Creyentes, conversos y apóstatas: tensiones en el tránsito entre 15M y Podemos

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Creyentes, conversos y apóstatas: tensiones en el tránsito entre 15M y Podemos Álvaro Ramírez Calvo ([email protected]) Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea Resumen La irrupción de Podemos en el escenario político español ha supuesto la entrada en una nueva fase dentro del ciclo de cambio iniciado en mayo de 2011. En aquel momento, el 15M implicó una revitalización de la protesta social, una renovación de los repertorios de acción colectiva y una reconquista de los espacios públicos y mediáticos, en un contexto de severa crisis económica internacional. Para algunas voces, Podemos es la continuación del 15M. Así, ambas plataformas provendrían de un mismo lugar, un espacio común definido en términos de ideología, intervención política y expectativas. Dicho espacio, sin embargo, no sería homogéneo, sino que estaría sujeto a tensiones. Esta comunicación propone tres tipologías diferentes de militantes que ayuden a explorar los límites de dichas tensiones entre el 15M y Podemos: los creyentes, o aquellos que consideran que los movimientos sociales actuales son suficientes para provocar un cambio político; los conversos, defensores de que el 15M tiene un recorrido limitado que precisa de la incidencia de un partido como Podemos; y los apóstatas, personas que rechazan la posibilidad de que ambas plataformas de movilización contribuyan a la satisfacción de sus expectativas políticas. Palabras clave 15M, Framing, Mercado para el Activismo Político, Movimientos Sociales, Participación, Partidos Políticos, Podemos.

Introducción A mediados de mayo de 2011, un enjambre de organizaciones y plataformas de la sociedad civil se manifestó, sin apoyo de ningún partido político o sindicato, en unas cincuenta ciudades españolas, nutriéndose de la implicación personal y el apoyo de millones de ciudadanos (Blanco 2011; Castells 2012). Las razones que impulsaron el surgimiento del 15M abarcaban una mezcla de motivaciones económicas y políticas. Así, las manifestaciones no sólo fueron una reacción a la recesión internacional iniciada en 2008 y que disparó las tasas de desempleo y desigualdad en España, sino que también supusieron una exigencia de mayor calidad democrática por parte de las élites políticas españolas en términos de representatividad, transparencia y rendición de cuentas (Carballo-Cruz 2011; Jimeno & Santos 2014). Algunos de los efectos más destacados del 15M fueron la creación de nuevos marcos de interpretación de la realidad política y económica (Hermans 2012), la reapropiación de espacios públicos para la puesta en práctica de acciones colectivas (Conde 2013), el incremento de manifestaciones a lo largo del país (Brito 2013), la consolidación de nuevos movimientos sociales y la aparición de nuevos partidos políticos de similar ethos ideológico que el 15M. Podemos es uno de los partidos que nacieron siguiendo la estela del 15M. Fundado en enero de 2014, y sostenido económicamente con las aportaciones individuales de sus simpatizantes y militantes, obtuvo aproximadamente 1,25 millones de votos y cinco escaños en las elecciones europeas de aquel año, tan sólo cuatro meses después de su nacimiento. En mayo de 2015, con la celebración en España de elecciones autonómicas y municipales, Podemos obtuvo 134 escaños repartidos por los parlamentos regionales de todo el país (Seguín y Faber 2015: 8). La irrupción del nuevo partido ha transformado el sistema político español, detenido durante décadas en un sistema bipartidista. Algunos de los aspectos programáticos más destacados de Podemos son la persecución de la corrupción política, la auditoría de la deuda pública española, el establecimiento de rentas de inserción para reducir la desigualdad y la implementación de una reforma fiscal que garantice el mantenimiento de los servicios públicos básicos. Organizativamente hablando, Podemos posee una estructura bicéfala. Por un lado, los “círculos”, asambleas construidas a nivel local o en torno a intereses políticos comunes. Por otro, estructuras formales más rígidas que operan a nivel

nacional y regional (Tremlett 2015). Dicha estructura bicéfala no está exenta de contradicciones y tensiones, que algunos miembros destacados del partido tratan de superar definiendo a Podemos como un híbrido entre partido político y movimiento social (Urbán 2015). La presente comunicación trata de relacionar ambos objetos de estudio a través del prisma de la participación militante. La pregunta fundamental es: ¿qué patrones de comportamiento se pueden encontrar en el paso del 15M a Podemos? Desde estas páginas propondremos tres tipologías: creyentes, personas que desconfían de Podemos pero confían en los movimientos sociales; conversos, personas que participaron activamente en el 15M, pero que entienden que Podemos es la evolución natural; y apóstatas, personas que rechazan las posibilidades de ambas formas de acción colectiva1. Marco teórico Seduciendo a las bases sociales: la transformación de observadores en participantes Entender cómo participan las bases de un determinado movimiento social o partido político es fundamental a la hora de comprender el análisis que ofreceremos más adelante. Una definición de base social es la propuesta por Charles Tilly (2008: 119): el conglomerado complejo de conexiones entre participantes potenciales de un colectivo, expresadas en términos de redes interpersonales, experiencias compartidas y organizaciones formales. El punto de partida, por tanto, es una mezcla heterogénea de personas, recursos, prácticas y expectativas. Nótese que, según Tilly, los individuos que forman la base social están comprometidos con el movimiento o partido sólo a nivel potencial. Cómo se articula el paso de observadores pasivos a militantes activos es la siguiente cuestión a despejar. Según Jacquelien van Stekelenburg y Bert Klandermans (2013), hay por lo menos cuatro pasos en el proceso: simpatía con la causa, conocimiento de los eventos que vayan a tener lugar en el futuro, voluntad para participar y capacidad para hacerlo. Para entender la complejidad del umbral existente entre la observación y el activismo, Oegema y Klandermans (1994) diferencian tres niveles diferentes de                                                                                                                 1  El

