Corsarismo francés, poder real y política imperial en la época del emperador Carlos V

July 22, 2017 | Autor: Isidro Dubert | Categoría: Piracy
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Descripción

EL REINO DE GALICIA EN LA , EPOCA DEL EMPERADOR CARLOS V Antonio Eiras Roe! (Coordinador)

XUNTA DE GALICIA

Edita:

Xunta de Galicia. Consellería de Cultura Comunicación Social e Turismo Dirección Xeral de Patrimonio Cultural Presidente: D. Manuel Fraga Iribarne Conselleiro de Cultura, Comunicación Social e Turismo: D. Jesús Pérez Varela Director Xeral de Patrimonio Cultural: D. Ángel Sicart Giménez Coordinador: Antonio Eiras Roe! (Universidad de Samiago, Historia Moderna)

Coordinación Historia del Arte: Dolores Vila Jato (Universidad de Santiago, Historia del Arte)

Diser1o: pichel hnos Imprime: euroGráficas, s.l. D. Legah C-2.238 / 00 ISBN: 84-453-2926-X Santiago de Compostela 2000

Prólogo D. Manuel Fraga Iribarne ... .. . .. . .. . .. . ... . .. ... .. . ... . .. ... .. . ... .. . ... (Presidente de la Xunta de Galicia)

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Presentación D. Jesús Pérez Varela ................................................... (Conselleiro de Cultura, Comunicación Social e Turismo)

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Gobierno y política, instituciones y sociedad Carlos V. El precio del Imperio .. . .. . . .. .. . .. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . (Antonio Eiras Roe!. Universidad de Santiago) Los gobernadores y capitanes generales de Galicia .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . (María del Carmen Saavedra Vázquez. Universidad de Santiago) La nobleza gallega en el reinado de Carlos V .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. .. . (José García Oro. Universidad de Santiago) El episcopado gallego en tiempos de Carlos V .. . .. . .. . ... .. . .. . ... ... .. . .. . .. . ... (Domingo L. González Lopo. Universidad de Santiago) Economía rural y vida campesina en la Galicia occidental ... ... ... ... ... ... ... ... (Camilo Fernández Cortiw. Universidad de Santiago) Economía rural y vida campesina en la Galicia oriental (Hortensia Sobrado Correa. Universidad de Santiago) Corsarismo francés, poder real y política imperial en Galicia (Isidro Dubert. Universidad de Santiago) Los gallegos y América en tiempos de Carlos V .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ( Ofelia Rey Costelao. Universidad de Santiago)

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La tierra y los hombres. Municipio y vida urbana Santiago y su provincia: el momento histórico .. . .. . .. . .. . . .. .. . .. . .. . . .. .. . 329 (María del Carmen Saavedra Vázquez. Universidad de Santiago)

Corsarismo francés, poder real y política imperial en Galicia durante el reinado de Carlos V Isidro Dubert Universidad de Santiago de Compostela

Bajo la forma del corso, las distintas monarquías europeas de la Epoca Moderna trataron siempre de controlar la piratería que sus súbditos ejercieron contra terceros. Con ello, buscaban satisfacer un doble objetivo. Primero, su deseo de integrarlo en las estrategias políticas y militares que a corto y medio plazo pensaban desarrollar, o estaban ya desarrollando. Y segundo, su decidida voluntad de sacar partido de lo que, al fin y al cabo, y con todas las salvedades que se quiera, no era más que una peculiar práctica comercial, mediante la cual dichas monarquías conseguían, cierto que por métodos no convencionales, el acceso a rutas, tráficos y mercados, que les eran esenciales. Dos vertientes que han convergido a un tiempo sobre la actividad corsaria a lo largo de su historia, independientemente de que ésta se hubiese ejercido en los mares del Levante o del Poniente 1• Dos vertientes presentes por tanto en todas y en cada una de las actuaciones llevadas a cabo por el corso francés contra la navegación que costeaba al Antiguo Reino de Galicia durante el reinado de Carlos V. Dos vertientes de un mismo y único fenómeno que pese a todo, y como tendremos la oportunidad de mostrar, no tuvieron nunca el mismo peso, valor o trascendencia, motivo por el cual, no dejarán de ser interesantes las respuestas que desde Galicia se ofrecieron en distintos momentos al corsarismo francés, por otra parte, verdadero objetivo de este trabajo. Para comprender la verdadera naturaleza de esas respuestas deberemos de proceder a contextualizarlas en su época. Esta es la única manera de averiguar si lo que no parecen ser más que una serie de acciones corsarias aisladas e inconexas· entre sí, tienen un mínimo de coherencia histórica. Es decir, si tras la respuesta dada a las citadas acciones por las autoridades reales o municipales, subyace algo que pueda asemejarse a una estrategia

MOLLAT, M.: «De la piraterie sauvage a la course reglamentée (XIVe-Xve siecles)», en Mélanges de l'Ecole Franr;aise de Rome. Roma, 1975, págs. 7 y ss.; OTERO LAMA, E.: «El corso en la política naval de la Corona española (La Escuadra del Norte) y como actividad capitalista», en VIII Jonwdes d'Estudis Locals. El comerr; alternatiu, corsarisme i contraban, ss. XV-XVIII. Palma, 1989, págs. 145 y ss.

