Crecimiento Económico y Empoderamiento del Fondo Regional de la Mujer Indígena Uarhiti Anchikurhiricha

May 21, 2017 | Autor: Lula Gg | Categoría: Empoderamiento De La Mujer
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Descripción

Uarhiti Anchikurhiricha

Crecimiento Económico y Empoderamiento del Fondo Regional de la Mujer Indígena Uarhiti Anchikurhiricha

Laura Elena Garza Bueno Profesora del Colegio de Postgraduados y Universidad Autónoma Chapingo Lourdes Gómez García Tesista de la Maestría Tecnológica de Prestación de Servicios Profesionales Colegio de Postgraduados – Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero Noviembre de 2014.

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Resumen En el afán de combatir la pobreza y la marginación de algunos de los segmentos de la población de nuestro país, diversas instituciones públicas y privadas vienen promoviendo distintos servicios, entre los que sobresale el crédito. Con ello se busca apoyar el desarrollo de actividades productivas que contribuyan a incrementar sus ingresos y su bienestar. Dentro de los grupos de población que presenta mayores condiciones de atraso se encuentra el de las mujeres indígenas, por lo que se ha constituido en población objetivo de la inclusión financiera. No obstante, en este caso, el acceso a los recursos financieros se ha visto como un instrumento que cumple una doble función: la de contribuir al crecimiento económico y la de favorecer el empoderamiento. De ahí la importancia de revisar experiencias como la del Fondo Regional para la Mujer Indígena de la Región Lacustre de Pátzcuaro Zirahuén Uarhiti Anchikurhiricha A.C. que actualmente atiende –como dispersora de crédito- a 1774 mujeres indígenas dedicadas, fundamentalmente, a las artesanías, el cultivo del aguacate y las actividades pecuarias. La experiencia del mencionado Fondo destaca por su evolución y su alcance entre las mujeres indígenas. La compleja evolución del mismo, los retos técnicos y financieros que exigió y sigue demandando, así como los desafíos que, por su condición de género, han enfrentado las mujeres que lo encabezan, son el objeto de estudio de la investigación que aquí se presenta. Los resultados del análisis muestran que la transformación del fondo como simple operador de un subsidio a una dispersora de crédito de gran alcance transformó a las mujeres que participan en él, dado que las modificaciones no fueron, exclusivamente, de tipo organizativo o tecnológico sino también de comportamiento, como es el empoderamiento de las mujeres.

Palabras claves: Mujer indígena, dispersores de crédito, empoderamiento.

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Introducción.

Uno de los problemas que México enfrenta para impulsar el crecimiento económico es la falta de un mercado financiero eficiente. En particular destaca su baja cobertura crediticia, ya que de acuerdo con datos del Banco Mundial (2012) presentados por Medina (2013), México destinaba 14.7% en comparación con el PIB como crédito bancario al sector privado, en tanto que países desarrollados como Francia, Inglaterra, Australia, Alemania, Japón tienen tasas superiores al 100% y Estados Unidos dedica el 193%. Si hacemos esta comparación con los países latinoamericanos, encontramos que en México la penetración de los créditos es asimismo menor que Panamá con 89.6%, Chile (73.2%), Brasil (68.4%), El Salvador (40.2%), Guatemala (31.6%), Jamaica (28.8%) o Bolivia (39%).

Complementando lo anterior tenemos que, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI, 2009), 80% de las pequeñas y medianas empresas (pymes1) mexicanas se financia a través de sus proveedores. Así como el hecho de que la banca de desarrollo ha reducido el crédito en los últimos años, pasando de 6% en 2000 a 2.7% en 2010. Y a su vez, los programas de fomento gubernamental como el Fondo PyME apenas apoyó con financiamiento al 0.2% del total (Presburguer, 2013).

Derivado de ello, se han incrementado las acciones para impulsar los servicios financieros a través de figuras de intermediación financiera. Es decir, instituciones bancarias y no bancarias que sirven como enlace entre los oferentes o ahorradores y los demandantes o acreditados. Asimismo las acciones de política han puesto énfasis en la necesidad de que estas entidades, además de ampliar la cobertura, incluyan a segmentos desatendidos como es el caso de las mujeres indígenas.

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De acuerdo con los rangos establecidos por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía la microempresa factura al año hasta 4 mdp. Mientras que la pequeña y mediana empresa pueden facturar hasta 100 y 250 millones de pesos respectivamente.