análisis ofrecido en las siguientes páginas se basa en catorce entrevistas en profundidad realizadas a militantes del 15M y/o de Podemos (seis hombres, ocho mujeres) de entre 23 y 51 años. Las entrevistas tuvieron lugar en Madrid, entre el 15 de abril y el 1 de mayo de 2015.

compromiso: preparación para la acción generalizada, preparación para la acción específica y participación en la acción. Estas tres fases siguen una lógica que va de lo general y actitudinal a lo concreto y práctico. Así, mientras la preparación para la acción generalizada se refiere a la voluntad imprecisa de apoyar un movimiento en términos genéricos (Oegema & Klandermans 1994: 704) y la preparación para la acción específica se corresponde con la concreción de dicha intencionalidad vaga en una serie de pretensiones algo más determinadas, las campañas movilizadoras se centran en provocar la participación en la acción. Es decir, convertir a los participantes potenciales en activistas de facto (Klandermans 2001: 280) fieles a un repertorio de objetivos y prácticas definidos2. La intervención que los movimientos sociales y partidos políticos realizan sobre sus bases sociales es, por tanto, un proceso de seducción que persigue como meta final el compromiso militante sostenido en el tiempo. Fluctuaciones en la militancia: conversión, no-conversión y erosión Hay que considerar, no obstante, que la evolución del compromiso activista no sigue un camino lineal previsible, sino que varía en cuanto a intensidad, frecuencia y expectativas. En términos generales, se pueden diferenciar dos grandes niveles de movilización personal. Por un lado, los militantes que apoyan un movimiento porque lo perciben como un elemento central en la formación de las identidades individuales y colectivas; por otro, los activistas que están dedicados a una causa específica y parcial (Ibarra & de la Peña 2004: 11-2). Autores como Corrigall-Brown (2012: 10) proponen una serie de predictores para conocer de antemano la propensión que un individuo dado tiene a la hora de implicarse con éxito en un movimiento social. Dichos factores se dividen entre ideología, recursos, disponibilidad biográfica y redes sociales interpersonales. La ideología, entendida como una representación mental del mundo (Van Dijk 2013: 2), está modulada a través de prácticas como la religión o la pertenencia a partidos políticos, y predispone al individuo, en mayor o menor grado, para la acción colectiva. Los recursos pueden ser económicos (riqueza, ingresos) o culturales                                                                                                                 2

Para promocionar la participación activa de las bases, las organizaciones colectivas deben estar altamente descentralizadas, desarrollar prácticas comunicativas multidireccionales y saber motivar a sus seguidores (Coit 1984: 586-7). Esta motivación, como se verá más adelante, depende en alto grado de la creación de marcos interpretativos de la realidad.

 

(conocimiento sobre la situación política, nivel educativo). Los cambios en la biografía personal, como el cuidado de niños, la dedicación a tareas profesionales o el envejecimiento, pueden inhibir la participación, mientras que otros, como el aumento del tiempo, pueden potenciarla. Por último, las redes sociales suponen el principal mecanismo de reclutamiento de nuevos militantes, y representan asimismo un espacio simbólico fundamental para el intercambio de experiencias y sentimientos de cara a la movilización. Según las investigaciones de Corrigall-Brown, los factores arriba mencionados modularían la disponibilidad individual para participar en la acción colectiva. Sin embargo, no son del todo eficaces para analizar por qué a veces las organizaciones colectivas no logran persuadir a las bases. A este respecto, Klandermans (2001, 1994) propone tres conceptos que explican la falta de participación: conversión, noconversión y erosión3. La conversión se refiere a la pérdida de simpatía hacia un movimiento dado durante una campaña. Este fenómeno es más probable en el caso de contracampañas organizadas por movimientos antagonistas que se benefician en la transferencia de militantes, o por la acción de las autoridades (Klandermans 2001: 280). La no-conversión aparece cuando la persuasión de los movimientos sobre las bases fallan desde un primer momento y no consiguen transformar los simpatizantes en militantes. Por último, la erosión es la pérdida neta de simpatizantes, sin transferencia hacia organizaciones colectivas adversarias (Oegema & Klandermans 1994: 703). Los motivos que explican el surgimiento de la erosión son múltiples, pero los autores destacan dos: por un lado, los simpatizantes “erosionados” pasan a sentirse más identificados con determinados partidos políticos. Por otro, el cambio ideológico en los círculos personales más cercanos del militante contribuiría a un escepticismo creciente y a una desafección. Otras explicaciones complementarias al fenómeno de la erosión activista serían el cansancio del movimiento, la falta de recursos o el miedo a sanciones. La competencia entre partidos y movimientos: el mercado de activismo político y los procesos de enmarcado Hasta ahora, hemos puesto énfasis en cómo definir analíticamente la participación en los movimientos sociales. Sin embargo, esta comunicación no se                                                                                                                 3

