Cultura y conflicto: el choque de civilizaciones

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CULTURA Y CONFLICTO: EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES RODRIGO SALIDO MOULINIÉ

Octavio Paz alguna vez escribió que “diversas ideas y tendencias espirituales ––el culto de la polis, el cristianismo, el budismo, el Islam, etc.–– han encarnado en Estados e Imperios poderosos”.1 En ese ensayo, quería demostrar que el poder político no forma cultura ni crea arte, sino que los limita y los prefigura. Sin embargo, la religión es una fuerza de naturaleza distinta: forma cultura y crea Estados. En casos como el de la sociedad azteca, en donde las expresiones políticas y artísticas comparten un mismo lenguaje, “el Estado es religión”. 2 Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero la religión sigue desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de las sociedades. ¿Es necesario tomarla en cuenta para la hechura de políticas y toma de decisiones? O simplemente es una parte intrínseca del ser humano, longeva e inamovible, que se debe dejar de lado. Como se tratará de mostrar en este ensayo, la formulación de esta pregunta propició un fructífero debate en el mundo de las ideas. Si Lipovetsky tenía razón, y somos una sociedad posmoderna que vive en la “era del vacío”, donde las ideologías políticas ya no son capaces de entusiasmar a las masas,3 ¿qué pasará ahora? ¿Qué llenará ese vacío? Ante el agotamiento de los valores modernos, Lipotevsky ve el resurgimiento de otros como las ideas de familia, regionalismo, ecología, narcisismo, y consumismo en los individuos. Pero, si los individuos siguen viviendo en comunidad, ¿qué pasa con los Estados? Tratando de responder esta pregunta sobre la era del vacío en el ámbito internacional, Samuel Huntington y Francis Fukuyama expusieron las ideas más polémicas y constructivas, siendo la primera mucho más debatida y fructífera.

Octavio Paz, El arco y la lira, México, FCE, 2013, p. 287. Ibid., p. 289. 3 Gilles Lipotevsky, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 9. 1 2

En este ensayo, primero, se hará una revisión de las posturas iniciales de ambos autores. Después se ofrece un resumen del debate sobre la tesis del “choque de las civilizaciones” de Samuel P. Huntington, para analizar algunos de sus aspectos fundamentales y las principales críticas. A manera de conclusión, no se busca señalar en qué momentos se sostiene la hipótesis y en cuáles no, sino demostrar que la piedra angular del análisis es correcta: la cultura importa, y mucho.

EL MUNDO DE LA POSGUERRA: ¿QUIÉN ES QUIÉN? Después del periodo de la Guerra Fría, la configuración de las relaciones internacionales cambió. Se dejó de lado un esquema simple de dos polos, con una división en tres niveles de los países, que funcionaba muy bien como punto de partida para realizar análisis académicos, políticos, económicos. Después de casi un siglo de competencia ideológica entre superpotencias, los conflictos se redujeron al ámbito local. La pregunta de los académicos fue: ¿qué fuerzas definirán la política mundial en el próximo siglo? Para tratar de estudiar, explicar, prever o, incluso, predecir acontecimientos en el ámbito internacional, es necesario hacer una abstracción de la realidad para diseñar un marco teórico simple y utilizable. El primero en esbozar una propuesta fue Francis Fukuyama. En su artículo “The End of History?” de 1989, aseguraba que “el triunfo de Occidente, de la idea occidental, es evidente, primero que nada, en el agotamiento de alternativas sistemáticas viables al liberalismo occidental”.4 La Historia (con mayúscula) ha terminado, pues no hay otra posibilidad de arreglo político sostenible. Después, Fukuyama publicaría un libro sobre la misma idea en 1992, en donde explica con mejor detalle por qué se descarta la teoría realista de las relaciones internacionales: es una visión “pesimista” ya que interpreta la historia como un movimiento cíclico de conflicto, no como un progreso dirigido en el sentido hegeliano. 5 Fukuyama sabe hacia dónde va la historia porque él ya está en la última parada.

