COOPERATIVAS DE RECUPERADORES DE RESIDUOS DEL ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES. 1999-2004

May 24, 2017 | Autor: Verónica Paiva | Categoría: Residuos solidos, Cooperativas, Cooperativismo, Argentina Cartoneros Cooperatives
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Descripción

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008

COOPERATIVAS DE RECUPERADORES DE RESIDUOS DEL ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES. 1999-2004 Tal como dije, el otro actor social que surge en el escenario de fines de los años 90, son las cooperativas de recuperadores de residuos. Las causas que motivaron su emergencia son las mismas que influyeron en la expansión del cirujeo no organizado: los altos índices de desocupación que vivió la población del Área Metropolitana de Buenos Aires, las falencias de la gestión pública de los residuos que habilitó la recuperación no formal de desechos, y el cambio en la paridad cambiaria sucedido a principios de 2002, ya que las empresas comenzaron a adquirir mayor volumen de material procedente del posconsumo domiciliario y comercial, al encarecerse los insumos importados. El análisis de estas cooperativas resulta importante por varios motivos. Tanto para examinar su rol en el manejo de los residuos sólidos urbanos, como porque casi no existían antecedentes de este tipo de organizaciones en la historia del cooperativismo argentino 1 Hasta el momento, las investigaciones generadas en torno a las cooperativas de recuperadores formadas hacia fines de los noventa son muy escasas y sólo existen los estudios de Gabriel Fajn, 2 que analiza algunas estrategias organizacionales de dichas entidades como una opción ante el trabajo informal, el de Héctor Angélico y Mariana Gutiérrez3, que abordan las experiencias de las cooperativas Nuevos Rumbos de Lomas de Zamora y El Álamo de Zárate desde la óptica de la economía solidaria, otro de Cristina Reynals 4, que examina las modalidades operativas de las cooperativas El Ceibo del barrio de Palermo y de Nuevos Rumbos de Lomas de Zamora, y otro de Natalia Bermúdez titulado “Somos carreros, no cartoneros” 5, donde estudia la Cooperativa de Carreros Organizados, ubicada en la Villa “Sangre y Sol” de la ciudad de Córdoba. Como se ve, no sólo son muy pocas las investigaciones producidas, sino que la mayoría se ha abocado a dos casos particulares: El Ceibo y Nuevos Rumbos, sin analizar las particularidades de las más de 14 entidades que se formaron en el Área Metropolitana de Buenos Aires desde fines de 1999. 1

En relación con este tema, sólo existen referencias sobre la existencia de una cooperativa de recicladores formada por los habitantes del Albergue Warnes durante los 80 (refererida por Nélida Giráldez en el texto citado con anterioridad), y sobre otras cooperativas creadas en provincias argentinas, como la cooperativa San José Obrero formada en la ciudad de Rosario (Santa Fe) a fines de 1989, citada por Bonaparte, Héctor, Frente al neoliberalismo: ¿Cooperativas posmodernas?/2, Buenos Aires, CEAL, Biblioteca Política Argentina N ° 445, 1994. 2 Fajn, Gabriel, “Exclusión Social y Autogestión. Cooperativas de Recicladores de Residuos” en Revista Idelcoop, N ° 139, 2002. 3 Angélico, Héctor, Gutiérrez, Mariana, “Del Trabajo Informal a la Asociatividad. Cooperativas de Cartoneros” en VI Jornadas de Sociología de la UBA, 20 al 23 de octubre de 2004. Mesa: “Nuevas Experiencias Económicas y Sociales. La Economía Social y Solidaria”. 4 Reynals, Cristina, ob.cit., 2002. 5 Bermúdez, Natalia, “Somos carreros, no cartoneros. Una etnografía sobre las prácticas políticas de los carreros de Villa Sangre y Sol” en VI Reunión de Antropología del MERCOSUR. Identidad, Fragmentación y Diversidad, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 16 al 18 de noviembre de 2005.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Por eso, si bien no es posible establecer un estado de la cuestión exhaustivo en torno del caso de las cooperativas de recuperadores, sí resulta factible recorrer la bibliografía referida a los problemas del cooperativismo durante los años 90. Sin embargo, antes de referirme a ello, realizaré un breve comentario sobre la ley que rige a las entidades cooperativas en la Argentina y, también, acerca del significado de las bases doctrinarias que fundamentan el cooperativismo, ya que resulta necesario para entender algunos aspectos legales que rodean al cooperativismo.

¿Qué es una cooperativa? Marco legal del cooperativismo en la Argentina Una cooperativa es “una asociación de adhesión libre y voluntaria, entre personas que, teniendo necesidades comunes –económicas, educativas, asistenciales y culturales– se unen para satisfacerlas a través de la ayuda mutua y el esfuerzo propio. Presta servicios a sus asociados y a la comunidad, y es gobernada democráticamente. Como entidad de bien público, debe coordinar la defensa de los asociados con la promoción del desarrollo económico, social y cultural en su área de actuación” 6. Los principios que rigen la organización cooperativa a nivel internacional son fijados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), que agrupa a todas las cooperativas y cooperativistas del mundo. Es el organismo más antiguo reconocido por las Naciones Unidas, cuyos principales objetivos son la representación, la defensa, la promoción, la información, la educación y el estímulo de la organización cooperativa a nivel internacional. En 1995, la ACI estableció los fundamentos centrales de la organización cooperativa para el siglo XXI. Estos son: 









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Asociación voluntaria y abierta. Es decir, accesible a todas las personas capaces de utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar la responsabilidad de asociarse, sin discriminación racial, política, social o de género. Control democrático de los socios. Lo que implica que deben ser autogestionadas por sus socios, quienes participan de la fijación de las políticas y de la toma de decisiones. Dicha administración democrática se plasma en el lema “un socio, un voto”. Participación económica de los socios Esto es, que todos los socios contribuyen en la formación del capital, y, de la misma forma, todos participan de los excedentes obtenidos, de manera proporcional a las acciones realizadas Autonomía e independencia. Las cooperativas son organismos de ayuda mutua, gestionadas por sus socios. Pueden establecer convenios con otras organizaciones, pero siempre con el acuerdo de la totalidad de los miembros. Educación, capacitación e información. Las cooperativas brindan educación y capacitación a sus socios, representantes elegidos,

Idelcoop, Qué, Quién, Cómo, Cuando en el Cooperativismo?, Buenos Aires, IDELCOOP, 1998, p. 43.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 

administradores y empleados, para promover el desarrollo personal y el de la cooperativa. Cooperación entre cooperativas. Alude a la integración de las distintas cooperativas entre sí, sea con carácter local, regional o internacional, para potenciar las actividades de cada entidad.

En nuestro país, la organización cooperativa está regida por la ley 20.337, sancionada en 1973 7, cuyos objetivos y formas de funcionamiento están sostenidos en los principios establecidos por la ACI. Respecto de la forma de gobierno, la ley establece la existencia del Consejo de Administración, que es el órgano que tiene a su cargo la dirección de la cooperativa, y la Asamblea, que es la reunión de todos los socios para elegir a los miembros del consejo, fiscalizar las memorias y balances, y, resolver sobre los asuntos centrales de la organización. Esencialmente, los principios básicos que señala la ley y que marcan la especificidad de la organización cooperativa, son los enunciados anteriormente, es decir, la libertad de afiliación, la toma conjunta de decisiones y la distribución equitativa y proporcional de los excedentes. Finalizada esta breve referencia a los aspectos legales y a los principios del cooperativismo, a continuación me detengo en las investigaciones sobre el tema que se realizaron durante los años 90.

El cooperativismo en la década de 1990. Breve estado de la cuestión Como dije, la bibliografía generada en torno del caso de las cooperativas de recuperadores es escasa, por lo cual en este punto me detengo en los textos que han tratado la problemática del cooperativismo en los años 90, aunque no se refieran específicamente a las organizaciones orientadas a la recuperación de desechos. Respecto de este tema, es posible afirmar que existen dos grandes áreas en las que se han centrado los investigadores y los militantes del cooperativismo. Por un lado, aquellos que se han focalizado en el problema de cómo gestionar una cooperativa eficiente sin dejar de lado los principios de democracia interna y participación. Y, por otro, aquellos que al calor del interés despertado por el fenómeno de recuperación de fábricas de fines de los 90, reflexionan sobre los nuevos modos de gestión implementados por dichas empresas, el cambio en la subjetividad de los obreros, y los beneficios o perjuicios ocasionados por las dos formas adoptadas para organizar jurídicamente las fábricas, es decir, la cooperativización o la estatización bajo control obrero 8. Dentro del grupo de investigaciones centradas en la gestión cooperativa eficiente, se inscriben los trabajos de Rezzónico 9 y el de Herrera y Pimienta, que

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Ley 20.337, publicada en el Boletín Oficial el 15/5/1973. La mayoría de las fábricas y empresas recuperadas optaron por organizar cooperativas. Pero, en dos casos particulares, Zanón y Brukman, solicitaron la estatización bajo control obrero. Esto significa la estatización de las fábricas, es decir, que sea el Estado el que garantice los sueldos y la adquisición de la producción (Magnani, Esteban, El cambio silencioso. Empresas y fábricas recuperadas por los trabajadores en la Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2003). 9 Rezzónico, Alberto, “Perspectiva de la economía social en un contexto de globalización económica” en Revista del Idelcoop, Buenos Aires, Instituto de la Cooperación, N ° 128, 2000. 8

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 abordan las problemáticas de la Nueva Empresa Cooperativa10, como así también, el de Héctor Bonaparte, focalizado en la participación. 11 El punto central de los análisis de Rezzónico y de Herrera y Pimienta es cómo administrar una “empresa cooperativa”, es decir, una organización que pueda participar del mercado tal como lo hacen las empresas comerciales, pero sin perder los principios de solidaridad recíproca y distribución equitativa, que son los rasgos que distinguen al cooperativismo. Rezzónico se detiene en dos aspectos que dificultan el desarrollo exitoso de la administración cooperativa. Por un lado, la falta de capitales suficientes, y, por otro, la forma de gerenciamiento, cuya esencia es la toma conjunta de las decisiones. Respecto de la falta de capitales, se trata de un rasgo generalizado que no sólo se relaciona con el perfil socieconómico de las personas que integran las cooperativas, en general, carentes de recursos, sino con la modalidad de gestión de este tipo de organizaciones, orientadas a generar productos o servicios, pero no ganancias. De este modo, la cooperativa no es una entidad codiciada por aportantes de mayor envergadura, porque la dotación de capital no brinda más derechos. Concretamente, no otorga mayores facultades para dirigir la empresa y tampoco mayor rédito para usufructo individual, porque no existe la noción de ganancia. De este modo, uno de los obstáculos de las cooperativas radica en su dificultad para la captación de capitales. Junto a ello, otro de los problemas es el modo de dirección de estas entidades, las que, como se sabe, se manejan a partir de las decisiones conjuntas y participativas de todos sus asociados. Se trata de un mecanismo de autogestión que resulta difícil de sostener ante un escenario económico competitivo y cambiante, y que, en ocasiones, requiere decisiones rápidas para resolver problemas urgentes que no pueden esperar el voto individual de cada miembro. Sin embargo, para Rezzónico, estos obstáculos no deberían frustrar el intento cooperativo, sino generar caminos posibles para hacerlas viables sin dar por tierra con sus principios solidarios fundamentales. Para ello, es posible utilizar todas las herramientas que permite la Ley de Cooperativas, como fomentar la integración y la asociación entre entidades complementarias, propulsar la interrelación con empresas comerciales, o incluso, modificar la ley vigente para permitir la asociación de inversores no usuarios que adquieran los productos generados por las organizaciones. Por su parte, Herrera y Pimienta abordan el mismo tema, pero incluyendo la necesidad de asesoramiento técnico, la capacitación en aspectos contables y administrativos, de promoción y marketing, estrategias de gestión, y conocimientos de las variables macroeconómicas que influyen desde el mercado. Si bien para estos autores la conjunción del lema “control democrático de los socios” con el de “eficiencia y rapidez en la toma de decisiones” ocasiona dificultades operativas, ninguno de ellos renuncia al principio de democracia interna en pos de la eficiencia, ya que son militantes del cooperativismo y valoran seriamente este rasgo particular de la cooperativización. Desde otra perspectiva, pero siempre navegando alrededor del mismo eje 10

