Crisis de autoridad en una región periférica: la vecindad piurana frente a la nueva patria (Perú, 1821-1824)

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ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Decreto de 21 de diciembre de 1825”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Decreto de 23 de enero de 1826”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Orden de 15 marzo de 1826”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Orden de 23 de mayo de 1826”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Ley de 21 de junio de 1826”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la República Boliviana, tomo 1. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Ley de 8 de enero de 1827”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes, resoluciones &c. que se han expedido para el régimen de la Reública Boliviana, tomo 2. Paz de Ayacucho: Imprenta del Colegio de Artes. “Decreto de 28 de septiembre de 1831”. En: Colección oficial de leyes, decretos, ordenes y resoluciones vigentes de la República boliviana, tomo 4º. Sucre: Imprenta de Beeche y Compañía. Código Civil Boliviano. Cochabamba: Tipografía de Gutierrez. Código de Procederes Santa Cruz. La Paz: Imprenta Paceña (http://books.google. com.bo/books?id=bXYVAAAAYAAJ&pg=RA1-PA79&hl=es&source=gbs_ selected_pages&cad=3#v=onepage&q&f=false).

Crisis de autoridad en una región periférica: La vecindad piurana frente a la nueva patria (Perú, 1821-1824) Elizabeth Hernández García Resumen: La adhesión del partido de Piura a la causa de la independencia no supuso estar de acuerdo con la sujeción a las ciudades que se constituyeron en cabeza del gobierno patriota en el Perú independiente, como fue el caso de Trujillo y de Lima. La elite piurana cuestionó y desobedeció, en reiteradas ocasiones, las determinaciones que mermaban su tradicional autonomismo, originando por consiguiente una profunda crisis de autoridad en el tránsito hacia la república. Palabras clave: Partido de Piura, república del Perú, independencia del Perú, crisis de autoridad. Abstract Adherence partido of Piura to the cause of independence meant not agree with subjection to the cities that were formed government headed by patriot in independent Peru, as in the case of Trujillo and Lima. The elite piurana questioned and disobeyed, repeatedly, determinations which saps its traditional autonomist, thus causing a profound crisis of authority in the transition to the republic. Keywords: Partido of Piura, Peru republic, independence of Peru, crisis of authority.

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El extremo norte peruano, conectado a las provincias surecuatorianas desde el inicio de la colonización española, abrigó a un grupo de privilegio con algunos elementos particulares. El partido de Piura, dependiente de la intendencia de Trujillo, fue el ejemplo más ilustrativo de este distintivo carácter “nobiliario” de una elite no titulada que tuvo que buscar otras estrategias para afianzarse en ese estamento por generaciones, las cuales dependían mayormente de la permanencia del antiguo régimen (Hernández 2005: 435-450). Es por esta razón, además de las convicciones monárquicas seculares en el imaginario colectivo, que la elite piurana demostró su adhesión a la metrópoli en los acontecimientos políticos que la sacudieron a partir del año 1808. Esa identificación se manifestó independientemente de las circunstancias y, es más, podría afirmarse que se hizo más firme en razón de aquellas. En enero de 1821, el marqués de Torre Tagle, intendente de Trujillo, condicionó el giro en esta historia realista del partido piurano, al amenazarlo con las armas si es que no proclamaba la independencia. Aislada de la capital por dos frentes patriotas –el norte y el sur–, la elite piurana proclamó su separación política el 4 de enero de 1821 como una salida de emergencia ante la inminente posibilidad de una conquista armada, que era lo que durante todos esos años se había querido evitar. La nueva patria se había iniciado, por tanto, en el norte peruano antes que San Martín proclamase la independencia en Lima y de una manera coercitiva. La suprema autoridad política para los piuranos, entonces, residió primero en Trujillo del Perú. En estas circunstancias, y considerando los tradicionales espacios de poder local que las familias de privilegio manejaron desde siempre, las desavenencias con las autoridades impuestas no se hicieron esperar. Las cosas se agravaron ante la posterior proclamación de la independencia de Lima y la dilatada guerra que se suscitó. Desde este punto de vista, en estas líneas proponemos analizar las distintas manifestaciones de rechazo de la vecindad piurana a los dictámenes y autoridades del gobierno central en estos años de incertidumbre política, en tanto que son evidencia de la complejidad de esta historia en las regiones extra capitalinas, teniendo en cuenta, además, los propios intereses de la elite piurana en hacerse un espacio en ese nuevo orden y dominarlo. Podrían ser consideradas estas, inclusive, las primeras manifestaciones republicanas de una secular confrontación: regionalismo versus centralismo de las clases dirigentes republicanas, que tuvo su clara manifestación en estos difíciles momentos. Nos moveremos solo en la esfera de las clases de privilegio porque fueron estas las que, en este contexto histórico y geográfico, tuvieron especial protagonismo y de cuyo estudio no se puede prescindir.