Francis Fukuyama, “The End of History?”, The National Interest, 16 (1989), p. 3. (Todas las traducciones son mías.) 5 Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, Avon Books, 1993, pp. 245-253. 4

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La tesis del “fin de la historia” recibió muchas críticas: sobrestima los valores occidentales,6 parte de una interpretación distorsionada de Hegel a través de Kojève y confunde liberalismo con capitalismo,7 poca semejanza con la evidencia histórica reciente (la matanza de Tianamnem, la Guerra del Golfo Pérsico, la invasión de Kuwait), 8 por mencionar algunos ejemplos. Sin embargo, según Richard Betts, si se entiende correctamente la tesis, “Fukuyama estaba lejos de ser el ingenuo que asumieron sus críticos”. Él decía que la historia no se había acabado, sino que estaba en proceso de terminar. La democracia liberal era la última aspiración política coherente del mundo, lo cual no implica que ya no habrá conflicto en los países no liberales; persistirá en esos lugares mientras estén “atrapados en la historia”. 9 En el verano de 1993, Samuel P. Huntington publicó “The Clash of Civilizations?” en la revista Foreign Affairs, la cual ––según Fukuyama–– se iba a quedar vacía después del “fin de la historia”. 10 A diferencia de Fukuyama, Huntington veía la globalización como un fenómeno que iba a causar discrepancias, no consenso; creía que “la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será primariamente ideológica o económica. Las grandes divisiones de la raza humana y la fuente dominante de conflicto serán culturales”. 11 Para Huntington, la cultura es la fuerza unificadora y divisora que va a redefinir el campo internacional. Varios países con los mismos rasgos culturales (lengua, religión, historia, costumbres) conforman una civilización, que es “la entidad cultural más amplia” y “el nivel más alto de identidad cultural”.12

Huntington distingue siete (posiblemente ocho)

civilizaciones: occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú, ortodoxa, latinoamericana y, posiblemente, africana. Esto provoca que se desdibujen los límites marcados por las ideologías dominantes o la división política tradicional. En un mundo de choque de civilizaciones, las fronteras culturales serán las líneas de batalla. Vinay Lal, sobre: Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, The Free Press, 2006, Economic and Political Weekly, 36 (2006), pp. 3859-3860. 7 Michael S. Roth, sobre: Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, The Free Press, 1992, History and Theory, 2 (1993), pp. 188-196. 8 Reconocidas por el autor en The End of History…, p. xii. 9 Richard K. Betts, “Conflict or Cooperation?”, Foreign Affairs, 6 (2010), p. 187. 10 F. Fukuyama, art. cit., p. 5. 11 Samuel P. Huntington, “The Clash of Civilizations?”, Foreign Affairs, 3 (1993), p. 22. 12 Ibid., p. 24. 6

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Durante el proceso de esta nueva configuración mundial, la formación de identidad tomará mucho más fuerza y será, eventualmente, la causa principal de un choque inevitable entre civilizaciones. ¿Por qué es inevitable? En su artículo, Huntington ofrece seis argumentos para sustentar su tesis. Primero, porque las diferencias entre civilizaciones no son sólo reales, sino básicas y duraderas. Segundo, la globalización está haciendo del mundo un lugar más pequeño. Las interacciones entre países son cada vez más frecuentes e intensifican la conciencia de que existen diferencias entre civilizaciones. Tercero, los procesos de modernización económica y cambio social están desvaneciendo las identidades locales y debilitando al Estado como fuente de identidad. Cuarto, el papel de Occidente es fundamental y doble: está en el “pico de su poder”, pero también en decadencia. Quinto, las características y diferencias culturales son menos moldeables y, por lo tato, más difíciles de comprometer y resolver que una disputa económica o política. Finalmente, está incrementando el regionalismo económico. Según Huntington, se están formando bloques de cooperación económica integrados por países afines culturalmente. 13 En resumen, su artículo no dice que la identidad de civilización vaya a desplazar otras identidades, que los Estados vayan a desaparecer, o que las civilizaciones se van a erigir como una entidad política coherente. Huntington propone un nuevo esquema de análisis, en el que las diferencias culturales entre civilizaciones son reales e importantes: el “conflicto de las ideologías” se desplaza hacia el “choque de civilizaciones”.14 Con base en un análisis de civilizaciones, Huntington concluye que la política mundial se definirá por las relaciones entre “Occidente y los demás”, por lo que no se debe aspirar a una civilización universal, sino a una pluralidad de civilizaciones que coexistan en armonía. Estados Unidos debe defender sus intereses, sin tratar de expandir su “cosmovisión” a otros lugares. Ya no se trata de preguntar si se es comunista o liberal, revolucionario o conservador. La pregunta de ahora es ¿quiénes somos? ¿Qué somos?

