Cruces entre la teoría de la teoría de la represión, la alienación y la sexualidad como dispositivo de poder.

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Descripción

Cruces entre la teoría de la teoría de la represión, la alienación y la
sexualidad como dispositivo de poder.

Sobre el carácter inherentemente represivo de la civilización.

El siguiente ensayo busca hacer un recorrido por las teorías de Sigmund
Freud, Herbert Marcuse y Michel Foucault, con respecto a la cuestión de la
sexualidad ; tomando en cuenta como Marcuse realiza su crítica
« superadora » del fatalismo freudiano con respecto al carácter
inherentemente represivo de la civilización y, a su vez, como Foucault
crítica lo que el considera el monopolio de la sexualidad como causa de
todo , apuntando especialmente a la propuesta marcusiana de una sexualidad
no reprimida como posible medio de liberación del hombre para finalizar con
una mirada de la scientia sexualis, analizada por Foucault en su "Historia
de la Sexualidad", desde la teoría de la alienación marxista.

De acuerdo con Freud, la historia del hombre es la historia de su
represión. La cultura restringe no sólo su existencia social, sino también
la biológica, no sólo partes del ser humano, sino su estructura instintiva
en sí misma. Sin embargo, tal restricción es la pre-condición esencial del
progreso. Dejados en libertad para proseguir sus objetivos naturales, los
instintos básicos del hombre serían incompatibles con toda asociación y
preservación duradera : destruirían inclusive lo que unen. El Eros
incontrolado es tan fatal como su mortal contrapartida : el instinto de la
muerte, o Tanatos. Por tanto, los instintos deben ser desviados de su meta,
inhibidos en sus miras. La civilización empieza cuando el objetivo primario
-o sea, la satisfacción integral de las necesidades- es efectivamente
abandonado.

Las vicisitudes de los instintos son las vicisitudes del aparato mental en
la civilización. Los impulsos animales se transforman en instintos humanos
bajo la influencia de la realidad externa. Su « localización » original en
el organismo y su dirección básica sigue siendo la misma pero sus objetivos
y sus manifestaciones están sujetos a cambio. Todos los conceptos
psicoanalíticos (sublimación, identificación, proyección, represión,
introyección) implican la mutabilidad de los instintos. Pero la realidad
que da forma a los instintos, así como a sus necesidades y satisfacciones,
es un mundo socio-histórico. El animal hombre llega a ser un ser humano
sólo por medio de una fundamental transformación de su naturaleza que
afecta no sólo las aspiraciones instintivas, sino también los « valores »
instintivos.

Freud describió este cambio como la transformación del principio del placer
en el principio de la realidad. El principio del placer irrestringido entra
en conflicto con el ambiente natural y humano. El individuo llega a la
traumática comprensión de que la gratificación total y sin dolor de sus
necesidades es imposible. Y después de esta experiencia de frustración, un
nuevo principio de funcionamiento mental gana ascendencia. El principio de
la realidad invalida el principio del placer ; el hombre aprende a
sustituir el placer momentáneo e inseguro por el placer retardado pero
seguro. Freud entiende que la sustitución del principio del placer por el
principio de la realidad es el gran suceso traumático en el desarrollo del
hombre.

La escasez le enseña al hombre que no puede gratificar libremente sus
impulsos instintivos, que no puede vivir bajo el principio del placer. El
motivo de la sociedad al reforzar la decisiva modificación de la estructura
instintiva es así de carácter económico, ya que no tiene los medios
suficientes para sostener la vida de sus miembros sin que éstos trabajen
por su parte, debe vigilar que el número de estos miembros sea restringido
y sus energías dirigidas lejos de las actividades sexuales y hacia el
trabajo.

