plano realizado por el ingeniero Francisco Suárez Calderín el 4 de marzo de 1791, mencionado con anterioridad, a fin de que la Real Academia lo tuviera en cuenta en la realización

20.  Informe del gobernador del Consejo, Madrid, 8 julio 1790, Ibídem, s/f. 21.  Informe del gobernador del Consejo, Madrid, 30 septiembre 1790, Ibídem, s/f. La mayor parte de los datos de los tres últimos documentos señalados se indicaron en Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, pp. 129-130. 22.  Documento que recoge el dictamen de la Academia de San Fernando sobre los planos de la catedral en 1790, transcrito en Ibídem, vol. II, pp. 673-676. 23.  Con probabilidad la fecha de 18 de abril de 1784 que se da en la documentación hace referencia a la fecha de la carta que el gobernador de Cuba, Nicolás de Arredondo envió junto a los planos que Buzeta había realizado el 15 de febrero de 1784. 24.  Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, p. 130. 25.  El informe lo publicó y comentaron, Gutiérrez, y Esteras, op. cit., pp. 51-53. 26.  En relación a los planos de la catedral, el gobernador Vaillant especificó que devolvía los tres planes que se incluían en la real orden de 18 de noviembre de 1790. Informe del gobernador, Cuba, 12 marzo 1791. AGI, Santo Domingo, 1256, s/f.

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del nuevo diseño. En él se señaló que el presbiterio, la sacristía y la sala capitular de la vieja fábrica estaban en un estado ruinoso27. Los dibujos de Manuel Martín Rodríguez La Real Academia de San Fernando, en junta particular, creyó oportuno que el arquitecto Manuel Martín Rodríguez debía ser el encargado de realizar el nuevo proyecto. En agosto de 1791 el arquitecto aceptó y comenzó con la tarea asignada, reteniendo en su estudio el expediente que reunía toda la documentación generada hasta ese momento. Sin embargo, hubo que esperar siete años para que la Junta de Arquitectura aprobara los seis dibujos que realizó “mereciendo en todas sus partes universal aprobación”.28 Concretamente sucedió el 2 de septiembre de 1798, documento al que acompañaban los tres diseños desaprobados.29 Mientras tanto, el 5 de mayo de 1793 el obispo había enviado unos planos, perfil y un presupuesto de la catedral, con un informe de la misma en el que comentaba el lamentable estado en el que se encontraba la obra. Según el prelado, el diseño se lo había sustraído a su amigo el ingeniero Fermín Montaño y en vez de devolvérselo, optó por mandarlo para su posible aprobación30. Los nuevos diseños creados por Manuel Martín Rodríguez y aceptados por la Real Academia volvieron a verse envueltos en algunas dificultades, ya que a principios de junio de 1800, Antonio Porcel, secretario del Consejo de Indias, envió una carta al viceprotector de la Academia, Bernardo Iriarte, comentando la existencia de dos problemas expuestos por el obispo de Cuba. Uno hacía referencia a la media naranja que figuraba en los planos, que se aconsejaba, o bien suprimirla o bien reducirla, debido a las características del terreno; y en el otro se solicitaba que un arquitecto de la Academia se encargara de la ejecución y dirección de las obras. Ante tal situación, la junta particular de la Academia decidió consultarlo con el autor del proyecto. La respuesta por su parte fue negativa, argumentando que a pesar de existir motivos locales que planteaban esa cuestión, el encargado de la dirección de la obra sabría salvar los inconvenientes y precaver los riesgos tanto en la parte de la media naranja como en las demás bóvedas. Para llevar a cabo correctamente la dirección de la obra, Manuel Martín Rodríguez recomendó al académico Pascual Rezusta e indicó la conveniencia de que fuera acompañado por un aparejador31. Para el caso del proyecto de Manuel Martín Rodríguez, una vez revisada la documentación y planimetría existente al respecto, se vuelven a plantear varios interrogantes relacionados con los diseños conservados en el Archivo Histórico Nacional, en parte ya señalados por la historiografía.32 En cuanto a los remitidos el 27 de agosto de 1798, y realizados en función de lo establecido en la Junta particular de la Academia de 7 de agosto de 1791, Martín Rodríguez, autor de los mismos, enumeró y detalló el material gráfico, indicando que el cuaderno con los nuevos diseños, consta de la portada y seis fojas útiles, que la 1ª es la planta de la iglesia y sus oficinas al piso del terreno con una explicación: la 2ª de la fachada principal: la 3ª de un perfil por la línea AB de la planta que manifestaba la latitud de la iglesia; altar mayor y coro: la 4ª del costado exterior por el lado de la epístola: la 5ª de otro corte como el anterior, pero suprimiendo la cúpula y algunos adornos: y en ella misma un corte por la línea CD de la planta que manifestaba la latitud de la nave principal de la iglesia y sus capillas mirando hacia la entrada: y la 6ª y última una copia exacta del plan general del terreno remitido por el gobernador, en el que se figura con aguada rosada el espacio y sitio que ha de ocupar la nueva iglesia y sus oficinas33. 27.  “Plano del terreno que ocupa la iglesia catedral en la ciudad de Cuba, que se construyó provisionalmente en los años de 1677 hasta el de 1683 que se concluyó, y todo el espacio de su pertenencia, empleado en cementerio”, realizado por Francisco Suárez Calderín, 4 marzo 1791, AGI, MP-Santo Domingo, 557. 28.  Miguel Ángel Castillo Oreja, Mónica Riaza de los Mozos, “Entre el Barroco y el Neoclásico: La Academia de Bellas Artes de San Fernando y las últimas empresas constructivas de los Borbones en América” [en línea], Actas III Congreso Internacional del Barroco Americano. Territorio, arte, espacio y sociedad. Sevilla (8 a 12 de octubre de 2001). Área de Historia del Arte, Universidad Pablo de Olavide (Eds.), pp. 717-718. http://www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/3cb/ documentos/057f.pdf [Consulta: 10-15 octubre 2012]. ISBN: 84-688-4049-1. 29.  Gutiérrez, Esteras, op. cit., p. 53. Según Martín González, sus múltiples ocupaciones le habían impedido realizarlos antes. 30.  Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, pp. 131-132. 31.  Castillo Oreja, Riaza de los Mozos, op. cit., p. 719. 32. El juego de planos atribuido a Martín Rodríguez se publicó y comentó en Gutiérrez, Esteras, láms. 2, 3 y 4, pp. 54-57. 33.  Carta de Manuel Martín Rodríguez, Madrid, 27 agosto 1798, AHN, Consejos, 21401, s/f.

