Crisis económica, anarquismo y sucesos de Jerez (1886-1892)

June 14, 2017 | Autor: Gérard Brey | Categoría: Anarchism, Anarchist Studies, History of Anarchism, Jerez de la Frontera
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Descripción

Gérard Brey // [email protected] Crisis económica, anarquismo y sucesos de Jerez (1886-1892) Artículo publicado en Gérard Brey (coord.), Seis estudios sobre el proletariado andaluz (1868-1939), Córdoba, Publicaciones del Ayuntamiento, 1984, 247 p., p.75-127. El libro colectivo Seis estudios sobre el proletariado andaluz (1868-1939) recibió el accésit del III Premio “Juan Díaz del Moral de Historia contemporánea de Andalucía” en 1983. Además de un prólogo de G. Brey (pp.3-10), este volumen incluía los siguientes trabajos: Ramón Rodríguez Aguilera, “El nacimiento del proletariado agrícola andaluz como clase social”, pp.11-49. Renée Lamberet, “Organización del los trabajadores españoles del campo en la Primera Internacional”, pp.51-74. Gérard Brey, “Crisis económica, anarquismo y sucesos de Jerez (1886-1892)”, pp.75-127. Luis Gil Varón, “Las luchas obreras en Río Tinto. 1888-l920”, pp.129-173. José Manuel Macarro Vera, “Los conflictos sociales en la ciudad de Sevilla en los años 1918-1920”, pp.175-209. José Luis Gutiérrez Molina, “Reforma y revolución agraria en el campo andaluz: Córdoba 1930-1939”, pp.211-244. La paginación original está señalada en esta reedición con cifras en bastardilla (ej.: 77/78). ***** Gérard Brey Crisis económica, anarquismo y sucesos de Jerez (1886-1892) Introducción: una crítica historiográfica En un folleto anónimo de 1893, redactado en realidad por el anarco-colectivista Ricardo Mella, éste afirmó que “lo ocurrido en la noche del 8 de enero [de 1892] no pasó de un simple motín sin grandes proporciones”, y que “los hechos no pasaron a la categoría de los que se califican de sedición o rebelión militar, como ha asentado el consejo de guerra (...). En Jerez todo se redujo a unos cuantos vivas, a una visita a una cárcel con el propósito de que fueran puestos en libertad varios trabajadores, y a individuales invitaciones a varios soldados para que se unieran a la manifestación”.1 De buenas a primeras este juicio de Mella, que intenta limitar el alcance de los acontecimientos, no tiene porqué extrañarnos, siendo conocidas sus discrepancias con las teorías anarco-comunistas de los grupos que actuarían en Jerez aquella noche y días anteriores. Además, cabe recordar que su folleto tenía como objetivo fundamental protestar por los atropellos cometidos con los presos y por las sentencias dictadas por los tribunales militares. En efecto, “lo de Jerez” conmovió a la opinión publica más por la reacción vindicativa y despiadada de las autoridades (locales y gubernamentales, civiles y militares) que por el peligro que aquello                                                                                                                 1

Ricardo Mella, Los sucesos de Jerez. 8 enero 1892. 10 febrero 1892, Barcelona, 1893, pp.23-24 (IISG, Ámsterdam). Este folleto se halla incluido en la antología de escritos de Ricardo Mella, Forjando un mundo libre, preparada por Vladimiro Munoz, Madrid, La Piqueta, 1978, p.187.

representó realmente para lo que se suele llamar “el orden social establecido”, si bien los relatos de cierta prensa amplificaron la importancia de lo acaecido calificándolo de “revolución” o “insurrección”. La rapidez y la violencia del escarmiento exigido por las clases acomodadas de la provincia (cuatro agarrotados, numerosos condenados a cadena perpetua o a muchos años de presidio, docenas de detenciones arbitrarias, clausura de centros obreros y suspensión de periódicos) desanimaron bruscamente a los seguidores del anarquismo en la comarca jerezana y acallaron casi por completo la protesta popular andaluza hasta 1900-1902. 77/78 Es evidente, por otro lado, que la utilización de aquel episodio por la prensa de todos los matices, las escaramuzas parlamentarias en el Congreso y el mismo folleto de Ricardo Mella (sacado en 10.000 ejemplares), contribuyeron a perpetuar entre las distintas categorías sociales del país el recuerdo de aquella noche. Sin embargo, creemos que el impacto que llegó a tener en la memoria colectiva, se debió sobre todo a los capítulos que había de dedicarle Vicente Blasco Ibáñez en La bodega a principios de este siglo. Esta novela, en efecto, obtuvo un éxito muy notable entre la crítica y recibió una acogida entusiasta en los sectores vinculados al republicanismo.2 En 1924, La bodega había alcanzado una tirada de 60.000 ejemplares. Pero hay más: no pocos historiadores, españoles o no, al referirse a aquellos sucesos (Marvaud, Jupin, S. de Madariaga, G. Brenan o R. Carr) remiten a la novela de Blasco como fuente de los mismos. Es muy probable también que la conociera y se inspirara en ella Constancio Bernaldo de Quirós, cuyo estudio “El espartaquismo agrario andaluz” de 1919 ofrece bastantes similitudes con el texto que Blasco publicara a principios de 1905.3 La influencia que tuvo el relato del narrador valenciano sobre la historiografía fue tal que, en una primera etapa, tuvimos que desenmarañar lo que pertenecía a la historia (lo ocurrido en 1892 y sus antecedentes) y las modificaciones que (legítimamente) introdujera el novelista en la ficción de 1905. Esta cuestión fue discutida en una comunicación que R. Forgues y yo presentamos ante el VI Coloquio del Centro de Investigaciones Hispánicas de la Universidad de Pau en 1975, y analizada de nuevo en un trabajo más amplio de R. Forgues.4 Una lectura detenida de La bodega revela que en ella el autor deforma la realidad con arreglo a la ideología republicana que profesaba. Es cierto que dedica páginas muy sugestivas y objetivas a la situación de los gañanes, la evolución de la producción vitícola, la introducción de la maquinaria en las faenas agrícolas, el acaparamiento de tierras a consecuencia de las desamortizaciones, las aspiraciones contradictorias al reparto y al comunismo, al mismo tiempo que describe con gran agudeza a los distintos estamentos sociales que configuran el Jerez finisecular. Pero, en los últimos dos capítulos, Blasco nos ofrece una narración de los mismos sucesos llena de escepticismo irónico que raya con el desprecio y sarcasmo para “el rebaño miserable” o “la avalancha negra” de los manifestantes, tachados también de “fieras”. 78/79 sueltas”, “canalla”, “gentes embobadas” y otros calificativos por el estilo. Lo que sucede, según Blasco, no es más que una provocación armada por los ricos para acabar con el movimiento huelguístico iniciado unas semanas antes (en la novela, que no en la realidad). La muchedumbre, según Blasco, había sido víctima de su milenarismo ingenuo: “Su fantasía de meridionales,                                                                                                                 2

Elogiosos son los comentarios de Gómez de Baquero “Andrenio” en El Imparcial de 22 de abril de 1905, así como los de Pedro González Blanco en El País del 4 de marzo de 1905. 3 El texto de 1919 fue reeditado en El “Espartaquismo Agrario” y otros ensayos sobre la estructura económica y social de Andalucía, antología preparada y prologada por José Luis García Delgado, Madrid, Ed. de la Revista de Trabajo, 1973, pp.168-172. 4 G. Brey y Roland Forgues, “Algunas rebeliones campesinas en la literatura española: Mano Negra, Jerez, Casas Viejas y Yeste”, en La cuestión agraria en la España contemporánea, edición a cargo de J. L. García Delgado, Madrid, Edicusa, 1976, pp.333-339 especialmente; Roland Forgues, “El universo narrativo de las novelas sociales de Vicente Blasco Ibáñez”, en la revista Letras de Deusto, Bilbao, vol. 8, núm. 15, enero-junio de 1978, pp.69-137.

siempre dispuesta a lo inesperado y maravilloso, les había hecho creer en la aparición de Salvatierra y otros revolucionarios célebres, todos montados en briosos corceles, como caudillos arrogantes e invencibles, seguidos de un gran ejército que surgía milagrosamente de la tierra”.5 Una vez reunidos, los manifestantes son incapaces de organizar su protesta de manera eficiente, ya que, en opinión de Blasco, carecen de líderes y lemas. Pero otra vez aparece el tópico: aquellos campesinos, “crédulos” y “cobardes”, corrompidos por el vino y paralizados por “los largos años de sumisión y cobardía”, saben que el enemigo verdadero es “el amo”, pero no se atreven a agredirlo; se conforman con matar a “un adolescente pálido y desmedrado, un muchacho de dieciséis años” y con “asesinar a un niño, a un trabajador como ellos, a un pobre zagal de escritorio, que ganaba dos pesetas y tal vez mantenía a su madre” (p.1350). Creyendo, siempre con la misma ingenuidad, que los soldados van a fraternizar con ellos, se dispersan en el más absoluto desorden al sonar los primeros disparos. Blasco, pues, censura y desaprueba de manera implícita y socarrona esta rebelión, que al fin y al cabo no trae sino más desgracias de las que existían antes y hunde otra vez a los trabajadores en la resignación y el alcoholismo: “Callaban y seguían bebiendo” (p.1361b). El universo narrativo de La bodega, en éste y otros aspectos, patentiza lo que R. Forgues llama “la ambigüedad revolucionaria del escritor pequeño burgués que no ha logrado resolver dialécticamente la contradicción de un hombre que se ha desolidarizado de la burguesía, pero sin adherirse al proletariado”. En resumidas cuentas, se trata de una producción literaria característica de la lucha ideológica que, a principios del siglo, sostenía el populismo republicano con los libertarios: ante el resurgir del movimiento obrero español y valenciano de 1900-1903, el novelista humanista esgrime contra sus adversarios anarquistas el arma de la literatura, revelando hasta qué punto “recelaba que llegara esa ‘aurora roja’ con que soñaban los partidarios más intransigentes del sindicalismo revolucionario”.6 De ahí nació la necesidad de enfocar aquellos sucesos de 1892 desde una perspectiva más rigurosamente histórica, teniendo en cuenta los 79/80 factores económicos, sociales e ideológicos que pudieran originarlos, y que solían pasar por alto casi todos los historiadores dando a entender de esa forma que lo de Jerez era un episodio insólitamente aislado y casual en la historia de los movimientos sociales contemporáneos. ¿Qué influencia pudo tener en la génesis de los sucesos la situación económica de la comarca de Jerez? ¿Cuál era todavía la implantación del anarquismo en Andalucía occidental a partir de los años 1887-1888, considerados generalmente como un período de decadencia de la Primera Internacional? ¿Qué relación hubo entre lo ocurrido en Jerez y la transformación de la Federación de los Trabajadores de la Región Española en dos entidades separadas en 1888? ¿Qué vínculos existían entre los anarquistas de Jerez y los activos núcleos de la Serranía y de Lebrija, por un lado; y entre aquéllos y el grupo constituido en Cádiz alrededor de El Socialismo y Fermín Salvochea, por otro? ¿Qué impacto tuvieron por fin entre los trabajadores de Jerez las huelgas por las ocho horas del 1° de Mayo de 1890 y 1891, así como las demás luchas o campañas del proletariado español entre 1887 y 1891? Tal es la serie de interrogaciones que plantea la revisión necesaria y cuya respuesta nos permitirá indicar si se trataba de una huelga, de una manifestación, de una insurrección revolucionaria, y definir la significación de aquella “invasión de Jerez por las muchedumbres”. I. La crisis económica finisecular en la provincia de Cádiz y sus repercusiones sociales                                                                                                                 5 6

La bodega, en Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1958, t. 1, p.1346b. Roland Forgues, articulo citado, pp.136 y 134.

De manera general, cabe recordar que, en el último tercio del siglo XIX, la agricultura española en su conjunto se encara con unas dificultades gravísimas para exportar sus productos hacia sus principales clientes europeos –Francia e Inglaterra– a causa de las medidas proteccionistas dictadas por ambas naciones. Además, el juego de la competencia entre las distintas regiones españolas, por un lado, y entre España y otros países, por otro, el coste de transportes, el brusco descenso de los precios agrícolas y la falta de aranceles adecuados, constituyeron unos factores decisivos del estancamiento de las actividades agrícolas de la Península en general y de la provincia de Cádiz en particular. La crisis afectó tanto a los sectores cerealístico, olivarero y ganadero como el vitivinícola, el cual condicionaba en gran medida la prosperidad de la comarca jerezana. A mediados de 1887, el gobierno preocupado por lo alarmante de la situación, designó una Comisión 80/81 para estudiar “la crisis porque atraviesan la Agricultura y la Ganadería” y reunir información escrita, oral y estadística sobre el tema.7 Al cuestionario enviado a las autoridades e instituciones locales por dicha Comisión contestaron, desde la zona que nos ocupa, el Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, la Asociación de Exportadores de Vinos de Jerez, la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Cádiz y el Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, así como los Ayuntamientos de Arcos de la Frontera, Medina Sidonia, Chiclana, Lebrija, y la Liga de Contribuyentes de Medina Sidonia. A pesar de la tendencia natural de los informantes a ensombrecer el panorama para sonsacar más fácilmente la ayuda del gobierno e influir en su política económica, aquellas respuestas siguen constituyendo un elemento imprescindible (aunque no único) para analizar una crisis cuyos efectos valoraba así el ayuntamiento jerezano: “Donde había antes mil propietarios que vivían holgadamente con el rendimiento de sus viñas y cuyo bienestar irradiaba a todas las clases trabajadoras del campo y de la ciudad, hoy sólo se contemplan angustias y miserias (...), y amenazan, más temerosos aún para lo porvenir, problemas y conflictos que pudieran evitar prudentes y patriotas previsiones”.8 I.A. La crisis vitícola Como lo ha explicado el profesor Jordi Nadal, a lo largo del siglo XIX, “la vid fue [además del trigo] el otro gran cultivo beneficiado por las medidas desamortizadoras y desvinculadoras. Sin embargo, al contrario del trigo, el esplendor del viñedo ha dependido siempre de las posibilidades de exportar sus productos”. A partir de 1863, a causa de los estragos provocados en el viñedo francés por la filoxera y el mildiu –añade J. Nadal–, “Francia, primera nación consumidora y exportadora del mundo, no pudo hacer frente ni a sus necesidades ni a sus compromisos (...). España llenó buena parte del vacío dejado por Francia en el mercado internacional de vinos. La exportación culminó en el decenio 1882-1892, período de vigencia de un tratado hispano-francés, que redujo al mínimo las barreras arancelarias”.9 El año 1891 fue precisamente el de mayor volumen de exportaciones de vino español a 81/82 Francia; en efecto, en los últimos meses de aquel año, los negociantes franceses se abastecieron antes de la subida de los aranceles aplicables a partir del 1° de febrero de 1892. Según las distintas fuentes consultadas, España exportó aquel año a Francia entre unos 9.394.000 y 9.708.780 hectolitros, cantidad jamás                                                                                                                 7

El material reunido por la Comisión así como las actas de sus sesiones y los dictámenes emitidos por la misma constituyen los ocho volúmenes de La crisis agrícola y pecuaria (Madrid, 1887-1888-1889) conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid. 8 La cuestión agrícola y pecuaria, t. III, 1887, p.165 9 Jordi Nadal, El fracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913, Barcelona, Ariel, 1975, pp.72 y 74.

alcanzada hasta la fecha. Pero este record fue meramente artificial y coyuntural, ya que al año siguiente (1892), las exportaciones disminuyeron casi en un 50%: 5.596.164 hectolitros. En cuanto al valor de estas transacciones, mientras que en 1891 Francia importó vinos de España por 316,2 millones de francos, al año siguiente sólo compró por 184 millones.10 La denuncia por parte de Francia del tratado comercial firmado en 1882 no era sino la consecuencia lógica de la recuperación progresiva de la producción francesa y de la posibilidad que tenía ahora de importar vinos de Argelia. En realidad, en los años anteriores a 1891-1892, otro fenómeno, menos conocido pero muy decisivo, afectó al comercio español de vinos: la caída de los precios. Según la Comisión encargada de redactar el “dictamen sobre Vinos y Alcoholes” en 1888, el malestar, que arrancaba del año 1885, no se debía a una disminución del consume interior, ni a la del comercio exterior (que será notable sólo a partir de 1892), sino a una “crisis de los precios”. “Se vende lo mismo que antes –concluía el “Dictamen”–, pero se vende más barato que en unos años excepcionales (...) Los vinos españoles, que en 1886 se pagaban a 53 pesetas el hectolitro en los mercados de Cette [Sète] y Marsella, se ha pagado a 32 en el año actual (...) Oscilación explicable por el rápido aumento disfrutado por los precios desde 1882, que había de estimular la concurrencia; y explicable también por la concurrencia misma de los vinos de Hungría y de Dalmacia, y aun de los de Argelia (...); y así los vinos que alcanzaban en 1883 el precio de 34 pesetas el hectolitro, se han vendido a 17 en el presente, y los que se pagaban a 49 pesetas, apenas si se han llegado a vender a 35”.11 Otro factor desfavorable era la acumulación de existencias en las bodegas de los importadores ingleses. Tal era, pues, el esquema general del comercio de vinos españoles en el período que nos ocupa. Desde luego, el viñedo de la provincia de Cádiz, y especialmente, el de Jerez que había conocido una prosperidad 82/83 asombrosa hasta 1863, sufrió las consecuencias de dicha coyuntura, mucho antes de la aparición de la filoxera en esta comarca en 1894. Un análisis de las pocas estadísticas disponibles revelan que la producción de vinos jerezanos fue aumentando en los años ochenta (excepto en 1884 a causa de una cosecha escasa y de mediana calidad), para culminar en 1891; las exportaciones fuera de España de estos crudos y de los “similares” de Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda también están en aumento, pero representan una cantidad bastante inferior a la de años anteriores, como se desprende del siguiente cuadro:

                                                                                                                10

Ministère du commerce, de 1'industrie et des colonies, Annales du Commerce extérieur, París, 2e Fascicule (2° cuaderno) de 1894, pp.86-87 y 128-129. Véase también el cuadro de J. Nadal sobre producción e importación de vinos en Francia entre 1865 y 1891 (op. cit., pp.74-75). Sobre la problemática de la vitivinicultura española a finales del siglo XIX es de obligada consulta el libro de Teresa Carnero i Arbat, Expansión vinícola y atraso agrario (18701900), Madrid, Publicaciones del Ministerio de Agricultura, 1980. 11 “Dictamen sobre vinos y alcoholes, presentado en 9 de julio de 1888”, en La crisis agrícola y pecuaria, t. I, 1ª parte, pp.564-577, p.572. Uno de los tres miembros de la Comisión encargada de redactar este documento era el duque de Almodóvar del Río, diputado liberal por Jerez.

