Cuando decimos \" yo \" , ¿no estamos diciendo \" nosotros \"

July 8, 2017 | Autor: Luciana Serovich | Categoría: Sociology, Individuation, Norbert Elias, Society, C. Wright Mills
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Descripción



Cuando decimos "yo", ¿no estamos diciendo "nosotros"?
Este artículo se produce en pos de instalar en nuestras mentes una cualidad que permita observar a los hechos sociales con un mayor grado de distanciamiento, con el más alto nivel posible de objetividad, para poder instalar en los receptores una perspectiva nueva, para aprender a utilizar unas gafas que ven la cotidianeidad ya no radicando en el 'sentido común', sino apelando ahora al distanciamiento.
Estamos invitados a jugar a ser científicos por un rato. A ponernos en la piel del sociólogo y captar la vida de todos los días desde una perspectiva más bien objetiva. ¡Ah! Y un poco de distancia respecto de su entorno no le vendría nada mal a al lector o a la lectora.
¿De qué hablamos cuando apelamos al "distanciamiento"
y procuramos un despojo de "sentido común"?
¿No existen en una parte de nuestra mente, aquella con la que obramos, prejuicios adquiridos a través de la experiencia, mientras que la otra parte permanece completamente abierta para observar todo de un modo más distanciado? Según los científicos sociales esto es así y para avanzar en la lectura, intentaremos colocar el peso, por un rato, en la segunda parte de la mente ya que lo que diferencia el criterio científico de otros pre-científicos -es decir, menos distanciados- es "la forma y las proporciones en que se equilibran las tendencias hacia el distanciamiento y hacia el compromiso" .
Cuando los científicos intentan resolver un problema mediante sus teorías, ejercen un grado relativamente elevado de autonomía con respecto a cuestiones cotidianas, personales o sociales. Así, el trabajo de la sociología consiste en "ir más allá de las apariencias".
Zigmunt Bauman, un reconocido sociólogo polaco, compara nuestra labor con la del poeta, ya que para éste último, escribir significa derribar el muro tras el cual se oculta algo que siempre estuvo allí. Para poder apreciar la realidad es preciso traspasar los muros de los obvio y de lo autoevidente, y comenzar a devolver visibilidad al eslabón perdido entre la tribulación objetiva y las experiencias subjetivas, de cada uno de nosotros en nuestra vida corriente.
Pero si nos planteamos hacer sociología en este artículo, no es porque pretendamos convertirnos en eruditos sin el más mínimo contacto con la vida real. Lo que perseguimos es revelar la posibilidad de una vida social diferente, con menos miseria y culpabilidad. Para poder realizarlo, es menester comenzar a desnaturalizar las concepciones de la vida que se nos presentan como inmutables y, valga la redundancia, como naturales.
Como suele expresar Bourdieu, la nuestra es una ciencia social preocupada por conocer y comprender las causas del malestar contemporáneo que sólo se expresan a través de signos sociales difíciles de interpretar por ser, en apariencia, demasiado evidentes. Estos fenómenos expresos que se presentan a nuestros ojos como obvios, tienen que ser develados. Es preciso quitar el velo del sentido común a la vida social y revelar una serie de cuestiones que suelen estar ocultas y, a veces, reprimidas.
Deténgase. Para pasar: distancia, por favor.
Ahora que hemos abandonado en gran medida a la mochila de las prenociones, y hemos avanzado en la lectura persiguiendo un grado mayor de distanciamiento y neutralidad con respecto a nuestras vidas cotidianas, adentrémonos en una serie de teorías sociológicas que nos permitirán comprender que nada es eternamente de cierto modo y que, como manifiesta Vicent Marques, las cosas no son necesariamente, naturalmente, como son aquí y ahora. Saberlo es útil ya que a menudo se dice "es bueno y natural esto y aquello", y desde hoy podremos decir educadamente "luego veamos si es bueno o no, porque natural no es".
Para articular este mundo abstracto del que venimos hablando, con cuestiones más bien vinculadas a todos los días, se nos propone un ejemplo. Norbert Elias nos explica que en nuestras sociedades contemporáneas las personas creemos elegir libremente un ideal por ser el que más nos agrada de toda una serie de ideales. Normalmente, en tanto seres humanos criados en ciertas sociedades, aceptamos como algo evidente y "natural" esta forma de anhelo y las conductas que esto conlleva. Sin embargo, si tomamos un poco de distanciamiento respecto de esto, y observamos que ese ideal contiene una serie de concepciones acerca de la familia, de la escuela, y de la vida misma, que se condicen con el ideal de la gran mayoría de las personas que se hallan en una situación cultural y socioeconómica relativamente similar a la nuestra, comenzamos a entender que ese ideal de la "persona individual", probablemente está ligado a una exigencia propia de la gran mayoría de las personas insertas en sociedades industrializadas del mundo occidental.
El todo, al fin al cabo, realmente hace a las partes…
Entonces, ¿qué se pretende explicitar con el ejemplo? Los hombres no logran leer sus inquietudes y sus anhelos en relación con ciertos cambios históricos y procesos institucionales que están ocurriendo en el mismo momento en el que ellos están creyendo "elegir". Y es esto lo que el presente artículo está persiguiendo: poder comenzar a captar la intricada conexión entre sus propias vidas individuales y el curso de la historia del mundo. Como explica Wright Mills, los receptores no poseemos aún "la cualidad mental esencial para percibir la interrelación del hombre y la sociedad, de la biografía y de la historia, del yo y del mundo" .
