DE MAESTROS, MORALES Y MÁSCARAS: El héroe voltea hacia sus inicios

June 7, 2017 | Autor: R. Cruz Villanueva | Categoría: Comparative Literature, Comics Studies, Moral Philosophy
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Descripción

DE MAESTROS, MORALES Y MÁSCARAS:

El héroe voltea hacia sus inicios

Raúl Cruz Villanueva
 ([email protected])
 Facultad de Filosofía y Letras

ABSTRACT: Quien decide, un buen día, usar máscara y pelear en las calles contra el crimen tiene entendido, desde un comienzo, que su lucha será también una cruzada moral: sólo quien entiende que su misión es un intento de resolver el conflicto entre la realidad y su idea de ella es capaz de sacrificar la vida y entregarse —poderes metahumanos o no— a esta lucha. Los orígenes de todos los superhéroes poco tienen de diferente de los que se narran desde la mitología clásica: o exiliados o huérfanos, su camino (como analiza Joseph Campbell en El héroe de las mil máscaras) está marcado por una serie de pruebas, de ayuda, de maestros que van construyendo tanto su propia labor heroica como su constructo identitario. Cada héroe, cada superhéroe, es diferente del otro; cada camino se va trazando frente a ellos con todo y que conocemos los pasos, las pruebas, los lugares comunes a los que se enfrentarán. Comprendemos, todos, que el código moral bajo el que entienden su misión no se puede quebrantar, pero cómo se formó, cuáles son las pequeñas diferencias de éste, que no sólo definen las historias, sino la forma misma como los leemos, será el objeto de análisis de esta lectura. Matt Murdock, Bruce Wayne, Peter Parker; Daredevil, Batman, Spiderman: será desde sus diferencias, desde su religión, sus obsesiones, su edad y conflictos personales, presentes todos desde su origen superheroico, los que conformarán su personnae, su relación con el poder y con los ciudadanos, su idea de justicia, de responsabilidad y de crisis de sus propios sistemas morales. Palabras clave: héroe, maestro, responsabilidad, poder, cómic, novela gráfica

EL BOSQUE HERÓICO

“Todo poder conlleva una gran responsabilidad”: ésta es una frase que se repite una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez durante toda la historia impresa, fílmica y animada de Spiderman. Una y otra vez, el mantra del tío Ben marca las decisiones y el camino que las acciones del “amigable vecino” habrán de seguir, son el ejemplo y la guía de un héroe que más se asemeja a un moderno Job que al salvador mesiánico con el que normalmente identificamos al superhéroe “prototípico”: no importa cuánto decida hacer el bien —tomar la decisión difícil para sí, pero correcta para el bien público—, pareciera que el único rédito a su sacrificio es sufrimiento para su alter ego Peter Parker: soledad, pobreza y una ciudad que lo odia a pesar de todo. Sin embargo, sigue luchando todos los días, en todos los universos y en todas las crisis, quizá porque tiene que hacerlo, quizá porque debe de hacerlo o quizá porque no conoce otro camino más que responder con acciones la responsabilidad que acarrea su poder. Tomemos todos por cierto sólo por un momento la afirmación ya convertida en lugar común de que los superhéroes son, hoy, nuestra mitología: es por entre cómics, películas, series, animaciones y videojuegos que vemos expandido y reflejado el concepto de nosotros mismos: bondad, horror, sacrificio, sociedad y justicia se ven y se leen por entre el actuar de héroes que, a pesar de su representación metahumana, tienen mucho de nosotros en ellos (o, quizá, nosotros nos vemos constantemente vaciados 1

en ellos): la orfandad, la constante sensación de inadaptación o de malestar de estos superhéroes, sus cruzadas y conflictos morales, sus obsesiones y némesis, sus aprendizajes y equivocaciones son también las nuestras, dice Joseph Campbell: La mitología hace que la actitud trágica aparezca hasta cierto punto histórica y el juicio meramente moral limitado. Esta dureza se equilibra con la seguridad de que todo lo que vemos no es sino el reflejo de una fuerza perdurable, a la cual no alcanza el dolor. Por eso estas fábulas [agrego yo, estos cómics] son despiadad[o]s y no conocen el terror; están penetrad[o]s del júbilo de un anonimato trascendente que se mira a sí mismo en todos los egos combatientes y centrados en sí que nacen y mueren en el tiempo. (49)

