De la objetividad en la historia (1º semestre historia)

September 23, 2017 | Autor: Julián Castillo | Categoría: History, Theory of History, Historia, História, Enseñanza de la historia
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Descripción

Ensayo sobre la objetividad en la Historia.
Introducción a la Historia, 1º semestre Julián Castillo Salcedo
El tema de la objetividad en general es uno de esos temas que al parecer siempre serán discutidos, y que ha generado muchísima polémica en cualquiera de los campos en que se trata de aplicar. Supongo que esto es por la contradicción inherente: la búsqueda de objetividad solo puede ser buscada subjetivamente, por un individuo. Es mi opinión que hay varios significados que puede tener esa palabra, dependiendo del contexto. Como sea creo que está bien empezar con la definición: "objetividad s. f. Imparcialidad con que se trata o se considera un asunto prescindiendo de las consideraciones y los criterios personales o subjetivos. Aspiración a conocer los objetos con independencia de valoraciones subjetivas o personales." Desde esta definición básica podemos ver que esto se opone completamente al oficio del historiador, por lo menos como lo entendemos hoy en día. Pero imaginemos que realmente vamos a intentar realizar este ideal dentro de la historia. Primero parecería que el acercamiento más parecido a este es el de los positivistas del S.XIX. Al tratar de eliminar las consideraciones personales, ¿que queda? hechos, desde luego, por lo que la fijación con reunir la mayor cantidad de información factual parece bien encaminada a la objetividad. Y esto nos lleva a los documentos, pues como dice Carr: El fetichismo decimonónico de los hechos venía completado y justificado por un fetichismo de los documentos
Para los positivistas, la historia es acerca de los hechos empíricos, y eso solo puede hacerse mediante el estudio de los vestigios: Sólo podemos conocer los hechos empíricamente de dos maneras: directa, si los observamos en el mismo momento en que suceden, o bien indirecta, mediante el estudio de sus huellas Pero si solo los hechos interesan al historiador objetivo, y si la única manera de obtener conocimiento de ellos son las huellas, lo que nos queda es una historia "de papel y engrudo" como se le ha llamado, en que los documentos lo son todo: Ya hemos dicho que la historia se hace con documentos, y que los documentos son las huellas de los acontecimientos del pasado A mi me parece que esta posición respecto a los documentos es muy limitante y encuentro extraña la seguridad con que la tomaban estos hombres, especialmente cuando se vuelve evidente que los llevaba a callejones sin salida e ideas muy pesimistas, que a mi parecer van en contra el entusiasmo mismo por el infinito aprendizaje que hoy en día plantean las humanidades. Como cuando Seignobos dice: Cuando conozcamos la totalidad de los documentos y hayamos sometido a cuantas operaciones los hacen utilizables, el cometido de la erudición habrá concluido.... Al parecer en ese entonces la objetividad estaba necesariamente relacionada con el fin del conocimiento, pues los hechos objetivos solo pueden ser unos, y por lo tanto aspirar a la verdad objetiva quería decir aspirar a llegar a un punto donde no se pudiera saber más. Incluso al hablar sobre la historia clásica el dice que como el tiempo en todo caso reducirá, antes que ampliará, las fuentes sobre la antigüedad, este es un campo del que pronto se habrá dicho todo y ya no habrá nada más que trabajarle. Por tanto, la historia no verá cumplido el sueño que tanto entusiasmo por los estudios históricos despertó en los románticos del siglo XIX: jamás desvelará el misterio de los orígenes de la sociedad
Y aquí estamos viendo otro rasgo de la época, el de buscar el origen a través de la historia, que aunque el autor está "desmintiendo", nos muestra a su vez que en su concepción ese es el único objeto que la historia antigua puede tener. Pero es curioso que en esta búsqueda por los hechos originarios, más tarde Bloch encontrará un impulso que nada tiene de imparcial; el de usar los orígenes de algo para juzgarlo. Por eso dirá que: De tal manera que en muchos casos el demonio de los orígenes fue quizás solamente un avatar de ese otro enemigo satánico de la verdadera historia: la manía de enjuiciar Por lo tanto no hay que caer tampoco en pensar que los positivistas no le daban su lugar al juicio, no solo moral, si no que también estaban conscientes del papel que tienen las experiencias subjetivas para la interpretación. Dice Langlois: La crítica nos facilita hechos aislados, dispersos; para articularlos es necesario representárselos y ordenarlos