Crítica al fundamento semiótico desde la filosofía de Gilles Deleuze

July 6, 2017 | Autor: Eduardo Y. Dongo | Categoría: Gilles Deleuze, Semiotica, Algirdas Julien Greimas, Acontecimiento, Signo, Claude Zilberberg
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Crítica al fundamento semiótico desde la filosofía de Gilles Deleuze: hacia una semiótica del acontecimiento. Eduardo Yalán Dongo1 “Todo cuanto he escrito, al menos así lo espero, ha sido vitalista y constituye una teoría de los signos y del acontecimiento.” (Gilles Deleuze - Conversaciones)

Desde (y pese) a su conformación biplánica (Charles Sanders Peirce, por un lado y Ferdinand De Saussure, por otro) hasta los grandes edificios metodológicos de una semiótica general (Greimas, Cortés, Fontanille), la semiótica ha pretendido ocuparse de los fenómenos de sentido y significación. Los estudios semióticos han pasado de la admiración de los signos hasta el castillo teórico del discurso (conjuntos significantes), donde el primero poco o nada interesa. Repetimos hasta la fatiga el axioma saussuriano “La ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social”, que da vida a la semiología pero ¿Dónde se encuentra ese signo en la lógica del discurso? Dice Fontanille: “(…) actualmente, esta disciplina se orienta firmemente hacia una teoría del discurso y desplaza su interés hacia los conjuntos significantes”2. La semiótica ingresa al análisis a través de un modo inmanente (Hjelmselv) y poco o nada se objeta a tal procedimiento3, tampoco se objeta el trazo de planos inmanentes (estratos, estratificación) tanto del plano de contenido como del plano de la expresión (Practicas semióticas). Sin embargo, la problemática y límites de la disciplina se encuentran en la conformación de esos planos, es decir ¿qué es lo que se coloca en esos estratos? ¿Cuál es el motor de la metodología? Sabemos por la semiótica generativa que el signo se sedimenta, es decir pasa a convertirse en una fotografía de signos sometidos y fijados a un soporte material, soporte que denominamos como texto: signos sin movimiento. Es decir, si usted pretende iniciar un análisis, tendrá que someterse a las leyes del texto inmanentes que demarcan sus propios límites y su nivel de pertinencia, es aquí que se textualiza el mundo para someterlo a la metodología del recorrido generativo de la significación. ¿Qué pretende la metodología? Separar el mundo inmanente en tres capas o estratos: uno fundamental, otro narrativo y finalmente el nivel discursivo. Por ejemplo, imaginemos que tenemos 1

Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) – Julio, 2015, Lima-Perú. Correos: [email protected] / [email protected] 2 Fontanille, Jacques (2006) Semiótica del Discurso. Lima: Universidad de lima. 3 Con esto, no es que sea una inminencia rígida del texto la que se considere, sino un juego apertura de la inminencia hacia una trascendencia.

