Coronando el (neo)barroco. Espejeos gongorinos en la obra de Severo Sarduy

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CATALINA QUESADA University of Miami

CORONANDO EL (NEO)BARROCO. ESPEJEOS GONGORINOS EN LA OBRA DE SEVERO SARDUY

OFFPRINT OF ROMANCE NOTES, VOLUME 55, NUMBER 2

2015

CORONANDO EL (NEO)BARROCO. ESPEJBQS GONGORINOS EN LA OBRA DE SEVERO SARDUY CATALINA QUESADA

agonal carro por La arena muda no coron6 con mas silencio meta Luis de Gongora y Argote, "De la brevedad engafiosa de la vida"

Pas de sens, rien que de l'ecriture simulee, avide, pour travailler cette vacuite, pour rire. Severo Sarduy, Dazibao

DE los muchos escritores que en el ambito hispanoamericano se han servido de Gongora y su poetica para desarrollar o sustentar Ia propia, quiza sea el caso de Severo Sarduy el que resulte mas peculiar, tanto desde el punto de vista teorico como practico. Un uso que, partiendo de lo intelectual, del rigor y la seriedad que caracterizan los textos ensayfsticos del cubano, no excluye lo afectivo, ni lo lt.idico ni lo disparatado. Gongora lo acompanara, asf, desde sus inicios literarios hasta los ultimos anos de su vida y le servira no solo para erigir su teorfa del neobarroco, sino tambien para dar cauce, de los mas variados modos y maneras, a algunas de sus obsesiones vitales y artisticas, mostrandose siempre capaz en esta empresa de, si no superar, sf distanciarse de los que lo precedieron- muy especialmente de Jose Lezama Lima- y particularizar asf su gongorismo. Sarduy pone en funcionamiento, ademas, todo un programa de actualizaci6n de Gongora que, lejos de leerlo tradicionalmente en su contexto barroco, pretende convertirlo en abanderado privilegiado de su presente neobarroco, proyectando sabre el toda una serie de categorfas esteticas radicalmente contemporaneas. El periplo - o las derivas - de Luis de Gongora y Argote en America ha sido motivo recurrente de estudio en la filologfa hispanica y ellatinoamericanismo, no solo en lo referente al periodo colonial, sino tambien en lo que atafie a su presencia y recuperacion por parte de ciertos autores en el siglo xx. Romance Notes 55.2 (20 15): 285-99

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Se ha repetido sobradamente que la figura de Gongora encontro, ya en su epoca, un eco inusitado en el continente americana y que su influjo habfa de pervivir allf hasta bien entrada el XVIII, cuando ya pnicticamente se lo habfa olvidado en la Peninsula. La sentencia de Damaso Alonso - "el influjo de Gongora dura casi mas tiempo en America que en Espana" (260) - habia de convertirse en un lugar comun de la crftica que, pese a todo, rendfa cabal cuenta de una condicion de las letras hispanoamericanas que sigue siendo valida en los albores del siglo xxr. Su presencia en el periodo virreinal oscila entre la imitacion superficial de sus estilemas (Sanchez Robayna, "La recepcion" 176) - por ejemplo, en los textos recogidos por Carlos de Sigiienza y Gongora en el Triunfo partenico (1683), que daba cuenta de los certamenes literarios convocados por la Universidad de la Ciudad de Mexico en 1682 y 1683 - y una plena asuncion de su legado (un autentico influjo y no una mera imitacion), a manos de Sor Juana Ines de la Cruz (1648-1695). Entre ambos extremos- el del poeta que imita a Gongora superficialmente y el del que llega a medirse con el, asume sus ensenanzas y las pone en practica en el proceso creativo - encontramos una amplia variedad de formas de relacionarse con Gongora, que tanto Damaso Alonso como Lezama Lima en "La curiosidad barroca" (La expresi6n 129-65), y antes Emilio Carilla, en su libra El gongorismo en America (1946), han detallado brillantemente. Formas que pasan por la defensa de Juan de Espinosa Medrano, "El Lunarejo," en su Apologetico a favor de don Luis de Gongora, la asimilacion y recreacion a manos de Dominguez Camargo en su Poema heroico de San Ignacio de Loyola (1666), o el influjo tanto en Pedro de Peralta Barnuevo (Lima fundada o conquista del Penl, 1732) como en Mateo Rosas de Oquendo (Satira de las cosas que pasan en el Peru, 1598) o en Juan del Valle Caviedes, por citar tan solo algunos de los nombres mas destacados (algunos de elias de origen peninsular). En palabras de John Beverley, el gongorismo habfa de extenderse "como un discurso estetico quasi-oficial en Espana, Portugal y la Colonia en los anos despues de la muerte de Gongora" (39). En el xvm encontramos aun su presencia en voces como las del jesuita ecuatoriano Juan Bautista Aguirre; y, como apunta, Teodosio Fernandez, "no faltan muestras de ella en las primeras decadas del siglo xrx" (l 08). Ya en el siglo xx, los altos inexcusables son Ruben Darfo y Alfonso Reyes- que, en la primera mitad del siglo, antes incluso del celebre homenaje en el Ateneo de Sevilla, ya habfan apostado por sacar a la luz o festejar algunas de las oscuridades del poeta - y los cubanos Jose Lezama Lima y Severo Sarduy, que le conferiran un Iugar central en ese movimiento neobarroco que desde Lezama Lima hasta nuestros dfas lo sigue reescribiendo. Sin entrar de lleno aquf en cuestiones relativas al modo en que estos autores eje-

