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Miércoles, 18 de enero de 2012 BUSCAR EN RINCONETE
CULTURA Y TRADICIONES
Cuando las aguas presagian desgracias: lagunas y lagos proféticos de aquí y de allá (1) Por José Luis Garrosa Gude
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se ha esforzado en descubrir y en revelar las presuntas conexiones que parecían relacionar los acontecimientos más importantes que afectaban a su existencia y ciertos fenómenos que contradecían las leyes naturales o que se mostraban como auténticas rarezas y que, por ello, merecían la consideración de hechos prodigiosos y de augurio de desgracias. En el imaginario popular, las guerras y, en general, todos los sucesos luctuosos que jalonan el devenir histórico de los pueblos han sido precedidos, muy a menudo, por inquietantes avisos en forma de eclipses, cometas, estrellas fugaces, auroras boreales y otras muchas manifestaciones de una naturaleza anómala que anuncian la proximidad de la tragedia a todos aquellos que quieran y sepan interpretar dichas señales nefastas. El acontecimiento más trágico de la historia contemporánea de España es, claro está, la Guerra Civil, que dividió y ensangrentó nuestro país durante casi tres cruentos años. Uno de los novelistas que más veces situó sus obras en la contienda fratricida fue Rafael García Serrano, quien abordó el terrible enfrentamiento desde muy temprano, siempre bajo la perspectiva del bando vencedor, y con un tono vehemente y exaltado. En 1951 publicó Plaza del Castillo, una obra ambientada en su Pamplona natal y con una acción que transcurre en los días previos al estallido de la guerra, del 6 al 19 de julio de 1936. Dentro de la variopinta galería de personajes que pueblan sus páginas, encontramos a Rosita y Luciano, una pareja de novios que reúne a sus familias un martes 14 de julio para comunicarles que se casan, discutir las múltiples circunstancias que suelen rodear a las bodas y, sobre todo, decidir entre todos cuál será la mejor fecha para el enlace: En el corro familiar había cundido la discrepancia. Santiago era la fecha favorita de los unos y la Virgen de Agosto la de los otros. Por Santa Ana no votaba nadie. Una nube de mal agüero pobló la habitación cuando una vieja tía dio su consejo: —Estamos ya metidos en pleno verano. ¿No sería mejor esperar al Pilar? Después de todo las cosas no están muy tranquilas… —Es cierto —dijo Marino—; aquí todo resulta intolerablemente aburrido. Bostezamos entre amenazas. —Pero puede pasar. Yo solo os digo una cosa y bien gorda. ¿Sabéis que se ha llenado la balsa de Ayegui? —¿Y qué? ¿Qué tiene que ver la lluvia con el matrimonio de mis hijos? —¿Tú no sabes la historia de la balsa de Ayegui? —Ni me importa. Puedes ahorrártela. Entonces, por la Virgen… Pero la vieja tía no estaba dispuesta a quedarse con la balsa en el buche. Primero la localizó geográficamente. En tierra de Estella, cerca de la corte carlista, entre la ciudad e Irache. Se trataba de una balsa trágica, porque en realidad nunca tenía agua y era como un gran ojo vacío, como la cuenca hostil y reseca de un tuerto. Pero de vez en cuando, sin saber por qué, la balsa se llenaba y corrían sobre sus aguas quietas las nubes y el azul del cielo. Era como si el ojo tremendo de la tierra recobrase la vista para mirar el terror del mundo.
Más adelante, tras discutir con sus familiares, la anciana puede continuar con sus advertencias y ofrece más datos sobre aquella balsa profética: —Pues esa balsa solo se llena, milagrosamente, cuando está cercana la catástrofe. —Ya no falta más que eso, que digas que la boda es una catástrofe —ironizó el padre de Rosita dando codillo compinche a don León. La vieja tía continuó implacable. —Se llenó cuando la francesada, cuando las dos guerras carlistas, se llenó cuando la guerra europea y hace unos días que ha vuelto a llenarse. Y miró en torno con ademán victorioso.
La tía aclara a Rosita su intención y le recuerda a la joven las circunstancias excepcionales y dramáticas que se están viviendo y que, junto con el prodigio del agua en Ayegui, predicen la proximidad de la catástrofe: —Si tú crees que yo trataba de retrasar tu boda por un capricho, que venga Dios y lo vea —aclaró entre pucheros, hipos y babas la profetisa de la balsa—.
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5/7/2016 CVC. Rinconete. Cultura y tradiciones. Cuando las aguas presagian desgracias: lagunas y lagos proféticos de aquí y de allá (1), por José Luis Garros… nadie tiene derecho a dudar. Caramelos envenenados, quemas de conventos, motines, ayer lo del pobre Calvo Sotelo, que en paz descanse. ¿Qué será mañana?
En el próximo rinconete, daremos a conocer más paralelos del extraño portento descrito por el novelista navarro, comprobaremos así que los motivos folclóricos se multiplican y se transforman, pero que resurgen, cuando menos se espera (como las aguas de la balsa de Ayegui) y en los lugares más remotos e insospechados. Ver todos los artículos de «Cuando las aguas presagian desgracias»
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