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político-militar pensada para el caso. De haber sido así, el paso siguiente sería el de tratar de desentrañar la lógica que animó y explicó las distintas medidas anticorsarias adoptadas por los representantes de Carlos V en el Reino a partir de 1521. Consecuentemente, y para su correcta comprensión, convendría entonces no perder de vista que las soluciones propuestas a los problemas reales o ficticios que el corso francés originaba, se ~ncon­ trarían en la práctica condicionadas, y a distintos niveles, por varios factores. Este sería el caso de la correlación de fuerzas habida en un escenario internacional en el que el Imperio español se enfrentó en más de una ocasión, y a veces a un mismo tiempo, con los reyes de Francia, los príncipes protestantes alemanes, el Imperio Turco y las repúblicas berberiscas del norte de Africa. Asimismo, habría que tener presente también la posición que en el esquema imperial ocupó el Reino de Galicia, o lo que es lo mismo, las posibilidades reales con las que contó para participar de un modo activo y directo en la política exterior de la Monarquía Hispana entre 1521 y 1556'. La consideración de todos y cada uno de esos factores, y lo que de ellos va a derivarse, resultará capital para entender la respuesta defensiva ofrecida a la amenaza que suponía la actuación del corsarismo francés ante nuestras costas. Como también resultará capital, todo aquello que tenga que ver con el protagonismo que en la vida económica del Reino tuvo el comercio atlántico, verdadero deux ex machina de cualquier actividad corsaria que se precie. Al respecto, el conocimiento de las claves de la estructura comercial gallega durante la Primera Edad Moderna, se convertirá pues en el paso previo antes de llegar a realizar una valoración del significado y del impacto del corso francés en nuestra historia. 1.- Claves de la estructura comercial gallega dnrante la Primera Edad Moderna. Por su posición geográfica, Galicia pudo convertirse a finales de la Edad Media en un punto de encuentro entre diferentes corrientes mercantiles europeas. Ello fue posible gracias a la convergencia en dicho punto de dos de los grandes planos comerciales que existían y funcionaban en esta parte del mundo: el Mediterráneo y el Atlántico. Desde esta perspectiva, es fácil comprender que los distintos elementos históricos que se combinaron para hacerlos posibles contribuyesen al mismo tiempo, no sólo a dar vida a diferentes zonas de intercambio entre regiones europeas muy alejadas entre sí, sino también a que todas ellas confluyesen, de uno u otro modo y por los más variados caminos, en los PL!-ertos de las ciudades y villas del litoral gallego'. Al fin y al cabo, el paso por el mencionado litoral era obli-

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Véase al respecto,

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FERREIRA

SAAVEDRA,

M. C.: Galicia en el camino de Flandes. A Coruña, 1996.

PRIEGUE, E.: Galicia en el comercio marítimo medieval. A Coruña, 1988, págs. 45 y ss.

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gado para todas aquellas embarcaciones que navegaban del Atlántico al Mediterráneo, y viceversa. Por esta razón, no ha de sorprender que el área geográfica del mismo más propicia para padecer un abordaje corsario fuese, al menos durante la primera mitad del siglo XVI, y a tenor del manejo de todas las informaciones disponibles hasta la fecha, aquélla que se disponía a lo largo de una franja costera que iba desde la ría de Corcubión hasta Malpica de Bergantiños. Dicha área se acompañó en el resto del territorio de una serie de lugares que se vieron afectados en diferentes momentos por la acción del corsarismo francés, sólo que estas acciones se caracterizaron por su naturaleza asistemática, y eso, a pesar de su, en ocasiones, carácter reiterado en el tiempo. Esto sería lo sucedido ante Baiona, Arousa, Muros, A Coruña, Viveiro o Ribadeo, pongamos por caso (Mapa núm. 1). Sin embargo, y pesar de esa privilegiada posición geográfica de Galicia en el contexto europeo, el peso de una economía agrícola de subsistencia, o la práctica ausencia de grandes enclaves portuarios, semejantes por ejemplo a los existentes en los países del norte de Europa, fueron factores que acabaron por condicionar el futuro desarrollo de su comercio. Sólo así puede explicarse con un mínimo de coherencia, que en el esquema comercial de la época Galicia no hubiese pasado de ser, bien un mero lugar de tránsito o de avituallamiento para navíos con otras derrotas, bien un punto de contratación de fletes de y para terceros países, o bien un espacio económico caracterizado por dedicarse a la exportación de materias primas industriales y alimentos. En este sentido, y como antaño, su participación en el comercio internacional durante la Primera Edad Moderna, se redujo a dar salida hacia los mercados peninsulares o continentales a productos tales como el pescado, la madera, el vino, el hierro o los cueros'. Una salida en la que los mercaderes gallegos parecen haber jugado el papel de meros intermediarios, cuando no de simples factores, de los verdaderos comerciantes, situados las más de las veces en los auténticos puertos de embarque, caso, y por ejemplo, de Lisboa o Sevilla. Este hecho, no hace sino poner de manifiesto la debilidad de la estructura comercial gallega. Más aún, toda vez que se advierte que la exportación de los mencionados productos iba a tener lugar con la ayuda de carabelas portuguesas, vascas o francesas, las cuales, y según fuese el caso, solían venir cargadas en los viajes de retorno de sal, paños o grano. Cierto que esa continua salida de materias primas y alimentos contribuyó a ligar a los mercados urbanos locales, así como a los sectores sociales que se beneficiaban de su existencia y funcionamiento, a las ventajas derivadas de la Carrera de Indias, pero no lo es menos, que no por ello dejaba el Reino de situarse a este nivel en una depen-

