CUERPOS EN LA ENCRUCIJADA DE LAS DIFERENCIAS

July 15, 2017 | Autor: M. Expósito García | Categoría: Feminist Theory
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Descripción

CUERPOS EN LA ENCRUCIJADA DE LAS DIFERENCIAS1 Mercedes EXPÓSITO GARCÍA mail: [email protected]

Las teorías de género, las teorías de la diferencia sexual y las teorías poscoloniales y queer plantean otras tantas maneras de entender la tríada sexo-género-deseo. Son teorías que entran en juego cuando intentamos comprender los extremos duales de la feminidad, la masculinidad y toda la variedad de sexos-géneros entre esos dos opuestos normativos, opuestos que quizás ningún cuerpo reproduzca con absoluta fidelidad y que movilizan otra polaridad fundamental para analizar lo humano: la de naturaleza y cultura. Citaremos la obra teórica de Judith Butler pretendiendo que en ella es tan fundamental como la noción de género la tematización de la vida, la cual constituye la base de una “filosofía de la inquietud”. Para exponer estos temas recurriremos en más de una ocasión a las figuras de Simone de Beauvoir y Monique Wittig, dos de las referencias teóricas a la hora de incorporar el cuerpo como actor cuando lo que está en juego es el carácter cultural de las diferencias sexo-genéricas. Palabras clave: sexo, género, feminismo. BODIES AT THE CROSSROADS OF THE DIFFERENCES ABSTRACT Gender theories, theories of sexual difference and queer theory raises as many ways of understanding the triad sex-gender-desire. These theories come into play when trying to understand the dual extremes of femininity, masculinity, and all variety of sex-gender between these two opposing regulatory, as opposed to perhaps no body to reproduce with absolute fidelity, and mobilize other fundamental polarity to analyze what human: nature and culture. Cite the theoretical work of Judith Butler pretending that it is so fundamental as the notion of gender is on themes of life. To expose these issues will appeal to more than one occasion to the figures of Simone de Beauvoir and Monique Wittig, two theoretical references in understanding the human body as a key player when what is at stake is the cultural differences sex-generic. Keywords: sex, gender, feminism.

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Adoptamos para todo el artículo el criterio de indicar nombre y apellido en la primera mención, en las siguientes citaremos tan solo el apellido. NdT: todas las traducciones al español de obras citadas en la bibliografía en su versión original son de la autora de este artículo.

¿Por qué pensar los cuerpos? Porque los sistemas que clasifican a los cuerpos no son neutrales sino mas bien el punto de partida de las diferencias como desigualdades políticas. ¿Por qué “en la encrucijada”? Porque esas clasificaciones que parecen etiquetas adheridas a los cuerpos no son de un tipo único, las más de las veces convergen de tal modo en un mismo cuerpo que señalan múltiples direcciones hacia las que orientar nuestra mirada. Si “mujer” puede etiquetarse al lado de “pobreza” pues no son cuestiones que se excluyan entre sí, “mujer”, “homosexual”, “sin recursos” incluye tres diferencias que se entrecruzan, tres vulnerabilidades. ¿Por qué “las diferencias”? Porque desde una perspectiva materialista que toma en consideración las condiciones de vida, las diferencias, lejos de ser meras diferencias intranscendentes, constituyen marcas corporales de la desigualdad política y económica. ¿Por dónde empezar? Quizás cualquier comienzo debería interrogar el lugar desde el que hablamos. Así pues, nuestra posición es clara. Aquí no vamos a tratar de defender una -a nuestros ojos, indefendible- posición de neutralidad objetiva que pueda abarcarlo todo sino todo lo contrario. Partimos de una perspectiva situada y lateral que asume implícitamente que la neutralidad es una más entre las muchas maneras de invisibilizar situaciones de opresión material sobre los miembros, físicos y reales, que componen los cuerpos humanos miembros es el nombre que corresponde a situaciones en las cuales las fuerzas y coerciones tienen efectos sobre partes muy concretas de nuestros cuerpos-. No obstante, no parece posible pensar ciertas carencias, grabadas como cicatrices en la piel, sino es como indicios de un desmembramiento del entero cuerpo social. Es la comunidad y su ausencia quien se pone al desnudo. De este modo, los cuerpos desintegrados2 son en muchas ocasiones el síntoma del abandono de una mínima pero humanamente imprescindible cohesión social. Nuestro rechazo de la neutralidad objetiva de los sujetos y sus cuerpos abstractos se sostiene en una de las revelaciones mayores del feminismo que detecta en la noción de individuo universal genéricamente neutro el mismo dispositivo que opera en Occidente desde el comienzo de su modernidad política. Al separar las esferas de una naturaleza material asociada a lo femenino y lo salvaje y una cultura espiritual asociada a lo masculino y lo civilizado, esa misma separación trajo la consecuencia de excluir de la toma de decisiones a un conjunto amplio de la humanidad. Dicho de otro modo, es ese mismo dispositivo de lo neutro universal el que, desde una perspectiva simbólica y lingüística, ensalza lo masculino como cultural y es también él mismo quien colabora con un pequeño conjunto de cuerpos clasificados en la masculinidad normativa. Este conjunto, una élite económico-cultural-masculina encerrada en sí misma, pone en marcha un modo de organización social hegemónico cuyo despliegue acabará derivando en nuestra actual situación geopolitica. Es esta una situación en la que guerras de lenguajes y máquinas de guerra que a veces pueden ser -y a veces no- simples metáforas, deciden cuales serán los movimientos de cuerpos y poblaciones enteras, maquinas de guerra que funcionan como cerebros sofisticados que toman decisiones sobre las formas de vida posibles, tanto en el nivel de producción técnica de un mundo de objetos inanimados como en un nivel de reproducción de cuerpos y vidas humanas. 2

Todos los cuerpos en los que la humanidad se vulnera: cuerpos reducidos a espectros metonímicos, cuerpos que son labios o pechos de silicona, cuerpos que son úteros, cuerpos zombies, cuerpo-órganos de alquiler por horas/días, cuerpos carne desechada/desechable.