conforme a su semejanza con otros actuales, operación que se efectúa asimismo mediante razonamientos por analogía Aquí incluso nos recuerda a lo que Bloch después diría: En verdad, conscientemente o no, siempre tomamos de nuestras experiencias cotidianas, matizadas, donde es preciso, con nuevos tintes; los elementos que nos sirven para reconstruir el pasado Pero por alguna razón no llevaron más lejos la idea, y esto no desató entre los positivistas la duda acerca de lo relativo de la objetividad. Parece ser que la facultad de jueces que los historiadores siempre han tenido, para los positivistas era algo natural que no tenía porque ir en contra de trabajar los hechos objetivamente. Pero, como dijo Bloch: Se olvida que un juicio de valor no tiene razón de ser sino como preparación de un acto, y sólo posee sentido en relación con un sistema de relaciones morales deliberadamente aceptadas…
Es con Bloch que empezamos a ver ideas más interesantes. Pero cuando él habla de la objetividad, aún se refiere al problema de la autenticidad. El está consciente de que: …más de un texto se da como perteneciente a una época y a un lugar distintos de los que realmente les corresponden; no todas las narraciones son verídicas... Pero al mismo tiempo a él le parece que el escepticismo como principio no es mejor que ser crédulo. verdadero progreso surgió el día en que la duda se hizo "examinadora"… cuando las reglas objetivas… elaboraron poco a poco la manera de escoger entre la mentira y la verdad Y además, aquí ya encontramos una idea que refleja cómo se están abriendo las posibilidades de lo que significa hacer historia y de los limites de la interpretación: Ante todo, tengamos en cuenta que una mentira, como tal, es a su manera un testimonio Así que ya no son solo los hechos objetivamente verídicos sustentados por documentos lo importante, sino lo que esos documentos nos dicen, explícitamente en el texto, o a un nivel más profundo. Hay algo que Bloch dice que se refiere a la necesidad de juntar varias visiones, para desde una perspectiva más elevada poder percibir las cosas con más claridad: Una experiencia única, es siempre impotente para discriminar sus propios factores y, por lo tanto, para suministrar su propia interpretación Esto parece que nos previene contra la subjetividad, y que nos llama a la objetividad a través del empirismo. Pero al mismo tiempo, está enunciando una verdad que viene a desarticular la posibilidad de una verdadera objetividad. Pues esta cuestión abre el problema de la imposibilidad del observador de percibir sus propias parcialidades: Muchas virtualidades que provisionalmente son poco aparentes, pero que a cada instante pueden despertar muchos motores más o menos inconscientes de las actitudes individuales o colectivas, permanecerán en la sombra Es decir, que el historiador no puede desde su propio tiempo y espacio darse cuenta de las bases conceptuales desde las que partirá para analizar algún periodo. Por esto es que Bloch voltea el típico concepto de que si no se entiende el pasado no se comprende el presente, diciendo que el pasado tampoco se podrá interpretar sin entender el presente desde el que se observa: La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente Será Carr el que desarrolle más esto, y nos explique como es que la Historia es un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un dialogo sin fin entre el presente y el pasado Carr no niega la importancia de tener datos sólidos, se podría decir que en ese nivel respeta el concepto de objetividad de los positivistas, es solo que cree que el trabajo no acaba ahí: Elogiar a un historiador por la precisión de sus datos es como encomiar a un arquitecto por utilizar, en su edificio, vigas debidamente preparadas o cemento bien mezclado… el deber de respeto a los hechos… no termina en la obligación de verificar su exactitud. Tiene que intentar que no falte en su cuadro ninguno de los datos… para la interpretación propuesta Y todavía más importante, aquí ya empezamos a hablar acerca de cómo el historiador selecciona sus datos, y esto lo hace en base a lo que quiere averiguar, lo que considera importante: La necesidad de fijar estos datos básicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisión que formula el historiador a priori. Por lo tanto ya llegamos a un punto con el que concuerdo mucho, y es que el historiador es un ser humano individual. Y como todos los individuos, es también un fenómeno social, producto a la vez que portavoz consciente o inconsciente de la sociedad a que pertenece; en concepto de tal, se enfrenta con los hechos del pasado… Solo podemos imaginarnos el pasado y tratar de comprenderlo a través del