Contactos lingüísticos en América en la época de la conquista. Mesa redonda

May 23, 2017 | Autor: O. de Emilio Alarcos | Categoría: Spanish, Spanish in contact with other languages, Language contact, Spanish American colonial studies
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Descripción

Emilio Alarcos Llorach, Tomás Buesa, Juan Martínez Marín, Germán de Granda Contactos lingüísticos en América en la época de la conquista. Mesa redonda Lengua española y su expansión en la época del Tratado de Tordesillas Valladolid, 1995, 149-162.

Dr. Emilio Alarcos Llorach Como ven ustedes participamos los tres sefiores que estamos aquí sentados en esta mesa redonda, -yo no me he contado-; iba afiadir: y luego el que habla.

lengua dominante y dominada, dominante la que traían los espafioles, o la que llevaban los espafioles, y dominada las otras lenguas autóctonas.

En primer lugar como introducci6n voy a hacer una breve exposici6n de lo que me supongo que vamos a debatir aquí. Si procuramos cefiirnos a la materia abarcada por el título bajo el cual se nos ha convocado, en torno a esta mesa, no habrá más remedio que repetir o adelantar, en resumen, lo que durante estas jornadas ha sido ya tratado o lo será después con mayor detalle y más precisa concreci6n en comunicaciones y ponencias; por ello mi papel en este momento se reducirá a apuntar cuestiones que con sus hondos saberes nos ilustrarán sobre el asunto desde diversos puntos de vista y además podrán suscitar un coloquio animado. Me parece que debemos identificar la época a que se alude en el título con el primer siglo contado a partir del Descubrimiento. En esos 100 años los contactos lingüísticos fueron profundos y variados; de pronto los hablantes de una lengua romance hispana, en gran parte analfabetos, tuvieron que establecer comunicaci6n con gentes cuyos idiomas les eran extrafios totalmente; incluso estos idiomas diferían de las lenguas con las que estaban familiarizados por sus estudios los emigrantes más cultos, que después del primer viaje comenzaron a arribar a las Indias Occidentales, ¿c6mo se consigui6 el necesario entendimiento entre aborígenes y peninsulares una vez superada la mera comunicaci6n gestual? Como sefi.al6 Lapesa oportunamente, el contacto lingüístico de los colonizadores y los aborígenes ha dado lugar a muy variadas situaciones de la relación entre la

Por una parte hay lenguas aborígenes que resistieron la invasión del castellano, gracias sobre todo al cuidado exquisito de los religiosos que las estudiaron y las aprendieron para ampliar con más seguridad y eficacia el círculo de clientes de la Iglesia, y de este modo el idioma importado actu6 como superestrato que introdujo en esas lenguas no s6lo unidades de léxico que en general poseen movilidad mayor y más fácil y mejor autonomía, sino también alguna unidad fónica, en lo cual no voy a entrar ahora; unidades fónicas siempre más reacias a ser absorbidas por un sistema fonológico 'distinto, es el caso de las dos llamadas lenguas generales, el nahuad y el quechua, que ya impuestas por los aztecas y los incas, siguieron siendo difundidas merced a la labor de los misioneros entre indígenas de otros idiomas. Han persistido hasta hoy otras muchas lenguas en situación precaria y sometidas por necesidad a la presi6n de la lengua oficial de cada República Americana, pues desde su independencia las nuevas naciones han actuado mucho más eficazmente como difusoras del español que la anterior administraci6n colonial de la Corona. En los primeros tiempos de la conquista es muy probable que se creasen diferentes criollos de urgencia que permitirían la comunicación esencial entre espafi.oles y aborígenes. Estos criollos iniciales irían lógicamente desapareciendo a medida que se difundía por la presión del poder político y la conveniencia social el uso del espa-

