Datos para la historia de la construcción en Castilla en el siglo XVIII. El caso de las obras de la Colegiata de Medinaceli, en IX Congreso Nacional y I Internacional Hispanoamericano de Historia de la Construcción. Segovia, 2015, 1493-1500. ISBN. 978-84-9728-550-6.

June 29, 2017 | Autor: Raul Romero Medina | Categoría: Historia de la Construcción
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Descripción

Datos para la Historia de la Construcción en Castilla en el siglo XVIII. El caso de las obras de la Colegiata de Medinaceli Raúl Romero Medina Manuel Romero Bejarano

En torno a la villa de Medinaceli, el linaje de los «de la Cerda»1 había logrado conseguir, tras la entronización de la dinastía Trastámara, un estado unificado que en 1368 recibió el título de condado.2 A lo largo del siglo XV, gracias a permutas y compraventas, su base territorial creció considerablemente en torno a sus estados sorianos y alcarreños de Medinaceli y Cogolludo, respectivamente. Fue entonces cuando, en 1479, los Reyes Católicos le concedieron el rango ducal3 y sus posteriores alianzas matrimoniales con grandes casas de los distintos reinos hispánicos provocaron una formidable expansión territorial por toda España durante los siglos centrales de la Edad Moderna.4 Fue el I duque de Medinaceli, don Luis de la Cerda y Mendoza (c.1442-1501), quien comienza a desarrollar un proyecto arquitectónico y urbanístico sobre Medinaceli, definiendo un área nobiliaria de calidad, conseguida a través de la construcción del nuevo palacio y su plaza representativa, que la convertirían en una villa ducal plena.5 Pero la Medinaceli de aquellos años finales del siglo XV no sólo era la sede del ducado del mismo nombre, sino que gozaba también del privilegio de ser cabeza de uno de los arciprestazgos de los que se componía el Obispado de Sigüenza, al cual pertenecía, junto con Atienza, Berlanga de Duero, Cifuentes o Molina de Aragón. Este hecho, junto a las necesidades de la población,6 debió impulsar la nueva reorganización parroquial de la villa, pues algunos de los templos estaban abandonados y otros sin uso litúrgico, por

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estar muy apartados del núcleo urbano. Al abrigo de estas circunstancias, se promovió una reunión de todas las parroquias en la que se acordó que serían demolidas en su mayoría, en la principal de Santa María, para acordar la construcción de un nuevo templo.7 La construcción del nuevo templo, consagrado a Santa María de la Asunción, se realizó sobre la vieja y modesta fábrica de Santa María, gracias a la iniciativa ducal de don Luis de la Cerda.8 Aunque desconocemos la fecha del inicio de las obras,9 quizá en la década de 1490, éstas debieron prolongarse durante el mayorazgo de su hijo, don Juan de la Cerda (1501-1544), II duque de Medinaceli, siendo el encargado, junto con los testamentarios de su padre, de finalizar las mismas, pues así lo dejaba ordenado el duque don Luis en una de las cláusulas de su testamento.10 Fue en 1563 cuando el edificio fue elevado a rango de Colegiata –mediante bula dada por el pontífice Pío IV 11– hecho que motivó un pleito con el obispado de Sigüenza, quien se oponía a tal dignidad, y que fue resuelto a favor de la Casa Ducal, en 1566. 12 La consecución del rango de Colegiata debió motivar el que los duques fijarán en ella el panteón familiar, construyendo una cripta bajo su Capilla Mayor. Además, entre 1619 y 1621 la VI duquesa viuda de Medinaceli, doña Antonia de Toledo Dávila y Colonna, encargó una traza al arquitecto cortesano Juan Gómez de Mora para realizar unos monumentales cenotafios con

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Figura 1 Muro Sur de la Colegiata de Medinaceli (Foto Romero Medina)

