De donde venían y a donde iban las monedas fenicio-púnicas. Producción, función y difusión de las emisiones

September 21, 2017 | Autor: Marta Campo | Categoría: Ancient numismatics (Archaeology), Phoenician Punic Archaeology
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Descripción

Amb la col·laboració de:

LA MONEDA Y SU PAPEL EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS

XXVII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2012)

Editadas por benjamí costa y jordi h. fernández

EIVISSA, 2013

«TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA» s’intercanvia amb tota classe de publicacions afins d’Arqueologia i d’Història, a fi d’incrementar els fons de la Biblioteca del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera. «TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA» se intercambia con toda clase de publicaciones afines de Arqueología e História, con el fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera. DIRECTOR: Jordi H. Fernández COORDINADOR: Benjamí Costa

Intercanvis i subcripcions/ Intercambios y subscripciones: Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera Via Romana, 31 - 07800 Eivissa (Balears) Foto portada: Moneda ebusitana de plata del Grupo XVII (circa 215-206 a.C). Donación José Cano (Foto MAEF)

ISBN: 978-84-87143-49-6 Dipósit legal: I-154-2013

Maquetació i disseny: D. Royo Gil Impressió: Torres Impressors, S.L.

ÍNDICE

DE DONDE VENÍAN Y A DONDE IBAN LAS MONEDAS

FENICIO-PÚNICAS. PRODUCCIÓN, FUNCIÓN Y DIFUSIÓN DE LAS EMISIONES

Marta Campo........................................................................................................ 9

LOS SISTEMAS PONDERALES EN EL MUNDO PÚNICO DE IBERIA E IBIZA Mª Paz García Bellido........................................................................................ 35

MONEDA I CONFLICTE BÈL·LIC: LES EMISSIONS CARTAGINESES DE LES GUERRES DE SICÍLIA (410-305 aC) Benjamí Costa..................................................................................................... 61

ICONOGRAFÍA MONETAL FENICIO-PÚNICA COMO REFLEJO DE CULTOS CÍVICOS MITOS E IDENTIDADES COMPARTIDAS Bartolomé Mora Serrano.................................................................................. 143 LA MONEDA EN LOS RITOS PÚNICOS, UNA PRIMERA APROXIMACIÓN Alicia Arévalo Gonzaléz................................................................................... 183

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DE DONDE VENÍAN Y A DONDE IBAN LAS MONEDAS FENICIO-PÚNICAS. PRODUCCIÓN, FUNCIÓN Y DIFUSIÓN DE LAS EMISIONES Marta Campo MMAC- Gabinet Numismàtic de Catalunya

1. LAS COMUNIDADES EMISORAS Tratar de las monedas fenicio-púnicas significa considerar una gran cantidad y diversidad de emisiones, cuyos centros de producción se sitúan principalmente en Fenicia, en los territorios dominados por Cartago y en el Mediterráneo occidental. Las diferentes comunidades productoras de moneda compartieron un mismo sustrato cultural, pero las desigualdades entre sus emisiones fueron notables. Ello concierne tanto a los períodos de actividad de los talleres como a las iconografías, sistemas de valores y volumen de producción de las emisiones, como a su difusión más allá de sus diferentes áreas de emisión.

1.1. Fenicia y Chipre Las primeras emisiones del mundo fenicio-púnico de acuñaron en Fenicia y su investigación ha generado una amplia bibliografía. Entre las obras modernas destacan, además de las síntesis de Betlyon (1982) y Destrooper-Georgiades (1995), las monografías sobre las emisiones de Sidón y Tiro (J. Elayi y A.G. Elayi, 2004 y 2009) y sobre los tesoros y la circulación monetaria (J. Elayi y A.G. Elayi, 1993). Las ciudades fenicias no acuñaron monedas hasta entrado el siglo V a.C., por lo tanto en un momento muy posterior al de las primeras acuñaciones griegas del Asia Menor (Costa, 1999: 15-17). Este inicio relativamente tardío contrasta con la gran actividad comercial de las ciudades fenicias, el uso del metal a peso y su –9–

conocimiento de la existencia de la moneda desde mucho antes, como prueban los hallazgos en su territorio de monedas griegas (J. Elayi, 1988: 41-45), especialmente las tetradracmas atenienses que habían llegado a la zona a través de las relaciones comerciales desde c. 500 a.C. La cronología de las primeras acuñaciones ha sido muy discutida por los diferentes investigadores que han estudiado esta compleja cuestión. J. Elayi (1992: 22-24), a la luz de los hallazgos monetarios, ha propuesto la siguiente secuencia. La primera emisión se habría producido en Biblos (Gebal) antes de mediados del siglo V a.C.; a mediados del mismo siglo habría empezado a acuñar Tiro y poco después Sidón, a pesar de ser la ciudad fenicia más importante de aquel momento (J. Elayi y A.G. Elay, 2004 y 2009); Arados (Arwad) habría sido el último de los grandes centros fenicios en acuñar moneda, en un momento que Elayi sitúa entre fines del siglo V a.C. y los primeros años del IV a.C. Las primeras emisiones se produjeron cuando las ciudades fenicias estaban integradas en el imperio persa y sus barcos navegaban por el Mediterráneo, desplegando una gran actividad comercial. Los intereses marítimos de estas comunidades quedaron ampliamente plasmados en las iconografías de sus emisiones, que en el siglo V a.C. fueron exclusivamente de plata y no incorporaron el uso del bronce hasta el IV a.C. Las acuñaciones autónomas de las ciudades fenicias continuaron hasta la conquista de Alejandro el Magno en el 332 a.C. Bajo su dominio Tiro, Sidón y Arados se convirtieron en cecas reales, que produjeron moneda según las características alejandrinas, abandonando totalmente la tradición local anterior. Las ciudades fenicias de Chipre, Kition –antigua colonia de Tiro– y Lapéthos acuñaron con leyenda fenicia desde fines del siglo VI a.C. o principios del siglo V a.C. (Destrooper-Georgiades, 1995: 161-164). Estas emisiones, estrechamente relacionadas con las acuñaciones de los grandes talleres de Fenicia, perduraron hasta la conquista de la isla por Ptolomeo I en 312-311 a.C., incorporándose posteriormente a las acuñaciones reales de Demetrios Poliorcetes y de los Ptolomeos.

1.2. Territorios bajo el dominio de Cartago Otra importante zona de producción de moneda fenicio-púnica estuvo situada en los territorios dominados por Cartago, la antigua fundación de Tiro. Estas emisiones han sido ampliamente estudiadas aunque, como veremos, presentan todavía una gran cantidad de cuestiones difíciles de solucionar (Jenkins, 1969 y 1988; Jenkins y Lewis, 1963; Acquaro et alii, 1991; Visonà, 1995; Manfre–10–