como texto una práctica económico-social que implique el “progreso”, el recorrido comenzará (i) indicando las categorías semánticas mínimas importantes, a saber /rico/ - /pobre/, /aceptado//rechazado/ (ii) posteriormente la conversión de estas estructuras semánticas en un nivel superficial narrativo que considere roles actanciales (categorías como conjunciones y disjunciones sociales) (iii) Finalmente, estas estructuras narrativas y temáticas (roles temáticos sociales puestos en una narrativa que permitan el funcionamiento de estas categorías mencionadas) se convierten en estructuras discursivas y figurativas (figuras como el burgués, el proletariado, el capitalista, etc.). Así, se genera la significación en el discurso, considerando, estas conversiones de forma generativa. Ahora bien, ¿Cuál es el peligro de esta metodología? citando a Foucault “¿Qué hay de tan peligroso en el hecho de que la gente hable y de que sus discursos proliferen indefinidamente? ¿En dónde está por tanto el peligro?”4 Para reconocer el peligro, (nos atrevemos a denominarlo de este modo) es que recurrimos a la filosofía nómade del francés Gilles Deleuze. Deleuze no es ajeno a los problemas de la semiótica, e incluso habló directamente de ella en pasajes no escuetos de “Diferencia y repetición” “La lógica del sentido” “crítica y clínica” “Qué es la filosofía” y, principalmente “Imagen-tiempo: estudios sobre el cine 2”. Ahora bien, ingresamos a la filosofía de Deleuze para que nos sirva como “máquina de batalla” frente a los conceptos fundamentales y fundacionales de la semiótica generativa. Esto desde ya es una tarea ardua pero a la que podemos ingresar entendiendo el enemigo al que se enfrenta Deleuze: el pensamiento dogmático (de la representación) que enmarca a la historia de la filosofía (y al pensamiento mismo) y, como queremos verlo en este caso, al pensamiento semiótico. Para ello remitiremos a las cuatro características fundamentales que definen a la representación en tanto elementos del pensamiento que Deleuze postula en “Diferencia y repetición”: “El elemento de la representación como “razón” tiene cuatro aspectos principales: la identidad en la forma del concepto indeterminado, la analogía en la relación entre conceptos determinables últimos, la oposición en la relación de las determinaciones dentro del concepto, la semejanza en el objeto determinado del concepto mismo.”5 Ya en el capítulo “La imagen del pensamiento” de la misma obra, recula nuevamente sobre esta “cuádruple raíz de la representación” en cuatro puntos definidos i) La identidad en el concepto, ii) la oposición en la determinación del concepto iii) la analogía en el juicio y iv) la semejanza en el 4

Foucault, Michel (2014) El orden del discurso. 7ª edición. Barcelona: Tusquets. Deleuze, G. (2009) Diferencia y repetición. [1968] Traducción de María Silvia Delpy y Hugo Beccacece. Buenos Aires: Amorrortu. 63 5

objeto6. La diferencia, dice Deleuze, se encuentra crucificada sobre estos 4 brazos de la representación, un cuádruple grillete donde la diferencia solo puede ser pensada si es idéntica, análoga, parecida y opuesta. Esta cuádruple raíz de la representación será tomada como el punto de partida para articular la ontología negativa del signo, por tal motivo se comenzará a efectuar brevemente cada uno de estos aspectos relacionándolos con los sistemas semióticos expuestos en el pensamiento filosófico dogmático de la representación así como en los principios de semiótica canónica de corte estructuralista. Pese a que la exploración de estos primeros puntos aún se encuentra en desarrollo7 este breve texto pretende solo enfocarse en dos principios: (i) la identidad y (ii) La oposición. Ambos serán elementos que determinan la semiótica generativa (continental) y que encontrarán en la filosofía de Deleuze un martillo que, al estilo nietzscheano, derriba ídolos.

Eidos semiótico y el hegelianismo semántico: Abordarnos al identidad y la asemejamos al tratamiento de la categoría universal del concepto y abordará como ejemplo la Idea (eidos) en la filosofía de Platón, aquí la idea (eidos) se vuelve generalidad y se separa de la variabilidad del tiempo. La “idea” para Platón es aquel aspecto inteligible separado y liberado de la sensibilidad que manifiesta el ser verdadero y aquello que revelaría las esencias de las cosas no relativas. Por tanto, la identidad se encuentra en la idea en tanto que ésta busca aquello común a la multiplicidad de casos particulares y en su pretensión de trascender a las cosas múltiples. Ahora bien, para el estudio lingüístico de los universales semánticos, la teoría propone descomponer una palabra (significante, un lexema) en unidades discretas que esta palabra “contiene”, una serie de elementos conceptuales atómicos, como se llamaría en el análisis componencial de la lingüística o, como llamaría la semiótica: El análisis sémico del nivel fundamental del discurso. ¿En qué consiste y por qué esto forma parte de la identidad? Como perfecta homologación a este análisis componencial, se encuentra lo investigado por la semiótica estructuralista que coloca como eje fundamental –sino la primera piedra del análisis semiótico- la articulación sémica presentada en rasgos o unidades discretas. Roman Jackobson llama a estos elementos fundamentales de significación como “rasgos distintivos”,