Cuando José de San Martín ingresó a la Ciudad de los Reyes en julio de 1821, estaba absolutamente convencido de que la voluntad popular se inclinaría a su favor toda vez que el virrey La Serna había abandonado Lima y la población limeña podía, entonces, manifestar su opción política con libertad: esperanza y error. Esperanza en que, sucedido esto, proclamar y jurar la independencia en Lima suponía conquistar rápidamente el resto del territorio peruano. Esperanza en que de este modo el numéricamente frágil ejército

libertador se vería incrementado significativamente con voluntarios peruanos, hasta convertirse en un auténtico frente de contención de los realistas momentáneamente huidos. Error, porque pensar así suponía un absoluto desconocimiento de la complejidad de la sociedad peruana y, mucho más, del entramado de intereses personales y particulares que formaban parte del imaginario de aquel sector de la elite limeña sobre el que San Martín hizo descansar sus mayores expectativas. Y error porque, desconociendo esta realidad histórica vista con profundidad por las propias autoridades españolas, decidió seguir adelante confiando en una suerte de reformadores peruanos que bajo ningún punto de vista querían una revolución por muy monárquica que fuera. Como afirma Susy Sánchez, San Martín entró en Lima como el pacificador de la ciudad, no como el libertador. Desde aquí ya estaba fracasando (Sánchez 2001: 237-263). El norte del Perú había proclamado la independencia desde diciembre del año anterior. Si bien es cierto estas precoces proclamaciones se hicieron en nombre de San Martín, para este espacio geográfico la figura visible de la “patria” fue el principal colaborador peruano que tuvo el libertador, el limeño José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle, intendente de Trujillo desde 1820, jurisdicción que comprendía todo el norte del Perú. Desde este punto de vista, el norte se convirtió en el “precursor” de la historia política peruana al optar primero por la “libertad”. Esta condición de primogenitura política, por decirlo de algún modo, convirtió al grupo de poder regional en un frente paralelo al establecido por Torre Tagle en Trujillo primero, y por San Martín en Lima después. Esta situación no ha sido suficientemente analizada en los estudios regionales sobre independencia para esta parte del Perú. El concepto de “patria”, de “libertad”, la idea acerca de las “contribuciones patrióticas” e inclusive el gobierno paralelo frente al virrey La Serna tuvieron como referente las disposiciones venidas desde la ciudad de Trujillo, centro administrativo-político regional, con el cual no se habían tenido mayores problemas en el régimen anterior. La independencia cambiaría momentáneamente esta relación que, con alguna que otra discrepancia, venía de antiguo. Si bien no era la primera vez que autoridades locales procedían de fuera de la región –sean peninsulares o criollos–, que Torre Tagle hubiese potenciado coercitivamente un cambio tan radical casi de inmediato a su llegada en espacios donde antes todo estaba en tranquilidad política, no puede pasar inadvertido, al momento de analizar los sentimientos, las motivaciones y las opiniones de esta vecindad condicionada a obedecer nuevos cánones. Trujillo, la capital de la intendencia, proclamó su independencia el 29 de diciembre de 1820, en una acción dirigida por Torre Tagle, la máxima autoridad. El no haber sido capaz de advertir la “peligrosidad” para la causa realista que suponía colocar al marqués en el norte, fue una de las razones por las que el entonces virrey Joaquín de la Pezuela fue mal visto por sus generales. Sobre este acontecimiento aún queda mucho por escribir y dilucidar, en tanto que la documentación nos advierte, más que de una ferviente voluntad por la patria, de una presión de la máxima autoridad, ya en ese entonces fiel amigo de San Martín, y de una persecución a quienes no estaban dispuestos a proclamar la independencia. Torre Tagle convocó un cabildo abierto el 24 de diciembre de 1820 en la ciudad de Trujillo, para resolver qué actitud convenía tomar frente a la escuadra libertadora. Uno de los más conservadores, el obispo de Trujillo, Carrión y Marfil, apostó por la resistencia y ofreció como donativo 4000 pesos para los gastos que pudieran ocurrir. El cabildo abierto

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La proclamación de la independencia en Piura: el inicio de la crisis de autoridad

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decidió por la causa patriota. Días después el obispo fue tomado prisionero y, junto con otros tantos que habían hecho profesión de su realismo, zarparon del puerto trujillano de Huanchaco hacia el cuartel de San Martín en el sur (Vargas Ugarte 1962: 143-144). La captura del obispo fue motivo de división entre los vecinos y hombres del clero, pero dadas las circunstancias era peligroso manifestar a viva voz la oposición a las determinaciones de los ahora patriotas. Como pasó en casi toda América, el ambiente se tornó muy tenso para quienes no demostraran su adhesión a la nueva patria. Aún así algunos clérigos y canónigos del cabildo trujillano iniciaron una acción contestataria para reivindicar al obispo y pedir su pronto retorno. Esta reacción estuvo liderada por el clérigo Gregorio Martínez de Zorogastúa (Hernández García 2011A: 609-611). En una comunicación al vicario eclesiástico de Piura, Tomás Diéguez, en octubre de 1821, brinda noticia sobre cómo se consiguió en Trujillo el voto contrario al obispo: Por los más bajos medios, por los apoyos más injustos y criminales, se logró que los cabildos eclesiástico y secular de esta ciudad, informasen con sangre contra la reputación justificada de nuestro Ilustrísimo Prelado, garantizándose con que contra él había en todo el Obispado un odio general y que por esto no solo habían celebrado la separación que de él se hizo, sino que también detestaban hasta la sombra de su regreso y restitución a la diócesis; para conseguir esto se prometió mucho a unos, a otros se conminó, y positivamente se amagó y amenazó a otros.1 Esta información nos enfrenta a una visión alternativa de la manera como se manejó la política en aquel cabildo abierto y que las negociaciones fueron parte también de este proceso independentista. Recordemos que nos estamos moviendo en el estamento de la elite, la que nunca había combatido en un choque bélico, mucho menos contra su propia metrópoli. Al decir Zorogastúa que a unos se conminó y a otros se amenazó, es evidente que la unanimidad no reinó entre los convocados en aquel cabildo y que, antes bien, el intendente Torre Tagle y aliados tuvieron que utilizar otros recursos. Lo que nadie sabía era que los opositores iniciarían un riesgoso camino de persecución política. De ahí que el obispo, sin atisbar lo que luego le esperaba, declarase su adhesión a Fernando VII. Además de esta represión, hay que considerar que la situación geopolítica y bélica era muy complicada para los realistas en Trujillo. Lima se hallaba bloqueada marítimamente por Lord Cochrane, San Martín se encontraba en Pisco, al sur de Lima, y por el norte Guayaquil había proclamado su independencia en octubre de 1820. Además, Álvarez de Arenales se encaminaba a la sierra bloqueando también todo acceso que Lima pudiera conseguir de los productos de aquella región. Así las cosas, se puede afirmar que Torre Tagle forzó las proclamaciones del resto de partidos de la intendencia trujillana; entre aquellos se encontraba Piura. El 3 de enero de 1821, un oficio procedente de Trujillo llegó al cabildo piurano con la siguiente intimidación: que se proceda a proclamar la independencia de aquella ciudad, de lo contrario se colocarían en el puerto de Paita tropas armadas para conquistarla. Al día 1