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Por la descripción que dio Martín Rodríguez en su escrito sobre sus seis diseños, y comparándola con las características de los tres dibujos conocidos y conservados en el Archivo Histórico Nacional, tan sólo el correspondiente a la planta de la iglesia podría responder a uno de ellos. Los otros dos, presentan por un lado la fachada principal y una sección trasversal, señalada en el diseño de la planta con los números 3-4, y por otro lado una sección longitudinal que se indica en la planta mediante los números 1-2, alejándose, en cuanto a su contenido, de los descritos en la documentación del arquitecto. El uso de números para señalar en planta las secciones también difiere del juego de planos de Martín Rodríguez, ya que las referencias a ambas sobre el diseño de la planta se indican con letras (AB y CD). Esas diferencias podrían justificarse considerando que el arquitecto se refería en su descripción a otro juego de planos diverso al que hoy se tiene. Otros datos que apoyan dicha sugerencia responderían a aspectos de disposición de áreas en el edificio, además de la elección, una vez más, de un esquema de iglesia de planta basilical con cabecera poligonal, girola y capillas adsidales que repetía el proyectado por Ventura Buzeta. Si se tiene en cuenta la documentación tratada sobre la construcción de la nueva catedral de Santiago a partir de 1790, la copia que Miguel de Hermosilla realizó con la incorporación de una serie de enmiendas sobre el original de Buzeta, y el dictamen desfavorable que la Academia pronunció sobre ambos proyectos, se pueden apreciar ciertas contradicciones sobre ese proyecto casi literal atribuido a Rodríguez y encargado por la Academia. Hay que recordar que la Real Academia de San Fernando fue precisamente la que rechazó la propuesta de Buzeta, inicialmente aceptada, así como la de Hermosilla, entre otras cuestiones, por la situación del coro en la nave central del edificio, aconsejándose su desplazamiento a la cabecera del templo. Es por ello que se evidencia una falta de coherencia entre los planteamientos que expuso la Real Academia para mejorar el proyecto rechazado de Buzeta y el nuevo diseño aprobado de Manuel Martín Rodríguez. Es cierto que en el corte y alzados del juego de planos conservado se introducen modificaciones, sin embargo habría que preguntarse hasta qué punto es comprensible que se rechace por la Academia el plan del ingeniero Buzeta, y años más tarde el arquitecto Martín Rodríguez, formado en la misma y conocedor de toda la documentación generada sobre la construcción de la obra, vuelva a reproducir el mismo esquema de planta que ya había sido rechazado34. Es por ello que cabe la posibilidad de atribuir esos planos a otro autor, insinuándose que esos cambios en el alzado y secciones que se aprecian en el proyecto podrían responder a las mejoras que Miguel de Hermosilla incorporara en la copia que realizó del proyecto de Buzeta, y que poco después la Academia también desestimó35. Quizás un detalle a tener en cuenta que alejaría a Hermosilla de la paternidad del proyecto, aparte del hecho de carecer los tres diseños señalados de fecha y firma, y no saber cuántos dibujos realizó, sea la constancia documental de que el citado autor para realizar la copia y mejoras se basó en el proyecto de Buzeta de 1784, y no en el de 1779 que es el que se reproduce en la planta que se cuestiona. El último proyecto Con la aprobación de los seis diseños que contenía el proyecto para la nueva catedral realizados por Manuel Martín Rodríguez parecía que finalmente se cerraba el largo proceso administrativo nacido con motivo de la construcción del nuevo templo catedralicio de la ciudad santiaguera. Sin embargo, se ha 34.  Cuando la Academia de San Fernando le pidió a Martín Rodríguez el 8 de agosto de 1791 que asumiera el encargo de realizar los nuevos diseños para la obra, le adjuntó un expediente que constaba de” un informe del Gobernador de Cuba, una copia de cédula de S.M, un plan general del terreno en que se ha de disponer la nueva fábrica, y tres diseños (al parecer del ingeniero don Miguel de Hermosilla) sobre que recayó principalmente la censura de la comisión de la Academia” en septiembre de 1790. Expediente sobre la formación de planos para la Santa Iglesia Catedral de Cuba, Cuba, 1797. Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (en adelante ARABASF), 2-32-5, s/f. Sin embargo, parece que esos tres diseños que en la documentación se mencionan entre paréntesis como pertenecientes a Hermosilla, hacen referencia a los tres juegos de planos que se enviaron; los dos de Buzeta y el del mismo Hermosilla. 35.  Gutiérrez y Esteras señalaron como en ese diseño se copiaba textualmente el plano del ingeniero militar de 1779, manteniendo hasta la nomenclatura de las partes del edificio. También observaron ciertas diferencias entre las proporciones que se recogían en los diseños conservados y las que daba el obispo en la documentación, indicando que no sabían si ello se debía a un intento de perfeccionar el diseño de Buzeta, y si Rodríguez hizo además otro diferente. En relación a las dimensiones, los autores subrayaron “No sabemos si el obispo se equivocó o analizó la situación sobre otro diseño de la Academia que no conocemos o si en definitiva este proyecto pertenece simplemente a un intento de readaptación académica al antiguo diseño de Buzeta”. Gutiérrez y Esteras, op. cit., pp. 56 y 58.