di, 1995: 151-157; Alexandropoulos, 2000: 37-135). Las emisiones fenicias de Occidente comenzaron a fines del siglo V a.C. en Sicilia, donde había ciudades griegas con una larga experiencia monetaria. Concretamente, se atribuyen las primeras acuñaciones a centros de tradición fenicia como Panormos, Motia y Solunto, situados en la parte occidental de la isla. La primera emisión que se considera producida bajo la autoridad de Cartago consiste en tetradracmas con prótomo de caballo y palmera, acuñadas a partir del 410 a.C., que habrían servido para pagar a los mercenarios que luchaban en Sicilia a favor de la causa cartaginesa y que estaban acostumbrados a cobrar en moneda. El lugar de fabricación de esta primera emisión ha sido muy discutido y todavía no está claro si se acuñó en la capital norteafricana, como propuso Jenkins, o en Sicilia como defienden otros investigadores. Además de esta posible primera emisión, en los territorios sicilianos controlados por Cartago se produjeron abundantes acuñaciones que continuaron hasta el fin de la Primera Guerra Púnica y la derrota cartaginesa del 241 a.C. Cartago también acuñó moneda en su capital norteafricana, aunque la fase inicial de las emisiones presenta problemas de datación; también se discute la atribución a Sicilia o a la capital norteafricana de algunas de las primeras emisiones en bronce. En general, se acepta que no fue hasta mediados del siglo IV a.C., cuando la ceca de Cartago inició una actividad regular, acuñando importantes emisiones en oro (Jenkins y Lewis, 1963). El taller no cerró definitivamente hasta la destrucción de la ciudad en el 146 a.C. A principios del siglo III a.C., Cartago también produjo numerario de bronce en la isla de Cerdeña, perdurando sus emisiones hasta la conquista del territorio por Roma en el 238 a.C. Además, se ha propuesto que después de la debacle cartaginesa todavía se acuñó moneda durante las posteriores revueltas contra la presencia romana, que terminaron en el 215 a.C. (Forteleoni, 1961; Manfredi, 1987). Otro territorio en el que Cartago realizó abundantes emisiones monetarias fue la Península Ibérica (Villaronga, 1973; Alfaro, 1993a: 30-35). Después de la derrota de la Primera Guerra Púnica los cartagineses desembarcaron en la Península en el 237 a.C., iniciando una intensa producción de moneda, que continuó durante la Segunda Guerra Púnica hasta su expulsión por los romanos en el 206 a.C. Durante este conflicto, los cartagineses también acuñaron algunas emisiones en la Península Itálica. Después de la derrota del 202-201 a.C., Cartago ya sólo produjo numerario en su capital norteafricana, cesando definitivamente sus emisiones en el 146 a.C. a causa de la derrota y destrucción de la ciudad por los romanos. –11–

1.3. Islas del canal de Sicilia y norte de África Aproximadamente a fines el siglo III a.C., empezaron a acuñar otras poblaciones de tradición fenicio-púnica situadas en las costas del Mediterráneo central y occidental. En el canal de Sicilia, las islas de Pantelaria y Malta, que estuvieron bajo la influencia de Cartago hasta el inicio de la Segunda Guerra Púnica, iniciaron emisiones en bronce (Visonà, 1995: 175). Al mismo tiempo en el norte de África, se empezó a producir numerario bajo la autoridad real, primero de Syphax y más delante de Massinissa, probablemente en las ciudades de Siga (Mauritania) y Cirta (Numidia). Además, Iol (Mauritania) –y quizás Utica también– acuñó emisiones autónomas de plata y bronce desde la Segunda Guerra Púnica. Después de la derrota cartaginesa con la que finalizó la Segunda Guerra Púnica, surgieron nuevas acuñaciones fenicio-púnicas en los territorios de Numidia y Mauritania, cuyas fronteras fueron cambiando según las circunstancias políticas (Alexandropoulos, 1992). Estas emisiones han sido objeto de amplios estudios entre los que destacamos la obra de Alexandropoulos (2000), donde se hace una puesta al día y un análisis crítico de estos numerarios, que presentan serios problemas de sistematización, cronología y ubicación de algunos de sus talleres. De todos modos, se pueden ordenar en dos grandes grupos. Por una parte, las emisiones de los reyes númidas y mauritanos, que se habían iniciado con Syphax y que prosiguieron hasta inicios de la época imperial romana con los soberanos mauritanos Iuba II y Ptolomeo (25 a.C.- 40 d.C), cuyas emisiones unieron las características romanas con las tradicionales. Por otra parte, a lo largo de los siglos II y I a.C. diversas ciudades autónomas fabricaron monedas con inscripciones neopúnicas, en las que se mezclaban a menudo la tradición cultural púnica con la local. Después de las primeras emisiones de Iol, Utica e Icosium, también produjeron numerario hasta c. 30 a.C. otras ciudades, entre las que destacamos las de Tingis (Tánger), Lixus (Larache), Camarta, Sala, Tamuda o Zili.

1.4. Ebusus y el sur de Península Ibérica Otras importantes áreas de producción de numerario fenicio-púnico fueron la isla de Ebusus y el sur de Península Ibérica. Concretamente, Ebusus fue el primer enclave de origen fenicio-púnico que acuñó moneda en este extremo del Mediterráneo (Campo, 1976 y 1993). Este hecho debió estar favorecido por disponer la ciudad de un activo puerto de comercio al que llegaban barcos procedentes de territorios donde ya se usaba el metal acuñado. Actualmente los hallazgos arqueológicos indican que el taller empezó su actividad en el siglo IV a.C. (Aranegui et –12–

alii, 1993: 46, 179, 182 y lámina 171). En la Península Ibérica, fue la poderosa ciudad de Gadir, también muy relacionada con territorios con experiencia monetaria, la primera en fabricar numerario, probablemente desde principios del siglo III a.C. (Alfaro, 1988 y 1993a). Como ya hemos comentado, en el 237 a.C. los cartagineses desembarcaron en la Península empezando una importante producción de emisiones, que prosiguieron hasta el 206 a.C, cuando fueron derrotados y expulsados por los romanos. La Segunda Guerra Púnica generó una intensificación de las acuñaciones ya existentes y la apertura de nuevas cecas como Malaca (Campo y Mora Serrano, 1995) y Baria (Alfaro, 1993a: 36). Terminado el conflicto y bajo presencia romana, fueron apareciendo nuevos talleres que acuñaron exclusivamente moneda de bronce (Mora Serrano, 1993; García-Bellido, 1993; Chaves, 2000). Las cecas de Gadir, Abdera y Ebusus continuaron activas hasta los reinados de Augusto, Tiberio y Claudio respectivamente, acuñando emisiones con características romanas, pero en las que todavía perduraba la epigrafía neopúnica, aunque usada de modo muy secundario, además de algunas de sus iconografías tradicionales.

2. LA PRODUCCIÓN DE LAS EMISIONES

2.1. El derecho a acuñar y la autoridad emisora La decisión de abrir una ceca y producir moneda es competencia del estado o, si se prefiere, de la máxima autoridad de una comunidad política. Como veremos, tanto disfrutaron del derecho de acuñar poderosas ciudades como Tiro o Biblos como algunas mucho más pequeñas como Malaca o Lixus, además de otras de las que incluso desconocemos su ubicación. La moneda era una magnífica señal de la autonomía y existencia de una comunidad, aunque no todas las ciudades fenicio-púnicas llegaron a emitir numerario. Los tipos e inscripciones de las monedas acostumbran revelar datos muy significativos sobre la identidad y circunstancias políticas de la comunidad emisora. Por ejemplo, en emisiones de Sidón, Tiro y Arados se grabaron abreviaturas que han sido interpretadas como las iniciales y el año de reinado de los reyes vasallos locales, en un período en que toda la región reconocía el gobierno de los reyes persas (J. Elayi y A.G. Elayi, 1988). La autoridad emisora decretaba las características de producción de cada serie monetaria, desde la calidad del metal, el peso y la iconografía hasta la cantidad de –13–

ejemplares que debían fabricarse. Cada comunidad decidía su sistema monetario y asignaba un valor a las monedas en relación a las otras del sistema y establecía la relación entre la moneda de bronce y la de plata. En general, las inscripciones no hacían referencia al valor de la moneda, pero algunas abreviaturas y numerales han sido interpretados en este sentido. Por ejemplo, se ha propuesto que las letras y números que presentan algunas emisiones cartaginesas de Cerdeña indican la relación entre la moneda de bronce de Cerdeña y la de plata de Cartago (Manfredi, 1995: 39). Otro caso lo encontramos en el numeral 50 inscrito en el reverso de los bronces de Ebusus del siglo I a.C., que se ha interpretado como una marca de valor que indicaría la talla de estas monedas respecto a la libra romana (Campo, 1976: 55).