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Comercio practicado ya desde la Baja Edad Media y que se prolongará durante toda la Epoca Moderna, FERREIRA PRIEGUE, E.: Opus cit., págs. 129 y ss.; SAAVEDRA, P.: La Ga!icia del Antiguo Régimen. Economía y Sociedad. A Coruña, 1991, págs. 120 y ss.

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Mapa 1: Ámbito de actuación del corsarismo francés en Galicia 1483-1556.

* Lugares que han conocido una acción corsaria reiterada y asistemática durante todo el periodo. ( Área de operaciones habitual.

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dencia real de lo ocurrido en mercados de ámbitos económicos más desarrollados, en el seno de ese moderno sistema mundial que, y en el plano comercial, estaba ya comenzando a gestarse en el continente'. Una dependencia, todo hay que decirlo, que manifiesta con claridad la naturaleza cuasi colonial que se ocultaba detrás de este tipo de transacciones, la cual, y esto conviene tenerlo muy presente, se enraizaba en los aspectos históricos a los que se ha hecho alusión al inicio de este párrafo. Recordemos, en las limitaciones derivadas del ejercicio de una agricultura de autoconsumo, en la ausencia de grandes ciudades, o, y por mencionar al más importante y definitorio de todos ellos, en la existencia de una estructura social mayoritaria, neta y profundamente campesina, que vivía al margen de los beneficios que estos tratos generaban a unos pocos. Por otro lado, y desde esta óptica, sabemos que no todos los sectores comerciales eran igualmente rentables a los mercaderes gallegos. Por ejemplo, la exportación de madera movía un volumen de capitales más bien reducido, pese a lo cual, y en sus manos, no dejó de ser nunca un floreciente negocio que contribuyó a la deforestación de amplias áreas geográficas del litoral. Al respecto, el concejo de Viveiro se quejaba en 1551 de lo «disipado que estaban los montes» cercanos debido a las talas indiscriminadas, a la vez que demandaba la urgente necesidad de su reglamentación. Sin embargo, no por ello se detuvieron. Es por eso que en 1570, el rey Felipe II se vio obligado a impulsar unas ordenanzas con las que confiaba en poner remedio a los males originados por este comercio6 • En cambio, y frente a la madera, la exportación de pescado y vino era mucho más rentable, tal y como lo prueba el que proporcionase a la Hacienda Real entre un 60 y un 70% de lo recaudado por las alcabalas urbanas en Galicia. Una idea indirecta de esa rentabilidad podemos hacérnosla a través de lo sucedido en la villa de Pontevedra hacia 1557, en donde un 9% de sus vecinos, y sobre un total aproximado de 1.200, pagaban alcabala como mercaderes de vino, mientras que el mayor cotizante, un tal Álvaro de Lemas nos dice Pegerto Saavedra, desembolsaba él sólo un 12% del total de lo que se recaudaba en dicha villa por este concepto'. Así pues, son estos tráficos comerciales de una gran importancia para la vida i.:;conómica de enclaves costeros como A Coruña, Muros, Vigo, Noia, etc.; en cierta medida, porque a su alrededor giraban también los avatares de no pocos sectores productivos urbanos. En otro orden de cosas, esta idea de prosperidad local obtenida en el marco de un comercio cuasi colonial, y en el cual participaban de la forma indicada los naturales del país, ha servido para explicar por

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Véase WALLERSTEIN, l.: El moderno sistema 1nundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo en el siglo XVI. México, 1987, págs. 93 y ss.

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Véase al respecto SAAVEDRA, P.: Opus cit., págs. 119 y SS.

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Ibíde1n, págs. 122 y ss.