grupos escultóricos en alabastro a ambos lados de la capilla mayor. La obra fue realizada por los maestros canteros cántabros Juan Ramos de Secadura y Juan Ramos «el Mozo». 13 Entre 1633 y 1675 se realizaron obras en el templo destinadas a construir capillas que sirviesen de naves laterales al templo y otras estancias como la sala capitular, en el lado del evangelio, y la sacristía, en el lado de la epístola.14 A finales del siglo XVII la Colegiata era un espacioso edificio tardogótico en origen de nave única, muy elevada, cubierta con bóvedas de crucería de distintas soluciones, con tres tramos y presbiterio (figura 1). El posterior de los tramos correspondía al coro bajo, mientras que los dos restantes quedan libres para el culto y se separan del presbiterio por una reja de grandes dimensiones, elevado éste mediante una grada sobre el nivel de la iglesia (figura 2). Cada uno de estos tramos se comunicaban, a través de aberturas practicadas en los muros de la nave central, con dos capillas laterales que, situadas en los lados, hacían de naves secundarias sin ser tales. Estas capillas eran denominadas como Santísimo Cristo de los Duques, Nuestra Señora del Carmen, San Agustín, del Puerto –más tarde conocida como de la Santísima Trinidad– (evangelio), San Juan, Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de los Remedios (epístola). Junto a ello, la sala capitular y la sacristía, situadas en el evangelio y la epístola respectivamente.

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Figura 2 Vista de la nave de la Colegiata de Medinaceli (Foto Romero Medina)

LOS MAESTROS DE OBRAS DE LA COLEGIATA EN EL SIGLO XVIII En el siglo XVIII la Colegiata de Medinaceli amenazaba ruina en algunas de sus dependencias y por ello necesitaba de urgentes obras de reparación que, como veremos, se van a iniciar a partir de 1720. La mayor parte de estas obras pueden considerarse como reparos menores para evitar el avance de la ruina, una solución de compromiso que se explica por una situación de estrategia del Linaje. En 1711, tras la muerte de don Luis de la Cerda y Aragón, la Casa Ducal de Medinaceli cambió de raza, al pasar, a través de su hermana Feliche de la Cerda, a su sobrino don Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, marqués de Priego y duque de Feria. Ello hizo que la Casa de Medinaceli pasara a la familia Córdoba y Figueroa quien centró su atención en los estados andaluces y extremeños, dejando los dominios castellanos un tanto abandonados.

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Las obras afectaban principalmente a las capillas, aunque había que demoler un estribo ubicado junto a la puerta principal, abierta en el lado norte, en el muro del evangelio, rematada de bola y florón. La capilla del Puerto, más tarde conocida como de la Santísima Trinidad, y la capilla Sacramental tenían problemas en sus cubiertas. Las más importantes eran las situadas a la misma altura que el altar mayor, es decir, la del Cristo, en la nave del evangelio, que era propiedad de los duques, y la de San Juan, en la nave de la epístola, cubierta con cúpula de media naranja y linterna, que tenía comunicación con el presbiterio y la sacristía. Las cubiertas de estas últimas capillas también amenazaban ruina. El primer nombre del que se tiene noticia en las obras es de Francisco Rosillo que tenía el cargo de maestro mayor de la villa y que puso la obra a realizar en 17.000 reales de vellón, haciendo ciertas mejoras en las condiciones que el mismo había redactado. Este maestro debe ser hijo o hermano de Simón Rosillo, el maestro vecino de Madrid, que realizó las obras de la torre de la Colegiata hacia 1698. Junto a este maestro se cita a Juan de Remachamayor, residente en la villa de Medinaceli, que suponemos debió ser del entorno constructivo de la ciudad de Sigüenza, quien añade nuevas condiciones a las de Rosillo y quien realizó baja en esta postura dejándolas en 12.000 reales con 800 de prometido. La tercera postura vino de la mano del maestro Bartolomé de Torremilano arquitecto seguntino que dejó la obra en 10.000 reales con 400 de prometido. El último postor fue Francisco Martínez, un maestro del círculo constructivo de Molina de Aragón, que dejó la obra en 9.400 reales con 150 de prometido, y quién se encargó de realizar finalmente la obra, que fue apreciada por el maestro seguntino Juan del Corral y el citado Juan de Remachamayor.

DATOS SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LA COLEGIATA EN EL SIGLO XVIII El 4 de septiembre de 1720 la Contaduría de los Estados de Castilla del Duque de Medinaceli, a petición de este, ordenaba sacar a pregón la obra de reparación de la Colegiata de Medinaceli, que en un principio se habían presupuestado en 18970 reales de vellón, que habían de cumplir una serie de condiciones redactadas por Francisco Rosillo, maestro mayor de la población.

