De las geografías ambientales a la geografía sin adjetivos (2010)

July 19, 2017 | Autor: Pedro Urquijo | Categoría: Environmental Geography, Geography and Latin America
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Descripción

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Epílogo De las geografías ambientales a la geografía sin adjetivos Gerardo Bocco, Pedro S. Urquijo y Antonio Vieyra

Resulta conveniente pedir “prestado” al capítulo de Federico Fernández, en este libro, la idea de paradero, “… un lugar en donde los viajeros se apean y se encuentran, escuchan noticias, comen y beben, intercambian impresiones breves y descansan antes de proseguir sus jornadas divergentes”. El autor señala que es desde esa perspectiva que ofrece una conversación acerca de la geografía que se cultiva en las instituciones de educación superior en México. Cabría añadir que, paradero, además de lo indicado por Fernández, sugiere las nociones de destino y meta por un lado, y de sitio, posición y situación por otro. En síntesis: dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos. Este epílogo propone algunas ideas sobre ambos asuntos. Naturalmente, nuestra conversación de paradero estará de alguna manera referida al CIGA, entidad que consideró pertinente, como parte de sus metas (contribuir a la teoría en geografía ambiental), organizar un coloquio y la elaboración de este libro, resultado del mismo. Bien señala Klooster en su Relatoría Final que debemos referirnos a las geografías ambientales, más que a la geografía ambiental, en singular. Bien señala Fernández que debemos tender a una geografía sin adjetivos cuando cuestiona los añadidos, tal vez forzados, tanto para la geografía humana que se cultiva en la UAM-Iztapalapa como para la geografía ambiental que se desarrolla en el CIGA. Algo que ha caracterizado a los geógrafos en general, 351

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a lo largo del tiempo, ha sido su vocación por escoger varios más que un solo camino en sus afanes conceptuales y operacionales. Tal vez sea ésta una gran fortaleza de la geografía poco destacada en los textos. Efectivamente, la única manera de construir, crear o fortalecer el desarrollo de marcos conceptuales, así como construir instituciones, sea mediante una actitud parsimoniosa, de visión a largo plazo, y por sobre todo, de consideración de varios caminos para arribar a un fin de interés: la construcción de ciencia de calidad y de utilidad. Es por ello tal vez que Fernández y otros autores en este libro enfaticen la idea de “·conversación” más que del establecimiento de marcos que nos “encorseten”, marcos unívocos, y por el contrario, privilegien la apertura, el trazado de varios derroteros para tratar los temas que nos ocupan, necesariamente complejos y contradictorios. A lo largo del libro se exponen diferentes visiones sobre geografía y ambiente en América Latina, todas ellas destacan la relevancia de profundizar en el razonamiento sin adoptar posiciones estrictas que en realidad cobijan visiones en general poco profundas o inseguras en relación con el tema. En síntesis, una conclusión de todo el esfuerzo en torno al coloquio y a este libro es que nuestra tarea es estimular la discusión sobre ejes claros, más que pontificar a partir de una supuesta “isla de la verdad”. En relación con México, tal vez convendría señalar algunos puntos que, desde la perspectiva de los editores, merecen un comentario extra. El primero es el de los estudios de posgrado en geografía en diversas instituciones mexicanas. Es allí donde se encuentra el potencial para el futuro, pero también muchos de nuestros problemas en cuanto a formación de cuadros. Nos enfrentamos a la necesidad de formar personal de alto nivel en cuanto a la posibilidad de publicar tanto en el nivel nacional como internacional, como ejercer la profesión con un alto nivel técnico. En la práctica, nuestros posgrados se han convertido en una opción para profesionistas que provienen de diversas disciplinas, y no sólo de geografía. Esto es un reto, pero también la oportunidad de permear la geografía en otros ámbitos. En paralelo con este asunto habrá que mencionar la reciente formalización de la Red de Instituciones de Educación Superior en Geografía en México. Tal vez esta red pueda avanzar tanto en el posicionamiento de los programas de posgrado, así como en el esclarecimiento de la investigación que necesariamente los deba nutrir. La Red asimismo podría cumplir un pa-