Herrera, Juan, Pimienta, Norma, La nueva empresa cooperativa, Buenos Aires, Macchi, 1997. 11 Bonaparte, Héctor, Frente al neoliberalismo: ¿Cooperativas posmodernas?, 1 y 2, Buenos Aires, CEAL, Biblioteca Política Argentina N ° 445 y 446.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 problemático, Bonaparte sostiene que, hasta el momento, el tema de la participación dentro de las cooperativas no ha sido objeto de investigación, y si bien se trata de un lema sobre el que se predica y se clama constantemente, ningún autor lo ha considerado como objeto de reflexión sistemática. Siguiendo a Bonaparte, existen dos tendencias dentro del cooperativismo: aquellos que sostienen el lema de la participación, pero lo minimizan frente a otros temas que consideran más importantes, como el crecimiento de la cooperativa como empresa o su funcionamiento eficaz, y otro grupo que, en cambio, la considera una alternativa de organización socioeconómica propuesta para toda la sociedad, es decir, como un movimiento social 12, cuya meta es el alineamiento de las cooperativas entre sí y con otros grupos sociales, para potenciar la propuesta cooperativa hacia toda la sociedad, y, desde allí, pasar al plano político para competir por un espacio dentro del terreno público 13. Para Bonaparte, esta división no es azarosa, sino coherente con una composición dual intrínseca al cooperativismo, ya que toda empresa social es una mezcla de utopía y pragmatismo que genera tensiones. Es justamente esta tensión la que lleva a este autor a concentrarse en la participación como objeto de investigación. Para ello, realizó un trabajo basado en técnicas cualitativas, que desarrolló durante cuatro años. Entre los problemas más importantes que encontró, están la participación escasa de los asociados, la falta de estímulo para hacerlo, la dificultad para generar caminos de participación cuando se trata de entidades grandes y complejas en su funcionamiento, y el propio temor de los gerentes, porque no saben manejar adecuadamente el asunto o porque entienden que es más rápido y eficaz tomar decisiones sin estimular la participación masiva. Hacia el final de su investigación, Bonaparte no propone respuestas contundentes respecto de cómo operar sobre el problema, y cierra su estudio con una serie de reflexiones y una toma de posición –más o menos develada– acerca del rol del cooperativismo frente al dilema “eficiencia versus participación”. En este sentido, el autor expresa que uno de los legados del neoliberalismo fue la expansión masiva de un ideario cultural orientado a aceptar las ventajas del ajuste estructural en la economía, e instalar la creencia de que la única salida para sobrevivir dentro de las nuevas reglas del juego es adoptar estrategias “individuales” y “personales”, como la capacitación permanente, la elaboración de tácticas orientadas a mejorar la imagen personal durante las entrevistas de admisión laboral y realizar currículos vitae adecuados a los requerimientos empresarios. Este ideario repercutió en el conjunto de la sociedad y también dentro del movimiento cooperativo. A partir de ello, buena parte de la militancia intentó adecuar las formas de funcionamiento de las organizaciones a las reglas del juego que impone dicho marco económico, ponderando la eficacia y la incorporación tecnológica, y reconvirtiendo el viejo postulado de la no persecución de lucro en una concepción de “lucro sano”, es decir, orientado a proporcionar beneficios económicos a sus asociados 12

Los movimientos sociales son formas particulares de conducta colectiva, en donde diversos actores definen sus identidades y solidaridades no sólo en relación con el sistema productivo, sino en función de características étnicas, de género, de edad, religiosas, centradas en el hábitat, etc., intentando una transformación del sistema social y cultural general. Desde aquí exhiben un potencial transformador que no sólo es político, sino también sociocultural. Véase Vila, Pablo, “Movimientos Sociales” en Di Tella, Torcuato y otros (comp.), Diccionario de Ciencias Políticas y Sociales, Buenos Aires, Punto Sur , 1989, pp. 415-418. 13 Bonaparte, ob. cit., Vol I, CEAL N ° 445, p. 51.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 para mejorar sus condiciones de vida, aun a expensas del postulado de la participación. Si bien no lo expresan literalmente, un sector del movimiento cooperativo estaría a un paso de sugerir que corresponde poner en marcha cualquier tipo de acciones con tal de sobrevivir. Sin embargo, y siempre siguiendo a Bonaparte, si se imponen dichas concepciones, no sólo se estarían echando por tierra más de cien años de historia cooperativa anclada en los principios de igualdad y reciprocidad, sino que se fomentaría la creación de otro tipo de entidad que, aunque se oriente a apoyar a los sectores necesitados, ya no sería una cooperativa. Es decir, se desdibujarían los rasgos esenciales que definen el cooperativismo 14. Desde este lugar, el movimiento tiene un dilema: adecuar la organización a las reglas del neoliberalismo a costa de disolver la esencia del cooperativismo o, por el contrario, seguir apostando a los valores de reciprocidad y participación democrática, que son el sustrato de la organización cooperativa, para demostrar que se puede crecer según otros modelos de trabajo y gestión operativa, distintos y divergentes de los propuestos por el neoliberalismo. Dejando atrás los trabajos ligados a los problemas del cooperativismo, cabe reseñar aquellos que se ocuparon del fenómeno de recuperación de fábricas 15, surgido a mediados de la década de los 80 y que continuó durante la siguiente 16. En esa línea de análisis se inscriben las investigaciones de Esteban Magnani, Gabriel Fajn 17 y Josefina Martínez 18. El texto de Magnani se concentra en tres aspectos de la cuestión: la faceta social, la legal y la económica. En cuanto a la faz social, Magnani rescata los cambios producidos en las nuevas formas de organizar el trabajo, es decir, concretamente, en aquello que Marx denominó “relaciones técnicas de producción” 19. Así señala la 14

Bonaparte, Héctor, ob. cit., Vol 2, N ° 446. Siguiendo el texto de Esteban Magnani, una de las mayores dificultades que tienen los investigadores centrados en esta temática es definir claramente qué es una fábrica o empresa recuperada, dada la gran cantidad de particularidades que presenta este universo. A pesar de estas fronteras borrosas, Magnani considera que pueden ser caracterizadas por estos atributos comunes: en todas existe un control de hecho de los obreros sobre la fábrica y sobre las decisiones que se toman en torno a su gerenciamiento; este control surgió a partir de conflictos laborales que desembocaron en la deserción empresarial parcial (vaciamiento, despidos, etc) o lock out (abandono directo); en todos los casos, el conflicto inicial que llevó a la recuperación de fábricas produjo luchas contra la patronal, los sindicatos, el Estado, por separado o contra más de uno de estos actores a la vez (Magnani, Esteban, ob. cit., pp. 42-43). 16 Así como no es fácil la definición, también existen datos difusos para señalar con precisión cuándo comienza el fenómeno de la recuperación de fábricas. Magnani da los siguientes: existen algunos hechos aislados durante la década de 1980, como el caso de la Cooperativa General Mosconi o la Cooperativa Adabor, de garrafas y silos, formada en 1988, que permitirían situar el momento inicial en dicha década, y otro grupo de casos que se dieron durante los 90, que comenzaría con la recuperación del Frigorífico Yaguané en 1996 y la cooperativa metalúrgica IMPA en 1998, que también permitirían situar la emergencia del fenómeno en esa década (Magnani, Esteban, ob. cit., p. 45). 17 Fajn, Gabriel, “Fábricas recuperadas: la organización en cuestión” en Factory Takeovers in Argentina, On line Publications 2005, Internacional Institute of Social History, Amsterdam, 2005 (http: www.iisg.Nl/labouragain). 18 Martínez, Josefina, “Fábricas ocupadas y gestión obrera directa. Apuntes para una reflexión histórica y teórica” en Lucha de Clases, segunda época, N ° 1, Noviembre 2002. 19 Siguiendo a Marx a través de los escritos de Marta Harnecker, se entiende por “relaciones técnicas de producción” a las formas de control o dominio que los agentes de la producción ejercen sobre los medios de trabajo en particular y el proceso de trabajo en general: división 15

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 modificación positiva que significó la transformación de las modalidades verticales con que se realizaba la tarea diaria dentro de las fábricas (jerárquica y sin decisión de los obreros), hacia las nuevas formas de gestión horizontal, en donde tanto el proceso de trabajo como la toma de decisiones se practican sin verticalismos y sin jerarquías. Junto a este elemento, el rescate de los saberes adquiridos por los obreros en su larga experiencia en el oficio es otro de los aspectos que destaca positivamente en la dignificación de la identidad de los obreros. El segundo punto que aborda Magnani es el legal, reseñando, por un lado, las herramientas normativas usadas para formalizar el traspaso de fábricas a manos obreras y, por otro, el doble discurso relativo a quiénes son los poseedores genuinos de derechos frente a la ocupación de fábricas: los dueños, que reclaman el derecho a la propiedad privada luego de haber violentado normas laborales fundamentales (vacaciones, cobertura social, etc.), o los trabajadores, que se vieron privados del derecho a trabajar, en forma repentina y violenta. El autor señala las distintas posiciones tomadas por los jueces ante el fenómeno y los vacíos legales que existen en el cuerpo legislativo actual, que carece de normas adecuadas para contener el problema. Por último, analiza el aspecto económico de la gestión de las fábricas, y concluye que, a pesar de la alta variedad que existe, todas lograron mejorar los ingresos de los trabajadores en mayor o menor medida. Entre las causas que permitieron alcanzar dichos logros, se cuentan la inexistencia de ganancia que caracteriza la gestión empresaria según la modalidad capitalista; la integración entre las distintas cooperativas para prestarse productos interdependientes, y el compromiso de los obreros con el éxito del emprendimiento, lo que provocó importantes mejoras en el nivel de productividad. Por su parte, y siempre en torno del caso de las fábricas recuperadas, Gabriel Fajn se pregunta qué factores convergieron para que, de las 5.000 empresas que quebraron durante los 90, sólo 180 pusieran en marcha procesos de recuperación. ¿Existieron experiencias políticas o sindicales que las encaminaran hacia la autogestión obrera?; ¿con qué recursos organizacionales contaban y qué otros pusieron en juego luego del proceso de recuperación? Respecto de estos temas, Fajn encuentra que, si bien en algunas situaciones existían apoyos sindicales importantes (UOM de Quilmes, Empleados de Comercio en Rosario) o experiencias militantes de larga data entre los obreros de las fábricas (como en el caso de Zanón, en la provincia de Neuquén), la mayoría de las empresas recuperadas exhibía poca historia de conflictos entre obreros y patrones. Según Fajn, fueron otros los factores que facilitaron el viraje hacia la autogestión. Entre ellos, el tratarse de pequeñas y medianas empresas que contaban con un modelo de interacción “cara a cara”, instalado desde hacía muchos años, lo cual no sólo cohesionó el grupo en el momento más conflictivo de la recuperación, técnica del trabajo, tipo de cooperación, características del instrumento de trabajo y capacidad de decisión sobre los modos de organización del proceso de trabajo. Las relaciones técnicas de producción se dan a nivel del proceso de trabajo dentro de una fábrica y son la base de las relaciones sociales de producción establecidas entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos, y que varían desde la relación explotador–explotado hasta las de colaboración recíproca, que en clave marxista implicaría el cambio total del modelo capitalista hacia las formas de propiedad social de los medios de trabajo y de la producción que se lograrían con el nuevo modo de producción comunista. (Harnecker, Marta, Los conceptos elementales del materialismo histórico, México, Siglo XXI, 1983, p. 43).

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 sino que habilitó la puesta en marcha de procesos horizontales de gestión, encarnados en los modos de organizar el trabajo y de tomar las decisiones. Por otro lado, la mayoría de ellas no contenía altos grados de complejidad y diversidad en los procesos productivos, ni elevados niveles de estratificación jerárquica interna, lo que, unido a la proximidad de las distintas áreas, también facilitó la gestión horizontal. Para cerrar, Fajn rescata que el fenómeno de recuperación de fábricas constituye un hecho importante desde la perspectiva de los recursos organizacionales puestos en marcha en los procesos de trabajo. Por el momento, dichas fábricas han dado pasos interesantes en lo referido a las prácticas asamblearias, la ampliación de los marcos participativos y el despliegue de los saberes colectivos durante el desarrollo de la gestión. Con el transcurso de los años se podrá evaluar si pueden consolidar con mayor precisión los procesos de recomposición productiva. Por último, cabe citar el trabajo de Josefina Martínez, quien rebate los argumentos de algunos académicos y periodistas que, frente a las dos opciones elegidas por los trabajadores para organizar las empresas recuperadas -la cooperativización o la estatización bajo control obrero– han enmarcado, a la primera, como un símbolo de autonomía, y, a la segunda, como un ejemplo de dependencia respecto del Estado. En discrepancia con la posición anterior, para Martínez, el dilema real no pasa por la dicotomía “autonomía o estatización”, sino por el objetivo final que persigue cada una de las propuestas sugeridas por el movimiento de fábricas recuperadas. Concretamente, mientras unos proponen el proyecto de la cooperativa como fin, otros apuestan a un plan de estatización bajo control obrero, pero con autonomía respecto del Estado. En este sentido, las corrientes que postulan la cooperativización como paradigma de la autonomía, no hacen más que reforzar una imposibilidad que está presente desde los primeros intentos cooperativos, es decir, la incapacidad de dichas organizaciones para competir en igualdad de condiciones con el resto de las empresas que actúan en el mercado y sobrevivir dentro del modo de producción capitalista. Por el contrario, la estatización de las empresas bajo control obrero no significa dependencia del Estado, sino justamente la demanda de que se haga cargo de la socialización del trabajo en las fábricas, mediante la compra y la comercialización de sus productos, y el pago de los salarios obreros. Así vista, la estatización no implica mayor dependencia, sino que se convierte en el camino real por el cual esta autonomía puede habilitarse, ya que la mera cooperativización desligada de una lucha política orientada a modificar la estructura general del Estado -tradicionalmente dirigida a preservar los intereses capitalistas y no los derechos obreros- no hace más que reforzar dichas relaciones de producción que, al contrario de lo que se enuncia, son las que abortan la posibilidad de crecimiento de las cooperativas. De este modo, la autora pone de manifiesto que sólo el cambio de modelo puede mejorar la situación real de los trabajadores, por la vía de la estatización de la empresas. De acuerdo con lo dicho hasta aquí, queda claro que la gestión eficiente, la posibilidad de supervivencia de las cooperativas en el contexto capitalista, los problemas operativos que ocasiona el lema “un socio, un voto” en la administración

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 diaria de las organizaciones, son parte de los temas que han ocupado a investigadores y militantes del cooperativismo hacia fines de los 90. En los puntos siguientes, analizaré el caso de las cooperativas de recuperadores, examinando si estos aspectos se repiten en la historia y el desarrollo de estas organizaciones, pero centrándome también en sus especificidades y en las relaciones sostenidas con los municipios locales, ya que uno de los puntos a indagar versa sobre la posibilidad de integrar la labor cooperativa dentro de los sistemas locales de gestión de los residuos sólidos urbanos.

