De como la educacion nos fallo o de cómo le fallamos a la educacion: en torno a la XVII Bienal de Fotografia

May 22, 2017 | Autor: Adriana Raggi | Categoría: Education, Photography, Visual Arts, Educación, Artes, Fotografía
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De cómo la educación nos falló o de cómo le fallamos a la educación: en torno a la XVII Bienal de Fotografía 14 Marzo, 2017 por Adriana Raggi

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Análisis de la cultura De cómo la educación nos falló o de

Por Adriana Raggi

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Lo que está sucediendo con internet […] es que se está idolatrando el ideal de la expresión ilimitada, sin ningún control por parte de los otros. Tomándolo por el lado negativo –o apocalíptico–, podríamos decir que éste es el triunfo de la palabra necia. Esto no es cultura. O mejor dicho: el tonto puede hablar e incluso enseñar en la universidad, pero siempre queda una posibilidad para que otros puedan argumentar, responder u ofrecer modelos alternativos. Con estas formas de pseudo-participación, sin embargo, cualquier persona expresa lo primero que se le viene a la cabeza, y puede hacerlo con un tono y contenido ofensivos. Es probable que así se pierda el requisito fundamental de la democracia, es decir, la asunción de que no todo lo que se dice es correcto. Quién aboga por esa espontaneidad pura como forma de expresión, renuncia de

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hecho a la democracia –y por lo tanto, a la cultura democrática– como una crítica de las opiniones ajenas.[1] Umberto Eco

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El pasado viernes 3 de marzo asistí a un debate que giraba en torno a la XVII Bienal de Fotografía 2016 del

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Centro de la Imagen. Desde su inauguración esta Bienal ha sido el centro de una polémica que parte de muchos lugares y detalles. Pero el punto que me interesa abordar es el de la educación, materia a la que yo

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me dedico desde hace muchos años. Desde que comenzó la polémica he leído a todas las partes, he escuchado diversas opiniones, publicaciones de Facebook, blogs, periódicos. Firmé una controvertida carta que anda circulando por ahí, lo hice con convicción. Esa carta tiene sus bemoles, pero en sí no hace ninguna afirmación alejada de la realidad de uno de los problemas más grandes de nuestro país: la violencia de género. Y de aquí regreso al asunto de la educación y de porqué el título de mi texto. Desde que comencé a leer los diferentes escritos e intentos de argumentación, los ataques personales y las teorías de la conspiración,

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empecé a reflexionar sobre lo que sucede con la educación en nuestro país. El debate del 3 de marzo fue la gota que derramó el vaso, desde ese día no puedo dejar de pensar que le hemos fallado a la educación. Me

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encontré con una mesa formada por fotógrafos, todos profesores por cierto, y la directora del Centro de la imagen. Se suponía que era una mesa de debate. Yo no presencié ningún debate. Vi a seis personas

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hablando de un asunto sin intercambiar una opinión. Beatriz Díaz y Mauricio Alejo argumentaron desde su experiencia y su interpretación de la situación, ellos marcaron bases para que se diera un diálogo.

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Pero después de que ellos hablaron, lo que yo vi fue un espectáculo, una comidilla, una serie de chistes, de

entradas.

reclamos al “arte contemporáneo”, afirmaciones como que el MUAC alberga en su espacio “arte

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contemporáneo-conceptual-abstracto”, que los curadores manipulan a los artistas, que los jóvenes no están