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Ibid., pp. 25-29. Ibid., p. 31.

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LAS PRIMERAS REACCIONES

El artículo provocó una serie de reacciones y críticas inmediatamente después de su publicación. Gideon Rose asegura que muchas de estas respuestas surgieron debido a que la tesis de Huntington tocó un nervio. “Planteaba temas incómodos e importantes de manera directa y poderosa. Parecía hablar de algunas verdades obvias sobre la diferencia entre comunidades humanas, que habían sido ignoradas”.15 Es muy probable que tenga razón: son temas delicados, pero fundamentales para entender el mundo. En el siguiente número de Foreign Affairs aparecieron varias respuestas al artículo de Huntington. Entre las opiniones a favor, Kishore Mahbubani y Robert Bartley aceptan el argumento, pero interpretan sus consecuencias de maneras distintas. Mahbubani afirma que la tesis de Huntington es correcta: el poder se está moviendo entre civilizaciones. Sin embargo, está preocupado. Dice que Occidente ha desarrollado debilidades estructurales en su sistema central de valores, lo cual explica la “apresurada asunción” de que la historia terminó con el triunfo del ideal occidental. 16 No todos los valores occidentales son buenos; hay algunos malos, y es necesario evitar la “ceguera” que producen los grandes logros de Occidente. Según Mahbubani, el profesor de Harvard es víctima de esta ceguera. Por su parte, Robert Bartley ve todo esto como algo bueno. La combinación de información instantánea, interdependencia económica y la libertad individual no es una fuerza que se debe tomar a la ligera; “después de todo, acaba de superar al imperio totalitario más poderoso que la historia haya conocido”.17 Para Bartley está muy claro que el progreso continuo depende de una acomodación gradual con la democracia, y las democracias tienen la ventaja de que “casi nunca van a la guerra entre ellas”. 18 Los países de Occidente, especialmente los Estados Unidos, tienen el poder de influenciar el futuro, y deben ejercer esa influencia para evitar que los miedos de Huntington se cumplan. El diagnóstico de Huntington es correcto, pero Bartley ve la cura en actuar, no en esperar. Gideon Rose, “Introduction”, en The Clash at 20, Nueva York, Foreign Affairs (versión electrónica para Kindle), loc. 65-66. 16 Kishore Mahbubani, “The Dangers of Decadence: What the Rest Can Teach the West”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 14. 17 Robert L. Bartley, “The Case for Optimism: The West Should Believe in Itself ”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 16. 18 Ibid., p. 17. 15