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cutaron sus respectivas apropiaciones de Gongora, que ya han sido abordadas por la crftica mas reciente (Roses; Sanchez Robayna, "La recepcion"; Guerrero, "En sus dominios"), me propongo analizar algunos aspectos de la particular utilizacion que Severo Sarduy hara de la figura del cordobes, a la luz no solo de su reflexion teorica sobre el neobarroco, sino tambien de su practica literaria. Los vfnculos de Sarduy con Gongora han sido bien establecidos tanto por Frans;oise Moulin-Civil como por Gustavo Guerrero. Tres serfan los ensayos clave para cifrar esa recuperacion del andaluz a manos del camagiieyano: "Gongora o la metafora al cuadrado" (1966), que aparece en Mundo Nuevo, poco despues de que hubiera sido publicado en frances en Tel Quel (con el titulo "Sur Gongora"); "Dispersion. Falsas Notas I Homenaje a Lezama Lima," que vio la luz poco despues de la publicacion de Paradiso (1966); y "El barroco y el neobarroco" (1972). Los dos primeros constituiran la segunda seccion de Escrito sabre un cuerpo (1969), "Horror al vacfo"; el ultimo se complementarfa con la publicacion, dos afios despues, de Barraco (1974). Guerrero vincula cada uno de esos ensayos con tres maneras de leer a Gongora: la estructuralista, la lezamiana y la neobarroca. "Todas - dira reflejan el mismo afan interpretativo, la misma busqueda de una exegesis innovadora que permita reinstalar al cordobes no solo en nuestro presente sino tambien en el espacio mas actual de la creacion literaria contemporanea" ("Gongora" 228). Ese sera uno de los meritos de Sarduy, como por su parte hicieron Alfonso Reyes y Jose Lezama Lima: no leer a Gongora, sin mas, como reliquia del pasado, sino traerlo basta la contemporaneidad y hacerlo interesante- imprescindible- en los tiempos presentes. Yendo mas lejos aun, y a contracorriente de aquellos teoricos que defenderan el caracter conservador del Barraco (Maravall, Berverley), Sarduy se apoya justamente en Gongora para reivindicar el talante subversivo de la practica contemporanea del Barraco - lo que llamara el "barroco de la Revolucion" -, al vislumbrar en el cordobes, como en el neobarroco, no un vacuo afan de oscuridad en busca de un anhelado elitismo, sino mas bien una barrera a la economfa burguesa, con la premisa de "malgastar, dilapidar, derrochar lenguaje unicamente en funcion de placer" (Barraco 1250). En el primero de los ensayos mencionados, Sarduy le concede a Gongora, en clave estructuralista, el merito de haber liberado el discurso poetico de todo lastre realista, al tomar como punto de partida, no la realidad, sino Ia realidad pasada por el tamiz del arte: "Pero si basta entonces la metafora deprava Ia 'naturaleza' dellenguaje, Gongora desculpabiliza la retorica a tal extrema que el primer grado del enunciado, lineal y 'sano,' desaparece en su poesfa. Parte de un territorio erosionado, rofdo a priori: el terreno de las