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qué las ciudades y villas litorales no experimentaron una situación de crisis, como la que sí afectó al mundo rural bajomedieval, en su tránsito a la Primera Edad Moderna. Lo confirmaría el incremento de la presión fiscal que dichas ciudades y villas conocieron hasta 15341536, una vez que la puesta en vigor del sistema de encabezamientos causase la reducción de dicha presión a la mitad8 • Hecho éste que coincidió, y esto hay que tenerlo presente, con un claro afianzamiento del poder real en Galicia, con la relativa domesticación de las pretensiones medievalizantes de la alta nobleza, y con la consagración por parte de la monarquía de Carlos V de las juntas de provincias en la relación que cara al futuro la Corona iba a establecer con el Reino 9 • La naturaleza de nuestro comercio, y a la cual volveremos a referirnos en más de una ocasión, explica entonces por si sola la relativa escasez de barcos gallegos en las rutas comerciales nacionales e internacionales. De hecho, y como luego veremos, la flota gallega era de escaso porte, dedicándose en esencia a la pesca o al transporte costero de mercancías hacia zonas muy próximas, es decir, hacia Asturias o el norte de Portugal. Buena prueba de ello, la tenemos por ejemplo en su limitadísima presencia en los registros portuarios que nos refieren al comercio de importación de la ciudad de Valencia entre 1503 y 1559. Allí comprobamos que los navíos llegados de Galicia en esos años apenas si fueron un 0.5% del total, o, y si quiere, que realizaron 42 de las 7.865 entradas consignadas en los libros de peatge. Una impresión ésta que sólo se dulcifica si procedemos a relativizar los datos. Es por esta vía cuando se pone de manifiesto que las embarcaciones procedentes del arco atlántico durante la primera mitad del siglo XVI fueron un 7% del total, y que de ese porcentaje, un 27% de ellas llegaban de puertos situados sobre todo en el sur de Portugal, un 8% de los de Galicia y un 3.4% de los del Cantábrico'°. Aunque más significativo en este sentido, fue lo ocurrido en tomo a la evolución conjunta de todas las entradas. Conforme a ello, se aprecia como el comercio valenciano de importación se resintió en la década correspondiente a 1510-9 de los acontecimientos previos al estallido de las Germanías (1519-1523), mientras que las arribadas de navíos y bajeles acontecidas de 1530 a 1539 se vieron afectadas por las consecuencias que traería consigo ese levantamiento campesino 11 • En este contexto, las idas y venidas de barcos de Portugal se ajustaron punto por punto a esta evolución, mientras que, por el contrario, las de Galicia y la cornisa cantábrica no. En su caso, todo apunta que se produjo una paulatina retirada del tráfico comercial levantino desde los inicios del siglo

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Ibídem, págs. 156 y ss.

9

ARTAZA, M. M. DE: Rey, Reino y representación. La Junta General del Reino de Galicia (1599-1838). Madrid, 1998, págs. 45 y SS. ¡,_

10 SALVADOR, E.: La economía valenciana en el siglo XVI. Comercio de importación. Valencia, 1972, págs. 139 y ss.

11 Ibídem, pág. 336.

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XVI, la cual no fue compensada, tal y como sucedió en el caso portugués, por un retorno de sus navíos a la zona tras 1530. Esto no deja de ser llamativo, puesto que, y con posterioridad a ese año, el comercio de exportación de la Galicia occidental parece haber entrado en una fase de auge que no se vería detenida hasta más allá de 1550". En consecuencia, y para explicar esa paulatina retirada, tendríamos que acudir, por un lado, al protagonismo que fueron adquiriendo los intercambios con Sevilla, y por otro, más importante y definitorio a juzgar por los datos que poseemos, a la debilidad y al escaso empaque de la flota gallega. Una flota que, y a este nivel, no hace sino revelar y reflejar la proverbial fragilidad de la estructura comercial existente en Galicia durante toda la Primera Edad Moderna. Así se desprende, por ejemplo y sin ir más lejos, del funcionamiento del comercio atlántico castellano entre 1567 y 1568, en el cual, los navíos portugueses se beneficiaron de un tercio largo de los seguros realizados por los comerciantes burgaleses que aseguraban el transporte de sus mercancías desde los puertos cántabros 13• Frente a esto, la contratación de seguros en este importante tráfico sobre los cabotajes con destino a Galicia fue anecdótica -reducida como tal a Vigo en exclusiva-, y ello, a pesar de la relativa mayor proximidad de las villas del litoral gallego como Muros, Noia, Viveiro o Ribadeo, a los puntos de embarque cántabros que las ciudades lusas de Lisboa, Porto, Setubal o Aveiro. En consecuencia, una de las claves que deberá orientarnos respecto al sentido y al significado real que en la historia de Galicia tuvo el corso francés en estos momentos, la tendremos en la mencionada mediocridad de su flota, sea que nos refiramos al número de embarcaciones que la componen, a su tonelaje o a su posible potencia comercial. De hecho, y al término de la Edad Media, el 61 % de ellas tenía menos de 40 toneladas, mientras que sólo un 19% situaba su tonelaje entre las 40 y las 55". Fueron por tanto naves pequeñas, de bajo coste y porte, las más de las veces armadas entre varios socios con el fin de compartir los riesgos que entrañaba la navegación. Por otra parte, esta imagen propia del mundo bajomedieval parece haberse ido convirtiendo en un rasgo estructural confonne avanza la Epoca Moderna. Y así, por ejemplo, sabemos desde hace ya algunos años que entre finales del XVI y mediados del siglo XVIII más de la mitad del comercio de importación asturiano llegaba al Principado procedente de Galicia en navíos de reducidas dimensiones y limitada autono-