Greimas

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propone el término “semas”, es decir, la “unidad mínima de la significación” . De este modo, el lexema [padre] contiene los semas /masculinidad/+/adultez/+/progenitor/, así como un poema alberga un conglomerado de unidades discretas que le dan su sentido y cuya única “deformación” se Ibid, p. 213 Investigación que forma parte de la tesis de maestría “Deleuze y la semiótica del acontecimiento” en la Pontificia Universidad Católica del Perú (2014-2015) 8 Greimas 1987 6

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encuentra la pertinencia (punto de vista) del texto analizado. De aquí que el sema devenga isotopía (parece repetirse el principio de la idea (eidos) en tanto que ésta busca aquello común ante las diferentes preguntas “¿qué es la justicia?, ¿qué es “x”?”) Greimas –citando a Russell- menciona que una determinada colección de semas (figurativos, abstractos, tímicos) y unidades discretas definen la cosa, su significación y su sentido. Esta es precisamente la manifestación de la identidad del concepto que menciona Deleuze, es decir, el carácter convencional del signo y su aspecto inteligible (sema), separado y liberado de la sensibilidad, siendo recogido y reconocido durante el análisis semiótico que fundamenta incluso la articulación sémica del discurso. Incluso, cuando Deleuze arma la crítica al atomismo mediado por Hume y Nietzsche hecha luces a esta crítica frente a este “atomismo semántico” reducido a categorías y unidades discretas desligadas de la fuerza, de la asociación múltiple y de la variación temporal. Otro deleuziano, Claude Zilberberg, advierte de esta inmutabilidad del sema y su separación ante la deformación de la diferencia: “Sin embargo, los semas en semiótica greimasiana no son considerados deformables [a diferencia de la perspectiva hjelmsleviana] no son considerados deformables. (…) Los semas no son considerados como prominencias temporales o espaciales, sino como magnitudes discretas, de manera que la cuestión se enuncia por sí misma: ¿de dónde viene la obstrucción epistemológica que conduce a separar los semas de la espacialidad y la temporalidad, si estas últimas son -¿cómo decirlo?- los “conmutadores”, los “frentes”, las “membranas”, las “zonas de fricción” por medio de las cuales el sujeto y su entorno se descubren y se acoplan el uno al otro?”9 El sema por tanto parece por su sedimentación y se resiste ante su propia deformación temporal y espacial, un eidos semiótico que producirá un segundo nivel de la representación, la oposición. Deleuze señala que desde Aristóteles, la mayor de las diferencias es la oposición y en Hegel se afina la negación bajo el camino dialectico que purifica la máquina de la representación. Es en Hegel donde esta desnaturalización alcanza su punto de culminación sustituyendo el juego de la diferencia por la labor negativa. La diferencia presentada por Deleuze en su filosofía es un punto aparte que se distancia de una diferencia comprendida como distancia y binomio de la contrariedad. Esto resulta así ya que la diferencia en tanto negación abre camino a la contradicción y a la oposición en solo un binomio fuera de la deformación de la diferencia y la multiplicidad del concepto. La diferencia en la representación es relacionada entonces como una oposición entre dos términos objeto /a/ - /b/ y es impulsada hasta la contrariedad solamente con relación a la forma de identidad en el concepto genérico, únicamente porque se da la contrariedad. En “Nietzsche y la filosofía” Deleuze hace de la dialéctica el enemigo contra el cual Nietzsche (sin imponerle un enemigo forzado) y el propio Deleuze se dirigen. La dialéctica hegeliana es el motor de la negación por tanto las fuerzas