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Archivo General de la Nación (AGN). Colección Tomás Diéguez (CTD). Caja 6. Carpeta 21. Doc. 74. Año 1821. Fol. 1.

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siguiente, en cabildo abierto, las autoridades piuranas proclamaban la independencia del partido, reconociendo la autoridad del marqués y procediendo en otros distritos a repetir estas ceremonias patrióticas. En otro escrito nos hemos encargado de analizar los detalles de uno y otro día para tratar de comprender qué pasó y si realmente hubo o no convencimiento político (Hernández García 2008A: 301-307). La elite piurana como era de esperarse, se puso a la cabeza de todo antes de dar opción a que otros grupos tomasen la iniciativa y les quitasen los puestos. De esta manera, el 4 de enero, antiguos realistas, Manuel Diéguez Florencia, Fernando Seminario y Jaime, Miguel Seminario y Jaime, Francisco Fernández de Paredes y Pedro de León, asumieron el mando de la nueva patria en este partido. La independencia no hizo más que mantener en gran medida el estatu quo y la preeminencia de los apellidos de toda la vida. Pero, el hecho de proclamar la independencia, ¿suponía estar convencidos absolutamente del partido por el que optaban? Esta polémica y acelerada proclamación de la independencia en Piura, pensamos, determinó la falta de identificación entre la clase dirigente local y las autoridades centrales. En el primer momento, en el que aún Lima se hallaba en poder realista, el “gobierno central” eran Trujillo y Torre Tagle. De esta manera, la crisis de autoridad de este último respecto a los patricios piuranos se reflejó en el desconocimiento de las disposiciones que emanaban de este jefe y de esta ciudad. En este sentido, unos y otros fueron en direcciones distintas, hasta el punto de hacernos pensar que la guerra por la independencia no estaba dentro de las prioridades de la clase dirigente piurana. Esto se tornó en un tema secundario frente a la necesidad de su propia autoafirmación grupal y estamental en el nuevo gobierno. ¿En qué hechos puede verse esta crisis? En primer lugar, en el rechazo a las autoridades impuestas desde Trujillo. Los piuranos no aceptaron que sea colocado Carlos María Ortega a la cabeza del partido de Piura. Se lo hicieron saber así a Torre Tagle y este accedió a nombrar entonces a un miembro de la vecindad piurana, Manuel Diéguez Florencia, trujillano, pero residente en Piura desde hacía casi dos décadas por vínculos matrimoniales. Aunque la documentación no es muy explícita al respecto, es fácil deducir que esta concesión la realizó Torre Tagle por la necesidad que tenía de conciliar intereses, ganarse la voluntad del estamento de privilegio y evitar primeros desencantos, considerando que luego este sector sería el que, paulatinamente, iba a aportar más a la frágil causa patriota. Hay que tener en cuenta que la guerra contra los realistas en el Perú recién comenzaba. Esta lectura era la que podía hacer Torre Tagle, pero los vecinos piuranos pudieron ver aquí una primera victoria en la política peruana. El hecho de que Manuel Diéguez Florencia consiga un alto nombramiento, significaba que las cosas se mantenían como habían estado en el anterior sistema. Él representaba esa continuidad, ya que era del lugar, conocido por todos y conocedor de los entresijos del poder de la localidad. Los Diéguez Florencia eran un referente interesante para el conjunto de privilegio, pues casi todos tuvieron que ver en la política de la naciente república. Pero los considerandos que posiblemente movieron a Torre Tagle a ceder ante la primera solicitud, se vieron trastocados frente a la segunda petición del vecindario piurano: que no se acepte como autoridad militar al argentino Félix Olazábal. Es que si bien conciliar intereses era vital, también lo era asentar la imagen de autoridad en las provincias recién