De este modo, constituyen un biopoder en cuyo mantenimiento es fundamental la imbricación de los sistemas productivo y reproductivo, los cuales son, en la actualidad y en tanto estrategias de control de las poblaciones, más interdependientes de lo que quizás lo fueron en ningún otro período histórico3. De este modo, el control sobre los cuerpos de las mujeres parece extenderse hoy a la apropiación de las capacidades de aquellos cuerpos en principio mas aptos para ser sometidos o sometibles al beneficio de un sistema bioeconómico global. Con la alusión a un mundo que pone en marcha tácticas de aprovechamiento de los cuerpos y sus capacidades, llegamos a nuestra preocupación principal. Aquí vamos a sostener que en la obra de Butler el uso, el empleo del término sexo, se somete a estrategias de escritura que ponen de relevancia el concepto de género y que el que esto ocurra provoca un deslizamiento doble: desde las diferencias hacia una única diferencia, la homosexual por oposición a la heterosexual y, en segundo lugar, desde la diferencia sexual hacia una noción de igualdad que a fin de cuentas es inseparable de esa imposible posición de neutralidad objetiva de la que hablamos antes. Aquí vamos a defender que “sexo” y “diferencia de/entre los sexos” son expresiones centrales para comprender la tradición y la actualidad del feminismo europeo y que quizás en el específico contexto feminista norteamericano, han dejado de serlo. Visto desde la óptica de autoras europeas como Geneviève Fraisse, el movimiento del género del que la propia Butler forma parte, parece funcionar como un “taparrabos” puritano del sexo. La utilidad crítica o teórica que hoy demuestra es la de un concepto tan maleable que, en función de las necesidades, adopta la forma que una esté dispuesta a darle. En el contexto intrafeminista, el movimiento del género consiguió efectuar dos desplazamientos. Un primer movimiento de transferencia ocurrido en Norteamérica, que podríamos llamar “del sexo al género”, originó a su vez un segundo deslizamiento teórico, “de mujer a género”. Con los estudios culturales neomarxistas ingleses, los poscoloniales norteamericanos y el desarrollo de trabajos de teoría queer por parte de investigaciones gays y lesbianas, el género, como concepto específico de las feministas, empieza a distinguirse del patriarcado, del sexo, y del análisis de ciertas formas de sexualidad reproductiva articulable con lo maternal-femenino. No obstante, en la polémica o “desafío del género” cuyo protagonismo se le suele atribuir a Butler no acaba por quedar claro si se cuestiona la categoría de género, su utilización feminista o ambas cosas a la vez. Para intentar situar en algún lugar teórico la pluridimensionalidad feminista de las orillas norteamericana y europea del Atlántico, proponemos una clasificación que, dada la complejidad del tema, no pretende ser exhaustiva sino tan solo ofrecer una orientación en el territorio de las propuestas feministas de las últimas décadas. Así, vamos a diferenciar tres tipos de visiones teóricas que plantean otras tantas maneras de entender el sexo, el género, la raza y la etnia y el deseo. Creemos que las teorías de género se organizan en torno al par género-igualdad, las teorías de la diferencia de los sexos en torno a la tríada sexo-diferencia-mujer y las teorías poscoloniales y queer se interesan por un mundo poscolonial en el que tienen un papel relevante las configuraciones identitarias de tipo sexualidad, raza, etnia, nacionalidad y religión. Todas ellas son teorías que entran en juego cuando intentamos comprender la variedad de intersexos y los extremos duales de la feminidad y la masculinidad como opuestos normativos, opuestos que quizás ningún cuerpo reproduzca con absoluta fidelidad pero que movilizan también otro conjunto de polaridades fundamentales para analizar el cuerpo en su articulación con lo humano: la de naturaleza y cultura, la de unidad y 3

Un análisis de estos dispositivos, en su expresión farmacopornográfica, puede encontrarse en “Testo Yonqui”. Preciado, (2008).

multiplicidad, la de igualdad y diferencia, la de lo universal/general y lo particular/concreto, ciertos sentidos embrollados en las lógicas de lo mismo y lo otro, y… ¿por qué no? ese resistente núcleo esencial del yo, sea “de género” o de cualquier otra reclamación identitaria. En cualquier caso, está en juego el carácter cultural de las diferencias sexuales. Un conocido texto de Jacques Derrida que lleva por título La Différance 4 desenreda, bajo el pretexto de pensar la diferencia entre la palabra hablada y la escritura, los hilos de la trama que atan el nudo de la relación entre diferencia y diferancia. Hacer esta distinción y señalar los efectos que produce es clave para entender la igualdad y la diferencia, lo universal y lo particular y las reclamaciones identitarias asentadas en lo mismo igual y lo otro diferente. Del texto de Derrida sacamos nuestra óptica de la diferancia, ese pequeño desplazamiento con el que tomamos conciencia del cambio de ángulo a tener en cuenta para saber qué cosas hemos dejado atrás y en qué caminos estamos cuando de lo que se trata es de saber orientarnos en el pensamiento. Si nuestras focalizaciones son excesivamente múltiples y dispersas, podemos acabar cayendo, cuando no en el olvido, sí en perplejidades. Las diferencias son diferencias, las desigualdades lo son respecto a algo que no está fundamentado pero rige y determina de antemano. Si la mencionada neutralidad objetiva del universal no es tan neutra es porque toma partido por algo que de antemano se establece como arquetipo, un neutro occidental muy masculino respecto al cual se bifurca toda diferencia como diferancia, se trata de un diferir de ese arquetipo cuyos efectos tampoco son neutros ni poco relevantes. EN TRANSICIÓN. UN UNIVERSAL MUY CONCRETO Como movimiento que tiene uno de sus puntos de referencia en las revueltas emancipatorias ilustradas del siglo XVIII, el feminismo ha supuesto múltiples procesos en transición. El tipo de cuerpo que parece convenirle es el migrante. Definido por la carencia, es un cuerpo des-identificado, no-ciudadano, no-masculino, no-trabajador legalizado pero sí reproductivo. En este sentido, encaja en la subjetividad nómade que describe Rosi Braidotti5. Si desde sus orígenes en la teoría política del contrato social, el cuerpo ciudadano excluye de la ciudadanía a los cuerpos sexuados estereotipados como mujeres reproductoras, ese mismo contrato sexual que ejerce un control normativo de los cuerpos biológicos y sus deseos, instala también su guerra en otros cuerpos. Al llevar la guerra en el cuerpo, construimos el género y la normalidad. Al mismo tiempo, la revuelta exige un trabajo de desarticulación-rearticulación constante para desaprender lo que se aprende a desear. Es un movimiento de diferancia, diferir y desplazar aquello que nos nombra: el primer tramo del movimiento exige separar la norma que nos nombra; el segundo, cortar el vínculo y realizar un trabajo de puesta a distancia. En realidad, el feminismo supone un trabajo de diferancias. Sus movimientos de desplazamiento conceptual hacen del mismo una teoría escurridiza. Caracterizada como una serie de oleadas sucesivas, cada una de ellas resultado de una pasión crítica, es también el estallido de sus múltiples diferencias y puestas en perspectiva. Esto explica que, por desplazamiento del concepto de sexo, el género acabe por convertirse en uno más de los ejes para la diferencia, al lado de la raza, la etnia, la nacionalidad, la sexualidad, diferencias todas ellas que se intersecan produciendo híbridos. No obstante… ¿cuántas hibridaciones y conflictos de identidad deja atrás un cuerpo migrante, sin habilitación para hablar en nombre propio? El objeto que se presentó a la 4 5

Derrida, (1968). Braidotti, (2004).

reflexión feminista fue tanto la mujer como la no-mujer. Al igual que cualquier diferencia específica frente a un lo mismo que se autoposiciona como universalidad, la mujer prototipo respecto a una mujer concreta supone una contradicción en los términos. También se podría decir que una mujer se rige por una lógica de la carencia: por lo que le falta pero también por lo que deja atrás, por lo que ha de negociar y por los obstáculos que encuentra para lograr espacios de libertad. Esto todo conviene también al feminismo y a su sujeto no-mujer, un sujeto aún-no que interpela un más allá, la próxima nueva ola. En fin, es la reclamación de un sujeto no-sujetado, ni domesticado ni definido desde el principio como dominado/dominable. BUSCANDO FUNDAMENTOS. UNA MIRADA GENEALÓGICA. Butler escribió un artículo cuyo título, Fundamentos Contingentes,6 es bastante paradójico desde una perspectiva filosófica. En principio, parece que si hay fundamentos no hay contingencia, es decir, los fundamentos son el punto de apoyo que nos orientan y lo contingente es la incertidumbre, el que algo (o todo) pueda ser o no ser. Si hay contingencia no hay necesidad, fundamentos; y viceversa, afirmar que hay fundamentos es reclamar una base segura en la que asentar nuestras declaraciones. Al relacionarse con la idea de los fundamentos o los universales abiertos y resignificables, en la óptica de Butler lo contingente es lo propio de un planteamiento que mas plantea preguntas que ofrece respuestas-soluciones. Sin embargo, la afirmación de un fundamento contingente escapa a esa idea de lo universal como lo que rige para todos y para todos los casos pero también a la del puede ser o no ser -estructura propia del dilema- que guía la idea de lo contingente. Fundamentos contingentes semeja una imposible tentativa de ligar los principios (el orden de lo abstracto metafísico) con su concreción en ámbitos contingentes (en el terreno de la práctica, las decisiones). En fin, si “fundamento” se entiende como “lo universal” ¿no acabamos en la paradoja de un universal contingente?. Pero hay más… si tradicionalmente el universal y la crítica al mismo, crítica que afecta también a principios como igualdad y libertad en la medida en que se planteen como universales, se hacía desde una defensa de lo particular y contingente, defender la resignificación –y por tanto el derecho de lo afuera-excluido a entrar en lo universal- parece que plantea una contradicción en los términos. No pretendemos defender aquí algo así como un uso correcto de las palabras, tan solo se trata de señalar la extrañeza que suscita el que alguien presente como compatibles esas dos palabras contradictorias. Con ellas, Butler reproduce sin mencionarlo el viejo dilema feminista entre igualdad y diferencia que a su vez se remite a un viejo problema de la filosofía, el de la relación problemática que los universales mantienen con sus particulares. Aquí los pensamos atrapados en el callejón sin salida de la diferenciadiferancia. El artículo de Butler lanzaba una advertencia al feminismo: si este tiene miedo de colapsar si no da por hecho fundamentos como el sujeto, el género o el sexo, mas consecuencias políticas puede tener el hecho de mantener premisas que aseguran la subordinación “desde el principio”. Como su aparato crítico se dirige hacia las palabras mismas, en las obras de Butler nunca acaba por quedar claro si habría que renunciar al uso de determinadas categorías o palabras. No está claro a pesar de que ella advierte una y otra vez que no se trata de que ya no podamos usar determinadas palabras sino de que la tarea política subversiva es de tipo resignificativo, es decir, no admitir la fijación del significado de ninguna categoría y repetir una y otra vez la palabra para que acabe significando de otro modo –nada nuevo pues, de todos modos, con el paso del tiempo 6