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fiol. Debemos sin embargo, preguntarnos hasta qué punro las lenguas indígenas en recesión como adstrato constante o como sustrato olvidado o latente pudieron afectar a la lengua importada. Nadie discute la importancia de las aportaciones que en el léxico suministraron las lenguas indígenas desde el primer viaje de Colón y nadie duda de la gran cantidad de americanismos registrados en los diccionarios del español común, y en los vocabularios particulares de las diferentes comarcas, pero se asegura también, según los últimos estudiosos, que la frecuencia del uso de los americanismos no es ciertamente muy alca. Aparte este aspecto del influjo sustratístico, casi nadie defiende la influencia indígena en los aspectos gramaticales salvo en los hablances bilingües poco cultivados y en cuanto a lo referente al dominio de la expresión. Si quitamos el evidente parcicularismo de la entonación y el ritmo elocucivo, todos los rasgos fonéticos o fonológicos del espafiol americano, por diferentes que sean de los del espafiol peninsular cenrral, suelen considerarse consecuencia del sistema fonológico que llevaron a las Indias los colonos del siglo XVI. A pesar de lo cual, me parece a mí indudable que las lenguas indígenas tendrían algún influjo en la diversificación operada en lo fonético, ya que no en lo fonológico de las modalidades del español americano, además, junto con las consecuencias posibles del contacto o choque entre español y lenguas amerindias, hay que tener bien presente que el espafiol de América se revela como un producto de la nivelación de las diversas modalidades de la península. Los primeros descubridores y colonizadores eran gente de escasa cultura, y de variada procedencia; según las estadísticas más admitidas sobre el origen peninsular de los emigrantes, parece que el primer cuarto del siglo XVI predominaron con mucho los andaluces y, lo que tiene más importancia social, hasta 1518 las andaluzas representaban los dos tercios de mujeres emigradas. De

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estos datos se colige fácilmente que los rasgos lingüísticos mayoritarios en el Nuevo Mundo eran los del mediodía espafiol, claro es de Canarias, que estaban ya bien diferenciados como especial transformación del romance toledano respecto de los rasgos de la Castilla norteña, poco a poco difundidos en la corte. Por esto, para determinar la configuración del español americano, es casi más interesante tener en cuenta el hecho de la concurrencia de las varias modalidades espafiolas peninsulares que el de la abigarrada situación indígena. Los colonizadores minoritarios provenientes del centro y norce del Reino de Castilla terminaron por adaptarse a los usos más simplificadores de los meridionales, aunque las dos normas de la Península a comienzos del siglo XVI, resultado doble de la lengua medieval, se reprodujeron en América. Su pugna se resolvió enseguida con el triunfo de la norma meridional mayoritaria y más simple, no existía entre los colonizadores ningún modelo cortesano ni literario a que ajustasen su habla, esta se fue conformando en la refriega pacifica de los usos divergentes de los primeros asentados y de los sucesivos emigrantes sin que las lenguas indígenas, con las cuáles estos primeros americanos emigrados estaban en contacto, modificasen esencialmente los sistemas fonológico y gramatical. La interferencia lingüística sólo sería perceptible en productos acriollados como, por ejemplo, el papiamento; el español común salió prácticamente indemne, excepto en el léxico y en algún uso peculiar y regional, o todo lo más sin valor pertinente en los sistemas. Con este ligero preámbulo a modo de simple aperitivo quiero concluir y ceder la palabra a mis compañeros, los cuales me imagino nos expondrán con rigor y con claridad los aportes de las distintas corrientes migracorias peninsulares al español americano en esa época inicial de su constitución. Muchas gracias.

TOMÁS BUESA, JUAN MARTÍNEZ MARfN Y GERMÁN DE GRANDA

Dr. Tomás Buesa:

Agradezco al comité organizador de este V Centenario del Tratado de Tordesillas su invitación para participar en esta mesa redonda. Hace dos afios celebramos tres quintos centenarios; uno, en enero, la conquista del Reino de Granada por nuestro Reyes Católicos, quienes desearon descansar para siempre en su catedral. Esto tendrá también trascendencia para América, porque da la casualidad de que el pueblo espafiol juntamente con el portugués presenta unas características desconocidas en el resto de Europa: durante ocho siglos los cristianos peninsulares unas veces lucharon en la frontera contra los árabes, otras veces hubo tratos, contratos, tratados comerciales; y lo interesante es que en la frontera o en las ciudades había tres culturas, tres religiones monoteístas y tres lenguas, y el sistema utilizado por los cristianos con las requisitorias para que en la frontera los árabes se sometieran a los Reyes Católicos con algunas modificaciones, lo vamos a ver también en el Nuevo Mundo. El segundo centenario fue en agosto con la aparición de la primera gramática de una lengua romance, la castellana debida a un andaluz, Elio Antonio de Nebrija. Es cierto que allí aparece un idioma castellano preclásico, no es exactamente el que se llevó de la península al Nuevo Mundo, porque continuamente iban llegando oleadas de diferentes regiones de Espafia aunque predominaban, como ha dicho el profesor Alarcos, los meridionales; pero esta gramática servirá en su momento para estructurar otras gramáticas de lenguas indígenas americanas. Indudablemente esta gramática no la conocieron los españoles que salieron del Puerto de Palos, precisamente en agosto para el Nuevo Mundo, y que ya el 12 de octubre descubrieron las nuevas tierras. Hay tres momentos del contacto entre los europeos y los nativos de allá, tres momentos que se pueden caracterizar, aunque no sean sincrónicos, a) con un lenguaje gestual, gesticular, mímico, y suficiente, indudablemente muy primitivo; b) otro, con la labor realizada por los in-