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estrenadas patriotas. La reacción de Torre Tagle, entonces, fue la amenaza militar directa, dejando ver con esta intimidación una imagen frágil entre los piuranos, una autoridad que puede ser puesta en tela de juicio y que necesita la fuerza bélica para conseguir la obediencia. En Piura se aceptó a Olazábal, quien poco después trajo problemas a los intereses familiares y de estamento del lugar. La primera idea que puede surgir es que este rechazo tenía que ver con su origen argentino, aunque de eso no tenemos pruebas tangibles por el momento. Lo más cierto, teniendo en cuenta la historia precedente del partido, es que el rechazo haya sido motivado por ser “foráneo”, es decir, de fuera tanto de la región como de la red familiar tradicional. Y es que, si se quería ser aceptado en un grupo tan selectivo, había que manejar con cuidado determinados mecanismos, en los que la violencia era impensable. Con la independencia ¿habían cambiado las cosas? Tal vez había que matizarlas. Ahora, la cuestión sería mantenerse y sobrevivir. Lo cierto es que, por el lado del gobierno patriota, con Olazábal en Piura, Torre Tagle y San Martín se aseguraron el control de esta provincia norteña. Un asunto también muy sugerente es el velado rechazo de la vecindad piurana a los cupos de guerra impuestos desde Trujillo a partir de febrero de 1821. Tenía que ser un rechazo solapado porque, no obstante la importancia de la elite, la situación era de una confrontación bélica, de un enfrentamiento contra las fuerzas del rey, donde la imagen de “antipatriota” podía traer consecuencias negativas, como de hecho aconteció meses más tarde cuando se radicalizó la guerra contra el virrey La Serna.2 Los donativos y/o empréstitos forzosos y voluntarios tenían que ser asumidos en gran medida por los patricios piuranos; sin embargo, de esta ciudad sacaron muy poco a comparación de lo que realmente esperaban cuando asignaron las cantidades. Inclusive, los curas de parroquia fueron requeridos, pero se disculparon y aportaron significativamente menos de lo que estaba establecido por el gobierno central. Esto no es raro, en tanto que, por muy patriotas que se manifestasen –que no era el caso–, la exacción de dinero nunca es recibida con entusiasmo por los donantes, como el mismo Torre Tagle le manifestó a San Martín precisamente en estos meses. Ya verá U. por la correspondencia oficial, el pequeño donativo colectado en numerario; pues ha sido extraído casi a la fuerza del mayor número de individuos que constan de las listas, y muy poco más recogerá. Por otra parte es prudente irse con tiento en esta materia, porque el patriotismo está aún en pañales, y no hay cosa más odiosa que las exacciones. (borrador de una carta de Torre Tagle a San Martín, 4 de febrero de 1821. En: Ortíz de Zevallos 1989: 47; cursiva nuestra). La autoridad central también fue puesta en entredicho con un acontecimiento importante: la persecución a los peninsulares. La historiografía nacional afirma que esta persecución se inició en septiembre de 1821, a consecuencia de la primera incursión de las tropas realistas desde la sierra hacia el puerto del Callao.3 En el norte peruano, esta persecución se inició meses antes de todos estos acontecimientos, aproximadamente en 2 3

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Aunque nunca se llegó en Piura a los niveles de coerción que acontecieron en Lima. Dos veces más los realistas, bajo las órdenes del general Canterac, descenderían de la sierra a ocupar Lima: en junio de 1823 y en febrero de 1824.

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febrero de 1821. Fue esta la primera etapa de todo un proceso que luego engarzó con la política persecutoria desde Lima. El hostigamiento hacia ellos fue paulatino: mayores cupos que a los otros ciudadanos; exigencia a las autoridades en el conteo de peninsulares en distintas provincias piuranas; anulación de salvoconductos para salir del país y remoción de autoridades que lo permitiesen. Piura era una ciudad de frontera con Ecuador, donde tampoco la causa patriota estaba muy segura, y el puerto de Paita era una puerta de huida hacia otras provincias en el Pacífico. Todo esto confabuló en contra de los peninsulares. En esta primera fase, de nuevo se puso en evidencia la política paralela que los piuranos llevaron a cabo, saltándose las disposiciones desde Trujillo y protegiendo a los peninsulares que eran sus parientes, sus amigos, sus socios económicos y, sin más, miembros tradicionales de su sociedad. El argentino Félix Olazábal se estrelló con un antemural al respecto, y eso que aún no había llegado lo peor. El caso de José Antonio López nos sirve para ilustrar esta situación de represión. Era natural del reino de Galicia y casado dos veces en Piura con criollas naturales del lugar, Antonia Merino y Juana Torres. La primera descendía de un tronco familiar económicamente fuerte; de la segunda no hay referencias documentales. Lo importante es que José Antonio López formaba parte de la clase dirigente de la localidad; inclusive había destacado en el apoyo monetario por las celebraciones de la ciudad en la jura de Fernando VII y de la Constitución de 1812. Con una extensa parentela –11 hijos vivos, una de las cuales emparentó con Nicolás Diéguez Florencia–,4 en los primeros meses de la independencia de Piura empezó a ser perseguido. En primer lugar, con la exigencia de altos cupos de guerra en comparación a otras personas; en segundo lugar, tuvo que solicitar al Congreso de la República su carta de naturaleza, que le fue concedida (Pons Muzzo y Tauro 1975: 86); y por último, en 1824, fue incluido en la orden que enviaba al exilio a los peninsulares que existieran en Piura. Esta orden fue expedida desde Trujillo. La consternación fue enorme, considerando los precedentes en Lima, que habían convertido el camino hacia el Callao en un cuadro de llanto y consternación de parte de los familiares de los peninsulares expulsados del Perú. A diferencia de la capital de la república, en Piura esto último no se llegó a cumplir, ni con José Antonio López ni con ningún otro español avecindado aquí, por intervención directa del cabildo de Piura, que en mayo de 1824 decidió suspender el cumplimiento de esta orden. Así, se dejó sin efecto una disposición de la prefectura de Trujillo, jurisdicción a la que estaba subordinada Piura para ese entonces. Estamos nuevamente frente a una postura de autonomía de la vecindad piurana, un hecho más que evidencia ese rechazo a las disposiciones del “centro de poder” que regía los destinos del Perú independiente. Esto fue a título institucional –cabildo– y a título familiar –presión al cabildo–; pero a título personal también la animadversión a los políticos que gobernaban desde fuera era muy clara. Había quedado prohibida la salida y embarque de todo español, decreto dirigido a las autoridades de Paita. El piurano Francisco Frías, comandante de este puerto, desobedeció la orden de Olazábal de elaborar una relación de peninsulares residentes en Paita, dando noticia de solo tres europeos. Esto claramente era una información falsa, en tanto que Paita 4

Testamento de D. José Antonio López. Archivo Regional de Piura (ARP). Serie notarial. Leg. 86. Notario: Rebolledo. Fol. 233.

