De interpelaciones a interpelaciones

June 15, 2017 | Autor: R. Flores González | Categoría: Psicología Social, Psicologia Política, Psicologia Del Discurso
Share Embed


Descripción

De interpelaciones a interpelaciones1

Rubén Flores González Universidad de Guanajuato [email protected]

Corría el año de 1989, la fecha: primero de noviembre; todas las cadenas de la televisión nacional –es decir Televisa– trasmitían el primer informe de gobierno de Carlos Salinas de Gortari y a mis seis años yo estaba indignadísimo. Era Cuauhtémoc Cárdenas quién debía estar ahí, presidiendo el recinto legislativo, con la banda presidencial terciada al pecho –pensaba–, según la instrucción política de mis padres y mi propia experiencia. Yo mismo había ido a la casilla electoral, y había marcado con crayola (previo aleccionamiento paterno) las siglas del Frente Democrático Nacional. Cuando, posteriormente, mi madre me comunicó que el candidato por el que voté había perdido, me enojé mucho; y más creció mi enojo cuando supe que el otro candidato había ganado haciendo trampa. "

Comprenderán entonces, queridos lectores, que ese primero de noviembre de

1989, presenciando aquella injusticia frente a la televisión de casa de mis abuelos, se me hubiera escapado decirle “pinche pelón mentiroso”, al pinche pelón mentiroso que estaba rindiendo su informe en esos momentos. "

Avatares del destino, mi abuelito (Teniente Coronel del Ejército Mexicano, con

todas las mayúsculas en su sitio) veía también el informe desde su sillón, a unos pasos de donde estaba yo. Se levantó de repente, con los cachetes enrojecidos, y me miró como si yo fuera uno de esos estudiantes revoltosos, a los que veinte años antes se había encargado de reprimir. Una sensación de peligro me invadió, y quizá debido a eso corrí hacia el baño más próximo y me encerré en él, inconsciente de la trascendencia de mis actos. "

Hasta la fecha puedo envanecerme, por lo tanto, de haber protagonizado una de

las primeras interpelaciones presidenciales de la historia de México que hayan recibido tal apelativo. Si bien con anterioridad se habían presentado algunas dificultades entre el presidente y algún correligionario, –conflictos internos del partido hegemónico, que traslucían de cuando en cuando en las ceremonias oficiales–, la cultura histórica del país coincide en señalar que la primera interpelación presidencial se produjo en 1988 1

Flores, R. (2013). De interpelaciones a interpelaciones. Radiografía Política 9. Recuperado de: http:// issuu.com/aeditorialesamecip/docs/radiograf__a_pol__tica_9

(Samaniego 2007), durante el último informe de gobierno de Miguel de la Madrid. Todavía estaba caliente el descontento por el fraude electoral perpetrado por el PRI algunos meses antes, y apenas el presidente hubo iniciado su discurso, el diputado Porfirio Muñoz Ledo se levantó de su curul y pidió la palabra al priísta Miguel Montes, quién presidía la sesión. Se acercó a la tribuna, y con la mano levantada, algo gritaba, interrumpiendo el discurso de Miguel de la Madrid que, estupefacto, no sabía como reaccionar ante aquella inédita situación. Un grupo de congresistas del Frente Democrático Nacional se levantó de sus curules y abandonó el recinto de Palacio Legislativo. Envalentonados, los panistas, a quienes también había afectado el fraude, sacaron unas boletas electorales y comenzaron a exhibirlas por encima de sus cabezas. Vicente Fox Quezada, a la sazón diputado, se puso un par de boletas en la cabeza, a guisa de orejas: ya porque intentara decirle burro al presidente, ya porque estuviera practicando para cuando le tocara desempeñar ese digno papel. Al final, se armó una trifulca y a Muñoz Ledo los priístas lo llenaron de mentadas, e incluso el gobernador de Aguascalientes le propinó un par de karatazos que lo obligaron a retroceder. "