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visto como poco después de la aprobación del mismo por la Real Academia volvieron a surgir dificultades. Así, a pesar de las explicaciones dadas por el arquitecto sobre las apreciaciones que se hicieron sobre la media naranja contemplada en su diseño, sus argumentos no convencieron al cabildo y obispado de Cuba, y el proyecto fue nuevamente relegado. El obispo Joaquín Antonio Osés de Abía en 1802 no veía viable el plano de la Academia por ser el edificio proyectado de mayor proporción que el terreno en el que se debía de edificar y de excesiva altura, señalando que era necesario un edificio capaz y proporcionado que tuviera en cuenta las circunstancias locales y el uso del horcones para resistir las vibraciones de los temblores de tierra36. A ello se unió el estado ruinoso que presentaba el edificio antiguo por los fuertes huracanes que azotaron la ciudad el 14 de octubre de 1800, y el temblor de tierra de 14 de marzo de 1801, circunstancias que obligaron a Fermín Montaño a declararlo inhabitable en 180237. Además, las diferencias entre el obispo y gobernador contribuyeron a ralentizar las decisiones que se debían tomar respecto a la obra. Por ese motivo se dictó una real orden en 1805 en la que se recordaba los largos veinte años de trámites invertidos para la construcción de la catedral. Si con todo ello no fuera suficiente, lo cierto es que se adoptó un nuevo proyecto. En julio de 1806 el obispo presentó un plano y una plantilla de madera al gobernador, quien se mostró de acuerdo con ellos, si bien comentó que no obstante debía someterse al dictamen del coronel comandante de ingenieros de la plaza. El plano lo había diseñado el teniente de navío Agustín de Zabala, del que se decía haber informado al rey en 1802, y una plantilla de madera debida al presbítero Alejandro de Paz y Alcanio, y el carpintero Pedro Fernández, conocido como el “Perote”. El gobernador insistió en que el plano y plantilla debía supervisarlas el coronel de ingenieros a quien se le debía encargar la dirección de la obra. Por otro lado, el obispo se lo quería encomendar a los autores de la plantilla, argumentando que nadie mejor que ellos podían hacerlo, por lo que nuevamente surgieron conflictos. El gobernador no sólo comentó que los carpinteros carecían de nociones sobre los principios de la arquitectura, sino que además le constaba que la plantilla de Fernández no sólo no coincidía con el plano de Zabala, sino que mientras éste era para un templo de tres naves, en aquella figuraba uno de cinco. A pesar del informe que hizo en septiembre de ese año el comandante de ingenieros Fermín Montaño, afirmando que el plano y perfil eran adecuados para una iglesia pero que el modelo de Fernández carecía de toda regla de arquitectura, el obispo comenzó las obras el 10 de octubre de 1806. Su decisión para que lo edificara Pedro Fernández, carpintero negro, era porque en los templos y otras obras que él había construido en la ciudad había demostrado pericia y conocimientos prácticos de las exigencias locales, por lo que se había ganado su plena confianza38. En 1810 se echaba la cumbrera y el 31 de agosto de 1811 se trasladó el Santísimo de la capilla parroquial antigua a la nueva, mientras se trabajaba en los arcos torales sobre los que debía descansar la media naranja39. Si bien el proyecto de Agustín Zabala y Pedro Fernández de 1802 modificaba la propuesta de planta con cabecera poligonal y girola de otros diseños realizados para el edificio, caso de los de Buzeta, lo cierto es que se observan varias diferencias al comparar la planta con el dibujo que recoge una vista longitudinal del exterior del edificio, realizado años más tarde de haberse iniciado los trabajos de construcción, y que se conserva en el Archivo General de Indias.40 En la planta, el cuerpo de la iglesia 36.  El diseño “no es en modo alguno adaptable a la localidad, lo primero porque no se ha contado con el presupuesto del terreno que a lo sumo no pasa de 70 varas, cuando el plano comprende 93 y a lo mismo proporcionalmente su ancho, lo segundo que tampoco se ha contado con el otro presupuesto del caudal, asegurando los inteligentes que por los materiales que allí faltan y debían conducirse de afuera para arcos, columnas, pilares y demás, serían necesarios dos millones de pesos, que es lo mismo que dar con un imposible, lo tercero porque ni los materiales no entrarían en un edificio más elevado que el nuevo de San Francisco que solo tenía de puntal 12 varas. ¿Cómo entrarían en el del mapa que se eleva hasta 26 varas? Elevación en que no están allí seguros los pájaros, ni se encontrarían operarios que trabajasen a esa altura. ¿Y qué se diría de la media naranja que elevándose 40 varas sobre las 26 llegaba a 66 su altura? Lo mismo proporcionalmente debía decirse de las torres que montaban 46 varas, cuando se estremecían de la que sólo tiene 18 con la cúpula, escarmentados y conturbados todavía de los temblores y furiosos huracanes”, en Ibídem, p. 57. 37.  Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, pp. 132-133. 38.  La planta y el perfil atribuidos a Pedro Fernández en 1802 y conservados en el Archivo Histórico Nacional, se publicaron en Gutiérrez, Esteras, op. cit,, láms. 5 y 6, p. 59. 39.  Angulo Íñiguez, op. cit., vol. I, pp. 134-137. 40.  Por las breves explicaciones que aparecen insertas en el diseño del costado exterior derecho del edificio, parece que se hace referencia a la conclusión de la capilla del Sagrario y traslado del Santísimo que se efectuó en 1811, momento en el