La tipología presentada en esta comunicación (creyentes, conversos y apóstatas), aunque con matices, está inspirada en la clasificación ofrecida por Klandermans y Oegema.

limita únicamente a esa dimensión de la acción colectiva, sino que estudia las tensiones derivadas de la interacción entre movimientos y partidos políticos. En este sentido, la noción de mercado de activismo político es útil para comprender dichas interrelaciones. Se basa en la idea de que la participación colectiva se puede ejercer a través de varias herramientas (organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos) que tratan de responder a una misma necesidad política. Así, ambas formas de acción colectiva competirían por obtener el apoyo de públicos ideológicamente similares. En dicho espacio competitivo, los ciudadanos adoptarían el papel de demanda, en tanto tienen una serie de expectativas políticas para satisfacer, mientras que partidos y movimientos funcionarían como oferta, al pretender atraer hacia sí el mayor número de activistas, del mismo modo que las marcas compiten por obtener clientes en el mercado de bienes y servicios (Ramiro y Morales 2014: 507). Sin embargo, este concepto parece transmitir la idea de que el mercado de activismo funciona como un espacio de suma cero, donde el aumento de la participación en movimientos sociales se corresponde con un descenso en el compromiso con los partidos políticos, y viceversa. No parece tener en cuenta la compatibilidad existente entre las formas de participación electoral y partidista y los repertorios de protesta. Pese a ello, el principal valor del concepto de mercado para el activismo político es que implica una comunidad de interacciones, un espacio común donde se produce un intercambio de recursos, experiencias, sentimientos y prácticas. No obstante, dicha comunidad sería inexistente si no se compartiesen unos mismos procesos de enmarcado (framing) de la realidad, que ayudasen a identificar y etiquetar los acontecimientos fundamentales para el devenir de las comunidades (Goffman 1974: 21). En la teoría de movimientos sociales, los diferentes procesos de framing se dividen entre marcos de diagnóstico, pronóstico y motivación (Benford y Snow 2000: 616-8) y sus funciones son, respectivamente, el establecimiento de culpables y fuentes de agravio (Gamson et al 1982), la articulación de posibles estrategias para revertir la situación, y la provisión de mecanismos para comprometerse en la acción colectiva (Gago 2011: 60). Sobre este punto, de utilidad para comprender cómo han evolucionado las bases sociales del 15M y Podemos, volveremos en la siguiente sección. Antes de avanzar, creemos conveniente hacer un breve repaso sobre las principales ideas teóricas expuestas en esta sección. Los movimientos sociales y

partidos políticos tienen entre sus principales objetivos la movilización de sus bases sociales. Dicho proceso está escalonado en varias etapas, que abarcan desde el conocimiento vago e impreciso de una iniciativa política dada hasta la voluntad definida de participar activamente en ella. Sin embargo, el compromiso militante no es progresivamente lineal, sino que puede fluctuar a lo largo del tiempo, fortaleciéndose o atravesando crisis de descontento. Cuando un partido y un movimiento tratan de satisfacer la misma necesidad política, se da una relación de competitividad entre ambos, según el concepto de mercado para el activismo político. Dicho mercado implicaría la existencia de un espacio común entre ambas formas de movilización, que a su vez compartirían similares procesos de enmarcado que apelarían a una misma comunidad. 15M y Podemos: ¿un espacio común? ¿Por qué es plausible pensar que los simpatizantes del 15M y de Podemos son prácticamente los mismos y comparten un bagaje ideológico y unas representaciones de la realidad similares? Es recurrente encontrar, sobre todo en prensa, analogías entre el 15M y Podemos, como si éste fuera la consecuencia política más visible de aquél4. Pese a que reflexionar sobre cómo el 15M ha hecho posible el nacimiento de Podemos excedería los límites de esta comunicación, es pertinente señalar de forma breve algunos puntos coincidentes entre ambos fenómenos. En primer lugar, tanto el 15M como Podemos comparten similares enmarcados de diagnóstico. Para ambas plataformas, la crisis económica y de representación política surgida en España a partir de 2008 es en realidad una injusticia que se explica sobre la dialéctica de víctimas y culpables. Los primeros son un colectivo masivo y plural, formado por las capas más afectadas por la crisis, como la población inmigrante, los estudiantes y los desempleados de larga duración, entre otros. Por su parte, la segunda categoría aglutina a los poderes económicos responsables de la crisis y las instituciones que gobernaron en su favor: empleando terminología de Podemos, “la casta”5. La exitosa6 apelación a una audiencia transversal (Calvo 2013: 240)                                                                                                                 4