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Figura 3 Puerta principal en el muro norte de la Colegiata de Medinaceli (Foto Romero Medina)

En primer lugar había que demoler un estribo ubicado junto a la puerta principal, hasta una altura de 20 pies (unos 5,50 metros), si bien se especifica que si se encontrase obra deteriorada a más altura, también se había de rehacer (figura 3). La reconstrucción implicaba la fabricación de un nuevo cimiento, un pie (unos 28 centímetros) más ancho que el existente, y un recrecimiento de medio pie del propio estribo, indicándose que «si al tiempo de su execuzion estuviese la pared maestra, donde ha de embestir, maltratada, se ha de hacer nuevo, lo que cogiese dicho estribo, y demolido a los lados, subiendolo todo a su mismo tiempo, y ligazonandolo todo con sus buenos tizones de a dos pies ejecutado todo conforme arte y mucha seguridad».15 En el muro en que se ubicaba el citado estribo había que llavear unas grietas que recorrían por el interior del templo desde la cornisa hasta el capitel del arco, además de afianzar las dos pirámides que sirven de ornato a la puerta grande «procurando queden asegurados y cojidos con curiosidad, por ser muy delicados».16

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Figura 4 Capilla de la Trinidad o del Puerto. Colegiata de Medinaceli (Foto Romero Medina)

Respecto a la denominada Capilla del Puerto, ubicada entre el estribo a reconstruir y la torre, había que cegar su acceso y reedificar su pared maestra desde el cimiento hasta la altura que se encontraban los fuelles del órgano, atizonando la nueva obra con la antigua, y blanqueando los paramentos (figura 4). En el arco toral del segundo tramo de bóveda de la nave del templo había una dovela rota, que había que sustituir por una nueva, «procurando primero de zimbrear dicho arco y asegurarlo de suerte que no padezca ningun riesgo el arco ni la boveda».17 Además, en el mismo tramo había que resanar una grieta en el campo de la bóveda. En cuanto a la bóveda ubicada sobre el coro, también había que repararla, especificándose que «se han de zimbrear y aclarar las dichas yendas, cuñetearlas y motarlas, con sus buenas lechadas de yeso, y se han de picar por lo interior, jarrearlas de yeso pardo, y despues blanquearlas»,18 amén de llavear una grieta que existía en el muro correspondiente y adecentar el muro sobre el que se apoyaba la silla abacial, cuyo revestimiento de yeso blanco se encontraba muy deteriorado, «el qual se ha de picar lo maltratado jarreandolo de yeso pardo y blanquear despues y si al tiempo de escararlo pareciere alguna quiebra se a de efectuar en la mesma conformidad».19 La armadura de la capilla sacramental, se hallaba muy deteriorada a causa de no tener la corriente adecuada el tejado, lo que había favorecido las filtracio-

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nes «y haver podrido la madera y destroncado el zielo raso»,20 por lo que había que reconstruir todo el enmaderado y el propio tejado. Como parece lógico, a causa de las filtraciones todo el cerramiento de escayola del sagrario se encontraba destrozado, por lo que había que hacerlo de nuevo «haziendo al medio de dicho zielo rraso un marco de codillos para poner en medio del las armas de su excelencia».21 Las normas para la elaboración del techo son muy precisas, pues se dice que «dicho zielo raso se ha de ejecutar en esta forma: Un tablado y de cada chilla se han de sacar tres listones chaflanados sus cantos por la parte de harriva y entomizados y vien clavados con sus ripialones procurando quitar algun desnivel de lo viejo, y dichos listones han de hir juntos, cojidos y cargado con el menos yeso que se pueda, pues por haver tenido tanta disformidad con el peso se han desgalgado de el algunos arjezones y hasi ejecutado se ha de sacar alrrededor un medio cañon que cayga tres quartas haciendo ocho tambanillos quatro en los angulos y otros quatro en los medios recorriendo tamvien lo que tuviere desfalcado y con algunas begigas a la parte salitrosa Jarreandolo de yeso pardo primeramente y despues blanquearlo».22 O lo que es lo mismo, una armazón de madera formada por una estructura plana central (el tablado) a la que se unirían otras perpendiculares acodaladas unidas por listones pequeños (las chillas), bien unidas al yeso con unas cuerdas denominadas tomizas (es decir, entomizados), cargadas con el menor peso de yeso posible, ya que el peso había provocado que se descolgasen (o desgalgasen) algunas piezas de yeso (los arjezones). La forma de la falsa bóveda había de ser de cañón, adornada con unos pequeños frontones aquí denominados tambanillos. Además, había que dejar cámaras de aire, o begigas, en las zonas salitrosas, es decir, afectadas por la humedad. Además había que llavear las grietas que se encontrasen en los muros y recalzar el muro exterior en altura de dos varas (unos 167 centímetros), advirtiéndose al maestro que hubiese de hacer la obra que cualquier daño que sufriese la cajonería que se encontraba en un lado del sagrario, correría a su costa. Un reparo similar había de efectuarse en la sala capitular, si bien aquí se suprimía el adorno de los frontones. En cuanto a la Capilla del Cristo, que era propiedad del Duque, había que demoler el cerramiento de escayola del presbiterio, por hallarse en ruina, ordenándose una reconstrucción similar a la del sagrario. Un caso