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era el segundo puerto más importante del Perú, por lo que resulta impensable que solo tres “españoles sueltos” viviesen ahí para 1821.5 Es más, si revisamos las actas de matrimonios de Piura para estos años, nos encontramos con muchísimas más referencias de peninsulares avecindados en el puerto, contando únicamente los que contrajeron nupcias. Así que Francisco Frías, exponiendo su puesto y su prestigio, intentó sacarle la vuelta al decreto mencionando a estos tres peninsulares que, como “sueltos”, o eran pobres –de los cuales pocos cupos se extraerían– o no conformaban el estrato de privilegio que él y muchos otros cuidaban, como lo hizo también el emblemático Joaquín de Helguero y Gorgoya.6 Si a alguien hubiesen podido molestar con mayores argumentos, fue a Joaquín de Helguero, pero, en cuanto se iniciaron los movimientos de independencia, este peninsular se recluyó en una región distante de la capital piurana, donde no fue molestado por el gobierno. Inclusive murió allí, lejos, en La Huaca, territorio de su propiedad, en 1830, al margen de cualquier acontecimiento. De haber sido imagen visible de la elite desde 1796 (fecha de su matrimonio con la acaudalada piurana Juana de Carrión e Iglesia) y autoridad local (juez diputado del Tribunal del Consulado de Lima en Piura y alcalde de segunda nominación), desde 1821 Helguero desapareció del mapa político de la región y no lo volvemos a encontrar en ningún documento relacionado con el proceso de independencia, pero todos sabían dónde se hallaba. Esto puede tener dos lecturas. Por un lado, la importancia que Helguero tenía entre el conjunto de la vecindad piurana; de hecho, era uno de sus máximos representantes. Esta importancia podría explicar que lo dejaran tranquilo: las autoridades locales, relacionados suyos, cuidarían sus intereses al respecto. Además, por otro lado, también es verdad que los distritos piuranos, distantes de la capital de este partido, estaban bastante alejados de la vorágine política; la geografía desértica que los rodeaba les preservaba en muchos sentidos. Manejamos esta hipótesis por algunas referencias de viajeros extranjeros que llegaron a La Rinconada y advirtieron, por un lado, esta indolencia ante las noticias que ciertamente conocían y, por otro lado, precisamente en virtud de lo anterior, una vida cotidiana ajena a los acontecimientos políticos, regionales y nacionales (Núñez 1971).7 Como el caso de Joaquín de Helguero pudo haber otros.

de 1821, José de San Martín inauguró un período de gobierno denominado “El Protectorado”. Consistiría en un gobierno de transición hacia el establecimiento de la “monarquía peruana”, proyecto político que el libertador quería para el Perú. Él fue llamado “Supremo Protector” y las provincias independientes se regirían por un “Estatuto Provisional”. Paralelamente, se vivía la preocupación por el enfrentamiento bélico con las tropas realistas acantonadas en la sierra. Era, sin embargo, un momento de victoria para la causa patriota haberse posesionado de la Ciudad de los Reyes. Se empezó a gobernar con esos dos objetivos: monarquía e independencia; sin embargo, San Martín no pudo llevar a cabo ninguno de los dos.8 En medio de todos estos acontecimientos, el día a día se tornó incierto, álgido, anárquico inclusive. San Martín pagó caro el haber confundido la causa patriota con los verdaderos intereses de la “comunidad peruana”; los caudillos peruanos que luego asumieron el mando demostraron en sentido pleno su extraordinaria formación nobiliaria y su deficiente preparación militar;9 asimismo, quedó en evidencia la búsqueda de la seguridad personal antes que el bien común de los “peruanos”; y, finalmente, entre 1821 y 1824, la apuesta era más bien hacia el triunfo realista, como lo demostraron los últimos cambios de bando antes de la batalla de Ayacucho y la agonía de los peruanos realistas en el Real Felipe del Callao hasta la capitulación del general español José Ramón Rodil en 1826.10 Si en la propia ciudad de Lima, el centro del poder del nuevo régimen, la situación era de caos y de inestabilidad, los otros centros regionales independientes pudieron vivir su propia historia, discrepando inclusive de las disposiciones y de la dirección que tomaban los hechos en la capital. Se hicieron explícitos los distintos intereses no solo de los grupos dirigentes, sino también de espacios regionales con una tradición de autosuficiencia muy fuerte en muchos sentidos. Tenemos, por ejemplo, a la ciudad de Lambayeque, que interpuso un oficio al gobierno de Lima (octubre de 1821) que daba cuenta del desagrado que había producido en su clase mercantil la habilitación como puerto mayor al de Huanchaco (Trujillo) y como menor al de Pacasmayo (Lambayeque). Los argumentos son de índole comercial y político, pues los mercaderes lambayecanos recuerdan a las autoridades limeñas que: ...ella [la ciudad] proclamó la independencia el 27 de diciembre [de 1820], es decir un día antes que su capital Trujillo, y que para el sostén del ejército libertador y

Lima independiente, caos político y autonomía local Cuando se dio la proclamación de la independencia en la ciudad de Lima, el 28 de julio 5 6

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En estudios anteriores hemos demostrado la importancia que los peninsulares tuvieron desde el puerto de Paita en las actividades comerciales, o por lo que originaron auténticos clanes poderosos en esta parte del Pacífico (Hernández García 2008B: 183-207 y 2011). Miembro destacado de la elite comercial de esta región. Al haber sido autoridad política y gran comerciante, tenía grandes inversiones dentro y fuera del Perú. Se recluyó en su hacienda La Rinconada durante todo el proceso de independencia, inclusive su casa allí sirvió de refugio a otros peninsulares huidos en marcha hacia Ecuador (Hernández García 2008A: 331-332). Los vecinos piuranos tenían datos de lo que pasaba en el resto del territorio peruano. La llegada de noticias no oficiales abundaba en aquellos lugares que abrigaban un puerto como el de Paita, con gran tráfico mercantil y circulación de bienes, personas y novedades. No era este el único canal de comunicación. Las conexiones familiares y amicales acercaban mucho a las elites de distintas regiones en todos los niveles.