2.2. Los talleres monetarios Prácticamente no existen testimonios literarios o epigráficos sobre el funcionamiento y organización de los talleres monetarios fenicio-púnicos. Para acercarnos a su posible funcionamiento hay que acudir a los documentos sobre las cecas griegas y romanas contemporáneas, de las que disponemos de algo más de información. A partir de estos textos, de los restos arqueológicos y de las propias monedas se puede llegar a algunas deducciones sobre el trabajo de los talleres fenicio-púnicos. El trabajo de una ceca comportaba la presencia de personal especializado que, bajo la supervisión de un responsable, realizaba las distintas operaciones de la fabricación de numerario. En algunas emisiones, tanto griegas como romanas o indígenas, además del nombre de la autoridad emisora aparece el de personas que de manera muy general se pueden interpretar como el de magistrados encargados del control de la fabricación de la moneda o, sobre todo en el caso de algunas cecas griegas, grabadores de cuños. En el mundo feniciopúnico estos casos son pocos y difíciles de analizar. Una posibilidad es la leyenda ršmlqrt de tetradracmas sicilianas de mediados del siglo IV a.C. que ha sido interpretada por Manfredi (2006: 278 y 286) como “los electos de Melqart” y haría referencia a los funcionarios del templo que debían controlar la acuñación, aunque tradicionalmente se ha interpretado como “Cabo Melqart”. Otro caso lo encontramos en una emisión neopúnica de bronce de Leptis Magna fechada en la primera mitad del siglo I a.C. Se trata de monedas que presentan en el reverso una maza dentro de corona y la inscripción mpqd lpqy, que se ha interpretado como el “tesorero o responsable de la ceca de emisión” (Manfredi, 1995: 65 y 69-70). –14–

La identificación de edificios destinados a la acuñación de moneda presenta muchas dificultades, a pesar que algunas ciudades produjeron grandes emisiones durante un largo período de tiempo. En general, las propuestas de localización de posibles talleres se basan en el hallazgo de cospeles y lingotes de bronce, o en la localización de estructuras con restos de instrumentos para el trabajo metalúrgico. En lugares sagrados griegos se han localizado cospeles de bronce, lo que ha dado lugar a dos posibles explicaciones (Caccamo, 2001: 20-21). Por una parte, que los talleres se ubicaban en zonas protegidas por las divinidades y en los que se habrían olvidado algunos materiales; por la otra, que los cospeles se habrían llevado allí como ofrenda. Por ejemplo, los 19 lingotes de bronce recuperados en el temenos de Himera, en un estrato anterior al 409 a.C. (Cutroni Tusa, 1982), puede interpretarse como un indicio de la posible ubicación de la ceca de Himera o, más probablemente, como el lugar donde el taller conservaba el material bajo la protección divina (Manfredi, 2006: 278). Para el mundo fenicio-púnico no quedan testimonios de estructuras atribuibles a talleres metalúrgicos, pero hay algunas propuestas sobre lugares donde podrían haber funcionado cecas griegas, que han sido revisadas por Caccamo (2001: 2022). Por ejemplo, en el ágora de Atenas se ha identificado un edificio como taller monetario a causa de la presencia de hornos para trabajar el bronce, escorias y recipientes para el agua, además de cospeles de bronce (Camp y Kroll, 2001). Otro caso se ha documentado en la zona del puerto militar de la antigua Massalia, donde se localizó una instalación metalúrgica, en la que se encontraron objetos que se pueden relacionar con algunas fases de la fabricación de cospeles y una caja de cospeles ya recortados (Hermary et alii, 1999: 130-132).

Para el mundo antiguo se ha sugerido la existencia de talleres itinerantes, con los que viajarían artesanos especializados en la fabricación de moneda. Ello habría sido de gran utilidad para pequeñas poblaciones que solo emitieron numerario en momentos puntuales y no necesitaban mantener permanentemente ni las estructuras ni el personal que comportaba su fabricación. Además, en épocas de guerra estos talleres podrían acuñar cerca de los lugares donde se encontraban estacionadas las tropas, facilitando así un rápido abastecimiento de moneda. La intensa relación de las emisiones cartaginesas con importantes conflictos bélicos, que comportaron grandes movimientos de tropas, ha hecho que se planteara en diversas ocasiones la posibilidad del uso de talleres itinerantes (Forteleoni, 1961: 47-48; Manfredi, 2006: 281). En algunos momentos, las circunstancias políticas pudieron provocar la existencia de dos cecas trabajando simultáneamente en una misma ciudad (Manfredi, 2006: 281-282). Un caso podría ser el de Gadir durante el perío–15–

do de la ocupación cartaginesa del 237 al 206 a.C. En estos años, además de acuñarse las tradicionales emisiones de la ciudad, también se habrían fabricado emisiones cartaginesas, como se deduce de los hallazgos y de la diferente composición de algunas emisiones de plata (Sejas del Piñal, 1993: 127; Manfredi, 2006: 275). También puede ser significativo que fue en este momento cuando Gadir puso especial cuidado en manifestarse como autoridad emisora, inscribiendo en las monedas de plata y bronce su nombre acompañado de la fórmula –mhlm o mp`l– que ha sido interpretada como “acuñación de/de los ciudadanos de” (Alfaro, 2001: 33). Otro caso, propuesto por Manfredi (1995: 186-187) se identificaría en Lixus durante los siglos II y I a.C. En la ciudad se habrían acuñado bronces con las leyendas mb‘ llkš y mqm šmš, que aludirían respectivamente a la comunidad ciudadana de derecho púnico y a la dependencia del reino de Mauritania bajo Bocco II.

2.3. La obtención de los metales Obviamente, cuando una comunidad quería fabricar moneda debía aprovisionarse del metal necesario. En el mundo griego se conocen las minas que suministraron metal a algunas de sus grandes cecas, aunque lo más habitual es que no se pueda determinar el origen preciso del metal. El caso más conocido es el de las minas de Laurion que suministraron la plata para las emisiones de Atenas a partir de c. 500 a.C. (Picard, 2001; Dermatis, 2007). Algunos talleres que fabricaron grandes emisiones en plata no dispusieron de minas en zonas próximas como por ejemplo los de la Magna Grecia y Sicilia (Will, 1975: 98). Cuando un territorio no tenía recursos minerales, los podía obtener por otros medios como el comercio o fundiendo objetos de metal o monedas en circulación, quizás especialmente las acuñadas en cecas foráneas (Will, 1975: 101). También se podía obtener metal de los botines de guerra y, en casos excepcionales, de los objetos ofrecidos a las divinidades en templos y santuarios (Carradice, 1995: 12). En zonas púnicas o de influencia púnica del Mediterráneo Occidental –Península Ibérica, Cerdeña y norte de África– existen importantes áreas mineras en las que los talleres fenicio-púnicos pudieron aprovisionarse del metal que necesitaban para sus emisiones (Manfredi, 2006: 257-271). Por lo que respecta a la Península Ibérica, su riqueza minera fue fundamental para la producción de emisiones de bronce (García-Bellido, 2000; Arévalo, 2000). Además sus minas de plata, sobre todo las situadas en las zonas de Carthago Nova y Sierra Morena controladas por los bárquidas, fueron decisivas para la financiación de la lucha –16–

cartaginesa contra Roma a lo largo de la Segunda Guerra Púnica, facilitando la acuñación de grandes emisiones de plata.