12 JUEGA Pu10, J.: «Pontevedra na Idade Moderna», en PEÑA SANTOS, A.: Historia de Pontevedra. A Coruña, págs. 239 y SS. 13 BASAS FERNÁNDEZ, M.: «Tráfico atlántico asegurado en Burgos a mediados del XVI», en Academia Burguense de Historia y Bellas Artes. Burgos, 1966, págs. 8 y ss. 14

F'ERREIRA FRIEGUE,

E.: Opus cit., pág. 221.

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mía. En navíos que, cargados de vino o pescado, solían tener por término medio unas 30 toneladas, aunque en ocasiones pudiesen alcanzar las 60 o 70 15 • Algo que nos refiere de inmediato al tipo de cabotaje que sus patrones se veían obligados a realizar: la costera. Una navegación que no arriesgaba nunca muchos días en la travesía, que buscaba orientarse con facilidad gracias a las «marcas» que desde el mar se veían en tierra firme, su amparo ante los fuertes vientos o su proximidad para huir de los corsarios. En suma, una forma de navegar que expresa con meridiana claridad tanto los objetivos como la altura comercial de quienes financiaron estas operaciones, amén de situarnos ante las auténticas dimensiones del corso interesado en hacerse con estas pequeñas presas. 2.- Actividad corsaria, poder real y política imperial en Galicia. Este empeño en mostrar la debilidad de la estructura comercial gallega no es un empeño gratuito. En realidad, y como ya se ha anticipado, su misión es la de ayudarnos a contextualizar el papel y las implicaciones del corsarismo francés en la historia de Galicia. Así, y a la vista de lo expuesto, no nos quedará más remedio que englobarlo bajo esa denominación que los especialistas suelen emplear para referirse al pequeño corso. Esto es, aquél que, y conforme a la mencionada estructura comercial gallega, se ejercía interfiriendo en sus tráficos marítimos costeros con embarcaciones de menos de 80-100 toneladas. Gracias a ellas, los franceses conseguían hacerse con mercancías prosaicas, de un valor unitario moderado, cuando no manifiestamente bajo, como el vino, el pescado, la madera, el hierro, etc.; unas mercancías que por otra parte formaban la trama del llamado comercio europeo ordinario 16 • En otro orden de cosas, el carácter asistemático de sus ataques es lo que nos explica que este corso no causase nunca la destrucción de las rutas comerciales tradicionales, pues de lo que en última instancia se trataba, era de aprovecharse lo más posible de los intercambios que en ellas se daban y no de hacerlas desaparecer. Por otro lado, la mediocridad de la flota gallega hizo que en la mayor parte de las ocasiones las acciones corsarias se ejecutasen contra los navíos de terceros países, que, o bien navegaban frente a las costas del Antiguo Reino de Galicia, o bien habían partido de alguno de sus puertos cargados con cualesquiera de los productos que la tierra estaba en condiciones de ofrecer. De hecho, hasta los propios naturales del país procedían de manera semejante a la de los piratas galos.

15 BARREIRO MALLÓN, B.: «El comercio asturiano con los puertos del atlántico peninsular. El componente andaluz», en Actas del ll Coloquio de Historia de Andalucia. Córdoba, 1983, págs. 584 y ss. 16 L'EsPAGNOL, A.: «La course comme mode d'entrée dans les trafics internationaux: réalité et limites», en VIII Jornades d'Estudis Loca/s... , opus cit., págs. 176 y ss.