Véase, por ejemplo, “15-M y Podemos: ¿almas gemelas?” (El País, 31-01-2015); “Pablo Iglesias reivindica a Podemos como el ‘movimiento heredero’ del 15-M (ABC, 15-05-2015); “Por qué surgió el 15-M y por qué le siguió Podemos” (Público.es, 05-11-2014); “Del 15M a Podemos, cuatro años después” (La Voz de Galicia, 15-05-2015). 5 Expresión frecuentemente empleada por miembros y simpatizantes de Podemos que normalmente se utiliza para referirse a miembros de los partidos mayoritarios que están en política solo por el interés propio.

habría contribuido a consolidar el sentimiento de pertenencia a una comunidad activista politizada, según la definición dada por Klandermans y otros (2002: 238). Los marcos desplegados, asimismo, contribuirían a desarrollar un conjunto de emociones comunes tanto en el 15M como en Podemos (desencanto, indignación, esperanza o solidaridad, entre otras). Dichos sentimientos contribuirían a desarrollar una serie de repertorios de acción específicos (Tilly 2008) que dinamizarían ambas plataformas. Es en este punto donde aparecerían las principales diferencias. ¿Cuál es la mejor herramienta para optimizar la voluntad de los colectivos movilizados? ¿Un movimiento social o un partido político? Las diferentes respuestas convierten este hipotético espacio común en un lugar de disputa, puesto que el 15M y Podemos están motivados por diferentes objetivos: donde uno pretende concienciar a la sociedad, el otro quiere gobernar. Las limitaciones en la compatibilidad entre una y otra perspectiva moldean una multiplicidad de patrones de comportamiento distintos, de entre los cuales centraremos el análisis en tres: creyentes, conversos y apóstatas. Asentando el terreno terminológico Como señalábamos al principio, todos los entrevistados han participado de manera más o menos activa durante el 15M, así como en los movimientos que posteriormente aparecieron bajo su influencia. Los participantes en la investigación tienen en común una variada implicación personal en las movilizaciones: asistieron a asambleas, manifestaciones y comisiones de trabajo. A nivel afectivo, entienden que el 15M sirvió para cristalizar una comunidad politizada plural7, un punto de encuentro para miles de personas donde se practicó la deliberación política y la movilización popular dentro de un esquema de enmarcado basado en las viciadas relaciones entre la clase económica y política. Más interesantes son las diferencias encontradas dentro de la muestra. Las tres categorías propuestas aquí se distinguen unas de otras en cómo perciben el estado actual de la acción colectiva en España, en un momento en el que Podemos parece                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             6

Según una encuesta publicada en agosto de 2011, aproximadamente el 76% de la población española encontró las reivindicaciones del movimiento como “razonables” (elpais.com 3 de agosto de 2011). Igualmente, una investigación llevada a cabo un año después del 15M mostró que, a 17 de mayo de 2012, el 78% de los entrevistados consideraba que los participantes en el movimiento tenían razón (Sampedro y Lobera 2014: 5) 7 En palabras de una de las entrevistadas: “fue el reconocimiento de un nosotros, de un ente colectivo” (mujer, 26 años).

haber tomado el testigo de las expectativas políticas para buena parte de la sociedad española. En ese sentido, los creyentes mantienen su confianza en las movilizaciones sociales, y ven con cierto escepticismo el surgimiento de Podemos. Los conversos, por su parte, han trasladado sus creencias políticas de la acción colectiva en las calles a la estrategia institucional de Podemos. Finalmente, los apóstatas reniegan, con diferente intensidad, de la evolución experimentada por dicho partido, y al mismo tiempo consideran que el tiempo del 15M ha llegado a su fin. A continuación indagaremos en detalle en cada uno de los subgrupos. Creyentes: manteniendo la fe en las calles Como ya se ha señalado, el subgrupo de los creyentes (N=5) se caracteriza por un escepticismo generalizado en torno al papel de Podemos, y por una confianza en las movilizaciones derivadas del 15M, que deben representar “la vanguardia de las ideas” (mujer, 26 años) e interpelar a las instituciones. Sin embargo, la desconfianza hacia Podemos admite matices y no supone una crítica sin ambages. Los miembros de este subgrupo consideran que el nuevo partido no se mueve en el vacío, sino que hay un contexto político que explica su aparición. Además, reconocen en Podemos tanto aspectos negativos como positivos. Los comentarios sobre el contexto político se refieren sobre todo a los síntomas de agotamiento que el ciclo de movilizaciones iniciado el 15M empezó a acusar tres años después de su nacimiento. La sensación de que las protestas han disminuido es ampliamente compartida en toda la muestra. Los motivos que explican dicha disminución están muy relacionados con el alto coste personal que exige la movilización, un esfuerzo cuyos resultados rara vez aparecen en el corto plazo: “mucho tiempo, muchas horas, mucha dedicación (…) la gente se empieza a cansar y ve que no tiene sentido (…) el activismo es a largo plazo, no puedes esperar resultados inminentes” (mujer, 25 años). El coste personal más repetido entre los entrevistados de este subgrupo es el miedo a la represión por parte de las autoridades: “tengo amigos con multas, causas abiertas, por estar en un lugar, vas a una mani, y la poli te para. La gente tiene miedo. La policía es un juez (…) hay mucha policía y muy agresiva” (mujer, 50 años). En este contexto de agotamiento, los creyentes perciben a Podemos como una organización oportunista que coopta militantes y recursos para insertarlos en sus