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El lado de las críticas es más interesante. En su artículo “The Summoning”, Fouad Ajami alude a la delimitación simplista de las civilizaciones, las cuales, además de estar influenciadas por Occidente, son cambiantes. “Huntington encontró sus civilizaciones intactas, selladas bajo un cielo eterno”, como las leyó en sus libros de historia y no como en realidad son: dinámicas. 19 Sobre el mismo punto, Kirkpatrick critica la delimitación de las diferentes civilizaciones.20 Si las civilizaciones se definen por elementos comunes como lengua, historia, religión, costumbres, ¿por qué separar a Hispanoamérica de Occidente? ¿Qué es Rusia si no un país que comparte la cultura occidental? Kirkpatrick concede que los conflictos más grandes del siglo XX se dieron entre civilizaciones. Sin embargo, sus diferencias culturales no fueron la causa. Por otra parte, aunque Huntington dice claramente en su artículo que “los Estados seguirán siendo el actor más poderoso en asuntos mundiales”, 21 Ajami se sorprende de la poca importancia que tienen en su esquema, más viniendo de uno de los grandes teóricos del Estado en el siglo XX. Además de “subestimar la tenacidad de la modernización y el secularismo”, Huntington se equivoca ––según Ajami–– en comprar la interpretación de Hussein de la Guerra del Golfo como una guerra entre civilizaciones22 y en poner en el mismo plano las variables culturales con las económicas, siendo las segundas mucho más importantes (competir en la economía mundial, dar empleo, salir de la pobreza).23 En el mismo sentido, la crítica de Liu Binyan alude a la jerarquización de los elementos culturales sobre los económicos. Sin embargo, su crítica se concentra en la perspectiva de Huntington de dividir, en lugar de integrar, las diferentes civilizaciones.24 No queremos una guerra mundial entre civilizaciones. Mejor hay que tomar lo mejor de cada una para transformar a los hombres inferiores y “borregos” en seres humanos. Finalmente, Gerard Piel es el único que critica el argumento: su esquema de análisis. Desaprueba las divisiones esbozadas por Huntington porque “sin fronteras, interiores o

Fouad Ajami, “The Summoning”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 2. Jeane J. Kirkpatrick, “The Modernizing Imperative”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 22. 21 S. P. Huntington, art. cit., p. 22. 22 Ibid., p. 7. 23 F. Ajami, art. cit., p. 5. 24 Lin Binyan, “Civilization Grifting: No Culture is an Island”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 21. 19 20

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exteriores, continuidad o coherencia, las civilizaciones se pueden invocar para ratificar cualquier acción que Occidente y lo que queda de su poder consideren legítimo”.25 Para Piel, resulta mucho más “útil” el modelo “Occidente y los demás”, ya que se puede reducir a la división económica anterior: desarrollados, en vías de desarrollo y en transición.

CRÍTICAS POSTERIORES Otra crítica recurrente a la tesis de Huntington alude a su argumentación “anecdótica”. Para evitar este problema, se recurrió al uso de información estadística para probarla con métodos cuantitativos. En la mayoría de los trabajos, se recurre a información sobre enfrentamientos militares del siglo XX. Por ejemplo, Errol Henderson y Richard Tucker utilizan la “membresía de civilización” como variable independiente, para ver si hay una relación significativa con el número de conflictos interestatales en el periodo 1816-1992.26 Por su parte, Jonathan Fox estudia los conflictos étnicos entre minorías de varias regiones para probar la tesis de Huntington. Utilizando datos hasta 1989, y algunos hasta 1998, llega a la conclusión de que no se sostiene.27 Como éstos hay muchos otros ejemplos. No obstante, como bien señala Kunihiko Imai, la utilización de información de conflictos militares del pasado no es la manera adecuada de probar esta hipótesis. 28 Huntington delimita su hipótesis temporalmente para el periodo después de la Guerra Fría, por lo que es difícil que exista suficiente información estadística para probarla. Finalmente, una de las críticas más importantes es la que esboza Khawaja Alqama. En su artículo “Paradigm Lost: Paradigm Regained?”, el autor señala dos problemas con el planteamiento del choque de civilizaciones. Primero, que después de leer la lista de civilizaciones, resulta “obvio” que, para Huntington, religión y civilización es lo mismo.29 Segundo, un señalamiento más débil, que las civilizaciones tendrían que erigirse en cuerpos Gerard Piel, “The West is Best”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 26. Errol A. Henderson y Richard Tucker, “Clear and Present Strangers: The Clash of Civilizations and International Conflict”, International Studies Quarterly, 2 (2001), pp. 317-338. 27 Jonathan Fox, “Ethnic Minorities and the Clash of Civilizations: A Quantitative Analysis of Huntington's Thesis”, British Journal of Political Science, 3 (2002), pp. 415-434. 28 Kunihiko Imai, “Culture, Civilization, or Economy? Test of the Clash of Civilizations Thesis”, International Journal on World Peace, 3 (2006), p. 4. 29 Khawaja Alqama, “Paradigm Lost: Paradigm Regained? An evaluation of Samuel P. Huntington's concept, The Clash of Civilizations”, Pakistan Horizon, 4 (1995), p. 44. 25 26

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políticos para decidir si hacer la guerra o la paz. Sin embargo, Huntington fue claro en ese aspecto: los Estados no van a desaparecer, y lo que se desea estudiar es las interacciones entre ellos, no las “pretensiones imperialistas”.