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pel relevante en la divulgación de la producción bibliográfica en geografía, buena parte de la cual no está disponible en la Internet, así como impulsar las publicaciones al nivel internacional. Todo ello será posible si existe la madurez requerida y se evitan los posicionamientos de individuos y agendas personales. Por otro lado, resulta interesante enfatizar el cambio en el eje del desarrollo institucional del centro a la periferia, es decir, de la ciudad de México (y tal vez Toluca y Guadalajara, en atención a la larga trayectoria de sus dependencias), hacia San Luis Potosí, Veracruz, Guerrero y Michoacán. Si bien está mencionado en algunos capítulos, por ejemplo en el de Palacio y el de Fernández, no se hace suficiente hincapié en las implicaciones de estos desarrollos en polos regionales que, sin duda, con el tiempo, habrán de dar un sesgo a la actividad académica en geografía1. Un tema clave, por ejemplo, es que en varios de estos polos la cuestión social (o si se prefiere, los temas en la así llamada geografía humana, para hacernos eco del comentario de Fernández sobre la adjetivación en geografía) resulta ser más destacada que el interés por lo meramente biofísico en nuestra disciplina. Esto es importante porque se abre la posibilidad de expandir reflexiones recientes tales como las que intenta aportar el coloquio del que se deriva este libro, así como otros (y las consecuentes publicaciones) impulsados desde el Colegio de Michoacán y la UAM. Por cierto, tal vez habría que incluir al grupo de geografía de la UAM como un polo de descentralización pese a su proximidad al Zócalo capitalino de México. Un tema que no ha sido tocado, no sólo en este libro sino en términos más amplios, tiene que ver con la creación en la década de 1960 de la Comisión de Estudios del Territorio Nacional (CETENAL, que posteriormente se convertirá en la actual Dirección General de Geografía del INEGI). Se trató de un 1 Unos breves señalamientos a la preocupación de Federico Fernández sobre la seguridad en Michoacán y la misión del laboratorio, ambos en relación con el CIGA en Morelia. El trabajo de campo no se ha detenido, más bien se ha robustecido en Michoacán, ello con base en adecuadas relaciones con las comunidades rurales. En cuanto a la vocación del laboratorio, lejos de sólo prestar servicios de rutina en análisis de suelos o aguas, es trabajar en monitoreo comunitario de recursos naturales por un lado; por otro, corroborar indicadores derivados de conocimiento local mediante técnicas científicas convencionales.

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verdadero hito en el desarrollo de la geografía en México, y pese a ser de naturaleza extra-académica, sin duda ha influido en el desarrollo de nuestra disciplina, a lo largo y ancho del país. Valdría la pena preguntarse por qué no hubo una inserción de la geografía universitaria en el proceso que devino en la creación de la autoridad federal en información geográfica. Tal vez ya no se pueda reconstruir vía documentos o entrevistas qué motivó la brecha (que tal vez nunca pueda o deba cerrarse) entre ambos polos de desarrollo de la geografía mexicana. Habría dos lecturas posibles, ambas igualmente especulativas. Una primera que sugeriría que la UNAM tomó (en caso de que se le hubiera ofrecido la opción) la decisión correcta, y permaneció tras los muros universitarios. Una segunda que propondría que, de este modo, la geografía universitaria, al no participar formalmente en la construcción institucional de la actual DGG (algo que por cierto sí ocurrió en el Servicio Geológico de los Estados Unidos, mismo que cumple las funciones de la DGG) perdió la oportunidad de influir en la formulación y seguimiento de los lineamientos conceptuales y técnicos del ente rector de la información geográfica de México. Finalmente, y en este caso no sólo relacionado con México sino con el desarrollo y madurez de la geografía en América Latina, es importante comentar en torno a la visión acerca de los sistemas de información geográfica y la percepción remota (SIG y PR), en tanto herramientas del quehacer no sólo de geógrafos sino de todos los interesados en cuestiones ambientales, sean éstas del ámbito del manejo de los recursos naturales o de la planeación territorial. Desde nuestra perspectiva sería conveniente no caer en la creación de “un nuevo mito de un antiguo mito”. En otras palabras, insistir en que los SIG y la PR son sólo herramientas es expresar lo obvio. Aquél que no lo entienda así, debe referirse a la bibliografía, tanto internacional como nacional, que ha venido desmitificando a estas herramientas. De tal manera que insistir sobre este punto con el mismo argumento es tan mítico como intentar convertir una herramienta en un ábrete Sésamo para avanzar en la construcción de teoría en geografía. Una vez señalados los argumentos anteriores, cabe insistir en que éstas y otras herramientas, merecen el mayor de los cuidados para que sean útiles, y garanticen la generación y análisis de datos geográficos para ser convertidos, a la luz de marcos epistémicos adecuados, en información y conocimiento geográfico. De otro modo, por ejemplo, los logros en ordenamiento del territorio, no podrían haberse alcanzado.

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En conclusión pretendimos que este libro ofreciera una visita guiada al acontecer pasado, cotidiano y futuro, a través de una conversación de paradero (en el sentido de Fernández), sobre la geografía y el ambiente en América Latina. Los comentarios que proponemos sólo son parte de un debate que, si bien no acaba de iniciar, sin duda se ha revigorizado. Tal vez algunos capítulos, ojalá muchos, se conviertan en referencia para todos aquéllos interesados en algunos de los caminos que ha transitado y transitará la Geografía en su relación con la cuestión ambiental en América Latina.

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