propias estructuras. Según el siguiente extracto, el oportunismo de Podemos es motivo de preocupación en tanto debilita a la sociedad civil, una esfera imprescindible en las sociedades democráticas. Por tanto, dicha característica sería uno de los aspectos negativos que el subgrupo proyecta sobre la formación política: Está recogiendo talentos, y se están yendo a Podemos (…) me preocupa porque creo que, sea cual sea el escenario futuro (…) la democracia, para que pueda funcionar y ser buena, debe tener una sociedad civil organizada. El hecho de que Podemos esté cooptando gente válida para la sociedad civil implica que en el futuro esa sociedad civil va a quedar más vaciada de contenido (mujer, 26 años).

El oportunismo de Podemos se ve también en los marcos de diagnóstico empleados para analizar la situación política y económica de España. Según los entrevistados, dicho diagnóstico fue tomado directamente del 15M, aunque las soluciones esbozadas por el partido van en la dirección opuesta: “[Podemos] aprovechó una serie de diagnósticos que el 15M hizo, que eran acertados, y que los retomó con un análisis político contrario” (mujer, 26 años). ¿Por qué la soluciones propuestas por 15M y Podemos divergen? Fundamentalmente, porque Podemos aglutina una serie de características que le emparentan con los partidos convencionales: la existencia de fuertes liderazgos personales, el distanciamiento progresivo con las bases militantes y el empleo de medios de comunicación masivos para transmitir sus mensajes. Por el contrario, los entrevistados consideran que algunas de las características más importantes del 15M eran de signo opuesto: ausencia total de liderazgos, identificación plena con las bases y empleo de medios de comunicación alternativos y de redes sociales digitales para la circulación de mensajes. En definitiva, las diferencias entre Podemos y el 15M son las mismas que se podrían encontrar entre un partido político y un movimiento social de cualquier signo. La centralidad de la estrategia electoralista en Podemos es otro atributo que le diferencia del 15M. Sin embargo, dicha estrategia podría confundir el acceso institucional con el acceso al poder, una expresión que no es equivalente, según el siguiente testimonio: “[Podemos] se han centrado en la toma de las instituciones y una estrategia electoralista, pero la toma de instituciones no implica una toma del poder. El poder se consigue si tienes una masa de población que apoye tus medidas” (mujer, 25 años). Por tanto, la clave para que un partido político tenga poder pasa por que haya una base social favorable al mismo. Un mecanismo de Podemos que podría conectar

con las bases son los círculos. Sin embargo, según una entrevistada, “los círculos no tienen una función clara, para mí tienen que ser totalmente autónomos” (mujer, 25 años). Pese a la valoración inicialmente negativa, los entrevistados del grupo de los creyentes también cree que Podemos ha aportado elementos positivos, como la ilusión, el empoderamiento o la repolitización: “Como veo que [el triunfo de Podemos] puede ser verdad, me ilusiono. Y me empodero. Y voy a tal círculo. Ha generado una politización de la gente, que ha visto el proyecto como propio, y le ha dotado de poderes" (mujer, 26 años). Para otros entrevistados, las urnas son las que custodian dicha ilusión: “creo que la gente deposita sus esperanzas ahí” (mujer, 50 años). Según este punto de vista, la expectativa del triunfo electoral aparecería como otro factor explicativo en la disminución de la protesta social. En resumen, para los creyentes es comprensible que la gente desmotivada tras tres años de movilizaciones apoyen a Podemos, aunque critican un oportunismo en el partido en términos de cooptación de recursos y diagnósticos provenientes del 15M. Dicho oportunismo implicaría un vaciamiento de la sociedad civil. Las diferencias entre ambos actores son las típicas entre partidos políticos y movimientos. Por otro lado, los entrevistados piensan que Podemos es positivo en términos de empoderamiento, ilusión y concienciación social. Conversos: Podemos como el paso natural del 15M Este subgrupo, el más numeroso de toda la muestra (N=7) se caracteriza por considerar su militancia en Podemos como el siguiente paso tras su compromiso activo con las movilizaciones del 15M. Según una militante de Podemos, y en línea con lo que mencionábamos en el apartado anterior, esta evolución es, en realidad, una transferencia de recursos de una plataforma a otra: “Usamos la asamblea del 15M en el barrio (…) hubo esa continuidad” (mujer, 47 años). Dicha transferencia, evidentemente, no es sólo de recursos intangibles, sino también humanos. Son varios los entrevistados que mencionan que sus compañeros de acampada durante el 15M terminaron siendo compañeros también en el nuevo partido político: “la gente con la que iba a manifestaciones está bastante metida en Podemos” (mujer, 23 años); “la gente más militante y comprometida se ha centrado en Podemos. De hecho, me he ido de movimientos sociales para estar” (hombre, 24 años). Por lo tanto, la influencia de