lente del presente. Estamos vinculados a nuestra época por cada una de las condiciones de nuestra existencia. Las mismas palabras de que se vale (el historiador) tienen sus connotaciones en curso… de las que no puede divorciarlas. Los hechos históricos nunca nos llegan en estado puro ya que como Carr dice no existen ni pueden existir de una forma pura, siempre se reorganizan al pasar por el intelecto. Y por eso es que cuando analizamos un libro de historia, lo que nos debe interesar es más el historiador que lo escribió, pues es incluso posible que el texto nos diga cosas más relevantes acerca del periodo en que él vivió, que sobre el periodo que se propuso describir. Así, hemos llegado al punto donde parece que la objetividad es una meta perdida, por lo menos al nivel de la interpretación. El historiador es necesariamente selectivo. La creencia en un núcleo óseo de hechos históricos existentes objetivamente y con independencia de la interpretación del historiador es una falacia absurda… Sin embargo, esto que dice Carr se refiere específicamente a la posibilidad para nosotros, como observadores desde el presente, de aprehender estos hechos objetivos, pues tampoco hay que pensar que se dejó llevar por la relatividad infinita, pues dice que No puede deducirse del hecho de que una montaña parezca cobrar formas distintas desde diferentes ángulos, que carece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas Pero lo importante de todo esto creo que es la realización de que tanto el observador como lo observado, el sujeto y el objeto, intervienen en el resultado final de la observación. Como luego dice Gaddis: nos hallamos ante lo que para los historiadores es el equivalente al principio de incertidumbre de Heisenberg: el acto de observación altera el objeto observado. Lo que quiere decir que la objetividad, como consecuencia, apenas es posible, y que, por tanto, la verdad no existe Entonces la historia es un intercambio, un proceso de iluminar el pasado y el presente a la vez. Y la función ya no es comprender leyes objetivas que gobiernen las sociedades de los hombres, sino dar nueva forma a la sociedad y a los individuos que la componen mediante la acción consciente. Como vemos, la objetividad en el nivel que le daban los positivistas, con los hechos objetivos de los documentos; en realidad sigue siendo válida. Lo que estos autores hacen no es destruir ese concepto sino restarle importancia y convertirlo en el primer paso hacia algo más complejo e importante que es la interpretación, y a este nivel es que la objetividad se vuelve algo más difuso. Los positivistas no hablaron de la posibilidad de ser objetivo en este nivel, el de la interpretación; porque su "fetichismo" de los hechos ni siquiera les permitió contemplar este aspecto del quehacer histórico. Gaddis, siendo el más moderno de los autores que leímos, (creo que es por eso) tiene las posiciones con las que más me identifico y encuentro acuerdo. Dice que Si en esto consiste la madurez en las relaciones humanas -a saber, en la adquisición de identidad a través de la insignificancia-, yo definiría la conciencia histórica como la proyección de esa madurez en el tiempo Me gusta como Gaddis utiliza las imágenes de la pequeñez del humano y su conciencia de irrelevancia para explicar como debe acercarse el individuo a la historia, igual que el caminante del cuadro. Me parece que el también le quita un poco de importancia a la cuestión de la objetividad, cuando toma una postura pragmática, pues ya que la realidad pura es inalcanzable, lo máximo que se puede hacer… es representar la realidad… pasar por alto los detalles, buscar modelos más amplios y considerar cómo se puede utilizar con fines propios lo que se ve. Hay algo que me pareció interesante, cuando Gaddis desmiente la idea de que el papel del historiador sea encargarse de transmitir el legado generacional, ya que la cultura lo hace por si misma, y dice que mejor haríamos en ayudar a interpretarlo: se puede sostener que la historia es el mejor método para ampliar la experiencia a fin de contar con el mayor consenso posible sobre cuál podría ser el significado de la experiencia. Y esto me parece importante porque trae la idea del consenso, que nos incumbe por su conexión con la objetividad. Si como ya se ha dicho, no existe la interpretación objetiva de los hechos; ¿puede haber un consenso sobre los significados de las experiencias? En realidad, sí. Porque una vez que todos como historiadores estamos conscientes de la variabilidad de la interpretación, podemos dejar de obsesionarnos con la interpretación correcta y objetiva, y enriquecernos de los contrastes. El método histórico... no requiere