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presentes (cuando vi a varios alumnos de la FAD en las butacas), que en La Esmeralda los profesores de foto enseñan semiótica y no fotografía. También, algunas afirmaciones desde la ignorancia sobre el Museo de la Estampa. Se dijo que hay que defender a la fotografía de los agravios que se le hacen porque la fotografía es como el Santo: de plata. Hubo quien se proclamó representante de la comunidad fotográfica. Lo que me hizo pensar en la pregunta de Beatriz Díaz: ¿cuál de todas las comunidades? La noche estuvo llena de ataques sin sentido. Ulises Castellanos comenzó su discurso diciendo que iba a tratar de ser conciliador, para inmediatamente después atacar al Centro de la Imagen, hablar desde la teoría de la conspiración y hacer una afirmación cargada de una fuerte ideología machista: que hay alguien que le habla al oído a Itala Schmelz. Como si una mujer no pudiera pensar por sí misma. Castellanos abordó el asunto de la obra de Diego Berruecos y argumentó que “no alcanza ni siquiera el calificativo de apropiación”. El siguiente paso fue decir que nos iba a mostrar la trayectoria del artista, y proceder a proyectar un video de Berruecos en un mal programa de Televisa. Aquí se dejó ver como trabaja la máquina del fango, de la que dice Umberto Eco que se alimenta el mal periodismo. Se trata de descalificar al otro a través de afirmaciones oscuras y sin sustento, “la máquina del fango ahora es más sutil. No consiste sólo en decir que este señor es un pedófilo, ha robado o matado a una mujer, porque es muy difícil; basta con poner algo bajo una luz bastante rara.”[2] Al final del video de Castellanos aparece la frase: “Para todos los que no han leído a Susan Sontag”. Aquí, exactamente aquí, se acabó cualquier posibilidad de diálogo. Cuando leí esa frase sobre Susan Sontag me pregunté: ¿qué pasa con la educación y los sistemas educativos? Cada semestre en la FAD aplico exámenes extraordinarios, siempre hay uno o dos que son muy difíciles de leer, parecen publicaciones de Facebook, carecen de cualquier rigor, tienen un sinnúmero de faltas de ortografía, una redacción deficiente, muestran inmediatamente que los textos asignados para hacer el extraordinario no se leyeron, o se leyeron superficialmente. El alumno hace afirmaciones temerarias y no da sustento de ellas. El último que leí descalificaba la exposición Azul de Prusia de Yishai Jusidman porque, según el texto, se basa en la mentira de que el Holocausto existió. El argumento para sostener tal afirmación es que la autora del texto conoce a gente “crítica” que sabe esto. Nunca dice qué gente ni cuáles son las bases teóricas e históricas de estas personas para sostener tal barbaridad. Este es un ejemplo de lo que pasa cuando las redes sociales penetran nuestra vida diaria y no somos capaces de filtrar la información. La Bienal de Fotografía no es la primera exposición que ha vivido un fenómeno de ciberacoso cultural. En el 2015 la exposición Archivos desclosetados: espectros y poderes disidentes, fue víctima de un ataque a través de las redes sociales. Como en el caso de la Bienal de Fotografía, poco se discutió de forma profunda el contenido de la exposición, los aciertos y los errores. De lo que se trataba era de descalificar, de crear rumores alrededor de las curadoras e investigadores de la exposición, de utilizar la máquina del fango para terminar con aquellos que habían hecho el trabajo de hablar desde otro lugar. La educación tendría que darnos la posibilidad de crear ciudadanos críticos capaces de filtrar la información, entender cómo se escribió lo que se lee y desde dónde viene. Saber que lo que se tiene enfrente puede ser una opinión, no un trabajo periodístico o crítico, y entender si esa opinión es informada o no, para saber sortear la máquina del fango. La argumentación es la clave de la discusión, cuando dialogamos escuchamos al otro y a través del intercambio de palabras permitimos que el otro argumente y así la libertad de expresión sea un ejercicio democrático. En este diálogo quebrado, al que se convocó, nunca existió la posibilidad de un intercambio. Se trataba de manchar de fango cualquier afirmación y argumentación que se pudiera dar alrededor de la Bienal. Es más, en torno a muchos agentes del medio cultural mexicano. Nunca se plantearon preguntas básicas de la discusión: ¿qué es una bienal?, ¿para qué la queremos?, ¿cómo funciona? En cambio, se recurrió de forma constante a la descalificación. Las cuestiones que se pueden pensar, a partir de la discusión que se generó son: ¿por qué el rechazo a leer?, ¿por qué se quiere pensar que un fotógrafo no debería leer a Walter Benjamin?, ¿por qué citar a Sontag o a Benjamin es interpretado como un insulto a una comunidad? Preguntas que abordó Itala Schmelz y a las que nadie dirigió una respuesta o un reconocimiento, porque al final no había un diálogo. Aquí es en donde la educación nos falló. Nos falló porque no nos enseñó a discernir, a leer, a dialogar, a ver al otro como espejo y reflexión. Lo que esto produce es intolerancia, participaciones con tonos ofensivos, y finalmente, de manera absolutamente grave, personas, y periódicos, que no se hacen responsables de sus dichos, sus acciones, sus tonos y ni de sus actos de discriminación. Ni siquiera de sus faltas de ortografía. Una de las tareas que yo he abordado en mis años como profesora –primero en La Esmeralda y posteriormente en la ENAP (hoy FAD)– es la situación del proceso creativo como uno de aprendizaje