2.4. La composición metalográfica de las monedas La composición de las aleaciones utilizadas por una ceca depende de su acceso a los metales y de la reutilización de numerario u otros objetos metálicos anteriores. Cuando el metal de una moneda proviene de una única zona minera, se puede llegar a identificar su procedencia mediante el análisis de los isótopos de plomo. Sin embargo, cuando el metal de una emisión procede de la fundición de diversos objetos, cuyo metal puede tener diversos orígenes, este tipo de análisis no da resultados. Lo más habitual es disponer de análisis que proporcionan el porcentaje de los diferentes metales que conforman la aleación de una moneda. Estos pueden realizarse por diferentes métodos –habitualmente por fluorescencia de rayos X o microscopía electrónica–, cada vez más exactos pero que tienen en común que analizan sobre todo la superficie de la moneda. Disponemos de análisis metalográficos de bastantes series monetarias de los talleres fenicio-púnicos. Manfredi (2006: 271-277) ha presentado el estado de la cuestión de las emisiones del Mediterráneo Occidental y Chaves, junto con otros colegas, ha analizado ejemplares de algunas cecas del norte de África y del sur de la Península Ibérica (Chaves et alii, 1999; Chaves y Gómez-Tubio, 1999). Un buen ejemplo del interés de los análisis metalográficos lo encontramos en emisiones de los siglos V-IV a.C. de Biblos; gracias a ellos se han podido atribuir pequeñas fracciones de plata a cuatro series de mayor valor (A.G. Elayi et alii 2012). Otro caso a destacar es el de las emisiones cartaginesas de la Península Ibérica. Éstas contenían plata de una gran pureza que solo empeoró en las últimas acuñaciones del período de la Segunda Guerra Púnica, próximas a la gran derrota bárquida del 206 a.C. (Sejas del Piñal, 1993: 124-127). Las monedas de bronce tenían básicamente una composición ternaria de cobre, estaño y plomo, además de trazas de otros metales en proporciones que podían variar según el acceso a los metales de cada momento. Los análisis microquímicos de bronces cartagineses del siglo IV a.C. encontrados en Cerdeña han permitido identificar una marcada diferencia microestructural entre los acuñados en Cerdeña y los producidos en las otras áreas púnicas de Mediterráneo (Manfredi 2006: 271-273). Otro caso del que se dispone bastante documentación es el de las emisiones de bronce de Malaca, que desde fines del siglo III a.C. hasta época augústea trabajó con unas composiciones metalográficas bastante buenas, excepto en los momentos de crisis del taller durante los cuales aumentó el porcentaje de –17–

Figura 1. Tiras de cospeles para acuñar monedas de Ebusus (Planells et alii, 1989: lámina II-G; sin escala en el original)

Figura 2. Probables cuños para fabricar monedas de Ebusus (Planells et alii, 1989: lámina II-H; sin escala en el original)

plomo (Campo y Mora, 2000). Algunas cecas acuñaron con un gran porcentaje de plomo de manera habitual, como fue el caso de Ebusus especialmente a lo largo del siglo III a.C. (Campo y Mora, 2000: 469; Campo, 2012: 24 y 30), o de modo más puntual como se observa en algunas emisiones cartaginesas del período de la Segunda Guerra Púnica (Manfredi 2006: 275-276), o las de Malaca que acabamos de mencionar.

2.5. El proceso de acuñación Los talleres fenicio-púnicos fabricaron moneda por el método de la acuñación a martillo, para lo cual necesitaban disponer de cospeles y cuños. Los cospeles se podían obtener por diversos sistemas, pero el más habitual era el de verter el metal fundido en moldes de piedra o arcilla –univalvos o bivalvos–, con alvéolos independientes o interconectados. Una vez que el metal se había enfriado se recortaban y sus superficies se trataban probablemente con ácidos o se limpiaban mecánicamente. También se ajustaba el peso de los cospeles de oro y plata, pero los de bronce podían llegar a tener grandes diferencias entre ellos. En la isla de Ibiza se han localizado tiras de cospeles (ver figura 1), que todavía no habían sido recortados y que con toda probabilidad estaban destinados a la acuñación de monedas de la ceca de Ebusus (Planas et alii, 1989: lámina II-G). El proceso de fabricación de cospeles era costoso, por lo que los talleres recurrieron en ocasiones al uso como cospeles de monedas de otras cecas o en –18–

ocasiones de emisiones anteriores del mismo taller. Por ejemplo, la ceca de Alba, en el sudeste de la Península Ibérica, utilizó monedas de Ebusus del siglo I a.C. como cospel para algunas de sus acuñaciones (Alfaro, 2000: 111-112). A su vez, las monedas púnicas también pudieron utilizarse como soporte de emisiones griegas. Por ejemplo, el taller de Rhode, en la costa del nordeste de la Península Ibérica, usó bronces cartagineses de Cerdeña de c. 300‑264 a.C. (Jenkins, 1969: nº 144‑178) para acuñar ejemplares con cabeza femenina y rosa (Villaronga, 2000: 39; Campo, 2000: 93; ver lámina I nº 10). Los talleres fenicio-púnicos prácticamente siempre utilizaron un cuño de anverso y otro de reverso para fabricar moneda. Casi no se conocen cuños oficiales de época antigua, pues las autoridades debían ordenar su destrucción una vez terminada la emisión. En el mundo griego existe documentación que indica que en ocasiones los cuños se ofrecieron a las divinidades o se depositaron en lugares sagrados. Por ejemplo, los cuños de una emisión de oro de Atenas de 407406 a.C. se conservaron en el opistodomos del Partenón (Caccamo, 2001: 22). Del mundo fenicio-púnico hay que destacar la identificación de tres probables cuños para fabricar moneda de bronce de Ebusus de pequeño módulo (Planas et alii, 1989: lámina II-H; Alfaro, 1999; ver figura 2). El grabado de los cuños era una tarea muy especializada y en ocasiones sus abridores debieron ser los mismos que tallaban las piedras duras (Manfredi, 2006: 282). Las cecas con poca producción no debían tener grabadores trabajando de manera continuada y tenían que contratar artesanos foráneos. A menudo, debió ser difícil poder contratar abridores expertos y los talleres tuvieron que recurrir a artesanos locales sin experiencia, que prepararon cuños de baja calidad. Ello explicaría la gran diferencia de calidad estilística de monedas de una misma emisión, o incluso entre el anverso y el reverso de un mismo ejemplar como se documenta en bronces de Malaca del siglo II a.C. (Campo y Mora, 1995: período II, serie 2ª). Los cuños se podían grabar de manera individual, pero los talleres que tenían que producir cantidades importantes de ejemplares aplicaron sistemas para fabricarlos en serie, como fue el uso de punzones o matrices. Probablemente procedente de Cerdeña, es un punzón para preparar cuños para bronces sardo-cartagineses (Manfredi, 2006: 282-285). Una vez que la ceca disponía de cuños y cospeles, la acuñación de moneda consistía simplemente en poner un cospel entre el cuño de anverso –que estaba fijo– y el de reverso, y golpear con un martillo el extremo del cuño de reverso, que era móvil. Con esta sencilla operación los diseños que identificaban la autoridad emisora quedaban impresos en el cospel y éste quedaba convertido en moneda. Se trataba, pues, de un proceso artesano, susceptible de múltiples incidencias: los diseños podían quedar descentrados o mal impresos y los cuños –19–

–especialmente los de reverso– sufrir desperfectos o roturas, que hacían necesaria su reparación.

3. FUNCIÓN Y USO DE LAS EMISIONES 3.1. El estado y su necesidad de moneda Tradicionalmente se había aceptado que el comercio, como propuso Aristóteles (Política, 1257b), fue la causa inicial de la emisión de moneda. A partir de mediados del siglo XX, estudiosos como Will (1955), Kraay (1964) o Crawford (1970) se inclinaron por un origen más relacionado con las necesidades de la autoridad emisora. Según Kraay (1964), el hecho que inicialmente no se emitiera moneda fraccionaria indica que el metal acuñado estaba destinado a facilitar grandes pagos del estado y no a satisfacer pequeñas necesidades cotidianas. Actualmente se acepta en general que la causa principal que llevó a los estados a emitir moneda fue la de satisfacer los pagos que tenían que afrontar, aunque el metal acuñado no desplazó totalmente otras formas de pago como el metal a peso (Howgego, 1990; Martin, 1996). Los gastos del estado eran muchos y muy variados: el mantenimiento de los ejércitos, la realización de obras públicas –construcción de edificios, acueductos, etc.– o la gestión de la religión cívica –realización de festivales y sacrificios, edificación de templos, etc.–. También había que pagar salarios a las personas que trabajaban para la comunidad, desde funcionarios políticos, militares y jurídicos, hasta artesanos y expertos en oficios diversos. Estos gastos también podían ser asumidos por particulares que deseaban actuar como patronos de una comunidad. Todos estos gastos estatales debían darse en las ciudades fenicio-púnicas, pero intentar vincular una emisión a la necesidad de financiar una empresa concreta es habitualmente entrar en el terreno de la especulación. De todos modos, la relación entre algunas series y la financiación de los ejércitos parece clara. En la Península Ibérica durante los años de la Segunda Guerra Púnica, Cartago acuñó un gran volumen de moneda de plata y las ciudades de Gadir y Ebusus, que hasta aquel momento sólo habían fabricado numerario de bronce, también emitieron plata para ayudar a la causa cartaginesa. También se acepta que las primeras emisiones cartaginesas de plata se acuñaron en el 410 a.C. para pagar a las tropas mercenarias que luchaban en Sicilia a favor de su causa, aunque se discute si se fabricaron en su capital del norte de África o en la propia Sicilia (Manfredi, 1995: 151-153). También es posible que las tropas mercenarias optaran por cobrar en la moneda –20–

