Dar el nombre. Lecturas glotopolíticas de algunos actos de nominación (2012)

July 27, 2017 | Autor: W. Dorta Sánchez | Categoría: Jorge Luis Borges, Pierre Bourdieu, Spanglish, Glotopolítica, Glotopolitics
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Dar el nombre: lecturas glotopolíticas de algunos actos de nominación Walfrido Dorta Sabemos que no el desocupado jardinero Adán, sino el diablo –esa pifiadora culebra, ese inventor de la equivocación y de la ventura, ese carozo del azar, ese eclipse de ángel- fue el que bautizó las cosas del mundo. Jorge Luis Borges, “El idioma de los argentinos” … aplicación y carpeta, son … equivalentes … al conocidísimo coger, y a tantos otros vocablos cuyos detalles el decoro no nos permite explicar … Ricardo Otheguy, “El llamado espanglish”

Si creyéramos en la ficción de un universo cerrado, donde rigieran como dos normas primigenias estas dos citas anteriores (o por lo menos sus núcleos semánticos), entonces en tal cosmos el nombrar bascularía entre lo demoníaco y lo pudoroso; es decir, entre la diseminación de la confusión y la maldad a través de los nombres, y una rigurosa vigilancia sobre esta producción nominativa, en aras de no sobrepasar ciertos límites morales. No creo que en “lo real” anden muy lejos las cosas de esta ¿distopía? lúdica. Allí donde se realice un acto nominativo, allí se encontrarán, en innúmeras concreciones, dispositivos de proliferación de nombres y dispositivos de corrección. Baste asomarse al Evento catastrófico por excelencia del siglo XX y sus variantes nominativas, para encontrar esos desvaríos, esas agonías. Shoah (devastación), Holocausto (ofrenda sagrada), incluso Auschwitz (una metonimia potente), son los nombres que deben proveer cierto entendimiento de ese evento, y que desencadenan una serie de elecciones a justificarse permanentemente, haciendo de un momento específico de cada discurso sobre este hecho un ejercicio autorreflexivo, que al final constituye una toma de postura ética, y un trazado epistemológico para el problema de la representación.1 Sería interesante pensar lo referente a la actividad del nombrar, a la luz de las ideas de Pierre Bourdieu sobre la economía de los intercambios lingüísticos. A fin de cuentas, y no pudiendo profundizar en la cuestión, el nombre atrae para sí cierta aureola de umbral, como la antesala que 1

Para ejemplos de estas elecciones, ver Agamben (30, 31); Zamora (146); Wajcman (22; 214),

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posibilitará esas transacciones en los mercados lingüísticos. De tal manera, la posesión de esta agencia nominativa en virtud de distinciones y empoderamientos varios, es la que estructura previamente las “relaciones de poder simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los locutores y sus respectivos grupos” (Bourdieu 11). Habrá sin duda otras variantes, pero el nominar, y sobre todo, la imposición del nombre, podría ser uno de los privilegios fundamentales para la inculcación del habitus, y por consiguiente, uno de los sostenes a partir de los cuales tenga lugar la dominación simbólica (Bourdieu 25). En otras palabras, dar el nombre y garantizar con ello una red de adhesiones, depende, como estrategia lingüística, de la posición del agente “en la estructura de distribución del capital lingüístico” (Bourdieu 39). No es de extrañar entonces que la disciplina glotopolítica, que persigue entre otras cosas el análisis de los efectos políticos de los discursos sobre la lengua y la intervención en esos efectos en campos específicos, pase por la anagnórisis de la autorreflexión del nombre. En el recuento que hace Arnoux sobre los avatares de constitución de la disciplina, encontramos ese momento. Es interesante el reconocimiento de que, en determinado estadio, el nombre de glotopolítica fue aceptado en la comunidad académica por “la necesidad de encontrar una designación … que legitimara institucionalmente el campo y que le permitiera presentarse con los atributos de una disciplina” (2). Esto, inserto en un contexto más amplio de reflexión, nos conduce hacia la desencialización de la actividad del nombrar y del nombre mismo, y subraya los imperativos políticos en la constitución del nombre y de su aprobación y uso por una comunidad de usuarios. Examinemos brevemente unos cuantos ejemplos de discursos sobre el nombrar en relación a ciertos pares, como idioma español-español de Argentina, o espanglish-español de Estados Unidos, Romance-Latín, para vislumbrar justamente esos imperativos. Sirvan como preámbulo de tal propósito, unas referencias a las propuestas de Lloyd en “On the names of languages (and other things).” Lo que está en juego para Lloyd es los efectos que se producen cuando tiene lugar una relación desviada entre el nombrar y la perspectiva histórica de los estudios lingüísticos. Es decir, cuando se fetichiza el nombre y no se historizan las circunstancias del nombrar. Distinguir lo anterior se vuelve especialmente pertinente, a juicio de Lloyd, cuando se habla de la progresiva diferenciación, como entidades lingüísticas autónomas, entre el latín y las lenguas romances. Lo que quiere rebatir el autor, fundamentalmente, son las aserciones de varios estudiosos que apuntan al origen de esta diferenciación como producto de