Las cooperativas de recuperadores de residuos Dada la escasez de estudios previos referidos a las cooperativas de recuperadores formadas en los 90, la investigación sobre la que se edifica este libro se realizó esencialmente a través de entrevistas en profundidad y observaciones en las sedes de las cooperativas. Las entrevistas fueron tomadas de acuerdo con un guión que orientaba el sentido del encuentro, pero lo suficientemente abierto como para que aparecieran asuntos no previstos pero importantes a los fines de la investigación 20. Debido a los vertiginosos cambios internos que se producen dentro de estas organizaciones, fue necesario tomar varias entrevistas. Por tal motivo, realicé la primera serie entre los años 2002 y 2004, y la segunda y la tercera, entre los años 2005 y 2007. Los temas del guión se dirigían a conocer las causas que dieron origen a cada entidad, la historia de su conformación y su desarrollo, su composición interna, sus modalidades operativas respecto de la recolección y el tratamiento de los residuos, sus objetivos, sus logros y dificultades, y sus enlaces con otras instituciones, en especial, la relación con los municipios locales.

Las causas que motivaron su surgimiento Las cooperativas de recuperadores se autodefinen como organizaciones cuyo objetivo es recolectar, acopiar y vender residuos recuperables (cartón, vidrio, papel, plásticos, etc.), con la intención de eliminar a los intermediarios que actúan en el mercado (depósitos de compraventa de residuos) e interactuar directamente con las empresas finales compradoras de material de posdesecho. Siguiendo lo que marca la ley, lo que distingue su forma organizativa y operativa es, por un lado, que el lucro obtenido se debe repartir proporcionalmente entre todos los miembros de la organización; y, por otro, que deben ponerse en marcha proyectos paralelos destinados tanto al bienestar de la comunidad, como a los socios de la entidad. Hacia diciembre de 2004 existían alrededor de 14 cooperativas de recuperadores en toda el Área Metropolitana de Buenos Aires, muchas de las cuales están o estuvieron asociadas al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. El surgimiento de la actual red de cooperativas de recuperadores debe 20

Varios autores se refieren a la elaboración y el objetivo del “guión de entrevista” en los métodos cualitativos. Entre ellos Taylor, S. J., Bodgan, R, Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Buenos Aires, Paidós, 1987, cap. 4, pp.100 - 149; Schwartz, Howard y Jacobs, Jerry, “La observación participativa y la entrevista” en Sociología Cualitativa. Método para la reconstruccion de la Realidad, México, Trillas, 1984, cap. 3, pp. 62-72.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 buscarse en la iniciativa de algunas agrupaciones de carreros 21 que, hacia mediados de 1990, comenzaron a trabajar alrededor de modalidades asociativas que les permitieran mejorar la calidad de su labor y dignificar la actividad del recolector informal, sea bajo la sindicalización de la actividad o por vía de la cooperativización. Las primeras se formalizaron entre 1999 y 2000, y fueron las entidades El Ceibo (Palermo), Reconquista (Tres de Febrero), El Orejano (San Martín) y RENASER -Recuperar Naturalmente y Servir– (La Matanza). Posteriormente, se fueron consolidando otras instituciones, como Nuevos Rumbos (Lomas de Zamora), Alicia Moreau de Justo (Llavallol), Reciclado Sur (Lanús), Villa Malaver (Moreno), Caminito (La Boca), Orgullo Cartonero (Avellaneda), CARPAMET (Villa 31), Cooperativa del Oeste (Liniers), Sur (Quilmes), entre otras tantas, pertenecientes tanto a la Capital como al Conurbano. Actualmente, las cooperativas de recuperadores presentan un perfil de composición heterogéneo, ya que algunas agrupan a ex carreros o ex cirujas que se organizaron para mejorar la calidad de la actividad, y otras se formaron por sectores de clase media empobrecida –los habitualmente conocidos como “nuevos pobres”-22 que encontraron en el cooperativismo un proyecto desde el cual paliar la desocupación. Como se verá en algunos ejemplos que doy a continuación, son personas que no tenían ningún conocimiento previo sobre los residuos, y que tuvieron acceso al tema a través de las asambleas populares o de los clubes de trueques a los cuales asistían. A continuación, detallo la historia y el desarrollo de algunas de las cooperativas formadas hacia fines de 1990.

Reseña de casos Cooperativa Nuevo Rumbo23 Los inicios de esta cooperativa se remontan a 1992, cuando 12 carreros de Lomas de Zamora, que se conocían por frecuentar los mismos depósitos y lidiar con la alteración de peso y precio, que es común en los depósitos informales asentados en el Conurbano, decidieron buscar formas alternativas para acopiar conjuntamente. En cuanto a la composición del grupo original, excepto el caso del representante de la 21

Se llama “carrero” al recolector que realiza la tarea con su carro tirado por un caballo. Su presencia es más frecuente en los partidos del Área Metropolitana y no tanto en la ciudad de Buenos Aires. 22 Los nuevos pobres fueron definidos por Alberto Minujín como un grupo surgido de la ex clase media que sufrió un proceso paulatino de empobrecimiento. Si bien siguieron teniendo acceso a algunos de los elementos que definen la satisfacción de necesidades básicas: vivienda, accesibilidad a infraestructuras y servicios básicos urbanos, transporte y educación, en ocasiones no alcanzan a cubrir el nivel de consumo mínimo de alimentos que señala el límite de la línea de indigencia. Los pobres estructurales, por el contrario, son definidos por este autor y por el INDEC como aquellos sectores que si bien superan el consumo mínimo de calorías no tienen acceso a la satisfacción de necesidades básicas tales como agua potable, equipamiento e infraestructura urbano-sanitaria. Habitualmente viven en villas de emergencia o casas tomadas y poseen un nivel educativo más bajo que la clase media pauperizada (Minujin, Alberto, “Estrujados. La clase media en América Latina” en Villanueva, Ernesto (comp.), Empleo y Globalización. La nueva cuestión social en Argentina. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. 23

Las entrevistas a la Cooperativa Nuevo Rumbo fueron tomadas en su sede de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, en los años 2002, 2004 y 2005

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 cooperativa, que provenía de otra actividad y se dedicó a la recolección por desempleo, el resto eran “cirujas tradicionales”, es decir, aquellos que heredaron el oficio de sus padres y lo continuaron como labor principal durante toda su vida. Desde entonces y hasta la actualidad, los carreros de la cooperativa limitan su actividad a la zona de Lomas de Zamora, sin pasar a la ciudad de Buenos Aires. Siempre con la idea de comenzar a acumular conjuntamente, en 1994 formaron el grupo Las Casorinas, con el que empezaron a acopiar en un terreno baldío, en donde armaron un galpón. Poco tiempo después, la Municipalidad los erradicó del lugar y comenzaron a acumular en sus propias casas, pero vendiendo en forma conjunta. De esta manera lograron negociar mejor en los depósitos de compraventa, pero no en forma suficiente, ya que la mejora real de ingresos sólo se consigue cuando se alcanza a vender en toneladas y no en kilogramos. Hacia 1999, volvieron a agruparse como Grupo San José, a instancias de un funcionario municipal que les ofreció ayuda, pero con la pretensión de que incluyeran a miembros de su partido político dentro de la organización y de que todos los socios de la cooperativa se afiliaran a la agrupación partidaria. Se trató de una experiencia frustrada que derivó en la disolución del grupo, hasta que, finalmente, en el año 2000 formalizaron la actual cooperativa Nuevo Rumbo, que funciona en un local alquilado por la organización y nuclea a 87 miembros. La mayoría son recolectores, pero también hay estudiantes que se encargan de algunas tareas contables, operarios que trabajan en la clasificación y la separación de los residuos, y mujeres que se dedican a la mejora de algunos materiales. Por ejemplo, el lavado y quita de etiquetas de botellas de plásticos PET 24, lo cual agrega valor al producto e incrementa el precio de mercado. Además del material recolectado por los socios, hacia 2002, la cooperativa compraba a más de 500 cartoneros no asociados. La organización Nuevo Rumbo ha logrado avances importantes en casi todos los aspectos: ha mejorado la fase de recolección, ha logrado constituirse como centro de acopio y ya puede vender a empresas del mercado, sin intermediarios. Ello, a pesar de haber pasado por etapas difíciles, ya que, durante 2005, el profesional que estaba a cargo de los asuntos contables cometió errores que dejaron a la organización casi al borde de la disolución. Respecto de la etapa de recolección, han implementado un plan piloto que se lleva a cabo en 100 manzanas de Lanús Este y Oeste. Cada recolector tiene asignado un recorrido de 20 manzanas y pasa a retirar los residuos con ropas que lo identifican como miembro de la cooperativa. Dicho plan fue ideado por los propios socios de Nuevo Rumbo, previa campaña de sensibilización vecinal que llevaron a cabo por sus propios medios. La ventaja del plan es que el recolector gana más, trabajando menos tiempo. En lo relativo a la fase de acopio, clasificación y separación, en el local se recibe el material recuperado por los miembros y por todo recolector no asociado que quiera vender a la cooperativa, siempre bajo la consigna del “pago justo según el peso exacto”, que es lo que distingue a estas organizaciones de los depósitos ilegales que funcionan en toda el AMBA.

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Polietileno Tereflato.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 En el local se clasifican, separan y mejoran los residuos recuperables. Se trata de: cartón y papel, plásticos, trapos, vidrios, metales y restos de materiales de construcción. A continuación, realizo una breve síntesis referida a cómo se subdividen los distintos tipos de residuos en el momento en que se compran al cartonero, además de que dedico un punto específico al detalle de los residuos que se acopian en las cooperativas, su composición y los modos de tratamiento. Dado que el cambio de los precios de los residuos es permanente, opté por no referirme a los valores en la descripción que realizo y me limito al tipo de materiales que se compran y acopian Cartón y papel: Papel blanco (el que se usa para imprimir o el de los cuadernos escolares y que tiene mayor precio); diarios y revistas (menor calidad y valor); papel color (el que tiene colores, como la folletería, la cartulina, etc.), y papel fallado (es papel blanco pero en mal estado o roto; los trozos de papel que habitualmente se arrojan en la vía pública o los volantes sin colores que reparten en las calles constituyen ejemplos de este tipo de papel, éstos últimos son de menor calidad y menor precio). Plásticos: Poliestireno o Pet (envases de gaseosas); alto impacto (sillas, cajones, mesas), plásticos de alta densidad, plástico de baja densidad y nailon. Vidrio: Botellas de tres cuartos de litro y algunos frascos o envases que las empresas fabrican con tipología específica e irrepetible, por lo que se recuperan, se limpian y se vuelven a usar sin modificaciones. Vidrio blanco o vidrio mezcla, que se rompe y se vende molido. Metales: Cobre, bronce, plomo, metales no ferrosos. En la actualidad, la Cooperativa no sólo se dedica a comprar, acopiar y vender, sino también a formar a los nuevos miembros en el reconocimiento de los materiales, ya que se trata de una tarea que requiere conocimiento específico y necesita un tiempo de capacitación que los nuevos socios deben adquirir. En los últimos años, la Cooperativa obtuvo un subsidio de la asociación italiana Cooperación para el Desarrollo de los Países Emergentes (COSPE), con el que pudo adquirir algunas maquinarias, tal como el clark, que sirve para transportar los residuos, y la enfardadora, para comprimir los plásticos que se venden y se acopian en la entidad. Más allá de los vaivenes de la organización, y a pesar del traspié económico sucedido en 2005, la cooperativa sigue funcionando y también el plan de recolección domiciliaria ejecutado en convenio con el municipio local.

Cooperativa CARPAMET25 (Cartón, Papel y Metal), Villa 31, Buenos Aires

Ciudad de

La Cooperativa CARPAMET se formó hacia mediados de 2001. Inicialmente, sus miembros comenzaron las actividades con otra cooperativa de la ciudad de Buenos Aires, pero se independizaron por una serie de desavenencias y se conformaron como grupo autónomo. De esta forma, hacia fines de ese año, se

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Las entrevistas a la cooperativa CARPAMET fueron tomadas en la sede de la Villa 31 de la Ciudad de Buenos Aires, en los años 2003 y 2005.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 estableció la entidad CARPAMET, matriculada como “cooperativa de servicios”, dado que es la figura jurídica que les permite disminuir la carga impositiva. En sus orígenes, la cooperativa estaba formada por tres personas, dos hermanos que se dedicaban a la tarea desde toda la vida -cirujas tradicionales- y un portero de la zona que los impulsó a formar la organización y los conectó con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Posteriormente, se fueron integrando al grupo otros cartoneros de la Villa 31. Hacia mediados de 2003 –cuando se tomó la primera entrevista- CARPAMET contaba con doce socios, casi todos de la Villa 31, algunos de los cuales fueron cartoneros de toda la vida, y otros tantos ingresaron al oficio por desempleo. Sin embargo, no todos los miembros participaban activamente, ya que antiguas experiencias ligadas a proyectos frustrados, y en ocasiones atravesados por el clientelismo político, los volvieron escépticos respecto de nuevas propuestas asociativas. Como en todos los casos en donde el grupo original estaba formado por personas provenientes de sectores socioeconómicos bajos 26 y por “cirujas tradicionales” 27, el objetivo prioritario que los llevó a formalizar la cooperativa fue la esperanza de obviar a los intermediarios, es decir, a los dueños de los depósitos en donde habitualmente venden su recolección. La larga experiencia en la tarea les demostró que alteran el peso y el precio de lo que entregan y que dicho “depositero” es el obstáculo que les impide obtener mayor rédito y mejorar su calidad de vida. En este tipo de cooperativas, el puntapié inicial que los impulsa a agruparse es esta larga experiencia con los intermediarios y alguna trayectoria militante previa (no necesariamente atada a un partido político), que les permitió conocer que el asociativismo puede dar mejores frutos que el trabajo individual. En la época de la primera entrevista, el objetivo “laboral” de CARPAMET era constituir una asociación en la cual los miembros pudieran recolectar en mejores condiciones y además formalizar un centro de acopio dedicado a la compra de materiales revendibles. La meta era asociarse y constituirse en “dueños” para obviar a los intermediarios, y obtener un mayor excedente que se repartiría en forma equitativa y proporcional a la cantidad entregada. Paralelamente, y siguiendo lo que marca la ley de cooperativas, la futura organización no se limitaría a las funciones estrictamente “laborales”, sino que desarrollaría proyectos ligados al bienestar de los socios y de la comunidad. En este sentido, pretendían abrir una guardería de niños, un taller de elaboración de prendas y una huerta comunitaria, lo que se llevaría a cabo con el apoyo del Gobierno de la Ciudad. Pero para poner en marcha las actividades, la cooperativa necesitaba un capital inicial destinado a alquilar el galpón para realizar el acopio, comprar la balanza y un matafuego (necesario por cuestiones de seguridad). En este sentido, tanto el espacio adecuado como el capital son dos elementos “claves” para comenzar la tarea. Ello es así porque el incremento del beneficio económico se consigue al acopiar en escala y vender en cantidad a las empresas, o cuando menos a intermediarios de mayor envergadura. Sin embargo, los magros ingresos que reciben los cartoneros por su labor no les permiten superar la supervivencia diaria y no pueden destinar parte del dinero a ahorrar en vistas a capitalizarse. De esta forma, necesitan el dinero esencialmente para alquilar el local y comenzar a comprar a otros cartoneros, y para 26