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se compone de un mayor número de tramos que los registrados en la vista longitudinal, así como los accesos laterales al inmueble se realizan por diferente tramo, alterando por lo tanto la secuencia de vanos en el muro perimetral. Esa diferencia de tramos y secuencia de vanos que refleja la vista longitudinal coincide con el edificio actual. Otras notas que marcan un cierto alejamiento del último proyecto comentado con el dibujo de la vista longitudinal, corresponden por ejemplo al crucero, pues en el plano se acentúa ligeramente al exterior, mientras que en el dibujo continúa la línea perimetral del cuerpo de la iglesia. Por otro lado, la capilla del sagrario se realizó paralela a la cabecera del templo, a diferencia de la ubicación que se le dio en el plano, en el costado contrario, y a un lado del crucero. Aunque el proyecto definitivo pudo recibir algunos cambios mientras se estaban realizando los trabajos de construcción o con posterioridad, como es el caso de la situación del coro que finalmente se ubicó en la cabecera del templo, cabe destacar una información que tras la consulta de ambos dibujos se localizó tanto en el reverso del plano como en el del perfil41. En ellos se dice “Plano de la Santa Iglesia proyectada de la ciudad de Cuba, que vino con carta del Obispo de ella de 23 de enero de 1772” y “Perfil de la proyectada Catedral de Cuba que vino con carta del Obispo de ella de 23 de enero de 1772”. Los datos que se indican relacionan los supuestos diseños finales con los del primer proyecto para la nueva catedral realizados por los ingenieros Francisco Suárez Calderín y Antonio de Leyba.42 Una vez concluida, la catedral sufrió diversas alteraciones en su fisonomía. En la relación de daños que se ocasionaron en los templos de la ciudad santiaguera con motivo del terremoto de 20 de agosto de 1852 y los siguientes temblores, se indicó que las naves extremas del templo se hallaban en completa ruina, así como los arcos torales que sostenían la media naranja. En las torres se desplomaron varios cuerpos de campanas, lo que anunciaba un posible derrumbe43. El hastial barroco que siguió con fidelidad el diseño conservado en el Archivo General de Indias se mantuvo hasta antes del terremoto como se puede observar en la litografía de Mialhe Frédéric incorporada en la obra “Isla de Cuba pintoresca”, de 1839. En la reconstrucción, se dotó al edificio de una fachada principal inscrita dentro de la estética neoclásica44.