LAS RESPUESTAS DE HUNTINGTON Samuel Huntington respondió a muchas de sus críticas en tres trabajos. Como respuesta a las primeras reacciones aludidas arriba, publicó un artículo intitulado “If Not Civilizations, What?: Paradigms of the Post-Cold War World”, del cual vale la pena destacar tres aspectos. Primero, en el primer apartado, Huntington cita la conocida obra de Thomas Kuhn,30 sosteniendo que él estaba tratando de llenar un vacío intelectual con un nuevo paradigma.31 En términos de Kuhn, la etapa que siguió la caída del Muro de Berlín era de crisis y algunos científicos, “por más que empiecen a perder la fe y a tomar luego en cuenta las alternativas, no renuncian al paradigma que los ha llevado a la crisis”.32 No obstante, esta posible crisis se dio por un cambio sustancial en la configuración del objeto de estudio, no un agotamiento del paradigma anterior. Huntington, conscientemente, hizo “un esfuerzo por poner sobre la mesa elementos de un paradigma para la posguerra”.33 Después de ofrecer una lista de acontecimientos que embonan con su hipótesis, el autor trata las consecuencias que podría tener su aceptación en Estados Unidos. Afirma que, en un caso extremo, un “multiculturalismo interno” podría provocar un choque de civilizaciones dentro del país, poniendo en peligro su identidad política y esencia.34 Es decir, Huntington propone una pluralidad cultural entre civilizaciones que tienda al equilibrio, y no un multiculturalismo interno que “desgarre” el país. Finalmente, Huntington señala que nadie propuso algo mejor en esos artículos. Divide las alternativas implícitas ofrecidas en dos: la “pseudoalternativa” de regresar a la teoría realista, en la que rige la anarquía y los Estados actúan racionalmente para conseguir Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, trad. de Carlos Solís Santos, México, FCE, 2012. 31 Samuel P. Huntington, “If Not Civilizations, What?: Paradigms of the Post-Cold War World”, Foreign Affairs, 5 (1993), p. 186. 32 T. Kuhn, op. cit., p. 165. 33 Samuel P. Huntington, “If Not Civilizations, What?”, p. 187. 34 Ibid., p. 190. 30

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sus intereses (como propone Ajami) y la alternativa irreal, propuesta por Fukuyama y otros, de que hay una tendencia para que se consolide una civilización universal, que las abarque a todas. Huntington refuta la primera diciendo que, como está escrito en su artículo original, los Estado siguen siendo los actores principales, pero sería ingenuo ignorar las conexiones entre ellos. En su refutación a la segunda alternativa, Huntington escribe: “En el mundo moderno, la religión es una fuerza, tal vez la fuerza central, que motiva y moviliza a la gente”.35 Es imposible ignorar estas diferencias, que se pueden intensificar con la mayor interacción entre civilizaciones que propicia un mundo globalizado. En su artículo, “The West Unique, Not Universal”, Huntington esclarece un punto fundamental de su hipótesis: modernización no es occidentalización. La “universalidad de Occidente” es una idea engañosa, falsa, arrogante y peligrosa. 36 Esto en respuesta a la tesis de expansión del consumismo norteamericano como símbolo de colonización (Cocacolonization, “victoria de la videocasetera” en Fukuyama). Huntingron no titubea: “La esencia de la cultura occidental es la Carta Magna y no el Big Mac”.37 Las características que hace, occidental a Occidente son, entre otras, las lenguas europeas, estado de derecho, separación de Iglesia y Estado, pluralismo social, sociedad civil, cuerpos representativos e individualismo.38 Después, Huntington se pregunta si el modelo occidental es exportable. Con una postura similar a Toqueville,39 afirma que es posible, pero muy complicado. Algunos países “desgarrados” (como México y Turquía) lograron vencer sus barreras culturales bajo la bandera de la modernización. Sin embargo, según Huntington, Occidente no se debe estar preocupando por “occidentalizar” el mundo, sino por proteger su esencia (única), sus intereses y marcar sus límites. Ibid., p. 192. (Cursivas originales.). Samuel P. Huntington, “The West Unique, Not Universal”, Foreign Affairs, 6 (1996), p. 28. 37 Ibid., p. 29. 38 En su libro, reafirma esta postura: “En un lugar cualquiera de Oriente Próximo u Oriente Medio, media docena de jóvenes podrían perfectamente vestir jeans, beber Coca-Cola, escuchar rap, y entre inclinación e inclinación hacia La Meca, montar una bomba para hacer estallar un avión estadunidense de pasajeros” (Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones…, p. 72.). Este pasaje casi profético le dio muchísima fuerza al argumento del choque de las civilizaciones después del 11 de septiembre. 39 Véase Francisco Gil Villegas, “Democracia y centralización: una perspectiva teórica”, en Blanca Torres (comp.), Democracia y descentralización en México, México, Colmex, 1985, p. 43. 35 36