« El papel predominante de la sexualidad está enraizado en la misma
naturaleza del aparato mental tal como Freud lo concibió : si los procesos
mentales primarios están gobernados por el principio del placer, ese
instinto que, al operar bajo este principio, sostiene la vida misma, debe
ser el instinto de la vida » (Marcuse ; 1981 : 38)

La principal función del ego en el sistema freudiano es la de organizar y
controlar los impulsos instintivos del inner desire para así reducir al
mínimo los conflictos con la realidad ; reprime estos impulsos que
contradicen o son incompatibles con el mencionado principio de realidad y
« adapta » aquellos otros cambiando su objeto, transformando su forma de
gratificación. De este modo, el ego destrona el principio del placer, que
es sustituido por el principio de realidad, el cuál, como se mencionó con
anterioridad, ofrece mayores seguridades y posibilidades de éxito.

¿Pero qué es lo que yace debajo del principio de realidad que lo hace
necesariamente antagónico al principio de placer ? Es el hecho fundamental
de la escasez ; la lucha por la existencia tiene lugar en un mundo que no
es capaz de dar satisfacción a las necesidades humanas sin que se de una
permanente renuncia. Esto significa que la condición de posibilidad de esta
satisfacción pasa por la necesidad del trabajo, como medio de procurarse
estas necesidades. Debido al carácter « penoso » y duradero del mismo, el
placer se deja a un lado y predomina el dolor ; es por esto que los
instintos deben re acomodarse y sobrellevar un régimen represivo en
oposición al principio del placer irrestricto.

Principio de placer vs. Principio de realidad ¿Falsa contraposición?

Herbert Marcuse realizará su crítica a la concepción freudiana de la
civilización, partiendo del cuestionamiento del hecho bruto de la escasez.
El argumento parte de la cuestión de que, la escasez, es una realidad
producto de una organización específica. Marcuse reconoce que el fenómeno
de la escasez, no tiene que ver con una condición del mundo, sino con el
hecho de que la obtención de bienes no ha sido organizada para satisfacer
las necesidades de los individuos. La distribución de la escasez ha sido
impuesta sobre estos últimos ; ya sea por la mera violencia o por medio de
formas de poder aparentemente más « racionales » .

En su hipótesis, el autor reconoce que cierto control represivo es
inherente a cualquier principio de realidad, sin embargo, él reconoce la
existencia de controles adicionales que responden a intereses específicos
de dominación y que no tienen carácter indispensable para la supervivencia
humana. A estos controles adicionales, que surgen de las instituciones
específicas de dominación son lo que el autor, denominará represión
excedente. Se considera la posibilidad de que estos controles hayan surgido
en primer lugar como respuesta a la necesidad y a la escasez asociada a un
período mayor de dependencia humana tomando en consideración el bajo
desarrollo de sus fuerzas productivas ; para subsecuentemente pasar a
constituirse en privilegio distintivo de unos hombres sobre otros.

Marcuse introduce el concepto de principio de actuación para caracterizar
la magnitud y características de la represión prevaleciente en la sociedad
contemporánea ;

« El principio de actuación, que es el que corresponde a una sociedad
adquisitiva y antagónica en constante proceso de expansión, presupone un
largo desarrollo durante el cual la dominación ha sido cada vez más
racionalizada » (Marcuse ; 1981 : 56)

Durante un tiempo los intereses de dominación y los de conjunto están en
armonía ; en un primero momento (que podemos asociar con los momentos de
revolución en el sistema productivo) una utilización más provechosa del
aparato productivo satisface las necesidades y facultades de los
individuos ; sin embargo, el trabajo de los individuos esta al servicio de
un aparato que no controlan y que opera como un aparato independiente al
que deben someterse si desean vivir, y a medida que aumenta la división del
trabajo, el aparato se vuelve cada vez más ajeno a los mismos. En otras
palabras, el trabajo de los hombres no satisface sus necesidades y
facultades, sino que trabajan enajenados , al servicio de satisfacciones
ajenas. Este tiempo de trabajo es entonces doloroso, porque el trabajo
enajenado implica la ausencia de gratificación, negación del principio de
placer.

Aquí sale a la luz el conflicto entre sexualidad y civilización que ya
reconoció Freud, ; bajo el imperio del principio de actuación, tanto el
cuerpo como la mente se convierten en instrumentos de trabajo enajenado,
para funcionar como tales deben renunciar a la libertad libidinal que el
organismo humano « desea ser ». Los instintos sexuales son organizados
socialmente y se convierten en tabús todas las manifestaciones que no
sirven para la función procreativa. Represión y limitación de la sexualidad
como medio para satisfacer la necesidad procreativa. Es así como Marcuse
entiende a las perversiones como señales de protesta contra la dominación.