Personas de baja calificación educativa y laboral (construcción, albañiles, pintores, cirujas o sostenidos por “changas”) y habitantes de villas de emergencia o barrios marginales. 27 Llamo “cirujas tradicionales” a aquellos que han realizado la tarea durante toda la vida.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 ello precisan crédito. De contar con dichos fondos, la cooperativa comenzaría a comprar y acopiar cartón, papel y metal (de allí el nombre de la organización) para luego ampliar su labor a otros materiales, como plásticos, chatarra y otros residuos. El problema del crédito inicial para el galpón y el acopio es un tema central para la mayoría de las cooperativas de recuperadores, ya que ninguna cuenta con los fondos necesarios. En este sentido, una de las pocas instituciones que apoyó el crecimiento y el fortalecimiento de las cooperativas de este rubro fue el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que, entre otras, cosas ideó un plan de fondos blandos destinados a las necesidades puntuales de estas asociaciones. ¿Cuál era el trámite que debían realizar las cooperativas para lograr los fondos necesarios? En principio, obtener su matrícula y la personería jurídica, asociarse al Instituto y presentar un proyecto en donde señalaran sus objetivos y los montos que necesitaban para iniciar la actividad. A partir de allí, el Instituto otorgaba los créditos en función del orden de inscripción. Como dije anteriormente, la mayoría de los créditos se destinarían a alquilar el galpón e iniciar la compra y el acopio en escala. Para ello, la operatoria crediticia ideada por el Instituto fue la siguiente: una vez aprobado el préstamo, se realizaría un “giro” diario para que la cooperativa pudiera comprar el producto de sus propios recolectores o de otros cartoneros que quisieran vender a la entidad. Efectuada la compraventa, se devolvería el monto prestado y se realizaría un nuevo “giro comercial”. De este modo, las cooperativas podrían comenzar la actividad y se irían capitalizando lentamente, hasta independizarse de los préstamos del Instituto. Con esta modalidad, hacia mediados de 2003, sólo dos cooperativas habían puesto en marcha la labor de compraventa. Se trataba de El Orejano y RENASER, dos de las primeras organizaciones inscriptas. Para principios de 2005, El Orejano ya no trabajaba junto al Instituto Movilizador, mientras que RENASER se disolvió y su galpón comenzó a ser operado por otra cooperativa llamada Del Oeste. En el caso de CARPAMET, aún no había recibido el préstamo hacia mediados de 2003, por lo cual los cartoneros seguían acopiando y vendiendo en forma individual. Por lo pronto, sólo se habían matriculado y asistían a los encuentros generales de los cooperativistas, pero no mantenían reuniones internas con sus propios socios, y cada cual continuaba con la actividad tradicional de recolectar, acopiar en pequeños espacios y vender en los depósitos de la zona, tal como lo hacen los cirujas no organizados. Como el problema del espacio, la falta de capital y la lentitud para acceder al préstamo constituía un problema de todas las cooperativas, se ideó un nuevo plan con el Instituto para paliar esta dificultad y otorgar mayor envergadura a la actividad de compraventa de residuos. Concretamente, se trataba de alquilar un galpón en donde todas las cooperativas llevaran su producto, se acopiara con mayor escala y se mejorara la rentabilidad, al tratar directamente con las empresas. Dicho galpón general –ubicado en la zona de Munro– comenzó a funcionar en octubre de 2003, con resultados dispares según la evaluación de las distintas entidades y del propio Instituto Movilizador, como se verá en un apartado específico en donde trato el tema. En cuanto a CARPAMET, hacia principios de 2005 había dejado de funcionar por el fallecimiento de unos de sus miembros, la falta de capital y la ausencia de

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 participación y motivación suficiente por parte de los integrantes. Para esa época, sólo quedaba el proyecto de volver a armar la cooperativa en el futuro, sin tener reuniones o movimientos conjuntos en esa etapa.

Cooperativa Alicia Moreau de Justo28 Un caso totalmente diferente a CARPAMET era la cooperativa Alicia Moreau de Justo, de Llavallol. Diferían por su historia, la composición de los integrantes, los motivos que dieron origen a la cooperativa y las formas operativas que implementaban para llevar adelante la actividad. Una de las características particulares y distintivas de la cooperativa Alicia Moreau de Justo es que estaba compuesta totalmente por mujeres. Se conocieron porque formaban parte de la cooperadora del colegio al que asistían sus hijos, y fue a partir de ese núcleo primitivo como conformaron la organización. Las unió la crisis económica y social que se desató a partir de diciembre de 2001, pero no tanto porque dicha crisis las afectara personalmente -ya que en su mayoría no pertenecían a hogares con fuertes necesidades económicas o en situación de desempleo - sino por la situación de carencia y empobrecimiento que veían a su alrededor. Las reunió dicha mirada social sobre la realidad y otro elemento esencial: la necesidad de articularse por medio de un proyecto que les permitiera dejar ser solamente “amas de casa, esposas y madres” para convertirse en mujeres, que además, podían desarrollar un proyecto laboral autónomo. Nacieron ligadas a la cooperadora de la escuela, y, aunque nunca tuvieron un nexo concreto con la institución, existía una relación de ayuda mutua, ya que el colegio les guardaba los papeles y diarios, y la cooperativa, los papeles blancos que pudieran reutilizarse en la fotocopiadora. El proyecto y el grupo original partieron de allí. Si bien la cooperativa comenzó a funcionar en mayo de 2002, hacia mediados de 2003 aún estaba en proceso de matriculación. Empezaron en un local que les cedieron en comodato, trabajando a partir del acopio de residuos que llevaban los asociados. Pero, en enero de 2003, debieron devolver el galpón en donde operaban y tuvieron una pausa importante hasta que, con el apoyo del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y del Banco Credicoop de la zona, lograron que algunas empresas del lugar donaran un pequeño monto para sostener el proyecto, con el que pudieron empezar nuevamente. En enero de 2003, comenzaron a operar en el nuevo local, pero ya enroladas con el resto de las cooperativas asociadas al Instituto Movilizador. Para esa época, la cooperativa estaba formada por 6 mujeres, de la cuales 5 se dedicaban a las tareas dentro de la sede, y una trabajaba en el galpón general de Munro, con otros miembros de las distintas cooperativas que se desempeñan allí. La Cooperativa Alicia Moreau de Justo se constituyó desde sus inicios como un centro de acopio, compra y venta de residuos. Nunca incluyeron la fase de recolección como parte de las actividades de los miembros de la entidad, y tampoco estuvo dentro de sus objetivos. Desde el comienzo, la meta fue comprar los residuos que traían los

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Las entrevistas en la cooperativa Alicia Moreau de Justo fueron tomadas en su sede de Lavallol, Provincia de Buenos Aires, en los años 2003, 2004 y 2005.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 recolectores de la zona, y abonar según el “precio justo y peso exacto”, que es una consigna de todas las cooperativas. El proyecto laboral de la entidad era llegar a producir un excedente que les permitiera autosostenerse, y, para ello, la meta era operar como el resto de las organizaciones: comprar a los recolectores, acopiar, separar, clasificar y vender en mayor escala, a través del nuevo mecanismo que ideó el Instituto. Pero esencialmente, perseguían la esperanza de lograrlo sin frustrar los principios fundamentales del cooperativismo. Es decir, no reproducir las prácticas de los depósitos de mercado, ni los de una empresa puramente comercial, sino articularse alrededor en un proyecto cuyo lazo común fuera tanto el trabajo conjunto, y la división igualitaria de los réditos y de los esfuerzos. Se trataba de lograr un excedente que permitiera la subsistencia de los miembros y de los recolectores que vendían allí, pero sustentada sobre los principios cooperativos, para formalizar una verdadera empresa social. Dado que las mujeres de la cooperativa no tenían un pasado en el cirujeo, debieron aprender todas las particularidades de la labor: el tipo de residuos reutilizables, sus características, los momentos oportunos para comprar y vender y la manera de reconocer las diferencias de algunos materiales que, como el plástico, tienen muchas especificidades que es necesario distinguir correctamente. Hasta fines de 2005, la Cooperativa Alicia Moreau de Justo operaba en un local alquilado, en donde las mujeres trabajaban 8 horas divididas en turnos de 4. Hasta ese momento, realizaban una entrega semanal de cartón, papel y plásticos al galpón general de Munro, mientras que vendían el vidrio a un depósito de la zona, porque el Instituto no compraba dicho material. A través de esta operatoria los miembros de Alicia Moreau de Justo lograban obtener una suma mensual de 200 pesos para cada socia, por 4 horas de trabajo diarias y una vez deducidos los gastos operativos relativos a luz, gas, alquiler, y el flete semanal que trasladaba la mercadería a Munro. Esta cooperativa tenía dos tipos de gastos; los internos específicos de la entidad y un 30% más, que correspondía a los gastos de funcionamiento del galpón general de Munro, que se sostenía con un porcentaje que aportaba cada una de las cooperativas. Deducidos estos montos, hacia febrero de 2005, la cooperativa estaba rindiendo la suma mensual de 200 pesos para cada miembro, es decir, aproximadamente un 30% de lo que estipulaba el INDEC para la canasta básica “familiar” 29. Esta suma se incrementaba si recibían donaciones de comercios u oficinas de la zona, o si podían vender mayor cantidad de vidrio en los depósitos del barrio. En relación con el vínculo de la cooperativa con el municipio local, habían tenido algunas reuniones con las autoridades referidas a la situación de las cooperativas, aunque en ningún momento se vislumbraron proyectos destinados a incorporarlas como parte de la gestión de residuos sólidos urbanos de la zona. De todos modos, tampoco era una meta prioritaria de esta entidad. A pesar del enorme esfuerzo y las esperanzas comunes que los miembros depositaron en el proyecto cooperativo, los miembros de Alicia Moreau de Justo nunca pudieron lograr que la cooperativa dejara el rédito suficiente para mantener la 29

En febrero de 2005, el INDEC estipulaba la suma de 720 pesos para calcular la Canasta Básica Total (CBT) que incluye canasta alimentaria y servicios como vestimenta, transporte, educación, salud, etc., necesarios para la vida de una familia durante un mes. Es el índice que toma dicho organismo para calcular la línea de pobreza. [www.indec.gov.ar]

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 organización y una cantidad de ingresos suficientes para sostener a sus miembros. De allí que, hacia enero de 2006, decidieron disolverla sin pensar en reabrirla en el futuro.

La Cooperativa El Ceibo30 Una de las primeras organizaciones matriculadas como cooperativa de recicladores fue El Ceibo. Se trata de una organización que nació hace 14 años gracias a la labor de 7 mujeres pertenecientes a casas ocupadas del barrio de Palermo (Ciudad de Buenos Aires), que buscaban soluciones a la problemática de la vivienda y a otros temas comunes relacionados con la procreación responsable. Dado que la mayoría de los miembros se dedicaba al cirujeo, surgió la idea de constituir una cooperativa relacionada con esa actividad. Recién en 1999 se conformaron como cooperativa de recuperadores. En la actualidad, la cooperativa El Ceibo se encuentra llevando a cabo un plan de recolección diferenciada en el barrio de Palermo, que nació por un convenio marco firmado con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hacia fines de 2002, el cual avala la actividad de los cartoneros en la zona. Se trata de un emprendimiento que llevan a cabo 104 recolectores de la cooperativa, por el cual retiran los residuos reutilizables, como papel, cartón, vidrios, plásticos, botellas y todo otro tipo de material inorgánico, a los vecinos que hayan adherido al programa. Los ingresos de los recolectores provienen de la venta de los residuos recuperados. Por ahora, el programa, que cuenta con el apoyo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se aplica en 53 manzanas de Palermo, ubicadas entre las calles Santa Fe, Córdoba, Godoy Cruz y Julián Álvarez, aunque la idea es extenderlo a todo Palermo. El plan incluye a los vecinos que quieran participar voluntariamente y los recuperadores pactan el día y el horario en que les retiran los residuos. Los recolectores pasan por los hogares con su carro de mano y vestidos con pecheras que los identifican como miembros de la Cooperativa. Para lograr la adhesión de los vecinos, El Ceibo trabaja a través de la concientización vecinal que realizan sus propios hijos, en calidad de “promotores ambientales”; es decir, como encargados de conversar sobre la importancia ambiental de la recolección diferenciada y sobre la labor que realizarán los recolectores en la zona. Para ello, se capacitan a través de un programa de la Fundación Octubre (ligada al Sindicato Único de Edificios de Renta y Horizontal – SUTERH), orientado a la capacitación de los promotores. La separación comienza en cada una de las viviendas adheridas, y luego los miembros de la cooperativa trasladan los residuos a un centro de acopio ubicado en Retiro, donde se hace la separación final antes de su venta. Si bien durante varios años el problema central de la cooperativa fue no contar con la planta en donde realizar el acopio y la separación de los residuos, hacia fines de 2003 accedieron a la posesión de un galpón de 1400 m2 que les otorgó el Organismo Nacional de Administración de Bienes del Estado (ONABE) en forma precaria, pero gratuita. 30

La entrevista a la cooperativa “El Ceibo” fue tomada en la sede de Palermo, Ciudad de Buenos Aires en los años 2003 y 2007.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Recientemente la Cooperativa fue seleccionada para administrar el Centro Verde de la Zona 1 (a cargo de CLIBA), de acuerdo con lo dispuesto por el Pliego 6/03 de recolección de residuos de la ciudad de Buenos Aires. El proyecto se encuentra pendiente, porque aun no se edificaron las instalaciones del Centro Verde.