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una también progresiva consciencia de los hablantes de que, en determinado momento, estaban hablando dos lenguas distintas. De esta manera, Lloyd afirma que las operaciones de nominación, y específicamente aquellas que reticulan una lengua con respecto a otra, son el resultado de la atribución más que del descubrimiento (13). A saber, que constituyen procedimientos de definición (son “definitional in nature,” 11), que no pertenecen al orden natural de los eventos. La pregunta central sería: “do people label a particular form of a speech a ‘language,’ and give it a proper name when they recognize it to be such because it is described or characterized by a cluster of features which are necessary for one to recognize it? Or is a form of speech termed a language simply because of the decision of a speech community to call it such?” (11). Con respecto a la progresiva diferenciación entre la lingua romana y la lingua latina, importa entonces sobre todo desplazar la causalidad desde una visión que privilegia el súbito sentimiento de los hablantes de que la lengua vernácula que hablaban era distinta de la lengua que escribían, hacia una visión en donde la atribución a la que antes me refería sea la clave de la diferenciación. Con una u otra posibilidad se está privilegiando la pasividad de los sujetos (“feeling,” “realization”… aunque estos términos pudieran sugerir lo contrario) o su agencia en la nominación, en la medida en que intervienen en la “reflection of the invention of a new system of representing the spoken form of Latin/Romance which was clearly distinct from the traditional spelling system” (15). De similares discusiones se ocupa Wright –a quien por cierto cita Lloyd (11), con otro texto del primero-. Las reflexiones de Wright sobre la distinción conceptual entre Romance y Latín pivotan alrededor de la distinción entre invención y evolución. La operación nominativa adoptaría aquí los rasgos del primer término del par, con la carga, de nuevo, de agencia del sujeto que comporta la creación y la imposición, por detención del capital simbólico suficiente, de una nueva etiqueta. La condición de posibilidad de la invención es sugerida por Wright justamente como la posesión de este capital: the supposed inevitability of the survival of a Latinate level of speech alongside evolving Early Romance speech, which seems to have been based on an assumption that educated people do not get involved in sound changes, has been untenable as a supposition … [because] “speakers who lead sound change are

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those with the highest status in their local communities as measured by a social class index.” (27)2 Quien tenga suficiente autoridad, dice Wright en otro momento, “can in time succeed in changing the meaning of the word” (24). Pensar determinados procesos de diferenciación de lenguas o de prácticas lingüísticas bajo el prisma de lo evolutivo, sería para Wright, si acudimos a Bourdieu, apelar a una lógica autónoma del sistema y hacer “de la dinámica interna de la lengua el único principio de los límites de su difusión” (Bourdieu 18, 19), con el consecuente ocultamiento de procesos políticos de diferenciación, en el caso del objeto que estudia Wright. Lo que persigue defender el estudioso en definitiva es que “the conceptual distinction between Latin and the contemporary Romance Languages of the Early Middle Ages can only have been the result of an innovation made on purpose in a particular historical context … rather than a inevitable result of a gradual evolution” (22). Se trata de alguna manera de exorcizar esa sombra de fatum que acompaña a una visión evolucionista, e introducir otros mecanismos regulatorios, que pasarían por la invención de la diferencia. De cualquier manera, cierto sesgo excepcionalista permea por algunos momentos el discurso de Wright, al reconocer en determinados agentes del cambio una especie de supercapacidad; es lo que emite esa idea del “individual genius” en contraposición a las “unconscious evolutions by the mass of the human community” (citas de 22). Mantengamos esta apertura hacia la excepcionalidad, para acercarnos a Luciano Abeille. Su “Idioma Nacional de los Argentinos,” visto desde una perspectiva glotopolítica, debería asumirse como inscrito en este paradigma de la diferencia y lo excepcional. Aquí la dinámica de dar el nombre se inscribe de dos maneras esenciales –cada una de ellas tendrá efectos políticos similares en el contexto global de la conferencia dada por Abeille en 1900. Hablo en primer lugar de la discusión de éste en torno a las normas de aceptación de la Academia Española de nuevos vocablos originados en tierras americanas. La Academia aceptará “los neologismos impuestos por las ciencias, las artes, la industria, así como … [aquellos] derivados de las lenguas indígenas que representan un objeto nuevo,” pero no hará lo mismo con “los vocablos indígenas que expresan un objeto conocido” (citas de 9). La estrategia retórica de Abeille, que es por supuesto también ideológica, durante toda su conferencia, es asentar este monopolio sancionador 2