Butler, (2001)

las palabras lo acaban haciendo-. Lo que nunca nos explica Butler es cómo conciliar esta aspiración con el hecho de que siempre nos encontramos ya en un mundo social estructurado en palabras con significados, un mundo de actos de habla que nos nombran. Al tratar por separado esta condición lingüístico-normativa que nos precede y las aspiraciones emancipatorias de nuestras prácticas performativas, no nos explica cómo articular esa condición lingüística con el hecho de que, hagamos lo que hagamos, nunca sabremos qué tipo de efectos imprevisibles tendrán nuestras actuaciones. Ella misma detecta esta insuficiencia cuando queda atrapada en la diferencia que existe entre tener o apropiarse de un género que nos precede o ser de un determinado género7, o cuando afirma que “La noción de que de algún modo nosotros elegimos nuestro género plantea un rompecabezas ontológico”8. Creemos que, como evidenció Beauvoir, es la condición desgarrrada y tensional del sujeto mujer, un sujeto sujetado en una situación, la que permite conciliar o resolver estas aparentes contradicciones ontológicas. Ninguna acción puede escapar al riesgo y la inquietud acerca de cual será la situación de llegada pues la fantasía del sujeto lingüístico del control total y pleniomnipotente que al decir, crea, esa fantasía de una divinidad de orden fantasmal, es la ruptura que el sujeto feminista plantea; una ruptura respecto al sujeto universal omnisciente y masculino de la modernidad. Los procesos políticos son genealógicos. En tanto sistemas normalizadores, nombran y crean guiones que establecen las condiciones, la situación de partida; los contrapoderes, por su parte, intentan forzar la redefinición de las condiciones. Por ello, el consenso es polémica, disenso o consenso que siempre difiere. Por otra parte, no por haber alcanzado la condición de sujeto se deja de ser objeto. El sujeto es tensional, se encuentra entre el elegir y el aceptar. Los sujetos se forman en el espacio de una dialéctica de exclusión/inclusión, siempre están ya incluidos/excluídos, atrapados en redes políticas. Las mujeres son la relación que media entre el ser actrices y víctimas pero en la medida en que son signos de intercambio que producen nuevos signos -pues eso es una de las manifestaciones de ser víctima y actriz- y si esos signos que producen no son entendidos ni escuchados, tenemos que empezar a hablar de falta de libertad de expresión o secuestro del sujeto hablante. Cuando hablamos de teoría feminista nos referimos a un espacio polémico, de confrontación de teorías; por eso a veces no se entiende bien a qué feminismo se refiere Butler cuando menciona al feminismo. Su propuesta de deconstrucción del sujeto del feminismo para “emanciparlo de las categorías raciales o maternales a las que ha sido restringido”9 puede ofrecer la impresión de excluir determinadas maneras de ser mujer. Lo que parece preocuparle a Butler son derivas feministas maternales en las políticas representativas del feminismo de estado norteamericano que suponen una identidad femenina fundamentada en los cuerpos reproductivos y/o en la especificidad que una parte de mujeres tienen como portadoras de hijos. Le preocupa en nombre de qué electorado hablan las mujeres norteamericanas blancas que diciendo “nosotras” dicen representar a las mujeres. Le preocupa que una perspectiva no se asuma como perspectiva sino que se unifique como todo-lo-que-hay y pida la solidaridad por anticipado. Puede que sea preocupante pero, cuando menos desde perspectivas hegelianas, las desilusiones no son la forma definitiva del mundo; por otra parte, tampoco lo es el feminismo blanco norteamericano. Desde Beauvoir, el feminismo se sitúa del lado de un sujeto segundo sexo y en devenir. Lo que esto significa está en construcción permanente. Ni siquiera parece deseable descartar por principio los temas de reproducción. Ni siquiera el retorno político de lo 7

Ver “Género: las ruinas circulares del debate actual”. Butler (2008), pp. 56-65. Butler (1990) p. 194 9 Butler (2001), p. 34 8

religioso en las confrontaciones pos pero también neocoloniales del feminismo occidental, el feminismo árabe y el feminismo islámico. Figuras como la mujer-madre norteafricana o las viejas mujeres intelectuales europeas y latinoamericanas importan desde el momento en que una parte de las mujeres mantienen relaciones con esas categorías. Si lo que deseamos son diferencias y categorías abiertas, todo esto ha de tener cabida. La inteligibilidad, las marcas, el dar por hecho algo o el “regir de antemano” es inevitable desde el momento en que usamos las palabras y estas aparecen siempre y ya en el horizonte de una interpretación que, sin embargo, no excluye el que también sean legibles de otra manera. Las redes de palabras forman tramas, coaliciones, las perspectivas se abren por medio de desplazamientos, ópticas, ángulos. Hacer desaparecer el presupuesto implícito de que una mujer es un objeto de intercambio o, en la medida en que sus signos se secuestran cuando no es escuchada, propiedad de o domesticable por (el estado, un hombre) es un tema que se remonta a esa corriente genealógica que se inicia con las primeras demandas emancipatorias de los clubs y agrupaciones de mujeres del siglo XVIII. Por lo que respecta a la filosofía, al menos desde el planteamiento genealógico de Nietzsche, es una obviedad que ningún término tiene un significado definitivo. El operar genealógico de la historia feminista fue un trabajo de metáforas y desplazamientos de los significados establecidos y la inquietud atañe a la genealogía de todas las mujeres futuras pero solo si en el presente hay un lugar para la cuestión mujeres. Las referencias dispersas en la obra de Butler a un territorio resbaladizo que nos obliga a asumir de modo muy radical la incerteza y la inquietud es quizás lo más sugerente que comparte con el feminismo en conjunto. La filosofía de la inquietud es más que eso pero alguna relación tiene con lo que específicamente ocurre con cierto feminismo norteamericano y con el tipo de contingencias o de universalidades que se abren desde Norteamérica en y para una cultura global. BEAUVOIR EN LA LECTURA DE BUTLER Lo propio de un decir que se declara sin vocación de establecer ni convencer acerca de nada es que mantiene una relación especial con alguno de los sentidos posibles de las palabras skepsis, distancia, teoría –incluso, escepticismo-. Este decir lleva a la ruina de la invisibilidad ciertas palabras o ciertos modos de nombrar. En los análisis que de la obra de Beauvoir nos presenta Butler, ello ocurre con el término Segundo Sexo; ocurre también -y esto podría hacerse derivar de esos análisis de Beauvoir10- con expresiones como feminismo de la diferencia sexual. El que esto ocurra no guarda una relación directa con el feminismo en tanto movimiento militante o lucha política pues, aunque quizás no fuese necesario decirlo, en estas cuestiones estamos en el terreno de la teoría; establecemos, pues, cierta distancia en relación a la conquista de derechos dentro de un Estado. La cuestión del derecho como sistema de garantías en el marco de un sistema legislativo de una constitución particular no es lo mismo que la cuestión teórica. Otra cosa distinta es que a eso teórico se pueda recurrir como un presupuesto o un arranque para la redacción de leyes aunque, a la vista de la distancia entre lo uno y lo otro, tal cosa nunca ocurra efectivamente de suyo. Las leyes, el sistema que garantiza un lo mismo para todos y para todos los casos y que genera tanto la igualdad como la desigualdad, son un punto de partida y llegada de lo teórico. Otro punto, de partida y de llegada, es el movimiento militante. Cualquiera que conociese a Beauvoir a través de los resbaladizos comentarios de Butler podría acabar con la falsa impresión de que la primera menciona cuestiones de género y 10