que quienes lo practiquen estén de acuerdo acerca de cuáles son exactamente las «lecciones» de la historia: un consenso puede contener contradicciones. Creo yo que a estas alturas, lo mejor será preocuparse menos por el tipo de objetividad pura que antes se buscaba, sin tampoco decidir que no se puede alcanzar la precisión en nada. Es una cuestión de saber ser objetivo en lo necesario, y abstraerse en otros aspectos: así como la conciencia histórica exige distanciamiento -o, si se prefiere, elevación- del paisaje que es el pasado, también exige cierto desplazamiento: habilidad para pasar de la humildad al señorío y viceversa Y aquí hay algo muy importante que Gaddis menciona sobre este tema de saber cambiar la escala con que se acerca a la investigación. El habla del impacto que tuvo la revolución de ciertas disciplinas; como la paleontología, la geología, o la física; en la Historia. Yo, como seguramente muchos, me dejé llevar por la impresión de que Bloch y Carr estaban luchando por hacer de la Historia una ciencia, o por lo menos ayudar a sentar las bases si no es que las pruebas, para defender que la Historia es efectivamente una ciencia. Pero lo que Gaddis dice es que Ambos veían en la ciencia un modelo para los historiadores, pero no porque creyeran que los historiadores se estaban haciendo, o debían hacerse, más científicos, sino porque veían que los científicos se hacían más históricos Las nuevas teorías científicas como la evolución de Darwin y luego el relativismo, plantearon una escala de tiempo mucho mayor, en el que la duración y transformación de los fenómenos en el tiempo se volvió central. De ahí que se diga que los científicos se volvían "más históricos", lo cual generó un ambiente propicio para que la historia se integrara a las ciencias. Ahora se sabe dentro de las disciplinas científicas que el tiempo y el espacio son infinitamente divisibles, o infinitamente acumulables en bloques que superan nuestra capacidad intelectual. Y por lo tanto estas disciplinas tienen que hacer uso de la abstracción, tienen que analizar fenómenos particulares, diminutos, e integrarlos en continuidades descomunales. Y esas son características que la historia toma ahora prestadas …los historiadores tienen capacidad para el criterio selectivo, la simultaneidad y el cambio de escala: de la cacofonía de los acontecimientos seleccionan lo que piensan que es realmente importante, están en varios momentos y lugares a la vez y se acercan o se alejan más o menos entre el análisis macroscópico y el análisis microscópico Al final creo que el tema de la objetividad no se ha invalidado pero creo que tiene menos importancia hoy en día de la que tenía antes. Y sobre todo creo que el significado de ese concepto y los niveles a los que se ha extendido la pregunta de su posibilidad, han cambiado mucho. Y pues para cerrar dejo esta frase de Gaddis que expresa completamente mi opinión sobre el lugar de la verdad objetiva cuando se narra la Historia: Aprender que hay versiones competitivas de la verdad y que uno mismo debe escoger entre ellas forma parte del crecimiento… que no hay interpretación «correcta» del pasado, sino que el acto de interpretar es en sí mismo una ampliación sustitutoria de la experiencia que podemos aprovechar

Bibliografía
Bloch Marc, Introducción a la historia, 4ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2000
Carr Edward, ¿Qué es la historia?, traducción de Maura Joaquín, 10ª ed., Barcelona, Ariel, 1981
Gaddis John, El paisaje de la historia, Barcelona, Anagrama, 2002
Langlois C. y Seignobos C., Introducción a los estudios históricos, traducción de Miralles Jaime, Salamanca, Universidad de Alicante, 2003


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Carr Edward, ¿Qué es la historia?, traducción de Maura Joaquín, 10ª ed., Barcelona, Ariel, 1981, p. 21
Langlois C. y Seignobos C., Introducción a los estudios históricos, traducción de Miralles Jaime, Salamanca, Universidad de Alicante, 2003, p. 95
Idem.
Ibidem, p.297
Idem.
Bloch Marc, Introducción a la historia, 4ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 29
Langlois, op. cit., p. 298
Bloch M., op. cit., p. 39
Bloch M., op. cit., p.109
Ibidem, p. 65
Ibidem, p. 66
Ibidem, p. 75
Ibidem, p. 37
Idem.
Ibidem, p. 38
Carr E., op. cit., p. 16
Ibidem, pp. 14-15
Ibidem, p. 15.
Ibidem, p. 47
Ibidem, p. 33
Ibidem, p. 16
Ibidem, p. 36.
Gaddis John, El paisaje de la historia, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 51
Carr E., op. cit., p.187
Gaddis John, op. cit., p. 23
Ibidem, p. 25
Ibidem, p. 27
Ibidem, p. 29
Ibidem, p. 24
Ibidem, p. 62
Ibidem, p. 43
Ibidem, p. 28
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