EVOLUCION DE LAS EXPORTACIONES DE VINOS DE JEREZ ENTRE 1873 y 1894 VINOS SALIDOS DE JEREZ

AÑOS

“Exportación de Jerez” (1 bota = 5,16 hl.)

En botas (A)

En hl. (A)

EXPORTACIONES FUERA DE ESPAÑA

Toneladas de vinos salidos de la estación de Jerez

De vinos de Jerez y similares producidos en la provincia de Cádiz

(B)

(C)

De vinos de Jerez y similares producidos en toda España

(D1)

(D2)

1868-1879 (promedio 48.060 247.991 341.770 343.967 350.766 anual) 1873 68.467 353.289 500.859 500.884 500.884 1880 38.955 201.007 21.926 248.227 271.238 271,238 1881 40.822 210.641 25.475 250.037 267.591 267.591 1882 40.579 209.387 26.107 259.976 282.854 282.854 204.919 1883 39.713 27.034 249,956 272.344 272.344 181.704 1884 35.214 24.684 235.774 244.147 244.147 182.426 1885 35.354 29.181 180.539 187.636 187.636 209.434 1886 40.588 32.686 279.095 287.203 287.203 1887 40.055 206.683 263.178 1888 42.138 217.432 254.302 1889 47.712 246.193 183.361 1890 50.217 259.119 220,321 336.731 1891 65.258 225.230 219.052 1892 42.452 192.398 215.326 1893 41.730 145.329 223.273 1894 43.270 154.278 Fuentes: (A) Manuel Ma González Gordon, Jerez - Xerez - “Scheris”. Apuntes sobre el origen de la ciudad, sobre su historia y su vino, Jerez de la Frontera, 1935, pp.97-98. Lamentablemente, este autor no especifica el concepto “exportación de Jerez” que usa. (B) “Datos estadísticos facilitados por la Compañía de los Caminos de Hierro Andaluces”, en La crisis agrícola y pecuaria, t. VII, 1888, p.270. (C) y (D1) “Datos de la Dirección General de Aduanas”, ibídem, pp.488-489. (D2) Elaborado a partir de las Estadísticas del Comercio Exterior de España (1868-1900) por Teresa Carnero y Arbat, op. cit., cuadro 12, p.66.

83/84

Si consideramos las estadísticas de la Dirección General de Aduanas (C) y (D1), que evidentemente sirvieron para elaborar las del comercio exterior (D2), salta a la vista que la década de los setenta fue mucho más favorable para el comercio jerezano de vinos que la posterior. Si tenemos en cuenta además las cifras (C) del período 1868-1879 (no reproducidas año por año en el cuadro), vemos que las exportaciones de vinos de Jerez y similares producidos en la misma provincia de Cádiz evolucionaron de la siguiente forma: en 1868-1871, se exportó un promedio anual de 363.084 hectolitros; pero, tras dos años excepcionales (1872 con 468.146 y 1873 con 500.859) que “falsean” un tanto el promedio anual del período, las exportaciones disminuyeron para llegar a un promedio anual de tan sólo 301.989 hl. entre 1874 y 1877. Oscilaron luego en un nivel más bajo aún, entre 230.274 en 1879 y 279.095 en 1886, siendo 1885 el año en que menos se exportó tras la cosecha escasa y de mediana calidad de 1884. Para los años posteriores a 1886, debemos atenernos a la exportación ya no provincial sino nacional de vinos de Jerez y similares (D2), lo cual no desvirtúa en absoluto el análisis ya que la casi totalidad de la producción nacional se elaboraba en realidad en las bodegas jerezanas, sanluqueñas y portuenses; se observa entonces una irremediable caída de las exportaciones a pesar de que la producción no deja de aumentar hasta culminar artificial y efímeramente en 1891. La saturación del mercado internacional había llegado a tal extremo que las exportaciones nacionales en 1891 (225.230 hl.) sólo absorbieron las dos terceras partes de lo que había sido “exportado de Jerez” (336.731 hl. - A), lo cual significa que no todo lo salido de Jerez llegaba a exportarse hacia el extranjero y que el consumo interior español influía cada vez más en la prosperidad de nuestra zona. La recuperación de la producción exportada de la comarca de Jerez en la década de los ochenta (A) sólo era un factor aparente de prosperidad; a partir de 1886, decayeron las exportaciones (D2) de tal manera que debieron de acumularse considerables existencias. En realidad, el mercado era mucho más complejo, y otros factores incidieron en la transformación del sector vitivinícola jerezano. Como lo explicaba en 1887 la Asociación de Exportadores de Vinos de Jerez, “era el mercado natural de Jerez la Gran Bretaña, en donde la demanda de Jerez decrece desde hace tiempo. En un decenio ha bajado el con- 84/85 sumo a una mitad de lo que requería. Además teníamos los mercados de Prusia, Naciones escandinavas y Estados Unidos de Norte de América, como cortos compradores, pero de calidades buenas. (...) Y la venta que en la actualidad les hacemos, es principalmente de ínfima calidad y precio”.12 A esta altura interviene un fenómeno muy determinante, y es que, además de la acumulación de existencias en las bodegas inglesas, se generaliza el uso de alcoholes industriales baratos (en vez del tradicional alcohol vínico) no sólo para encabezar los vinos jerezanos, sino también para fabricar “falsos” Jerez o vinos similares a partir de vinos “bajos”, es decir de calidad inferior. Eran elaborados en la misma provincia de Cádiz, pero también en las de Almería, Málaga, Barcelona, Guipúzcoa o Vizcaya, e incluso en otros países extranjeros. Así, la Asociación de Exportadores de Vinos de Jerez denuncia el que “Hamburgo y Cette tienen fábricas, en las cuales se elabora públicamente un líquido que se bautiza con el nombre de este producto nuestro. Nuestras provincias mediterráneas suelen mandar a las Repúblicas hispanoamericanas alguna imitación de Jerez con sus vinos tintos” (C.A.P., t. IV, p.37). Como las existencias de vinos de clases superiores se iban acumulando en las bodegas jerezanas, sus propietarios pidieron “la elevación de los derechos de arancel a los aguardientes extranjeros para evitar la competencia”, según informa el Diario de Cádiz del 4 de mayo de 1887. La producción de esos vinos “similares” o “falsificados” provocó, en efecto, una baja de los precios, tanto más sensible cuanto                                                                                                                 12

La crisis agrícola y pecuaria, t. III, p.35 (en adelante C.A.P., etc.).

que, especialmente en 1863-65, éstos habían alcanzado altísimos niveles: “los mostos de la cosecha recolectada en el presente año 1887 —dicen los mismos exportadores— han sido contratados en lagar a 15 pesetas hectolitro, aun los de viñedos renombrados. Como término de comparación, no proponemos el año 1863 en el que alcanzó el hectolitro un precio de 172,50 pesetas, pero sí cabe comparar con otras muchas cosechas que han oscilado entre 52 y 75 pesetas por hectolitro, antes y después del citado año 1863” (C.A.P., t. IV, p.34). Según otro informante jerezano en 1887 el mosto se vendió de 10 a 13 pesetas el hectolitro (C.A.P., t. VI, p.145). Por su lado, el ayuntamiento matizaba estas cifras, indicando no obstante que los mostos de los mejores pagos no se pueden vender a más de 20 pesetas el hectolitro. Esta irremediable tendencia a la baja es confirmada por el precio medio del hectolitro exportado de vinos de Jerez y similares producidos en la Península: pasó en efecto de 250 en 1870 a 225 en 1873, 200 en 1877-1883, 150 en 1884-86, 130 en 1887-1891 para bajar aún más y alcanzar las 120 en 1898.13 85/86 En estas condiciones —comentaba el ayuntamiento jerezano— “las viñas representan un capital negativo [ya que] el costo de producción del hectolitro en una viña regularmente llevada no puede bajar de 25 pesetas, aun escatimando labores y cuidados que en otro tiempo se prodigaban” (C.A.P., t. III, p.168). El Consejo Provincial de Agricultura indicaba en su informe que, si bien los gastos de producción “han disminuido en 20 por 100 en algunas localidades, en otras el 10 por ciento, y en otras son los mismos” que antes, la crisis era tal que “el plantío que va decayendo se arranca y no se repone” (C.A.P., t. V, p.642-3). En cuanto a los exportadores, añadían que en algunos casos hay viñas “dedicadas a pasto sin que las cepas muertas hayan sido arrancadas del suelo” (C.A.P., t. IV, p.35). Pero no fueron perjudicados todos los propietarios de viñas de la misma manera, y los hubo que se beneficiaron de esa situación que permitía cualquier tipo de especulación. La evolución de la superficie dedicada a la vid nos facilita alguna información sobre este aspecto. Según cifras recogidas por Temma Kaplan, la superficie de viñedos en Jerez pasó, entre 1875 y 1883, de unas 16.000 aranzadas (o sea 5.440 has.) a 20.000 (7.072 has.). Los comentarios de Michel Drain en cuanto a las estadísticas agrícolas del siglo pasado sugieren que el historiador debe considerarlas con circunspección y recelo. Así por ejemplo, el amillaramiento (una de las bases de las estadísticas) indicaba en 1874 la existencia de 5.575 has. de viñedos mientras que el censo realizado con criterios más fidedignos por Ibáñez de Ibero mencionaba que en realidad eran 8.629 has. las dedicadas a este cultivo.14 En este sentido es muy probable que la cifra de 20.800 aranzadas, recogida por T. Kaplan en un informe consular inglés fechado en 12 de febrero de 1883, fuese inferior a la realidad, y podemos admitir un incremento de la superficie debido a la fuerte demanda francesa. Lo confirma una carta enviada desde Jerez por Gumersindo de la Rosa y leída ante la Comisión de 1887 por el representante de la Asociación General de Agricultores de España. Según este documento el viñedo ocupaba en 1887 7.850 hectáreas (C.A.P., t. VII, p.145). “Las ilimitadas posibilidades de venta –comenta T. Kaplan– convencieron a los expedidores a fomentar la extensión de las viñas a los suelos más pobres de Jerez y de sus alrededores para producir vino barato”. De modo que progresivamente, los labradores que poseían las mejores viñas situadas en los suelos de albariza de la Caulina y la Ducha y solían producir los vinos más selectos conocieron dificultades cada día más graves ya que “sólo podían encontrar compradores para sus mostos hasta tanto estuvieron deseosos de venderlos a los bajos precios del vino producido en suelos inferiores. Como que la mayoría iban escasos de capital, no                                                                                                                 13

Cálculo propio a partir de las Estadísticas del Comercio Exterior de España (1868-1900) relativas a la cantidad y valor de las “Exportaciones de Jerez y similares” reproducidas por T. Carnero, op. cit., p.66, cuadro 12. 14 Michel Drain, Les campagnes de la province de Séville. Espace agricole et société rurale, Lille-París, 1977, t. I, p.229.

podían 86/87 aspirar a incrementar la superficie cultivada ni a aumentar su volumen de producción”.15 Dicho de otro modo, la demanda francesa provocó una transformación tal en la oferta que la viticultura tradicional no pudo competir con los que utilizaban a gran escala los alcoholes industriales y contaban más con la cantidad producida que con la calidad para enriquecerse. La crisis de la filoxera en Francia benefició sobre todo a los exportadores de vinos ordinarios, mientras que no pocos pequeños viticultores se vieron arruinados. Una buena parte de ellos dejó de cultivar las viñas y por ende de contratar mano de obra, lo cual aumentó el paro y el descontento. Otros, para mantener cierto nivel de rentabilidad sin tomar excesivos riesgos, arrendaban sus viñas a colonos braceros, llamados mayetos: “los propietarios, en su mayoría, o arriendan a un grupo de trabajadores sus haciendas o pactan con ellos el laboreo en condiciones de participación en los productos, mediante ciertos adelantos en efectivo, suficientes a atender a la sustentación de los cultivadores que saldan a la vendimia esos débitos. Aun de esta suerte, comentaba la Asociación de Exportadores, han sido abandonadas, y hoy están perdidas, algunas viñas enclavadas en terreno o pagos conocidamente buenos por la calidad de sus productos, viviendo otras en muy mal estado de conservación” (C.A.P., t. IV, p.34). Sin embargo, como lo observaba el furierista gaditano Ramón Cala, ya en 1884, esta participación en los beneficios” fue rechazada por la mayoría de los trabajadores de las viñas, ya que, “lo que se propone no es una participación en los beneficios, sino en las pérdidas”.16 Total que en vísperas de los sucesos que nos interesan, no sólo no se aumentaba la superficie dedicada a la vid sino que más bien se intentaba reducirla; confirmando los informes de 1887, el cónsul francés de Cádiz indicaba a finales de 1890 que la vid sólo ocupaba 7.550 has., o sea 300 menos que en 1887.17 Otra consecuencia de este proceso fue la transformación de la industria tonelera de Jerez; en efecto, la multiplicación de las casas exportadoras y la mecanización de la fabricación de los toneles provocaron la ruina de muchos toneleros independientes y su proletarización, ya que –según explica T. Kaplan- “la mayoría de 87/88 ellos se vieron obligados a buscar empleo en las tonelerías ligadas a las bodegas”.18 La misma crisis afectó al municipio vecino de Lebrija (Sevilla) que forma parte de la campiña jerezana y cuyos trabajadores tendrán un papel activo en las luchas de 1891-1892. Según el Ayuntamiento de Lebrija, la crisis vitícola empezó “desde el año 1885, con la baja de los vinos y aguardientes”; en 1887, el precio de los vinos blancos corrientes allí producidos no excedía 15 pesetas el hectolitro, es decir “un 20 por 100 del precio medio que alcanzaban antes de la crisis. También los precios de los alcoholes se han reducido a los dos tercios de los que antes obtenían”. Las mismas causas provocaron los mismos efectos y, “al iniciarse la baja de los mostos, se abandonaron algunas viñas”. (C.A.P., t. V, p.811).                                                                                                                 15

Temma Kaplan, Orígenes sociales del anarquismo en Andalucía. Capitalismo agrario y lucha de clases en la provincia de Cádiz, 1868-1903, Barcelona, Critica-Grijalbo, 1977, p.37. 16 El problema de la miseria resuelto par la armonía de los intereses humanos, reedición a cargo de Antonio Elorza en El fourierismo en España, Madrid, Ed. de la Revista de Trabajo, 1975, p.270. 17 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de París, Correspondance commerciale des consuls, tomo 116, Cadix 1890-1896, folios 088-095, informe consular fechado en Cádiz, 12 de noviembre de 1890. Poco después, la Guía de Jerez para 1892 afirmaba que, según el amarillamiento, el cultivo de la vid no ocupaba más que 6.182 hectáreas. Por fin el Boletín de la Cámara Agrícola de Jerez de la Frontera (número 82, julio de 1899, pp.160-161) señala que, según esa misma fuente fiscal de 1894, la superficie de viñedo era de unas 6.334 hectáreas (citado por Florencio Zoido Naranjo, “Observaciones sobre la crisis filoxérica y sus repercusiones en la vitivinicultura de Jerez”, revista Archivo Hispalense, Sevilla, mayo-diciembre de 1980, p.494, nota 24). 18 T. Kaplan, op. cit., p.48.

I.B. La crisis cerealística Aparte de la vid, los demás productos agrícolas de la provincia de Cádiz eran fundamentalmente los siguientes a finales del siglo XIX: PRODUCTOS

Trigo Cebada Centeno Maíz Avena Garbanzos Habas Alpiste Olivas

QUINQUENIO 1886-1890 (A) Producción del Total provincial término de Jerez (en hectol.) % del total (en hectol.) provincial 663.738 146.374 14.427 27.112 25.120 35.303 78.255 8.230 -

245.111

37%

21.000 2.648 15.029 10.400 29.087 4.500 -

14% 18% 60% 30% 37% 54% -

HACIA 1894 (B) Total provincial (en hectol.)

% del total nacional

813.333 289.252 -

2,45%

51.651 117.117 -

6,62% 8,50% -

29.263

0,98%

1,64% -

Fuentes: (A) Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio, Avance estadístico sobre el cultivo cereal y de leguminosas asociadas en España formado por la Junta Consultiva Agronómica 1890. Quinquenio de 1886 a 1890, ambos inclusive, Madrid, 1891, t. I. Las páginas relativas a la provincia de Cádiz (285 a 307) fueron redactadas por el ingeniero Domingo Lizáur y Paúl. (B) Manuel Escudé y Bartoli, La producción española en el siglo XIX, Barcelona, Tip. Española, 1895, p.76 y ss.