La obra de Beauvoir puede interpretarse tanto en clave de feminismo igualitarista como en clave de feminismo diferencialista.

de que en su obra El Segundo Sexo aparece ese término. Cierto anacronismo exime a Butler del recurso a técnicas expositivas de distanciamiento que indiquen que la noción de género es una elaboración posterior, perteneciente al contexto de lo que hoy acostumbramos a denominar ciencias humanas, que debe bastante a la noción teórica segundo sexo de Beauvoir. Género y Segundo sexo son hoy dos maneras diferentes de reducir la irreductible cuestión de las mujeres y el feminismo. El recurso al término género en la obra de Butler tiene el efecto de la desaparición del sexo como categoría feminista. Sin embargo, la escritura se ve obligada a echar mano de expresiones como “conocimiento naturalizado del género”11. El que tal vez sea el apartado clave de lleva el significativo título 12. Lo que ahí se afirma es que el género es causa del género y del sexo. Echamos en falta cierto desarrollo argumentativo pues la afirmación de algo del tipo “circularidad productiva”, hipótesis productiva que reproduce los análisis de Foucault, resulta insuficiente. Parece necesario que, si se opta por esta vía a lo Foucault, se muestre el tipo de tecnologías productivas que intervienen en este proceso, de lo contrario da la impresión de quedarse en una mera afirmación. También parece importante tomar en consideración que una noción del poder productivo suele completarse con su otro lado, la idea de un poder represivo. Los análisis del poder desarrollados por Foucault fueron una respuesta crítica a la idea marxista del poder como superestructura opresiva-represiva de tipo vertical. Foucault supo ver la utilidad de la idea de lo genealógico-generativo de Nietzsche. Reinterpretándola como un poder productivo, ofrece una respuesta, en términos de micropoder y contrapoder, que polemiza con la idea de un poder que se ejerce de arriba hacia abajo. A partir de Nietzsche y Foucault, el poder no fluye en una dirección única sino que es horizontal y se reorienta en muchos sentidos. En la medida en que se ejerce en varias direcciones, cada una de ellas podríamos pensarla como represión o bloqueo de las otras y de este modo, es el conjunto multifocal -y no una parte- lo que nos ofrece una topografía del poder. El poder performativo, en la línea de Butler, puede sugerir esto pero también lo contrario. Es un poder performativo que no ofrece muchas explicaciones hacia atrás, hacia formaciones de poder anteriores, sino que, por el contrario, es proléptico, siempre actúa hacia delante; produce porque, instalado en el presente, anticipa. Lejos de ubicarse en una situación como poder concreto, poder de quién y dónde, vuelve al lugar deslocalizado que Nietzsche denunció: la esfera metafísica del no-lugar y las abstracciones. En cualquier caso, las fuerzas que intervienen en las formaciones de poder podrían igualarse en cantidad originando una noción de poder como equilibrio. De igual modo que quien espera ante la ley otorga fuerza a esa ley, es la fuerza performativa de la ley del lenguaje el lugar en el que los conflictos quedan resueltos solo en apariencia. No estamos lejos de cerrar el círculo y volver al universal en términos de ese lugar en el que se plantean las diferencias, se consensuan y quedan resueltas/disueltas en un nuevo estado de cosas. No parece que para Butler el sexo esté atrapado en posiciones de ejercicio del poder heteromasculino sino de mero deseo. Además, no parece ser un término facetado ni un vocablo que denota atracción-repulsión por parte del feminismo. No es una palabra-valor13, atrapada en un sistema de transvaloraciones. La palabra-valor es, en 11

Butler, (2008) p. 28. Como dos de las traducciones de las obras de Butler al español se editaron en el mismo año, el 2008, las citas aparecen en cursiva para “Deshacer el género” y en caracteres normales para “El género en disputa”. 12 Ver nota 6. 13 Nos referimos a una distinción lingüística de Barthes entre palabras-saber o nombres y palabras-valor o vocablos. Estos últimos denotan atracciones o repulsiones por parte de quien escribe un texto e imprime

todo caso, género y (homo)sexualidad. Cuando afirma que el feminismo está pasando por un momento triste, de derrota, de “demanda de rearticulación, una demanda que surge de la crisis”14 se basa en que “no tiene sentido aferrarse a los paradigmas teóricos ni a las terminologías preferidas para defender el feminismo sobre la base de la diferencia sexual, o para defender esa noción frente a las afirmaciones del género, de la sexualidad, de la raza”15. Aquí vamos a defender que “sexo” y “diferencia de/entre los sexos” son expresiones centrales para comprender la tradición y la actualidad del feminismo europeo 16 y que quizás en el específico contexto feminista norteamericano, han dejado de serlo porque funcionaron como emblema de un distanciamiento respecto al feminismo materialista radical que se vinculó a una lucha a favor de la penalización de la pornografía. ya no transmitía ni una elaboración teórica ni una visión subversiva pues el feminismo antipornografía que consideraba a las mujeres una clase sexual dominada, acabó por asociarse con propuestas conservadoras. Desde el feminismo europeo, este fenómeno fue visto en ocasiones como un elemento más de un conjunto de construcciones realistas ingenuas del sexo. Desde perspectivas teóricas, se tenía la impresión de que se trasladaba el debate desde el sexo (ya se entienda como biológico o social) al género social. Visto desde Europa, no era el sexo sino el género el que parecía funcionar como un “taparrabos” puritano del sexo, inmerso como estaba en campañas de lucha contra la pornografía y el acoso sexual. En el imaginario de la calle y los medios de comunicación, una vez más el imaginario europeo oponía la inmadurez norteamericana frente a la sabiduría distante –cuando no astuta y masculina- de la vieja Europa. Cuando Butler lanza su desafío al feminismo norteamericano, ella misma lo refleja de este modo: “cuestionar un término como feminismo es preguntar cómo funciona […] ¿por qué a veces sentimos que si se desplaza un término de su lugar fundacional, no seremos capaces de vivir, de sobrevivir, de utilizar el lenguaje, de hablar por nosotros mismos?”17. Empieza a sospecharse del término como categoría general de investigación pero también como compromiso político. Diez años después de su publicación, la propia Butler hace un balance en los términos siguientes: “Mientras lo escribía, comprendí que yo misma mantenía una relación de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendía que el texto pertenecía al propio feminismo”18. La fuerte presencia institucional del feminismo y los temas de raza sexo y sexualidad en Norteamérica contrasta con la situación europea y lo que allí podía ser un cuestionamiento crítico interesante, aquí se percibió como peligroso. Por otro lado, la crítica al término mujer por parte de Butler dependía de algo mas general: el marco posmoderno y ciertos desarrollos de la filosofía francesa pero Butler no supo presentar la cuestión filosófico-teórica como independiente del compromiso político. Al final, utilizó la crítica posestructuralista a la concepción universal del sujeto para aplicarla a una crítica específica al sujeto mujer feminista.

ciertas presiones subjetivas a determinadas palabras. Cfr Barthes, R. Le bruissement de la langue, Essais critiques IV. Paris. Éditions du Seuil. 1984 p. 300. 14 Butler, (2008) p. 252 15 Ibid. 16 En una polémica en la que Braidotti y Butler son antagonistas, la primera defiende que la teoría de la diferencia sexual no es monolítica ni ahistórica. Defendemos aquí el punto de vista de Braidotti que considera útil la noción como categoría descriptiva y como denuncia del falso universalismo masculino. La polémica está recogida en el capítulo El feminismo con cualquier otro nombre. Braidotti, (2004). 17 Butler (2008), p. 256. 18 Butler (2008), p. 7.