de sus tierras de origen antes que en la del estado que las había contratado. J. Elayi (1992: 28) piensa que los mercenarios griegos contratados por ciudades fenicias en el siglo IV a.C. prefirieron, siempre que era posible, ser pagados con imitaciones de las emisiones atenienses. Todavía más difícil es relacionar una emisión de moneda con las obras públicas y la religión, aun cuando estas obras están bien documentadas en las fuentes escritas y arqueológicas. Es imposible, por ejemplo, determinar si algunas emisiones de Biblos sirvieron para financiar los trabajos efectuados por Yehawmilk en el templo de la patrona de la ciudad (J. Elayi, 1992: 29). Se ha propuesto que las primeras emisiones de Gadir –bronces de bajo valor– fueron promovidas por el templo de Melqart para hacer frente a los pequeños pagos al templo, las ofrendas y los sacrificios, además de a sus actividades comerciales pesqueras e industriales (Alfaro, 2001: 33). Además de servir de instrumento de pago, la producción de moneda podía responder a una función política de afirmación de la autonomía de una comunidad, circunstancia que debió ser un buen estímulo para que muchas ciudades decidieran acuñar moneda. Probablemente ello fue decisivo en las primeras emisiones de las ciudades de Tiro, Sidón y Arados cuando estaban bajo la dominación persa (J. Elayi, 1992: 27). De todos modos esta intención de acuñar moneda para darse a conocer como comunidades soberanas se complementó con la función de instrumento de pago. Finalmente, hay que considerar que la emisión de moneda también podía responder a causas diferentes a la de satisfacer pagos del estado o la de afirmación de su independencia (Howgego, 1990: 24-25). Por ejemplo, la autoridad emisora podía necesitar fabricar nuevo numerario debido a la introducción de reformas en el sistema monetario, la necesidad de renovar los ejemplares muy deteriorados por el uso o a causa de cambios políticos que debían ser inmediatamente reflejados en los tipos monetarios. Biblos pasó de inscribir el nombre y el título del rey al nombre de la ciudad como expresión de un cambio político (J. Elayi, 1992: 27).

3.2. Uso de las emisiones en el ámbito cotidiano Una vez que las autoridades de una comunidad ponían en circulación las emisiones, éstas entraban en los circuitos económicos y pasaban a ser utilizadas por la población. Los ciudadanos generaban nuevos usos de la moneda, que han quedado muy poco documentados en las fuentes escritas fenicio-púnicas, por lo que –21–

es necesario buscar datos y paralelos en textos griegos. También aportan datos interesantes sobre el uso cotidiano del metal acuñado las características de las propias emisiones y los hallazgos monetarios, como han puesto de relieve Alfaro (2001) y Mora Serrano (2007) para las ciudades fenicio-púnicas de Iberia. Fuentes escritas griegas documentan la voluntad de las autoridades de las poleis de ejercer un severo control sobre la moneda en circulación. Una ley monetaria de Atenas de 375/374 a.C., cita la figura del dokimastes, que era un servidor público encargado de verificar y validar el numerario que se utilizaba en el mercado, determinando el de curso legal y descartando el falso (Stroud, 1974). Las autoridades atenienses tenían especial interés en prohibir el uso de numerario foráneo, como relata un decreto del siglo V a.C. que recoge la prohibición de utilizar moneda foránea en los territorios bajo su dominio (Melville Jones, 1993: texto 78), aunque los hallazgos del ágora de Atenas documentan la presencia de moneda de otras ciudades (Kroll, 1993: XXVI, 166-170). Una inscripción de Ólbia del siglo IV a.C., también incide en la prohibición del uso de moneda foránea (Melville Jones, 1993: texto 349; Morkholm, 1982: 295-296). No se han identificado textos que relaten si en los territorios fenicio-púnicos se decretaron leyes similares a las de las poleis griegas. Se conoce bien la existencia de autoridades ciudadanas, como los suffetes o máximos magistrados de la ciudad y los rab o tesoreros. Interesante es la leyenda mhšbm inscrita en tetradracmas cartaginesas de Sicilia de 300-289 a.C., que se interpreta como la referencia a los funcionarios que controlaban las finanzas (Manfredi, 2006: 286). Las autoridades debieron dar normativas sobre el uso y la circulación de las monedas, pero no han quedado documentadas en las fuentes escritas. Los hallazgos monetarios muestran que en las ciudades fenicio-púnicas las monedas locales circularon junto a las foráneas, pero ello no indica necesariamente una autorización expresa. Ya hemos visto que en Atenas, a pesar de haber leyes muy explícitas prohibiendo el uso de monedas foráneas, éstas se han encontrado en las excavaciones del ágora. Una fuente significativa sobre el uso de la moneda en la ciudad de Atenas son las comedias de Aristófanes (c. 450-c. 385 a.C.), que muestran como su uso formaba parte de las costumbres cotidianas de sus habitantes, que la utilizaban en el mercado, aunque sin que por ello desapareciera el intercambio (Burelli, 1973: 776). No disponemos de textos parecidos para el mundo fenicio-púnico, pero si indicios que indican su uso en los pequeños pagos cotidianos. Sólo así se justifica la emisión de moneda de bajo valor, como pequeñas fracciones de plata y numerario de bronce. Por ejemplo, las emisiones de bronce que a lo largo de los siglos II y I a.C. produjeron las ciudades fenicio-púnicas del sur de la Península Ibérica y del norte de África no pudieron servir para financiar grandes empresas. –22–

Este numerario debía estar destinado a pequeños pagos de los ciudadanos y a complementar pagos de alto valor, que se realizaban habitualmente en denarios romanos. Las autoridades que gobernaban las ciudades fenicio-púnicas –como los suffetes y rab que ya hemos mencionado– debieron exigir a sus habitantes el pago de impuestos para el mantenimiento de la ciudad. La moneda era un medio práctico para hacer frente a los impuestos municipales, aunque también debía haber otros medios de pago. Los impuestos portuarios debieron ser una gran fuente de ingresos para los importantes puertos de comercio de las ciudades feniciopúnicas (Alfaro, 2001: 41). La moneda también debió utilizarse para el pago de multas. El cargo de mhšbm, además de interpretarse como el de los responsables de controlar las finanzas, se ha documentado en relación al mercado de la ciudad de Cartago, como el del funcionario encargado de multar a los transgresores (Manfredi, 2006: 286). La moneda también intervino en las prácticas cultuales y su hallazgo está bien documentado en los santuarios fenicio-púnicos. Por ejemplo, en el de La Algaida (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), se han recuperado 75 ejemplares de plata y bronce de los siglos IV-I a.C, entre los que destacan 38 monedas de la cercana ceca de Gadir (López de la Orden y Blanco, 2000; Arévalo, 2006: 8586). La presencia del metal acuñado en las áreas sagradas pudo obedecer a diversos motivos como la necesidad que tenían los sacerdotes o sirvientes de disponer de moneda para atender pequeños gastos de funcionamiento. Además, los visitantes del santuario podían ofrecer monedas a las divinidades, comprar pequeñas ofrendas o pagar servicios religiosos. Un documento de gran importancia sobre el precio que los oferentes debían pagar a los sacerdotes por cada sacrificio es la denominada Tarifa de Marsella (Février, 1958-1959). Se trata de una inscripción sobre piedra, encontrada en Marsella en 1844, que informa de los precios de un templo, probablemente de Cartago, donde también se han localizado fragmentos de otras tarifas de sacrificios. Se citan precios, en moneda de plata, de animales como bueyes, corderos o aves, y otras especies como perfume, aceita o harina.