Por un lado, el héroe consciente del peso que sus acciones tienen dentro de la sociedad en y desde la que actúa: Peter Parker es un adolescente que tiene que luchar constantemente para terminar la quincena, para mantener el trabajo y desde su posición, desde esa perspectiva, sus acciones superheróicas son la responsabilidad compartida en y para la sociedad: es vecino y es amigable. Por el otro, el héroe que su ciudad no merece, pero necesita, agente de sombras que desde ellas establece el miedo como modus operandi, como fuerza coercitiva: Bruce Wayne pierde a sus padres en un callejón en el corazón de Gotham, por un ladrón producto de una política económica corrupta y predatora; Wayne, que tiene una mansión con su apellido que es su casa y su base de operaciones, que, entre bromas, nadie sabe si forma parte de la ciudad; Batman, que ha construido alrededor suyo toda una estructura de planes, apoyo, “familia” y respaldos para cumplir la promesa hecha en la tumba de sus padres: no permitir que crímenes como el suyo se repitieran. Ningún héroe es igual al otro, el monomito —tesis central sobre la que Joseph Campbell construye El héroe de las mil máscaras— plantea que ese camino único puede verse escindido: que a lo largo de las eras y por entre las mitologías han habido toda clase de héroes pero que todos terminan en un camino semejante. Me gustaría pensar que, más que un sólo camino que se va abriendo en otras posibilidades (para regresar a la misma rivera), es más un bosque de caminos: entrecruzamientos, veredas, atajos, autopistas del lugar común y elementos al mismo tiempo semejantes y diferentes que nos permiten a nosotros, críticos, interrelacionarlos, y a nosotros, fanáticos, adelantarnos en el camino y suponer resultados, actuares, decisiones y acciones porque conocemos a nuestros héroes, porque sabemos de sus máximos sacrificios y sus resurrecciones, de sus obsesiones y planes, de dónde vienen y dónde están (y dónde estamos). En ese bosque de caminos, Batman y Spiderman se encuentran en polos opuestos no sólo por su origen, no sólo por cómo han decidido, cada uno, realizar su acción heroica, también por la idea de “justicia”, por las enseñanzas de sus maestros y, quizá principalmente, por cómo se ven a ellos mismos: si la máscara es el hombre o el símbolo. Hay alguien que se coloca en medio de estos dos polos, que su formación humana y su entrenamiento heroico, su familia, su maestro, su profesión y su fe lo colocan justo en el centro y, desde ese centro, este hombre tiene que luchar no sólo contra sus enemigos, sino (y principalmente) consigo mismo, con la idea de sí mismo que tiene que reforzar, remozar e ir cambiando: Matt Murdock, Daredevil, el 2

hombre sin miedo. Matt no tiene un tío que le haya entregado un mantra con el cual medir todas sus decisiones, pero sí un padre que, igual que él, ha tenido que luchar contra sus propios demonios (contra sus propios diablos) para seguir presentándose frente a su hijo como hombre respetable: en el cuadrilátero; en una pelea que estaba ordenado que perdiera, “Battling Jack” Murdock ve a su hijo entre el público: “No dejo de pensar en él. Pienso que está ahí, entre el público y pienso cómo voy a explicárselo. Le dije que nunca se rindiera. Nunca. Es hora de mostrarle que su padre puede ser un perdedor, pero no un cobarde.” “Battling Jack” decide sacrificar su vida para limpiar sus acciones y morir como héroe a los ojos de su hijo, ciego ya. Vecino de Hell’s Kitchen, del barrio más pobre y peligroso de Manhattan (porque sí, hubo una ciudad de Nueva York anterior a la gentrificación), católico, abogado, hijo de un padre al mismo tiempo amoroso, alcohólico y perseguido por su gloria pasada, Matt Murdock es, quizá, en quien más explícitamente se presentan las contradicciones del superhéroe contemporáneo, que no se resuelven fácilmente ni en su actuar ni en su propia persona; la de Murdock es una pelea que se establece desde la primera vez que decide salir en la noche tras una máscara, en dos frentes: la externa, la lucha contra bandas criminales que han secuestrado su barrio, y la interna, la lucha contra su propia consciencia, la oposición explícita entre el deber ser y lo que se tiene que ser: “tengo el diablo dentro, padre, todos los Murdock lo tenemos” le dice Matt al padre Lantom en su primer intento de confesión. Daredevil (ya) no busca vengar la muerte de su padre, ni resolver las “minucias” adolescentes que van cruzando su camino como abogado, no es que el miedo de este hombre haya sido cancelado, quizá es que ese miedo radica en que su alias, que su diablo interno, gane la batalla por su alma, que el poder, desnudo de responsabilidad, corra rampante por las azoteas y por sus acciones.