Es esto lo que realiza la 'imaginación sociológica´. Lo que permite a su poseedor es comprender el escenario histórico "más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de la diversidad de individuos". Esta cualidad mental garantiza comenzar a tener en cuenta que los individuos, en el tumulto de su experiencia cotidiana, son con frecuencia falsamente conscientes de sus posiciones sociales.
Nos hallamos insertos en cierto tipo societal que condiciona nuestros modos de hacer, de pensar y de sentir. Nuestros anhelos, nuestras expectativas, y nuestras "propias elecciones" se encuentran atravesados por un tipo de sociedad determinado, el cual no es natural, sino procesual y que, por esto, determina una serie de modalidades sociales diversas que no son eternamente de cierto modo.
Si existen nuevas identidades de género, si existen nuevas formas familiares, si la niñez ha cambiado sus ideas con respecto a la escuela, y si la adolescencia ha cambiado y ha transformado sus perspectivas en relación al futuro, es porque las sociedades en que se inscriben todos estos fenómenos sociales también se han transformado paralela y correlativamente. Las modificaciones de los patrones de conducta se encuentran indisolublemente ligadas a los cambios estructurales masivos de las sociedades respectivas.
Llegó la hora de comenzar a entender al hombre en tanto proceso, comprendamos que existe una interdependencia entre el individuo y la sociedad que nunca desaparece, que se halla presente en cada elección tomada, en cada idea existente en nuestra mente.
Otro ejemplo que explicita esto lo representa el papel que juegan las elecciones en este corpus teórico que hace hincapié en la interrelación entre el individuo y la sociedad. A raíz de la estrecha interdependencia entre las estructuras sociales y el cúmulo de individuos, las votaciones o elecciones, por ejemplo, sólo pueden modificar o perfeccionar esta estructura funcional "dentro de unos límites determinados y más o menos estrechos" . El tejido de funciones interdependientes que une a las personas entre sí posee un peso propio y unas leyes propias que dejan un margen de actuación muy delimitado a las elecciones políticas.
Existe una metáfora propuesta por Elias que intentará concluir la serie de ideas que se han expuesto. Solemos decir que "el viento sopla". Pero lo manifestamos como si el viento fuese realmente algo en reposo y en un momento determinado comenzara a soplar. Es decir, hablamos como si al viento no le fuese inherente la acción de soplar, como si pudiera existir un viento que no soplara. Esa separación, representativamente, es una tendencia propia del sentido común, que distingue al individuo y a la sociedad y no se percata de que los seres humanos, no a veces, sino siempre se hallan imbricados en relaciones sociales. Los seres humanos nos formamos y cambiamos unos a los otros al relacionarnos entre sí. Cuando caminamos por las calles aparentemente ajenos e independientes de los demás, estamos ligados a ellos por "un cúmulo de cadenas invisibles; el ser humano vive dentro de un tejido de relaciones móviles que se han depositado sobre él dando forma a su carácter personal". Estamos atados de hecho al resto por cuanto vivimos en constante interdependencia con otras personas.
"Un todo posee regularidades de índole propia que nunca podrán ser comprendidas partiendo únicamente de la observación de sus partes individuales". Por ejemplo, los individuos pertenecientes a sectores marginados junto a sus respectivas acciones (en tanto robos, actos violentos, o actitudes que suelen ser difíciles de comprender y que actualmente generan gran enfurecimiento) también se ubican en unas estructuras sociales determinadas que los generan y permiten. El robo, la ambición, la usura, y otros excesos, tienen como trasfondo una sociedad posmoderna consumista, inserta en un sistema económico capitalista que produce divergentes esferas de poder y que esgrime como bandera a la propiedad privada y a la posesión insaciable de objetos tangibles. ¿Cómo no comprender las acciones de estos individuos marginados si se toma un poco de distancia y se observa el conjunto de interrelaciones sociales por las que estos se encuentran profundamente atravesados?
Finalmente, ¿hemos captado la estrecha vinculación entre el individuo y la sociedad?
Preguntémonos desde ahora qué grado de interdependencia existirá entre nosotros y la persona que creemos que se opone a todo lo que nosotros "hemos elegido". Tal vez nos condicionamos mutuamente en mayor medida de lo que creemos. Tal vez existen modalidades sociales que nos vienen dadas, que son introducidas procesualmente en nuestras psiquis, y que luego determinan nuestros actos y pensamientos de todos los días, sin que exista un grado de elección importante desde nuestra parte.
Observar desde ahora cada cuestión cotidiana con estas nuevas gafas, percatarse de la estructura social que atraviesa nuestro ser y nos coarta y supedita por completo, poder comenzar a descubrir los vínculos existentes entre el individuo y la sociedad. Ser capaz de esto es poseer, desde ese momento, una cualidad mental que ha logrado percibir la imbricada relación entre la biografía y la historia, la relación del yo y el mundo: gozar de "imaginación sociológica".

*Por Luciana Serovich, estudiante de Sociología en FHUC – UNL.




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