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Un buen ejemplo de lo queremos decir nos lo proporciona el atípico caso de Antón de Garay, quien saliendo de Cedeira al mando de un pequeño barco corsario, en concreto «un carretón» armado con bombardas, dardos y lanzas, y con una tripulación de trece hombres, asaltó a comienzos de octubre de 1509 ante la costa de Muxía a un navío bretón, al cual robó 40 barriles de trigo y harina, dos toneles de bizcocho, una pipa de cerveza, amén del ancla y cable de faenar. Apenas transcurridos unos días se atrevió con una carabela frente al cabo Fisterra. Un abordaje éste que, y tras porfiar largo y tendido con el capitán de la nave, le permitió hacerse con cinco arrobas de bizcocho y otras tantas de vino, abandonándola luego a su suerte tras haberle rajado las velas 17 • En el mismo sentido, esto es, de pequeño corso, cabría calificar la agresión de una zabra francesa de no más de 30 toneladas contra embarcaciones que hacían la costera en Galicia cargadas con hierro y pescado; una agresión de la que el mismo emperador Carlos V estuvo al corriente allá por julio de 1549". Igualmente cabría referirse a las informaciones contenidas en el expediente oficial que en octubre de 1551 realizó el Capitán General de Galicia, Don Pedro de Navarra, Marqués de Cortes, respecto a la serie de abordajes que se sucedieron en el área de Corcubión y de la Costa da Morte durante los primeros días de ese mes. Conforme a ello, y por citar alguno, el día tres, dos «armados» franceses procedentes de Rouan, de 135 y 54 toneladas respectivamente, atacaron varios barcos de calado medio que estaban en la rada de Corcubión, lo cual les permitió hacerse con ciertas cantidades de vino y carne, así como con redes de pesca, ropa, aperos, etc. El día cinco, y esta vez un poco más al norte, frente a la villa de Corme, dos embarcaciones corsarias de 40 y 45 toneladas cada una, se hicieron con una vizcaína de 18 toneladas a la que robaron las jarcias, para, y a continuación, centrar su atención en una carabela portuguesa que navegaba por la zona cargada de hierro, y a la cual también tomaron las jarcias19 • En consecuencia, no eran estas acciones que preocupasen al emperador, como sí lo harían los ataques que en el Atlántico llevaba a cabo el denominado corso clásico o gran corso'°. Aquél que buscaba sus presas en el Canal de la Mancha, el Golfo de Vizcaya, el Cabo Fisterra, las Islas Canarias, las Azores o Madeira. Aquél que empleaba para ello embarcaciones de más de 150 toneladas y que tendía a afianzarse con el correr del siglo, a

17 'fETIAMANCY, F.: Apuntes para la historia comercial del La Coruña, (Edición original 1900). A Coruña, 1998, págs. 542 y SS, 18

FERNÁNDEZ ÁLVAREZ,

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FERNÁNDEZ VEGA,

M.: Corpus Documental de Carlos V. Salamanca, 1973-1979, vol. 111, págs. 137 y ss.

L.: La Real Audiencia de Galicia. Organo de Gobierno en el Antiguo Régimen. A Coruña, 1982, vol. 111, págs. 261 y ss.

20 L'EsPAGNOL, A.: Opus cit., págs. 176 y ss.

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medida que las grandes rutas transatlánticas iban consolidándose y ganando en consistencia. Aquél que en los días previos al comienzo de julio de 1549 capturó los cuatro barcos españoles que fueron llevados al puerto de La Rochelle cargados de azúcar, cueros, hierro y otras mercancías, después de que toda su tripulación hubiese sido pasada a cuchillo, ya que « .•• a todos los marineros y pasajeros dizque los habían echado en el mar y que en la cubierta se habían hallado solamente algunos muertos ... » 21 • En suma, aquél que moverá a Felipe 11 en noviembre de 1557 a tratar de armar una flota de seis naos y cuatro zabras, con la intención de ponerla al mando de Don Luis de Carvajal, para de este modo« ... estorvar que los armados franceses no pasasen a las Indias ... »22 •

Como vemos, sólo después de haber contextualizado el problema, es cuando estaremos en condiciones de comenzar a preguntarnos qué es lo que se ocultaba realmente detrás de los temores que las acciones del pequeño corso suscitaban entre los representantes de la Corona en Galicia. De hecho, la inquietud que causaban demostrará ser una compañera inseparable de los informes oficiales elaborados por su Gobernador y Capitán General; una inquietud, por otra parte, que contrastará abiertamente con el relativo desinterés mostrado por las ciudades y villas costeras a la hora de asumir los costes que acarrearía la defensa del litoral. Algo que queda patente, si por ejemplo nos atenemos a la fortísima oposición de la que hicieron gala algunas de ellas frente a la imposición de la sisa que, y desde agosto de 1549, pretendía el Gobernador y Capitán General de Galicia, el ya mencionado Don Pedro de Navarra, Marqués de Cortes, para así financiar una armada mediana que asegurase la costa y mejorase las fortificaciones de A Coruña. Una sisa, y siempre a su decir, que había sido otorgada con anterioridad a esa fecha por una junta de provincias, amparándose en que « ... les paresrio el mejor medio de todos, y con menos perjuirio, aunque la mayor parte de todo la pagan los vecinos naturales ... »23 • En cualquier caso, la resistencia a este acuerdo dio origen durante el invierno de 1549-1550 a un movimiento de protesta en el que veremos participando a representantes de Baiona, Viveiro, Ribadeo, Vigo y Redondela, quienes «se juntaron» con la intención de dar más fuerza a su negativa. Al mismo tiempo, procedieron a la apertura de recursos contra esta decisión ante la Real Audiencia, realizaron las oportunas apelaciones a la pretensión del Marqués, y hasta buscaron el pronuncia-

21 FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M.: Opus cit., vol. III, págs. 123 y ss. 22 lbíde111, vol. III, págs. 624 y ss. 23 FERNÁNDEZ VEGA, L.: Opus cit., pág. 260.