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similar era el de la Capilla de San Juan Evangelista, en la que había que examinar «jajas (SIC.) zinchos, obalos, linterna y media Naranja picando todo lo descorchado y salitroso y volverlo a blanquear por estar muy maltratada por ser una de las Capillas mas principal para el uso de la Iglesia y Altar de privilejio y estar muy indezente».23 Los materiales para la obra habían de correr por cuenta del maestro en quien se rematase, «sirviendole su excelencia de dar su licencia para prevenirlos de la parte y lugar donde mas quenta le tenga al dicho maestro»,24 de donde se entiende que la entrada de materiales de construcción estaba rigurosamente controlada por el Estado Ducal. En cuanto al pago, el primer tercio se abonaría antes de empezar la obra para el aprovisionamiento de materiales, el segundo tercio mediada la obra, y el último una vez finalizada y dada por buena. A estas condiciones se añadieron con posterioridad otras redactadas por Juan de Remachamayor, maestro de obras de cantería y albañilería residente en Medinaceli. En ellas se especificaba que el estribo que había de reconstruirse, para mayor fuerza y ornato, tenía que fabricarse con piedra arenisca o toba. En lo referente a la reconstrucción del falso techo de la sala capitular, se dice que ha de reforzarse con un sendillo, que se define como una estructura transitable (de hecho, se dice que a ella se accedería por un postigo) afianzada en el centro por una viga acodalada con machones. Además, debían cegar una puerta que comunicaba la sala capitular con un corral contiguo, cambiar de ubicación la escalera que subía a la contaduría (ubicada en el piso superior de esta sala), para abrir en ese lugar una puerta que la comunicase con el almacén en que se guardaba el monumento del Jueves Santo, al que hasta entonces se accedía a través del citado corral. En cuanto a los entierros ducales ubicados a ambos lados del altar mayor, había que retejarlos, al igual que había que hacer con el tejadillo que protege la puerta principal. Por su parte, si había que desmontar el órgano para evitar que se deteriorase con los trabajos, el maestro en quien se rematase la obra debería retirar todo el maderaje y volverlo a montar, quedando el resto del instrumento a cargo de la Contaduría Ducal. Por último, se imponía como condición que el adjudicatario hubiese de limpiar todos los sitios del templo en que hubiese terminado la intervención. Una vez estipuladas las condiciones, el 9 de septiembre de 1720 Simón Rodríguez Galaz, como con-

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tador mayor de los Estados Ducales de Castilla ordenó pregonar la obra «y se fixen zedulas en los puestos acostumbrados desta villa y se despachen edictos para la ziudad de siguenza y Villas de almazan; Molina; Berlanga, y la de Zifuentes a fin de que los maestros de Canteria Arquitectura y Albañileria que ubiere en cada parte comparezcan en esta Contaduria para que en vista de dichas Condiziones hagan las posturas combenientes»,25 estableciendo como plazo para fijar el día del remate el siguiente 29 de septiembre. En obediencia, el pregonero Luis Marco dio el primer pregón y se mandaron las cédulas a las poblaciones citadas. La primera postura a la baja llegó el 12 de septiembre de la mano del arquitecto Francisco Rosillo, vecino de Medinaceli, quien puso la obra en 17.000 reales de vellón, haciendo ciertas mejoras en las condiciones que él mismo había redactado. Por ejemplo, especifica que si hubiese daños superiores a los que se estipulaban en el estribo que se había de reconstruir, se comprometía a aumentar la obra. En cuanto al reparo de la capilla de El Puerto, sustituía las construcciones fijadas por un muro de mampostería que forrase los muros ya existentes, de modo que cubriese todas las grietas. En cuanto a la reparación de la bóveda ubicada sobre el coro, propone ampliar la zona a intervenir, llaveando las posibles grietas que apareciesen, al igual que ofrece picar y revocar de nuevo todo el testero del coro. Según Rosillo, estas mejoras estaban valoradas en 1.500 reales, comprometiéndose a efectuar los trabajos en 5 meses desde su adjudicación. El mismo día se admitió y pregonó la baja y se ordenó que ésta se comunicase a las poblaciones habituales.26 El 19 de septiembre el otro redactor de las condiciones, Juan de Remachamayor, hizo una nueva baja en la obra, dejándola en 12000 reales con 800 de prometido «de los quales se me han de dar satisfazion en la primera paga quede o no en mi rematada dicha obra»27, es decir, que a fin de fomentar que se efectuasen bajas en la obra, se aseguraba un pago a todos los que concurrían con una postura. El nuevo precio fue admitido y pregonado, llegando a la contaduría otra postura más el 29 de septiembre de la mano de Bartolomé de Torremilano, arquitecto seguntino que la dejó en 10.000 reales con 400 de prometido. Tras su admisión y un nuevo pregón, el mismo día llegó la última baja. En esta ocasión el postor fue el maestro Francisco Martínez, vecino de Molina de Aragón, quien dejó la obra