« Las perversiones expresan así su rebelión contra la subyugación de la
sexualidad al orden de la procreación y contra las instituciones que
garantizan este orden » (Marcuse ; 1981 : 59)

Pero, si reconocemos que la lucha por la existencia necesita una
modificación represiva de los instintos debido a una supuesta falta de
medios y recursos para una gratificación integral de las necesidades ; se
sobreentiende que esta organización represiva se debe a factores exógenos,
en el sentido de que no son inherentes a la naturaleza de los instintos ,
que tienen que ver con condiciones específicas históricas bajo los que
estos instintos se desarrollan y adquieren sus formas específicas. Es así
como Marcuse llega a la conclusión de que, si la construcción de un
desarrollo instintivo no represivo se orienta hacia el presente histórico,
la negación del principio de actuación va de la mano con el progreso de la
racionalidad consciente. El actor en este suceso sería el sujeto consciente
y racional que ha dominado y se ha apropiado del mundo objetivo como el
campo de su realización.

« La moral civilizada es invertida armonizando la libertad instintiva y el
orden : liberados de la tiranía de la razón represiva, los instintos
tienden hacia relaciones existenciales libres y duraderas : generan un
nuevo principio de realidad » (Marcuse ; 1981 : 183)

Monarquía de la sexualidad.

Haciendo la lectura del análisis marcusiano, una liberación de los
instintos (cuyo fundamento ya desde Freud se reconoce en los impulsos
sexuales), en condiciones históricas caracterizadas por un desarrollo muy
superior de las fuerzas productivas y un mayor grado de conciencia del
hombre , reconciliarían el principio de realidad con el principio del
placer ; pero por debajo de esta hipótesis se encuentra el supuesto de que
una de las condiciones de la dominación es precisamente la represión de la
« libre » sexualidad, represión mayor que nunca en las sociedades
capitalistas cuyo grado de alienación es más pronunciado en comparación con
otros tipos de sociedades precedentes, y la liberación de esta como
condición necesaria de emancipación del hombre; ahora bien, la crítica de
Foucault apuntara precisamente hacía la existencia de esta supuesta
represión.

« Desde finales del siglo XVI la « puesta en discurso » del sexo, lejos de
sufrir un proceso de restricción, ha estado por el contrario sometida a un
mecanismo de incitación creciente ; que las técnicas de poder ejercidas
sobre el sexo no han obedecido a un principio de selección rigurosa sino,
en cambio, de diseminación e implantación de sexualidades polimorfas, y que
la voluntad de saber no se ha detenido ante un tabú intocable sino que se
ha encarnizado en constituir una ciencia de la sexualidad » (Foucault ;
2011 : 18)

La tendencia parece ser la opuesta, una explosión discursiva en torno y a
propósito del sexo; estos discursos no han cesado de proliferar,
proliferación que se ha acelerado desde el siglo XVIII , pero la cuestión
esencial, es la abundancia de estos discursos en el campo del ejercicio del
poder. Se incita a hablar del sexo en una forma cada vez más explícita y
con una exigencia de detallismo sin precedentes. Los efectos y aspectos del
sexo deben ser seguidos hasta en sus más ínfimas ramificaciones. Se ha
ampliado el dominio de lo que se puede decir sobre el sexo y se ha
conectado el discurso del mismo mediante un complejo dispositivo que no
puede agotarse en la ley de prohibición ; la función del mismo, en
realidad, es la producción de discursos sobre el sexo en cantidad cada vez
mayor.

Existe una incitación a hablar del sexo, tanto en el orden político,
económico y técnico , que adopta las formas de análisis, contabilidad,
clasificación y especificación. La policía del sexo no está fundamentada en
el rigor de la prohibición, sino en la necesidad de reglamentar el mismo
mediante discursos útiles y públicos. El secreto detrás de este
dispositivo, no es el de obligar al sexo a permanecer en la sombra, sino el
de incitar a que se hable siempre de él, y otorgarle la condición especial
de ser el secreto propiamente dicho, mistificación del sexo, deseo de saber
todo sobre él, como si detrás de este conocimiento se escondiese una verdad
fundamental de la cual depende nuestro destino.