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Por lo anterior resulta importante estudiar aquellas Entidades de Intermediación Financiera (EIF) que operan con productores(as) y/o microempresarios(as) del medio rural, a fin de conocer los retos y desafíos que enfrentan para su constitución y desempeño. Tal es el caso del Fondo Regional para la Mujer Indígena de la Región Lacustre-Pátzcuaro Zirahuen Uarhiti Anchikurhiricha A.C. (Mujeres Trabajadoras), que funciona como intermediario financiero en el municipio de Pátzcuaro. El Fondo es dirigido por mujeres y atiende a 1,774 mujeres de la región, productoras o pequeñas empresarias, principalmente artesanas (80%). A lo largo de los últimos veinte años ha logrado transitar de un fondo dirigido por actores externos, que otorgaba créditos con recursos subsidiados, a un fondo que funciona con los estándares exigidos a las instituciones de intermediación financiera. Esto significó pasar de 500 mil pesos a alrededor de11 mdp de capital.

La primera etapa del Fondo Regional de la Mujer Indígena 1990-2012.

El Fondo Regional para la Mujer Indígena de la Región Lacustre-Pátzcuaro Zirahuen Uarhiti Anchikurhiricha A.C. (Mujeres Trabajadoras), nace al amparo del Programa de Fondos Regionales Indígenas (PFRI), diseñado y puesto en marcha en 1990 por el entonces Instituto Nacional Indigenista (INI), hoy Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). El propósito con el que nace es dar financiamiento a un sector que no era atendido por ninguna otra institución para mejorar las condiciones de la población indígena mediante el apoyo económico y asistencia técnica a proyectos productivos rentables, con posibilidades de reintegrar los recursos al Fondo Regional Indígena (FRI). Esto con la finalidad de que con la devolución de los recursos puedan capitalizarse y aunado al acceso a nuevos recursos tendrían la posibilidad de apoyar más proyectos o de mayor importancia.

El monto inicial de subsidio por Fondo fue de $500,000, en la actualidad éste asciende a $1,350,000. En 1999 se estableció que al menos 30% de los recursos debería destinarse al apoyo de mujeres indígenas. Según datos proporcionados por la CDI, para 2012, 37 de un total de 272 FRI, estaban dirigidos por mujeres.

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Un estudio realizado en 1992 por el INI mostraron que en 5 comunidades de la Región Lacustre del Estado de Michoacán, las mujeres no tenían acceso a apoyos financieros para desarrollar actividades productivas, no sabían organizarse para trabajar en equipo y lograr objetivos comunes y no participaban en la solución de los problemas comunitarios (FRI, 2014). Con base en lo anterior, el INI en 1994 llevó a cabo diversos talleres para que esas mujeres comenzaran a tener conciencia del rol femenino y expresaran sus necesidades; además, se convocó a una Asamblea General de mujeres de la región para constituir el Fondo Regional y designar a las integrantes de la mesa directiva. También obtienen $500,000.00, del Programa para la Mujer Artesana, otorgados como préstamos y con un interés mensual de 1.7% dirigido a apoyar proyectos artesanales, molinos de nixtamal, panaderías y la confección de ropa (FRI, 2010).

El Fondo Uarhiti Anchikurhiricha A.C., en su primera etapa (1994-2012), operó de acuerdo con lo establecido por la mecánica operativa del PFRI, la cual era sumamente sencilla, pero de 2012 a la fecha ha venido transformándose en una empresa de intermediación financiera con una administración más profesional de los recursos, siempre conservando su importancia social.

En 2004, las reglas de operación de la CDI establecen que serán sujetos de apoyo los FRI, que estén constituidos en alguna figura asociativa rural, civil o mercantil (DOF, 2004). Esto obligó a los Fondos y, en especial al Fondo que nos ocupa a asesorarse para transformarse en Asociación Civil, con lo que podrían seguir recibiendo recursos fiscales y tramitar créditos ante otras instituciones. Lo cual realizó en septiembre de 2004, tomando el nombre de “Uarhiti Anchikurhiricha” que significa “Mujeres Trabajadoras”.

El Fondo Uarhiti Anchikurhiricha está constituido por comunidades, sus representantes son elegidas por la Asamblea Comunitaria y si alguna comunidad quiere incorporarse al Fondo, lo hace a través de la Asamblea. Aunque los créditos se dan de manera individual, pero se otorgan mediante los grupos solidarios, por lo que al momento del pago, entre las integrantes se

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presionan y motivan para mantener su historial crediticio. Los grupos cuentan con el aval de los representantes de las comunidades, de acuerdo con los usos y costumbres locales.