que la catedral aún estaba por finalizarse, “Traza de los costados del templo con algunos defectos del dibujante”. Asimismo se conserva un alzado de la fachada principal del mismo momento, “Frente del templo: le faltan a la torre derecha los dos últimos tramos”. AGI, MP-Santo Domingo, 693 y 694. 41.  Reversos del plano y perfil de la catedral de Santiago de Cuba, AHN, Consejos, MPD, 105 y 106. 42.  En base a esa información, se podría destacar como desde un principio se habría mostrado un interés sobre el cambio de orientación del edificio, pues en el diseño de la planta, el autor indicó la ubicación de la cabecera del templo hacía la “calle del Colegio”, localizándose esa calle al sur del edificio catedralicio, tal y como se puede observar en el “Plano de la ciudad de [Santiago de] Cuba y sus arrabales, la questa de la mar, el muelle y la calsada de la playa y el camino nuevo” realizado por Baltasar Díaz de Priego en 1751, y publicado en Omar López Rodríguez, La cartografía de Santiago de Cuba. Una fuente inagotable. Santiago de Cuba-Sevilla: Oficina del Conservador de Santiago de Cuba, Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2005, plano 6, pp. 18 y 20-21. 43.  Miguel Estorch, Apuntes para la historia sobre el terremoto que tuvo lugar en Santiago de Cuba y otros puntos el 20 de agosto de 1852 y temblores subsiguientes. Cuba: [s.n], Imp. de Loreto Espiral, 1852, p. 27. 44.  Joaquín Weiss, La arquitectura colonial cubana. Siglos XVI al XIX. La Habana-Sevilla: Instituto Cubano del Libro, Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transportes, 1996, p. 294. Asimismo en el Archivo Nacional de Cuba se conserva una fotografía que muestra una vista lateral de la catedral en 1880 en la que se observa los cambios que sufrió la obra en su aspecto exterior después del terremoto, en relación a la fisonomía que presenta en los dibujos del alzado de la fachada principal y vista longitudinal de principios del siglo XIX conservados en el Archivo General de Indias. La fotografía se reproduce en Joaquín Weiss y Sánchez, Arquitectura colonial cubana. Colección de fotografías de los principales y más característicos edificios erigidos en Cuba durante la dominación española. La Habana: Ed. Cultural, S. A, 1936, lám. 101, pp. 45 y 101. Por otro lado, el aspecto actual del edificio catedralicio se debe a la restauración que hizo el arquitecto Carlos Segrera en 1922, en la que incrementó la altura de las torres, se realizaron cambios en la decoración interior del templo, así como en la fachada principal, variando elementos compositivos como el cambio de pilastras a columnas pareadas flanqueando la portada principal, entre otros elementos decorativos. Oficina del Conservador de Santiago de Cuba (Coord), Oriente de Cuba: Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Granma: Guía de Arquitectura. [Sevilla]: Junta de Andalucía, Dirección General de Arquitectura y Vivienda [etc], 2002, p. 83.