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en 9.400 reales, con 150 de prometido. Además, se comprometía a recalzar y reparar el muro exterior de la sala capitular, sustituyendo cuatro sillares que se encontraban muy deteriorados por la humedad. Comenzó así una serie de pregones,28 hasta que en el pronunciado el 8 de octubre se fijó la fecha del remate para el 19 de dicho mes a las 3 de la tarde. Llegado el momento, comenzó el proceso de adjudicación en la sede de la Contaduría Ducal, en Medinaceli, en presencia de «el señor Don Simon Rodriguez galaz Contador maior de las Casas y estados de Castilla de su excelencia estando por tribunal para efecto de zelebrar y hazer remate de la obra y reparos de la Yglesia de la Collegial desta dicha villa, hallandose presentes diferentes personas desta dicha villa y Maestros que han concluido para dicho Remate siendo la ora y dia asignado para el se dieron diferentes pregones por Luis Marco pregonero publico haciendose saver estar hecha postura y vaja en dicha obra».29 Copiamos literalmente el texto del documento original, por describirse en él a la perfección el curioso método que se utilizaba para rematar la obra: «y haviendose enzendido una candela sobre un bufete dentro de dicha Contaduria por dicho pregonero en altas e ynteligibles vozes dio un pregon refiriendo dicha postura y aperciviendo su remate para luego, lo que repitio diversas vezes; Y no haviendo concurrido maestro ha hacer mejora alguna; por dicho pregonero se dijo la que se apercive el remate, a la una a las dos, a la tercera que se acava la candela; Y que pues no hay quien puje ni haga vaja alguna que buena, que buena, que buena pro le haga a quien la tiene puesta; Y a este tiempo se acabo dicha candela quedando rematada dicha obra y reparos en francisco Martinez vecino de la Villa de Molina y maestro de Canteria y Albañileria en los dichos nueve mill y quatrocientos Reales de Vellon».30 Así, la obra quedó rematada en Francisco Martínez, quien se comprometió a pagar el prometido de Torremilano, mientras que la Casa Ducal hizo lo propio con el de Remachamayor. Para la formalización del proceso, se exigieron fianzas al adjudicatario y se esperó la aprobación definitiva del duque de Medinaceli. Los trabajos ya estaban concluidos el 15 de octubre de 1720, cuando Francisco Martínez y Francisco Martín López comunican a la Contaduría el fin de la obra, nombrando por su parte a Juan del Corral, albañil seguntino, como apreciador de los trabajos. El Estado Ducal hizo lo propio con Juan de Remachama-

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yor. Ambos maestros efectuaron ese mismo día el reconocimiento del templo, dictaminando que todo se había hecho conforme a las condiciones, si bien no se había cegado el acceso de la Capilla del Puerto. No obstante, los jueces justificaron la falta alegando que «se reconocio no ser necesario zerrarse por estar mui firme y no quitar el uso de la dicha capilla del Puerto en perjuicio de los ynteresados en ella y de la fabrica de dicha yglesia por que se privava de percivir en cada un año el tributo de su dotacion».31 Además, alegaban que los contratantes habían efectuado intervenciones que no aparecían en las condiciones: «en las piezas del Sagrario y capitulo una corniza devajo de la media caña para maior adorno y hermosura dellas; y enluzir todo el lienzo que cae al organo desde Pilar a Pilar; y el luneto sobre la puerta grande y algunos escorchados sobre la capilla de las Aguilas y algunos revocos en las paredes forales de dicha yglesia que uno por otro son de sentir».32 En consecuencia, del Corral y Remachamayor concluyeron que la obra se había ejecutado conforme a lo estipulado. Ante este veredicto, la Contaduría Ducal mandó librar los 2.165 reales del último tercio y formalizar la operación con una carta de pago.