Posteriormente se estipuló (DOF 2007) que a partir de 2008 dejarían de ser elegibles los Fondos que hubiesen recibido apoyos fiscales durante cuatro años. Es en este momento que el Fondo se vé orillado a solicitar crédito, por lo que la CDI las contactó con algunas instituciones crediticias, y las mujeres optaron por la entonces Financiera Rural (hoy Financiera Nacional de Desarrollo agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero).

Segunda Etapa 2012 a la fecha: La profesionalización

Durante esta transición se presentaron una serie de dificultades para acceder al crédito, debido a la forma en que venían trabajando; falta de organización y capacitación administrativa, la cultura de no pago, el rechazo de las instituciones para atenderlas, la falta de claridad en los procesos y de garantías; y las diferencias entre las dirigentes sobre su transición a dispersor de crédito, lo que retrasó el proceso. Por fin el Fondo tramitó en 2012 una línea de crédito por $4’000,000 ante la Financiera, logrando así su conversión a dispersor de crédito, por lo que han tenido que trabajar arduamente para modificar y cambiar muchas de las viejas prácticas en términos de organización interna, profesionalización de su personal, introducción y respeto a las nuevas normas de manejo de crédito, así como de crecimiento y aprendizaje personal.

No obstante, hoy cuenta con una organización bien definida, ya que el Fondo depende de la Asamblea General que es la máxima autoridad, compuesta por 26 delegadas comunales, que designan a los Consejos de Administración y de Vigilancia cada tres años y tienen presencia en 8 municipios. Su Misión (FRI, 2010) es:

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“Ser una organización dedicada a promover el desarrollo humano, social, cultural y económico de las mujeres indígenas y sus comunidades, a través de planes, programas y financiamiento de proyectos productivos, con base en la ayuda mutua, sin fines de lucro.”

La operación administrativa y crediticia está claramente establecida y regulada por diversos manuales sobre aspectos financieros. Los contenidos de los manuales, cursos y asesorías obtenidas han propiciado importantes aprendizajes en las dirigentes y operadoras del Fondo, puesto que ahora cuentan con elementos para establecer funciones claras y manejar los flujos financieros con criterios técnicos, eso sin tomar en cuenta la seguridad que han venido adquiriendo, tanto a nivel laboral como personal.

Actualmente el Fondo trabaja con personal capacitado, para la administración, cobranza y viabilidad técnica de los proyectos, así como que ya funciona como equipo de trabajo, puesto que todos sus integrantes están al tanto de la situación operativa y contable. También dan seguimiento a los créditos y a la cobranza.

Alcanzar todo lo anterior no sólo ha representado dificultades de orden técnico y organizativo. El grupo directivo ha enfrentado el riesgo de la autonomía financiera de manera consciente, así como los retos propios de su situación de género, mismos que se han manifestado tanto en el ámbito individual y familiar, como en su entorno social. Entre éstos destacan: su temor a la movilidad; el desconocimiento en el manejo y funcionamiento del fondo; en la realización de gestiones, su baja estima para hablar en público, así como para aprender el manejo de nuevas herramientas; y para encontrar soluciones a los problemas que se les pudieran presentar y ganarse el respeto de la comunidad, interlocutores y, en algunos casos, de su propia familia.

Conclusiones.

Independientemente de los riesgos que el grupo directivo ha tenido que enfrentar, se encuentran los retos generados por su situación de género, ya sea en sí mismas, en su hogar y en

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su entorno social. Todas ellas han ido aprendiendo y desarrollando sus capacidades no sólo para la conducción de un intermediario financiero, sino para realizar gestiones, hablar ante el público, utilizar nuevas herramientas, viajar e interrelacionarse con otras personas y a buscar soluciones, lo que por supuesto se ha visto reflejado en el incremento de la confianza en sí mismas y en el incremento de su autoestima. Es decir, ha habido un proceso de empoderamiento, entendido éste como el poder en tres niveles: el poder personal que se da en la medida en que las mujeres desarrollan la confianza y la habilidad para trabajar sobre la opresión interna. El poder grupal, que surge cuando las mujeres trabajan juntas por metas que no pueden alcanzar solas. Y el poder relacional, aquél que emerge en la medida en que las mujeres mejoran su capacidad para negociar e inducen la naturaleza de las relaciones (Rowlands 1997, Young 1995, Zapata et al 2004).