En Europa, este debate norteamericano se recibe de forma que varía en función de las nacionalidades. En España, donde hay poca presencia académica de los estudios de mujeres y donde no suelen desarrollarse grandes polémicas intelectuales –al menos no según el esquema fuertemente intelectualizado de Francia-, se recibe con cierta mirada distante. Braidotti menciona que en Alemania, donde la institucionalización del feminismo ha sido lenta y la ola feminista de los setenta, como opción radical y local, no sobrevivió a la institucionalización “él género llega como una formula conciliatoria tardía”19. Afirma también que el debate que produjo la crisis de género en el análisis feminista, el cual generó un reorganización de posturas entre, por un lado, teóricas de género de tradición anglonorteamericana y teóricas de la diferencia sexual de tradición francesa, se estancó en los años ochenta dando lugar a hipótesis diferentes sobre la práctica política20 y que el clima se restableció parcialmente en torno a la idea de que la teoría feminista adoptaba formas culturales específicas. No vamos a entrar en el detalle de toda esta problemática, tan solo añadir un último dato: la francesa Geneviève Fraisse piensa que el debate norteamericano sexo-género está prisionero en la problemática de la identidad sexual y que, en Europa, el feminismo ha de preocuparse por la cuestión de la relación con el otro, de la alteridad. Resume el tema de este modo: “Se ha decidido simbolizar, mediante el concepto de género, la necesidad de pensar la diferencia de sexos […] El pensamiento feminista norteamericano ha de este modo el concepto de género a falta de disponer del instrumento adecuado para expresar el pensamiento sobre los sexos, el pensamiento del dos en uno” 21. La frase , esa que a Butler le parece “extraña, parece incluso no tener sentido”22, se podría entender como lo que es, una crítica a las nociones esenciales e identitarias, a los sujetos fuertes, y una asunción de la inquietud que provocan las subjetividades en devenir. El sexo reproductor como referente empírico de la mujer, el falo como órgano privilegiado que remite al pene son dos de los mitos que Beauvoir se propuso visibilizar con la noción teórica segundo sexo. ¿Cómo un sexo ha devenido segundo?. Este podría ser el punto de partida para un diálogo entre los feminismos norteamericano y europeo. ¿CÓMO LEER A WITTIG? Habría que pensar si la distancia es solo distancia y la inquietud, inquietud, o ello trae esperanza, vínculos, capacidad de convencer con el discurso. La inquietud tiene una estructura ambigua. Para Monique Wittig, el lenguaje habla a través del triple género gramátical de la tercera persona del singular. Porque hay un sexo atrapado en el poder de los pronombres gramaticales, Monique Wittig apeló a la necesidad de hacer política de otra manera, desde la escritura y el lenguaje. Hasta Monique Wittig, existía en el marco feminista cierto grado de consenso en torno a un punto de vista de las mujeres. La clásica noción de patriarcado, entendida como ideología de la dominación de la clase de los hombres sobre las mujeres, tomaba como punto de partida dos categorías: hombre y mujer. Sin embargo, la afirmación de Wittig de que las lesbianas no son mujeres desplazó el punto de vista hacia nuevas nociones. Tuvo como efecto introducir la categoría lesbiana en el análisis y abrir el debate sobre la categoría mujer como categoría político-económica, como hecho social que corresponde a cuerpos cuya naturaleza no es sino una idea histórica de naturaleza -no un grupo 19

Braidotti (2004), p.80. Recogidas en su obra Patterns of dissonance. Braidotti, (1991). 21 Fraisse (2003), pp. 40-41 22 Butler (2008), p. 224 20

natural-. Recogiendo nociones del feminismo materialista y radical como la de “clase sexual”23, pondrá en cuestión la heterosexualidad por considerarla el régimen político hegemónico. La idea de que la heterosexualidad, lejos de ser una relación natural, era una “institución política” inscrita en un proceso histórico se había planteado ya en los EEUU de los setenta por parte de lesbianas separatistas que consideraban como causa de la subordinación de la mujer el control por parte de los hombres de las capacidades reproductivas de las mujeres y una subsiguiente división del trabajo que las situaba en la clase dominada. Sexo es, para Wittig, “el producto de la sociedad heterosexual que hace de la mitad de la población seres sexuales. Es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir. Las mujeres, casadas o no, deben efectuar un servicio sexual forzoso, un servicio sexual que puede compararse al servicio militar y que puede durar, según el caso, un día, un año, veinticinco años o más ”24. Rechazar el pensamiento heterosexual significa negarse a ser una mujer o un hombre. Ser mujer no es maravilloso. Lo mejor que puede hacer una mujer es desaparecer, autodisolverse. Considerar maravilloso el potencial biológico femenino lleva a la falsa conciencia que subrayó Beauvoir. Tanto el recurso a las características del mito que ensalzan a la mujer como a aquellas que la denigran, tienen como finalidad negarle su carácter humano; son estrategias políticas colaboracionistas, opresivas. El artículo que lleva por título El pensamiento heterosexual 25se refiere al tratamiento de la cuestión del lenguaje en el París de los setenta por parte de lo que ella califica como “las llamadas ciencias humanas”. Considera que a partir del estructuralismo la ciencia del lenguaje ha invadido ciencias como la antropología y la lingüística. En efecto, la semiología impedía tomar el sentido como algo natural más allá del lenguaje y pretendía aplicarse a terrenos de investigación de lo más diverso. Refiriéndose a la semiología de Roland Barthes, Wittig afirma que este autor casi consiguió escapar a la lingüística para convertirse en analista político de los sistemas de signos y de los mitos. Piensa que la semiología política es un método para analizar la ideología pero que Barthes, al no introducir nociones marxistas, desvinculó la semiología de la ideología y por tanto de la opresión. Se quedó en una consideración de la semiología como lingüística y nada más26. Tras esta introducción, el artículo de Wittig hace una crítica al psicoanálisis de Lacan pues el poder de la institución psicoanalítica causa una opresión que puede observarse en las personas psicoanalizadas. ¿Qué busca alguien en el psicoanálisis?. La necesidad de comunicarse. Sin embargo, esto le obliga a entrar en una lógica contractual con el psicoanalista que establece un cruel contrato económico de por vida. El psicoanalizado ha de aprender a expresarse en este lenguaje simbólico. El psicoanalista se presenta como un cruel inquisidor que obliga a decir lo que él quiere que se diga. Los símbolos de la psique son unos pocos elementos: nombre del Padre, Edipo, castración, asesinato o muerte del padre, incesto. El psicoanalista es visto como responsable de la miseria