La cita interna dentro de la Wright corresponde a Milroys.

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por parte de la institución académica peninsular, para después sancionarlo positivamente, en tanto tal prohibición no haría sino demostrar el reconocimiento por parte de la Academia de que hay una conexión directa entre la lengua y el alma de una nación. “Estas palabras … dan al ‘Idioma Nacional de los Argentinos’ un sello original, un carácter propio porque se armonizan perfectamente con la raza en gestación en el Río de la Plata: hay correlación directa entre las lenguas y las razas” (10). Emerge aquí una trabazón conceptual determinante en todo el texto, que liga estrechamente determinadas variables (“el desarrollo de la nacionalidad, la formación de la raza y la evolución de la lengua,” 21) de fuerte raigambre epocal y de alta productividad ideológica, y que apela a determinados paradigmas científicos para legitimar la propuesta de excepcionalidad (como el que vincula la producción de una nueva lengua por ciertas disposiciones raciales, fisiológicas). De tal manera que la argumentación pivota sobre un paradigma de naturalización para articular una teleología política (un proyecto político de constitución del idioma argentino como autónomo). Y justamente en esta distinción se inscribe también la dinámica nominativa, especialmente ligada a una ideología evolucionista, en la que viene a posicionarse el desiderátum del “Idioma Nacional de los Argentinos” como un estadio intermedio: “el español trasplantado en el Río de la Plata ha empezado a evolucionar … Ya no es meramente el español; tampoco es aún el argentino porque su evolución es todavía incompleta. Es … el ‘Idioma Nacional de los Argentinos’. Llamar castellano a este idioma es emplear un término impropio … los puristas deben dar el nombre de ‘Dialecto Español’ a la lengua del Río de la Plata” (30). Por su parte, Jorge Luis Borges, desde el inicio de su “El idioma de los argentinos,” traza un doble frente de “influencias antagónicas … [que] militan contra un habla argentina” (17). Cada una lucharía, con sus representantes, por obstaculizar la constitución de esa entidad que deberá ser independiente. Es interesante cómo la conferencia de Borges se construye como un dispositivo de confrontación a otros dispositivos o paradigmas (el habla española, las instancias de autoridad que intentan imponer una determinada visión centralista del español) a través de mecanismos retóricos como la degradación del oponente, la inversión de axiologías con respecto a la lengua, la legitimación por la apelación a una temporalidad previa (“nuestros mayores,” 29), o a entidades abstractas que remiten a una semántica nacionalista o corporal (“la patria”, “las emociones”). En uno de los núcleos ideológicos del texto, localizo esa dinámica de dar el