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Figura 1. Vista general de la catedral de Santiago de Cuba (foto Alfredo J. Morales).

El templo se compone de cinco naves separadas por pilares formados con horcones de madera, y sin capillas laterales. Los arcos son de medio punto rebajados y las bóvedas tanto en la nave mayor como en las laterales inmediatas son de cañón rebajado con grandes casetones. En el crucero, esas bóvedas son reemplazadas en el tramo de la nave mayor por un sistema cupuliforme, y en los laterales por bóvedas vaídas con nervaduras radiales decorativas. La cubierta más interesante es la del coro en la cabecera que adopta forma de media naranja rebajada, pero de sección quebrada45. Para el caso de la nueva catedral de Santiago de Cuba, los motivos que provocaron el dilatado proceso constructivo, o más bien aquel extenso período de tiempo invertido para la resolución del expediente de la catedral, fueron de muy diversa índole, aunque éstos no formaron parte de un ejemplo aislado en América46. No obstante, se ha podido constatar que la falta de arquitectos en tierras cubanas, contribuyó en un principio a asignar el proyecto de la nueva catedral a ingenieros militares sin la formación suficiente para afrontar un programa de arquitectura religiosa. A ello se unió el trasiego de documentos y planos diferentes que a veces impidieron una rápida solución de las propuestas, creándose confusiones, o siendo difícil tomar una decisión por no contar con toda la documentación necesaria. De igual manera, otras veces no se dispuso en Cuba del diseño aprobado para dar inicio a la obra o de un arquitecto que la dirigiera. Si bien el rechazo de los proyectos presentados para la obra perjudicó 45.  Diego Angulo Íñiguez, Enrique Marco Dorta, Mario J. Buschiazzo, Historia del arte hispanoamericano, vol. III. Barcelona: Salvat Ediciones, 1956, p. 143. 46.  Para la de Santiago de Cuba, ya se puso de relieve la dicotomía entre las formas de pensar europeas y su trasplante a la realidad americana, en Gutiérrez, Esteras, op. cit., pp. 47-64. Asimismo, en relación al escaso número de expedientes instruidos por la Real Academia de San Fernando procedentes de tierras americanas y el rechazo de los mismos, se señaló entre otros aspectos, que “Las diferencias acerca de un mismo proyecto constatadas entre las autoridades y técnicos americanos y los de la metrópoli, no respondían únicamente a un problema de comunicación, derivado de la enorme distancia que separaba a ambos centros; se debían, sobre todo, a un problema de diacronía –dilatándose sin causa justificada los expedientes y el desarrollo de los correspondientes proyectos hasta el punto de no llegar a construirse– y a la falta de sintonía entre dos realidades diferentes, a veces opuestas”. Castillo Oreja, Riaza de los Mozos, op. cit., p. 722.

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también el inicio de la construcción, es la historia del edificio santiaguero un ejemplo excepcional por el numeroso material gráfico que se conserva para su estudio.

Figura 2. Vista lateral de la catedral de Santiago de Cuba (foto Miguel A. Castillo).

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