Cuentos chinos sobre la inflación mundial

May 23, 2017 | Autor: Juan Jose Primosich | Categoría: Political Economy
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Descripción

Cuentos chinos sobre la inflación mundial
El análisis de Juan José Primosich.
Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

La incertidumbre en las Bolsas mundiales, la fluctuación en el precio de
los commodities, las turbulencias desatadas en las principales plazas
financieras mundiales -europeas, asiáticas o latinoamericanas-, le están
pasando factura al sistema financiero global. Cada semana, al abrir un
diario, nos encontramos con incesantes pronósticos de recesión económica,
rescate de bancos al borde de la desaparición, destrucción de miles de
puestos de trabajo, exitosos planes de recuperación que duran solo una
semana, profecías incumplidas de los dioses de la avaricia cuya
especulación nos deja siempre un poco más pobres; y la culpa de todo la
tiene China. Un buen artículo en The Economist nos revela algunas claves
para comprender qué pasa.
"Muchas personas en Europa y en Estados Unidos piensan que el alza reciente
de la inflación, como muchas otras cosas en estos días, es Made in China".
Por muchos años, los baratos productos importados de China contribuyeron a
mantener a raya los precios –y la inflación- en las naciones desarrolladas,
pero recientemente los salarios y los precios en China comenzaron a moverse
en forma ascendente, impactando en los países destinatarios de su
producción. Así, China ya no contribuiría a mantener los precios bajo
control sino que comenzaría a generar inflación mundial, producto de su
demanda creciente de alimentos, energía y minerales que empujaría al alza
el precio de los mismos, ante la poca elasticidad al alza de la producción
de éstos. Si bien es cierto que la demanda china de la última década
explica parte del aumento de estos precios, en el último año -cuando la
inflación se empinó en el mundo- las compras de petróleo se redujeron 4%,
un porcentaje claramente por debajo de la tasa de crecimiento que mostrara
entre 2001-2004, de 12%, cuando los analistas económicos de los países
desarrollados estaban más preocupados por la deflación, que por la
inflación que dicha demanda podía causar. A fuerza de repetirse, el
argumento se convertirá en verdad. Sin embargo, otros datos lo desmienten.
En primer lugar, la producción de alimentos china, contra todos los
pronósticos, creció más rápidamente que el consumo, liberando, si bien solo
parcialmente, esos excedentes para la exportación. Además, el costo de la
mano de obra sigue siendo unas diez veces más bajo que el de la economía
estadounidense, una relación similar a la de doce años atrás; si bien el
precio nominal de los productos chinos subió, se debió más a la devaluación
del dólar frente al yuan que a una suba de costos. Aún así, siguen siendo
competitivos a nivel internacional.
Es probable que las respuestas debamos buscarlas por otro lado. El
tembladeral en que se ha convertido el sistema financiero mundial, producto
de la profundidad de la crisis económica de los Estados Unidos, surge de la
lenta descomposición de la hegemonía de las actividades financieras por
sobre las productivas, donde prevalece la tasa de ganancia de las primeras
por sobre la última.
Para que se entienda claro, el vicepresidente de la Reserva Federal de
Estados Unidos declaró hace unos pocos días que "las laxas políticas
monetarias mundiales han causado que economías emergentes -como la china-,
crezcan demasiado rápido, sumando una demanda adicional de recursos" que
supera la capacidad de abastecimiento usual de estas materias. Y añade, "en
esos países donde la demanda de materias primas se asocia con un rápido
crecimiento de la demanda agregada, las acciones para contener la inflación
-frenando esa misma demanda agregada- contribuirán a la estabilidad de
precios global". En otras palabras, si los chinos consumieran menos,
preservarían al mundo de la inestabilidad financiera mundial. Por un lado
se critica a China por su exceso de inversión interna, creadora de
capacidad de producción local que mejora la competitividad de sus
productos a nivel internacional y presiona los precios a la baja y, por
otro lado, se le exige que incremente su demanda agregada con el fin de
reducir su capacidad de ahorro interno, desalentando así el incremento de
su capacidad industrial instalada y generando, de esta manera, ingentes
saldos de divisas disponibles para la reinversión en los países
desarrollados.
En su reciente reporte anual, la Conferencia de la Naciones Unidas para el
Crecimiento y el Desarrollo explica la aparente paradoja por la cual, en
los últimos diez años, el capital haya estado fluyendo de los países
emergentes a los países desarrollados, siendo que la teoría económica
clásica propone el sentido contrario. En teoría, los países ricos exportan
capital a los países pobres para fomentar su crecimiento. Sin embargo, en
la década pasada, países como China han estado exportando el capital
excedente a los Estados Unidos y a la Unión Europea de modo que pudieran
solventar sus economías más allá de sus propios medios.
Este modelo le permitió a China y a otras economías emergentes un mayor
crecimiento y una mayor tasa de inversión que el de los países que recibían
su capital. Empero, este modelo convirtió a los otrora enemigos comerciales
en socios, ya que China sustenta su economía en las exportaciones a Estados
Unidos, atándola así a los vaivenes y a los costos de la crisis de la
economía norteamericana. Al momento de recortar las fabulosas ganancias
financieras y de reconvertir la estructura de su sistema financiero,
Estados Unidos aplicará su "generosa" expansión socializando sus pérdidas
al exterior y limitando los daños al interior de su economía. Es vital
aprender las lecciones que nos deja la globalización, pero aún más
importante es saber cuáles son las correctas.
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