Cooperativa Reciclado Sur31 Otro de los casos de cooperativas formadas a fines de los 90 es la Cooperativa Reciclado Sur, de Lanús, provincia de Buenos Aires. Se trata de una organización que nació en 1995 debido a un problema surgido entre los carreros y la Intendencia. Concretamente, les prohibieron el cirujeo en la zona porque creaban basurales en el momento de la separación, dado que clasificaban en las aceras públicas. El conflicto se resolvió a través de un pacto con la Municipalidad, por el cual todos los carros fueron registrados con un número –una suerte de patente– con la que cada recolector estaba identificado. Esto les permitió circular libremente por la zona, siempre y cuando cumplieran con el trato de no separar en áreas públicas. A partir de este primer conflicto entre los carreros y la municipalidad, surgió la idea de asociarse para mejorar las condiciones de la tarea. Esta fue la génesis de la actual cooperativa Reciclado Sur que está compuesta por alrededor de 80 carreros de la zona, cuya relación se inició a partir del conflicto suscitado y porque eran vecinos del barrio. Los miembros de la cooperativa trabajan con carros tirados por caballos y limitan su área de recolección a la zona de Lanús, sin pasar a la ciudad de Buenos Aires. Dado que el problema central que dio inicio a la cooperativa fue la carencia de terrenos en donde acopiar y sin formar basurales, la búsqueda del espacio para volcar los residuos fue el eje movilizador de la organización. Para ello, la intendencia de Lanús les fue otorgando distintos terrenos en donde realizar la separación. Durante los primeros 5 años, la cooperativa funcionó en 4 sitios diferentes, mayoritariamente en fábricas desocupadas que debieron abandonar por reclamo de los dueños o de la Intendencia, ya que se trataba de espacios otorgados en préstamo, y no de locales propios o alquilados. Actualmente, funcionan en un terreno de grandes dimensiones, cedido por el Municipio. Hacia 2002, la labor que realizaban los carreros de Reciclado Sur y el lugar que ocupaba el centro de acopio para los recolectores eran diferentes de los del resto de las cooperativas. Por empezar, los carreros no trabajaban a partir de la recolección de la basura domiciliaria, sino que recolectaban los residuos generados por los “clientes” conectados en el barrio, o los residuos conseguidos por limpiar algún terreno, negocio u otro tipo de local. De acuerdo con ello, algunos carreros se mantenían gracias a los residuos reservados por algún “cliente” que les guardaba la basura, y en su gran mayoría, por los desechos conseguidos por limpiar algún local o negocio. La mayor parte de los recolectores de Reciclado Sur subsistían a partir de la realización de “changas” 31

La entrevista fue tomada en la sede que tiene la cooperativa en Lanús, Provincia de Buenos Aires, en los años 2002, 2005 y 2006.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 vinculadas a la limpieza de escombros o ramas, por las cuales recibían una pequeña paga, y la posibilidad de retirar la basura existente en el lugar. De este modo, ¿de qué le servía al carrero la cooperativa, hasta ese momento? Básicamente, era el sitio en donde podían descargar la totalidad de los residuos (los reutilizables y los no reutilizables) y separar aquellos que pudieran ser vendidos, sin generar basurales en la vía pública. Los carreros descargaban todos los residuos en los terrenos de la cooperativa y vendían aquellos que les aceptaban en los depósitos. Si bien cada cual vendía en forma particular, los desechos no utilizados quedaban para uso común de los miembros. De este modo se acopiaba todo, y aquellos sobrantes no vendidos podían ser utilizados por otro socio al que le surgiera una demanda particular de ese material. Hasta el año 2002, éste era el servicio principal que le brindaba la cooperativa al socio, lo cual no implicaba que no tuvieran otras metas reservadas para un momento aún lejano. Dichos objetivos eran similares a los del resto de las cooperativas: mejorar la fase de recolección, constituirse en centro de acopio, manejarse en forma directa con las empresas compradoras e incluirse dentro del sistema de gestión de residuos sólidos urbanos de sus localidades y regularizar así la actividad. Respecto de la fase de recolección, en esa época, el Concejo Deliberante de Lanús tenía pendiente la aprobación de una ley por la cual delegaría a los miembros de Reciclado Sur la recolección de los residuos inorgánicos del partido. Por entonces, los principales problemas de la cooperativa se relacionaban con la ausencia de financiamiento para seguir avanzando en la construcción de los cubículos para separar y clasificar los residuos, la compra de maquinarias o el techado del lugar. Por otro lado, también necesitaban fondos para iniciar el acopio inicial que les permitiría operar con las empresas. Respecto de este asunto, estaban a la espera de un crédito del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos que les posibilitaría avanzar sobre esta fase. Sin embargo, al poco tiempo, se separaron de esta red de cooperativas. Más allá de estos aspectos ligados a las facetas financieras, otro punto pendiente por resolver era la necesidad de reforzar la conciencia cooperativa, y el sentido de solidaridad y responsabilidad mutua que debía reinar entre los miembros para llevar a cabo un emprendimiento de este tipo. En este sentido, si bien la cooperativa tenía 80 miembros, no todos habían asumido el mismo nivel de compromiso con la organización y seguían operando según sus pautas tradicionales de trabajo individual. Esta dificultad fue señalada como especialmente problemática por uno de miembros del Consejo de Administración. Hacia fines de 2005, varios de estos problemas seguían pendientes, y otros habían mejorado significativamente. En cuanto a las formas operativas, la organización no había cambiado sustancialmente su forma de trabajar, es decir, no se sostenían a partir de la recolección de los residuos depositados en la vereda sino a partir de los clientes que encontraba cada miembro. Otro de los avances fue la adquisición de diversas maquinarias que les permitían mejorar el material acopiado o transportar con mayor celeridad los residuos.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Entre otras, adquirieron una prensa para condensar y reducir el papel y el cartón, una máquina de picar escombros que les posibilitaba vender este material reelaborado, y otra serie de máquinas, como palas o camiones grandes, que si bien no son de su propiedad, se las presta el municipio cada vez que la cooperativa las necesita. En relación con el vínculo con el municipio, sigue pendiente de aprobación el proyecto de ley por el cual se les atribuiría una zona de recolección dentro del partido de Lanús. Si bien se trata de un proyecto que lleva años en carpeta, los miembros no tienen una visión negativa del poder municipal, en tanto, como dije, es la comuna la que les cedió el terreno para poder trabajar y la que les presta las maquinarias que necesitan. De esta manera, si bien el apoyo municipal no es total, tampoco es por completo inexistente. Con dichas máquinas, y esencialmente a partir del esfuerzo de muchos de los cooperativistas, han logrado mejoras significativas en el galpón donde operan. Pudieron techarlo, construir los cubículos para realizar la separación de los residuos, instalar el baño y el comedor para los miembros. La Cooperativa no recibió apoyo financiero por parte de ninguna institución, aunque sí aportes de la municipalidad, respecto de la cesión de un terreno para acopiar, y el préstamo de algunas maquinarias. Sin embargo, los logros que ha tenido la organización son atribuidos por uno de los miembros a la forma operativa implementada. Concretamente, no se focalizaron sólo en la recolección de residuos, sino que abrieron la actividad hacia otros rubros, como la limpieza de locales y fábricas (a cambio de los residuos), la limpieza de parques, la realización de trabajos de pintura, la venta de escombro picado para la construcción de la base de los pisos, o cualquier otra actividad que la cooperativa pueda emprender. No se centraron solamente en los residuos domiciliarios, sino en los industriales, tal como el rezago de cuero que les entrega una fábrica y que ellos venden a los artesanos que trabajan con ese material. Una de las formas operativas que rescatan como positiva es haber operado mediante el método de intercambios de servicios, es decir, no cobrar por algunas tareas de limpieza, pero quedar en buenos términos con las fábricas o las empresas, que, en retribución, les entregan sus desechos útiles. En la actualidad, la Cooperativa está vendiendo a algunas empresas o a intermediarios de mayor envergadura. Los residuos domésticos o industriales que recolecta cada miembro se entregan en la Cooperativa, en donde se pesa y se abona el precio pertinente. Todos los miembros de la entidad son socios de la cooperativa, aunque las ganancias se reparten según el material entregado y según el compromiso y las horas de trabajo que cada miembro dedique a la organización. De este modo, el socio no recibe un excedente proporcional a la cantidad de residuos que entregó, sino la cantidad que corresponde según su peso. De acuerdo con este mecanismo, hacia mediados de 2006, los socios obtenían ingresos que oscilaban entre los 25 pesos y los 150 pesos diarios, en función de lo que pudieran recolectar gracias al “cliente” que individualmente hubieran conectado. ¿Cuáles eran los beneficios de la cooperativa, entonces?. Esencialmente, el acceso a otros servicios que usualmente no brinda un depósito común, es decir, la posibilidad de curar sus caballos si se enferman o se lastiman, obtener rápidamente préstamos de dinero ante una emergencia, o acceder a remedios en caso de ver afectada su propia salud. Por lo demás, y más allá de que

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 todos son socios de la cooperativa, el pago se realiza en función del compromiso y las horas trabajadas, y según el peso del material que entregan a la organización.

Cooperativa “El Orejano”32 El Orejano 33 es una cooperativa que agrupa a carreros pertenecientes al barrio de Villa Hidalgo, del partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. La iniciativa que dio origen a la cooperativa fue la Asociación Civil Mate Cocido, en 1994. Se trató de un emprendimiento iniciado por algunos vecinos del barrio, para asistir con alimentos y ropas a la población careciente del lugar. La idea de formar una cooperativa surgió de la actividad principal con la que se sostienen los pobladores de Villa Hidalgo, que es el cirujeo. A partir de allí, uno de los miembros de la Asociación Civil comenzó los trámites para formalizar la cooperativa, e intentó crear un emprendimiento económico que mejorara las condiciones de vida de los pobladores de la zona. En el año 2000, se asociaron al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y se matricularon como Cooperativa de Recicladores El Orejano. Como todas las cooperativas del rubro, uno de los objetivos centrales era constituirse en centro de acopio y alcanzar un volumen considerable que les permitiera tratar directamente con las empresas, eliminando a los intermediarios. Pero, para lograrlo, necesitaban contar con capital para comprar a los cartoneros e iniciar el acopio de materiales. La falta de capital y de terreno en donde acopiar son las dos mayores carencias que señalan todas las cooperativas y que no les permite desplegarse con mayor escala. Hacia 2002, la cooperativa comenzó a acopiar plásticos en el terreno de una villa cercana. En ese año, recibieron un préstamo de 2500 pesos otorgado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que debía destinarse a iniciar la compra y comenzar con la tarea de acopio y venta. Sin embargo, la aparición de los fondos provocó la escisión de una parte del Consejo de Administración, ya que no existía acuerdo total entre los miembros, respecto del destino a otorgar a los fondos. De las 20 personas que conformaban la Cooperativa quedaron 14 miembros, abocados a la construcción del galpón para acopiar los materiales, ya que se trataba de un lugar abierto y desprotegido ante la lluvia o cualquier otro avatar climático. En esa etapa, recibieron un pequeño monto de la sucursal del Banco Credicoop de la zona, para finalizar la construcción del lugar. Lamentablemente, los desacuerdos entre los miembros impidieron la conclusión de la obra, y hoy la cooperativa está acopiando en el fondo de la vivienda de uno de los integrantes. En 2004, se separaron de la red de cooperativas asociadas al Instituto Movilizador y continuaron operando solos. Al año siguiente, recibieron un subsidio del

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Las entrevistas a la cooperativa El Orejano fueron tomadas en la sede del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, en la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2002, y en la sede de la cooperativa en San Martín, en el año 2005. 33 “Orejano” es un caballo salvaje, sin marca y sin dueño. Lo tomaron como un símbolo representativo de la cooperativa, porque “no es de nadie, pero es de todos”. (Entrevista a miembro de la cooperativa, año 2002)