88/89 Según la Guía de Jerez para el año 1892 (no siempre fidedigna a causa del origen de sus estadísticas), 64.867 hectáreas estaban “dedicadas a la siembra de trigos, cebadas, etc.” y 1.258 a los olivares, con 101.293 árboles.19 En cuanto a las dehesas de pastos y montes ocupaban 54.653 hectáreas, de las 140.461 que contaba entonces el término municipal jerezano, uno de los más extensos de la Península. El citado Avance estadístico... señala además que, tanto en este municipio como en el resto de la provincia, predominaba el sistema trienal; era el caso en 58.650 hectáreas de las 69.000 (64.867 según la Guía) dedicadas a cereales y leguminosas en el término. El sistema de “año y vez” afectaba sólo a 6.900 hectáreas, y el anual, 3.450. Pero la característica esencial de la producción cerealística de la campiña jerezana era su buen rendimiento de trigo por hectárea. En efecto, mientras que el rendimiento español medio era de 10,35 hectolitros por hectárea y el                                                                                                                 19

Guía de Jerez para el año 1892 por P.M. y A.L., Jerez de la Frontera, 1892, p.346 (Biblioteca de Temas Gaditanos, Cádiz). Según las cédulas, existían 1.500 hectáreas de olivares en el término municipal de Jerez; el Instituto Geográfico, en cambio, daba la cifra de 2.216 (“Estadística agrícola de Jerez”, Boletín de la Cámara Agrícola de Jerez de la Frontera, año I, núm. 6, octubre de 1894, pp.55-57; dato facilitado por Jacques Maurice al autor).

provincial sólo de 6,29 (uno de los más bajos de la nación), el de Jerez alcanzaba 11,58 hectolitros en el sistema trienal, 11,52 en el sistema bisanual y 11,48 en el sistema anual. La importancia de la producción triguera jerezana en el total provincial (el 37%) y estos altos rendimientos eran desde luego factores atractivos para los jornaleros de los demás pueblos, aunque en Jerez era donde más rápidamente progresaba la mecanización de la trilla. En cambio, los rendimientos jerezanos eran inferiores a los provinciales en lo que se refiere a cebada y garbanzos, o apenas superior en el caso de las habas.20 En los años ochenta es cuando se agudiza la crisis cerealística, debido a la falta de protección arancelaria, al progreso constante de los transportes marítimos y la subsiguiente competencia transoceánica (con Estados Unidos) y trasmediterránea (con el Imperio ruso). “El hundimiento de los precios que acompañó a la acumulación de stocks, por la falta de demanda, conmocionó a cuantos vivían de los productos de las rentas del campo”, comenta el profesor Nadal.21 Como lo muestra la serie elaborada por Nicolás Sánchez Albornoz, el precio medio del hectolitro de trigo español no dejó de bajar en aquel decenio:22 89/90 Año agrícola 1880-81 1881-82 1882-83 1883-84 1884-85 1885-86 1886-87 1887-88 1888-89 1889-90

Precio medio 21,46 24,64 26,44 21,49 19,58 20,39 21,04 20,34 19,25 18,56

La crisis repercutió por supuesto en nuestra zona que solía exportar el 20% de su producción de granos. La competencia de los trigos extranjeros en las plazas de Cádiz y Algeciras “es lo que más tiene que temer la provincia por efecto de su especial situación en la embocadura de dos mares”, se queja la Cámara Agrícola de Jerez, lamentando que “dicha competencia se lleva a cabo de una manera subrepticia y desleal”.23 Durante el quinquenio 1886-1890, según el Avance estadístico..., el trigo se vendió allí a 20,71 pesetas hectolitro; en octubre de 1887, el precio del hectolitro era de 18,47 pesetas en el partido judicial de Jerez, y 17,12 en el de Medina Sidonia, mientras que en los de Olvera, Algeciras y Chiclana se mantenía en un nivel ligeramente superior: 20,27, 20,16 y 20,18 respectivamente (Diario de Cádiz, 7.XI. 1887). Aquel mismo año, el Consejo provincial de Agricultura, Industria y Comercio resumía así el brusco descenso de los precios: “De 30 pesetas el hectolitro, precio del año 1868, bajó a 25 pesetas en el decenio 69 al 78, y a 21 en el de 78 a 87, descendiendo aún más en el presente año (...), habiendo casos de dar trigos y garbanzos a los ganados” (C.A.P., t. V, p.638). La misma corporación calculaba que en el                                                                                                                 20

Avance estadístico..., pp.XIX, 288-290. 293-294 y 299. J. Nadal, op. cit., pp.69-71. 22 Nicolás Sánchez Albornoz, “La integración del mercado nacional. España e Italia”, en Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Barcelona, Ariel, 1974, p.170. 23 “Informe acerca de la producción y comercio del trigo y su harina en la provincia de Cádiz presentado por la Cámara Agrícola de Jerez de la Frontera”, en el Boletín de la misma, año II, núm. 17, septiembre 1895, pp.146-152; dato facilitado por J. Maurice. 21

decenio 1876-1887, los precios habían sufrido las siguientes disminuciones: “en el trigo, de un 25 a 27 por 100; en los garbanzos, en un 50 por ciento; la cebada, en un 10 por 100; en los demás precios, sólo los que tienen buenas tierras pueden obtener de su capital un 2 o 3 por 100, pues en general, el negocio está en pérdida; se va abandonando, y si no se abandona por todos, es por la dificultad de encontrar quien lo tome” (C.A.P., t. V, p.640). Las consecuencias de este proceso, confirmado 90/91 por las respuestas de los Ayuntamientos de Arcos de la Frontera, Medina Sidonia, Lebrija y Jerez, fueron aún más perjudiciales que en el sector de la viticultura. El progresivo descenso de los precios hizo disminuir la producción, “encontrándose bastantes predios sin arrendatarios y abandonado el cultivo de muchos terrenos que se desmontaron” (C.A.P., t. V, p.638). Por consiguiente, no es ninguna casualidad si se redujeron las superficies sembradas y fueron cada vez menos abundantes las cosechas según estadísticas del Boletín de la Cámara Agrícola de Jerez de octubre de 1894, tras un período de cosechas “muy buenas” o “buenas” en cantidad entre 1883 y 1887 (promedio anual: 320.200 hectolitros), éstas fueron posteriormente “medianas”, “malas” o “muy malas” (promedio entre 1888 y 1893: 208.800 hl.).24 Luego mejoró algo la situación, gracias a los nuevos aranceles proteccionistas que gravaron cada quintal métrico importado con 8 pesetas a partir de enero de 189l y con 10,50 a partir de febrero de 1895. Esto puede explicar la recuperación de la producción a partir de 1894 (345.000). Sin embargo, en vísperas de los sucesos de enero de 1892, esta tendencia aún no se había señalado, habiéndose cotizado el trigo en la provincia de Cádiz a 20,25 pesetas –como promedio mensual– en 189l.25 Es obvio que, en ese contexto, los labradores no estaban dispuestos a contratar más braceros ni a aumentar los jornales, sino todo lo contrario. I.C. La crisis olivarera Sus efectos empezaron a ser determinantes y permanentes a partir de los años 1869-70. Tuvo por causas la introducción del petróleo y del gas para el alumbrado, el descenso del precio de las mantecas y la extracción del aceite de las semillas de algodón. La escasa disminución de la producción y la caída del consumo en un 25% originaron, claro está, una baja sensible de los precios que, en 1887, eran “de 28 a 32 reales la arroba de l2,5 litros (...) cuando hace diez años fluctuaba de 45 a 50 reales la arroba. (...) Si hace diez años la hectárea de olivar valía de 5 a 6.000 reales, hoy sería difícil colocarla a 3.000 reales” afirmaba el Consejo Provincial de Agricultura (C.A.P., t. V., p.644). Dicha crisis afectó especialmente la serranía gaditana, y por eso se intensificaron los continuos movimientos que ya existían entre esta comarca y la campiña jerezana, y se multiplicaron los contactos entre los trabajadores de ambas zonas. 91/92 I.D. La crisis pecuaria Hacia 1894, según la obra ya citada de Escudé y Bartoli, la provincia de Cádiz poseía el l,42% de las cabezas de ganado de toda España, y su ganado vacuno representaba el 3,24% del total nacional ocupando el noveno lugar tras las provincias cantábricas. Una estadística facilitada a la Comisión por el Ayuntamiento de Arcos de la Frontera muestra que los precios de 1887 eran inferiores a los de 1880; y casi idénticos a los de 1868:                                                                                                                 24

Citado por Jacques Maurice en “Campesinos de Jerez (l902-l933)” revista Estudios de Historia Social, Madrid, núms. 10-l l, julio-diciembre l979, p.100; en esta estadística no se especifica la cantidad cosechada en 1889. 25 Grupo de Estudios de Historia Rural, Los precios del trigo y la cebada en España, 1891-l907, Madrid, Servicio de Estudios del Banco de España, l980, p.l37.

Kilo de carne de Vaca Oveja Cerdo 11,50 kilogramos de lana Fuente: C.A.P., t. V, p.406.

1868 1,00 0,60 1,00 20

1880 1,35 1,00 1,20 15 a 17,50

1887 1,00 0,90 0,80 10

La competencia extranjera y el cierre de algunos mercados fueron los factores que más incidieron en la ganadería de la provincia de Cádiz. En efecto, tanto los testimonios procedentes de Arcos y Medina Sidonia como el informe del Consejo Provincial de Agricultura hacen hincapié en la competencia del ganado vacuno gallego (que a la sazón encontraba obstáculos para exportarse hacia Inglaterra), y en la del ganado marroquí, que se consumía en Cádiz capital e incluso en Jerez. Además, la compra cada día más frecuente de sementales franceses y húngaros para la Remonta de caballería perjudicó gravemente la tradicional cría de ganado caballar de esta zona, al mismo tiempo que hacía casi imposible la venta de caballos gaditanos en los mercados de Valencia, Sevilla y Valladolid. Por otro lado, el ganado de cerda –añadía la gente de Arcos– tiene gran competencia con las carnes muertas similares procedentes de los Estados Unidos (...). Con respecto al ganado lanar, grandes son también las pérdidas que se observan por la introducción de lanas procedentes de la Australia y América del Sur” (C.A.P., t. V, p.407). “En la actualidad –concluía el Consejo provincial–, no puede considerarse que dé beneficios la ganadería, así que no conocemos a nadie que se dedique a la cría de ganados exclusivamente. La ganadería se sostiene como auxiliar de la agricultura y dependiente de ella” (C.A.P., t. V, p.647). Ahora bien, la crisis que afectaba a los demás sectores agrícolas no hizo sino agravar la crisis pecuaria. 92/93 I.E. Algunas repercusiones sobre el nivel de vida de los trabajadores del campo: congelación de los jornales, paro y miseria Es evidente que en ese contexto –y si no se movilizaban los jornaleros– no podía progresar el nivel de vida de los que dependían de la agricultura para vivir o sobrevivir y que representaban la inmensa mayoría de la población, según se desprende del cuadro siguiente: CLASIFICACION PROFESIONAL DE LA POBLACION JEREZANA A FINALES DEL SIGLO XIX

(Según el sector de producción y el sexo) SECTORES I. SECTOR PRIMARIO: Agricultura, ganadería e industrias derivadas. propiedad territorial: II. SECTOR SECUNDARIO: Industrias fabril y minera e industrias derivadas: Artes y oficios: Total sector secundario:

HOMBRES

MUJERES

TOTAL

% de la población activa

% de la población total

13.562

236

13.798

52,85%

21,80%

267 4.687 4.954

7 597 604

274 5.284 5.558

21,29%

8,78%

III. SECTOR TERCIARIO: Comerciantes: Transportes Marina mercante, barqueros, etc.: Arrieros carreteros: Profesiones liberales: Empleados públicos: Empleados particulares y de ferrocarriles: Bellas artes e industrias artísticas: Fondistas, cafeteros y dueños de casas de huéspedes: Servicios personales y domésticos y otras ocupaciones: Militares: Total sector terciario: TOTAL POBLACION ACTIVA:

1.450

66

1.516

10 190 359 429

0 0 68 0

10 190 427 429

168 115

0 21

168 136

92

29

121

908 971 4.692 23.208

1.874 0 2.058 2.898

2.782 971 6.750 26.106

HOMBRES

MUJERES

TOTAL

25,85% 100,00%

10,66% 41,25%

% de la población activa

% de la población total

93/94 SECTORES

IV. POBLACION INACTIVA: Dedicados a estudios: 1.423 260 1.683 Asilados y pobres de solemnidad: Sin 382 311 693 profesión y sin clasificar de menos de 20 años: 7.131 10.863 17.994 Ídem de más de 20 años: 864 15.559 16.423 Clases pasivas: 52 53 105 Culto católico: 152 130 282 TOTAL POBLACION INACTIVA: 10.004 27.176 37.180 – 58,75% V. TOTALES GENERALES: 33.212 30.074 63.286 – 100,00% Fuente: Elaboración propia basada en el Censo de la población de España (…) de 1887. Nota. Las cifras de 1887 se dan por partidos judiciales pero se da el caso de que el de Jerez incluía un solo término. La diferencia entre la población de hecho (61.708) y la población clasificada por su profesión (63.286) se debe a que unas 1.578 personas declararon dos oficios; como no sabemos a qué categorías profesionales pertenecen, todos los porcentajes han sido calculados tomando como población total la segunda cifra (63.286), lo cual supone un error global mínimo de un 2,50%.

En el grupo denominado por la administración “agricultura, ganadería e industrias derivadas; propiedad territorial”, no se desglosan las diferentes categorías (terratenientes, arrendatarios, aparceros, mayetos, jornaleros, etc.), pero teniendo en cuenta que la Guía de Jerez señala cuatro años después que los contribuyentes por riqueza rústica y pecuaria son respectivamente 2.148 y 285, podemos considerar que un 82% del sector primario era constituido por campesinos pobres o sin tierra, y que éstos representaban el 43,5% de la población activa. Dicho también de otra manera, aquellas aproximadamente 11.365 personas (casi todos hombres), o sea el l8% de la población total, vieron su nivel de vida y el de su familia bajar vertiginosamente y se encontraban en una inseguridad laboral total a causa de la crisis agrícola. Por fin, cabe subrayar que otros I.765 hombres de l2 a 60 años estaban “sin profesión y sin clasificar”, siendo el número de

solteras de 20 a 60 años en este mismo caso de 2.8l7, lo cual nos da una idea del paro, idea imprecisa e incompleta dado que no todos los que oficialmente se dedicaban a la agricultura tenían empleo en aquel mes de diciembre de 1887, en que se realizó el empadronamiento. La falta de estadísticas regulares y detalladas sobre los precios de los artículos de primera necesidad y las remuneraciones de las principales faenas en el campo no permite calcular de manera rigurosa cuáles eran 94/95 los ingresos y gastos de las familias campesinas. Para los años que preceden inmediatamente los sucesos de Jerez, no tenemos tampoco a nuestra disposición datos tan concretos como los que aparecieron en las “Monografías de salario” de la Revista Social entre 1881 y 1883.26 Sin embargo, a partir de unas indicaciones recogidas en La crisis agrícola y pecuaria, en el Avance estadístico de 1890 y la prensa entre 1887 y 1892, es posible hacerse una idea de los salarios y precios entre ambas fechas. La encuesta nacional de 1887 afirmaba, por ejemplo, en sus conclusiones: “El jornal de los braceros dedicados a cultivo de cereales y legumbres asciende, en épocas ordinarias, a l,87 pesetas por día, término medio, deducido de 204 contestaciones de las distintas zonas de España, siendo la manutención de su cuenta. (...) Durante la época de la recolección, resulta como término medio el de 3,50 pesetas deducido de 23 contestaciones, variando, según las zonas, desde 2 pesetas a 5,50” (C.A.P., t. I, 2ª parte, p.171). Según datos procedentes de la provincia de Cádiz, allí los jornales oscilaban, en épocas “ordinarias”, entre l,50 y 2 pesetas, incluyendo la manutención; el ayuntamiento de Jerez admitía que “la situación del bracero ante nuestra estrecha industria agrícola, es también triste y peligrosa por extremo. El gañán de nuestros cortijos gana generalmente 3 reales diarios y la comida, que consiste por lo común en gazpachos fríos y calientes y pan a discreción o por cuenta, según ajuste. En las faenas de la recolección, los jornales aumentan algo, mejoran las condiciones de alimento” (C.A.P., t. II, p.l68). Varios artículos encontrados en la prensa de 1886-88 confirman que entonces los jornaleros cobraban entre 0,50 y 0,75 céntimos de pesetas o sea dos o tres reales, además de la comida. El informe de Lizáur y Paúl proporciona más detalles sobre los jornales del quinquenio 1886-1890, que, en el sector cerealístico, eran los siguientes: –Labores de preparación (dar las rejas, cubrir la semilla): seis pesetas para la yunta, incluyendo el jornal del gañán. –Siembra: Dos pesetas (una para las habas). –Escardas: Una peseta (para reducir los gastos, los labradores de la provincia solían dar una sola escarda en vez de dos). –Siega: Entre l y l,50 pesetas, más dos gazpachos u otra comida, o 2,50 pesetas secas. –Trilla: El jornal del que guía la caballería y los que esparcen la mies, “suele ser de 2 a 3 pesetas, sin comida, y de una a dos con comida”. –Faenas mecanizadas. En cuanto a “las 10 o 12 trilladoras” que hay en la provincia –dice el informe– “funcionan en su mayoría en el 95/96 término municipal de Jerez de la Frontera”. Exigían la contratación de un maquinista (4 pesetas), un ayudante de máquina (3,50), dos operarios alimentadores de la máquina (3,50) y cinco operarios para las demás faenas (3 pesetas).27 En Arcos de la Frontera, “los propietarios” declararon al corresponsal de El Imparcial poco después de los sucesos, que “en invierno se da a cada jornalero de dos a cuatro reales diarios, tres libras de pan y el aceite para hacer las sopas y el gazpacho. Cada diez o doce días se mata una o                                                                                                                 26

Véase en este volumen el trabajo de R. Rodríguez Aguilera. Amplios fragmentos de estas “monografías” relativas a los bajadores del campo de la provincia de Cádiz fueron publicados por Gérard Brey y Jacques Maurice en Historia y leyenda de Casas Viejas (Madrid, Zero-ZYX, l976, pp.93-l02). 27 Avance estadístico..., pp.291-292 y 298-307.

más ovejas, según el número de jornaleros, para que coman carne. En verano, cuando las tareas son más activas, el jornal es de cuatro o cinco reales y la misma cantidad de alimentos”.28 En cuanto a Ricardo Mella, que vivía en Sevilla desde 1887 y había estudiado los problemas del campo en Andalucía occidental, escribía en su folleto Los sucesos de Jerez: “un trabajo tan duro apenas es recompensado con dos, tres, o a lo sumo, cuatro reales diarios, jornal que no sólo ha de bastar para el sostenimiento de la familia durante el período de las faenas agrícolas, sino también cuando las lluvias y la invernada vienen a condenarlos a forzosa holganza” (p.4). El bajísimo nivel de los salarios es confirmado por los mismos jornaleros de Lebrija que, en La Anarquía del 11 de diciembre de 1891, se quejan de que en su cortijo no se cobra más que dos reales y medio. Los obreros de las viñas aparecían como privilegiados con sus jornales de “diez, once, doce catorce reales, precios que están en relación con lo cara que está la vida”, según el Diario de Cádiz de 8 de septiembre de 1887. Pensando probablemente en las remuneraciones en la viticultura, el Duque de Almodóvar pudo declarar ante el Congreso de diputados, una semana después de la tragedia: “No creo que haya tampoco muchas ciudades en España en donde el trabajador agrícola reciba como retribución 11 reales diarios”.29 Ya sabemos que, con la generalización del paro forzoso debido a la crisis vitivinícola, pocos debían ser los que cobraban estos jornales “fabulosos” de más de diez reales. De todo esto se puede deducir que las formas y el nivel de remuneración eran casi idénticos a los que se practicaban en tiempos de la Mano Negra, diez años atrás, e incluso a los del decenio 1851-1860 señalados por A. M. Bernal (excepto en el caso de la vid).30 La duración de la jornada del obrero agrícola tampoco había variado desde los primeros tiempos de la Internacional en España, en los que oscilaba entre once y catorce horas, “de so1 a sol”. Los comentarios de Lizáur y Paúl para los años 1886-1890 dan a entender que aquella expresión no significaba exactamente lo mismo para el trabajador, según era cortijero fijo o 96/97 jornalero eventual, y según la estación del año: “Las horas de un día de trabajo varían mucho; el jornalero de cortijo trabaja siempre de salida a puesta del sol, con sus intervalos, llamados cigarros, en número de cinco, y media hora para el almuerzo y una y media para la comida y siesta sólo en el verano, de donde se deduce que trabajarán próximamente de doce a catorce en estío y de diez a doce en el invierno. Los operarios que salen todos los días de los pueblos sólo trabajan de seis a diez horas, pues salen de los mismos a las ocho de la mañana y a las seis de la tarde están de vuelta en sus casas, y en el tajo tienen el mismo descanso que los anteriores llamados cortijeros”.31 Habiéndose terminado la recolección de la aceituna en los pueblos del noroeste de la provincia, no pocos jornaleros de esa comarca se trasladaron a la campiña en diciembre de 1891, esperando encontrar allí alguna actividad eventual. Pero las abundantes lluvias habían inundado las viñas e imposibilitaban el trabajo en las afueras de Jerez donde, además, una mayoría de los braceros se hallaban en paro y sin jornal desde la vendimia o desde la siembra de invierno. Como en los doce meses que precedieron los sucesos el precio del pan aumentó un diez por ciento y el hambre adquiría gravísimas proporciones, en noviembre y diciembre de 1891 el Ayuntamiento acordó “distribuir pan a los braceros faltos de trabajo a consecuencia de las lluvias”.32 Pero esas                                                                                                                 28