Las múltiples clasificaciones y categorizaciones de las sexualidades están
basadas en comportamientos polimorfos que han sido extraídos del cuerpo de
los hombres y sus placeres, exteriorización de los mismos que a su vez hace
las veces de clasificación de la sexualidad y por ende, del carácter del
susodicho sujeto. Comportamientos solidificados mediante múltiples
dispositivos de poder, intensificados, estudiados e incorporados a un
sistema de categorías.
La misma implantación de las perversiones es un efecto-instrumento : las
relaciones de poder con el sexo y el placer se ramifican, se multiplican y
penetran en las conductas ; es así como se fijan sexualidades diseminadas.
Este encadenamiento, está asegurado y relevado por las innumerables
ganancias económicas que gracias a la mediación de la medicina, la
psiquiatría, la prostitución y la pornografía se han conectado con el
aumento de poder que lo controla.

El principio del sexo como « causa de todo » no es más que el resultado de
una exigencia de carácter técnico ; es necesario hacer funcionar en una
práctica de tipo científico los procedimientos de una confesión total,
meticulosa y constante ; asociada a la pastoral cristiana.[1] En las
sociedades contemporáneas, al ser el discurso científico el que posee
carácter hegemónico, el que es asociado con la « verdad », esta exigencia
técnica debe ser sostenida precisamente mediante este tipo de discurso. El
mismo instinto sexual fue aislado como instinto biológico y psíquico
autónomo ; se hizo el análisis clínico de todas las formas de anomalías que
pudiesen afectarlo y se le confirió un papel de normalización y
patologización a toda la conducta.

« No hay que creer que diciendo sí al sexo se dice no al poder ; se sigue,
por el contrario, el hilo del dispositivo general de la sexualidad. »
(Foucault ; 2011 : 150)

Hacía un crítica de la Scientia Sexualis.

Esta ciencia sobre la sexualidad esta basada en explicaciones que parten de
la abstracción de comportamientos polimorfos de los hombres, que a su vez
son solidificados e influenciados mediante dispositivos de poder , es
decir, que las conductas son clasificadas en ámbitos autónomos. Tomando
esto en cuenta, resulta interesante retomar el concepto de « ciencia
humana » que desarrolla Marx como uno de los aristas en su teoría de la
alienación en oposición a lo que Meszaros caracteriza como una ciencia
« abstractamente material »[2], mediada por un modo de producción
fundamentalmente alienante que sólo reconoce al hombre escindido en
múltiples existencias supuestamente autónomas, tal como su
"existencia/identidad sexual".

A lo que Marx se refiere por ciencia humana, es a una ciencia de síntesis
concreta, integrada con la vida real. Su punto de apoyo es el hombre no-
alienado cuyas necesidades humanas (en oposición, tanto a las
« especulativamente inventadas » y prácticamente deshumanizadas
abstractamente materiales) determinen las líneas de investigación en cada
campo particular. Los logros en cada campo (guiados desde un principio por
el común marco de referencia de una no-fragmentada ciencia humana) son
entonces asimilados en una síntesis superior que a su vez determinaría las
subsecuentes líneas de investigación en los diversos campos.

Ahora bien, esta concepción de ciencia humana está en abierta
contraposición al modelo de ciencia/saber que precisamente se crítica
anteriormente; ciencia abstractamente material e idealista «ciencia
natural», la crítica se dirige a la fragmentación y la inconsciente
determinación alienada de la ciencia.

Las líneas de investigación que de hecho se siguen en una época determinada
son necesariamente finitas, mientras que las líneas posibles de
investigación son siempre virtualmente infinitas. El rol de las necesidades
sociales y preferencias al seleccionar de lo infinito lo finito es
extremadamente importante. Sin embargo, en una sociedad alienada este mismo
proceso reductivo, partiendo del hecho de que está inconscientemente
determinado por una cantidad de « necesidades » alienadas, está destinado a
generar más alienación ; la sujeción del hombre a elementos cada vez más
poderosos, elementos que son su propio producto.