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Centro Regional Ecuménico de Asesoría y Servicio (CREAS) 34, con el cual pudieron comprar un camión para trasladar los residuos ya separados y clasificados. Actualmente, la cooperativa está formada solamente por 4 personas, una de las cuales se dedica a transportar los materiales, otra es tesorera y otras dos realizan la recepción, la separación y la clasificación de los residuos que venden los cartoneros que llegan al lugar. En el depósito se compra plástico, diario, metal y vidrio. Dicho material es acopiado y clasificado por personas encargadas de la tarea, que no son cartoneros tradicionales, sino dos jóvenes recién iniciados en la actividad. En cuanto a la venta posterior a la separación, El Orejano está vendiendo a depósitos intermedios y no directamente a empresas, ya que no alcanzan a acopiar el volumen necesario para operar con dichas organizaciones. Luego de 6 años de funcionamiento, la cooperativa ha tenido obstáculos y logros. Entre las dificultades, se cuentan, la carencia de capital suficiente, los desacuerdos entre los miembros -que en ocasiones finalizan con la fractura del grupola ausencia de asesoramiento idóneo, las deudas contraídas por falta de conocimiento, y la incapacidad de que el proyecto se convierta en un emprendimiento sustentable para los miembros. Respecto de la falta de asesoramiento, cabe decir que dicha carencia derivó en una abultada deuda por falta de pago del IVA (Impuesto al Valor Agregado), que implicó el embargo de los bienes personales de uno de los miembros. Otro de los obstáculos se liga prioritariamente al ambiente que rodea a la Cooperativa. El barrio de Villa Hidalgo pertenece a José León Suárez, una localidad en donde el cirujeo constituye una actividad tradicional, ya que allí funcionaba una de las antiguas quemas de residuos y, actualmente, la planta Norte 3 de la Coordinación Ecológica del Área Metropolitana de Buenos Aires (CEAMSE). De este modo, si bien el cirujeo constituye una tarea histórica en la zona que podría favorecer el desarrollo del cooperativismo, también lo son las modalidades para realizar la recolección informal, el acopio y la venta. Se trata de prácticas tan arraigadas en las costumbres de los pobladores como el cirujeo mismo. El ciruja prototípico es un recolector que opera en forma individual o con su familia, que acopia en su casa y vende su producción diaria a algún depósito de la zona. La tradición y la necesidad han hecho de ello una costumbre arraigada y desconfían de cualquier otra proposición que se aparte de las prácticas conocidas. Muchos cirujas trabajan con carros que les prestan o alquilan los depositeros del barrio y quedan en una situación de dependencia que les impide intentar una opción diferente a la venta individual ya conocida. Entre los logros obtenidos, señalan especialmente el respeto con que se trata al cartonero en la cooperativa. Dicho respeto redundó en una mejora del trato corriente y generalizado en los depósitos de mercado. Ello es así especialmente en el caso de las mujeres, que prefieren vender en la cooperativa porque se sienten mejor tratadas. Por otro lado, en 2004, lograron la creación de una red llamada Reciclando Valores con el apoyo del Ministerio de la Producción del Gobierno de la Provincia de 34

Entre otras cosas, CREAS se dedica a la promoción de los microcréditos para emprendimientos sociales.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Buenos Aires. Se trata de un conjunto de cooperativas que pretenden unirse para mejorar el volumen que obtienen por separado, y llegar a vender a las empresas en forma directa. El plan es fundar una organización no gubernamental, cuyo objetivo sea desarrollar y capacitar a las personas que se dedican a trabajar en este rubro, acopiar conjuntamente e intercambiar servicios. Más allá de este apoyo recibido del gobierno provincial, no han obtenido ningún tipo de auxilio por parte del municipio local, que se mantiene ausente e, incluso, renuente al desarrollo de la cooperativa.

Cooperativa RENASER (Recuperar Naturalmente y Servir) 35 Esta cooperativa se conformó hacia 1997, con la idea de formar una asociación de carreros. En 1999, tomaron contacto con los grupos de Tres de Febrero (La Reconquista) y de San Martín (El Orejano) y en 2000 con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Al igual que el resto de las cooperativas, RENASER tenía como objetivo el reconocimiento y la regularización de la actividad, mejorar las condiciones de labor y constituirse en centro de acopio y separación para incrementar la rentabilidad de los socios, además de operar directamente con las empresas del rubro y sin intermediarios. Tal como enuncia su nombre - Recuperar Naturalmente y Servir- otra de las ideas centrales de RENASER era la preservación del medio a través de la recuperación de residuos reutilizables. Los carreros de la cooperativa pertenecen al partido de La Matanza, más específicamente, a las zonas de Gregorio de Laferrere, González Catán e Isidro Casanova. Todos limitan su área de recolección a los centros urbanos de los partidos del Conurbano, ya que, en 2002, se les prohibió la entrada a la ciudad con carros tirados por caballos. En esa época, uno de los objetivos de la cooperativa era mejorar la fase de recolección a través de la puesta en marcha de planes de recolección diferenciada, en zonas acotadas del partido. Sin embargo, nunca pudieron avanzar en esta fase y continuaron realizando la tarea mediante el sistema tradicional de extracción desde las bolsas depositadas en la vereda, o a través de “clientes” que les reservaban los materiales recuperables (cartón, metales, papel, plásticos, cubiertas, vidrio), para luego transportar los residuos con carros tirados por caballos. Como el resto de las organizaciones, dos de los problemas iniciales eran contar con los fondos para comenzar la actividad y con un espacio para realizar el acopio, la separación y la clasificación de los residuos. RENASER recibió en 2002 un préstamo del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos destinado a cumplir esas dos metas: alquilar un local y comenzar la actividad . Según el plan ideado por el Instituto Movilizador, se entregarían fondos a las distintas organizaciones a través de lo que denominaron “giro comercial”, es decir, un 35

Las entrevistas a la cooperativa RENASER fueron tomadas en la sede del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, en la Ciudad de Buenos Aires, en 2002, y en la sede de la cooperativa en La Matanza, en 2004.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 préstamo destinado a iniciar la actividad de compraventa. Como ya dije, si bien este método funcionó por un tiempo y algunas cooperativas recibieron el préstamo, el Instituto, junto con la red de cooperativas asociadas, ideó un nuevo plan que preveía la acumulación conjunta de todas las entidades en un galpón general. En el 2003, la Cooperativa comenzó a operar según el nuevo sistema, es decir, enviando todo lo acumulado al depósito general de la red. Hacia diciembre de 2003, la cooperativa cambió su comisión directiva y su composición interna a raíz de problemas generados entre los miembros, lo cual finalizó con la renuncia de la mayoría de los integrantes anteriores. A partir de entonces, quedó conformada por 8 personas, muchas de las cuales eran familiares, amigos o conocidos, en todos los casos “cirujas tradicionales”, es decir, aquellos que se dedicaron al oficio durante toda su vida. Justamente por su larga trayectoria en la tarea, los carreros eran expertos en el reconocimiento y la clasificación de los diversos materiales que ingresaban para comprar. Pero, a pesar de la habilidad que poseían para reconocer los materiales, no tenían otras destrezas relacionadas con las tareas de orden administrativo, tal como hacer balances, confeccionar cheques, depositar y extraer dinero de cuentas corrientes, que no son prácticas a las que esté habituado un carrero tradicional, que, en ocasiones, ni siquiera finalizó los estudios primarios. Al tomar la dirección de la organización esta nueva gestión, la cooperativa comenzó a operar según el nuevo sistema de acopiar en el galpón general de la red del Instituto Movilizador. Más allá de que la cooperativa se destacaba por la cantidad y la diversidad de materiales que recibía diariamente en su galpón, los miembros no pudieron continuar llevando adelante el emprendimiento, y la cooperativa se disolvió a fines de 2004. A partir de ese momento, el Instituto Movilizador cedió la gestión a otra cooperativa de la red, llamada Cooperativa del Oeste. Dicha entidad quedó a cargo de la ex RENASER y administró dicha cooperativa hasta el año 2007, aunque ya no junto al Instituto Movilizador. Respecto de la relación con el municipio, la primera gestión de la Cooperativa buscó apoyo en las autoridades municipales, sin haber obtenido resultados por esa vía. Pero, a pesar de no contar con ningún apoyo municipal, tampoco tuvieron presiones del poder político que impidieran u obstaculizaran la actividad. De este modo, si bien no contaban con respaldo económico o resoluciones de la legislatura que promovieran el reconocimiento de la tarea o la incluyeran dentro de la gestión de residuos sólidos urbanos del Municipio (tal como sería el aval para poner en marcha proyectos pilotos de recolección selectiva), tampoco debieron lidiar con presiones políticas que intentaran cooptarlos partidariamente o dificultaran sus movimientos. Es decir, concretamente, el Municipio mantuvo una abstención absoluta respecto del devenir de la organización.

Cooperativa Orgullo Cartonero 36 La cooperativa Orgullo Cartonero pertenece al partido de Avellaneda. Hacia mediados de 2003, estaba formada por 14 personas que se reunieron con el objetivo de formalizar una entidad que mejorara la situación de sus miembros. Se trataba de una organización conformada por sectores de muy bajos recursos, que entraron al 36

Las entrevistas a esta cooperativa fueron tomadas en su sede de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en los años 2003 y 2004.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 cirujeo por motivos económicos y por desempleo. De los 14, algunos eran cirujas tradicionales, y otros se volcaron a la actividad por desocupación. Eran ex albañiles, electricistas, plomeros, pintores, ex empleados fabriles que solventaban su subsistencia a través de la mezcla de trabajos eventuales, el “cartoneo” y los planes oficiales, como el Jefas y Jefes de Hogar o el Plan Trabajar. Ante la merma, cada vez más notoria, de elementos recuperables en la calle, decidieron formalizar la cooperativa por impulso de uno de ellos y de un miembro de la oficina de Pesas y Medidas de la Municipalidad, que los conectó con el Instituto Movilizador. A mediados de 2003, Orgullo Cartonero se hallaba en vías de matriculación y contaba con un depósito brindado por la Municipalidad para realizar la actividad. Sin embargo, y a pesar de contar con este espacio, que para otras entidades es esencial; los miembros no estaban demasiado comprometidos con la labor. Sólo usaban el local para acopiar las donaciones de papel que le realizaba una empresa de la zona, y no realizaban ninguna otra actividad asociativa. Continuaban con la tarea de levantar, acopiar y vender en forma separada, como lo hacen los cartoneros no organizados, y se encontraban a la espera del préstamo del Instituto Movilizador para empezar a operar como centro de acopio, compra y venta. En lo relativo al vínculo con el Municipio, la cooperativa Orgullo Cartonero tuvo diversas reuniones con funcionarios municipales, con el objetivo de contar con un área de recolección para la entidad. Hasta ese momento, los diálogos con la comuna local habían sido débiles en este sentido, ya que, si bien el secretario de Pesas y Medidas los conectó con el Instituto Movilizador y les cedió el galpón para acopiar, también dejó pendiente toda resolución relativa a la gestión de RSU para cuando la organización se encontrara más consolidada. Hacia principios de 2004, varios miembros de Orgullo Cartonero habían renunciado a sus cargos. En su parecer, la cooperativa había sido captada por un grupo sin trayectoria en la tarea y fuertemente vinculado con las autoridades políticas del Municipio, quienes pusieron en marcha el negocio de compraventa de residuos, pero para rédito personal y sin perspectiva cooperativista. Por esta razón, según la mirada de algunos integrantes, la antigua entidad sólo conservaba el nombre original, pero no funcionaba como cooperativa, si no como un depósito de mercado.

Cooperativa Del Oeste (Liniers) 37 La Cooperativa Del Oeste tiene sede en el barrio de Liniers de la ciudad de Buenos Aires. Actualmente está compuesta por 6 personas, de las cuales 4 se conocieron en las reuniones de la Asamblea Popular del barrio de Liniers. Por aquel entonces, los cuatro se hallaban desocupados, y, si bien eran vecinos, recién se conocieron en la Asamblea. En el grupo, había un diseñador de páginas web, un cerrajero, una empleada administrativa y un ex empleado de ATC (Argentina Televisora Color) . Eran 4 personas a las que no sólo reunía el mismo interés de participación popular que caracterizó a aquellos tiempos de fines de 2001, sino también el desempleo y la necesidad de articular un proyecto común que los ayudara a paliar la crisis. 37