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miento del Consejo Real al respecto, argumentando, entre otras cosas, que era obligación inexcusable del monarca velar por la defensa de sus súbditos 24 • Llegado este punto, no sorprenderá que la reacción del Capitán General fuese la detención y encarcelamiento de los principales cabecillas de la protesta, algunos de ellos regidores y vecinos de las citadas poblaciones, caso del alcalde mayor de Viveiro, García Sánchez de la Vega25 • Una dureza en su actuación, con la que trataba de poner orden y de someter a la autoridad real a quienes se entendía no representaban los intereses generales de Galicia, puesto que los mencionados enclaves « ... no son cabeqa de probinqia, ninguno dellos, ni tienen boto quando este Reyno se junta, antes son obligados a pasar por lo que sus cabeqas hazen ... » 26 • Lo importante para nosotros, y al margen de otras posibles lecturas históricas que puedan hacerse de este episodio concreto, es que la resistencia desatada por las autoridades municipales de los principales puertos comerciales del momento a esa imposición de la sisa, resulta del todo incomprensible si: a) la amenaza corsaria fue realmente de la magnitud de la que el susodicho Marqués de Cortes daba cuenta en sus memoriales a la corte, y b) si las ciudades no hubiesen sido obligadas a hacerse cargo de la defensa costera27 • Esto nos conduce a pensar, y en particular tras considerar factores tales como la estructura comercial gallega, las características de su flota, el tipo de cabotaje practicado, la naturaleza de la carga o el carácter del corsarismo francés reflejado por las mismas fuentes oficiales durante la primera mitad del XVI, que ahora, en estos años centrales del siglo, como en los anteriores, el problema que supuso dicho corsarismo habría sido un tanto exagerado por los representantes de la Corona. En consecuencia, dicha exageración tendría que haber servido a otros intereses más que a un sincero deseo por combatir los trastornos que al comercio de la zona causaba la actuación de los corsarios franceses. Y así debieron de entenderlo también los contemporáneos. Hay que tener en cuenta que la imposición de la sisa se produjo en el marco de las fases finales de una de las confrontaciones más largas e intensas que el Imperio mantuvo con Francia. Pero también, y esto conviene tenerlo presente, en unos instantes en los cuales los mencionados representantes de Carlos V pretendían, y tras haber afirmado el poder del monarca en el Reino frente al exclusivismo nobiliar, la mayor implicación de éste en los esfuerzos imperiales que el Cesar protagonizaba en Europa. Para ello partían del

24 GARCÍA ÜRO, J. y ROMANÍ, M.: Vivero en el siglo XVI. Estudio histórico y Colección Documental. Viveiro, 1990, págs. 160 y ss.; FERNÁNDEZ VEGA, L.: Opus cit., págs. 78 y 348; F'ERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M.: Opus cit., vol. 111, págs. 137 y 170. 25 GARCÍA ORO, J.: Opus cit., págs. 158 y ss. 26 FERNÁNDEZ VEGA, L.: Opus cit., pág. 349. 27 A modo de ejemplo, Ibídem, págs. 261 y ss.

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nuevo orden político que desde la década de 1530 venía asentándose en Galicia, y en el cual las juntas de provincias habían asumido un protagonismo cada vez mayor. En este sentido, la Monarquía veía en ellas un instrumento ideal, no tanto para articular un modelo de representación política que atendiese a las aspiraciones del Reino, no era ese su objetivo primordial, cuanto para proceder en él al reparto de los servicios votados en Cortes, así como para atender a sus peticiones particulares de tropas y dinero 28 • Esto significaba que los procuradores de dichas juntas, en realidad los procuradores de las siete capitales de provincia, tendrían que llevar a cabo la aprobación de la sisa. Un impuesto que por su naturaleza incidiría de una forma negativa sobre los beneficios económicos que el tráfico comercial generaba a las ciudades y villas más dinámicas. Es decir, y en un mundo netamente rural, sobre el comercio desarrollado por enclaves urbanos costeros como los que ahora se destacaban por su oposición a la misma: Baiona, Viveiro, Ribadeo, Vigo ... Unos enclaves siempre más presionados fiscalmente que el campo circundante29 , los cuales veían además como por esta vía se les sería incrementaría su carga fiscal bajo la excusa de la supuesta amenaza que para sus actividades comerciales suponían las acciones desplegadas por el pequeño corso. Algo a lo que no estaban dispuestas sin mayores contrapartidas. Y ello, a pesar de que las peticiones de la Corona a las juntas de provincias contribuyesen a consolidar, cierto que de un modo indirecto y a medio plazo, ese nuevo marco político Rey-Reino que se establecería en Galicia a partir de 1526-1530". En este contexto, la sisa bien podría entenderse como el precio que las elites urbanas habrían de pagar por beneficiarse del mismo luego de su proceso de gestación. Otra cosa bien diferente, es que se diesen las oportunas condiciones históricas para que dichas elites pudiesen hacer jugar a su favor a partir de entonces, de manera plena y definitiva, ese ordenamiento político que ahora estaba naciendo. Que esto no fue así es lo que explica que el 13 de junio de 1551, y ante el curso de los acontecimientos, la respuesta de una nueva junta de provincias reunida ex profeso para tratar la cuestión de una nueva sisa adoptase un tono tradicionaP 1• Una respuesta en la cual, y más importante que esa imagen cuasi agónica de Galicia que sus procuradores ofrecieron a los ojos de Don Pedro de Navarra, fue su reconocimiento explícito de la debilidad de las

