Córdoba del recuerdo [Español] (2012)

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Descripción

 

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CÓRDOBA DEL RECUERDO Por: Alfredo Gutiérrez Borrero [email protected] Columna revista proyectodiseño (PD) No. 79, agosto de 2012 Página 88 Versión impresa (página 3 de este PDF en adelante) Obras completas en: https://utadeo.academia.edu/AlfredoGuti%C3%A9rrez Córdoba, Argentina, es la más académica urbe latinoamericana. De allí su sobrenombre: “La Docta”. Razón mayúscula para tal distinción es la proporción de estudiantes, profesores y administrativos universitarios entre el total de sus pobladores: cerca de 200.000 alumnos de pregrado, postgrado y doctorado, más de 12.000 profesores y 4.000 empleados administrativos en millón y medio de habitantes. Tales números ampliados a otras ocupaciones de soporte (vivienda, alimentación, etc.), implican que la vida de la metrópoli orbita en torno a la labor educativa. Otro argumento cardinal es la antigüedad y tradición de la Universidad Nacional de Córdoba que concentra más del 70% de la actividad universitaria de la ciudad: fundada en 1613 por sacerdotes de la Compañía de Jesús es, tras la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, Perú (1551), la más antigua del continente, la primera que funcionó en la Argentina y la segunda en tamaño del país austral luego de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Su Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño (FAUD) cuenta con unos 10.000 estudiantes, de los cuales casi 2.500 cursan diseño industrial. Precisamente, organizado por la FAUD tuvo lugar allí, el Congreso Internacional de Diseño Industrial (CIDI), cuyos objetivos fueron generar miradas al diseño industrial desde diversas disciplinas proyectuales, facilitar encuentros para debatir el presente y el futuro profesional, fortalecer la formación académica, aumentar la inserción del diseño en las dinámicas sociales y planear la interacción entre múltiples actores en jornadas creativas basadas en constante intercambio de ideas. Gracias al respaldo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano viajé a, y permanecí en, dicha ciudad entre el 14 y el 19 de mayo de 2012; allí departí con profesionales, profesores, investigadores, historiadores y estudiantes, ante algunos de quienes presenté mi ponencia: el diseño del progreso mediante el progreso del diseño.1 Por ello, titulo esta columna del modo en que el literato cordobés Arturo Capdevila cantó a su patria chica. Recordar es retornar al corazón; muchas impresiones que me dejó el certamen: gratitud a los organizadores de la FAUD, entre otros, arquitectos Roberto Ferraris y Orlando Ferraro, diseñadores industriales Daniel Capeletti, Talía Benzaquén y Romina Tártara; a los estudiantes Cristian Davanzo, Roger Ferreira, Sofía Cuevas e Ignacio Savio. Y a algunas personas con que compartí más, como la gente de las delegaciones de la Facultad de Arquitectura Diseño y Arte, de la Universidad Nacional de Asunción del Paraguay (con su director, el arquitecto Víctor López Moreira, y los profesores: diseñador industrial Orlando Ottaviano, y diseñador gráfico Eduardo Barreto), en el caso de estos colegas paraguayos, me sorprendió la vigorosa vocación de investigación acción participativa en diseño industrial importada a ese país por el profesor arquitecto Roberto Cañete quien vivió veinte años en Colombia, donde laboró en el departamento del Chocó, y entró en contacto con Orlando Fals Borda y su pensamiento. El vínculo                                                                                                                         1

 

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más entrañable lo establecí con la delegación de la Escuela Universitaria Centro de Diseño, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República de Montenvideo, Uruguay, de la cual su asistente académica diseñadora industrial María José López, y sus profesores, historiador Julio Mazzilli y, en especial, el diseñador industrial Daniel Bergara me acogieron como a uno de los suyos (fui el único colombiano en el CIDI y las delegaciones paraguaya y uruguaya viajaron con grupos de profesores y estudiantes, cincuenta personas en el primer caso, y veinte en el segundo). Las ponencias centrales estuvieron a cargo de diferentes figuras. Mis favoritas, la del profesor italiano experto en innovación Carmelo Di Bartolo, el diseñador gráfico argentino Ronald Shakespear, y el joven talento, asimismo argentino, Francisco Gómez Paz, ganador en 2011 del Compasso de Oro, distinción entregada desde 1964 por la ADI (Asociación de Diseño Industrial) italiana, en un premio que cuenta históricamente entre sus receptores a diseñadores como el italiano Massimo Vignelli y el alemán Richard Sapper y entre sus jurados a intelectuales como Jean Baudrillard y Tomás Maldonado. Singularmente, Gómez Paz fue, además, compañero de curso de Master en Diseño en la Domus Academy de Milán de mi recordado ex alumno y crédito colombiano del diseño industrial, Rodrigo Torres. Ahora bien, una vez escuchados pioneros del diseño gaucho (Hugo Kogan y Ricardo Blanco); o luminarias de su presente (Oscar Chichoni y Diana Cabeza); o de asombrarme protocolariamente con la irreverencia del valenciano Javier Mariscal y su siempre revisitada historia de los colores o la agudeza experiemental del israelí Ron Arad y sus librerías ‘gusaniformes’, con mucho, lo fascinante de esa semana en Córdoba, pletórica de bellos monumentos, animados pasajes peatonales comerciales y culturales, donde la gente de la tercera edad va tarde al cine, es constatar el tesoro que para diseñar es nuestra lengua castellana, matizada por acentos comarcales que van desde Ushuaia hasta el norte de los Estados Unidos y cruzan el Atlántico hasta España. Tal cual me dijo Daniel Capeletti: “una refinada silla más, una sofisticada silla menos o cualquiera de esos suntuarios objetos chick a nuestras gentes apenas si les dicen que hacemos cosas exuberantes y costosas, habríamos de hablar con ellos y sus oficios y diseñarle al campo, al agro, a los oficios cotidianos”. Lo valioso del evento, pues, ocurrió, no en el escenario donde los oficiantes hablaron, sino en cada cruce de palabras entre los 2.000 asistentes que colmaron el espacio Quality. Tras protagonizar algunos diálogos tetranacionales al calor de vinos, cervezas y empanadas argentinas, entre gente que piensa y hace diseño, retorno a la poesía, y decir podría con la barcelonesa Clara Janés: hablar para entenderse; para poder diseñar proyectos conjuntos, para establecer aquello que podemos aportar a los demás y aquello que podemos recibir y en qué medida con qué fines concretos, hablar como instrumento de instrumentos, como cauce por el que fluye el diálogo y desde cuyas aguas emergen los elementos constitutivos de la cultura. [email protected]

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