José Ortega Munilla en El Imparcial, Madrid, 17 de enero de 1892. Diario de las Sesiones de Cortes, 14 de enero de 1892, p.32l3. 30 Antonio Miguel Bernal, La lucha par la tierra en la crisis del Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1979, pp.404406, col.1 31 Avance estadístico..., pp.298-299 32 Boletín Oficial de la Provincia de Cádiz, 11 de diciembre de 1891; los números del 5 de enero de 1891 y 4 de marzo de 1892 me permitieron calcular el aumento del precio del pan suministrado al Ejército entre noviembre de 1890 y diciembre de 1891. 29

medidas paliativas insignificantes no sólo llegaban demasiado tarde, sino que no respondían a la impaciencia de las clases trabajadoras que se venían reorganizando semi-clandestinamente desde hacía varios años. II. El anarquismo entre 1886 y 1891 II.A. En España Como lo ha mostrado el importante estudio de Max Nettlau sobre la Primera Internacional en España y subrayado posteriormente José Álvarez Junco, “el año 1886 (...) marca un giro importante en la crisis que desde 1883 venía arrastrando la Federación de los Trabajadores” de la Región Española.33 En efecto, numerosos militantes, decepcionados por los anteriores fracasos, empezaron a criticar a los 97/98 anarco-colectivistas que, según ellos, habían privilegiado la organización a expensas de la acción y adoptado posturas excesivamente legalistas para evitar la represión. Esa actitud fundamentalmente defensiva –decían– había fracasado, por lo que era necesario inventar otras formas de intervención y organización para acelerar el proceso revolucionario. Además, la represión sufrida en Andalucía a consecuencia de los sucesos llamados de la Mano Negra en 1883, por un lado, y la divulgación de las ideas anarco-comunistas de Pedro Kropotkin, por otro, contribuyeron a la transformación de la Federación Española, tal como había ido funcionando basta ahora. Por otra parte, las huelgas que se declaran en los Estados Unidos para conseguir la jornada de ocho horas (mayo de 1886) y la condena a muerte de varios anarquistas en Chicago (noviembre de 1887) encuentran mucha resonancia en los centros urbanos; los obreros catalanes llaman a la movilización solidaria de los operarios españoles con motivo del 1° de mayo de 1886. El manifiesto “A todos los trabajadores de la Región Española” publicado por “Los grupos revolucionarios de San Martín de Provensals” en febrero de aquel año recoge la adhesión de muchas Federaciones Locales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, éstas se contentan con una mera declaración de principio. Así, “los anarquistas de Cádiz celebraron con un modesto banquete el l8 de Marzo [aniversario de la Comuna de Paris]. Brindaron por el triunfo de la próxima huelga general de los trabajadores de América, acordando ayudarles con recursos y con todo cuanto les sea posible”.34 En septiembre de 1886 también se constituye una Comisión interina de las ocho horas, designada por 68 delegados en representación de 57 sociedades obreras del Llano de Barcelona, culminando el proceso con las importantes huelgas del I° de Mayo en 1890 y 1891 en numerosas ciudades de la Península. Era en Cataluña, pues, donde seguían actuando grupos capaces de mantener encendida la antorcha de la rebelión anarquista. Allí era donde se celebraban las reuniones en las que había de aparecer orientaciones nuevas. En la provincia de Barcelona se publicaban periódicos de tendencias diversas como Acracia (enero 1886-junio 1888), El Grito del Pueblo (julio-noviembre 1886), La Justicia humana (abril-noviembre 1886), Tierra y Libertad (junio 1886-julio 1889) o El Productor (enero 1887-septiembre de 1893). Mientras tanto, en Madrid Bandera Social seguía siendo el portavoz de los colectivistas, pero en enero de 1887, por falta de recursos, tuvo que “refundirse” con El Productor, y su director, Ernesto Álvarez, esperó tres años y medio antes de lanzar otro semanario ácrata en la capital, La Anarquía (agosto 1890-junio 1893). En los talleres de las ciudades gallegas también se difundía la prensa creada por unos núcleos por anarquistas,                                                                                                                 33 34

José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-l9l0), Madrid, Siglo XXI, 1976, p.548. Bandera Social, Madrid, 8.IV.1886.

siendo el más destacado El Corsario de La Coruña (Mayo 1890-septiembre 1896). 98/99 En Andalucía, las discrepancias entre colectivistas y comunistas no eran nuevas. Desde Sevilla, donde en 1882 Miguel Rubio ya preconizaba las ideas comunistas, Ricardo Mella se empeñaba ahora en la defensa intransigente del colectivismo, publicando La Solidaridad (agosto 1888-noviembre 1889) y luego La Alarma (noviembre 1889-agosto 1890). La Federación Comarcal de Andalucía del Oeste, que en Sevilla tenía su sede, intentaría asimismo oponerse a los constantes progresos de las ideas anarco-comunistas que, con el apoyo de El Socialismo (Cádiz, febrero 1886-agosto 1891), irán ganando cada día más terreno en la zona que nos ocupa. Ahora bien, en los años 1887-1888, se agudizan las polémicas a escala nacional entre unos y otros. Las dos corrientes consiguieron sin embargo mantener un modus vivendi pacifico, basado en el respeto mutuo, “para combatir la sociedad capitalista”. En 1888, El Productor se hace eco de la influencia cada vez mayor de los anarco-comunistas en determinadas zonas. En las “Conferencias de Estudios Sociales” (celebradas entre octubre de 1887 y mayo de 1888 por la Federación Local de Barcelona), o bajo la pluma de Pedro Esteve, se critica la organización de los trabajadores por secciones de oficio y la estructura organizativa del período 1870-1887, que – según ellos– había privilegiado las luchas reivindicativas o la inacción, a expensas del combate propiamente revolucionario. La necesidad de renovar la F.T.R.E., en decadencia en numerosas localidades, aparecía tanto más urgente cuanto que los socialistas marxistas estaban en trance de celebrar el I Congreso del P.S.O.E. y de constituir la U.G.T. Bajo el impulso de los anarquistas catalanes, esta voluntad de sacar la Internacional del estancamiento y contrarrestar así la influencia socialista había de provocar la sustitución de la F.T.R.E., por dos organizaciones distintas aunque complementarias. En mayo de 1888, un número relativamente escaso de delegados celebran en Barcelona un “congreso amplio”, en el cual se constituye la Federación de Resistencia al Capital. Este se propone agrupar, en un Pacto de Unión y Solidaridad, a todos los individuos, sociedades y federaciones partidarias de la lucha reivindicativa y “establecer la solidaridad con todas las sociedades de resistencia que tengan aspiraciones socialistas, aunque no sean anarquistas; pero de ninguna manera con las sencillamente societarias, adormideras”.35 Esta Federación toma como táctica la huelga general por la jornada de ocho horas y tendrá un papel destacado en las huelgas urbanas del 1° de Mayo en 1890-1891. Por otra parte, en el otoño de 1888, un Congreso extraordinario reunido en Valencia acuerda disolver la F.T.R.E., adoptando las “Bases para la Organización Anarquista de la Región Española”, la cual se propone establecer libremente relaciones entre 99/100 todos los elementos revolucionarios: “forman la organización anarquista revolucionaria todos los individuos, grupos, círculos, periódicos, etc. que aceptan la Anarquía, sin distinción de procedimientos revolucionarios ni de escuelas económicas”.36 II.B. En la provincia de Cádiz Allí, como en otros puntos de la Península, la reorganización se llevó a cabo tanto a través de las antiguas federaciones locales (constituidas en cada localidad por las distintas secciones de oficios) o de nuevos centros o “círculos” obreros, como por unos grupos anarquistas independientes y “solidarios”. Ante esta dualidad ideológica y organizativa, el periódico que a la sazón publicaba Fermín Salvochea en Cádiz, tuvo que guardar una actitud de neutralidad y tolerancia. A pesar de la inclinación personal del líder gaditano hacia las teorías kropotkinianas,                                                                                                                 35

Federación de Trabajadores de la Región Española, Memoria de tos trabajos realizados por la C.F. en el desempeño de su cargo 1887 a 1889, firmada por “La Comisión Federal. España y Junio, 1889”, Barcelona, 1889, l6 páginas (IISG Ámsterdam), p.6. 36 Ibídem, p.10

siempre mantendrá una posición conciliadora; en unos momentos en que el anarquismo español corre graves riesgos escisionistas, el quincenario del ex-dirigente del Cantón y sus amigos se esfuerza por preservar “la concordia y unión del socialismo militante, siendo de ello garantía su nuevo consejo de redacción, donde están por igual representadas las dos escuelas anarquistas”.37 Pero a partir del momento en que, a nivel nacional, “las relaciones entre todos los anarquistas son sinceras y cordiales, habiéndose suavizado asperezas y acortado distancias”, lo cual ocurre con la celebración del “Segundo Certamen Socialista” de Barcelona en 1889, El Socialismo ya no vacila en subtitularse en adelante “Quincenario comunista anarquista” (número 65, 16 junio de 1890). Un estudio pormenorizado de la organización de los trabajadores de la provincia de Cádiz en los años 1886-1891 pone de relieve las siguientes características: –En 1886-89, algunos sectores colectivistas se esfuerzan a duras penas por mantener las estructuras de la F.T.R.E., notándose también una tentativa (frustrada) de los marxistas para implantarse en el noreste de la provincia. –En 1890-91, debido sin duda a la labor propagandística de El Socialismo, los trabajadores constituyen entidades que, excepto en algunos contados casos, van correspondiendo a las normas organizativas adoptadas en 1888 bajo la influencia de los anarquistas comunistas. 100/101 Así, en 1886, Bandera Social publica varias cartas de militantes de la provincia que intentan resucitar las antiguas federaciones locales y secciones de oficio, con arreglo a los estatutos de la Federación Regional. Estos testimonies proceden de Ubrique, Alcalá del Valle, Villaluenga del Rosario, Benaocaz, Puerto de Santa María, Arcos de la Frontera, Grazalema, Sanlúcar de Barrameda, San Fernando, Jerez o Cádiz. Pero ninguna de estas federaciones locales consiguió agrupar un número suficiente de afiliados como para poder enviar un delegado al Congreso Regional de Madrid en mayo de 1887, o quiso hacerlo. Las querellas entre colectivistas y comunistas hicieron fracasar esas tentativas. La federación local de Ubrique, por ejemplo atribuye a las polémicas el retraimiento de los obreros de las filas de la Federación Regional, “y espera que termine por completo toda cuestión personal, trabajando todos unidos por acelerar lo antes posible el triunfo de la Revolución Social” (Bandera Social, 10.VI.1886). Simultáneamente en Jerez de la Frontera, se criticaba alusiva e indirectamente el sistema organizativo de la F.T.R.E. Un grupo de “Socialistas Revolucionarios Miembros de la organización Los Desheredados”, tras evocar el “desmembramiento” de la federación local y “el odio y la discordia [que existe] entre todos los federados”, afirmaba: “La reconciliación se hace necesaria entre todos los obreros, procurando evitar las rencillas personales que quedan”, y ésta es posible dado que “los socialistas jerezanos, aunque divididos en diferentes agrupaciones, en su esencia son tan revolucionarios como siempre”. Poco después el mismo grupo recordaba el fracaso de las peticiones pacificas de los años 82-83, preconizando medios más violentos ahora: “nuestra honra siempre mancillada (...) reclama que (...) destruyamos todo lo que con nuestros principios no coincida”.38 En la sierra, Grazalema seguía siendo sede de la moribunda Unión de los Trabajadores del Campo, cuyo congreso de mayo de 1887 no reunió más que a los representantes de Benaocaz,                                                                                                                 37

El Socialismo, núm. 43, 12.XII.1887. Aquí la expresión “ socialismo militante” designa a los anarquistas, por oposición a lo que ellos llamaban el “socialismo adormidera” de Pablo Iglesias. Amén de las suscriptores que tenía en Cataluña, País Valenciano, Galicia, Cuba e Inglaterra, el quincenario gaditano se repartía en casi todas las localidades de la provincia. 38   Ambos manifiestos fueron publicados en El Socialismo del 15.VI y 30.VI.1886. Las discrepancias son confirmadas por un llamamiento de la Federación Comarcal de Andalucía del Oeste que a mediados de 1887, subraya la necesidad de “armonizar las diversas tendencias que se manifiestan en el seno del proletariado militante de esta comarca a fin de dar cohesión firmísima a los grandiosos ideales de Anarquía y Colectivismo que en nuestros pechos alientan” (El Socialismo, 31.V.1887).

Benamahoma y Grazalema. En esta ocasión se reafirmaron los principios de “Anarquía donde el pueblo se administre por sí sólo sin arbitrariedades ni privilegios” y de “Colectivismo, en que el trabajador percibe el producto integro de su trabajo” (El Socialismo, 15.VI.1887). Tanto en el agro gaditano como en el resto de Andalucía, el malestar se tradujo en aquel verano de 1887 por una multiplicación de los incendios. Entre el 26 de junio y el 26 de septiembre, el Diario de Cádiz señala 93 incendios, de los cuales 26 fueron considerados como intencionados, siendo detenidos 101/102 44 “delincuentes, autores de esos hechos”. La Guardia Civil se aprovechó de ello para desarticular el Consejo de la Unión de Trabajadores del Campo instalado en Grazalema, deteniéndose 10 hombres y 6 mujeres en aquel pueblo, 9 personas en Ubrique y Benaocaz, 1 en Rota, 4 en Alcalá de los Gazules, 2 en Setenil, 3 en Algodonales, 2 en Puerto Serrano y una en Bornos; en total, 38. Pero esta arbitraria y severa represión (no se pudo relacionar a los encarcelados con los incendios) no hizo sino fortalecer las convicciones de los trabajadores. Los simpatizantes y militantes del P.S.O.E. de Alcalá de los Gazules reorganizan la Agrupación socialista e intentan, con los de siete localidades gaditanas y sevillanas tradicionalmente anarquistas, reconstituir una U.T.C. de tendencia exclusivamente socialista marxista. Aquello no pasó del mero proyecto; sin embargo, el hecho de que algunos trabajadores de Grazalema, Benaocaz y Huertas de Benamahoma hubiesen tornado parte en las reuniones es un indicio revelador de la desorientación y vacilación ideológica de algún sector del campesinado andaluz por aquellas fechas.39 Los líderes ácratas eran conscientes de ello. Desde Sevilla y las columnas de La Solidaridad, por ejemplo, Ricardo Mella trataba de prolongar la existencia de la Federación de los Trabajadores de la Región Española, según criterios exclusivamente colectivistas, pero no podía contar sino con las ocho federaciones locales, casi todas de cuatro o cinco federados” que, a mediados de 1888, seguían constituyendo la Federación Comarcal de Andalucía del Oeste.40 En Jerez también, los partidarios del colectivismo emprendían unos últimos esfuerzos para contrarrestar la creciente influencia de sus adversarios. No obstante, a principios de febrero de 1889 aparecía allí el “Programa del Primer Grupo Anarquista de Andalucía”, en el que se leia: “hacemos nuestra unión completamente anárquica, es decir, nada de reglamentos, comisiones, grupos, cuotas”.41 En La Solidaridad del 17, la Federación Local de Jerez replicaba: “Nosotros queremos la reorganización de la Federación, no su destrucción, como parece se trata de llevar a cabo”. Las recomendaciones de los colectivistas fueron desoídas y el anarquismo gaditano siguió reorganizándose según los criterios 102/103 definidos en los Congresos de 1888, aunque en 1891 volvieran a aparecer federaciones locales en algunas localidades, como La Línea. Ya en 1888 los anarquistas de Grazalema habían adoptado un tipo de organización parecida a la del período de clandestinidad de 1874 a 1881 creando el “Grupo Fischer” (uno de los ahorcados de Chicago) en el que tendrán cabida todos los trabajadores que manifiesten de una manera terminante su conformidad con las ideas anarquistas (...). El objeto de este Grupo, es                                                                                                                 39   Las

persecuciones contra “los compañeros de la Sierra” se evocan en El Socialismo de 16.IX. y 3.XI.1887 y Diario de Cádiz del 19.VIII al 8.X.1887. Santiago Castillo resumió la tentativa de los socialistas ante el VI Coloquio de Pau, “La actividad del P.S.O.E. en el campo: los casos de Alcalá de los Gazules y Grazalema, 1887-1889”, recopilado en La cuestión agraria en la España contemporánea, Madrid, Edicusa, 1976, pp.259-285. Poco antes la patronal jerezana había constituido sus propias organizaciones. En 1885, se creo la Asociación de Exportadores de Vinos, y en 1889 nació la Asociación Gremial de Criadores-Exportadores de Vinos. También se formo “con la base de la Junta Local de Ganadería y Representación de Labradores de Jerez de la Frontera”, una Asociación de Agricultores de la provincia de Cádiz, “llegando a 4.000 las adhesiones a los acuerdos tornados” en la sesión constitutiva, según informa el Diario de Cádiz del 4 de mayo de 1887. 40  F.T.R.E., Memoria..., p.8.   41  Tierra y Libertad, Barcelona, 4.II.1889.  

coadyuvar en la medida de sus fuerzas el sostenimiento de la prensa socialista en general, y anarquista en particular, socorrer a los compañeros que se encuentren en las cárceles por defender la idea anárquica y proteger a todo el que en libertad relativa sea objeto del odio burgués. Fomentar por todos los medios la instrucción y propagar la conveniencia de la Revolución Social (...)” (El Socialismo, 1.X.1888). En Cádiz, los compañeros de Fermín Salvochea prefirieron reorganizar las fuerzas obreras aprovechando la tribuna pluralista que les ofrecía el Círculo libre-pensador de Guillén Martínez” que, nacido a finales de 1886, se definía como “una especie de campo neutral, a donde concurrirán todos los que creen en la necesidad de emancipar las conciencias y difundir la luz, (...) y los hombres que, cualquiera que sea la diferencia quo en otro terreno los separa, desean verdaderamente la emancipación del proletariado”. Dicho Círculo organizó durante dos años seguidos veladas culturales en las que se daban conferencias sobre temas sociales e históricos o se leían poesías anticlericales. A sus reuniones, que se celebraban los domingos, podían acudir “lo mismo los demócratas de todas las fracciones que los socialistas de todos los matices (El Socialismo, 15.XII.1886). Al ser disuelto por el gobernador civil con motivo de una huelga de panaderos. se decidió a finales de 1888 constituir un Centro obrero que agrupara a todos los gremios de la capital. También se constituyó un grupo “anarquista revolucionario pero es de suponer que sus miembros prefirieron actuar dentro del Centro. En 1889, éste recibió a algunos trabajadores emigrados en señal de solidaridad, abrió una biblioteca y celebró veladas en conmemoración de la Comuna de París y mártires de Chicago. En 1890, los panaderos consiguieron algunas mejoras y contribuyeron, con Salvochea y sus amigos “anarquistas revolucionarios” a la movilización de los obreros gaditanos cara al Primero de Mayo.42 103/104 Primero de Mayo de 1890 y 1891. Proliferación de los “grupos anarquistas” Tanto la propaganda efectuada por El Socialismo y El Productor como la perseverancia de los militantes diseminados en todos los pueblos no tardarían en producir sus efectos y anunciar mayores movilizaciones. Y no es inútil recordar aquí brevemente los principales conflictos en los que tomaron parte o con los que se solidarizaron los trabajadores de la provincia, ya que, a mi juicio, permiten comprender las reacciones de los trabajadores que ocuparon Jerez de la Frontera en la noche del 8 al 9 de enero de 1892. Ya dijimos que tuvo un inmenso impacto la huelga de los trabajadores de Chicago en mayo de 1886 y las ejecuciones del 11 de noviembre de 1887. En la provincia de Cádiz, la suscripción a favor de las víctimas y sus familias tuvo poco éxito, a causa de las persecuciones del otoño de 1887 contra la U.T.C., en Grazalema y los mineros de Río Tinto, que acapararon la solidaridad de los trabajadores en Andalucía occidental. Posteriormente la solidaridad con los presos sería una preocupación constante del “proletariado militante” de aquella zona, como lo revelan las suscripciones abiertas o apoyadas por El Socialismo a favor de los anarquistas encarcelados en Barcelona (septiembre 1886-mayo 1887) o de los familiares de las víctimas de la matanza del Río Tinto en febrero de 1888. Simultáneamente, el periódico de Salvochea denunciaba el sistema carcelario, publicando el texto de la conferencia pronunciada en París a finales de 1887 por Pedro Kropotkin sobre la “Influencia moral de las prisiones sobre los presos”.43 Por fin, pocos meses después, numerosos grupos anarquistas de la provincia recaudarían fondos para los encarcelados con ocasión del 1° de mayo de 1891.                                                                                                                 42   La Solidaridad, Sevilla, 11.XI. y 9.XII.1888, y El Socialismo, 16.XI.1888, 1.II., 14.III., 4.V., 21.XI.1889 y 22.V.1890.   43  Entre el 1.V.1888 y el 17.VI.1889.  