El episodio es significativo porque, según Althusser (1974), las interpelaciones no

suelen cumplir esa función, la de desconocer la ideología dominante, sino todo lo contrario. Por su parte, Judit Butler (citado en Perez-Navarro 2007), buscando ahondar en la psique de los individuos interpelados, dice que la persona interpelada está esperando la voz de la ley, la cual anhela escuchar. Por esa razón, el individuo interpelado se vuelve ante la frase “¡Eh usted, oiga!”, antes incluso de haber resuelto ciertas preguntas fundamentales como “¿Por qué debería voltearme?”. En el caso de los informes presidenciales, tanta era la añoranza de las huestes del partido por ser interpeladas, que se daban cita cada primero de septiembre en las inmediaciones del recinto legislativo donde se rendiría el informe, y buscaban por todos los medios llamar la atención de su jefe supremo, en un ritual de reconocimiento muy semejante al que hace un gato doméstico cuando se restriega en los pantalones de su dueño recién llegado a la casa. “¡Eh usted, oiga!”, era la frase que todo burócrata de la clase media soñaba con escuchar mientras formaba valla a la entrada del recinto legislativo. Todo este ritual tenía, incluso, un nombre: “El besamanos”, se le llamó con mexicano cinismo. “Estamos con usted Sr. Presidente”. “La CNOP se compromete con la política de desarrollo impulsada por el Licenciado Fulano de Tal”, se podía leer en las mantas colocadas dentro y fuera de San Lázaro. Los diputados aplaudían de pie al finalizar el acto, y al día siguiente, comenzaban a publicarse los desplegados de felicitación en la prensa (Rangel 2013; Rodríguez y Rivas 2006).

"

Curiosamente, Althusser, en su texto Ideología y aparatos ideológicos del Estado,

sólo nos da ejemplos de interpelaciones que descienden en la escala alimenticia. Es decir, van de un sujeto dominante, a uno dominado (Althusser 1974). Sin embargo, en la glosa de los informes presidenciales de la posrrevolución hasta 1987, no sería raro plantear que todas estas muestras de afecto hacia la investidura presidencial también eran interpelaciones de abajo hacia arriba. Podríamos incluso hablar de varios episodios de auto-interpelación. Por ejemplo, aquellos de los informes de gobierno de López Portillo, dónde José (presidente, representante de la ideología dominante) interpelaba a José (sujeto) para que defendiera el peso como un perro. El interpelado, José (sujeto emotivo), derramaba entonces lágrimas en nombre de la nación saqueada, y se erigía como su vengador al nacionalizar la banca. Patadas de ahogado del metarrelato priísta, a punto de sucumbir ante la posmodernidad neoliberal; con las que el presidente interpelaba a toda la iniciativa privada: “¡Eh usted, oiga! ¡Sí, usted, banquero, empresario!” Dándoles (a empresarios y banqueros) un lugar específico (secundario) dentro del discurso hegemónico; es decir, dentro de la narrativa según la cuál el Partido era heredero de las conquistas económicas y sociales emanadas de las luchas populares: la Independencia, la Reforma, y la Revolución. "

Más no era sólo a los legisladores o a sí mismo, a quién interpelaba el informe del

presidente, sino sobre todo a las personas de la clase media que lo veían por televisión. Aquellos que con su voto, hubiera sido en favor del mandatario o no, legitimaban su presencia en esa tribuna. Esa dirección, más ortodoxa según los ejemplos de Althusser, solían seguir los mensajes presidenciales, y hasta la fecha es común que la élite política busque reclutar sujetos de las clases medias, por ejemplo, durante las campañas que cada sexenio se realizan para promover el voto para las elecciones presidenciales. “Tu rock es votar”, o “con tu participación, la democracia se fortalece”, son slogans que apelan a la “conciencia cívica” del buen ciudadano, que al escuchar esta llamada, inmediatamente se vuelca a las urnas sin hacerse antes ciertas preguntas fundamentales: “¿En el transcurso de mi vida, cuantas veces seré llamado a votar? ¿Cuántas veces se me ha pedido mi opinión para algo que tenga que ver no sólo con designar a una persona para un cargo público? ¿Qué tanta participación tengo en las decisiones políticas y económicas del país, a través de este voto?”. Aproximadamente dieciocho, nunca, muy poca; las respuestas reales, que revelan la verdadera intención de este discurso democratizante: necesitamos sujetos que legitimen, mediante el voto, el estado actual de las cosas; económico, político, e ideológico.