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completo, la división que existe entre teoría y práctica en los sistemas de enseñanza en ambas escuelas es grave. Un artista no divide su mente entre estas dos cosas. El acto de producir imágenes, fotografías, pinturas, performance, o cualquier otro medio, debe ser un acto derivado del saber, porque al final el arte es una forma de conocimiento. Los fotógrafos, y los estudiantes de foto, deberían leer a Baudelaire, Taine, Bresson, Barthes, Benjamin, Sontag, Berger, Fontcuberta, Flusser, y muchos más, desde sus contextos históricos y traerlos a los propios procesos y relaciones con la imagen. La fotografía, lo que sea que hoy en día representa, tiene una historia, un contexto y un proceso teórico. Los procesos educativos en las diferentes escuelas de arte y fotografía deberían abordar todos esos elementos. Cuando me encuentro con textos que denuestan la Bienal de fotografía porque tiene fichas técnicas que obligan a leer al público, o porque uno de los expositores habla de Benjamin, me acuerdo mucho de Leonardo da Vinci y su Tratado de la pintura, un ejemplo al que recurro constantemente cuando doy clases. ¿Los artistas no escriben y no leen? Lo hacen desde que Leonardo escribió su tratado, porque el artista, y si quieren el creador de imágenes, no existe en la soledad ni en la locura, existe en la comunidad, en el intercambio de ideas, en el cuestionamiento de su propio trabajo y en la generación de un conocimiento maravilloso que no se atiene a reglas específicas, pero que se enclava en una de las formas de crítica social más trascendente que ha existido. He de agregar que los textos, a los que me refiero en el párrafo anterior, en muchas ocasiones parecen publicaciones de Facebook, son un espejo de esos extraordinarios de los que hablo más arriba: carecen de cualquier rigor crítico, tienen un sinnúmero de faltas de ortografía, un desarrollo de ideas y una redacción deficientes. Son textos en su mayoría publicados por el periódico El universal. Por lo que no puedo evitar pensar en que los periódicos están en agonía y llegarán al coma si no toman una actitud diferente, una responsabilidad social con respecto a lo que publican, y si no realizan un ejercicio editorial serio. He aquí un ejemplo:

El próximo año enviaré una fotografía al World Press Photo; será grandilocuente y magnifica[sic]: mostrará a una serie de soldados corriendo por una planicie directo a sus enemigos; el único truco, es que usare[sic] muñecos en vez de un escenario real. Esperaré unos meses y seguro al poco tiempo me llega por correo no solo la foto que quería tomar, con personas de carne y hueso, sino una hasta mejor. ¡Pues claro! Los curadores y los jueces del WPP me echaran[sic] la mano. Bueno, se vale soñar…[3]

La educación le falló a quien le permitió publicar su texto feisbuquiano sin siquiera recibir un comentario o una corrección. Le falló porque no le enseñó a pensar críticamente en la profesión que pretende llevar a cabo. La fotografía no llegó sola, fue arrastrada y enriquecida por todos aquellos que han pensado en ella, a través de ella y sobre ella. ¿Qué sería de la fotografía contemporánea y sus discusiones sin los argumentos, el pensamiento y los procesos creativos de Joan Fontcuberta? ¿Le vamos a decir a nuestros alumnos que no lo lean? ¿Por qué? Para mí, como alguien que se dedica a la educación y a la investigación sobre ella, lo peor que podemos hacer es denostar, insultar y levantar falsos a quien piensa las cosas desde otro lugar. No podemos transmitir más la idea de que el arte se aprende a través de la pura experiencia de verlo, sin pensarlo. No podemos seguir tratando de mantener el status quo de la enseñanza y las discusiones sobre la fotografía. La fotografía se ha movido de manera vertiginosa a través de muchos niveles de lectura, quien la quiera fijar se va a perder en discusiones bizantinas y en el uso de la palabra necia.

[1]

Guzmán Urrero, “Umberto Eco: El gran problema de la escuela es cómo enseñar a filtrar la información de

internet”

en

The

cult,

http://www.thecult.es/tercera-cultura/umberto-eco-el-gran-problema-de-la-escuela-

es-como-ensenar-a-filtrar-la-informacion-de-internet.html, consultado el 5/3/2017. [2]

Inés Martín Rodrigo, “Umberto Eco: Si tuviera una solución, sería el presidente del mundo” en ABC Cultural,

http://www.abc.es/cultura/cultural/20150330/abci-umberto-numero-cero-201503281922.html,

última

actualización 8/4/2017, consultado el 5/3/2017. [3] Manuel Bayo Gisbert, “¿Arte colaborativo o sumisión?”, El Universal, http://www.eluniversal.com.mx/blogs /colectivo-circulo-rojo/2017/03/3/arte-colaborativo-o-sumision, 3/3/2017, consultado el consultado el 5/3/2017.

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