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El último trabajo que se tratará como respuesta en este apartado es el libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Muchas de las críticas a su tesis ya fueron tratadas en los artículos citados. Sin embargo, en su libro Huntington ofrece una explicación más detallada, organizada, y con mucho más información empírica. Matiza algunas cosas como cambiar la civilización Confuciana de su lista por civilización China. Del segundo capítulo es interesante destacar la justificación de su clasificación, que hace referencia a la crítica esbozada por Alqama (supra, n. 26). Huntington dice que, evidentemente, la religión es una característica definitoria básica de las civilizaciones. ¿Por qué no utilizar, como propone Alqama, las religiones como unidad de análisis y concentrarse en los conflictos religiosos, en lugar de crear “la quimera de las civilizaciones”? 40 Huntington endereza su argumento: de las cinco “religiones universales” de que habla Weber, 41 cuatro ––cristianismo, islam, hinduismo, confucianismo–– se asocian con civilizaciones. ¿Por qué excluir el budismo? Huntington escribe: “aun cuando el budismo sigue un componente importante de sus culturas, estas sociedades [China, Corea, Vietnam, Japón] no forman parte de una civilización budista, ni aceptarían identificarse como tal”.42 Este pasaje dice muchas cosas sobre lo que Huntingron tiene en mente cuando piensa en una civilización: religión e identidad. En otra parte escribe: “La religión ha tomado el relevo a la ideología, y el nacionalismo religioso reemplaza al nacionalismo laico”.43 El renacimiento de religiones no occidentales, que Huntington sustenta con información estadística, es una manifestación contra occidente, no contra la modernidad. Huntington está de acuerdo con Lipotevsku: hay un vacío que, si no se llena de contenido ideológico, es inevitable que suceda con la religión.

K. Alqama, art. cit., p. 45. Véase Max Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 2012, pp. 475-492. 42 Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones…, p. 57. 43 Ibid., p. 131. 40 41