"

Quizá en esta misma lógica, viendo la ortodoxia althusseriana en peligro –y con el

fin de restablecer en la medida de lo posible, el estado actual de las cosas–, las televisoras, y la mayoría de los medios de comunicación de masas, criticaron la práctica de la interpelación al informe (la que cumplía con la función de desconocimiento ideológico) como buenos Aparatos Ideológicos Informativos Del Estado (Televisa es un soldado al servicio del PRI, y del Presidente de la República, diría Azcárraga Milmo), y lo siguieron haciendo en plena posmodernidad, ya convertidos en Aparatos Ideológicos Informativos Al Servicio de Quién Más Pague. No por esto desapareció la práctica, sino que se fue diversificando y hasta perfeccionando en términos de creatividad e impacto. Mientras yo encerrado en el baño le decía de todo menos bonito a Salinas, hacía lo propio el diputado Félix Salgado Macedonio, extendiendo debajo de su espacio como secretario de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, una manta en que se leía: “MIENTES SALINAS”. Más interesante fue el informe de 1994, cuando el presidente se vio forzado a mencionar algo sobre la muerte del candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio. “¡Quién fue! ¡Quién fue!” le gritaron los diputados del PRD (Contreras 2007). El presidente no se dio por aludido, y se limitó a declarar que a los interpeladores ni los veía ni los oía. "

La mayoría de los subsecuentes presidentes trataron de mantenerse en esa línea

de indiferencia, que al mismo tiempo era paradójica. Ni los veo, ni los oigo. Es decir, sí los vi y sí los oí. A fin de cuentas, los presidentes también son individuos susceptibles de ser reclutados como sujetos, es decir, tienen su corazoncito. Ernesto Zedillo tuvo que sufrir al diputado Mario Rascón, que lo interpelaba portando una máscara de cerdo, misma que un grupo de simpatizantes priístas le arrancaron a manotazos. ¡Quiere llorar! ¡Quiere llorar! le llegaron a gritar a Vicente Fox, priístas y perredistas por igual, en venganza (los primeros) al famoso episodio de las orejas de burro. "

La prensa, decíamos, se rasgaba las vestiduras ante estos desplantes de

desconocimiento ideológico. Manifestaciones violentas y obscenas, decían refiriéndose a las máscaras de cerdo, y a las patadas. El circo de la democracia, lo llamaban también. Las interpelaciones se abrieron paso y salieron del ámbito del informe, y de la élite. En 2005, un estudiante oaxaqueño tomó una cartulina y en ella escribió “Fox, traidor a la democracia”, y no contento con eso, se la mostró al presidente durante una gira de trabajo que hizo a su estado. Con un par. El presidente, muy indignado, lo encaró intentando reestablecer la jerarquía habitual de las interpelaciones: “¿Por qué me llamas traidor?” le decía a Raúl, que era como se llamaba el estudiante que portaba la cartulina, “No nos hagamos señor”, contestaba Raúl, quien después explicó al presidente que su reclamo se relacionaba con el desafuero del ex jefe de gobierno del D.F.: Andrés Manuel

López Obrador, a quién desde el poder ejecutivo se le ponían trabas legales para que pudiera contender por la presidencia de México, en la próxima elección. "

Poco a poco, sin embargo, los aparatos ideológicos comenzaron a imponerse. Se

fue creando el consenso, sobre todo entre la clase media –cuyos sujetos-buenosciudadanos eran consumidores asiduos de los informes de gobierno–; de que los responsables de las interpelaciones eran un grupo de legisladores intransigentes, violentos, intolerantes, fascistas, demagógicos, y de izquierda. Y que la democracia y el país perdían mucho si se degradaba de esa manera la Sacrosanta Imagen del Presidente de la República y de sus Instituciones. "

La priísta Dulce María Sauri, presentó por tal motivo, en 2004, una iniciativa de

reforma de ley que proponía que el presidente no diera más el informe en la Cámara de Diputados, y que en lugar de eso, lo presentara por escrito (Rodríguez y Rivas 2006). Varios años tuvieron que pasar para que esto se hiciera realidad, durante los cuales, Fox tuvo que aguantarse las ganas de llorar, y en su último informe de gobierno –teniendo dificultades incluso para llegar a la tribuna de San Lázaro–, pronunció un discurso de menos de diez minutos de duración, y abandonó el recinto. Un año después, su sucesor, Felipe Calderón Hinojosa, no podría dar su primer informe de gobierno, ante el desconocimiento de la presidenta de la Cámara de Diputados, quien no le recibió el escrito, puesto que no lo reconocía como presidente legítimo. Presidente espurio, fue la interpelación que esa y muchas veces durante su gobierno recibió Calderón, de parte de diferentes sectores de la oposición. Sin embargo, en 2008 descongelaron la iniciativa de Sauri, y fue aprobada con la anuencia, incluso, de algunos congresistas de la izquierda violenta e interpeladora. Para ese año Felipe Calderón pudo disfrutar de la comodidad de un informe en Palacio Nacional (Amezcua 2013). En años posteriores, sólo entregaría el escrito, mientras que la responsabilidad del informe verbal recaía en la producción y transmisión de un buen número de spots televisivos. "