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metaforas tradicionalmente poeticas" (Escrito 1155). Es lo que llamani "la metafora al cuadrado." Ademas, Sarduy nos avanza ya en 1966 y mediante Gongora la que sera una de las claves de su concepcion del neobarroco, tal y como lo enuncia en el ensayo de 1972: la artificializacion. El paisaje no interesa por sf mismo, sino por cuanto se nos hace legible y pasa a formar parte de un proyecto cultural a partir de una serie de metaforas: "Debfamos preguntarnos si el barroco no es, esencialmente, mas que una inmensa hiperbole en Ia cual los ejes de la naturaleza [... ] han sido rotos, borrados. [... ] La realidad- el paisaje- no es mas que eso: cadena significativa y por lo tanto descifrable" (Escrito 1156). Lefdo a la Juz de los postulados lacanianos, Gongora y todos los significantes omitidos en su poesfa (es decir, lo no nombrado directamente, gracias a Ia metafora o ala elipsis) se convierten en centros ausentes en torno a los cuales el discurso gira: Los versos constituyen una serie de perifrasis: circulos que recorre Ia lectura y cuyo centro, aunque elfptico, esta siempre presente. El significado eliptico de Ia perifrasis gongorina funciona como ese "nudo pat6geno" de que habla Jacques Lacan: en Ia lectura longitudinal del discurso es ese tema regularmente repetido (repetido como ausencia estructurante, como lo que se elude), frente al cualla palabra falla. Y ese fallo sefiala el significado ausente. La cadena longitudinal de Ia perifrasis describe un arco: la lectura radial de esos fallos permite descifrar el centro ausente. (Escrito 1157)

El propio Sarduy sera el culpable de que Lacan se autodenomine "el Gongora del psicoanalisis," despues de que el cubano lo introdujera en su lectura (Gallo). De modo similar a como lo hiciera Damaso Alonso, Sarduy le confiere a Gongora una nueva legibilidad, al hacerlo no solo un autor indispensable para sus contemporaneos, sino tambien el hilo conductor que le permite vincular escuelas dispares en las que se reconoce: el barroco hispanico, el estructuralismo, el psicoanalisis lacaniano e incluso la estilfstica. Tambien sera uno de los pilares esenciales para recuperar a Lezama Lima y para sustentar sus ideas en torno al surgimiento de una teorfa del barroco hispanoamericano (Guerrero, "Gongora" 231). Esto ultimo acontece esencialmente en el segundo ensayo mencionado, que no esta dedicado directamente a Gongora, sino a Lezama Lima. Con el, al menos en teorfa, Sarduy iba a mediar en la polemica surgida entre Mario Vargas Llosa y Emir Rodriguez Monegal, al hilo de la homosexualidad en Paradiso. Pero Sarduy escamotea la polemica para, mas bien, reivindicar a Lezama, del que en sus inicios se habfa distanciado por su vinculacion al grupo Cicl6n. Lezama, como Roberto Gonzalez Echevarria ha analizado, no habfa mostrado una adhesion incondicional ante el poeta cordobes en su "Sierpe de

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Don Luis de Gongora," pues, percibe una "dolorosa incompletez" en su poesfa (482). Es, pues, posible que, "como poeta de inspiracion simbolista, orfica y cristiana, el habanera le pida a Gongora revelaciones trascendentes que el maestro, barroco y esceptico, no puede darle" (Guerrero, "Gongora" 233). Pero en lugar de buscar al Gongora de Lezama, Sarduy teje a un Lezama desde par
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