térpretes; y c) un tercer momento, en que la comunicación, la intercomunicación, se realiza mediante lenguas conaturales, lenguas indias o bien con la lengua espafiola. Cristóbal Colón, me permito recordar que juntamente con los hermanos Pinzones, andaluces, prepararon muy bien su viaje, en el que calcularon que tardarían unas diez semanas. Las tres naos iban bien pertrechadas; iban 120 hombres, 90 de ellos pilotos expertos marinos confiando en llegar a las tierras del Gran Can, tan maravillosamente descritas por Marco Polo; otros 30 eran unos funcionarios reales, escribano, alguacil, carpintero Rivera, ebanista, sastre, y un lapidario, un orfebre lapidario con el que se pretendería pingües negocios con los asiáticos, y un hombre que podía ser la clave de todo, el que podría darles la razón de su existencia en esas tierras, un intérprete andaluz, también de Jaén, llamado Luis de Torres, conocedor -pues era judío converscr del hebreo, del caldeo, y algo de árabe, porque si iban a las indias, allí habría musulmanes. También en la expedición iba un médico, un cirujano y un boticario, que podría dar razón en alguna medida del latín. Con esto suponían que la solución lingüística estaba solucionada; pero el 12 de octubre cuando llegan a las nuevas tierras se encuentran nativos de allá semidesnudos, de piel cobriza, de ojos almendrados, con unos europeos vestidos, que pasarían un calor espantoso, algunos barbudos frente a los lampifios, y que no se entendían ni poco ni mucho. Y entonces, como dice el Padre las Casas, las manos servían aquí de lengua; y Cristóbal Colón llegó a conocer gracias al lenguaje mímico, al ver a aquellos indios con unas heridas tremendas, con unas cicatrices espantosas de esas heridas -aquellos indios eran indios pacíficos, taínos- que había otros pueblos crueles, antropófagos, que venían de las costas de Venezuela y de Colombia, eran los terribles caribes. No olvidemos que algunos de los nombres de estos peces devoradores llamados 'pirañas' en algunos sitios los llamaban caribitos y que la palabra 'caníbal' española procede de caribe. Pero, claro, este lenguaje mímico era insuficiente y se prestaba a equívocos. Así,

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cuando los primeros espafioles llegaron a Yucatán, a los indios que encontraron lo primero que les preguncaron fue «cómo se llama esta tierra»; y ellos «Yucatán, Yucacán» (¡Ah, se llama Yucacán!). No, lo que ellos habían dicho era, «no entiendo, no entiendo»; y ya se quedó el término yucatán, lo que no se ajusta al término indio. Entonces ese lenguaje mímico aunque sirvió durante mucho tiempo, no podía servir; y Colón ese mismo día cogió seis cautivos que los llevó a los navíos, pensando en una vieja costumbre europea de algunos pueblos, los italianos, que cogían cautivos para que aprendieran la lengua y les sirvieran de incérprete, y de los portugueses en Africa. A finales de octubre soltó a uno de los cautivos para que se acercara a una aldea próxima y les indicara que ellos eran hombres pacíficos. Hay algo importante: que a veces la lengua, la palabra, en aquellos conquisradores renfan más interés que la coraza, la pólvora, los caballos o los arcabuces; con ella podían llegar a una tierra pacíficamente, sin luchas; no siempre se pudo consegmr. Recurrieron a los intérpretes, y muchas veces los intérpretes eran cautivos que Colón en los cuatro viajes llevó a España para que aprendieran el español. Toda expedición se hizo previamente capturando indios. Hay unas disposiciones en que señalan hasta el número máximo de indios que pueden cautivar, que pueden apresar; a veces dicen que entre uno y dos, otras veces hasta tres o cuatro, pero no más. Estos cautivos una vez que aprendían algo del espafiol y lo soleaban rápidamence, se desprendían de las prendas que llevaban, las dejaban tiradas en el suelo, en un arbusto, y escapaban como alma que lleva el diablo, huyendo de los españoles. Pero hay otros intérpretes que iban a ser muy útiles, españoles náufragos que llegaron a tribus pacíficas, que los acogieron hospitalariamente o prófugos, o enfermos que llegaron a alguna tribu. Uno de los primeros, según refiere el Padre las Casas y Fernández de Oviedo fue un mancebo aragonés llamado Miguel Díaz de Aux, de familia sobradamente conocida en el Reino de Aragón ya que un abuelo suyo acompañó a Alfonso 1 el Batallador en la conquista de Zaragoza y de Daroca. Este mancebo aragonés tenía la sangre algo caliente y luchó, un mal día para él, con un cristiano y lo acuchilló, creyó que lo había matado y