En 1890, el acontecimiento tuvo poco alcance en la provincia, excepto en la capital donde se celebró un mitin de 4.000 personas y una manifestación de 6.000. En El Productor, comentaba Salvochea: “Vosotros diréis que hemos hecho poco; yo también creo lo mismo, pero no ha sido posible hacer otra cosa, sin que el resultado hubiese sido contraproducente”. Sin embargo, el Círculo Obrero valoraba con optimismo el impacto de aquella jornada: “El 1° de Mayo bien puede decirse que ha sido una verdadera resurrección entre los trabajadores, quienes en gran número han acudido e ingresado en esta Sociedad. Un día se han organizado los pintores, otros los trabajadores del mar, los albañiles, los ebanistas y los zapateros; el movimiento es general (...)” (El Socialismo, 22.V.1890). El cónsul francés de Cádiz escribía por su lado: “es rigurosamente exacto, especialmente después de la manifestación del 1° de mayo, que han aparecido algunas veleidades de resistencia por parte de ciertos grupos de trabajadores que exigieron bien 104/105 aumento de salario, bien reducción de la jornada de trabajo a ocho horas. Pero estos movimientos obreros fueron tan breves, presentaron tan poca cohesión, perturbaron tan poco la marcha normal de los negocios, en fin, fueron tan insignificantes que no hemos creído necesario comunicarlos al Departamento de Asuntos Exteriores.”44 Fuera de la capital, sólo Grazalema fue capaz de organizar una huelga de panaderos y algunas manifestaciones, por lo que fueron “condenados por ser anarquistas nueve de nuestros compañeros, el que menos con dos meses y un día de prisión” (El Productor, 4.VII.1890). El año de 1891 marca un nuevo hito en la reorganización del proletariado de la provincia de Cádiz, tanto en la capital con la preparación del 1° de Mayo como en las zonas rurales donde crece el malestar y se agudiza la crisis. El círculo de obreros de Cádiz, animado por Fermín Salvochea, José Ponce, Juan José García Ríos y Juan Cerrajón, conoce una gran actividad: “las conferencias se hallan cada vez más animadas y cada vez es también mayor el número de los que hacen uso de la palabra o leen algún trabajo de importancia”, observa El Socialismo en su número del 8 de abril. Los militantes de la capital incluso se trasladan a otras localidades, como Medina Sidonia o Chiclana, para impulsar la propaganda. En San Fernando, aparece otro grupo anarquista, titulado “Los jóvenes desesperados” y al mismo tiempo se constituye la sección sindical de panaderos. En Arcos de la Frontera, pueblo de fuerte tradición anarquista, “reina gran animación entre los trabajadores, que han restaurado la federación local, “activándose los trabajos para la apertura de un Centro Anarquista”, dice El Productor del 19 de abril. Poco después nace en efecto allí un grupo denominado “La Amistad”. En La Línea, los trabajadores reconstituyen la federación local, integrada por las secciones de cocineros, panaderos, carpinteros, albañiles, zapateros, herreros y oficios varios. En el resto de la Península también, la combatividad del proletariado adquiere tales proporciones que el gobierno conservador acuerda prohibir las manifestaciones callejeras del 1° de Mayo. En cuanto a las comisiones de trabajadores no deberían exceder el número de veinte individuos, so pena de ser “inmediatamente disueltas”, según reza la circular del ministro de Gobernación que reproduce el Diario de Cádiz del 25 de abril para “llamar la atención de los lectores”, o sea para intimidar a los posibles manifestantes. Sin embargo, al día siguiente “más de tres mil trabajadores” celebran una reunión en la que se afirma que, “quiera o no el gobierno, hay que celebrar una manifestación pública”. 105/106 Los trabajadores de San Fernando, donde ahora existían varios grupos anarquistas, y los obreros de la campiña también se dispusieron a celebrar el 1° de Mayo: “del campo afluyen a                                                                                                                 44   Archivo

del Ministerio francés de AA.EE., París, Correspondance commerciale des consuls, tomo 116, Cadix 1890-1896, folios 40-42.  

Arcos muchos braceros con propósito de reunirse el 1° de Mayo. Si salen en manifestación publica, se calcula que los congregados ascienden a 3 o 4.000”, comentaba asustado el Diario de Cádiz. En Vejer de la Frontera, “los socialistas celebran reuniones todas las noches y pronuncian discursos”. Frente a eso la burguesía y las autoridades locales toman medidas para contrarrestar la movilización adversa. Elementos de la fuerza publica procedentes de Algeciras se trasladan a “los pueblos como Vejer, Arcos y Medina, donde se teme haya alguna agitación entre la clase obrera”, informa el Diario de Cádiz; “la burguesía jerezana se ha puesto de acuerdo para despedir a los trabajadores del campo antes del 1° de Mayo, al objeto de que cuando llegue la recolección estén extenuados por el hambre y no tengan más remedio que ceder a cuanto sea de su antojo”, denuncia El Productor del 30 de abril. En la víspera habían sido detenidos en la capital provincial Fermín Salvochea y “los conocidos socialistas” José Ponce y Juan José García Ríos, “natural éste último de Grazalema”, por haber pronunciado discursos ante la asamblea del 26, en la cual se acordó acudir a toda costa a la manifestación pública. El día 1° de Mayo, los puntos estratégicos de la ciudad son ocupados por la fuerza publica. Sin embargo, según el Diario de Cádiz, “seiscientas o setecientas personas” se manifestaron pacíficamente por las calles del centro, hasta que intervinieran “los Guardias Civiles, con las bayonetas armadas y corriendo para dispersar los grupos”. El secretario del Centro de Obreros, Juan Cerrajón, y otros trabajadores son detenidos y el centro, clausurado. El suplemento extraordinario que El Socialismo editó con motivo del 1° de Mayo fue denunciado y secuestrado. La huelga se prolongó no obstante durante una semana, y los albañiles consiguieron la jornada de nueve horas y un aumento de un real diario. Por no haber querido acatar la circular de Gobernación, Fermín Salvochea y sus compañeros quedaron encarcelados durante mes y medio. En otras localidades, como La Línea, Puerto Real y Lebrija, se celebraron mítines. En Medina Sidonia, la Guardia civil se opuso a la celebración del mitin convocado por los cuatro grupos anarquistas del pueblo, desalojando el local donde estaban reunidos los trabajadores, registrándoles y quitándoles “las navajas más pequeñas y que son de constante uso diario”, prueba ésta del temor que se había apoderado de los propietarios y autoridades locales (El Productor, 6.V.). En Puerto de Santa María, donde predominaba la influencia del socialismo marxista, “los toneleros, aserradores, carpinteros, zapateros, arrumbadores y vinicultores” no trabajaron y celebraron un mitin “para protestar contra la disposición del gobierno prohibiendo a la clase obrera el ejercicio del derecho de manifestación al aire libre”. Además reclamaron a los 106/107 poderes públicos “la jornada de ocho horas y demás disposiciones acordadas en el Congreso Internacional de París” (El Socialista, 8.V.). En Grazalema, informa El Productor, “por más que aquí no hay movimiento societario, se efectuó la huelga general de Mayo, sin pedir formalmente las ocho horas a la burguesía”. La prensa no nos indica lo que ocurrió exactamente en Jerez. A lo mejor se celebró algún mitin. El caso es que allí las rivalidades entre los partidarios de la organización por gremios y los anarco-comunistas no habían favorecido, ni mucho menos, la reorganización y cohesión del movimiento ácrata. Un manifiesto dirigido en noviembre de 1890 a los trabajadores jerezanos por el grupo “Los Hijos del Planeta” de Grazalema confirma las discrepancias que existían entre aquéllos: “Compañeros: la causa de nuestro malestar consiste en que estamos desorganizados; nuestras quejas no son atendidas por nadie; (...) unámonos, pongámonos de acuerdo” (El Socialismo, 22.XII.). Sin embargo varios son los indicios de la efervescencia que reinaba en la ciudad. Mientras que a mediados de 1887 sólo llegaba a Jerez un solo ejemplar de El Productor, a finales de abril de 1891 se repartían allí por lo menos setenta y cinco ejemplares del semanario anarquista barcelonés, que además estaba relacionado con la inmensa mayoría de los pueblos de

la provincia. En julio se constituye un grupo anárquico-comunista, “El Sacrificado por la burguesía”, que invita a los de Sanlúcar de Barrameda y Trebujena a “sublevarse”. Poco después se publican en El Productor dos manifiestos de los “compañeros de Jerez”, en los que “se propaga la necesidad de que los trabajadores jerezanos abandonen el retraimiento en que permanecen desde hace algunos años” (6.VIII.91). A mediados de agosto el mismo periódico publica un testimonio de un obrero jerezano patentizando la reacción de la burguesía local: “Todavía estamos en lo mejor de la recolección de los frutos y ya empezamos a quedarnos parados. La burguesía nos ha tornado un odio atroz en el movimiento de Mayo, y si no procuramos pronto remedio, pasaremos un otoño más cruel que los hasta hoy conocidos (...); puesto que nos desafían y maltratan, luchemos hasta triunfar o morir” (13.VIII.91). Un mes después. El Productor confirma que “cada día son más molestados los trabajadores de la campiña de Jerez por los burgueses, indagando constantemente por descubrir a los obreros que profesan nuestras ideas para despedirles” (24. IX). A pesar de esa caza de brujas, siguen apareciendo otros grupos: “Los hambrientos”, “Los cansados de sufrir”, “Los ansiosos de que llegue”, “Los hermanos amables”, “Constancia”, “Mártires de la Libertad”; el nombre de otro, “La Venganza” sugiere claramente el odio de clase que allí imperaba. En cambio, la Federación Local, que en junio se había adherido al pacto de Solidaridad de las Sociedades de resistencia de España, que tenía su sede en Barcelona y agrupaba sobre todo obreros catalanes, seguía siendo incapaz, según parece, de atraer a los elementos partidarios de la 107/108 lucha sindicalista, que, bajo la influencia de los toneleros, se habían ido acercando a los socialistas marxistas.45 En el resto de la provincia, y a pesar de las medidas de intimidación, los últimos meses del año 1891 se caracterizan por la proliferación de los núcleos organizados de filiación ácrata. Por un lado, se reconstituyen las federaciones locales en Bornos y Lebrija, o bien se abren “Centros obreros” en Grazalema, Algeciras, además de los ya existentes en Cádiz y La Línea. En los Barrios reaparece la sección de agricultores y en Ubrique, la sociedad de agricultores “El Progreso”, todo lo cual muestra la permanencia de la corriente sindicalista en la provincia. Pero, al mismo tiempo, siguen multiplicándose los pequeños grupos deseosos de infundir los principios “revolucionarios” del anarquismo entre las masas trabajadoras. Además de los ya mencionados, se crearon nuevos grupos en las tres comarcas, con nombres muy evocadores: “Luisa Michel” y “Organizador” en Puerto de Santa María, “Salvochea” en Trebujena, “O todo o nada” en Paterna de Rivera, “Hijos del siglo XX” en Chipiona, “Los regeneradores de la familia”, “Los verdaderos defensores de la justicia”, “La lucha constante” y “Los jóvenes sangrientos” en Arcos de la Frontera, etc. En Lebrija, se formaron nada menos que ocho grupos: “El Rayo”, “Los rabiosos”, “Acracia”, “Brown”, “Los incansables por la Revolución Social”, “Los que se encargan de combatir a los tiranos y servilones”, “Los Vengadores de la injusticia” y “¡A la Bastilla!”, nombre éste muy significativo de los anhelos de los trabajadores en un momento en que se detenía a granel a los militantes o simpatizantes. En la Sierra, Grazalema contaba ahora con cuatro grupos (“Fischer”, “Los Hijos del Planeta”, “Los convencidos” y otro creado en diciembre de 1891); otros nacieron en Ubrique (“Los hijos de buena fe”), Bornos (“El cinco de Diciembre en Cádiz”, alusión a la lucha armada de los Voluntarios de la Libertad de Salvochea contra las tropas del gobierno provisional en 1868), Benaocaz (“Defensores del pueblo”), Setenil (“Los Reedificadores”), Algar (“Los tigres desesperados”) y Espera. En San José del Valle (municipio de Jerez) se dieron el nombre de “Nuestro ideal no se humilla”. En el Campo de Gibraltar, sólo tengo noticias de dos grupos en La Línea y Tarifa.46 108/109                                                                                                                 45  S.

Castillo, op. cit., p.285, n.76.   El Productor de Barcelona y La Anarquía de Madrid.

46  Según

Tentativa fracasada de crear una Federación Regional de Campesinos Es de observar que en algunos casos esos grupos adoptaron una postura ambivalente, en la medida en que trataron a la vez de estimular la organización y las luchas reivindicativas de los trabajadores y difundir los ideales revolucionarios del anarco-comunismo. Este fue, por ejemplo, el caso de Algar, donde “un grupo de agricultores anarquistas se han constituido con el nombre de ‘Tigres desesperados’, con objeto de organizar a todos los trabajadores de la misma, en primer término, para la defensa de los intereses obreros, y en segundo lugar”, para hacer la Revolución Social (El Productor, 10.IX.1891). En Arcos de la Frontera, los cuatro grupos se reunieron en una sola federación “La Amistad” y designaron –como en tiempos de la Federación Regional Española– un consejo local. Deseosos de promover la reorganización campesina de manera más coordinada y amplia, los militantes arcobricenses propusieron la convocación de “una conferencia extraordinaria de trabajadores del campo” para examinar diferentes problemas, como la conveniencia de abolir el trabajo a destajo”, la necesidad de constituir o no “un pacto de unión de todos los trabajadores del campo” y la línea de conducta” para el 1° de Mayo de 1892. La propuesta fue apoyada en un manifiesto “A todos los compañeros agricultores de la región española”, firmado por los de Marchena, Paradas, Lentejuela, El Rubio y Fuentes de Andalucía (provincia de Sevilla).47 Reestructurar la organización a escala regional era tanto más urgente cuanto que la represión adquiría nuevas proporciones y los latifundistas contrataban cada vez más frecuentemente a forasteros o esquiroles cuando surgía el menor conflicto. Era preciso pues, adoptar posturas comunes para evitar actos contrarios a la solidaridad laboral. Por otro lado, las campañas pro presos, cuya iniciativa solía proceder de algún que otro grupo local o de algún periódico, ya no bastaban para ayudar a las víctimas cada vez más numerosas de la represión; y como el dinero necesario para alimentar los fondos de resistencia en caso de huelga se gastaba en dichas campañas, había que darse los medios de promover la solidaridad a nivel regional o nacional. Los trabajadores de Medina Sidonia aprobaron la propuesta, pidiendo incluso en El Productor “la reunión de un gran Congreso obrero para discutir la línea de conducta más conveniente para los trabajadores, pues la situación presente de persecuciones, crisis de trabajo y atropellos de todo género se va haciendo insostenible” (8.X.1891). Por su lado, “los compañeros de Lebrija encarecen la necesidad de que todos los trabajadores del campo hagan un esfuerzo para realizar la federación agrícola, que ha de redundar en bien de toda la clase 109/110 evitando las sensibles competencias producidas por la miseria, colocándose en mejor situación para la lucha económica de momento y después para la Revolución Social” (22.X.1891). Finalmente se celebró en Córdoba los días 30 de noviembre y 1° de diciembre de 1891 un “Congreso de Agricultores de la Región Española”, al que acudieron representantes de veinte localidades, casi todas andaluzas, siendo representadas las de Arcos, Bornos, Benaocaz, Ubrique y Lebrija, en cuanto a nuestra área de estudio se refiere. Se discutieron los temas propuestos por Arcos de la Frontera y se llegó a un compromiso, que reflejaba la diversidad organizativa: “Lo primero que importa es asociarse, agruparse, no importa la forma (...), primer modo de practicar la solidaridad”. Ninguna estructura “regional” pudo ser adoptada, ya que una minoría (Lebrija, Bornos, Benaocaz y El Rubio) se opuso a la constitución de un Pacto de Unión y Solidaridad. Además, como algunos delegados estimaban que “no [era] conveniente la lucha por medio de la huelga, dadas las condiciones económicas del agricultor”, no se decidió ir a la huelga el 1° de                                                                                                                 47  El

Productor del 1.X.1891 publicó ambos manifiestos.  