Los diseños sagrados de muchas emisiones propició la utilización de la moneda para otros fines que no eran el de instrumento de pago (Alfaro, 1993b). Uno de ellos era su uso como talismán y/o amuleto, que podía tomar la forma de colgante mediante una simple perforación También las monedas pudieron utilizarse como ofrendas a las divinidades tanto en templos y santuarios como en ambientes industriales (Arévalo, 2006: 88-91), además de en las necrópolis (ver en este mismo volumen el texto de A. Arévalo). –23–

Los hallazgos de tesoros documentan que las monedas se utilizaron como medio para acumular riqueza. Si bien existían otros instrumentos para reservar riqueza, el metal acuñado ofrecía muchas ventajas respecto a otros productos, incluso sobre otros objetos de metal como barras, joyas u objetos de decoración, más difíciles de medir y también de usar de modo inmediato. Los hallazgos muestran que la moneda fue atesorada tanto en los límites de la propia ciudad como en sus alrededores, aunque sólo una muy pequeña cantidad de los tesoros que se ocultaron en la antigüedad ha llegado a nuestras manos. Si un ciudadano quería ocultar una cierta cantidad de moneda, lo más normal sería que dijera el lugar a alguna persona de su confianza, para que lo pudiera recuperar si moría inesperadamente. No es casualidad que sean los períodos de conflictos armados los que han proporcionado más tesoros.

4. DIFUSIÓN DE LAS EMISIONES FUERA DE SU ÁREA DE PRODUCCIÓN

4.1. Las relaciones comerciales Gran parte de la producción monetaria de una ciudad se utilizaba dentro de los límites de su territorio, pero hubo factores como el comercio y los movimientos de tropas que posibilitaron su proyección fuera del ámbito del centro emisor. En la estructura económica de las ciudades fenicias el comercio fue una actividad fundamental, aunque como ya hemos citado ello no conllevó una temprana adopción de la moneda por parte de estas sociedades (Costa, 1999: 17-24). En el mundo antiguo, el comercio a gran escala debió realizarse básicamente mediante el intercambio de mercancías, pues los barcos habitualmente vendían sus productos a cambio de otros, ya que no podían regresar con las bodegas vacías. Sin embargo, ello no excluye que la moneda también pudiera intervenir en algunos aspectos como el de servir para valorar lo que se quería cambiar y ocasionalmente para realizar una parte del pago (Will, 1975: 234). En ocasiones el metal acuñado también se utilizó como mercancía, como parece ser el caso de algunas emisiones de Atenas; la gran difusión que alcanzaron sus tetradracmas ha sido interpretada como un recurso de la polis para exportar la plata de les ricas minas de Laurion (Kraay, 1964: 90; Crawford, 1982: 23-25). Según J. Elayi (1992: 29) las emisiones fenicias también se utilizaron como monedas-mercancía en el comercio con los territorios limítrofes del interior. Esto se deduce de la presencia en algunos tesoros de monedas fragmentadas fenicias junto a trozos de plata en bruto; en el –24–

siglo IV a.C. tanto habrían servido de mercancía las emisiones atenienses como las de Tiro o Sidón. Las naves fenicio-púnicas que transportaban mercancías de un puerto a otro facilitaron la difusión de las emisiones, sin que tuvieran que ser necesariamente ejemplares de alto valor o monedas-mercancía. Las gentes que viajaban en estos barcos podían llevar consigo pequeños bronces de bajo valor que habrían tomado en un puerto y dejado en otro. Un buen ejemplo es el de las modestas emisiones de bronce de Ebusus que a fines del siglo III a.C. llegaron puntualmente al puerto de Malaca (Mora Serrano, 2001: 125). Otro caso lo encontramos en el llamado “círculo del estrecho” en los siglos II y I a.C.; el intenso tráfico comercial de la zona, documentado por los hallazgos cerámicos, propició la difusión de las emisiones de los talleres fenicio-púnicos del norte de África hacia el sur de la Península Ibérica y viceversa (Callegarin y El Harrif, 2000: 36-40; Callegarin, 2008). Especialmente importante fue la llegada al norte de África de las emisiones de Gadir, como documentan los hallazgos en diversos yacimientos, entre ellos el de la ciudad portuaria de Sala (Boube, 1992).

4.2. Los movimientos de tropas En la antigüedad los conflictos bélicos generaron la producción de emisiones de alto valor, como instrumentos útiles para la financiación de los ejércitos y, especialmente, el pago del salario de los soldados. Una vez en poder de las tropas, los movimientos de éstas causados por las necesidades bélicas fueron un motor extraordinario para la difusión de las emisiones más allá de su zona de fabricación. Los hallazgos monetarios muestran que, durante las épocas de guerra, emisiones que apenas habían circulado fuera de su área de producción, ampliaron su proyección hasta territorios más alejados llevadas por las tropas. Durante los períodos de guerra es cuando las personas, tanto ciudadanos civiles como soldados, se encuentran en mayor peligro y tienen más probabilidades de morir, además de tener que abandonar su casa o su campamento precipitadamente. El clima de inseguridad provocaba que los propietarios de dinero se vieran obligados a ocultar sus objetos de valor como monedas, joyas, objetos de metal, etc. La preocupación por poder recuperar la riqueza ocultada se manifiesta en un texto que relata como durante un momento de peligro en Chipre, los fenicios enterraron una gran parte de su riqueza y marcaron el lugar de ocultación para después poderla recuperar (Melville Jones, 1993: texto 544).

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Figura 3. Mapa de dispersión de las emisiones de Ebusus de fines del siglo III a.C. Bronces del grupo XII con Bes y toro embistiendo de c. 225-218 a.C. y ejemplares de plata del grupo XVII de c. 218/217-206 a.C. (según Campo, 2012: 40)

En las zonas donde se desarrollaron importantes acciones militares es donde se han recuperado más tesoros monetarios, a causa de la muerte violenta e inesperada de sus propietarios o porque éstos no pudieron regresar al lugar donde los habían ocultado a causa del clima de peligro. Los depósitos de dinero muestran la dureza de las contiendas, pero también el incremento de la proyección de las emisiones en épocas de conflictos bélicos. Las guerras púnicas, que aunaron grandes necesidades de numerario y constantes movimientos de tropas, fueron un factor importantísimo de difusión de las monedas más allá del territorio donde se habían acuñado. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Púnica, el taller de Ebusus cuyas modestas emisiones de bronce solo se habían difundido a través del comercio, acuñó numerario de plata para ayudar al financiamiento de los ejércitos cartagineses. Estas nuevas emisiones llegaron rápidamente a las zonas de la Península ibérica con una mayor actividad bélica y con una fuerte presencia de tropas cartaginesas. Paralelamente, los bronces ebusitanos del período inmediatamente anterior (Campo, 1976: grupo XII) –todavía en uso durante los años de la guerra– se difundieron en un ámbito que concuerda más con las zonas con las que tradicionalmente desde el puerto de Ebusus se mantenían relaciones comerciales (Campo, 2012: 33-34; ver figura 3). –26–