EL HÉROE ANTE EL ESPEJO: EL MAESTRO

Regresemos a Campbell: “Las mitologías superiores han desarrollado el papel del guía, el maestro, el conductor, el que lleva las almas al otro mundo. […] A menudo se subraya el peligroso aspecto de la figura “mercurial”, porque él es quien induce a las almas inocentes a los reinos de la prueba.” (73, el énfasis es mío) El maestro, alejado y ajeno del mundo originario del héroe, no sólo le enseña a ser tal, sino que también pone a prueba su determinación, su temple y sus propios ideales. Maestros son Ra’s al Ghul y las acciones públicas de Thomas Wayne para Bruce; maestros para Matt Murdock, son su padre, el sacerdote Lantom y Stick. Para ser maestros tienen que desaparecer: dejar que el héroe siga su camino por entre los caminos, que elija después de haber aprendido de ellos, y que no se les vuelva a ver hasta, quizá, en momentos de crisis, quizá trayendo una arenga que los hará regresar a usar de nuevo la máscara, a dar el último sacrificio. Su deber no es ni rescatar al héroe ni darle sentido a su misión sino confrontarlos consigo mismos, enfrentarlos con un reflejo de ellos, de nuevo Campbell:

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Protector y peligroso, maternal y paternal al mismo tiempo, este principio sobrenatural de la guardia y de la dirección une en sí mismo todas las ambigüedades del inconsciente, significando así el apoyo de nuestra personalidad consciente en ese otro sistema, más grande, pero también la inescrutabilidad del guía que se hace seguir por nosotros, con peligro de todos nuestros fines racionales. (73)

Ra’s al Ghul le ordena a Wayne terminar con la vida de un ladrón: la justicia terrible y temible en la que el juez es al mismo tiempo verdugo lo enfrenta con la posibilidad de ser él quien ofrezca la espada al siguiente alumno, él quien imponga un Estado de terror en pos de una sociedad limpia, sin crímenes y sin piedad. Wayne se ve reflejado en al Ghul: su propio ideal de justicia se le planta en la cara, en la empuñadura de la espada y decide. Tampoco ese es el camino, tampoco sus deseos inconscientes son justicia. El miedo, el terror no pueden ser justicia. Batman (ahora ya Batman, no Bruce Wayne) toma lo aprendido en la Liga de las Sombras, aprende a utilizar sus tácticas y encuentra, por lo pronto, un balance entre ese Estado policiaco, amenazante, y la defensa del inocente. Stick, el maestro ciego de Daredevil (ciego él de nacimiento, no como Matt) comprende, como Ra’s, que es necesario abandonar la humanidad dentro de sí para poder realizar las acciones en pos del bien mayor: empatía, piedad y misericordia no sólo no funcionan en su camino, sino que son impedimentos, cortes, y no pueden, ni él ni Murdock, darse el lujo de sentirlos: planeación, aislamiento y frialdad son necesarios para sobrevivir, para hacer el bien. En Daredevil: The Man Without Fear, Frank Miller presenta un Stick que abandona a Murdock apenas éste deja libre su venganza contra los asesinos de su padre, un joven de 17 años que, a mitad de su entrenamiento, utiliza todo lo aprendido para eliminar uno por uno a quienes terminaron la vida de su padre: buen alumno, no muestra ni piedad ni da cuartel a los seis hombres, uno, incluso, muere de un infarto frente a él y Matt escucha, siente, cómo esa vida se va en una estación del metro. Adolescente de 17 años al fin y al cabo, un error, una falla en la planeación de esa venganza acaba con la vida de una prostituta que defendía al último de los asesinos, Murdock la empuja por la ventana, la mujer cae. Muere. Stick abandona a su pupilo: no está preparado, ha fracasado. La “prueba” nunca se explicita, no hay un ladrón que degollar o una vida que perdonar, pero le queda claro a Stick que si Murdock no logró controlarse, si fue tan intempestivo como para lanzarse a una venganza no le sirve ni a él ni a nadie y desaparece. En la serie publicada por Netflix en 2015, Stick también abandona a Matt, aquí por un motivo que no por más “ligero” deja de ser vital para leer al adulto, casi ermitaño, Matt, el viejo termina el entrenamiento porque ese niño deja abierta su sensibilidad, por ver en él la figura del padre recién muerto: queda en él todavía mucho de niño y de humano y no sirve para la labor que le tenía pensada. Casi parece que, para que naciera Daredevil era necesario que fracasara en la prueba, como Bruce Wayne frente a la Liga de las sombras, su humanidad, su sensibilidad y su fe son lo que lo mantiene en el borde, jugando en la orilla del precipicio colgando —a veces, literalmente. He dejado de mencionar a Spiderman: Spidey no tiene un maestro, ni personaje sabio que lo entrene en el uso de sus poderes ni figura autoritaria en la que pueda ver el reflejo de sus deseos 4