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Zilberberg, Claude (2000) Ensayos sobre semiótica tensiva. Lima: Universidad de Lima, pp. 156-157

enfrentadas no se conciben como un elemento negativo en la esencia, sino en la afirmación (incluso la regencia) de una fuerza sobre otra, en la afirmación de su diferencia: “Al elemento especulativo de la negación, de la oposición o de la contradicción, Nietzsche opone el elemento práctico de la diferencia: objeto de afirmación y placer.” (Deleuze 2002: 18) Precisamente esta es la crítica de Deleuze a la dialéctica en Hegel y es extensiva a lo podríamos denominar “la crítica a las unidades de significación” en la semiótica estructuralista. Cuando Greimas define la “diferencia” en su “Semántica Estructural” propone dos pistas, la primera (i) percibir una diferencia quiere dice captar al menos dos términos-objeto como simultáneamente presentes y (ii) percibir diferencias quiere decir captar la relación entre los términos, vincularlos de una manera y otra. Entender esta relación supone, lo precisa Greimas, entender la condición necesaria de la significación considerando que entre los dos términos-objeto manejan a su vez una doble constatación, un término como /bueno/ para que sea captado a la vez es necesario que tenga algo en común (identidad) con /malo/ (por ejemplo la categoría que los acoge sería la moral), mientras que por otro lado este binomio tendría que mantener una diferencia (entendida como oposición, una no-identidad) /bueno/ y /malo/ son diferentes (opuestos) uno del otro. La teoría indica que un rasgo distintivo, un sema del signo en el discurso se opone a otro en contrariedad /masculino/ y /femenino/, y a su vez esta oposición se anuda por una categoría común: /sexualidad/. Esta afirmación es para Deleuze una “falsa génesis de la afirmación” que limita la posición diferencial y la afirmación de la Diferencia para dar paso a una “negación de la negación”. Es debido a esto que aparecen otro tipo de relaciones motivadas por esta contrariedad que son la contradicción (motivada por la negación) y la complementariedad (motivada por la implicación lógica). De este modo, la oposición (la ausencia y la presencia de los rasgos semánticos) es entendida como (i) contrariedad (ii) contradicción10 y (iii) complementariedad y sobre estas es que se establece el sentido y el recorrido de la significación en lo que se constituirá bajo la estructura del cuadrado semiótico de inspiración hegeliana11. La contradicción para Hegel y para la semiótica estructuralista tiene que ser considerada como lo más profundo y lo más esencial de todo movimiento y vitalidad de sentido: “(…) pues sólo al contener una contradicción en sí una cosa se

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Es importante señalar que Deleuze trabaja el concepto de “oposición” haciendo una vinculación íntima con el concepto lógico de “contradicción”. En el desarrollo de las “conclusiones” de “diferencia y repetición” presenta a la oposición como (A ≠ no-A) lo cual supone pensar a la contradicción como un tipo de oposición y no una contrariedad de derecho (A - B). 11 “Sin embargo, esa filiación no ha sido reivindicada por Greimas, y si a toda costa tuviéramos que señalar los “padres espirituales” del cuadrado, serían más bien los nombres de Hegel y de LéviStrauss los que vendrían a la mente.” (Fontanille y Zilberberg (2006) Tensión y significación. Lima: Universidad de Lima)

mueve, tiene impulso y actividad” (Hegel 1982: 72) Producto de esta motivación negativa es que se arma la “piedra angular de la semiótica clásica” (Blanco 2010: 24), el cuadrado semiótico: /riqueza/