NOTAS 1.

2.

En relación con el nombre del linaje Fernández de Bethencourt señala que «esta gran familia no tomó su nombre, tan original y extraño, del dominio de la tierra reconquistada, como lo hicieron en su gran mayoría las otras razas feudales españolas y extranjeras, sino de una circunstancia personalísima de su fundador el hijo mayor del rey de Castilla Alfonso X el Sabio e inmediato sucesor suyo, el infante heredero don Fernando, que nació con un pelo largo o cerdaen el pecho, recibiendo por ello de sus contemporáneos el sobrenombre de «Infante o Príncipe de la Cerday que después, en recuerdo y memoria suya, sus descendientes tuvieron a honor llevar como apellido aquel mote singular, o como se decía en su tiempo, aquella alcuña». (Fernández de Bethencourt [1904] 2003, 12). El título de conde fue concedido por el rey Enrique II a Bernal de Bearne, hijo bastardo de Gastón Febo III, conde de Foix y vizconde soberano de Bearne.(Fernández de Bethencourt [1904] 2003, 172). El privilegio recaía sobre una villa de realengo, es decir, Medinaceli y sus 107 aldeas, que constituían lo que los propios documentos llaman «el común de Medinaceli». (Pardo Rodríguez 1993, 28).

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7. 8.

El documento por el cual los Reyes Católicos lo elevan al rango de ducado se encuentra publicado en (Paz y Melia 1915, Lámina 16 y Sánchez González 2006, 356-358). Durante los siglos XVII y XVIII a Medinaceli se le agregarían las siguientes casas nobiliarias: Alcalá de la Alameda (1625), Alcalá de los Gazules (1639), Denia-Lerma (1659), Segorbe (1676), Priego (1711), Aytona (1739) y Santisteban del Puerto (1789). Los datos en A.D.M. Sección Archivo Histórico. Legajo. 83. De hecho, con motivo de la muerte del VII duque de Medinaceli, don Antonio Juan Luis de la Cerda, en 1671, el cronista sevillano Ortiz de Zúñiga dirá «pielago es oy tan inmenso de grandezas el de la casa de la Cerda casi insondable a la mas viva comprehension, a que qual alabança no viene corta ¿Qual elogio sera igual? ¿Qual ponderacion bastante?» (Ortiz de Zúñiga 1677, XVIII: 801). Sobre Medinaceli como tipología de villa ducal plena, junto a Baena, Béjar, Gandía, Guadalajara, Lerma, Medina de Rioseco y Pastrana, ha reflexionado Esther Alegre Carvajal y ofrece, para cada caso, una teoría sobre su evolución y sobre los diferentes matices que presenta. (Alegre Carvajal 2004, 221-232). A lo largo de la época medieval, Medinaceli había experimentado un fuerte crecimiento demográfico y económico, convirtiéndose en el centro neurálgico y comercial de la amplia área del valle del Jalón. Sobre las circunstancias que rodean a Medinaceli en época medieval véanse (Pardo Rodriguez 1980 y Blanco Freieiro 1980, 99-101).Junto a ello, la propia Casa Ducal contribuirá a este auge eximiéndola del pago de la alcábala y dictando ordenanzas para la buena marcha económica de la villa. (González Moreno 1972). Este tema ha sido abordado en (Romero Medina 2008, 577-599). La Historiografía del siglo XIX, sobre todo la obra de Nicolás Rabal, señala erróneamente que en tiempos del I duque no hubo obra y que todo quedó en un proyecto. «En el año de 1499 el visitador don Ignacio Collantes, primero de que se tiene noticia, hacía consignar en el libro de actas correspondiente que, aunque no había noticias de que las iglesias de Nuestra Señora o Santa María de Medinaceli, ni la del pueblo de Laina, hubieran sido visitadas, porque tal vez tubieran privilegio, no quería partir de Medina sin hacerlo en la primera, para así descargar la conciencia. Enteráronle con este motivo de que al duque (don Luis de la Cerda), movido de su gran devoción, le parecía conveniente ensanchar esta iglesia, no obstante ser ya un buen edificio, con propósito de unir todas las demás a ella; pero la cuestión quedó en proyecto y no volvió a pensarse más en ello hasta cerca de un siglo después [sigue]». Además, sitúa la fecha de la erección de Colegiata treinta y cinco años antes y ofrece los nombre de dos maestros canteros, el

