Copistas y filólogos. Reseña

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Descripción

Javier Mangas Romo, Filología Clásica

RESEÑA L. D. Reynold & N. G. Wilson (1986), Copistas y Filólogos. Las vías de transmisión de las literaturas griega y latina, versión española de M. S. Mariana, Madrid, Gredos (orig. Inglés 1968), 403 pp. + XVI láminas. Nos encontramos ante un libro que puede resumirse en pocas palabras como una historia de la Filología Clásica. Se encarga de los hechos literarios —y filológicos— desde el punto de vista diacrónico. Esta obra, que en su propio relato se refiere a sí misma como un “manual”, puede servir para tener una idea aproximada sobre la evolución de los métodos de la filología como ciencia, el tratamiento de los textos, etc. Así, el subtitulo de la obra da pistas acerca de la intención del libro, pero es en el prefacio donde se apunta de manera más precisa cuál es la finalidad que se proponían los autores a la hora de su redacción. Expresan su intento de describir el proceso por el que se han conservado las literaturas antiguas, enumerando «los peligros a los que estuvieron expuestos los textos en la época del libro manuscrito» e, igualmente, haciendo ver cómo los que se encargaban de su estudio «estaban implicados en la preservación o transmisión de los textos clásicos». El libro consta de seis capítulos, divididos a su vez en epígrafes que van avanzando en el tiempo. A pesar de la brevedad con la que se presentan los títulos, los capítulos son extensos. Tiene la siguiente organización: 1. La Antigüedad. 2. El Oriente griego. 3. El Occidente latino. 4. El Renacimiento. 5. Algunos aspectos de los estudios filológicos después del Renacimiento. 6. Crítica textual. Como hemos dicho, cada capítulo se estructura cronológicamente en una serie de epígrafes que explican una etapa en el desarrollo de la literatura. Todos los capítulos cuentan con una extensión semejante y se caracterizan por su claridad expositiva y por la progresión de la historia según avanzan las distintas épocas. Ofrecemos una pormenorizada descripción de cada uno de ellos siguiendo sus apartados, deteniéndonos, si fuera necesario, en algunos debido a su especial interés. El capítulo 1 está dedicado a la antigüedad griega: cómo se llegó al libro antiguo, su configuración y, sobre todo, su divulgación; los avances del periodo helenístico en la Biblioteca y el Museo de Alejandría y otros centros culturales como Pérgamo, Rodas. El tratamiento del libro en Roma, en la república, durante el Imperio, en el siglo II donde hubo una vuelta a los autores de tiempos pasados, los compendios y comentarios en el siglo III que siguió la falta de literatura creativa del siglo anterior, los cambios en el siglo IV, con el cristianismo, con un gran interés en las notas copiadas manualmente, las llamadas subscripciones. El apartado que explica el paso del rollo al códice que tuvo lugar entre los siglos II y IV es especialmente relevante para la historia del libro.

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El capítulo 2, de alguna manera enlaza con el primero, retomando cuestiones de Roma y los estudios de literatura clásica bajo el yugo de la Iglesia. También entra en la época bizantina, donde empezamos a encontrar escolios a partir del siglo V, aunque la mayoría de los escolios marginales aparecen en el siglo IX, con los primeros hechos reales “filológicos”. En ese periodo, hubo un cambio de la escritura —a minúscula— con el consiguiente deshecho de los libros en uncial; gracias a esa actividad, somos capaces de leer actualmente la literatura griega. El siglo X supuso un retroceso, resulta más complicado identificar eruditos ilustres, pero en el siglo XI se retornan a los estudios como antes. El capítulo 3 se ocupa, en sus trece epígrafes, de la época oscura de la literatura clásica repudiada al comienzo del cristianismo, con la importancia que van adquiriendo las bibliotecas de los monasterios. Se centra en el ámbito carolingio y avanza hasta el siglo XIII, a comienzos del renacimiento, dando unos apuntes sobre la poca importancia que tuvo el griego durante la Edad Media. Pasa de largo de la escuela de traductores de Toledo, sobre la que solo hace una pequeña mención (pg. 159). El capítulo 4 versa sobre el Renacimiento, periódo que abarca desde el 1300 hasta mediados del siglo XVI. Hace un repaso del humanismo y los primeros humanistas, a partir de ahí el relato se convierte en una enumeración de los nombres más importantes del Renacimiento y su actividad. Concluye con la mención de los primeros textos impresos en griego y la personalidad de Erasmo de Rotterdam. El capítulo 5 constituye un resumen del periodo posterior, esto ya se aprecia en el propio título «Algunos aspectos…» que da cuenta de su condensación. Habla de la Contrarreforma y el Renacimiento tardío en Italia, atendiendo a la dificultad de los estudios filológicos por culpa de la iglesia, y el estudio de los textos en Francia y los Países Bajos en los siglos XVI y XVII. Poco a poco, va introduciendo al lector en la critica textual, mencionando a Richard Bentley (1662-1742) y sus aportaciones a esta actividad; se concluye con un apartado sobre el origen de la paleografía —fue en el s. XVII cuando se empiezan a estudiar los manuscritos en su soporte— con la importancia de los textos epigráficos. En el epílogo se justifican los motivos de que se abrevie tanto en cuanto al periodo contenido desde el fin del Renacimiento hasta los inicios de la filología “moderna” en el s. XIX, una etapa fructífera de producción filológica. El capítulo 6 está constituido como un pequeño compendio de crítica textual. Hace un repaso de esta desde su comienzo y su desarrollo hasta la concepción stemmática de los textos de Paul Maas. El resto de apartados se centran en los propios manuscritos, su valor, la tradición textual y sus errores —aparece una descripción tipológica de las corrupciones en los textos más frecuentes— y la transmisión menos estable, como la verbal. En la conclusión, los autores dan su opinión sobre el empleo de métodos informáticos. Al final, en un cuerpo menor, se nos presentan una serie de notas cuya finalidad es ampliar la información contenida en cada uno de los epígrafes. A continuación, aparecen dieciséis láminas, textos en lengua griega y latina, con sus notas descriptivas. A modo de cierre, encontramos un índice de manuscritos, papiros, de nombres y materias. El presente volumen en la edición española de 1986 es una versión modificada y actualizada de las ediciones anteriores. Ya antes del prefacio, en cuerpo menor, en la página legal, se hace hincapié en que la versión española ha sido objeto de mejoras. En el propio prefacio se explica que desde la primera edición inglesa de este libro en 1968, los autores han ido ampliando los contenidos a raíz de la segunda edición en 1974 y por la edición 2

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francesa de 1984. Con todo, a nuestro parecer, en ocasiones el libro se plantea de una forma demasiado subjetiva por parte de los autores. La obra se trata, a grandes rasgos, de una descripción del nacimiento de la consideración crítica de los textos, como hemos ido viendo. Creemos, en el supuesto de que se diera una nueva edición, que sería necesario un capítulo más sobre cuestiones orientadas a los actuales panoramas universitarios y los nuevos soportes de los textos.

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