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RELIGIÓN E IDENTIDAD: EN POLÍTICA, LA CULTURA IMPORTA La idea de que la cultura es una variable importante en el ámbito político no es nueva. En 1963, Almond y Verba delinearon el concepto de “cultura política” para tratar de estudiar su incidencia de manera empírica. 44 Sin embargo, en una publicación posterior, Almond rastrea los orígenes del culturalismo político y dice que “no encontramos afirmación más fuerte de la importancia de la cultura política que la de Platón en su República”. No obstante, Aristóteles era un culturalista político más moderno y científico ya que no sólo le daba importancia a la cultura política, sino que “explícitamente trató su relación con variables de estratificación socia y de estructura y desempeño político.45 La aportación de Huntington en este tema no es, pues, decir que se debe tomar en cuenta la cultura en el análisis político, sino su identificación de la cultura, en general, como fuente de conflicto. En 2000, Huntington editó un libro con Lawrence E. Harrison intitulado Cultrure Matters. How Values Shape Human Progress. En el prefacio, Huntington compara los índices económicos de Ghana y Corea del Sur durante la década de los años sesenta. Resulta que eran bastante similares, pero hoy estos países son mundos completamente distintos. ¿Cómo explicar esta diferencia abismal? Huntignton dice que “hubo muchos factores que desempeñaron un papel, pero me parece que la cultura es una buena parte de la explicación”.46 La mayoría de artículos presentados en el libro utilizan la cultura como variable dependiente de muchos fenómenos. En uno de los artículos, David Landes abre diciendo: “Max Weber tenía razón. Si hay algo que podamos aprender de la historia del desarrollo económico, es que la cultura hace casi toda la diferencia”,47 refiriéndose a la tesis weberiana de La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Gabriel Almond y Sidney Verba, The Civic Culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations, Nueva Jersey, Princeton, 1963. Cit. por Francisco Gil Villegas, “La cultura política: estado actual del debate”, Ideas políticas, 3 (1992), p. 15. 45 Gabriel Almond, “The Intellectual History of the Civic Culture Concept”, en Gabriel Almond y Sidney Verba (eds.), The Civic Culture Revisited, Boston, Little, Brown and Company, 1980, pp. 2s. 46 Samuel P. Huntington, “Foreword: Cultures Count”, en Lawrence E. Harrison y Samuel P. Huntington (eds.), Cultrure Matters. How Values Shape Human Progress, Nueva York, Basic Books, 2000, p. xiii. 47 David Landes, “Culture Makes Almost All the Difference”, en Lawrence y Huntington, op. cit., p. 2. Cit. por Francisco Gil Villegas, Max Weber y la guerra académica de los cien años: la polémica en torno a La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905-2012), México, Colmex-FCE, 2013, p. 1088. 44

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Aunque esta defensa a la tesis weberiana esté distorsionada por una interpretación simplista, directa y optimista,48 se puede rescatar la postura y tratar de enderezar un poco el argumento. No hay un mecanismo causal entre cultura (en este caso, religión) y desempeño o desarrollo político, económico. Sin embargo, es una variable explicativa importante. Si leyera a Huntington, Max Weber tendría algunas observaciones sobre el “pluralismo cultural” que ve Huntington, su lista de civilizaciones, y sobre el sentido de la acción social que es “morir por la cultura”. Pero le diría que va por buen camino; que la única manera de que haya un equilibrio en el campo internacional de fuerzas es una pluralidad de civilizaciones, que compitan y se limiten entre ellas. Tendría que contestar, también, por qué este sistema internacional plural propiciaría el conflicto. ¿Las diferencias culturales entre civilizaciones son un problema per se? O más bien quiso decir que las afinidades culturales serán el criterio principal para formar alianzas políticas en el futuro, que la formación de identidades será el punto crítico de las tensiones entre civilizaciones. Los conflictos internacionales que surjan por recursos naturales, estrategias geopolíticas, migración, ¿se definirán, al final, en función de pertenencia religiosa? En conclusión, es muy probable que el conflicto de la posguerra se haya desplazado hacia el “choque de las civilizaciones”. La historia no terminó ––como el mismo Fukuyama admitió tiempo después–– y la prolífica producción intelectual que está surgiendo de la antropología muestra que Weber tenía razón, y Huntington parece haber entendido bien la idea principal: en política, la cultura importa (y mucho).