Gracias a estas reformas, Althusser puede descansar tranquilo, al menos en lo que

respecta al ámbito de la política mexicana; y aunque todavía existen interpelaciones que contradicen sus postulados originales, ya no es la figura presidencial la que se lleva la peor parte. En ocasiones, con motivo de los informes, los diputados llaman a comparecer a los secretarios de estado y descargan sobre ellos toda su furia interpeladora; pero eso queda en familia, y dichos episodios puede conocerlos solamente la amplísima audiencia del Canal del Congreso. El informe presidencial, pues, sigue siendo un ritual representativo de la realidad, de la estructura social (López-Espinosa 2012), que se perpetúa gracias la reproducción de las condiciones de producción de ese ritual, que si

alguna vez estuvieron en crisis, se adaptaron al entorno; eliminando, a través de este proceso de adaptación, toda disonancia con respecto a la lógica de lo que debe ser una democracia liberal y representativa. !

Por otra parte, interpelaciones desde la clase política a la clase media sigue

habiendo, y no siempre de la mejor manera. Porque una cosa es que te llamen a votar y que te adulen un poco diciendo que eres el bastión de la democracia; y otra muy distinta, que te aumenten el IVA del 10 al 15%, o la gasolina cada mes, y que además te hagan la roqueseñal. Eso si es violencia, y duele más ser interpelado de esa manera, que por un sujeto con máscara de cerdo. Desde este punto de vista, quizá las interpelaciones de la izquierda no hayan sido otra cosa que esfuerzos de una parte de la élite política, por aumentar sus pregorrativas dentro de la misma élite a la que pertenecían. Independientemente de que interpeladores e interpelados pertenezcan a partidos políticos diferentes, todos gozan de ciertos beneficios (fuero judicial, salario elevado, poder político) que los confirman como miembros de un aparto ideológico, al servicio de la clase social dominante. "

Quizá entonces, después de todo, mi interpelación haya sido original en cuanto a

su autenticidad, ya que estaba lejos de ambicionar un aumento de privilegios como pago a mi rebeldía. Fue una genuina interpelación de desconocimiento; palabra muy adecuada en tanto desconocía (es decir, ignoraba) no sólo la existencia de una ideología dominante –representada en el discurso presidencial–, sino también la existencia de un aparato represivo a su servicio, encarnado en esos momentos, en mi abuelo materno. "

Al final salí airoso del episodio. Mi abuelito, ya próximo al retiro y sin la condición

física necesaria para seguir reprimiendo sujetos revoltosos, siguió viendo el informe recostado en su sillón, aprovechando yo su inactividad para arteramente abrir la puerta del baño de vez en cuando y gritar: “¡Pelón mentiroso!”, o “¡Salinas es Pinocho, le va a crecer la nariz!”. De manera muy interesante, ahora que lo pienso, mi abuelo recurría a mi madre, ante cada una de mis expresiones de desconocimiento, interpelándola como parte del Aparato Ideológico del Estado Familiar, encargado de meterme en cintura. “Oli, calla ese niño, no sabe de lo que habla”, le decía. Mi madre, interpelada también en ese momento por su condición de mujer dominada, hacía la comida, y a su pobre progenitor ni lo veía, ni lo oía, o no daba muestras de hacer alguna de las dos cosas. "

Bibliografía Althusser, Louis. 1974. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Notas para una investigación. Colombia: Oveja Negra. Amezcua, Adrián. 2013. "Cancelado (hasta nuevo aviso)." En Reporte índigo. Distrito Federal. Contreras, José. 2007. "Gobierno de Carlos Salinas, sexenio de interpelaciones." En Crónica. México D.F. López-Espinosa, Luis. 2012. "El problema de la interpelación ideológica: la réplica de la escuela eslovena." Décalages 1(2):1 - 34. Perez-Navarro, Pablo. 2007. "Dos extraños compañeros de cama. La ideología y el poder en Althusser y Foucault." Tabula Rasa 7(Julio-Diciembre):150 - 177. Rangel, Salvador. 2013. "De informes e interpelaciones." En Tribuna de Querétaro. Querétaro. Rodríguez, Luis y Jorge Rivas. 2006. "El informe presidencial: del besamanos a las interpelaciones." En El periódico de México. Distrito Federal. Samaniego, Fidel. 2007. "La interpelación de 1988 enterró el ritual envejecido." En El Universal. México D.F.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.