28 ARTAZA, M. M. DE.: Opus cit., págs. 45 y SS. También F'ERNÁNDEZ VEGA, L.: Opus cit., vol 11., págs. 71 y ss. 29 SAAVEDRA, P.: A Facenda Real 11a Galicia doAntigo Réxilne. Santiago, 1994, págs. 103 y ss. 30 EIRAS ROEL, A.: «Juntas del Reino de Galicia. Orígenes y proceso de institucionalización», en Obradoiro de Historia Moderna, 1995, págs. 140 y ss. 31 Acerca de esta nueva sisa, véase en este mismo volumen el trabajo de SAAVEDRA, M.C.: «Los gobernadores y capitanes generales de Galicia», en particular, lo contenido en el apartado cuatro.

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Corsarismo francés, poder real y política imperial en Galicia durante el reinado de Carlos V

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villas y ciudades, es decir, de las oligarquías urbanas que ellos representaban, frente a la importancia y al poder económico, militar y político, que en la práctica poseían los poderes más conservadores de la sociedad gallega de la época: la nobleza y la Iglesia. Una realidad que resumían al decir que « ... este Reino lo es más de señores, y las propiedades y lugares que labran son de yglesias y monasterios y hombres hixosdalgos ... » 32 . Con todo, de poco o nada les valió reconocer su inferioridad, enumerar la retahíla de males que, en

su opinión y contra toda realidad, asolaban al Reino, o la oposición que a la necesidad de la armada anticorsaria manifestaron algunos alcaldes mayores de la Real Audiencia, quienes incluso llegaron a poner en conocimiento del monarca los cambios introducidos por el Marqués de Cortes en la persona de algunos de los procuradores que deberían concurrir a

esa junta de 1551, al objeto de forzar así la aprobación de la sisa". Todo fue en vano. Un año más tarde, en diciembre de 1552, el Capitán General escribía al rey para comunicarle que al fin la había obtenido, y que ya había procedido a negociar su arrendamiento con distintos particulares. De los réditos obtenidos esperaba dedicar dos tercios a la fortificación de A Coruña, mientras que « ... la otra tercia parte, que se otorgó para gastos del Reyno,

como son capitanes y gente de guerra, y algunas armadas contra cosarios, que se hechó, bastará para ellos ... ». En paralelo, solicitaba al secretario Juan Vázquez Molina que no se atendiesen en el Consejo Real las quejas de las poblaciones que todavía continuaban con su protesta, entre otras cosas, porque al carecer de voto en la junta « ... ha parescido muy gran novedad oyrlos, y muy yntroduqión por lo que toca al serviqio de Su Magestad ... » 34• El paso siguiente lo daría luego en Santiago de Compostela, entre febrero y marzo de 1553, al poner en libertad a todos los detenidos por este asunto, una vez que la voluntad real hubiese sido satisfecha en el modo indicado 35 •

El origen de los sucesos que en la vida política y social gallega desencadenó la demanda de la tan traída y llevada sisa, aparte claro está de su exigencia por el Marqués de Cortes, lo tenemos en el comportamiento adoptado por el propio Carlos V ante el problema corsario. Durante su estancia en Bruselas, al ser informado en los últimos días de junio de 1549 por el mencionado Marqués de los trastornos causados por el corsarismo francés en el lito-

ral gallego, y, por consiguiente, de la urgente necesidad de poner en pie una armada para hacerles frente, será el mismo emperador quien ofrezca una primera solución. Esta pasaría,

32 FERNÁNDEZ VEGA, L.: Opus cit., pág. 341.

33 Ibídem, pág. 370. 34

Ibídem, págs. 348 y 78.

35 GARCÍA ORO, J.: Opus cit., pág. 160.

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y como en tiempos de los Reyes Católicos, por permitir que los damnificados se armasen para ejercer a su vez, y a modo de réplica, el corso contra buques franceses. Eso sí, deja claro a su representante en Galicia que a los mercaderes afectados todo esto« . .. se les dirá y dejará entender de palabra ... », « ... porque no convenía abiertamente se les diesen las marcas represarías, estando las cosas en el estado que están porque sería romper del todo la guerra ... », pero, en particular « ... porque no parezca y sea público que se hace con tanto acuerdo y fundamento, como sería mandarles llamar y que fuesen a esa corte .. . »36 • De esta manera, se pretendía dar satisfacción a gentes como Pedro Beloso, Alonso Gómez y Marcos Gómez, todos ellos vecinos de Baiona, quienes, y durante el invierno de 1550, « ... yendo por las más vía Flandes ... avían salido a ello qiertos navíos e los avían preso e robado, y después de haberlos robado los hecharon en un lugar del Reyno de Fran
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