inconscientes. Peter tiene, quizá, algo mayor: tiene que responder siempre al poder que aquella araña, sin querer, le ofrendó. El que he llamado ya varias veces “mantra” del tío Ben, propone Eduardo de Gortari, es al mismo tiempo una cara de culpa y otra de heroísmo: “cargar con una gran responsabilidad no es sinónimo de cargar con una gran culpa; de ahí que los grandes dilemas del hombre arácnido siempre se reduzcan a decidir entre seguir el deber heroico o atender su atribulada cotidianidad.” (“Spiderman o la proeza de ser uno mismo”) Culpa de no frenar al asesino de su tío; de no poder estar ahí, con pleno manejo de sus poderes, para frenar la muerte de sus padres; de no poder evitar la muerte de MJ, de Gwen; de no haber podido encontrar otra forma para frenar al Duende verde, padre de su mejor amigo… los cruces de su ser superheroico con su vida diaria engendran no sólo monstruos, sino más responsabilidades sobre sus ya cargados hombros: Spidey no puede renunciar, nunca, a dejar de responder por lo que su máscara significa (incluso cuando decide abandonar la máscara lo hace con el peso de sus responsabilidades), él y sólo él puede cargarlo: sin maestros, sin otros para compartir el peso, sin nadie más que Spiderman. Dice Judith Butler: ¿Al insistir en la existencia de algo no narrativizable, no hemos limitado el grado de responsabilidad que podríamos atribuirnos y atribuir a otros por sus actos? Quiero señalar que el significado mismo de la responsabilidad debe replantearse sobre la base de esta limitación; no puede estar atado a la presunción de un yo plenamente transparente para sí mismo. En efecto: hacerse responsable de uno mismo es confesar los límites de toda autocomprensión, y considerarlos no sólo una condición del sujeto, sino la condición de la comunidad humana. (117)

Puede ser parte de la labor del maestro señalar el camino que el héroe habrá de caminar, puede ser obligación del maestro advertirle al héroe en qué se puede convertir, pero reconocerse, tomar consciencia de sí y del deber que conlleva su labor heroica recae en y sólo en la persona detrás de la máscara: en Peter Parker, en Matt Murdock. “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” quizá pueda leerse, también, como la responsabilidad de reconocer los límites humanos del poder, reconocer la terrible capacidad que tiene el poder no sólo de seducir y corromper, sino de destruir por completo la consciencia de sí mismos, como hombres, como miembros de una sociedad y de una comunidad. Frenar el poder, ni “utilizarlo” ni “demostrarlo”, ser consciente del peligro que en él mismo vive, reconocerlo y poner frente a él un espejo semejante al que Stick y Ra’s al Ghul les presentan, un espejo de humanidad, no de heroísmo.