las redes sociales interpersonales para comprometerse en el activismo en Podemos parece obvio. ¿Cuáles son los motivos principales que explican este tránsito de las calles a las urnas? El análisis de las entrevistas al subgrupo de los conversos arroja dos explicaciones plausibles: el agotamiento del ciclo de protesta, percibido en términos similares al del subgrupo anterior, y el reconocimiento de la importancia que tienen las instituciones en el acceso al poder político. Una primera razón para entender la agotamiento de las movilizaciones es el cansancio experimentado por las bases militantes: “estar movilizándote días enteros, no te daba la vida” (chica, 24 años). Este cansancio, además, se agravaba por la disponibilidad biográfica de cada individuo, que a veces hacía difícil compatibilizar la protesta con la vida cotidiana: “la gente tiene que trabajar, o está desempleada, tiene que llevar los hijos al colegio, tiene mil prioridades antes que ser activistas, los activistas son una minoría” (hombre, 31 años). La participación política puede parecer más atractiva para la mayoría no activista, especialmente si dicha participación en Podemos se reduce al voto: “la expectativa del triunfo electoral puede quitar recursos a la movilización de la calle para dárselos a [Podemos]” (hombre, 51 años). La dedicación exclusiva a Podemos se traduce, como algunos entrevistados de este subgrupo reconocen, en no haber podido asistir a acciones colectivas relevantes en los últimos tiempos: “no he participado en las marchas de la dignidad, ni en las protestas de la Ley Mordaza (…) hace un par de años habríamos hecho unas manifestaciones muy potentes” (hombre, 46 años). En lo que respecta a la minoría activista, aquellos que deciden militar tanto en movimientos sociales como en partidos políticos, también tienen que optimizar su tiempo, y la mayor parte de los casos dicha optimización resulta a favor de Podemos. En este sentido, tendría sentido la hipótesis de la existencia de un mercado de activistas donde Podemos y los movimientos sociales se disputasen su implicación, puesto que la escasez de tiempo forzaría a los militantes a decantarse por una u otra opción: “Son pocos los que están en un movimiento social y a la vez en una lista (…) se pierde tiempo” (hombre, 24 años). A los costes personales arriba señalados hay que sumarle la frustración ante el hermetismo del sistema político, que hace oídos sordos a las reclamaciones provenientes de movimientos como el 15M. Testimonios como el siguiente, proveniente de un miembro de la Comisión de Garantías, inciden en este factor:

Hubo un agotamiento, en el sentido de que el cierre del sistema político, en una época entre 2012 y 2013, hubo desesperación en el sentido de que estábamos todo el día en la calle, había manifestaciones enormes contra ciertas cosas, y el gobierno iba a seguir allí pasara lo que pasara (…) tenemos un sistema político muy hermético a las demandas sociales (…) mucha gente cree que manifestarse no vale para nada (hombre, 24 años).

Otros activistas consideran que la vía de los partidos era más o menos inevitable: “ver que no te hacen ni puñetero caso (…) si por la acción ciudadana no sirve, habrá que meterse en política” (mujer, 47 años). Por su parte, otros testimonios hablan de esa interpelación a las autoridades políticas como un momento de cierta ingenuidad colectiva: En el 15M pensábamos que podríamos cambiar las cosas saliendo a la calle y manifestándonos, pero no íbamos a las instituciones (…) pensábamos que las instituciones iban a bajar a nosotros y nos iban a escuchar (…) pero eso no pasó. Pasaron un año, pasaron dos años, tres años (...) Fue mentira que el 15M pudiera entrar. No entró. (mujer, 43 años).

A ojos del grupo de conversos, la alternativa al hermetismo institucional vigente parece clara: alcanzar el poder con una marca política propia, Podemos. En este punto, el reconocimiento de la importancia de la esfera institucional es decisivo. Según una militante de Podemos perteneciente a tres círculos y a una comisión estatal: “Si a alguien le preguntas por política, te dirán que es votar, te hablarán del Parlamento (…) toda esa parte institucional es un frente muy importante, no lo más importante, pero muy, muy importante, que hay que cubrir" (mujer, 24 años). Por tanto, el nuevo partido se define en numerosas ocasiones en términos meramente instrumentales: “Podemos no es un fin, es una herramienta (…) un caballo de Troya” (mujer, 43 años). Dicha instrumentalización, como hemos argumentado antes, pretende superar la cerrazón de las autoridades ante las reclamaciones de los movimientos sociales. Podemos se percibe como un vehículo destinado a superar la crisis de representación entre gobernantes y gobernados, y a llegar allí donde el 15M no pudo: “Podemos tiene acceso al gobierno” (mujer, 47 años). Sin duda, ésta es la principal razón esgrimida a la hora de que los conversos justifiquen su tránsito de los movimientos sociales a Podemos8.