Lámina 1. Emisiones de Fenicia y Cartago. 1. Sidón, shekel, c. 425-401 a.C.; 2. Sidón, dishekel, c. 365-352 a.C.; 3. Tiro, shekel, c. 349-311/0 a.C.; 4. Biblos, shekel, c. 400-376 a.C.; 5. Arados, estátera, c. 348/7-339/8 a.C.; 6. Arados, tetróbolo, c. 400-350 a.C.; 7. Cartago-Sicilia, tetradracma, c. 410 a.C.; 8. Cartago-Sicilia?, bronce, c. 400-350 a.C.; 9. Cartago-N. Africa, estátera de oro, c. 350320 a.C.; 10. Bronce de Rhode, reacuñado sobre un ejemplar cartaginés de Cerdeña, hallado en Roses, mediados siglo III a.C.; 11. Cartago-Península Ibérica, shekel, 237-206 a.C.; 12. CartagoPenínsula Ibérica, unidad de AE, 237-206 a.C. (Nº 1-6 y 8 CoinArchives.com; 7, Wildwinds.com; 10, Museu d’Arqueologia de Catalunya-Girona; 11-12, MNAC-Gabinet Numismàtic de Catalunya)

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Lámina 2. Emisiones del Norte de Africa y Península Ibérica 1. Pantelaria (Cossura), AE, fines s. III – inicios II a.C.; 2. Iol, AE, s. II a.C. 3. Tingis, AE, s. II-I a.C.; 4. Lixus, AE, s. I a.C.; 5. Micipsa, AE, 148-118 a.C.; 6. Iuba I, AE, c. 60-46 a.C.; 7. Gadir, AE perforado, primera mitad s. III a.C.; 8. Ebusus, AE, c. 225-218 a.C.; 9. Ebusus, AR, c. 218-206 a.C.; 10. Malaca, AE, c. 175/150-10091 a.C.; 11. Abdera, AE, fines s. II – inicios I a.C.; 12. Asido, AE, primera mitad s. I a.C.; (Nº 1-5 CoinArchives.com; 6, Wildwinds.com; 7-12, MNAC-Gabinet Numismàtic de Catalunya)

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TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA Nº 1

LUCERNAS ROMANAS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y Esperanza Manera. Ibiza, 1979. 22 pp. y IX láms. (Agotado)

Nº 2

CERÁMICAS DE IMITACIÓN ÁTICAS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y José O. Granados. Ibiza, 1979. 49 pp. y I lám. (Agotado)

Nº 3 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS. Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1980. 72 pp. Nº 4

EL HIPOGEO DE CAN PERE CATALÀ DES PORT (SANT VICENT DE SA CALA). Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1980. 34 pp. y VIII láms.

Nº 5

IBIZA Y LA CIRCULACIÓN DE ÁNFORAS FENICIAS Y PÚNICAS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL. Por Juan Ramón. Ibiza, 1981. 49 pp., 6 figs. y III láms. (Agotado)

Nº 6

UN HIPOGEO INTACTO EN LA NECRÓPOLIS DEL PUIG DES MOLINS. EIVISSA. Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1981. 34 pp., X láms. y un plano de la necrópolis. (Agotado)

Nº 7

ESCARABEOS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y Josep Padró. Madrid, 1982. 249 pp. con figs. y láms.

Nº 8

EL SANTUARIO DE ES CUIERAM. Por Mª. Eugenia Aubet Semmler. Ibiza, 1982. 55 pp. y XXX láms. (Agotado)

Nº 9

URNA DE OREJETAS CON INCINERACIÓN INFANTIL DEL PUIG DES MOLINS. Por Carlos Gómez Bellard. Ibiza, 1983. 26 pp. y I lám.

Nº 10

GUÍA DEL PUIG DES MOLINS. Por Jorge H. Fernández. Madrid, 1983. 242 pp. (Agotado)

Nº 11

LA COLONIZACIÓN PÚNICO-EBUSITANA DE MALLORCA. ESTADO DE LA CUESTIÓN. Por Víctor M. Guerrero Ayuso. Ibiza, 1984. 39 pp., 24 figs. y VIII láms.

Nº 12

SOBRE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA. Por Jose Mª. Mañá de Angulo. Ibiza, 1984. 174 pp. (Agotado)

Nº 13

ESCULTURA ROMANA DE IBIZA. Por Alberto Balil. Ibiza, 1985. 19 pp. y VIII láms.

Nº 14

NOTAS PARA UN ESTUDIO DE LA IBIZA MUSULMANA.Por Guillermo Rosselló Bordoy. Ibiza, 1985. 69 pp. (Agotado)

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Nº 15 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS (II). Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1986. 42 pp. (Agotado) Nº 16

AMULETOS DE TIPO EGIPCIO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jordi H. Fernández y Josep Padró. Ibiza, 1986. 109 pp., 7 figs. y XVII láms. (Agotado)

Nº 17

LAS PINTURAS RUPESTRES DE SA COVA DES VI SES FONTANELLES. SANT ANTONI DE PORTMAY. (IBIZA). Por Antonio Beltrán, Benjamín Costa y Jordi H. Fernández. Ibiza, 1987. 26 pp., 12 figs. y IX láms. (Agotado)

Nº 18

EL SANTUARIO DE LA ILLA PLANA (IBIZA): UNA PROPUESTA DE ANÁLISIS. Por Esther Hachuel y Vicente Marí. Ibiza, 1988. 92 pp., 12 figs. y XXII láms.

Nº 19

EL SEPULCRO MEGALÍTICO DE CA NA COSTA (FORMENTERA). Parte I. Por Jordi H. Fernández, Luis Plantalamor y Celia Topp. Parte II. Por Francisco Gómez y José M. Reverte. Ibiza, 1988. 76 pp., 18 figs. y X láms. (Agotado)

Nº 20

EPIGRAFÍA ROMANA DE EBUSUS. Por Jaime Juan Castelló. Ibiza, 1988. 118 pp., 2 figs. y XVII láms.

Nº 21

EL VIDRIO ROMANO EN EL MUSEO DEL PUIG DES MOLINS. Por Cristina Miguélez Ramos. Ibiza, 1989. 78 pp., 41 figs. y VIII láms.

Nº 22

EL VERTEDERO DE LA AVDA. ESPAÑA Nº 3 Y EL SIGLO III D.C. EN EBUSUS. Por Ricardo González Villaescusa. Ibiza, 1990. 112 pp., 38 figs. y III láms. (Agotado)

Nº 23

LAS ÁNFORAS PÚNICAS DE IBIZA. Por J. Ramon. Ibiza, 1991. 199 pp., 56 figs. y XXXI láms. (Agotado)

Nº 24

I-IV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 198689). Por AA.VV. Ibiza, 1991. 259 pp. con figs. y láms.

Nº 25

LA CAÍDA DE TIRO Y EL AUGE DE CARTAGO. V JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 1990).Por AA.VV. Ibiza, 1991. 86 pp. con figs. y láms.

Nº 26 MARCAS DE TERRA SIGILLATA DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jordi H. Fernández, José O. Granados y Ricardo González Villaescusa. Ibiza, 1992. 95 pp., XXII láms. y figs. (Agotado) Nº 27

PRODUCCIONES ARTESANALES FENICIO-PÚNICAS. VI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 1991). Por AA.VV. Ibiza, 1992. 87 pp. con figs. y láms. (Agotado)

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Nº 28-29 EXCAVACIONES EN LA NECRÓPOLIS DEL PUIG DES MOLINS (EIVISSA). LAS CAMPAÑAS DE D. CARLOS ROMÁN FERRER: 1921-1929. Por Jordi H. Fernández. Ibiza, 1992. 3 Tomos Nº 30 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS (III). Por Benjamí Costa y Jordi H. Fernández. Ibiza, 1993. 114 pp. (Agotado) Nº 31

NUMISMÁTICA HISPANO-PÚNICA. ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN. VII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (IBIZA, 1992). Por AA.VV. Ibiza, 1993. 168 pp. con figs. y láms.