mayo de 1892 y sólo se aprobó por unanimidad que se manifiesten con esta ocasión los que lo crean “conveniente”. Lo único que fue adoptado sin que surgiera discrepancia alguna fue la abolición del trabajo a destajo.48 Ante el Congreso, el delegado de Arcos declaró: “los trabajadores amantes de la Anarquía deben marchar libremente dentro de sus agrupaciones, sin impaciencias de ninguna clase”. En realidad, toda la provincia era un polvorín que podía abrasar cualquier chispa. III. La manifestación de enero de 1892 en Jerez de la Frontera III.A. Crece el descontento En Cádiz, el objetivo de las autoridades consistió en acallar el portavoz de los anarquistas (El Socialismo) y neutralizar a los militantes más destacados, entre ellos a Salvochea. En el verano de 1891, la explosión de unos cuantos petardos le ofrece a la policía un pretexto para detener a más de 25 anarquistas. Gracias a la solidaridad de sus compañeros de toda la Península, 17 de ellos son puestos en libertad a mediados de 110/111 octubre, quedando en la cárcel Salvochea y ocho trabajadores. Tras la publicación de un número en agosto, desapareció El Socialismo y el proyecto de resucitarlo con el título de El Anarquismo o El Anarquista (según las fuentes) no se llevó a cabo a causa de la represión ocasionada por los sucesos de enero. Desde el calabozo, el líder gaditano observaba: “ni las calumnias ni las presiones son suficientes a destruir la semilla sembrada por nuestra propaganda en el seno de la multitud, en la cual el deseo de justicia y la esperanza de la revolución se verán grandemente aumentados por la torpe conducta de los defensores de un orden social cuya desaparición se acerca por momentos.”49 Ante la represión los gaditanos cerraban las filas: prueba de ello fue la reunión pública celebrada para conmemorar a las víctimas de Chicago en noviembre, a la que acudieron “mil personas”, según el corresponsal de El Productor, asistiendo al acto trabajadores que se habían desplazado especialmente desde Jerez y San Fernando. El día 7 de diciembre fue absuelto F. Salvochea, del supuesto delito de imprenta que se le imputaba desde mayo. Es significativo que aquel día, según El Liberal de Madrid, “más de tres mil personas han vitoreado a Salvochea al entrar y salir de la Audiencia”, dando vivas a la Anarquía como lo harían un mes después los manifestantes por las calles de Jerez. Sin embargo, Salvochea no salió de la cárcel, por ser acusado de otro delito: haber incitado a los obreros a desfilar por las calles de Cádiz el 1° de Mayo; el juicio no se celebró hasta marzo de 1892. No sin razón había de comentar Ricardo Mella al año siguiente: “A Salvochea, principalmente, no se le absolvía en un proceso sin que inmediatamente se le complicase en otro. Esta conducta de los poderes públicos provocó el enardecimiento de los entusiasmos revolucionarios y cada proceso de los incoados en Cádiz fue motivo de manifestaciones entusiásticas en que el pueblo obrero mostraba bien a las claras sus opiniones anarquistas.”50 En los pueblos de la sierra, la situación se hacía igualmente cada día más tensa. En diciembre, la encarcelación en Jerez de tres trabajadores de Benaocaz suscitó la solidaridad obrera en varias localidades. Además, varios conflictos fueron provocados en la zona de Ubrique                                                                                                                 48  Dieron

cuenta de las discusiones de Córdoba El Productor (2l.I.1892) y El Corsario de La Coruña (15.XI.189l y 31.I.1892). Resulta muy sorprendente el relato que hace T. Kaplan de aquellos comicios, en los cuales, según ella, “campesinos y jornaleros del campo de veintiún lugares distintos, que se atribuían la representación de treinta mil electores [sic] en Andalucía, llamaron a sublevarse de manera coordinada” (p.l92). Esta interpretación absurda no puede deducirse en absoluto de la fuente que ella dice que ha consultado, es decir El Corsario del 31.I.1892.   49  En El Productor, 5.XI y La Anarquía, 6.XI.1891.   50  Los sucesos de Jerez…, 1893, pp.9-10.  

por la actitud intransigente de algunos capataces que quisieron obligar a los jornaleros a trabajar de noche para recuperar los días perdidos a causa de las lluvias. Algunos trabajadores se negaron y entonces, cuenta El Productor, aquellos “despacharon al que juzgaron más rebelde, haciendo causa común con el despedido otros compañeros de Bornos, Grazalema y Ubrique, que dejaron el trabajo después de haber conferenciado duramente con esos nuevos Nerones.”51 Así, no pocos de 111/112 los que se significaban por su combatividad o sus ideas anarquistas tuvieron que trasladarse a otras localidades para ganarse el sustento. Aquello favoreció los contactos entre los jornaleros y explica –con la crisis aludida anteriormente– la concentración de tantos trabajadores de la sierra en los cortijos jerezanos a principios de 1892 y su participación en los sucesos del 8 de enero. Tan numerosos eran los de la sierra en este caso, que el diputado conservador por Jerez Camacho Rivero intentó achacarles la responsabilidad exclusiva de lo ocurrido: “en los términos municipales de los pueblos de la sierra, como los de Grazalema, Ubrique y otros que prestan al campo de Jerez gran contingente de trabajadores, es donde han tornado gran vuelo las ideas socialistas; y por tanto, como esos individuos vienen a Jerez y forman parte de los trabajadores de su campo, allí es donde se desarrollan los sucesos de esta clase”. “Y como prueba de ello”, añadía que de los 56 detenidos por venir armados y sin la licencia oportuna”, por orden del alcalde que se había enterado “de que algo se tramaba entre gente forastera, (...) muchos habían estado complicados en causas por asociaciones ilícitas en años anteriores (...y) con excepción de tres, (...) todos eran procedentes de Grazalema, de Ubrique y de otros pueblos de la sierra es decir de los pueblos donde se engendraron los acontecimientos de Jerez.52 En la campiña también se iban acumulando los rencores entre explotados” y “amos”. En Lebrija, donde se había constituido un Centro obrero y vanos núcleos anarquistas, los trabajadores fueron víctimas de una serie de atropellos. A mediados de noviembre de 1891, ante la negativa de los jornaleros a hacer la recolección de las aceitunas a destajo y pocos días antes de celebrarse allí un mitin conmemorativo de Chicago, unos quince campesinos fueron detenidos, siendo registrado y clausurado el local del sindicato. No obstante, la huelga se prolongó durante cinco semanas y terminó, según la prensa ácrata, con un triunfo completo”, siendo aceptadas “todas las condiciones impuestas por los obreros (...) ante la entereza y energía de los lebrijanos que no han contado ni un traidor, ni la más leve defección caso bien extraordinario por cierto”.53 Según fuentes oficiales muy controvertidas posteriormente, se celebró luego un mitin anarquista en dicha población que fue disuelto por la Guardia civil, pretendiéndose que en él se tomó el acuerdo de organizar una manifestación a Jerez. El Liberal de Madrid, por ejemplo, desmintió rotundamente estas alegaciones. Por fin otros conflictos estallaron en los alrededores de Jerez. A principios de enero, los jornaleros de dos cortijos abandonaron el trabajo porque deseaban un aumento de medio real en sus jornales”. 112/113 También en el mes de diciembre se declararon en huelga alegando que no querían trabajar los días nublados y solicitando varias horas de descanso”, había de recordar El Imparcial del 10 de enero. En otros cortijos, los trabajadores tuvieron que oponerse a la voluntad de los capataces deseosos de rebajar los salarios y aumentar la jornada de trabajo, todo lo cual parece demostrar que el antagonismo de clases se situaba en aquel momento más en el terreno laboral y reivindicativo que en el político y revolucionario, como la prensa y algunos autores pretendieron después. La narración de los sucesos ocurridos en Jerez en la noche del 8 al 9 de enero y sus                                                                                                                 51  El

Productor, 24.XII.1891.   el debate sobre los sucesos en el Congreso, Diario de las Sesiones de Cortes, 14.I.1892, pp.3214b-3215a.   53  “Atropellos en Lebrija”, El Productor, 19.XI.1891, y La Anarquía, 19.XI.1891.   52  En

antecedentes inmediatos no es tarea fácil, ya que las fuentes periodísticas jerezanas de aquellas fechas son incompletas o han desaparecido (caso del diario El Guadalete de 189253bis). Otro detalle: en la colección del Diario de Cádiz que amablemente puso a mi disposición la administración de dicha publicación faltan algunos ejemplares de principios de enero y algunos artículos dedicados a los acontecimientos han sido recortados. Por último, los testimonios recogidos allí por los periodistas forasteros ofrecen un sinnúmero de contradicciones o son de escasa credibilidad. En cuanto a la prensa obrera, no disponía de medios adecuados para informar directamente a sus lectores y sus “corresponsales” fueron detenidos en seguida, de modo que tuvo que conformarse con reproducir lo que escribió la prensa diaria republicana de Madrid. En cuanto a las fuentes militares, policiales y judiciales, no tuvimos acceso a ellas. Con todo, el material disponible permite reconstituir los hechos como sigue. El día 7 de enero, unos sesenta y cinco trabajadores (la cifra varía de una fuente a otra) fueron detenidos en Jerez por orden del alcalde y llevados a la cárcel. Estos encarcelamientos aparecen hoy como una verdadera provocación (¿consciente o no?) por parte de las autoridades. Poco se sabe de los individuos que fueron apresados (aparte de lo que de ellos dijo a posteriori el citado diputado jerezano); El Liberal afirmó que eran “los más conocidos por sus ideas anarquistas y habían sido perseguidos en 1887 por pertenecer a la Unión de los Trabajadores del Campo.” Ahora bien, desde el proceso de la Mano Negra (cuatro agarrotados, varios centenares de presos), las autoridades no habían dejado de perseguir a los trabajadores de las diferentes comarcas de la provincia: detenciones y malos tratos contra los obreros de Grazalema y Alcalá de los Gazules en 1887, denuncias contra El Socialismo y procesos contra Salvochea y sus compañeros en 1891, detenciones en Benaocaz y Lebrija a finales de 1891, restricciones continuas contra los derechos de expresión, asociación y reunión, secuestro de la prensa anarquista procedente de otras ciudades por la administración de Correos. Como lo explicaría un anarquista gaditano en La Anarquía del 22 de enero, “cerradas, pues, por los representantes del gobierno todas las válvulas que sirven en otras partes de desahogo a los explotados y oprimidos, y 113/114 en ciertos mementos a la general indignación, era indudable que nos hallábamos en una situación verdaderamente anormal, y que la calma y tranquilidad (sólo eran) aparentes”. Las nuevas detenciones del día 7 hicieron rebasar la copa. III.B. “¡A la Bastilla!” El día 8, numerosos grupos de obreros agrícolas recorrieron el campo, instando a los jornaleros y gañanes de los cortijos a que se reunieran en los Llanos de Caulina, situados a unos cuatro kilómetros al norte de la ciudad. Es posible (pero no hay fuente fidedigna que permita afirmarlo definitivamente), que los trabajadores de la campiña proyectaban desde hacía varios días una manifestación por las calles de Jerez para pedir trabajo o algún subsidio al ayuntamiento y protestar contra los atropellos. Lo que sí es cierto es que estas nuevas medidas represivas aceleraron su decisión y dieron a sus intenciones un objetivo concreto e inmediato: la liberación de TODOS sus compañeros, a lo cual no renunciaron a pesar de haber sido excarcelados la                                                                                                                

53bis

Nota rectificativa de enero de 2016. En realidad, se conserva una colección de aquellos años de El Guadalete en la Biblioteca del Archivo Municipal de Jerez; además, los años 1852-1936 de este periódico se hallan digitalizados en el portal de la Junta de Andalucía (http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/resultados_busqueda.cmd) y los años 1883-1918 en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura (http://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/busqueda.cmd).

mayoría de ellos en las primeras horas del día 8. Posteriormente la prensa atribuyó a los manifestantes preocupaciones revolucionarias para justificar la represión. Se reprodujeron “declaraciones” hechas por los presos según las cuales algunos propagandistas habían recorrido los cortijos en los últimos días de diciembre y primeros de enero para excitar a los trabajadores para la rebelión y constituir grupos; pero la transcripción de estas “confesiones” es tan distinta de un periódico a otro que es difícil tomarlas en serio. Así por ejemplo, Joaquín Quero, el enviado de El Imparcial, le atribuyó a Zarzuela “una declaración póstuma” hecha en capilla, según la cual el motín se venia preparando desde mayo y habían de tomar parte en él todos los jornaleros de Jerez, y gran parte de los de Andalucía”. Diecinueve mil jornaleros debían congregarse en las afueras de Jerez para “establecer la anarquía con todas sus consecuencias . Pero la defección de la tropa, “el mal tiempo” y “el miedo” desanimó a casi todos y “no entraron más que los de Caulina”.54 Este testimonio, recogido indirectamente por J. Quero de boca de no se sabe quién, no ofrece desde luego mucha garantía y es un buen ejemplo de la ofensiva propagandística contra el movimiento anarquista de aquel entonces. Idéntica intención presenta otro artículo sobre la Mano Negra, “que, como una planta gramínea después de segada, ha vuelto a retoñar en los campos de Jerez” y para cuyos seguidores “las únicas reglas para el ideal de una sociedad perfecta son el puñal, el fuego y el veneno”.55 114/115 Ahora bien, algunos de los que habían sido puestos en libertad en la mañana del día 8 “pudieron –según El Liberal– vagar por las calles, salir al campo, avisar a los comprometidos, apresurar el golpe, decir que convenía darlo cuanto antes, porque las autoridades podían ponerse sobre aviso”. Sin líderes conocidos para dirigir el proyecto, pero con la participación probable de los elementos más destacados de los grupos anarquistas de la campiña y serranía, unos 500 o 600 hombres (400 dicen otros testigos) entran en Jerez. La hora escogida (sobre las once de la noche según la mayoría de las fuentes) y el hecho de que los dos grupos de manifestantes hubieran convergido hacia la cárcel, parecen demostrar que el objetivo fundamental era liberar a los presos sociales que allí seguían, aprovechándose de la sorpresa y oscuridad; contaban asimismo con un rudimentario armamento, ya que “la casi totalidad de aquellos hombres —dice el corresponsal de El Liberal— iban armados con útiles de labor, algunos simplemente con palos, y algunos también con escopetas o pistolas” (12.I.1892).55 bis Las autoridades estaban preparadas para recibirlos. Ya circulaban desde diciembre rumores sobre una posible manifestación; además, cuando por la tarde los trabajadores abandonaron los cortijos, los labradores avisaron al alcalde de que aquellos “iban a unirse a otros campesinos para echarse sobre Jerez”.56 Sin embargo, “ni la Guardia civil, ni los serenos, ni la guardia municipal ni fuerza alguna                                                                                                                 54

El Imparcial, 12.II. 1892.   Mano Negra” por Rafael Comenge en El Imparcial del 21.I.1892; el Diario de Cádiz se apresuró a copiar textualmente este articulo para sus lectores del 23.   55   bis   Sin citar sus fuentes, pero utilizando sin duda la prensa republicana de Madrid de principios de 1892, Pi y Margall y Pi y Arzuaga —sin tener en cuenta que algunos presos habían sido excarcelados por las autoridades— ya afirmaban que “el propósito de los agresores no parece que fuera otro que el de libertar a los anarquistas presos. (...) La circunstancia de no haberse atentado contra la propiedad y la de haberse dividido la turba en dos grupos, que se dirigieron el uno a la cárcel y el otro al cuartel, eran muy significativas, máxime cuando los que a la cárcel fueron se limitaban a pedir a voz en grito que les entregaran sus hermanos. Irrita siempre la violación del derecho, y violación del derecho fue encarcelar a sesenta hombres sin auto de juez y por simples sospechas” (Historia de España en el siglo XIX, Barcelona, 1902, tomo V, p.764). Es una lástima que no tengamos noticia del número exacto de presos en aquella fecha ni de su personalidad (profesión, militancia), ya que quizá esto aclararía este aspecto de lo ocurrido aquella noche.   56  Citado por el Diario de Cádiz, 10.I.1892.   55   “La

salió a detener la triunfal carrera de los anarquistas”, cuenta el famoso periodista de El Imparcial José Ortega Munilla, que se había trasladado de Córdoba a Jerez al enterarse de lo pasado. “Recogiendo detalles y comprobándolos puede afirmarse –añade– que los anarquistas no se proponían saquear la población. Hubieran podido hacerlo sin estorbo alguno porque durante el largo paseo que dieron por Jerez ninguna dificultad se les ofreció por las autoridades. Encerradas éstas en el Ayuntamiento, defendido este edificio por toda la fuerza municipal, estando los soldados en los cuarteles, los anarquistas recorrieron, no precipitadamente como dicen los despachos oficiales, sino muy despacio, todas las vías principales de Jerez sin cometer otro atentado contra la propiedad que el destrozo de un escaparate, vacío por cierto, según ya he telegrafiado”. El periodista no descartaba 115/116 del todo la hipótesis de un movimiento premeditado y organizado desde fuera, pero no facilita ninguna prueba de ello: “Hay quien piensa (el subrayado es mío...) que habían recibido ordenes de los centros directivos de la propaganda anarquista para dar un golpe aterrador y hacer un terrible experimento de la fuerza del proletariado”. Por fin, concluía recogiendo otro rumor: “se supone que alguien, explotando la ignorancia y fanatismo de estos anarquistas, les había hecho creer que una parte de la guarnición de Jerez simpatizaba con el movimiento revolucionario”.57 Si bien la hora en que se produjo esa “marcha sobre Jerez” y la actitud agresiva de los manifestantes dan a entender que pretendían impresionar más que solicitar, tampoco se puede descartar que su segundo objetivo fuera llamar la atención de las autoridades sobre lo precario de su situación, como lo solían hacer (de forma más pacifica por cierto) los jornaleros en los meses de invierno de tal o cual localidad andaluza para pedir que el ayuntamiento les repartiera algún subsidio o procediera al alojamiento de los parados en casas de los terratenientes.58 Sólo que esta vez, se habían congregado trabajadores de varios pueblos de la provincia y no sólo de los cortijos de las afueras. Concluida la recolección de aceitunas en los olivares de la serranía, hechas las labores de sementera en la campiña e imposibilitado el trabajo en las viñas por las pertinaces lluvias e inundaciones, los trabajadores de los cortijos del extensísimo municipio jerezano, de Arcos de la Frontera, Lebrija, Algar, Bornos, Trebujena, Grazalema formaban con sus herramientas una multitud impresionante para aquella ciudad que simbolizaba para ellos el caciquismo latifundista y la burguesía mercantil que venían acumulando las ganancias de las riquezas que ellos producían. Jerez de la Frontera era en efecto a finales del siglo, según los autores de la Guía ya mencionada una de “las poblaciones más ricas, figurando por su tributación al Estado en el tercer lugar de todas las ciudades de España”.59 De allí eran los labradores y terratenientes más ricos de toda Andalucía. Como el Conde de los Andes (mayor contribuyente y senador por elección), el Duque de San Lorenzo (grande de España), el Duque de Almodóvar del Río (grande de España y diputado liberal durante años), Miguel Primo de Rivera (ex-senador por elección), etc. Allí habían edificado sus fortunas y seguían enriqueciéndose los propietarios de las fabricas de aguardientes y casas exportadoras que se aprovecharon de la crisis, como Pedro Domecq, González Byass, Manuel Misa y Bertemati (segundo contribuyente, grande de España y senador por derecho propio), Rafael Romero Castañeda, Antonio 116/117 Atañé Díaz, los hermanos Vergara y un largo etcétera. Con sus 61.708 habitantes “de hecho” en 1887, el término municipal de Jerez casi contaba con la misma población que Palma de Mallorca (60.514), Valladolid (62.018) o Cádiz (62.531), y además de estas tres ciudades sólo ocho capitales de provincia                                                                                                                 57  El