                                                                                                                8

Cabe destacar, no obstante, que la transferencia de recursos de uno a otro espacio no es un proceso unánime, sino que está sujeto a tensiones internas entre las bases y la dirección. Las discusiones que surgieron en torno a la necesidad de formar Podemos y las posibilidades de conformar un híbrido entre partido y movimiento social son ejemplos de dichas tensiones. En cualquier caso, estos problemas son apenas mencionados dentro de la muestra.

 

En resumen, para el subgrupo de los conversos la aparición de Podemos es algo necesario porque el ciclo de protesta del 15M no logra abrir la brecha institucional deseada. Al cansancio personal se suma el hermetismo de la estructura política, que impide que el movimiento transcienda las calles. Ante esa situación, los conversos deciden trasladar sus expectativas políticas a Podemos, en ocasiones injertando limpiamente los antiguos recursos en las nuevas estructuras. Este tránsito ha implicado que muchos de los entrevistados no se mantuvieran en la acción colectiva y se dedicasen exclusivamente al nuevo partido. Finalmente, la percepción de Podemos es meramente instrumental: se trata de una herramienta destinada a la superación de los problemas de representación que hicieron posible el 15M. Apóstatas: la manipulación constante del sistema político El tercer subgrupo analizado, y el de menor tamaño (N=2) es el de los apóstatas, personas que estuvieron vinculadas con el 15M y/o con Podemos, pero que por diversos motivos han experimentado una erosión progresiva en su apoyo militante. Por definición, este subgrupo es el más crítico con el status quo político, pero también el más escéptico con las posibilidades que puede alcanzar la movilización social por sí sola. El análisis de esta sección se divide entre la percepción crítica del 15M y de Podemos. Para los apóstatas, cuando Podemos nació el 15M llevaba tiempo amortizado. A pesar de ello, algún entrevistado menciona la transferencia de recursos de la que ya se ha hablado: “es verdad que mucha gente, asambleas enteras se han pasado a Podemos” (hombre, 47 años). La ramificación del 15M en multitud de asambleas de barrio y plataformas sectoriales también suponen, desde el punto de vista apóstata, una desaparición del movimiento, y no una transformación del mismo, como consideran miembros de otros subgrupos: “las asambleas del 15M han ido desapareciendo, no por Podemos, sino porque se han desgajado en mareas, grupos de apoyo mutuo, grupos vecinales, asociaciones…” (hombre, 47 años). Por otro lado, la comunidad politizada surgida durante el 15M no se percibe en términos tan estrictamente positivos como en el caso de otros entrevistados. Si bien es cierto que las manifestaciones de mayo de 2011 supusieron un proceso de aprendizaje y un espacio de encuentro para unas bases heterogéneas, el siguiente entrevistado considera que la razón de ser del movimiento surge de la ruptura de las ilusiones fraguadas en el seno de la sociedad de consumo: “cuando estallan las burbujas

encadenadas desde los setenta, sucede que vemos pobreza por todas partes, y surgen movimientos de la nada, como el 15M” (hombre, 30 años). Las motivaciones, por tanto, son eminentemente sistémicas. Los dos miembros de este subgrupo también son muy críticos con las posibilidades reales que tenía el 15M para cambiar el sistema político. De hecho, consideran que los movimientos sociales que apelan al cambio desde el sistema democrático están condenados a fracasar: “Cuando pretendes usar la democracia te crujen (…) esto es una dictadura aparentemente democrática” (hombre, 30 años). Además, opinan que las bases del 15M pecaron de ingenuas al pensar que las manifestaciones iban a modificar la situación política: “pretender que el logro del 15M es que cambien [los políticos] de opinión porque salgamos a la calle… no tenemos ni idea del país en que vivimos” (hombre, 30 años). El sistema político también es responsable de la disminución de la protesta, puesto que la reprime y criminaliza, provocando miedo en las bases sociales. Ello implica, a su vez, que los seguidores del 15M vean con cada vez mejores ojos la alternativa de formar un partido político: “estaba todo bastante calculado para que fuésemos por la vía de los partidos” (hombre, 30 años). Por tanto, según este punto de vista se infiere que el sistema político tiene mecanismos para que la protesta se reduzca y la opción de formar un partido político aparezca como atractiva. Así, lo que para los conversos es una decisión libre, un simple cambio estratégico basado en las limitaciones de los movimientos sociales a la hora de interpelar a las autoridades, para los apóstatas es una manipulación desde el propio sistema político. Teniendo en cuenta la visión negativa que este subgrupo posee acerca de la democracia parlamentaria, es de esperar que Podemos sea valorado en parecidos términos. De nuevo, aparecen las características que el subgrupo de creyentes atribuyeron al partido político: Podemos se identifica por estar crecientemente jerarquizado, basarse en el personalismo de sus dirigentes y apoyarse en los medios de comunicación masivos. Es precisamente la jerarquización la característica a la que dedican más reflexión los miembros del subgrupo de apóstatas: Desde el primer momento vi que aquello iba a ser un partido de corte clásico, a pesar de que nos lo vendieron como algo más asambleario (…) a partir de las europeas vi que la tendencia hacia un partido jerárquico era muy clara (…) nos habían dicho que Podemos sería abierto, horizontal, asambleario, y no lo que es ahora (hombre, 47 años).