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Un completo recuento de los acontecimientos de estos años (Vargas Ugarte 1981, Basadre 1983). Nos estamos refiriendo a José de la Riva-Agüero y a José Bernardo de Torre Tagle. Ambos llegaron a la suprema magistratura, pero no pudieron llevar a cabo una ofensiva efectiva sobre el ejército realista. Desde el punto de vista de las acciones militares, ambos dejaron mucho que desear. Los dos descendían de la nobleza titulada limeña, habían recibido una esmerada formación en los centros de enseñanza virreinales, habían estudiado en Europa y, en concreto Torre Tagle, había sido diputado por el Perú a las Cortes Ordinarias de 1813. Fue con ellos con quien San Martín se conectó directamente antes de desembarcar en el Perú. Para Timothy Anna, esta es la prueba más contundente de que el Perú había proclamado su independencia en 1821, consumado esta en 1824 y, sin embargo, los peruanos aún no habían decidido (Anna 2003). En esta misma línea, la historiografía revisionista marca una distancia honda entre la proclamación de la independencia en Perú y el absoluto convencimiento de esa decisión (ver producción bibliográfica de Scarlett O’Phelan, Gustavo Montoya, Víctor Peralta, Elizabeth Hernández, Ernesto Rojas, entre otros).

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su aumento ha erogado como 60.000 pesos en dinero, y lo que no es calculable en reses, caballos, arroz, jabón y cordobanes, sin perdonar a sus propios vecinos, pues caminaron 500 hombres a militar bajo el estandarte de la Patria. Sin olvidar estos grandes servicios, que si no se premian a lo menos deben tenerse en consideración para no causar perjuicios…11 Lambayeque, como vemos, marca su distancia con Trujillo, capital de la virreinal intendencia, y con Lima, capital del Perú independiente, que es quien ha validado el reglamento de comercio a que se refieren los vecinos en este oficio. Este tipo de documentación nos llevaría a muchas otras consideraciones sobre el estudio de la región norte en la independencia, las que escapan al objetivo de este escrito; pero vale la pena por lo menos advertir la existencia de estas “fracturas”, divisiones, intereses locales que condicionarían una crisis de autoridad en este espacio con relación, tanto a los nuevos centros de poder y autoridades, como a las determinaciones que aquellos establezcan. Volviendo al caso de Piura, su posición estratégica le valió, desde el siglo XVI, constituirse en una región bisagra del virreinato peruano, con conexiones que podían llegar a los puertos de Cádiz y Sevilla inclusive. Esto generó no solo un grupo de control económico; también condicionó una fuerte relación con la metrópoli y un sentimiento de identificación regional profundo que se manifestó, precisamente, en momentos en que la política nacional –limeña– se desequilibraba. Los piuranos decidieron por sí solos en muchas ocasiones, luego de 1821, cuando se vieron afectados sus intereses. Luego de la entrevista con Bolívar en Guayaquil (julio 1822), San Martín regresó a Lima. En septiembre se reunió el congreso que había convocado con anterioridad, le entregó todos sus poderes y se fue del Perú, dejando en manos de los peruanos la administración política y la continuación de la guerra. El primer congreso constituyente del Perú se formó luego de elecciones en los cabildos de las ciudades independientes; representantes del patriciado piurano y trujillano fueron elegidos. Sin embargo, su presencia aquí no supuso para la elite local estar subordinada a todos los acontecimientos que se suscitaran en la excapital del virreinato. Inclusive, desde las provincias se tenía una opinión nada favorable del Congreso Constituyente, como lo hace saber María Concepción, hermana de Tomás Diéguez, miembro de este organismo: Tú me dices en la que me escribes que el Congreso sigue como antes, y aquí no se oye más que hacer burla del Congreso; hoy son ustedes la conversación del día, tanto de los de aquí como de los forasteros ya de Colombia como de Lima y otros extranjeros, los que dicen quizá vendrán a hacer bromas. Yo te ruego busques medios de zafar de dicha junta que será lo más acertado que puedas hacer y yo celebraré. El nombre que les dan es de necios.12 Este congreso determinó que la forma de gobierno sería la República, y que el poder ejecutivo estaría conformado por tres personas, en lo que se llamó Junta Gubernativa o Triunvirato. Desde el comienzo esta junta fue vista como un error, como una fórmula que 11 12

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AGN. Superior Gobierno. Leg. 38. Cuad. 1368. Año 1821. Fol. 1-1v. AGN. CTD. Caja 9. Carpeta 29. Doc. 32. Año 1823. Fol. 1-1v.

