DE DERROTAS Y SUICIDIOS

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Descripción

DE DERROTAS Y SUICIDIOS



Me he entretenido demasiado en el tema de los posts precedentes. Mientras
iban apareciendo unos tras otro en numerosos países se ha celebrado el
final de las hostilidades en la segunda guerra mundial en el teatro
europeo. En este año se cumple el LXX aniversario. Las revistas de historia
han hecho su agosto. Han aparecido numerosos libros de análisis o de
recuerdos y en España se ha rememorado, aunque no por todos, el drama de
los prisioneros republicanos en Mauthausen. Está muy bien porque a los
setenta años de los hechos ya no quedan demasiados supervivientes que
actuaron en ellos. Tampoco quedan muchos de las predeterminadas víctimas
que pudieron sustraerse a la succión de los campos de concentración o de
exterminio.



He seguido con particular atención la commemoración del LXX aniversario en
el Reino Unido. Han mezclado lo sobrio, lo sentimental, lo solemne y lo
lúdico. Un servicio religioso en la abadía de Westminster, un desfile de
veteranos en Whitehall y un concierto nostálgico en un céntrico parque de
Londres. Los resultados de la campaña electoral han cohabitado con los
artículos de prensa. Alguno me ha impresionado profundamente y me ha
recordado lo que en mis años mozos leí sobre la capitulación republicana en
marzo de 1939.

Dos relatos me dejaron una huella profunda cuando hacía mis primeros
pinitos escribiendo historia. Uno de ellos procedió de un conocido
periodista anarcosindicalista, Eduardo de Guzmán, cuyo nombre quizá ya no
diga nada a las nuevas generaciones. Otro vino de la pluma de un gran
escritor a quien no se ha otorgado, en mi opinión, la relevancia que
merece, Max Aub.

Guzmán recordó la atmósfera que reinaba en los muelles del puerto de
Alicante esperando unos barcos en los que huir y que jamás llegaron. Allí
dos militares republicanos cometieron públicamente un suicidio muy sonado
(última protesta contra el fascismo) apretando el gatillo de sus
respectivas pistolas simultáneamente contra la sien del otro. Max Aub
describió cómo una joven valenciana pegó un tiro a su amante, a quien había
ocultado durante buena parte de la guerra, en el momento mismo del
orgasmo.

No sé si cabe afirmar en términos generales que la ficción supera la
realidad, como dice alguno de nuestros críticos literarios, o si es mas
bien al revés. The Times londinense publicó el 9 de mayo una noticia
estremecedora. Contenía las declaraciones de un testigo, hoy de ochenta
años de edad, que en una ciudad de Pomerania de unos 15.000 habitantes
contempló un suicidio colectivo, no se sabe si para escapar al destino
cuando llegaran al lugar los ejércitos soviéticos o si se trató de nazis
fanatizados que no podían contemplar seguir viviendo en una Alemania que no
fuera nacionalsocialista.

Buscando comida en unos almacenes que bordeaban uno de loss ríos del lugar,
el testigo en cuestión, Manfred Schuster, y un amiguito suyo escucharon
gritos desgarrados. Cuando se acercaron a ver lo qué ocurría contemplaron
horrorizados cómo una cincuentena de mujeres, algunas con hasta cuatro
niñitos, les ataban con cuerdas o sábanas y se inmolaban arrojándose a las
frías y rápidas aguas. Algunos lograron desatarse de sus ligaduras y
volvieron a la orilla mientras a sus madres y sus hermanitos los arrastraba
la corriente. El periodista que recogió este testimonio, David Charter,
explicó a sus lectores que la ciudad, de nombre Demmin, estaba encajona por
ríos por tres de sus costados y que los militares nazis, en retirada,
habían hecho saltar los puentes dejando acorralados a los habitantes. Que
se apañen los civiles, debieron de pensar.

Tres soldados soviéticos desarmados y con bandera blanca habían intentado
negociar la rendición de la ciudad. No llegaron muy lejos en sus propósitos
porque les dejaron secos. Uno de los maestros de escuela de la ciudad, un
nazi fanático, que ya había matado a su mujer y sus tres hijos, se volvió
loco y disparó contra los rusos antes de suicidarse. No extrañará lo que
ocurrió después. Los soviéticos entraron a saco con ansias de destrucción,
violación y rapiña.

He echado un vistazo a amazon.de y comprobado que un conocido autor alemán,
Florian Huber, ha escrito un libro, que también menciona Charter, titulado
"Hijo, prométeme que te pegarás un tiro". Hay muchos otros que describen
los padecimientos de la población alemana a manos de nazis y soviéticos en
aquellos días finales de la guerra en Europa. Parece cómo si se hubiera
levantado un velo y ahora es posible ver en toda su amplitud la variedad de
atrocidades que los nazis cometieron contra su propio pueblo y que
continuaron los soviéticos con sus enemigos.

No es algo nuevo, ciertamente. Que las SS habían recibido órdenes de
liquidar sumariamente a todos los que no supieran o pudieran aguantar hasta
la destrucción total es más que sabido. Al Führer y canciller, en su
particular caída de los dioses, que quienes no lo eran también cayesen le
importaba un pepino. Que los soldados soviéticos se entregaron al pillaje
está más que documentado. Que mamás prefiriesen ahogarse con sus hijos en
masa antes que ser violadas es una manera harto extraña de expiar los años
de adoración que muchas habían dedicado a su ídolo.

Se han escrito muchos libros, y seguirán escribiéndose en el futuro,
tratando de explorar este último fenómeno. Las interpretaciones son
numerosas: desde las sicoanalíticas, que hicieron furor en los años
siguientes al hundimiento de la Alemania nazi, a las sociales y
sicosociales, que han ido logrando una amplia aceptación. Hay también otras
más prosaicas, "materialistas" que dirán despectivamente algunos. Sobre
estas se ha escrito mucho y alguna de sus obras más representativa se ha
traducido al castellano. Quizá por ignorancia no me parece que haya tenido
demasiado éxito entre la grey de historiadores españoles, aunque no me
atrevo a asegurarlo del todo. Llevo muchos años, quizá demasiados, de
introspección historiográfica en la creencia, tal vez ilusoria, de que el
pasado español no concuerda demasiado con el de muchos otros países de
Europa. Sin embargo, yo vivo fuera de España y con el tiempo que pasa más
me confirmo en aquella impresión. Paralelos, hasta cierto punto, sí. Pero
de aquí a equiparar la experiencia de guerra civil, derrota, dictadura y
"venganza sangrienta" que impusieron los vencedores, por utilizar de nuevo
el título del último libro de Francisco Moreno Gómez, con el resto de las
experiencias europeas media un abismo.
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