Las entrevistas a esta cooperativa fueron tomadas en su sede de Liniers, ciudad de Buenos Aires, en los años 2003, 2004 , 2005 y 2007.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 No tenían un pasado ligado al cirujeo, ni tampoco conocían acerca de residuos o reciclaje. Sin embargo, en las reuniones de las asambleas, no sólo se discutían asuntos ligados a la coyuntura política específica de la etapa, sino cuestiones más profundas relativas a los problemas del país, la ciudad o el barrio, y, también, las posibilidades de articular microemprendimientos productivos, ya sea para el barrio o los vecinos. Los proyectos relacionados con granjas, criaderos de lombrices o la exportación de caracoles eran parte de las propuestas que se discutían en las asambleas barriales. Durante 2002, formaron la Cooperativa del Oeste, que hoy está matriculada como cooperativa de servicios. Al grupo original se unieron dos personas más, un comerciante y un estudiante de periodismo. Actualmente, operan en la vivienda de uno de los integrantes, porque aún no tienen un galpón adecuado. Se ocupan de recolectar, pero también de acopiar y separar. La forma operativa de esta entidad es diferente del resto. No recolectan de la calle, sino que formaron una red de comercios y vecinos que les separan y reservan los residuos. Contactaron a los comercios gracias a la amistad personal que fue realizando cada miembro con algún local de la zona, ya que dicho mecanismo les facilita la confianza. La recolección la realizan con una bicicleta y según el horario y el día que hayan fijado con cada vecino o comercio zonal, y queda a cargo del miembro que se conectó con el proveedor. En este sentido, el ser vecinos del barrio fue y es esencial para los miembros de esta cooperativa. Por esta causa, y por participar de la misma asamblea, se conocieron, y por esa misma razón tuvieron acceso a la posibilidad de hacer del acopio de residuos un emprendimiento laboral. También fue ese factor el que habilitó la relación con la gente de la zona, ya que los conocen y les guardan los elementos reciclables. Si bien la cooperativa ya está en marcha, aún no pueden operar como quisieran, ya que no poseen un galpón adecuado ni fondos necesarios para alquilar el local. De allí que, por ahora, sólo recolectan a partir de los contactos hechos por los miembros; acopian, clasifican y separan, y venden en los depósitos intermedios. No actúan como centro de compra de material a terceros porque no tienen fondos para ascender hasta ese estadio, ni tampoco espacio físico suficiente. Por otro lado, si bien ser vecinos de la zona los benefició para conectar a sus proveedores gracias a la confianza generada, ese hecho les dificulta la posibilidad de abrir un depósito allí mismo. La entrada y la salida de carros o bicicletas que provoca el movimiento de compraventa de residuos ocasionaría molestias a los vecinos, ya que se trata de una zona residencial. De allí que, otra de las dificultades por resolver, es cómo encontrar un local que esté ubicado en un sitio adecuado para ese tipo de labor comercial, pero no demasiado lejos de la zona en la que hoy actúan, para no perder los contactos. En lo estrictamente laboral, hacia 2003, los objetivos de la organización eran constituirse en un centro de acopio y compraventa de residuos y lograr que el emprendimiento se convirtiera en el sustento de los socios de la Cooperativa. Intentaban ordenar la actividad según las pautas de la empresa comercial (horarios, tiempos, sistematización), pero regida por los principios cooperativos: distribución equitativa del trabajo y de los excedentes, sin dueños ni jefes a quienes responder. Además de estas metas laborales, perseguían objetivos ligados al bien de la comunidad, como la realización de compras comunitarias o el reciclado de muebles.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Hacia septiembre de 2003, la cooperativa del Oeste había comenzado a participar del proyecto de acopio general en el galpón de Munro, junto a las otras cooperativas asociadas al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. En marzo de 2005, la entidad entregaba un camión semanal, con lo cual, deducidos todos los gastos operativos, el trabajo mensual implicaba para cada uno de los miembros la suma de 700 pesos, es decir, casi la totalidad de la Canasta Básica Total que calculaba el INDEC para el sostén mensual de una familia. Esto, con un trabajo diario de más 8 horas, incluidos los fines de semana. Además del trabajo dentro de la sede de Liniers, Del Oeste, se hizo cargo también de la ex cooperativa RENASER (Recuperar Naturalmente y Servir) hasta el año 2007 en que dejó de administrarla. Hacia fines de 2005, Del Oeste dejó de formar parte de la red del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y hoy opera en forma individual con los mismos integrantes que impulsaron la creación de la organización. Paralelamente, a partir de 2007, y de acuerdo con las disposiciones del Pliego 6/03, la Cooperativa administra el Centro Verde ubicado en la zona 4 (a cargo de Nittida) junto con la Cooperativa Ecológica Reciclando Sueños, del Bajo Flores.

Cooperativa Sur (Quilmes) 38 La cooperativa Sur tiene sede en el partido de Quilmes y está formada por doce miembros pertenecientes a distintas familias unidas por antiguos lazos de amistad. La Cooperativa actual es un desprendimiento de otra anterior, que funcionó entre fines del año 2001 y 2004, y cuyos socios se conocieron en el Club del Trueque de Bernal, el primero que existió en el país. Un rasgo particular de la primera cooperativa era la extracción socioeconómica de sus miembros, ya que no tenían un pasado atado al cirujeo, sino oficios y profesiones muy alejados de esa labor. Eran electricistas, herreros, kinesiólogos, empleados administrativos, con un nivel educativo que oscilaba entre el secundario y el universitario completo o incompleto, y que recurrían al trueque porque estaban desocupados y sin ingresos. Por aquella etapa, la antigua cooperativa estaba asociada al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y participó del plan de acopio conjunto en el galpón de Munro, durante más de un año. Posteriormente la entidad se disolvió por desacuerdos entre sus miembros, formando la actual Sur, en la que intervienen algunos integrantes de la antigua organización y varios miembros nuevos, conformando un grupo total de 12 personas, más 38 carreros que participan como socios adherentes. Para dichos carreros, el beneficio de ser socio consiste en que se les asegura un precio algo más alto que el de los depósitos de la zona, la reparación de sus carros, y, en el futuro, el acceso a biblioteca, servicios de salud y proveeduría. Hacia fines de 2004 Sur se separó de la red de cooperativas asociadas al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y del plan de acopio conjunto en el galpón de Munro. Actualmente está operando en unión con otras tres entidades de la 38

Las entrevistas a esta cooperativa fueron tomadas en la sede de Quilmes, provincia de Buenos Aires, en los años 2003 y 2005.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 provincia de Buenos Aires: la Cooperativa Campana, de la misma localidad; Lucero, de 9 de Julio, y otra organización de la zona de Lanús. Sur participa de similitudes y diferencias con otras cooperativas. Tiene semejanzas con Del Oeste en cuanto a la extracción social de las personas que componen el grupo y, también, por el motivo esencial que los reunió: la necesidad de poner en marcha un emprendimiento laboral que los ayudara a paliar la desocupación y cubrir las necesidades económicas, pero a través de un emprendimiento sustentado sobre las bases del cooperativismo. El objetivo era económico, pero también social, en su sentido más amplio. Es decir, equitativo, igualitario y recíproco entre los miembros (cooperativo), pero además solidario con la comunidad. Desde aquí, la cooperativa persigue metas laborales y económicas para sus propios miembros, pero también intenta introducir los principios del cooperativismo entre los mismos cartoneros a los que atiende diariamente. Se asimilan, además, en el hecho de que sus fundadores no tenían antecedentes en el cirujeo ni conocimientos sobre el manejo de los residuos, su recuperación y/o reciclaje, y tuvieron que aprender todas las peculiaridades del oficio. Así como comparten semejanzas, también tienen diferencias, incluso con aquellas cooperativas con las que participan de rasgos comunes. Uno de ellos es la forma operativa que distingue a la entidad, ya que no se dedican a la recolección, sino que actúan como centro de acopio, clasificación y venta. En cuanto a la relación de la cooperativa con el municipio local, Sur ha presentado varios proyectos dirigidos a hacerse cargo de la recolección de un barrio de Quilmes; pero hasta el momento, no han encontrado apoyo por parte de las autoridades municipales.

Cooperativa “Tren Blanco” La cooperativa Tren Blanco se formó con un grupo de cartoneros de José León Suárez que, durante años, realizaron la tarea de recolección informal trasladándose desde Suárez a la ciudad de Buenos Aires, como lo hacía el resto de cartoneros que viajaban en el Tren. Si bien durante años quisieron formalizar la cooperativa, las diferencias internas que reinaban entre los cartoneros impidieron concretar la idea hasta el año 2004. En dicho año 10 recolectores formaron una cooperativa, y empezaron a comprar material en el barrio, acopiarlo y revenderlo. Actualmente, la cooperativa se dedica a la compra de plásticos, esencialmente el PET, que es la base de los envases de gaseosas. Si bien en las primeras etapas el rédito que dejaba la labor de compraventa era muy bajo, posteriormente una transnacional les donó una prensa para reducir los envases, con lo que lograron aumentar 4 veces el volumen de lo que pueden vender. Como casi todas las cooperativas del rubro, inicialmente la tarea de acopio se realizó en la vivienda de uno de los integrantes; hasta que, en enero 2005, alcanzaron los ingresos necesarios para comenzar a alquilar un local específicamente destinado a la tarea de compra, acopio y clasificación.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Actualmente la cooperativa forma parte de la red Reciclando Valores que reune a más de 15 cooperativas del ramo. 39

El Instituto Movilizador y las cooperativas 40 Como se pudo observar a lo largo de estas páginas, el Instituto Movilizador jugó un rol importante en la consolidación de las cooperativas de recuperadores. Si bien hubo otras organizaciones que les dieron algún apoyo, lo cierto es que el Instituto fue la de mayor importancia, dada la cantidad de organizaciones que se adhirieron al proyecto. El Instituto Movilizador brindó su experiencia en cooperativismo, tanto para fortalecer las entidades como para encontrar los mecanismos a través de los cuales pudieran mejorar su situación económica y diseñar un proyecto dirigido al autosostenimiento y la apertura de fuentes laborales. Dada la especificidad de este tipo de cooperativas -un rubro absolutamente nuevo sobre el que no existían experiencias previas- tuvieron que idear modalidades operativas también novedosas, que se ajustaran a las particularidades de la actividad y a las características de los grupos que, a pesar de su fuerte heterogeneidad, comparten el hecho de no poseer capacidad de ahorro para comenzar una tarea comercial. Inicialmente, se creó un sistema de créditos blandos orientados al alquiler de los galpones, que llamaron “giro comercial”, es decir, un sistema de préstamo con una rotación de no más de 48 horas, a través del cual el Instituto depositaba el dinero, la cooperativa compraba a los recolectores, vendía a los intermediarios y devolvía el monto original, ahorrando el excedente obtenido por la venta del día, y volviendo a cobrar nuevamente el “giro” para realizar una nueva compra. Posteriormente, se ideó una nueva estrategia para mejorar la rentabilidad de las cooperativas. En el mes de octubre de 2003, se abrió un galpón general en la zona de Munro, en donde comenzó a concentrarse el acopio general de todas las entidades. Dicho proyecto tenía varios objetivos: compensar el problema de falta de espacio que tenían todas las cooperativas, alcanzar un volumen de residuos mucho mayor, y negociar la venta -en forma conjunta- con las empresas finales compradoras. De acuerdo con este plan, el Instituto compraría a las cooperativas cuando el precio estaba en “baja” en el mercado y los vendería en los períodos de “alta”, es decir, en el momento en que las empresas abonan mejores precios por cada material (papel, plásticos, etc). El excedente obtenido se repartiría proporcionalmente entre las distintas cooperativas. Hacia el inicio del año 2005, el galpón de Munro compraba papel, cartón y plásticos a todas las cooperativas asociadas al proyecto. Se trataba de un plan innovador, cuya eficiencia variaba según la mirada del propio Instituto y de las cooperativas asociadas.

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Buena parte de la información sobre esta cooperativa fue tomada de la nota periodística de Esteban Magnani, “Pirámides de Papel” , en Suplemento “Cash”, Página 12, 26/3/2006. 40 Las entrevistas relativas al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos fueron tomadas en la sede del Instituto, en la ciudad de Buenos Aires, en los años 2002, 2004 y 2005.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Para muchas entidades, los frutos obtenidos con este plan fueron más que escasos, ya que los precios que el Instituto pagaba eran muy bajos. Por esta razón, varias organizaciones se separaron del proyecto, porque advirtieron que al operar individualmente obtenían mayor rentabilidad que al hacerlo en forma conjunta. Según el Instituto, el incremento monetario sólo era posible acopiando y vendiendo en forma conjunta y a partir de la incorporación tecnológica, ya que cuanto mayor es la mejora producida en cada material, más alto es el precio que pagan las empresas y más grande el excedente para repartir entre las cooperativas. Analizando los testimonios y las distintas posiciones de los entrevistados, es posible sintetizar algunos de los problemas que rodeaban la marcha de este plan a fines de 2005, los que describo según mi perspectiva y no la opinión de los involucrados. Desde la óptica de las cooperativas, el principal problema radicaba en que acopiar conjuntamente en el galpón de Munro implicaba la obligación explícita o implícita de vender únicamente al Instituto, lo que frenaba la autonomía de cada entidad para buscar clientes propios y encontrar nichos particulares para aumentar la rentabilidad. Por su parte, el Instituto necesitaba recuperar los créditos brindados, de manera que cada cooperativa que vendía a particulares y no al galpón general no sólo bajaba la cantidad de material acumulado y reducía el excedente total, sino que implicaba el uso de fondos otorgados por el Instituto que no retornaban al proyecto general. Todo este cúmulo de problemas, sumado a la falta de comunicación y la carencia de conocimiento adecuado sobre las particularidades del negocio de compraventa de residuos, constituyó otra de las dificultades mayoritariamente señaladas por los cooperativistas, que no sólo implicó gastos no previstos, sino discusiones y enfrentamientos importantes con las autoridades del Instituto. Los desacuerdos, la ausencia de diálogo y la imposibilidad de sostener las diferencias a pesar de las divergencias derivaron en el eclipse del proyecto, hacia fines de 2005.