EL CAMINO DE LOS JUSTOS

Matt Murdock es uno de los pocos superhéroes que se ve conflictuado por sus creencias religiosas: es católico y constantemente regresa a la Iglesia en busca de consejo, es consciente de que su labor no es santa —no es un antihéroe religioso, como Azrael en el universo de Batman—, sin embargo está dispuesto a sacrificar su vida eterna si ello implica que salvará la vida y la supervivencia de Hell’s Kitchen. Tom Morris plantea un par de preguntas interesantes sobre el catolicismo de Murdock: 5

¿la fe religiosa es en general una fuente de ceguera a las realidades más duras del mundo o quizá podría asemejarse más al sentido de radar de Daredevil y permitirnos, a cualquiera de nosotros, al menos la posibilidad de discernir realidades que otras personas que viven la vida sin fe podrían pasar por alto? ¿La fe es ciega, como Matt Murdock, o posee sus formas propias y distintivas de percepción, de nuevo como nuestro héroe? (en Los superhéroes y la filosofía, 85)

En el capítulo “The Path of the Righteous” (Daredevil, 1x11), el padre Lantom se topa en la nave de su iglesia con un Matt golpeado, derrotado, buscando respuestas a preguntas que si siquiera sabe cómo formular: debe eliminar a Wilson Fisk, terminar con la vida de alguien, pero hacerlo significaría también “dejar libre el diablo”, ver de frente el abismo y caer, ser, por fin, como su maestro. Si bien este conflicto moral puede ocurrir en Bruce Wayne, es el giro que hacen tanto el padre como Murdock desde su propia fe, desde la responsabilidad que implica esa profesión de fe, lo que marca claras diferencias: quizá ese diablo dentro es una herramienta divina, un símbolo del terror de dios. Si Wayne decide no matar, lo hace desde su miedo a convertirse en aquello contra lo que lucha; Daredevil, por otro lado, no tiene la certeza de ser una herramienta del bien, sabe el fin último de su camino, pero no qué puede perder mientras lo recorre. El título del capítulo no es gratuito, Proverbios, 4:18: “El camino de los justos es como la luz de la aurora: su resplandor va en aumento hasta el medio día.” (808) A riesgo de sonar repetitivo, habría que leer esa luz en el contexto que propongo, desde los ojos de los tres héroes que he presentado, no como la luz divina que brilla sólo para los que viven en la fe, sino como consciencia del peso de sus acciones heroicas, como el reconocimiento de los momentos oscuros, las pruebas, las dudas y las muertes, esa luz tiene más de diablo que de ángel, para Peter Parker ha sido una luz que le ha costado, tanto en su vida personal como en su trabajo superheróico, estar siempre en duda de sí mismo; a Matt Murdock, la consciencia de no saberse ya ángel o demonio. Seguimos leyendo la Biblia, Proverbios 4:19: “Pero el camino de los malvados es sólo oscuridad: no ven lo que los hará caer.” (808) En la novela gráfica de Grant Morrison y Dave McKean, Arkham Asylum: A Serious House on a Serious Earth, Joker le da la bienvenida a Batman al manicomio, él se convierte en el nuevo guía de Batman: Virgilio guiando a este Dante que no se reconocería nunca perdido, el camino oscuro, ese camino que Batman adopta para sí —“I am vengance! I am the night! I am Batman!” (“Nothing to Fear”, Batman: The Animated Series, 1x10)— no es uno en el que se vea a sí mismo, en el que pueda pensarse fuera de sí y ver al prójimo. Batman es otro más de los internos en Arkham, Batman, símbolo y hombre, perdido en el reflejo del maestro.

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BIBLIOGRAFÍA La Biblia latinoamericana. México: Editorial San Pablo/ Editorial Verbo Divino, 1995 BARTHES, Roland. Mythologies. Nueva York: Hill & Wang BUTLER, Judith. Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad. Buenos Aires: Amorrurtu (Mutaciones), 2009 CAMPBELL, Joseph. El hombre de las mil máscaras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica (Biblioteca de Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis), 2006 DE GORTARI, Eduardo, “Spider-Man o la proeza de ser uno mismo”, en codigoespagueti.com, [http:// codigoespagueti.com/cultura/spider-man-o-la-proeza-de-ser-uno-mismo/], (28.08.15/ 23.01.16) MORRIS, Tom, Matt Morris. Los superhéroes y la filosofía. La verdad, la justicia y el modo socrático. Barcelona: Blackie Books (Biblioteca Blackie Books, BBB7), 2013

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