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Todas las menciones entrecomilladas en este apartado son de la propia Wittig. Wittig (2006) p. 27. 25 Ibid, pp. 45-57. 26 No parece del todo procedente esta crítica de Wittig. Barthes mismo trató de responder a las acusaciones lanzadas contra la semiología como ciencia reaccionaria o indiferente al compromiso ideológico. De las tres “experiencias semiológicas” en que consiste, según Barthes, su “aventura”, la primera de ellas, correspondiente a su primer libro “El Grado Cero de la Escritura”, supone una crítica ideológica de los mitos como procesos en virtud de los cuales la burguesía convierte su cultura histórica de clase en una naturaleza universal. Cfr Barthes, R. (1985): L’aventure sémiologique. Paris, Éditions du Seuil. pp. 9-10 24

porque explota económica e ideológicamente a un ser humano y “lo interpreta reduciéndolo a meras figuras del discurso”27 El artículo continúa con una crítica al discurso de la pornografía que puede resumirse en que lanza el mensaje de que las mujeres están dominadas. Ejerce violencia simbólica y poder sobre los cuerpos y mentes porque, aunque es abstracta al igual que cualquier otro discurso, lo cierto es que produce una realidad para las mujeres. Uno de sus poderes consiste en negarles el derecho a la palabra. Las críticas de las mujeres a la pornografía se suelen descalificar afirmando que son ingenuas y confunden discurso y realidad pero quienes producen y se expresan sobre la pornografía, quienes tienen derecho a la palabra y a la representación, son hombres. Más adelante, el artículo nos comunica que el título El pensamiento heterosexual alude a El pensamiento salvaje de Levi-Strauss y su conglomerado de categorías mujer, hombre, sexo, diferencia. Una primera definición de pensamiento heterosexual aparece con Levi-Strauss: la relación heterosexual es el “núcleo de naturaleza que se resiste al examen”28. En tiempos en los que se considera que todo es cultura y que no hay naturaleza, la relación sexual heterosexual es, de modo chocante, una institución considerada natural. Wittig le llama “relación obligatoria social entre el hombre y la mujer”29. La diferencia de los sexos es producida como dogma filosófico y político, asegura. El pensamiento es incapaz de concebir una cultura en la que la heterosexualidad no organice las relaciones humanas. Rechazar este orden simbólico, la obligación del coito y las instituciones que producen dicha obligación, lleva a la precariedad humana porque, fuera de ellas, es muy difícil conseguir mantener cierta coherencia interna. El artículo El Pensamiento heterosexual fue leído en el año 1978 y dedicado a las lesbianas americanas. En su momento, la afirmación de que una lesbiana no es una mujer tuvo un efecto polémico para la teoría feminista pero también sentó las bases para ciertos desarrollos de la teoría queer. En concreto, dos de las obras de Butler, Problematizar el género y Deshacer el género, implicadas en lo que se conoce como “giro al género”, plantean la disolución de los binarismos de género y del pensamiento heterosexual. A Wittig, sin embargo, la palabra “género” tal como se usa en Inglaterra y Estados Unidos, le parecía imprecisa y mostró sus preferencias por la categoría política de sexo30. La idea de que el género es heterosexualidad todo el tiempo se deduce del objeto de sus críticas que, como acabamos de ver, se dirigieron hacia una noción naturalizada del signo sexo pero no hacia la noción clase sexual o el sexo como categoría política. Es necesario aclarar que Wittig se interesa por la gramática al punto de que ese es el espacio donde sitúa la diferencia entre los sexos masculino y femenino. El lenguaje es, para ella, un lugar de acción, es el último contrato social y es allí donde pueden destruirse las categorías. En el género gramatical se produce una división sexuada, el neutro es englobante y en principio escaparía a cualquier distinción pero en la medida en que el neutro se hace masculino, el femenino queda como la marca del sexo en la lengua. Por esto, la gramática no es un espacio neutral o apolítico abierto a una resignificación total porque allí se juega la universalidad masculina y la particularidad femenina, es un espacio político que niega universalidad a las mujeres y hace que cuando una de ellas tome la palabra lo haga como particular y como subjetividad y no como una persona de género neutro que expone una objetividad. La gramática de los 27

Wittig, (2006) p. 48. Ibid p. 51 29 Idem. 30 Ibid. p. 18. 28

sexos fundamenta un régimen heterosexual regulado por dos únicos sexos, régimen que establece que o eres heterosexual o eres invisible pero también que o eres mujer, es decir, asumes la posición de lo particular y subjetivo o no eres. Por eso, una “lesbiana no es una mujer” sino una esclava fugitiva, alguien que resiste como prófuga. Wittig nos ofrece una explicación de su enfoque “lesbiano materialista” en términos de una heterosexualidad “no como una institución sino como un régimen político que se basa en la sumisión y la apropiación de las mujeres […]. No hay escapatoria (porque no hay territorio […] Lo único que se puede hacer es resistir por sus propios medios como prófuga”31. Wittig no contempla el lesbianismo como un ideal político a alcanzar sino como estrategia de supervivencia en la política del régimen heterosexual. Tampoco le interesa el sexo como deseo sino como poder. Vamos a dejar que Wittig exprese su posición: “Con quería mostrar el como un categoría política. La palabra “género” tal y como se utiliza en Inglaterra y en Estados Unidos me parecía muy imprecisa. En intento establecer un vínculo entre mujeres luchando por las mujeres como clase, contra la idea de como concepto esencialista”32. Así pues, Wittig evita de modo muy claro la categoría género y no se entiende la razón por la cual Butler recurre a ella y cae, al igual que en el caso de Beauvoir, en una atribución anacrónica de esa categoría a autoras que no la han empleado o incluso han declarado expresamente su rechazo hacia la misma. Al igual que Beauvoir, y por oposición a esa lectura de Butler, Wittig organiza sus teorías alrededor de las nociones de sexo y mujer. Y quizás de modo aún más evidente pues si bien en Beauvoir el término mujer ocupa el espacio de una pregunta, ¿qué es una mujer?, la respuesta de Wittig, en consonancia con su planteamiento de un feminismo materialista radical, es mucho más subversiva: las mujeres son el sexo. No se trata, pues, como en Beauvoir, de un teóricamente implícito primer sexo masculino y un segundo sexo femenino. Para Wittig, hay un espacio hegemónico en el que las mujeres viven en permanente estado de censura pues han sido reducidas a una expresión mínima, son sexo y reproducción. Las opciones disponibles son o bien reducir su condición humana a esa expresión o bien abandonar el sexo y, convertidas en fugitivas de su clase sexual, formar una comunidad de no-mujeres. En los planteamientos de Wittig una lesbiana no es una mujer por tanto no se define por su pertenencia a una clase sexual. Esto es lo que no aparece en los análisis de Butler y aquello que desvirtúa su lectura, fundamentada en un desplazamiento del sexo al género. Para Wittig, el lesbianismo aparece como una opción política más radical que la opción gay pues, en su opinión, esta última “no cuestiona el dominio masculino”. Los análisis desde un planteamiento gay que proponen cambios sociales necesarios e interesantes pero se desentienden de categorías como mujer y feminismo muestran un déficit de desafío y radicalidad. Butler sostiene33 que Wittig cae en una “ficción fundacional” y en el pensamiento recto: “Si bien Wittig critica el porque universaliza su punto de vista, al parecer ella no solo universaliza el pensamiento recto, sino que no tiene en cuenta las consecuencias totalitarias de una teoría de actos de habla soberanos como la suya”. Con esta afirmación, Butler pretende cuestionar algo que encuentra en el artículo de Wittig titulado “La marca del género”34: un planteamiento o hipótesis ontológica “de la unidad de los seres hablantes en un Ser que es anterior al ser sexuado”. Sorprendente afirmación que no detecta que el artículo de Wittig hace justo lo contrario: una crítica a 31