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nombre –o de construir un andamiaje argumentativo que arrogue el derecho a darlo-, a través de esa magistral atribución borgiana al castellano de una “sedicente riqueza” (23); es decir, de una cualidad, esgrimida como patrón legitimante, que remite al acto de autonombrarse o atribuirse una cualidad o nombre que no conviene, que no pertenece (no a otra cosa dirige ese sedicente). Si Abeille construía un espacio intermedio de nominación para el idioma nacional de los argentinos, Borges hará algo similar con el idioma de los argentinos: colocarlo en una equidistancia de “los saineteros” y de “los cultos” (28), como si en ambos casos el espacio conceptual medio garantizara la operatividad nominativa. No hay que perder de vista que esas dos oposiciones son fuerzas letradas, o sea, que se manifiestan en la letra, en la escritura, frente a la viveza del “no escrito idioma argentino” (29) –en lo que no deja de ser un ejercicio de exhibición de un capital simbólico del escritor Borges. Para terminar este ensayo, comentaré brevemente cómo se inscribe la cuestión de la nominación en los textos de José del Valle y Ricardo Otheguy. Ambos estudiosos coinciden en una intención, de partida, reconstructiva. Pero las trayectorias discursivas de ambos textos se colocan, divergentemente, en las coordenadas de dos posturas: la glotopolítica (del Valle) y “una epistemología de corte técnico-analítico” (Otheguy 2). Las observaciones de del Valle sobre el “repertorio plurilectal” (21) remiten a un modelo reticular de los intercambios lingüísticos, en el que los sujetos son concebidos con un nivel de agencia considerable, y como usuarios móviles por los espacios de interacción social. De igual manera, las consideraciones de del Valle sobre “los efectos del contacto” (22) se conectan con esta idea de otorgar mayor agencia al hablante, en tanto afirman la posibilidad de pensar la alternancia de códigos como sistemática y regida por reglas, y sobre todo, afirman también el “potencial expresivo” (23) del habla que se produce en estos contactos. En cierto momento, del Valle alude a la etiqueta del “espanglish” como una reificación de “las prácticas lingüísticas propias de una situación de contacto entre español e inglés” (24), y como una conversión en “símbolo de una identidad latina” (24), y entiende estas reificación y conversión como estrategias de oposición, como líneas de resistencia, ante los discursos condenatorios que alegan el purismo de la lengua. Aquí emerge una distancia esencial para comprender las posturas de ambos estudiosos frente a la nominación. A del Valle no le interesa entablar una disputa nominativa, sino postular otra causalidad menos punitiva para los hablantes. Otheguy postula sus

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juicios sobre la pertinencia de la diferencia como estrategia de visibilidad desde un dictamen clínico (“la invención de que en este país se habla una lengua cualitativamente diferente a la de España e Hispanoamérica perjudica sobremanera a los hispanos de los Estados Unidos,” 22, 23), aun cuando antes ha reconocido que su campo de competencia no es ponderar “las ventajas o desventajas políticas y sociales del término” (22). En definitiva, concluye Otheguy, “la lengua de los hispanos de los Estados Unidos es, simplemente, una más de las variantes populares del español” (24). Esto, colocado en las dinámicas que he venido comentando, significa proponer un vaciamiento de la etiqueta del espanglish, en aras de una integración en sistemas más abarcadores como, en todo caso, variante, es decir, derivado. Lo que se juega entonces –como casi siempre ocurre cuando se escenifican estos psicodramas nominativos- es la subrogación de agencias en la forma de donación o substracción de nombres. Como si una interdicción dictaminara la vigilancia. Como si la sombra de la culebra pifiadora invocada por Borges despertara pesadillas sobre un mundo babélico, en cuanto a nombres se refiere.

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Bibliografía citada Abeille, Luciano. Idioma Nacional de los Argentinos: Antinomia lingüística insoluble. Buenos Aires: Local del Círculo Militar, 1901. Impreso. Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III. Valencia: Pre-Textos, 2000. Impreso. Arnoux, Elvira Narvaja de. “La glotopolítica: transformaciones de un campo disciplinario.” Lenguajes: teorías y prácticas. AAVV. Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires e Instituto Superior del Profesorado. 1-18. Impreso. Borges, Jorge Luis. “El idioma de los argentinos.” El idioma de los argentinos. Buenos Aires: Seix Barral, 1994. 15-36. Impreso. Bourdieu, Pierre. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid: Akal, 2001. Impreso. del Valle, José. “Política del lenguaje y geopolítica: España, la RAE y la población latina de Estados Unidos.” El dardo en la Academia. Esencia y vigencia de las academias de la lengua española. Volumen I. Eds. Silvia Senz, Montserrat Alberte. Barcelona: Melusina. Impreso. Lloyd, Paul M. “On the names of languages (and other things).” Latin and Romance language in the Early Middle Ages. Ed. Roger Wright. London: Routledge. 9-18. Impreso. Otheguy, Ricardo. “El llamado espanglish.” Enciclopedia del español en Estados Unidos. Coord. Humberto López Morales. Madrid: Santillana, 2008. 222-243. Impreso. Wajcman, Gérard. El objeto del siglo. Buenos Aires: Amorrortu, 2001. Impreso. Wright, Roger. “The conceptual distinction between Latin and Romance: Invention or evolution?” Early Ibero-Romance. Newark, DE: Juan de la Cuesta. 21-30. Impreso. Zamora, José A. “Estética del horror. Negatividad y representación después de Auschwitz.” Isegoría 23 (2000): 183-196. Web. 23 May. 2012.

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