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primero sin duda de origen vizcaíno, Pedro Jaúregui y Pinilla, cuyas existencias aún no han podido ser corroboradas por la reciente historiografía: [continuación]«1530, en el que el duque don Juan alcanzó una bula del pontífice Pío IV, por la que se corroboraba el pensamiento de la creación de una colegiata y para ello se disponía [...] En su virtud el duque procedió al ensanche de la iglesia encargando la construcción a los canteros Pinilla y Jáuregui. Al principio la planta de la iglesia, tal como se construyó por cuenta del duque, era de una sola nave, en que el arquitecto optó por el estilo ojival, pero después se ensanchó con dos líneas de capillas colaterales, que abiertas como se dejaron, hicieron y hacen las veces de otras dos naves». (Rabal 1889, 407-408). El dato de los maestros canteros, aunque no corroborado, ha sido recogido en guías, obras monográficas sobre el gótico Soriano o, por su procedencia, en el diccionario de artistas vizcaínos. (Perez Rioja 1970, 126; Martínez Frías 1980; Barrio Loza y Moya Valgañón 1981, 225). 9. No conocemos al maestro que pudo dar la traza del templo, aunque si hemos podido documentar a los maestros que ejecutaron el proyecto, a saber: Gutierre de Soto y su yerno, Martín de Gamecho. Al menos, así se constata en un memorial de 1565 redactado a causa del pleito que mantenía la villa de Medinaceli con la iglesia de Sigüenza con motivo del nuevo rango de Colegiata que se le confería al templo de Santa María de la Asunción: «A la octava pregunta dixo este testigo que a oído decir a Joan Ortega de Amaya padre deste testigo que el duque don Luis abuelo del dicho duque don Juan que agora hes desta villa de Medinaceli que mando hazer y edificar a sus costas e hespensas la yglesia de Nuestra Señora que agora se dize heregirse en Colegial e que era Yglesia pequeña e que la hizo hacer de la manera que al presente hes e que dicho Joan de Hortega padre deste testigo tiene cargo de hazer pagar a los oficiales e mahestros de la dicha obra e heste testigo conocio a los mahestros que hicieron la dicha obra que hera Gutierre de Soto e Martin de Gamecho hierno del dicho Gutierre de Soto […]» (Romero Medina 2008, 577-599). 10. Pensamos que el duque don Luis alcanzó a ver terminada la totalidad de la obra, pues poco después de su muerte (1501), entre 1503 y 1509, su hijo y sucesor, don Juan de la Cerda, II duque de Medinaceli, concluía los trabajos, es decir, se asentaba el retablo (diseño de Lorenzo Vázquez de Segovia) y la reja de su capilla mayor, se colocaban las vidrieras de la nave y sacristía del templo y se finalizaban ciertas labores de cantería en el campanario y tribuna del templo. Sobre los artistas implicados en esta obra (Romero Medina 2008, 577-599). Sobre la obra del retablo (Romero Medina 2009, 357-390). Sobre las labores de cantería (Romero

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27. 28. 29. 30 31. 32.