La estructura de la producción científica es básicamente la misma que la de
la actividad fundamentalmente productiva en sí (Esto es más aun así a
medida que la interrelación entre ambas aumenta). Falta de control sobre el
proceso productivo como un todo (anarquía e irracionalidad en la
producción) ; inconsciente y fragmentado modo de actividad determinado por
la inercia del marco institucionalizado del modo capitalista de producción;
funcionamiento de una ciencia abstractamente material como mero medio para
estos predeterminados, externos y alienados fines. El elemento más valioso
de la crítica de la ciencia que realiza Marx radica, más que nada, en la
desmitificación de la ciencia como un tipo de conocimiento desinteresado o
imparcial; está claro que la misma es una herramienta destinada a
satisfacer ciertos fines. Bajo el sistema de producción capitalista, estos
fines responden a la lógica del mercado (Aquello que no es rentable cae
fuera de las posibles lineas de investigación), la idea detrás de una
"nueva ciencia" es la de utilizar esta herramienta conscientemente con
miras a otros fines; pero por supuesto que Marx reconoce que la simple
manifestación de este "deseo" es de por sí, insuficiente; es necesario que
cambien las condiciones en que se produce el conocimiento científico: esto
es, cambio en las formas de producción y reproducción de la vida humana.

Concluyendo, bien podríamos poner en cuestionamiento la tésis de la
sexualidad reprimida a modo de control, y dirigir nuestra atención, en
cambio, a la proliferación de discursos sobre el sexo, múltiples tipos de
sexualidades, desarrollo de una ciencia de la sexualidad; instauración del
mito de la sexualidad como causa y fundamento de todo, producción de
saberes en torno a este « secreto ». Desde el punto de vista de Marx,
podriamos inferir que la Scientia Sexualis que Foucault analiza en
conjunción con la fascinación creciente acerca de la temática de la
sexualidad característica del período estudiado en La Historia de la
Sexualidad, representaría una de las reflexiones de la alienación. El
hombre es tanto el creador de su industria como su producto, y en tanto su
actividad productiva para con la naturaleza esta mediada por una forma de
producción alienada, su "naturaleza" se presenta bajo la forma de múltiples
abstracciones que constituyen distintas partes de su ser, lo cual se
traduce en el carácter fragmentario de su actividad social: la propiedad
privada, el dinero, el trabajo asalariado, el Estado, etc. actúan como
mediadores en la relación del hombre con los otros hombres y su relación
con la naturaleza, cubriendolas con un velo místico.

« Ironía de este dispositivo de sexualidad : nos hace creer que en él
reside nuestra liberación » (Foucault ; 2011 : 152)

Bibliografía.

Freud, Sigmund (2010): El Malestar de la Cultura, Madrid, Alianza
Editorial.

Foucault, Michel (2011): Historia de la Sexualidad I: La voluntad de saber,
Buenos Aires, Siglo XXI Editoriales.

Mészáros, István (1970): Marx's Theory Of Alienation, Consulta 02/03/2013,
http://www.marxists.org/archive/meszaros/works/alien/meszaro3.htm

Marcuse, Herbert (1981): Eros y Civilización, Madrid, Editorial Sarpe S.A.

Marx, Karl (2010) : Manuscritos Económico-Filosoficos de 1844, Buenos
Aires, Colihue.

Marx, Karl (2004): Sobre la Cuestion Judía; Buenos Aires, Prometeo Libros.





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[1] Tipo de dominación que reconoce Foucault con el ascenso del
cristianismo ; su característica fundamental es el control individual de
cada miembro del « rebaño » mediante un estudio minuciosos de su conciencia
y su conducta ; control tanto interno como externo con fines a la
« salvación » del mismo.
[2] Mészáros, István (1970): Marx's Theory Of Alienation, Consulta
02/03/2013,
http://www.marxists.org/archive/meszaros/works/alien/meszaro3.htm
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