Ibid p. 15 Ibid. pp. 17-18 33 Ver Butler (2008), pp 235-236 34 En Wittig (2006), pp. 103-116. 32

aquellos planteamientos lingüísticos y filosóficos que no cuestionan el hecho de que la gramática, por medio de los pronombres, se encarna en las personas y, de este modo, crea una clase de dominantes y una de dominadas. Wittig no cree en la neutralidad de la gramática sino que la hace responsable de ocultar planteamientos ontológicos. No cree, como sostiene la interpretación de Butler, en “una unidad anterior y primaria de todas las personas en un ser prelingüístico”35. Ha vivido en Paris esa preocupación por el poder del lenguaje que resulta de una ontologización de los conceptos denunciada por Nietzsche en su crítica a los planteamientos ontológicos de la metafísica. Se trata de un enfoque del lenguaje que cuestiona los planteamientos ontológico-dualistas basados en una metafísica de la presencia inteligible pero deja en pie la ontología lingüística. El de Wittig no es un planteamiento ontológico-dualista como tampoco lo fue el del existencialismo fenomenológico de Beauvoir, recogido en la idea de que la existencia lingüística precede a cualquier esencia metafísica. Que no hay mas ser que el de la gramática quiere decir que no hay un ser esencial física o biológicamente real. El ser existe en el lenguaje36. Un planteamiento ontológico no lingüístico admitiría realidades sensibles o inteligibles extralingüísticas, no tener esto en cuenta es lo que le crea confusiones a Butler. Para Witig, el pensamiento de la dominación, cuya ilustración es la diferencia establecida por medio de los pronombres gramaticales masculino y femenino, nos enseña una diferencia con nefastas consecuencias para la vida de las mujeres. Marcadas por el género gramatical femenino o sexo ficticio, se crea para ellas una realidad que es pensada como natural y no como opresión lingüística. En palabras de Wittig: “¿Cuál es ese ser dividido que introduce el lenguaje por medio del género? Es un ser imposible, un Ser que no existe, una broma ontológica, una maniobra conceptual para desposeer a las mujeres de aquello que les corresponde por derecho: concebirse a si mismas como sujeto total por medio del uso del lenguaje. El resultado de la imposición del género, que actúa como una negación en cuanto una mujer habla, es quitar a las mujeres de la autoridad de hablar, y forzarlas a hacer su aparición al modo de cangrejos, particularizándose a si mismas y disculpándose continuamente. El resultado es privarles de cualquier aspiración a un discurso abstracto, filosófico o político, que son los que dan forma al cuerpo social”37. Así pues, no procede el “campo ontológico de unidad”38 o “unidad anterior y primaria de todas las personas en un ser prelingüístico” y si, como se desprende del texto de Butler, se basa únicamente en esto como presupuesto para afirmar en Wittig “la teoría de actos soberana”, habría que decir que tampoco hay tal teoría en Wittig. Ni siquiera ese lenguaje que generaría “una ontología artificial, de segundo orden”. Así pues, no encontraríamos las dos ontologías mencionadas por Butler: la prelingüíistica unitaria y la sexuada, artificial, de segundo orden. Ni siquiera encontramos planteamiento ontológico-dualista de ningún tipo. Gramática de la lengua, solo gramática de la lengua. Encontramos que “lo universal se lo han apropiado desde siempre los hombres […] Es un acto, un acto criminal, perpetrado por una clase contra otra. Es un acto cometido en el nivel de los conceptos, en la filosofía, en la política. El género es muy dañino para las mujeres cuando se utiliza el lenguaje”39.

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Butler (2008), p. 236 El sexo “fuerza a cada hablante, si pertenece al sexo oprimido, a proclamarlo en su discurso, es decir, a aparecer en el lenguaje con la propia forma física (ella) y no con una forma abstracta, forma que cualquier hablante varón tiene el derecho incuestionable de utilizar”. Wittig (2006), p. 106 37 Ibid p. 108 38 Citas entrecomilladas extraidas de Butler (2008), pp. 236-237. 39 Wittig (2006), p. 107. Aquí Wittig se refiere, como es obvio, a la lengua, al género gramatical. 36

Butler nos transmite su desengaño respecto al feminismo norteamericano de mujeres blancas y heteronormativas. Pero las redes feministas pueden tener otras localizaciones. ¿QUÉ ES UNA TRAMA FEMINISTA? La lengua y la gramática son un producto colectivo y hablar es citar los enunciados de un lenguaje que nos precede. Una revuelta individual por si misma no significaría ni redefiniría nada. La fuerza del poder normativo radica precisamente en una comunidad, en una doxa com-partida, su fuerza es su número. Para que se transforme en fuerza colectiva, necesita crecer, aumentar, adquirir ese impulso de propagación y expansión que cualquier lengua común, en tanto norma, posee. Un sentimiento compartido, un sentido de la pertenencia y una capacidad para mirar desde cierta perspectiva en la que lo local se articula con lo global y geopolítico quizás no tiene mucho que ver con lo universal. Aluden a un aquí y ahora, incompatibles con cualquier generalización. Además de la referencia a un tiempo y espacio concretos, su particularidad se muestra además en el privilegio de la posición de la alteridad frente a las unidades hegemónicas que invisibilizan la complejidad y la multiplicidad. Alteridad, relación y red de comunicación son términos que forman un bloque, funcionan juntos. Son diferencias como diferancia, bifurcación, desvío. Una red es, de este modo, no un conjunto de diferencias y cortes sino de encrucijadas y desvíos dentro de una misma trama. ¿Qué es una identidad? No es un núcleo esencial localizado en algún lugar del cuerpo. Tampoco es un significante o lugar vacío, un imposible grado cero desprovisto de sentido. Una identidad es un lugar que funciona simultáneamente como punto de encuentro y separación. Una red identitaria utiliza el lenguaje y la escritura. Su compromiso político consiste en hacer política de otra manera. Identidad y red son territorios existenciales de desviación respecto a la gramática en vigor, constituidos en experiencia –colectiva- vivida. Lo personal como político feminista significa una articulación de lo individual en una acción colectiva40. Si bien es cierto que en algún momento del tiempo habrá que acabar con el feminismo y la categoría mujer, lo que no parece –a juzgar por el estado de cosas actual- es que el futuro esté ya aquí. Aún no resulta obvia la situación “no hay feminismo” sino luchas feministas que plantean la pregunta de si esto que hay es mero secuestro de una parte de la población o Estados de derecho como sistemas de garantías.

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También hay puntos de articulación cuando una mujer velada interrumpe una reunión de mujeres francesas de origen árabo-musulmán y durante diez minutos se apropia del espacio de intervención para decirles que no hablen del velo en su nombre. No deberíamos considerar esta acción como independiente del movimiento de una red global en juegos geopolíticos. No en mi nombre es una expresión más de la resistencia por parte del feminismo islámico a cualquier tipo de lógicas representativas, es equivalente a Lo personal es político y no es algo ajeno a la puesta en evidencia de una utilización en cierta medida instrumental de las mujeres como objetos especiales en un mundo de objetos, signos de intercambio o el signo del intercambio sin más.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Beauvoir, S. (1976): Le Deuxième Sexe, Paris, Gallimard. Braidotti, R. (2004): Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, Barcelona. Gedisa. Braidotti, R. (1991): Patterns of dissonance, Cambridge, Polity Press. Butler, J. (1990): “Variaciones sobre sexo y género” en Benhabib, S. y Cornella, D. (eds) Teoría feminista, Teoría Crítica, Valencia, Edicions Alfons El Magnanim, pp 193211. Butler, J. (2008): El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Barcelona, Paidós. Butler, J. (2008): Deshacer el género. Barcelona, Paidós. Butler, J. (2001): “Fundamentos Contingentes: el feminismo y la cuestión del “posmodernismo””, La Ventana, nº 13, pp. 7-41. URL:http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite/pperiod/laventan/Ventana13/ventana 13-1.pdf Dorlin, S. (2008): Sexe, genre et sexualités, Paris, Presses Universitaires de France. Derrida, J. (1968): “La Différance” en M. Foucault, R. Barthes, J. Derrida Théorie d’ensemble, Paris, Éditions du Seuil, pp. 41-66. Preciado, B. (2008): Testo Yonqui Madrid Espasa-Calpe. Sterling, F. (2006): Cuerpos sexuados, Barcelona, Melusina. Fraisse, G. (2003): “El concepto filosófico de género” en S. Tubert (ed.) Del sexo al género. Los equívocos de un concepto, Madrid, Cátedra pp. 39-46 Wittig, M. (2006): El pensamiento heterosexual, Barcelona, Egales.