Nº 32

EL POZO PÚNICO DEL «HORT D’EN XIM» (EIVISSA). Por J. Ramon. Ibiza, 1994. 83 pp. con figs. láms. (Agotado)

Nº 33

CARTAGO, GADIR, EBUSUS Y LA INFLUENCIA PÚNICA EN LOS TERRITORIOS HISPANOS. VIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIOPÚNICA (IBIZA, 1993). Por AA.VV. Ibiza, 1994. 163 pp. con figs. y láms. (Agotado)

Nº 34 MONEDA I MONEDES ÀRABS A L’ILLA D’EIVISSA. Por Fèlix Retamero. Ibiza, 1995. 70 pp. con figs. y láms. (Agotado) Nº 35

LA PROBLEMÁTICA DEL INFANTICIDIO EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS. IX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (EIVISSA, 1994). Por AA.VV. Ibiza, 1995. 90 pp. con figs. y láms. (Agotado)

Nº 36

LAS CUENTAS DE VIDRIO PRERROMANAS DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE IBIZA Y FORMENTERA. Por Encarnación Ruano Ruiz. Ibiza, 1996. 101 pp. con figs. y láms. a color.

Nº 37

VIDRIOS DEL PUIG DES MOLINS (EIVISSA). LA COLECCIÓN DE D. JOSÉ COSTA “PICAROL” Por AA.VV. Ibiza, 1997. 130 pp. con figs. y láms. a color.

Nº 38

PROSPECCIONES GEO-ARQUEOLÓGICAS EN LAS COSTAS DE IBIZA. Por Horst D. Schulz y Gerta Maass-Lindemann. Ibiza, 1997. 62 pp., con figs. y láms.

Nº 39

FE-13. UN TALLER ALFARERO DE ÉPOCA PÚNICA EN SES FIGUERETES (EIVISSA). Por Joan Ramon Torres. Ibiza, 1997. 206 pp. con figs. y láms.

Nº 40

EIVISSA FENICIO-PÚNICA. X JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1995). Por AA.VV.

Nº 41

RUTAS, NAVÍOS Y PUERTOS FENICIO- PÚNICOS. XI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1996) Por AA.VV. Ibiza, 138 pp. con figs. y láms.1998. (Agotado)

Nº 42 MISCELÁNEAS DE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA. Por Benjamí Costa Jordi H. Fernández. Ibiza, 1998. 216 pp. con figs. y láms.

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Nº 43

DE ORIENTE A OCCIDENTE: LOS DIOSES FENICIOS EN LAS COLONIAS OCCIDENTALES. XII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIOPÚNICA (EIVISSA, 1997). Por AA.VV. Ibiza, 1999. 135 pp. con figs. y láms.

Nº 44

LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN IBERIA. XIII JORNADAS DE ARQUEOLOGIA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1998) Por AA.VV. Ibiza, 2000. 127 pp. con figs. y láms.

Nº 45 NECRÓPOLIS RURALES PÚNICAS EN IBIZA. Por Miquel Tarradell (†) y Matilde Font (†), con la colaboración de Mercedes Roca, Jorge H. Fernández, Núria Tarradell-Font y Catalina Enseñat. Ibiza, 2000. 258 pp. con figs y láms. Nº 46

SANTUARIOS FENICIO-PÚNICOS EN IBERIA Y SU INFLUENCIA EN LOS CULTOS INDÍGENAS. XIV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA,1999). Por AA.VV. Ibiza, 2000. 200 pp. con figs y láms.

Nº 47 DE LA MAR Y DE LA TIERRA. PRODUCCIONES Y PRODUCTOS FENICIO-PÚNICOS. XV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA 2000). Por AA.VV. Ibiza, 2001. 160 pp. con figs. y láms. Nº 48

LA FORMA EB. 64/65 DE LA CERÁMICA PÚNICO EBUSITANA. Por Ana Mezquida Orti. Ibiza, 2001. 250 pp. con figs. y láms.

Nº 49

LA CERÀMICA DE YABISA. CATÀLEG I ESTUDI DEL FONS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA.Por Helena Kirchner. Ibiza, 2002. 484 pp. con figs. y láms.

Nº 50 LA COLONIZACIÓN FENICIA EN OCCIDENTE. ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI.XVI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2001). Por AA.VV. Ibiza, 2002. 148 pp. con figs. y láms. Nº 51

CONTACTOS EN EL EXTREMO DE LA OIKOUMÉNE. LOS GRIEGOS EN OCCIDENTE Y SUS RELACIONES CON LOS FENICIOS. XVII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2002). Por AA.VV. Ibiza, 2003. 148 pp. con figs. y láms.

Nº 52 MISCELÁNEAS DE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA (II). EL PUIG DES MOLINS (EIVISSA): UN SIGLO DE INVESTIGACIONES. Por Benjamí Costa y Jordi H. Fernández. Ibiza, 2003. 332 pp. con figs. y láms. Nº 53

CAN CORDA. UN ASENTAMIENTO RURAL PÚNICO-ROMA NO EN EL SUROESTE DE IBIZA. Por Rosa Mª Puig Moragón, Enrique Díes Cusí y Carlos Gómez Bellard, Ibiza, 2004. 175 pp. con dibujos y fotografías en blanco y negro y una lámina en color.

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Nº 54

COLONIALISMO E INTERACCIÓN CULTURAL: EL IMPACTO FENICIO PÚNICO EN LAS SOCIEDADES AUTÓCTONAS DE OCCIDENTE. XVIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2003) Por AA.VV. Ibiza, 2004. 208 pp. con figs. y láms.

Nº 55

UNA APROXIMACIÓN A LA CIRCULACIÓN MONETARIA DE EBUSUS EN ÉPOCA ROMANA. Por Santiago Padrino Fernández. Ibiza, 2005. 188 pp. con láms.

Nº 56

GUERRA Y EJÉRCITO EN EL MUNDO FENICIO-PUNICO.XIX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2004) Por AA.VV. Ibiza, 2005. 194 pp. con figs. y láms.

Nº 57

LAS NAVAJAS DE AFEITAR PÚNICAS DE IBIZA. Por Beatriz Miguel Azcárraga. Ibiza, 2006. 311 pp. con láms.

Nº 58

ECONOMÍA Y FINANZAS EN EL MUNDO FENICIO-PÚNICO DE OCCIDENTE. XX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2005) Por AA.VV. Ibiza, 2006. 130 pp. con figs. y láms.

Nº 59 MAGIA Y SUPERSTICIÓN EN EL MUNDO FENICIO-PÚNICO XXI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2006). Por AA.VV. Ibiza, 2007. 200 pp. con figs. y láms. Nº 60

EL DIOS BES: DE EGIPTO A IBIZA Por Francisca Velázquez Brieva. Ibiza, 2007. 258 pp. con figs y láms.

Nº 61

ARQUITECTURA DEFENSIVA FENICIO-PÚNICA XXII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2007) Por AA.VV. València, 2008. 190 pp. con figs. y láms.

Nº 62

AMULETOS PÚNICOS DE HUESO HALLADOS EN IBIZA. Por AA.VV. València, 2009. 296 pp. con figs. y láms.

Nº 63

EL DEPÓSITO RURAL PÚNICO DE CAN VICENT D’EN JAUME (SANTA EULÀLIA DES RIU, IBIZA) Por José Pérez Ballester y Carlos Gómez Bellard. València, 2009. 176 pp. con figs.

Nº 64

INSTITUCIONES DEMOS Y EJERCITO EN CARTAGO. XXIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2008) Por AA.VV. València, 2009. 180 pp.

Nº 65

ASPECTOS SUNTUARIOS DEL MUNDO FENICIO-PÚNICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. XXIV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2009). Por AA.VV. València, 2010. 136 pp.con figs.

Nº66

YÕSERIM: LA PRODUCCIÓN ALFARERA FENICIO-PÚNICA EN OCCIDENTE. XXV JORNADAS DE ARQUEOLOSÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2010). Por AA.VV. València, 2011. 264 pp. con figs. y láms.

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Nº 67

SAL, PESCA Y SALAZONES FENICIOS EN OCCIDENTE. XXVI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2011). Por AA.VV. València, 2012. 216 pp.con figs.

Nº 68

LA MONEDA Y SU PAPEL EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS. XXVII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2012.) Por AA.VV. València, 2013. 224 pp. con figs.

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