Imparcial, 12.I.1892.   el mismo mes de enero, se organizaron varias manifestaciones de ese tipo en Sanlúcar de Barrameda en las que “2.000 jornaleros que se mueren de hambre” pidieron trabajo al alcalde, que no pudo comprometerse a “colocar” a más de 200 (El País, Madrid, 20.I.1892).   59  Guía de Jerez para el año 1892, p.343. 58  Durante

tenían mayor número de habitantes. Claro que es preciso matizar esta observación repitiendo que el término de Jerez era uno de los más extensos de España y que desde luego no toda la población residía en aquella “agrociudad”, ni mucho menos. Zona bastante poblada y de enormes contrastes sociales, la comarca había sido bastante conflictiva en años anteriores. Durante los años 18691873, por la influencia adquirida por el republicanismo federal y las insurrecciones fomentadas por esta corriente, el gobierno había acordado crear allí un Cantón Militar que, a principios de 1892, se componía de las siguientes entidades represivas, al mando del general de brigada, F. Castillejo: —Regimiento de Infantería de Extremadura, acuartelado en el antiguo convento de San Agustín y compuesto por seis compañías. —Regimiento de Cazadores de Vitoria, de Caballería, al norte de la ciudad, con cuatro escuadrones. —Regimiento de Caballería de Reserva que contaba con 720 hombres en total. Además, la burguesía y oligarquía jerezanas disponían de otras fuerzas, en caso de ataque contra sus privilegios. Como lo señala la Guía de Jerez... con no poco orgullo, “uno de los ramos mejor atendidos y desempeñados en los servicios públicos de Jerez es el que se refiere a policía y seguridad. Los cuerpos de vigilancia, tanto urbana como rural no dejan nada que desear”.60 En efecto, el Ayuntamiento que en enero de 1891 concedió “la asignación de 500 pesetas mensuales para gastos reservados de orden público” (B.O.P.C., 23 de enero), disponía de las siguientes fuerzas: —57 guardias municipales. —63 serenos, más los suplentes. —41 números de la Guardia Rural. Estos 181 individuos tendrán un papel decisivo en la contención y dispersión de los manifestantes, antes de la intervención de las tropas de infantería y caballería. En cambio, el puesto de Carabineros contaba con escasos elementos (veintiséis), lo mismo que el de la Guardia civil (unos 18 hombres, de los cuales la mitad estaban fuera de Jerez aquella noche). Cuando las autoridades se enteraron del proyecto de manifestación, los soldados fueron acuartelados, se reforzó la guardia de la cárcel y la policía municipal se dispuso a defender la casa consistorial. Los manifestantes pudieron tener la impresión de que las autoridades no buscaban el enfrentamiento ni querían disolverlos a toda costa; no obstante, 117/118 los socialistas de Madrid habían de interpretar esta falta de “represión rápida y ejemplar” como un indicio de provocación, “porque una de dos: o esa conducta es hija de una ineptitud inconcebible, tanto más tratándose de una de las ciudades más ricas de la nación, o es el resultado de una odiosa y burda maquinación gubernamental que sirva de pretexto a encarnizadas persecuciones de trabajadores”, preguntábase el editorialista de El Socialista del 15 de enero. Al entrar en Jerez por el norte, los manifestantes se dividieron en dos grupos. El primero trato en vano de entrar en el cuartel de caballería, dirigiéndose luego al ayuntamiento. En esos momentos fue maltratado un joven transeúnte de 18 años por un manifestante que le disparó un tiro y lo hirió con una hoz de podar cuando el agredido intentaba refugiarse en una tienda. Más tarde se atribuirá el crimen a Manuel Fernández Reina (apodado Busiqui), de Jerez. La víctima, Manuel Castro Palomino, era empleado de comercio y hermano de un concejal conservador de la ciudad, lo cual pudo explicar el grito que, según varias fuentes, le lanzó el agresor: “¡Muera burgués!”. No pudiendo entrar tampoco en el ayuntamiento, este primer grupo siguió hasta el cuartel de infantería, pero los soldados que lo defendían y los que se hallaban parapetados detrás de las almenas del alcázar que                                                                                                                 60  Ibídem,

p.296.  

dominaba el barrio, les dispararon. Se encaminaron aquellos hacia la prisión, donde ya les esperaba el otro grupo que, al pasar cerca del teatro, había causado la muerte de un viajante de comercio. Uno, pues, tiene la impresión –corroborada por numerosos comentarios de la época– de que el objetivo fundamental era la excarcelación de los presos, y no se puede descartar totalmente la hipótesis, según la cual los manifestantes contaban con la complicidad de algunos soldados para entrar en los cuarteles, sacar armas y apoderarse así fácilmente de la bastilla jerezana. Para el enviado de El Liberal incluso “parece indudable que los asaltantes estaban persuadidos de que los de Jerez les darían las armas con que realizar sus propósitos” (12.I.). En cuanto a las fuerzas del orden, cuyos disparos cruzados mataron a dos personas, hiriendo a otras más, disolvieron sin dificultad alguna a los manifestantes que apedreaban la cárcel pidiendo la liberación de los presos. Habiendo fracasado el movimiento, sus autores trataron de volver a sus cortijos o pueblos por la carretera al Puerto de Santa María o a campo traviesa para escapar de la redada que enseguida realizaron los militares. III.C. Una represión desproporcionada A las tres de la madrugada todo había terminado en Jerez. Si su objetivo –como parece ser– era conseguir la libertad de los “compañeros detenidos”, “el motín” había fracasado. En cambio, si, en aquel clima tan conflictivo como el que reinaba desde hacía varios meses, se 118/119 trataba de dar una advertencia a los ricos, fue un éxito, y la prensa amplificó tanto las dimensiones reales del suceso que contribuyó no poco a asustarles. Sin embargo, por medio de la prensa ministerial el gobierno tranquilizó a la opinión publica de derecha, prometiendo el castigo severo de “los saqueadores” de Jerez (La Época del 9). El temor a nuevas intentonas populares era tal que las clases pudientes organizaron en algunas localidades (como San Fernando, Puerto Real, Ubrique, Bornos, Arcos) la constitución de somatenes, a veces por iniciativa de los alcaldes. En las filas de la oposición dinástica se levantaron voces para denunciar la incuria e imprevisión del alcalde conservador, y el gobierno supo aprovecharse de ello para sofocar por diez años el movimiento anarquista no sólo en Jerez, no sólo en la provincia de Cádiz, sino en casi toda Andalucía. En la oposición antimonárquica, los socialistas adoptaron una postura inequívoca de reprobación, mientras la prensa republicana reflejaba en sus reacciones las discrepancias entre las diferentes facetas del movimiento; pero ambos sectores estaban de acuerdo para achacar la responsabilidad principal de los sucesos a “la burguesía”. En cuanto a la actitud de los anarquistas era reprobada también pero con algunos matices. El Socialista censuró enseguida “la descabellada intentona”, “la fazaña jerezana”, “ejemplo vivo de aberración perniciosa y suicida” (15 de enero); poco después, mientras se condenaba al garrote a cuatro reos, el P.S.O.E., denunciaba a “estos revolucionarios de opereta” y “estos burgueses degenerados”, añadiendo: “Hay que acabar de desenmascararlos; hay que presentarlos ante la clase obrera como lo que son, como sus más peligrosos enemigos, ya que la entregan al suicidio o a la furia capitalista (...)” (5 de febrero). Desde Sevilla, el portavoz de los republicanos de la región, La Andalucía, denunciaba “las disolventes y absurdas ideas anarquistas”. En Madrid, el órgano del partido demócrata-socialista escribía que lo de Jerez “nos merece enérgica censura, porque nunca los medios violentos nos parecieron buenos” (El Demócrata, 10.I.); son “hechos –añadía– que lamentamos y reprobamos. Pero no es posible desconocer que el hambre, que lleva a la desesperación, es la causa impulsora de tales hechos” (12.I.). El Resumen manifestaba que “el anarquismo es una manifestación social digna de las más severas censuras, horrible, ilógica, incapaz para conducirnos a ninguna parte” y pedía una ley de enseñanza gratuita y obligatoria

para “convertir a las bestias en hombres” (17.I.). En cuanto a El País, “Diario republicanoprogresista”, portavoz de los zorrillistas, veía en la manifestación de Jerez una justificación de su táctica “revolucionaria”, ya que “el problema social no admite aplazamientos indefinidos ni soluciones anodinas (...); contra las escenas de la anarquía, forma externa de la miseria de las clases obreras no hay más que un remedio: la revolución que venimos predicando” (10.I.). Todos –repito– aprovecharon la ocasión para denunciar las causas económicas del malestar 119/120 social en Andalucía (El País, pedía “hasta donde sea posible, leyes que concurran a la transformación de la propiedad”, 10.II.) y todos censuraron las repugnantes” ejecuciones que no suprimen las raíces de la rebelión y convierten en mártires a unos individuos desesperados. La Justicia, portavoz de la Unión Republicana de Nicolás Salmerón, escribía el 4 de febrero: “hemos de decir que quitar a siete hombres la vida por lo que ocurrió en Jerez, nos parece no sólo un crimen abominable, sino también una enorme torpeza política que habrá de costar muy caro. Precisamente aquel mismo día se abría un primer consejo de guerra sumarísimo contra ocho de los procesados. Las conclusiones afirmaban que los hechos ocurridos en Jerez en la noche del 8 de enero constituyen el delito de “rebelión militar”, incluso los dos asesinatos cometidos en la calle; “que no es de apreciar ninguna circunstancia atenuante”; y “que los jefes principales, autores y responsables de esos delitos son los procesados Antonio Zarzuela Granja y José Fernández Lamela”.61 Desde luego los abogados eran capitanes del Ejército designados por la autoridad militar. Ante el tribunal, Zarzuela afirmó su inocencia diciendo que no era anarquista sino republicano federal y que “el anarquista es un oficial que estaba en mi zapatería”. Lamela declaró que no tuvo “parte ni arte en los sucesos del día 8” y que sólo se le podía condenar por ser corresponsal de un periódico anarquista y por haber asistido a una reunión de éstos”. Manuel Fernández Reina (a) Busiqui repitió que no había matado a nadie ni tenía “nada que ver con los anarquistas”, pero Manuel Silva Leal (a) El Lebrijano y Manuel Caro Clavo manifestaron que Busiqui sí era responsable del asesinato de M. Castro, el empleado de comercio. El día 9 de febrero se les leyó la sentencia: Antonio Zarzuela y el barbero Lamela fueron condenados a pena de muerte por “inductores y promovedores del motín” y “jefes y directores del delito de rebelión”. Manuel Fernández Reina y Manuel Silva Leal fueron condenados a la misma pena por ser “autores materiales del asesinato de D. Manuel Castro Palomino, de cuyo delito es cómplice Manuel Caro Clavo”, siendo éste último condenado a veinte años de cadena. En cuanto a los demás encartados, Félix Grávalo Bonilla (a) El Madrileño, José Romero Gómez (a) El maestro de escuela y Antonio González Macías (heridos esos dos durante el asalto a la cárcel), fueron condenados a reclusión perpetua por rebelión militar. Mientras Zarzuela, El Lebrijano y Busiqui se mostraron –según la prensa– desconcertados y abatidos al entrar en capilla, en cambio Lamela se negó a firmar su condena y siguió afirmando su ideario ácrata. La sentencia fue ejecutada el 10 de febrero, tras confirmación por el ministro de Guerra del gabinete Cánovas del Castillo, siendo denegado el indulto real. El mismo día, Manuel Caro apareció muerto 120/121 en su celda “a consecuencia de la intensísima fiebre nerviosa de que fue acometido” (sic), comentaba el Diario de Cádiz por la tarde. En algunas ciudades de la Península se hicieron paros de protesta o se repartieron octavillas vengativas; pero no se pudo organizar ninguna reacción de conjunto, dada la falta de cohesión de la mayoría de los núcleos anarquistas y sociedades de resistencia de filiación ácrata que, desde 1888, no mantenían, como antes, relaciones tan estrechas entre sí. Además, líderes influyentes, como Ernesto Álvarez en Madrid, Federico Urales y Anselmo Lorenzo en Barcelona, fueron detenidos para evitar que fomentasen alguna reacción. En Cádiz o Jerez, Fermín Salvochea y sus                                                                                                                 61  Citado

por el Diario de Cádiz, suplemento al número del 5 de febrero de 1892.  

compañeros más activos también estaban encarcelados. Desde el calabozo, el líder gaditano no podía sino denunciar “los crueles asesinatos jurídicos ejecutados en Jerez por la decrepita burguesía” y anhelar “el fin de tanta podredumbre y prostitución” en una carta reproducida por La Anarquía (18.II.1892). Estas ejecuciones no tenían como objetivo primordial el de castigar a unos supuestos criminales; la mejor prueba de ello es que no fueron juzgados en el primer consejo de guerra, sino varios meses después, los presuntos asesinos de la segunda víctima. Se trataba más bien de acallar la vindicta popular (por eso se envió sumarísimamente al patíbulo a quienes se consideraba acusado de haber matado al hermano del concejal conservador) y de desmoralizar a los elementos “subversivos” de la comarca, dando un severo y rápido escarmiento y sembrando la confusión con documentos póstumos probablemente falsos. En efecto, las autoridades demostraron enseguida, que estaban dispuestas a aprovechar aquellos sucesos para encarcelar de manera prolongada a los dirigentes anarquistas de toda la comarca, suprimir la prensa ácrata, aislar a los trabajadores andaluces del resto de España, destrozar violentamente el movimiento revolucionario y societario que se venia reorganizando allí desde 1886. Para ello las autoridades policiales, judiciales y militares no vacilaron en utilizar todos los medios represivos: incomunicación de los presos, falsos testimonies contra promesas de liberación no siempre cumplidas, torturas para arrancar confesiones comprometedoras, utilización de algún preso como delator, clausura de centros y secuestro de archivos obreros, por fin ocupación militar de los pueblos de la provincia. En cuanto a los malos tratos recibidos por los presos, ya aparecieron algunos indicios sospechosos en la prensa nacional. Relatando las sesiones del primer consejo de guerra, el corresponsal de El Imparcial admite que “algunos procesados declaran que si se confesaron autores del asesinato fue a consecuencia del mal trato” que se les daba, pero añade seguidamente: “Del reconocimiento de los médicos resulta que dichos procesados no tienen señales de malos tratos” (5.II. 1892). Ya en capilla y recriminado por los otros reos por haber denunciado a Busiqui como autor material de uno de los crímenes y haber dado nombres de 121/122 anarquistas para complicarlos en el motín, el Lebrijano les replicó, según el mismo periodista: “—Si yo declaré es porque me pegaron. Todos estamos iguales” (10.II.1892). Una hora antes de morir en el patíbulo las autoridades le arrancaron, no sabemos por qué medios, una declaración en la que hacia “constar pública y solemnemente que he profesado por mi desgracia las ideas disolventes del anarquismo, engañado por la prensa anarquista, que, explotando la escasa instrucción del obrero, le inculca teorías contra la justicia y la razón. Quiero y deseo que mi hijo, los compañeros y los obreros, sepan que los periódicos anarquistas nos engañan miserablemente, atrayéndonos a los ilusos a la situación triste en que yo me encuentro (...) Aconsejo, pues, a todos mis compañeros los obreros (...que) tengan fe en Dios y en nuestra religión, que predica la fraternidad de todos los hombres” (citado por El Imparcial de 10 de febrero). Esta declaración fue leída en varios cortijos, causando desde luego el desconcierto entre los trabajadores. La prensa local recomendó que se hiciera una tirada de ese documento y se repartiera en todos los pueblos. El ministro de Gobernación Elduayen envió 1.000 pesetas a la familia de el Lebrijano “por sus manifestaciones de arrepentimiento y sanos consejos a sus amigos” (Diario de Cádiz, suplemento al número del 17 de febrero). Por otra parte, en los días que siguieron a la manifestación, la Guardia civil torturó al barbero José Fernández Lamela, que difundía la prensa anarquista en Jerez, y a su amigo del mismo oficio, Manuel Díaz Caballero (a) Chiripa. Por su desgracia, éste último había conocido anteriormente en Cádiz a Félix Grávalo Bonilla (a) el Madrileño quien, tras su detención el 15 de enero, iba a convertirse en la figura clave de la instrucción, colaborando con la policía que, quizás

le prometió su “protección” y acabó por torturarle a él también muy probablemente. Este individuo firmó declaraciones que comprometían a los que habían sido amigos suyos y a los que la policía quería complicar en los hechos, especialmente a Fermín Salvochea. Cosa inaudita, estando preso le dejaron entrevistarse con un redactor del periódico Jerez para que sus acusaciones tuvieran aún más resonancia y credibilidad. En dicha entrevista (reproducida por el Diario de Cádiz de 27 de enero), el Madrileño contó cómo había emigrado desde la Corte a Málaga y Sevilla primero antes de llegar a Jerez donde se convirtió en “un propagandista impulsado por la necesidad”; luego explicaba que el 7 de diciembre se había trasladado a Cádiz: “hablé con Salvochea, que se mostró partidario de la revolución social universal, pero no de las pequeñas revoluciones que a nada conducen”. Añade luego una serie de detalles destinados a convencer a los lectores de que los sucesos no tenían un origen local sino nacional, lo cual permitía reprimir luego con mayor facilidad a todos los grupos de la Península; alude especialmente a una supuesta reunión celebrada a finales de diciembre en la barbería de Lamela “a la que habían asistido 12 o 14 anarquistas delegados de 122/123 varias provincias”. Según el corresponsal de El Imparcial, este individuo declaró ante el juez instructor que “la revolución debió estallar el mismo día en Cádiz, en San Fernando, en el Puerto de Santa María, en Puerto Real, en Bornos y en Lebrija. Obedecen como jefes a Salvochea y a Malatesta”, quien, a la sazón, se encontraba de viaje por Madrid (5.II.1892). Basándose en estas declaraciones, y en otras que hiciera Grávalo ante el juez, las autoridades detuvieron el anarquista Manuel Díaz Caballero. Lo torturaron, así como a Lamela, para que ambos confesaran su participación en la preparación de los sucesos, y admitieran que, en compañía de José Sánchez Rosa, habían visitado a Salvochea en Cádiz. También fueron atropellados y apaleados el propio Sánchez Rosa, Joaquín Sánchez Santo y José Crespo Sánchez. Por su lado, Fermín Salvochea denegó rotundamente en sendas entrevistas a El Liberal (23.I.) y al Diario de Cádiz (15.II.) sus contactos con F. Grávalo; sólo admitió que Lamela le había visitado en la cárcel. A pesar de ello y de la falta de pruebas contra él, fue condenado a 12 años de reclusión, cumpliendo más de la mitad de esa pena en los presidios de Valladolid y Burgos, antes de ser amnistiado en abril de 1899. Manuel Díaz Caballero, José Sánchez Rosa, José Crespo Sánchez y seis más fueron condenados a reclusión perpetua y otros siete a 8, 12, 15 6 20 años de prisión, expiando sus penas respectivas en Ceuta.62 La mayoría de los centros obreros proanarquistas de la provincia de Cádiz quedaron clausurados; no obstante, algunos grupos o individuos aislados mantuvieron contactos semi-clandestinos con La Anarquía o El Productor (hasta su desaparición en 1893) o El Corsario de La Coruña (hasta 1896). A partir de 1897, se notan unos intentos para reorganizar el movimiento societario en la provincia y los ácratas no se quedan inactivos. En 1899 se crean varios grupos anarquistas en Cádiz y Jerez y entre esa fecha y 1902 se constituyen por toda la provincia unos “Centros de Estudios Sociales” y unas sociedades obreras o de agricultores de tendencia claramente libertaria. III.D. Amnistía A principios de 1900, el gobierno de la Monarquía, bajo la presión de la opinión publica española e internacional, conmutó las penas de “los procesados de Montjuich”, que pudieron refugiarse en Francia o Inglaterra. Estimulados por esta victoria parcial, Federico Urales Soledad Gustavo y sus compañeros de La Revista Blanca (entre ellos el 123/124 propio F. Salvochea) decidieron al hierro candente batir y suscitar una amplia campaña de prensa a favor de las víctimas de Jerez en las columnas del Suplemento a la Revista Blanca, periódico semanal de                                                                                                                 62  El