NOTA: El par feminismo igualitarista-feminismo diferencialista parece que hoy ha agotado ya su capacidad analítica. Ese tipo de feminismos ya no solo no son operativos sino que en determinados contextos pueden funcionar como conceptos-obstáculo. También el feminismo institucional y de estado es poco operativo cuando no es visto como un simple obstáculo para las nuevas demandas feministas. Por esta razón, proponemos aquí la utilidad operativa de una visión feminista estructurada en tres/cuatro bloques de movimientos: 1. Movimiento de género cuya referencia es el par género-igualdad. 2. Movimiento de la diferencia de/entre los sexos cuya referencia está constituida por la tríada sexo-diferencia-mujer. Sugiero “de/entre” para acentuar el hecho de una biopolíticaeconómica o economía biopolítica de control y gestión de

poblaciones que traza una distribución/diferenciación de roles socio-sexuales en función de un sexo social asignado al nacer. 3. Movimiento poscolonial y queer. Puede ser muy reduccionista presentar este movimiento como un bloque único pues el movimiento poscolonial está articulado en torno a configuraciones identitarias, del tipo raza-etnianacionalidad-religión y el movimiento queer en torno a la sexualidad. Hay incluso una dificultad en nombrar lo poscolonial como únicamente poscolonial. A su lado encontramos un neocolonial en el que la cuestión geopolítica y religiosa están vinculadas. De este modo, en el mundo posterior a los procesos de descolonización y la desaparición de los estados coloniales41 podríamos distinguir, entre, por un lado, lo poscolonial, término de factura norteamericana que sirve para pensar al relación de los países angloamericanos con sus excolonias, cuestión de la mujer y la hetero/homosexualidad incluída, y, por otro, lo neocolonial, de factura europea, cuya capacidad descriptiva serviría para pensar lo árabe y musulmán y sus relaciones con Europa, cuestión de la mujer y la hetero/homosexualidad incluída. El eje arabe-europeo está atravesado por la cuestión religiosa cuyo imaginario se remite a la conflictiva relación entre las tres religiones monoteístas. La cuestión religiosa es una cuestión de geopolítica y como tal atravesada por multiplicidades y complejidades que exigen una atención muy pormenorizada, de lo contrario puede quedar reducida a una fórmula trivial que no explica nada, esa que a veces se nombra en el par cuestión laica-cuestión religiosa o, aún en otra acepción, cuestión cristiana-cuestión musulmana. En el eje de lo neocolonial aparece, por una parte, el lado de la potencia crítica hacia las nuevas formas de colonialismo económico y los vínculos que establece con lo religioso y, por otro, la cuestión de la tolerancia político-religiosa que alguna vez se barajó en fórmulas como conflicto de civilizaciones/alianza de civilizaciones. En estas dos últimas formulaciones, la cuestión de la mujer se utilizo como moneda de intercambio pero ni el feminismo europeo ni el feminismo árabo-islamico en sus variantes laica o religiosa, se consideró un interlocutor adecuado. La consigna implícita en el intercambio de la alianza masculina, consigna que el feminismo ha puesto en evidencia desde siempre, funcionó una vez más al secuestrar la libertad de expresión de las mujeres, al relegar a las mujeres al espacio del silencio y no considerarlas con capacidad de interlocución.

Con los tres/cuatro bloques de movimientos que hemos mencionado, nos referimos a movimientos teóricos en la medida en que se organizan en categorías de análisis pero también pueden verse como palabras-valor. ++ Si la píldora anticonceptiva disoció sexualidad de reproducción, el útero artificial podría disociar maternidad de biología lo cual supondría una gran transformación del imaginario biologicista que asociaba mujer con naturaleza. La representación del cuerpo femenino en términos de naturaleza reproductiva frente a la masculinidad de la cultura 41

Me refiero a la desaparición de las grandes potencias coloniales, desaparición que supone que los estados no se conciben a sí mismos como colonizadores. Me refiero a que, tras la desaparición de los procesos políticos de colonización diseñados desde los estados lo que tenemos son territorios nacionales. Antes estos territorios no eran estados independientes sino colonias y ahora la geopolítica se presenta en términos de territorios estados colonizadores y territorios estados colonizados. Todo esto es muy obvio pero es necesario recordarlo.

tecnológica atravesarían las viejas fronteras que separaban un cuerpo de otro. El control del cuerpo y la maternidad pasaría de este modo a las tecnologías científicas cediendo el espacio a la libertad individual de las mujeres y a los cuerpos poshumanos. Este es el ya histórico planteamiento del feminismo radical libertario que asocia libertad y tecnología. No corresponde, sin embargo, a su antagonista, un feminismo crítico con la tecnociencia vista como mercantil y de carácter patriarcal MARCELA LACUB (en doc Feminismos) On est peut être en train de dépasser le stade de la biopolitique pour arriver à une psychopolitique. L'objet d'emprise ce n'est plus le corps, mais l'esprit ; l'Etat chercherait à contrôler le psychisme tout entier. Le cas le plus paradigmatique, c'est celui de la notion de " victime " qui est devenue une machine à punir systématique, dans une démagogie assez effrayante. Aujourd'hui, en reconnaissant de plus en plus dans les tribunaux cet état de " victime ", on laisse croire à ces gens que leur guérison psychique va de pair avec la gravité de la peine infligée à son bourreau. A la limite, il préférable que votre mari ou que votre enfant soit assassiné qu'il trouve la mort accidentellement. Dans le cas d'une mort non attribuable à aucun coupable, personne ne peut être puni, personne ne fait de vous une " victime " qui trouvera sa réparation dans un châtiment infligé à autrui. Comme si on cherchait à faire croire que par la punition l'événement malheureux n'avait jamais eu lieu. Si vous êtes malheureux, c'est que le coupable n'a pas été puni, quand il le sera, votre traumatisme disparaîtra... Le psychisme est apparu d'abord avec la définition moderne des crimes sexuels. Avant, on avait affaire dans ces crimes à une atteinte à l'ordre familial, aujourd'hui on parle de dommage psychique. Un autre exemple est le " harcèlement moral ", délit qui a plus à voir avec la sorcellerie qu'avec un droit démocratique et rationnel. Ce délit suppose que la " perversité " dans l'entreprise pouvait causer des dommages sur la santé par le biais du psychisme de la victime et ce dans un rapport de causalité parfaite. On vous traite mal dans votre travail, et vous tombez malade, et vous avez envie de vous suicider ! Ça paraît tout de même assez extraordinaire la croyance dans cette suggestion psychique alors que le psychisme est quelque chose de tellement complexe et surtout de tellement individuel ! Cette psychopolitique qui considère que le psychisme peut être un espace de gouvernement m'apparaît comme bien plus grave que toutes les biopolitiques. La notion de " victime " possède un pouvoir de perturbation énorme des règles classiques de l'Etat de droit : du moment qu'il a des victimes, alors il faut punir quelqu'un même si les accusés sont innocents. Il faut se montrer le plus vigilant avec la psychopolitique, car ce dispositif n'est pas encore totalement organisé, il commence à se mettre en place.

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