Síntesis Como se ha visto hasta aquí, desde fines de la década de 1990 se formaron una gran cantidad de cooperativas orientadas a la recuperación, acopio y venta de residuos. Los casos de RENASER, El Orejano, CARPAMET, Del Oeste, Sur, Alicia Moreau de Justo, Orgullo Cartonero, Nuevos Rumbos, Reciclado Sur o El Ceibo constituyen ejemplos paradigmáticos de las muchas organizaciones que se formaron en el Área Metropolitana de Buenos Aires, desde 1999. Uno de los rasgos significativos que presentan las cooperativas es su fuerte diversidad, lo que se advierte tanto en la multiplicidad de historias y experiencias a partir de las cuales surgieron, como en la heterogeneidad de los grupos que las componen y los objetivos que persiguen.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 De este modo, es posible afirmar que existen dos tipos de cooperativas: las formadas por grupos de muy baja extracción social –que el INDEC suele llamar “pobres estructurales”– 41 y las provenientes de sectores de clase media pauperizada. Entre los grupos de baja extracción social, que ya tenían experiencia con el cirujeo, la aspiración central que los llevó a formalizar la cooperativa fue el interés por mejorar las condiciones de una tarea que, de otra forma, los mantenía atados a los depósitos intermedios, a la venta al por menor y a la imposibilidad de superar la mera supervivencia diaria. Entre los sectores de clase media empobrecida, la meta central fue superar el desempleo a partir de la estructuración de nuevos emprendimientos laborales que los ayudaran a paliar la crisis económica. Tanto como difieren por extracción social, también varían en cuanto a las aspiraciones centrales que motivaron el nacimiento. Así, mientras que para la cooperativa Alicia Moreau de Justo el objetivo era crear un emprendimiento que aliviara la pobreza “de los otros” y articularse detrás un proyecto a través del cual dejar ser meramente “mujer, esposa y madre”, para Del Oeste o Sur fue un medio para superar la propia situación de crisis económica, pero siempre bajo el paraguas de la empresa social. Otra diferencia entre las cooperativas se liga a sus modalidades operativas. Así, mientras que algunas nacieron directamente como centro de acopio, separación y venta (Alicia Moreau de Justo y SUR), y no realizaban recolección sino que compraban a cartoneros de la zona, otras actuaban en la fase de recolección pero con tácticas diferentes. Mientras que CARPAMET y Orgullo Cartonero operaban según las formas tradicionales del cirujeo, es decir, recolectando por la calle, separando individualmente en la vivienda y vendiendo en los depósitos de mercado, Del Oeste trabajaba en la fase de recolección, pero a partir de los contactos personales realizados con los vecinos y comercios del barrio. En este sentido, la divergencia de estrategias se vincula con diversos factores que rodearon la conformación de la organización. Así, mientras que Alicia Moreau de Justo nació a partir de una cooperadora escolar y con apoyo de empresas donantes que le permitieron abrir el galpón y constituirse directamente en centro de acopio y venta, Del Oeste apeló al arraigo zonal que le daba su larga trayectoria como vecinos del barrio para captar comercios proveedores de residuos, pero sin aspirar a constituirse como centro de compraventa, por falta de espacio y por estar ubicados en un área residencial. Tanto como estos factores coyunturales, las extracción social del núcleo original también pesó al momento de decidir las modalidades operativas. En este sentido, las cooperativas pertenecientes a sectores de muy bajos recursos continuaron reproduciendo las prácticas ligadas al cirujeo tradicional, sin apelar a ninguna otra táctica hasta tanto contaran con el apoyo crediticio del Instituto Movilizador, mientras

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Como se explicó en una nota anterior, el INDEC caracteriza como “pobres estructurales” a aquellos grupos que, si bien superan el consumo mínimo de calorías de la línea de pobreza, no tienen acceso a servicios considerados como indicadores de necesidades básicas satisfechas, como el agua potable, equipamiento e infraestructura sanitaria. La clase media pauperizada, en cambio, suele vivir en barrios con acceso a estos servicios, pero no alcanzan los ingresos mínimos para superar la línea de pobreza.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 que las formadas por sectores de clase media pauperizada sí idearon estrategias alternativas para sostener la organización, hasta contar con los fondos necesarios. Llegado este punto, y pasados 9 años desde la apertura de las primeras cooperativas, es posible realizar un balance sobre su desarrollo. En este sentido, la mayoría ha sufrido la carencia de capital, la ausencia de espacios adecuados para acopiar y clasificar, la falta de apoyo de instituciones de mayor envergadura que pudieran respaldarlas en sus necesidades de crédito y asesoramiento, y, particularmente, para mantener el proyecto cooperativo a largo plazo. Al respecto, las frecuentes discusiones entre los miembros, los desencuentros y la carencia de mecanismos para manejar los conflictos internos, sin llegar a la fractura de la organización, constituyen uno de los problemas más importantes. Paralelamente, el marcado individualismo del ciruja, que está habituado a la recolección individual, a la venta diaria, y que es reacio a la cooperativización, conforma otro de los obstáculos que limitan el desarrollo cooperativo. Respecto de este tema, es posible afirmar que las cooperativas de recuperadores comparten obstáculos que se repiten en todos los emprendimientos cooperativos formalizados en los 90. Entre ellos, la falta de capital suficiente, la inexistencia de integración para intercambiar servicios y productos complementarios y la imposibilidad de hacer realidad el principio de distribución proporcional del excedente, ya que los magros ingresos obtenidos a partir de la labor de compraventa no dejan margen suficiente para concretar este postulado. En el aspecto económico, la formalización de la actividad implica no sólo contar con capital suficiente para operar diariamente, sino también el pago de una serie de impuestos y tasas de matriculación que las organizaciones no están en condiciones de afrontar. En cuanto a la gestión interna, ninguna pudo aplicar en forma estricta el lema “un socio, un voto”, porque no les resulta operativo para administrar adecuadamente la organización y porque los niveles de participación varían significativamente al interior de cada cooperativa. De acuerdo con ello, y a mi criterio, cada cooperativa intentó adecuar los rígidos lemas de la doctrina cooperativa a la realidad particular que debió enfrentar. Y, de este modo, cada organización reformuló los principios de “proporcionalidad”, “equidad” y “participación”, siguiendo la lógica y la dinámica interna de cada una de las organizaciones. De este modo, frente al dilema “eficiencia versus control democrático de los socios”, que es un problema de la “militancia cooperativista”, los integrantes de estas organizaciones privilegiaron la eficiencia y la supervivencia de los emprendimientos, porque les resultaba prioritario solventar las necesidades económicas y laborales de los miembros, más que fomentar la participación “a rajatabla”, que a veces resulta ideal, pero no posible. Hecha la reseña de los problemas generales que aquejaron a las cooperativas, queda reflexionar acerca de su rol en el manejo de los residuos sólidos urbanos. En este sentido, queda claro que las cooperativas realizan una importante tarea al recuperar y volver al circuito productivo una gran cantidad de desechos

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 reutilizables, que, por su labor, no impactan sobre el ambiente. Sin embargo, ninguno de los municipios del Área Metropolitana intervino decididamente en apoyo de las cooperativas con el objetivo de integrarlas a la gestión de residuos de cada localidad.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Compra, clasificación y tratamiento de los residuos en el interior de las cooperativas Dado que el objetivo del capítulo fue analizar el caso de las cooperativas desde la perspectiva del manejo de los residuos sólidos urbanos, y, más específicamente, su rol en la recuperación de los desechos reutilizables, interesa dedicar un punto especial a la descripción del tipo de residuos que se compran en una cooperativa, y a las formas en que se clasifican y separan en las etapas previas a la venta a las empresas, o a intermediarios de mayor envergadura. En términos generales, las cooperativas compran papel, cartón, plásticos, metales, trapos, vidrios, materiales de construcción. Sin embargo, cada uno de estos residuos posee una clasificación específica relacionada con la calidad y, el tipo de material de que se trate, y una forma de separación y tratamiento diferente, vinculado con los modos en que los intermediarios o las empresas solicitan que les entreguen los residuos. A continuación, realizo una breve descripción de cada uno. En cuanto al papel, como ya se ha dicho, los cartoneros suelen subclasificarlos en blanco, diario, color, revista y fallado. El papel blanco es aquel que no está impreso con ningún color. Los residuos calificados como papel blanco son hojas de cuaderno, papel de impresión de computadoras, hojas usadas de máquina de calcular, de fotocopias o de duplicaciones y sobres blancos, siempre que no estén rotos. Por ser blanco tiene mayor valor. Los diarios, como su nombre lo indica, son los periódicos de circulación cotidiana y todo aquel que presente ese formato, lo mismo que las guías telefónicas. El papel color es aquel que, justamente, posee colores. Los folletos publicitarios coloreados, el papel madera, las cartulinas o los papeles de colores son clasificados en este grupo. Las revistas suelen catalogarse como papel color, aunque en ocasiones se seleccionan en forma independiente. El papel fallado es el de color blanco, pero roto. Los folletos despedazados y cualquier resto de papel sin colores se clasifica como “fallado”. Cuando los cartoneros venden a la cooperativa, deben entregar los papeles ya separados por tipo. Los papeles no deben estar mojados y se entregan atados. La primera actividad en el depósito de la cooperativa es pesarlo y abonar al cartonero. Luego se dividen por tipos dentro del galpón, y se entregan separados y enfardados. En cuanto al cartón, se separa según sea de primera (como el de embalar) o de segunda (como las cajas de pizza). Los cartones con colores se consideran de segunda. Las cooperativas que han logrado acceder a la propiedad o tenencia de máquinas que permiten prensar y condensar el papel y el cartón (como Nuevo Rumbo o Reciclado Sur) obtuvieron mejoras significativas en los precios que las empresas les abonan por entregarlos con mayor elaboración. Respecto de los metales, se compra cobre, aluminio, bronce, plomo, hierro, chatarra, y las radiografías, que se clasifican como metal.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 El cobre está contenido en los cables de electricidad o las bobinas; el aluminio, se subdivide en duro y blando y forma parte de las llantas de autos o las tapas de motor (el duro), y en las ollas, latitas, antenas, marcos de ventana o llantas de bicicleta (el blando). El bronce se encuentra en las griferías, las antenas de autos y las llaves de diverso tipo, mientras que el plomo forma parte de las instalaciones de gas y el hierro es el compuesto de los perfiles de construcción o de los caños de desagües (también llamado “fierro chico”). En cuanto a la chatarra, la conforman los restos de heladeras, cocinas, calefones o las chapas de automóviles, a las que también se llama “fierro grande”. La compra de metales es más frecuente en las cooperativas asentadas en los partidos del Área Metropolitana de Buenos Aires y mucho menos en aquellas que trabajan en la ciudad de Buenos Aires, dado que en el conurbano abunda este tipo de residuos, y no tanto en los barrios residenciales de la ciudad. En cuanto al plástico, se comenzó a recuperar de la basura luego de la crisis de 2001, a partir del incremento de los insumos importados. Se trata de uno de los materiales que mayor diversidad posee y que más tratamiento recibe dentro de las cooperativas, ya que un mismo envase posee componentes de diversos géneros de plástico. Los cartoneros suelen dividirlos en plástico de alta o de baja o plástico duro y blando. Los de alta hacen referencia al polietileno de alta densidad, que es un termoplástico utilizado para diversos tipos de envases. El de baja es el polietileno de baja densidad, que se utiliza para fabricar bolsas de todo tipo o embalajes de alimentos. El plástico duro o blando se llama así por su espesor. Técnicamente, se subdividen en: polietileno terftalato (usualmente conocido como PET), polietileno de alta densidad (PEAD), policloruro de vinilo (PVC), polipropileno (PP), poliestireno (PS), policarbonato (PC), poliamida (PA), ABS, SAN, EVA, Poliuretano (PU), Acrílico (PMMA), Polietileno de Baja Densidad (PEBD) 42. Polietileno Terftalato (PET). Se encuentra en las botellas de gaseosas o de agua mineral y en algunos envases de aceites y frascos de mayonesa. Los cartoneros los separan en cristal (sin color y de mayor precio) y color (verdes o azules, y de menor precio). Polietileno de Alta Densidad (PEAD). Se encuentra en las tapitas y anillos de las botellas de gaseosas, los envases de detergente, de lavandina, de aceites de automotor, y en los envases de shampoo o los bidones de cinco litros. Para formar un kilogramo de tapitas es necesario juntar cerca de 70. Como dije, los envases PET se separan en cristal y color, y las tapas y anillos plásticos se clasifican aparte, porque es plástico de alta densidad (PEAD). En general una de las tareas que realizan las mujeres en las cooperativas es higienizar los envases y sacarles las etiquetas, dado que cuanto mayor sea la mejora generada en los materiales, mayor es el precio que abona la empresa o el intermediario. Los plásticos se clasifican y separan en lienzos diferentes, según el tipo, y luego se cierran y se venden diferenciados. 42

Para un conocimiento más acabado de los plásticos, su composición y sus usos, pueden visitarse las páginas de Plastivida (www.plastivida.com.ar), o la de ARPET, respecto del plástico PET (www.arpet.org). La clasificación de los residuos según el nombre técnico del material fue realizada por los estudiantes de arquitectura María Elena Casari y Carlos Ceci, en el marco de una pasantía realizada en el proyecto UBACyT A001, en los años 2004 y 2005 respectivamente.

En Paiva, Verónica. Cartoneros y Cooperativas de recuperadores. Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Área Metropolitana de Buenos Aires. 1999-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2008 Poliestireno (PS). Se encuentra en las sillas, mesas y cajones de plástico. Polipropileno (PP). Se halla en baldes, palanganas, fuentones y algunos juguetes. Policloruro de Vinilo (PVC). Es el compuesto de algunos envases de aceites, de jugos, de mayonesa, de frascos de shampoo, la carcasa de los electrodomésticos, computadoras o los caños plásticos. Polietileno de Baja Densidad (PEBD). Es el material de las bolsas de supermercados, de consorcio o de residuos. También de los envases de leche, de agua, las bolsas de azúcar o el pack que recubre las gaseosas. En cuanto al vidrio, se compran botellas y restos de todo tipo. Entre las botellas, algunas marcas tienen envases seriados y con tipología única, que se compran y vuelven a usar. Es el caso de las botellas de vino de 700 o 750 cm3 y algunos envases de cerveza, vinagre, vermut o frascos de salsa. Las otras clases de vidrio se dividen según el color en cristal (sin color), verde o ámbar (de menor valor) y, según tipo, en vidrio blanco y vidrio mezcla. El vidrio blanco se encuentra en los envases de perfume, los frascos de yogurt o de mayonesa y el vidrio mezcla en el resto de envases de color, que son de menor precio. En el caso de estos vidrios, se rompen en diferentes espacios dispuestos en los depósitos para cada tipo de ellos, y se tratan con una metodología muy sencilla de molido a mano. Los corchos de los envases se separan y se venden aparte. Por último, los trapos, son otro de los residuos que se compran en las cooperativas, ya que los adquieren las imprentas como elementos de limpieza, o los reutilizan los mismos cooperativistas para hacer juguetes o ropas para vender. Como puede verse, los residuos presentan una alta diversidad y múltiples posibilidades de reuso y reciclado que, habitualmente, no son conocidas por el ciudadano común y tampoco ponderadas por las autoridades municipales, que, como se vio, dejan a las cooperativas libradas a su suerte y sin prestarles apoyo concreto para fortificar su desarrollo, a pesar de la importante tarea de recuperación que realizan.

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