Desde el punto de vista personal, todas las participantes han tenido que desarrollar aprendizajes que les permitan conducir un intermediario financiero, realizar gestiones ante las instituciones e informar periódicamente a las socias, situación que les ha hecho ganar confianza en su capacidad de formular soluciones, tomar decisiones y, por supuesto, en autoestima. “Antes de entrar al Fondo yo mejor me quedaba con mis propias ideas y no las decía o las mandaba decir con alguien más. No me atrevía, era muy insegura, era muy tímida, entonces me costaba mucho trabajo expresar mis ideas o tenía inseguridad... no tenía una seguridad propia, un criterio propio pues. Y ahorita, pues ahorita sí. Ahorita la puedo exponer y puedo ser firme con las ideas que tengo” (Esperanza Ramírez, Presidenta del Fondo).

En lo que se refiere a la movilidad se tiene que todas ellas viajan ocasionalmente y se trasladan con cierta frecuencia a las comunidades donde se localizan los proyectos. En este sentido manifiestan haber tenido el apoyo de sus esposos. “Hemos tenido esposos muy comprensivos, porque a veces salimos tarde o nos ausentamos por varios días, pero también a veces me dice que tenga cuidado, porque puedes quedar bien con tu fondo, pero no me descuides a la familia” (Esperanza Ramírez, Presidenta del Fondo).

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Aunque es de señalar que el apoyo familiar al que ellas aluden, en la mayoría de los casos, no implica compartir los quehaceres domésticos, por lo que tienen que combinar sus actividades laborales con las actividades del hogar y el cuidado de los niños y niñas.

Sin embargo y gracias a los aprendizajes obtenidos por las dirigentes del Fondo, como al empoderamiento logrado con el cambio en su actitud, se han ido ganando tanto la confianza y el respeto de las representantes comunales, autoridades y familiares; pero sobre todo, al interior del Fondo, entre las dirigentes y entre éstas y los empleados del mismo. Con relación a los beneficios regionales, las socias del Fondo –comentan las participantes del Consejo Directivo- tienen hoy una fuente de financiamiento accesible y en su propia lengua que les facilita el acceso a préstamos con una tasa de interés baja, que les permite emprender proyectos con recursos propios, sobre la base de su experiencia productiva, garantizando un ingreso adicional para sus familias, lo cual repercute en el reconocimiento del trabajo de las mujeres y su rol comunitario, además de que ha contribuido a mitigar la migración y la desintegración de las familias.

La experiencia del Fondo Regional para la Mujer Indígena de la Región LacustrePátzcuaro Zirahuen Uarhiti Anchikurhiricha A.C. como intermediario financiero, si bien es corta, ha sido una experiencia básicamente positiva, llena de aprendizajes tanto para ellas mismas, como en el sentido de que pueden operar un organismo financiero propio.

Las representantes del Fondo saben que aún deben enfrentar muchos cambios, que a veces les cuesta trabajo asumir, pero se mantienen fieles ante el compromiso que socialmente han aceptado.

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Literatura citada Banco Mundial. 2012. Indicadores del Desarrollo Mundial. http://datos.bancomundial.org/indicador Diario Oficial de la Federación (DOF). 2007. México. 28 de diciembre de 2007. Diario Oficial de la Federación (DOF). 2004. 24 de Septiembre de 2004. México. Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos indígenas (CDI). Diversos documentos proporcionados por la CDI. FRI. 2014. Fondo Regional para la mujer indígena de la región Lacustre-Pátzcuaro Zirahuén Uarhiti Anchikurhiricha, A.C. Programa de Trabajo 2014. FRI. 2010. Fondo Regional para la mujer indígena de la región Lacustre-Pátzcuaro Zirahuén Uarhiti Anchikurhiricha, A.C. Plan de Negocio 2010. INEGI. 2012. Encuesta Nacional Agropecuaria. México. INEGI. 2009. Micro, pequeña, mediana y gran empresa. Estratificación de los establecimientos. Censos económicos 2009. México, 2011. Medina, Salvador. 2013. El crédito al sector privado en México. Revista Comercio Exterior. 63 (5): 2-6 Sept-Oct. México. Presburguer, Enrique. 2013. Sofomes ENR. La puerta a la revolución financiera en México. Editorial Limusa SA de CV. México. 284p. Young, Kate. 1995. Planning Development With Women. Making a World of Difference, MacMillan Education, London, LTD. Zapata Emma, Verónica Vázquez, Pilar Alberti, Elia Pérez, Josefina López, Aurelia Flores, Nidia Hidalgo y Laura Garza. 2004. Microfinanciamiento y empoderamiento de mujeres rurales: Las cajas de ahorro y crédito en México. Colegio de Posgraduados, FINAFIM y Plaza y Valdés. México.

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