/no pobreza/

/Pobreza/

/no riqueza/

La oposición elemental /riqueza/ - /pobreza/representa el eje de contrariedad que solo es posible sostener sobre su propia identidad común, la diferencia nace de la semejanza. De aquí la aparición de su propia contradicción, las oposiciones privativas /no-riqueza/ /no-pobreza/ que resultan ser el motor del recorrido de sentido sometido a la representación. Pese a su seductora figura, la oposición establece una regulación y programación de los elementos más que su liberación sensible, Deleuze parece responder aquí a Greimas: “Consideremos las dos fórmulas, “solo lo que se parece difiere”, “solo las diferencias se parecen”. Se trata de dos lecturas del mundo en la medida en que una nos invita a pensar la diferencia a partir de una similitud o de una identidad previas, en tanto que la otra nos invita por el contrario a pesar la similitud e incluso la identidad como el producto de una disparidad de fondo”12 La primera lectura define la producción de los signos-copia, de la representación colocando al mundo como icono, pensando las diferencias siempre acogidas por una categoría que las contiene. La oposición funciona como una limitación que opera por sobre la diferencia y se realiza como un “juego de superficie”13 que forma a su vez un mundo de monotonía, animado, motivado y puesto en marcha a través de lo negativo. De este modo /masculino/ y /femenino/ son acogidos por la categoría /sexualidad/ y es así como la oposición en tanto contrariedad y como contradicción, abordan la representación en la medida de dibujar coherentemente la posibilidad y la determinación. En lo /no-masculino/, en el término sémico /no-A/, se asimila injustamente la diferencia a un no-ser negativo, convirtiendo a la diferencia no en una afirmación intensiva sino en una antinomia que se encadena y depende de una misma ilusión de la identidad del concepto y la subordinación a lo semejante (Lo Mismo). De este modo es que aparece la complementariedad y el problema del cuadrado semiótico, el problema de la implicación y el motor dialectico de la producción de sentido 12 13

Deleuze, G. (2005) Lógica del sentido. [1969] Traducción de Miguel Morey. Barcelona: Paidós. Deleuze 2009: 295

y su recorrido hipotético-deductivo; si /no-riqueza/ es contradicción de la /riqueza/ ¿Todo no rico implica la pobreza? Si decimos, por ejemplo: “Esa chica es poco femenina” y actualizamos una posición en el cuadrado, que va de lo /femenino/ a lo /no femenino/. ¿Eso implica lo /masculino/? Y viceversa, ¿alguien no-masculino implica lo femenino? La complementariedad y su fuerza implicativa es la que terminará de llevar la representación hacia su último punto que surgiría desde la idea y el signo, un proceso de oposición de predicados contrarios, o de limitación de predicados primeros: la analogía, el mundo de la homogeneidad.

Hacia una semiótica del acontecimiento: Solo se ha mencionado algunos puntos que parecen relevantes para el inicio de una crítica mayor, pero que trazan ya la arena sobre la que se apoya el sólido castillo metodológico de la semiótica generativa. Ahora bien, no solo, como diría Deleuze, es menester arengar y cantar vitores por la multiplicidad y el dinamismo, sino que hay que hacerlo. Es importante notar que el propósito de este breve texto no pretende aún dibujar una salida al problema sino tan solo señalar su problematización, pertenece a una investigación más compleja de hecho la tarea más ambiciosa. Sin embargo, el reconocimiento del eidos semiótico (identidad) y del hegelianismo semántico (oposición) ha señalado lo que Deleuze denomina “línea segmentaria”: “la familia-la profesión; el trabajo-las vacaciones; la familia-y luego la escuela-y luego el ejército-y luego la fábrica-y luego el retiro. Y a cada nuevo segmento no dejan de repetirnos: ahora ya no eres un niño; en la escuela, aquí ya no es como en casa; en el ejército, aquí ya no es como en la escuela”14 Esta línea de implicación lógica, que resta tan poco a los posibles, que se ocupa nada de la virtualidad actualizada, del acontecimiento, la variabilidad por la fuerza, del pliegue. Dejamos que la semiótica, ante nuestros ojos, se convierta en un discurso de repetición mnemotécnica, de metodología sin vida, de analisis resentido y negativo, antes de admirarla en tanto vida latente, afirmativa, como un plano de caos y cosmos de sentido, ¿Dónde quedan entonces los posibles? Aquí nos adscribimos completamente a Claude Zilberberg: “Lo cual quiere decir ante todo que la semiótica tiene por objeto prioritario la problemática -con frecuencia anacrónica- de lo posible.”15

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Deleuze, G. (1999) Conversaciones. 1972-1990. [1990] Traducción de José Luis Pardo. Valencia: Preextos. 15 Zilberberg, Claude (2006) Semiótica tensiva. Lima: Universidad de Lima.

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