desestabilizó más al país. Lo importante en esos momentos era la preparación de la ofensiva militar patriota, pero la falta de ascendiente del general Alvarado en un ejército compuesto por cuatro naciones independientes, el retraso en partir hacia el sur y las indecisiones en el campo de batalla, originaron la derrota en enero de 1823 en Moquegua. La junta fue vista como responsable de este desastre. Ante esa circunstancia, el Congreso se dividió entre los partidarios de José de la Riva-Agüero, los que querían que viniese Bolívar, y los que pensaron en la monarquía planteada por San Martín (Vargas Ugarte 1981: 242), pero los militares tomaron la iniciativa. El 27 de febrero de 1823, en el famoso “motín de Balconcillo”, los generales del ejército obligaron a designar a Riva-Agüero como presidente de la República. Por primera vez un criollo llegaba al más alto puesto, al lugar para que el que se había educado desde sus años de estudiante en el Convictorio de San Carlos. Sin embargo, esta fórmula tampoco funcionó. Y en el preciso momento en que una derrota militar más reducía los ánimos, el general realista Canterac volvió de la sierra y esta vez se posesionó de la ciudad de Lima. Riva-Agüero y el congreso se refugiaron en el Real Felipe del Callao el 17 de junio de 1823. Estando aquí, el congreso depuso a Riva-Agüero y nombró en su lugar a Torre Tagle como presidente de la república. Este fue el inicio de un nuevo caos político, pues el Perú se dividió en dos facciones. Riva-Agüero no aceptó su deposición, se dirigió a Trujillo y desde allí siguió gobernando con unos cuantos diputados que le siguieron. Tendríamos entonces en el Perú dos gobiernos y dos congresos; mientras, la guerra continuaba. Interesa mucho este tema porque, entre quienes siguieron a Riva-Agüero hasta Trujillo, estuvieron algunos diputados piuranos, miembros de la elite de esta localidad, como fueron Tomás Diéguez Florencia, quien fuera vicario eclesiástico de Piura desde inicios del siglo XIX, y Manuel José de Arrunátegui, otro piurano eclesiástico que luego fue canónigo de la catedral de Trujillo (Hernández García 2009: 279-303). Además de ellos, el cabildo de Piura y casi todo el norte apostaron por RivaAgüero y no por Torre Tagle, desafiando una vez más la autoridad de Lima. Prescindimos de contar el resto de la historia nacional que es en general bastante conocida. Nos interesa destacar la opinión distinta del cabildo piurano frente a un acontecimiento político como el que acabamos de reseñar. Este reconocimiento de RivaAgüero, pensamos, es el indicio más fuerte del resentimiento hacia Torre Tagle. ¿Por qué no apoyaron a quien, según la historiografía tradicional, les ayudó a proclamar la independencia? ¿Por qué preferir al desconocido Riva-Agüero? Para nosotros es claro que, de alguna manera, la vecindad piurana aprovechó este momento para poner de manifiesto antiguos resquemores y vigentes resentimientos. De otro lado, también es verdad que ningún miembro de la elite piurana fue revolucionario y, en este sentido, Riva-Agüero calzaba con ellos. También es digno de resaltar el hecho de que Riva-Agüero podía manejar un concepto regional-nacional más interesante para los piuranos, en tanto que había escogido Trujillo (el norte) como sede de su gobierno y congreso. Por eso es que los escritos elevados por el ayuntamiento de Piura tenían el tenor de rechazo al centralismo limeño, de considerarse depositarios de la verdadera democracia.13 Hasta cierto punto, creemos que la presencia del noble Riva13

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“…cuando salvándose el Gobierno que sostiene el orden, nos presenta otra Atenas, combatida por el orgullo de los Persas, y en Vuestra Excelencia el apoyo de nuestra República… Sala Municipal

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Agüero en el norte suponía una gran esperanza en que el centro del poder estuviese aquí o, por lo menos, las expectativas de recuperar en mucho la autonomía que este espacio había tenido durante todo el período virreinal. Sin embargo, también cuenta la supervivencia. Riva-Agüero fue capturado y enviado al exilio por Simón Bolívar y nuevamente Piura y el espacio norte volvían a estar sujetos a la administración central desde Lima. Este cambio de postura no fue solo de los diputados norteños que habían seguido a Riva-Agüero, sino de la propia ciudad de Piura. Meses antes, la Municipalidad de esta ciudad había enviado una carta de felicitación a Riva-Agüero; sin embargo, en diciembre de 1823, la vecindad celebraba su caída: “Hoy [7 de diciembre] se hallan de función en Piura en celebración de la deposición del señor Riva de Agüero, y creo que mañana se repite otra, todas en la casa del señor ministro Valdivieso…”14 Decíamos que Riva-Agüero no fue revolucionario. En efecto, no lo fue, y su apego a San Martín se entiende en la medida en que coincidía con un proyecto político que mantenía las diferencias y que evitaba la efusión de sangre (O’Phelan Godoy 2001A: 379-406). En la situación en la que el Perú se encontraba, a pesar de todas las circunstancias adversas de la república, no había marcha atrás en cuanto a un posible retorno al régimen español, había que seguir adelante. Sin embargo, Riva-Agüero quería una independencia sin Simón Bolívar. Y como él, muchos peruanos manifestaban inseguridad ante la posibilidad de la llegada al Perú del libertador; él mismo había ofrecido sus servicios a los peruanos desde 1822, pero había sido rechazado. Bolívar representaba todo lo que la elite temía: revolución, dictadura extranjera, expolio, personalismo, cambios radicales y en esto los piuranos coincidían también. Por todos era sabido que se distanciaba enormemente del perfil apacible y aristocrático de José de San Martín. En Catacaos se estaba a la expectativa de su llegada: “…y aseguran que es muy violento al caminar, y con esta prevención estamos con la barba al hombro…” En Trujillo, también se estaba en vilo: “A Bolívar lo hacen cerca de Piura, y aquí hay mil opiniones, Dios nos saque con bien de todo”.15 Sería esta otra explicación al apoyo que Riva-Agüero tuvo de esta parte norte del Perú. En la más grave crisis de autoridad de estos años en la capital del Perú, la vecindad piurana, a mil kilómetros de distancia, como vemos, decidió ir en otra dirección. A manera de conclusión

