De mujeres, Semana Santa y procesiones

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Descripción

II

LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA / Domingo, 4 de abril de 2010

Semana Santa 2010

PROCESIÓN

Dolor compartido La ciudad reafirma su compromiso con la Soledad en una tarde fría y ventosa José María Sadia Sábado Santo, tarde de luto para los zamoranos y vísperas de despedida de una Semana Santa que ha pasado fugaz. La fe y la tradición han podido, especialmente este año, con las adversidades. Pese a los augurios meteorológicos y salvo excepciones, los desfiles han salido a la calle y han vuelto a arrastrar a miles de zamoranos y forasteros en torno a una Pasión que hoy se despide con el estruendo de las salvas en la Plaza Mayor.Y tras el entierro de Cristo, escenificado en las procesiones del Viernes Santo, faltaba vivir el luto de la Soledad, la Virgen sencilla, la de los zamoranos. Pasadas las ocho de la tarde, abría sus puertas el templo de San Juan para recibir con el himno nacional la venerada imagen. Rostro cabizbajo, manos entrelazadas en torno a un rosario y, enfrente, un jardín de flores en tonos lila, crema y blanco para soportar el dolor. Dolor compartido anoche por una ciudad que volvió a enfundarse el luto en una jornada siempre triste. Un reguero de damas enlutadas entraba en escena con la misma túnica que la Soledad se puso anoche, la del Sábado Santo, sin bordados, sin ornamentos. Ellas avanzaban en dirección a Santa Clara con la luz

clara y limpia de la cera líquida, la que ha alimentado las llamas de las tulipas este año por primera vez. La Soledad veía caminar a centenares de hermanas en una tarde decorada con viento frío. Escoltada, como siempre, por la Policía Municipal, esperaba a que pasaran las ocho y media para emprender su camino, el último, arropada por los zamoranos. Allí, en los aledaños del templo románico, cuatro, cinco y hasta seis filas de hermanos de acera aguardaban cada detalle. Junto a Santa María, el Merlú de Antonio Pedrero apenas si podía asomar su corneta. Esta vez no para anunciar ya el inicio de la Pasión, sino su desenlace, del que hoy también será testigo. El centenar de músicos de la Banda de Zamora abrieron paso con Petit al frente para iniciar el itinerario por la ciudad. El viento se levantaba para zarandear el liviano manto de la Virgen, que dejaba ya la Plaza. Allí, el ir y venir de gente se reactivaba. Unos hacia sus casas. Otros para seguir en otro punto la procesión. En medio, los reposteros del Ayuntamiento como único decorado de un Sábado Santo de luto, triste, frío. La Pasión toca a su final. Sólo la alegría de la Resurrección de hoy servirá para retomar la vida cotidiana.

FOTO MIGUEL RODRÍGUEZ GÓMEZ

La Soledad, camino de Santa Clara.

De mujeres, Semana Santa y procesiones ■

Si no somos capaces de dar pasos desde la cordura, todo cuando se avance corre el riesgo de venirse abajo con tanta premura como llegó arriba

Rafael Ángel García

Y

a hay mujeres en algunas cofradías. ¡Perdón por no ponerlo entre admiraciones! En otras las hubo siempre, v. g. Nuestra Madre, pero tampoco estas hermandades en que esto nunca fue un problema se han librado de la quema. Muchos están ahora por fin a gusto, «aunque la lucha sigue», según dicen. O «el fruto caerá pronto porque el árbol está maduro», según también argumentan. Pero los del otro lado se tiran de los pelos o se rasgan las vestiduras por ello. En fin, que el paso de El Prendimiento de Miguel Torija parece que ha cobrado vida en Zamora en estos últimos años. Prendimiento por un lado y prendimiento por otro. Pero que no se engañe nadie, no. El problema no es la presencia o

no de las mujeres en las cofradías. El problema no es si tienen que desfilar con la misma túnica que los varones o de luto. El problema no es si pueden o no cargar, solas o en pasos mixtos. El problema es otro, muy diferente y está auténticamente en la raíz. El auténtico problema es qué personas y para qué en las cofradías de nuestra Semana Santa. Es de dominio común que en esta ciudad nuestra no somos de cofradías, sino de procesiones. En la forma de entender la semana de Pasión zamorana en la calle cabe perfectamente pertenecer —salir, en nuestro argot más castizo— a ocho o nueve cofradías. Algo que más allá de nuestros límites provinciales suele resultar inconcebible. Somos de salir en procesiones, sin más relevancia ni más trascendencia. Y en algunos casos en cuantas más mejor. Se plantea, pues, un reduccionismo de la cofradía a un mero acto puntual de unas horas que consiste en ponerse el caperuz, desfilar tras el anterior,

y al final, eso sí, no olvidar la expresión tan acuñada de «salud para otro año». Si caemos en la cuenta, esta frase condensa en sí misma uno de los problemas de fondo. Nuestra Semana Santa pide, pues, algo más que supere el mero desfile y que haga honor al significado real de lo que significa hermandad, cofradía. No cabe duda de que de unos años para acá se ha planteado una auténtica batalla por la incorporación de la mujer en las cofradías, en demasiadas ocasiones cargada de enfrentamientos personales, ofensas y defensa a ultranza de posiciones nada razonables ni justificables de uno y otro lado. Los insultos han aparecido entre supuestos hermanos y candidatas a hermanas de cofradías, y también entre hermanos entre sí. Y en algunos casos con posturas tan alejadas del sentido de hermandad cristiana que ponen en cuestión la coherencia con la pertenencia a una asociación de fieles católicos. El rodillo a veces ha pasado sobre sensibilida-

des y razones de uno y otro lado, creando un clima que en nada beneficia a nuestra Semana Santa. Con estas posturas, la verdad, sobra gente en las cofradías de nuestra Pasión. Ha sobrado urgencia y faltado mucha serenidad. Desde ambos sectores se ha querido tensar la cuerda en ocasiones hasta extremos inaceptables, y en algunos momentos la provocación más o menos encubierta ha hecho aparición en la pugna. La incorporación de la mujer en la Semana Santa de Zamora o se hace de forma serena, progresiva y consensuada o no será incorporación, sino cuña metida a calzador, con los resquemores que ello siempre puede causar. Es importante que se aleje de la Semana Santa en esta y otras cuestiones la sensación de imposición o el decretazo (asambleario o de otro tipo), las medidas de presión fuera del sentido común y los intentos de pasar a la posteridad como el protagonista de cualquier cambio. Si no somos capaces de dar pasos en nuestra Semana Santa

—este u otro de tal envergadura— desde la cordura, la calma y la serenidad, todo cuanto se avance corre el riesgo de venirse abajo con tanta premura como llegó arriba. Conviene ser honestos y respetar con escrupuloso cuidado las posturas, porque son sensibilidades lo que entra en juego, y es mucho y con vocación de que perdure lo que se quiere incorporar. No es la cuestión hombres sí y mujeres no en Semana Santa, sino para qué mujeres y hombres en las cofradías. No es el problema que mujeres desfilen con hombres, sino con qué sentido. La progresiva incorporación de la mujer en las cofradías de Semana Santa, junto con la participación activa de hombres que ya forman parte de ellas, tiene la oportunidad, el reto y la responsabilidad de contribuir a normalizar el sentido de pertenencia a una hermandad que manifiesta culto público a Cristo, dando así todo el sentido a nuestra Semana Santa. Si no, servirá de bastante poco.

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