Si bien la visión de los apóstatas es la más desencantada con la política, uno de los entrevistados considera que tanto el surgimiento de Podemos como la repolitización causada tras el 15M podrían tener consecuencias positivas acordes con sus expectativas políticas. Por un lado, la consolidación de Podemos como fuerza conllevaría un Parlamento más fragmentado. Por otro, la repolitización de la ciudadanía derivada del 15M crearía un sustrato para la movilización. La confluencia de ambos factores podría desembocar en una oportunidad para desarrollar una “insurrección pacífica” basada en “redes de movimientos sociales” (hombre, 30 años). Sin embargo, este pronóstico es muy poco preciso y parece apoyarse más en los propios deseos del entrevistado. En resumen, la visión que el subgrupo de los apóstatas tiene sobre el contexto político que favoreció el surgimiento del 15M y Podemos es muy negativa. Para ellos, las prácticas de mayo de 2011 se han agotado, y Podemos no es más que una opción de cambio político controlado desde el propio sistema, que es estructuralmente corrupto y encubiertamente dictatorial. Los movimientos sociales que aspiran al cambio desde la democracia están llamados a fracasar, y Podemos es un partido más que ha derivado hacia posiciones moderadas. Sin embargo, si contribuye a la fragmentación parlamentaria, podría tener lugar una oportunidad para el encadenamiento de nuevas movilizaciones sociales que desafíen a las autoridades, aunque esta estrategia aparece más como un deseo que como una realidad definida y sostenible a lo largo del tiempo. Conclusiones La movilización de las bases sociales es crucial para la supervivencia de cualquier plataforma de incidencia política. En la presente comunicación hemos estudiado tres posibles patrones de comportamiento que pueden darse en el tránsito entre el 15M y Podemos. Para los creyentes, Podemos es una formación oportunista que aprovecha los recursos y los marcos de interpretación emanados del 15M para adaptarlos a su propia estrategia. Este subgrupo considera que la movilización social de bases favorables a una marca política es un factor muy importante para que pueda consolidar su poder. Los conversos, por su parte, tienen una visión más pragmática y entienden que la transferencia de recursos de las calles a las estructuras del partido no es fruto del oportunismo, sino de la necesidad. Desde su punto de vista, la cerrazón

del sistema político hacia las peticiones de los movimientos nacidos en 2011 hizo que el surgimiento de Podemos fuera un paso natural. Por último, los apóstatas inciden más en explicaciones de corte estructural. Para ellos el sistema político ejerce una suerte de manipulación, fundamentada a través de la represión, para hacer creer que la vía de los partidos políticos es la mejor alternativa. Desde su punto de vista, el sistema democrático es encubiertamente dictatorial y jamás satisface las necesidades políticas de la ciudadanía. Las frecuentes referencias al sistema político por parte de la mayoría de los entrevistados hace atractiva la posibilidad de estudiar la naturaleza de la Estructura de Oportunidades Políticas en España para ahondar en el camino esbozado en las páginas precedentes. Dicho análisis arrojaría interesantes datos para entender hasta qué punto el paso del 15M a Podemos fue natural o manipulado. Por otro lado, las disputas por el control de los recursos, marcos y activistas entre ambos fenómenos hace también interesantes los estudios que profundicen en el concepto de mercado para el activismo político. A pesar de la demarcación terminológica expuesta en estas páginas, debemos considerar que no es una categorización exhaustiva. Las fronteras entre cada tipología no han aparecido de manera nítida en ningún caso: de hecho, durante el análisis se encontraron frecuentes zonas de penumbra, ecos e influencias entre los sujetos participantes. Asumimos que esto se debe, por una parte, al empleo de una técnica cualitativa que no permite el establecimiento de unos códigos excluyentes definidos a priori, y por otra al estudio sobre una muestra de reducidas dimensiones. A pesar de que la representatividad de los testimonios aquí expuestos debería revisarse en sucesivas indagaciones, creemos que el interés de este trabajo radica en perfilar unos arquetipos militantes más o menos sintomáticos y reconocibles. En cualquier caso, entendemos que los resultados aquí vertidos pueden contribuir, de manera humilde, a la comprensión de las tensiones complejas entre el 15M y Podemos y al esclarecimiento de una realidad política actual y en constante proceso de reconstrucción.

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