que ver con los nombramientos políticos y militares que fueron concedidos a personas ajenas al partido. Las autoridades superiores hicieron uso de la coerción para asegurarse la obediencia del partido, desvirtuando con ello todas sus proclamas y mostrando una elite alejada de los supuestos intereses comunes del nuevo sistema, en muchos de los cuales el nuevo gobierno no llevaba razón. Los piuranos se distanciaron del gobierno central en defensa de los españoles miembros de su estamento. A los peninsulares se les protegió. En este apoyo tuvo mucho que ver el hecho de que la causa de la independencia no estaba generalizada entre toda la población piurana, hecho que explica la dilatada guerra, las derrotas patriotas y la añoranza del antiguo sistema, como lo reflejan las cartas personales de muchos de sus protagonistas. Pero este apoyo también confirma una nueva lectura al tradicional e historiográfico enfrentamiento entre criollos y peninsulares, pues para los piuranos los intereses con aquellos siempre fueron comunes. Al brindarle apoyo a Riva-Agüero, el cabildo de Piura y algunos vecinos rechazaron con firmeza la política limeña, identificándose como los verdaderos portadores de los valores liberales. Inclusive, la mirada era hacia la región en extenso, puesto que estaban aceptando la “legitimidad” del congreso que sesionaba en Trujillo y del presidente de la república que se refugió allí; ahora sí se identificaban con la capital de la exintendencia virreinal, no obstante que un limeño –un “foráneo”– estuviese a la cabeza de todo. Aquí el tema ya no era que Riva-Agüero no formaba parte de aquella elite, lo importante eran las conexiones que a partir de ese momento se podrían establecer, así como los beneficios que esto posibilitaba para la región. Finamente, este enfrentamiento quedó como antecedente de una clara rivalidad: el norte versus el centro administrativo, ahora republicano. La independencia fue un largo proceso de identificación con el nuevo régimen, de nueva construcción mental, de nuevos afectos y de consolidación territorial y política. Este trayecto no fue fácil. Los desencuentros entre las autoridades regionales y centrales continuaron todo el siglo XIX. La independencia, más bien, fue el inicio de nuevas contiendas de confrontación entre los protagonistas de antiguo cuño y los integrantes de esta clase dirigente nacional que, desde Lima, la “sede de los visires”,16 fueron construyendo el nuevo Estado republicano. La crisis de autoridad fue permanente y a lo largo de esta centuria fueron muchas las veces en que Lima tuvo que volver a ganarse a las provincias a “su” causa.17

Las clases dirigentes de las ciudades que habían optado por la causa patriota buscaron consolidar sus posiciones y consumar la independencia política de todo el Perú, pero, en el trayecto, los objetivos de grupo se manifestaron. La elite piurana se enfrentó en varias oportunidades al gobierno central, con el fin de preservar sus intereses, por intentar el mando absoluto rechazando a aquellos que habían sido nombrados desde fuera y por mantener incólume la situación de sus miembros. Las pugnas en el fondo tuvieron 16

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de Piura, julio 23 de 1823, al Excmo. Sr. Presidente D. José de la Riva-Agüero” (Deustua Pimentel, Puente Candamo 1976: 700). AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 6. Doc. 33. Año 1823. Fol. 1v. AGN. CTD. Caja 9. Carpeta 29. Doc. 24 y 30. Año 1823. Fol. 1-1v.

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Elizabeth Hernández García Universidad de Piura/Campus Lima [email protected]

Expresión con la que el cabildo de Huaylas (Huaraz), dando su apoyo también a Riva-Agüero, recriminaba a Lima por creer que, por haber sido la “sede de los visires”, es decir, la residencia de los virreyes, podía decidir por todo el Perú (Archivo Riva-Agüero, Instituto Riva-Agüero, 1823). Esta última afirmación corresponde al estudio en sí de la historia republicana del Perú. Para ello, además de la bibliografía conocida, recomendamos revisar la sugerente producción bibliográfica de Cecilia Méndez Gastelumendi.

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La economía del vino en Arequipa (1770-1850) y el mercado andino colonial

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Carlos Buller Resumen Poco o nada se sabía de la economía arequipeña entre las reformas borbónicas de la década de 1770 y el ciclo de las lanas que se inicia en la de 1830. Se trata de un vacío de más de medio siglo. Sin embargo, el hallazgo de series completas del diezmo de Arequipa correspondiente a la producción de vino a lo largo de este período cambió esta situación. Se pudo, no solo cuantificar la relevancia de la viticultura en esta región, sino también constatar, contra lo que se venía afirmando, que la producción de vino prosperó mucho más allá de la coyuntura de las reformas borbónicas. En este artículo se aborda este capítulo de la historia regional arequipeña desde la perspectiva de los factores que animaron el auge de su viticultura, que son además los mismos que explican su colapso y que nos conducen en una misma dirección: el dinamismo y la eficiencia del mercado andino colonial, que no fue ni tan pequeño ni limitado como se cree y cuya revaloración se hace imperativa. Palabras clave: Arequipa, viticultura colonial, mercado andino colonial, diezmos. Abstract Little or nothing was known about Arequipa’s economy between the Bourbon reforms of the 1770s and the wool cycle inaugurated in 1830. It’s a vacuum that stretches over half a century. However, the finding of complete series of Arequipa’s tithe for wine production during this period changed that situation. The relevance of viticulture in said

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