Recordemos que “Max Weber jamás afirmó que el protestantismo fuera la causa genética del capitalismo, ni mucho menos que la Reforma protestante precediera cronológicamente al desarrollo del capitalismo moderno. La tesis de Weber es mucho más compleja, sofisticada y a la vez restringida” (Francisco Gil Villegas, “Introducción del editor”, en Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, trad. de Luis Legaz Lacambra, México, FCE, 2003, p. 10). 48

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BIBLIOGRAFÍA LIBROS ALMOND, Gabriel y Verba, Sidney, The Civic Culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations, Nueva Jersey, Princeton, 1963. ALMOND, Gabriel y Verba, Sidney (eds.), The Civic Culture Revisited, Boston, Little, Brown and Company, 1980. FUKUYAMA, Francis, The End of History and the Last Man, Nueva York, Avon Books, 1993. GEERTZ, Clifford, Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona, Paidós, 2004. GELLNER, Ernest, Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales, Barcelona, Gedisa, 1998. GIL VILLEGAS, Francisco, Max Weber y la guerra académica de los cien años: la polémica en torno a La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905-2012), México, Colmex-FCE, 2013. HARRISON, Lawrence E., y Huntington, Samuel P. (eds.), Cultrure Matters. How Values Shape Human Progress, Nueva York, Basic Books, 2000. HUNTINGTON, Samuel P., El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, trad. de José Tosaus, Barcelona, Paidós, 2005. KUHN, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, trad. de Carlos Solís Santos, México, FCE, 2012. LIPOTEVSKY, Gilles, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 2000. PAZ, Octavio, El arco y la lira, México, FCE, 2013. ROSE, Gideon (comp.), The Clash at 20, Nueva York, Foreign Affairs (versión electrónica para Kindle). TORRES, Blanca (comp.), Democracia y descentralización en México, México, Colmex, 1985. WEBER, Max, Economía y sociedad, trad. de José Medina Echavarría, México, FCE, 2012. –––, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, trad. de Luis Legaz Lacambra, México, FCE, 2003. –––, Ensayos sobre la sociología de la religión, Madrid, Taurus, 1983.

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ARTÍCULOS DE REVISTA AJAMI, Fouad, “The Summoning”, Foreign Affairs, 4 (1993), pp. 2-9. ALQAMA, Khawaja, “Paradigm Lost: Paradigm Regained? An evaluation of Samuel P. Huntington's concept, The Clash of Civilizations”, Pakistan Horizon, 4 (1995), pp. 43-51. BARTLEY, Robert L., “The Case for Optimism: The West Should Believe in Itself ”, Foreign Affairs, 4 (1993), pp. 15-18. BETTS, Richard K., “Conflict or Cooperation?”, Foreign Affairs, 6 (2010), pp. 185-192. BINYAN, Lin, “Civilization Grifting: No Culture is an Island”, Foreign Affairs, 4 (1993), pp. 19-21. FOX, Jonathan, “Ethnic Minorities and the Clash of Civilizations: A Quantitative Analysis of Huntington's Thesis”, British Journal of Political Science, 3 (2002), pp. 415-434. FUKUYAMA, Francis, “The End of History?”, The National Interest, 16 (1989), p. 3-18. HENDERSON, Errol A. y Tucker, Richard, “Clear and Present Strangers: The Clash of Civilizations and International Conflict”, International Studies Quarterly, 2 (2001), pp. 317-338. HUNTINGTON, Samuel P., “If Not Civilizations, What?: Paradigms of the Post-Cold War World”, Foreign Affairs, 5 (1993), pp. 186-194. –––, “The Clash of Civilizations?”, Foreign Affairs, 3 (1993), pp. 22-49. IMAI, Kunihiko, “Culture, Civilization, or Economy? Test of the Clash of Civilizations Thesis”, International Journal on World Peace, 3 (2006), pp. 3-32. KIRKPATRICK, Jeane J., “The Modernizing Imperative”, Foreign Affairs, 4 (1993), p. 22-24. LAL, Vinay, sobre: Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, The Free Press, 2006, Economic and Political Weekly, 36 (2006), pp. 3859-3860. MAHBUBANI, Kishore, “The Dangers of Decadence: What the Rest Can Teach the West”, Foreign Affairs, 4 (1993), pp. 10-14. PIEL, Gerard, “The West is Best”, Foreign Affairs, 4 (1993), pp. 25-26. ROTH, Michael S., sobre: Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, The Free Press, 1992, History and Theory, 2 (1993), pp. 188-196.

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