Pueblo, Cádiz, 11.V.1893 y El Corsario, La Coruña, 14.V.1893.  

cuatro páginas creado precisamente con este propósito: “Celebremos mítines y reuniones; publiquemos hojas. (...) Que los compañeros libres escriban a los presos, que éstos envíen cartas relatando sus martirios a la prensa nacional y a la extranjera; aunemos nuestras energías como hemos hecho para liberar a los condenados de Montjuich; leamos en todas partes la reseña que la prensa publique de los tormentos aplicados en Jerez y que nosotros publicaremos (...)”.63 Poco a poco llegaron desde los penales de África cartas en las que los condenados relataban los tormentos y atropellos que habían sufrido en enero de 1892 para delatar a sus compañeros y declarar lo que a los jueces y guardias civiles se les antojaba.64 En una de ellas, Félix Grávalo Bonilla reconocía que, torturado repetidas veces por la Guardia civil, acabó por firmar una declaración en la que denunciaba “a varios trabajadores, entre ellos a Manuel Díaz, Juan Lozano, José Barrera, José Crespo, y otros que no recuerdo, siendo así que sólo conocía a Manuel Díaz a causa de hallarme en su casa de pupilo”. Con los mismos procedimientos le obligaron luego a firmar otra declaración “en la que constase que Salvochea había sido el inductor del motín y otros varios coautores”. Para terminar, decía “que nada es verdad de lo que en la causa consta firmado por mi puno y letra, y suplico y espero de mis compañeros de infortunio que me perdonarán el mal que les hice”.65 Para suscitar la solidaridad de los trabajadores andaluces hacia los condenados de Jerez, Soledad Gustavo emprendió una gira por toda la región, pero en no pocos casos las autoridades suspendieron los actos en que debía tomar la palabra. En Cádiz, el efímero periódico obrero El Trabajo (publicado mensualmente en el primer semestre de 1900) se asoció a la campaña; mientras que en Jerez una parte del movimiento societario se apartaba del anarquismo para afiliarse a la Unión Obrera del republicano Manuel Moreno Mendoza. Aunque se iban multiplicando las iniciativas y actos de solidaridad en numerosas localidades de la Península, algunos se impacientaban: “O la libertad de los presos de Jerez, o la lucha sin cuartel, caiga quien caiga”, exclamaba D. Suárez desde esta ciudad. Por fin, el gobierno se aprovechó de la boda de la princesa de Asturias en febrero de 1901 para amnistiar (sin rehabilitación) a los últimos presos. Algunos meses después empezaba la 124/125 campaña a favor de los últimos supervivientes de la Mono Negra. Al año siguiente los trabajadores de la campiña jerezana y el Campo de Gibraltar promovían un movimiento huelguístico a favor de mejores bases de trabajo, semejante a los que se habían de repetir con más o menos determinación hasta la Dictadura de 1923.66 Observaciones finales Al iniciar este trabajo sobre los antecedentes inmediatos y significación de los sucesos de Jerez, no pretendía, ni mucho menos, adentrarme en la cuestión de “los orígenes del anarquismo” jerezano o andaluz, planteada otra vez por José Álvarez Junco de manera estimulante y polémica con motivo de la aparición del discutible trabajo de Temma Kaplan.67 Cuando empecé este                                                                                                                 63  “Montjuich

y Jerez”, en La Revista Blanca. Suplemento número 38, 3.II.1900.   cartas fueron publicadas como editorial del suplemento semanal de La Revista Blanca de Madrid, bajo el epígrafe “Los tormentos en Jerez. Por la libertad de los presos”, a partir del 10 de febrero de 1900 hasta el 26 de enero de 1901.   65   Carta de Félix Grávalo Bonilla fechada en el penal de las Islas Chafarinas, 5 de marzo de 1900 y publicada por La Revista Blanca. Suplemento número 45, 24.III.1900.   66   El anarcosindicalismo agrario en Jerez se estudia en el articulo citado de J. Maurice, “Campesinos de Jerez (19021933)”.   67  “El estudio de los hechos falla, el esquema hace agua, el terna sigue abierto”, concluía J. Álvarez Junco su análisis sistemático del libro de T. Kaplan (“Sobre el anarquismo y el movimiento obrero andaluz”, Estudios de Historia Social, Madrid, núms. 10-11, julio-diciembre de 1979, pp.275-297). 64   Estas

estudio, estaba sin publicar la primitiva versión inglesa del libro, y cuando leí la poco rigurosa y a veces incomprensible traducción castellana del mismo, me di cuenta de que la historiadora norteamericana no aportaba una interpretación definitiva de aquellos sucesos; en efecto, en su exposición quedaban yuxtapuestos unos elementos positivos y aceptables con otros muy discutibles, privilegiándose de cierta manera la hipótesis insurreccional que a mí no me parece la más convincente.68 T. Kaplan no hace en este aspecto sino repetir la versión de algunos políticos y periodistas — e incluso algunos historiadores— que pretendieron que la manifestación jerezana tenía rasgos revolucionarios o era “un alzamiento”. Aunque los tímidos ataques a los cuarteles prefiguran la táctica empleada por la F.A.I., en tiempos de la segunda Republica y primeros días de la guerra civil, no hay nada comparable entre el episodio jerezano y el contexto prerrevolucionario de los años treinta. El hecho de que los manifestantes hubiesen gritado “¡Viva la Anarquía!” o “¡Viva la Revolución Social!” por las calles de la ciudad era 125/126 una profesión de fe que no significaba que tuvieran propósitos insurreccionales o quisieran derribar en el acto el orden social. Algunos reportajes insisten en que no se realizó ninguna agresión a la propiedad privada o contra las bodegas, la fábrica de gas o el depósito de aguas; según el enviado especial de El Imparcial, José Ortega Munilla, los manifestantes “pasaron por delante de unos doce casinos y círculos, entre otros el Liberal, el Conservador, el Jerezano y el Nacional, que entonces estaban todos llenos de socios. Los anarquistas no atacaron estos círculos ni hicieron demostración contra ellos” (12.I.1892). Los que posteriormente exageraron el alcance y la violencia de la manifestación de Jerez tenían sus motivos para hacerlo: para unos se trataba de resucitar el fantasma de la Mano Negra para justificar la persecución del movimiento campesino en vías de reorganización a escala regional (congreso de Córdoba); para otros, fue una ocasión más para desprestigiar o ridiculizar las ideas anarquistas. Por eso, si bien es cierto que los campesinos tenían “como primer objetivo liberar a los prisioneros”, no organizaron una “insurrección” para conseguirlo, ni planearon “una revolución para apoderarse de toda la región de Jerez y establecer una comunidad anarquista como la que los obreros de Sanlúcar trataron de implantar en 1873”, como pretende T. Kaplan. Para afirmarlo tan rotundamente, habría que demostrarlo con fuentes. La existencia de grupos cada vez más numerosos que profesaban el ideario anarco-comunista revela que un sector cada vez más creciente consideraba que la lucha reivindicativa era un callejón sin salida, pero ello no nos indica el papel exacto que a ellos les corresponde en la preparación y realización del “asalto” a Jerez. Lo que sí es cierto es que “la explosión aislada” (en palabras de José Álvarez Junco) del 8 de enero fue el resultado de una serie de hechos muy reveladores de las contradicciones sociales que allí imperaban. En efecto, tras los acontecimientos de la Mano Negra, se había mantenido la organización campesina en aquella zona y, a pesar de la represión constante y las discrepancias nacionales y locales, el anarquismo seguía atrayendo a no pocos adeptos. Lo de Jerez no fue por cierto un éxito para los que organizaron la manifestación, ni fue la respuesta más adecuada que                                                                                                                 68   Escribe

T. Kaplan: “La insurrección de Jerez que tuvo lugar la noche del 8 de enero puede haber sido, finalmente, lo que temían las autoridades locales, una revolución para apoderarse de toda la región de Jerez y establecer una comunidad anarquista como la que los obreros de Sanlúcar trataron de implantar en 1873. De hecho hubo alzamientos simultáneos en Arcos, Lebrija y Ubrique la noche de la insurrección de Jerez, y rumores de otros choques en Bornos, Benaocaz, Montejaque y Grazalema en las semanas subsiguientes, Por otra parte, tal vez la insurrección jerezana de 1892 tenía como primer objetivo liberar a los prisioneros. Es también posible que los trabajadores, como en tantos alzamientos anteriores, usaran simplemente medios políticos violentos par afirmar el derecho a asociarse” (pp.194-195). Las fuentes que yo he podido consultar no mencionan “alzamientos simultáneos”, sino pánico de las clases pudientes ante la posibilidad de movimientos populares, lo cual es distinto.  

hubiera podido oponer los jornaleros a la crisis agraria, siendo las huelgas que precedieron más reveladoras de la capacidad de los jornaleros de defender sus intereses frente al inmovilismo de los terratenientes. Pero es obvio que la depresión económica había creado una agudización de la condición del trabajador sin tierra y del antagonismo de clases tal que no le quedaba otra solución que la de emigrar o rebelarse. Hemos visto, en efecto, cómo, afectados gravemente todos los sectores de la agricultura provincial y arruinados algunos pequeños propietarios y viticultores, se congelaron los jornales, se paralizó el pequeño comercio y se agravó el tradicional paro forzoso. Si bien no está probada definitivamente la tesis de la provocación montada para acabar con 126/127 unos grupos cada vez más numerosos y combativos, la intolerancia con que actuaron los propietarios y capataces contribuyó no poco a acentuar el malestar. La represión subsiguiente no fue sino la culminación de un proceso represivo que no había dejado de ejercerse contra los sectores más dinámicos del movimiento popular en la provincia. El uso de la tortura para implicar al líder más prestigioso (Fermín Salvochea), las condenas arbitrarias y las numerosas detenciones (a principios de febrero 357 presos se amontonaban en la cárcel de Jerez y a finales de marzo 186 de los 220 anarquistas presos en España estaban encerrados en Jerez, Cádiz o Lebrija) constituyen otras tantas pruebas de que la burguesía terrateniente no estaba dispuesta a modificar sus comportamientos, mientras que una agricultura en crisis no podía satisfacer las exigencias salariales, por más reducidas que fueran, de los jornaleros ni mitigar el desempleo. No debe extrañarnos el que, varios años después, se volvieran a desarrollar con mayor vigor aún las luchas sindicales en Andalucía occidental. Con el episodio de Jerez, se da por fin un nuevo paso en la escalada de los medios utilizados para reprimir la protesta social y aniquilar las sociedades revolucionarias. En efecto, si el gobierno declaró fuera de la ley a la Primera Internacional en 1871 por la vía parlamentaria, si acudió a la jurisdicción civil ordinaria para iniciar las persecuciones de la Mano Negra, si, en fin, mandó a los soldados para segar el trigo en la campiña jerezana en 1883, ahora se valía de los tribunales militares para condenar sin apelación, inaugurando así un método utilizado pocos años después contra los anarquistas catalanes en los famosos procesos de Montjuich. Incluso la técnica que consistió en condenar a la máxima pena a Francisco Ferrer como “instigador moral” de la semana trágica de julio de 1909, parece haberse inspirado en la que consistió en implicar y condenar a Fermín Salvochea quince años antes con el mismo pretexto. Al fin y al cabo, lo de Jerez no resulta tan insólito ni aislado como lo parecía en un principio. ***** Postdata del autor, enero de 2016. Con ocasión del centenario de aquellos sucesos, se celebró en Jerez un coloquio, cuyas actas lamentablemente no se llegaron a publicar. Sin embargo, mi contribución, titulada “Los sucesos trágicos de Jerez de 1892: un balance historiográfico”, se puede consultar en la Revista de Historia de Jerez, Jerez de la Frontera, número 4, 1998, pp.69-84, http://www.cehj.org/revista/ En este texto, reconocí que mi artículo editado en 1984 y realizado de forma discontinua entre 1975 y 1982, adolecía de algunas deficiencias, debido a que, en el momento en que me trasladé desde Francia al Archivo Municipal de Jerez, éste acababa de cerrar por un tiempo indeterminado, de modo que no tuve la posibilidad de consultar los legajos relativos a aquellos sucesos, ni El Guadalete, allí conservados. Cometí incluso el error de escribir que no se conservaban los números de aquellos meses de este diario local jerezano.

Mientras tanto, habían aparecido varios trabajos que confirmaron algunos aspectos o aportaron elementos nuevos sobre algunos otros. Es de mencionar especialmente la contribución de Antonio Cabral Chamorro (1953-1997), “Un estudio sobre la composición social y arraigo del anarquismo en Jerez de la Frontera, 1869-1923”, Estudios de historia social, Madrid, número 4243, 1987, pp.209-235. En este artículo que, sin centrarse exclusivamente en los sucesos de 1892, el autor les dedicaba una atención privilegiada, Antonio Cabral utilizó aquellas fuentes que no había podido consultar en los momentos en que había estado yo en Jerez. Cabral pretendía demostrar la siguiente tesis: “1) El anarquismo es un fenómeno, aunque importante, absolutamente minoritario entre los trabajadores jerezanos”, o sea entre los trabajadores de los gremios artesanales del casco urbano de Jerez. “2) El anarquismo, desde un punto de vista de su calado social, se vio recluido a los trabajadores del cereal y, de entre éstos, en mucha mayor medida, a los eventuales que a los ‘fijos’ o ‘sirvientes’”(p.209). Para demostrarlo, Cabral se fundamentaba en un análisis del origen geográfico y profesional de los asaltantes, o mejor dicho, “de los detenidos” tras el asalto, lo cual no era exactamente lo mismo dado que cayeron en la redada que empezó en la misma noche de la manifestación individuos que no habían participado en ella, como subraya y admite el propio Antonio Cabral. De los doscientos dos “detenidos en relación con el asalto” identificados, el noventa y ocho (casi el 50%) eran vecinos de Jerez, veinte lo eran de Ubrique, dieciocho de Bornos, otros dieciocho de Grazalema, seis de Arcos de la Frontera, procediendo los veintiséis restantes de dieciocho pueblos distintos. De ello concluye A. Cabral que fue “un asalto de trabajadores jerezanos con una intensa participación de trabajadores serranos que desde hacía ya muchos años se ganaban el sustento en la campiña jerezana” (p.221). En lo que se refiere a la profesión “de los asaltantes”, A. Cabral muestra que unas dos terceras partes de los noventa y ocho detenidos con profesión conocida, eran “trabajadores de cortijo”; y deduce de ello que “el asalto estuvo protagonizado por los trabajadores del cereal de los cortijos” (p.222). En 2008, Antonio López Estudillo publicó un folleto titulado Insurrección y provocación policial: los sucesos de Jerez de 1892, Canarias, Tierra de Fuego, 42 p., basado en el subcapítulo de casi idéntico título de su libro Republicanismo y Anarquismo en Andalucía. Conflictividad social agraria y crisis finisecular, Córdoba, Ediciones de la Posada, sin fecha [1995 o 1996], pp.426-448. El autor impugna la conclusión que él me atribuye y que parte, según él, “de la identificación del anarquismo local con las organizaciones societarias jerezanas del momento, que eran ajenas e incluso opuestas al anarquismo con pocas excepciones” (Republicanismo…, p.429). Carlos Serrano, por su parte, ha mostrado que, en su trasposición literaria de los sucesos de Jerez en La bodega, Vicente Blasco Ibáñez había transformado la figura de Fermín Salvochea no en uno, sino en dos personajes distintos (Fernando Salvatierra y Fermín Montenegro), haciéndose el novelista valenciano el heraldo de un republicanismo partidario del reparto de los latifundios. Ver Carlos Serrano, “Personnage, mythe et mystification: Salvochea et La bodega de V. Blasco Ibáñez”, en Jacques Maurice (coord.), Un Anarchiste entre la légende et l’histoire: Fermín Salvochea (1842-1907), Saint Denis, Presses Universitaires de Vincennes-Paris VIII, 1987, pp.107-138; versión española en Fermín Salvochea. Un anarquista entre la leyenda y la historia, Cádiz, Quórum, 2009, pp.155-194. En 1986, Jacques Maurice ha analizado la información divulgada por el diario madrileño El Imparcial en “Jerez, 1892: l’événement vu par El Imparcial”, Danièle Bussy Genevois (ed.), Typologie de la presse hispanique, Rennes, Presses Universitaires de Rennes II, pp. 29-37. Sobre el portavoz anarquista publicado por Salvochea en aquel entonces, yo mismo he publicado “Periodismo cosmopolita y militancia anarquista: El Socialismo de Fermín Salvochea

(1886-1891)”, en José Manuel Mato Ortega y Santiago Moreno Tello (coord.), Fermín Salvochea (1842-1907). Historia de un internacionalista, Cádiz, Diputación Provincial, 2009, vol.1, pp.325349.

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