R. Romero y M. Romero

Medina2008a, 30-60). Sobre la relación de estos maestros (Romero Medina 2010, 1-24). Sobre Lorenzo Vázquez (Romero Medina 2013) A.D.M. Sección Medinaceli. Leg. 16. nº. 2 y 3. A.D.M. Sección Medinaceli. Leg. 17. nº 1 al 11. (Romero Medina 2013a, 179-206). (A)rchivo (D)ucal de (M)edinaceli. Sección Medinaceli. Leg. 70, nº. 2. A.D.M. Contaduría de Medinaceli. Legajo 63. Condiciones, posturas, admisiones y remate causados sobre la obra y reparos que de horden de Su Excelencia se executan en la Yglesia Colegial desta Villa de Medinaceli. 1720. Ib. Ib. Ib. Las yendas eran las grietas, que había que abrir con cuñas de madera (cuñetear) y motear, o lo que es lo mismo, rellenar, con lechadas de yeso. Respecto al yeso pardo, era de peor calidad que el blanco, mucho más tosco y se utilizaba como base de otros revestimientos que habían de quedar a la vista. En cuanto al término jarrear, ha de entenderse jaharrar, es decir, cubrir con yeso un paramento. Ib. Ib. Ib. Ib. Ib. Por jajas han de entenderse los lunetos, o jarjas de la bóveda, mientras que los cinchos son las molduras circulares en las que apoya la falsa cúpula. Ib. Ib. La llegada de estas comunicaciones a su destino debía ser certificada, como se puede comprobar por el oficio de 14 de septiembre de 1720 por el que Manuel de Olién y Senantes, notario público y apostólico de Sigüenza, confirma que la cédula había sido recibida y ya se encontraba expuesta en esta población. Por su parte, el escribano José Pérez de Altube certificaba que la cédula había llegado y se encontraba puesta el 24 de septiembre en Molina de Aragón. Ib. La última postura se pregonó los días 29 de septiembre, 1, 2, 4 y 5 de octubre. Ib. Ib. Ib. Ib.

LISTA DE REFERENCIAS Alegre Carvajal, E. 2004. Las villas ducales como tipología urbana. Madrid: UNED.

Libro 3 Congreso.indb 1500

Barrio Loza, J.A y Moya Valgañón, J.G. 1981. «Los canteros vizcaínos (1500-1800): Diccionario Biográfico». En Kobie, 11: 174-281. Blanco Freieiro, A. 1980. «Medinaceli». Historia 16, 51: 99-101. Fernández de Bethencourt, F. [1904] 2003. Historia Genealógica y heráldica de la monarquía española, casa real y grandes de España. Tomo V. Madrid. González Moreno, J. 1972. Catálogo de los documentos de la villa de Medinaceli. Soria: Diputación de Soria. Martínez Frías, J.Mª. 1980. El gótico en Soria: arquitectura y escultura monumental. Salamanca. Ortiz de Zúñiga, D. 1677. Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla. Sevilla, tomo XVIII. Pardo Rodríguez, Mª. L.1993. Documentación del Condado de Medinaceli (1368-1454). Soria: Diputación de Soria. Paz y Melia, A. 1915. Serie de los más importantes documentos del Archivo y Biblioteca del Excmo.Sr.Duque de Medinaceli. Madrid, Tomo I. Pérez-Rioja, J.A. 1970. Guía Turística de Soria. Soria. Rabal, N. 1889. «Soria», En España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Barcelona. Romero Medina, R. 2008. «El foco artístico alcarreño y su repercusión en el entorno más cercano. Artistas en Santa María de Medinaceli (1503-1509)», En Actas del XI Encuentro de Historiadores del Valle del Henares: 577-599. Guadalajara: Diputación de Guadalajara. Romero Medina, R. 2008a. «Martín de Gamecho, un maestro cantero vizcaíno al servicio de la nobleza mendocina (1503-1521)». En Trocadero, 20: 30-60. Romero Medina, R. 2009. «El taller de entalladores alcarreños de Lorenzo Vázquez y el retablo de la iglesia de Santa María de Medinaceli». En Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 103: 337-390. Romero Medina, R. 2010. «La casa del Cardenal Mendoza en Guadalajara. Una traza del arquitecto Lorenzo Vázquez con la colaboración de canteros tardogóticos valencianos y maestros moros aragoneses», En XII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares: 1-24.Alcalá de Henares: Diputación de Guadalajara. Romero Medina, R. 2013. «La arquitectura en época de los Reyes Católicos. Lorenzo Vázquez de Segovia introductor del Renacimiento en Castilla (c.1450-1515)». En Anuario Científico Universidad Isabel I de Castilla: 480-498. Burgos: Universidad Internacional Isabel I de Castilla. Romero Medina, R. 2013a. «Una traza de Juan Gómez de Mora para los cenotafios de los duques de Medinaceli en la Colegiata de Medinaceli». En Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 111: 179-206. Sánchez González, A. 2006. Medinaceli y Colón. El Puerto de Santa María como alternativa del viaje de descubrimiento. El Puerto de Santa María: Biblioteca de Temas Portuenses.

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