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temiendo la justicia del descubridor, que no admitía peleas entre cristianos- los ahorcaba muy cristianamente-, Miguel Díaz de Aux puso tierra en medio, se marchó y llegó a una tribu de indios araguacos, de indios taínos, pacíficos, que lo acogieron y lo ayudaron. Pero al frente de esta tribu no estaba un cacique, sino una cacica con la que se unió sentimentalmente. Ahí estuvo tres afias y con esta cacica tuvo dos hijicos. Por tanto Miguel Díaz de Aux fue uno de los primeros padres de mestizos, esta raza tan denostada y tan defendida por otro aragonés pero ya en el siglo XVIII, Félix de Azahara, ese gran naturalista autor de «Los pájaros del Paraguay», de «Los cuadrúpedos», autor de una obra amenísima «Viajes por América del Sur»; autor del reinado de Carlos III que discrepó con mucha frecuencia de aquel gran naturalista francés Conde de Bufan, y al que Carlos Darwin menciona en más de una ocasión. Pues bien, Félix de Azahara indica que el mestizo supera biológicamente, lo mismo que en otras razas vivas, a sus padres, el mestizo supera al blanco y al indio, o a la india. Esta compañía sentimental de Díaz de Aux que le dio dos hijicos se bautizó con el nombre de Dofia Catalina; y no hay que olvidar el papel importantísimo de la mujer india cuando con frecuencia era ofrecida con otros regalos por los indios a los españoles o bien estos las tomaban violentamente. Al principio faltaron las mujeres, y fueron aquellas las propagaron lenguas indias o al menos términos indios, y ellas mismas aprendieron términos castellanos. Cuando Hernán Cortés llegó al Yucatán, se quedó sorprendido al ver unos indios que decían «castilian, castilian» y resulta que con ese 'castilian' se referían a un espafiol que llevaba ya bastante tiempo allí; un sacerdote, Jerónimo de Aguilar, que aprendió, que había aprendido el maya y fue un intérprete valioso para las huestes de Hernán Cortés. Y los cronistas nos van relatando como, por ejemplo, Alvar N úfiez Cabeza de Vaca con otros eres espafioles, recorriendo sin parar el sur de los Estados Unidos durante ocho años, o cuando se llega a la Florida y encuentran un grupo de indios y uno de ellos se adelanta diciendo, «no me matéis», «no me matéis», lo habían tomado por indio pero era un español. Todas éstos fueron intérpretes valiosos; y otros como Bernal Díaz del Castillo, que durante tres afias había estado en Cuba y había aprendido el taíno. Pero no sólo los españoles fueron intér-

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pretes, sino también los propios indios. Hay que recordar a una india bellísima y muy inteligente, superdotada, la Malinche, que se cristianó con el nombre de Dofia Marina y fue también compafiera sentimental de otro gran espafiol, Hernán Cortés; fiel siempre le ayudó porque conocía no sólo el nahuatl, sino por haber sido esclava, el maya, aprendió el castellano y así conocía tres lenguas. En un momento de apuro comunicó una conjura que habían planeado los aztecas._ Y hay otro, por ejemplo, al sur según cuenta el inca Garcilaso, Felipillo, el indio. A veces había dos intérpretes para evitar confusiones, tan graves como aquella de un sermón religioso en que el predicador indicó «Dios trino y uno» y él dijo «Dios trino y uno, cuatro». Aquel Felipillo llegó a dominar el español y para su desgracia falseó una traducción de Atahualpa que fue causa de la muerte de este gran jefe indio inca, por lo que Felipillo fue descuartizado por su traición. En fin, los intérpretes continuamente aparecen en las crónicas; eran necesarios para los funcionarios reales, eran necesarios para los misioneros; pero había problemas por ejemplo en el sacramento del matrimonio, en que tenían que dar consentimiento, los sacerdotes no podía entender si decía que sí, o que no, o qué decían, pero sobre todo, en las confesiones: El sacerdote, que no conocía la lengua india, no entendía a los penitentes y entonces se buscaba a estos intérpretes. El penitente no sólo tenía que confesarse al sacerdote sino que también había otro que oía; entonces se dieron disposiciones, disposiciones un tanto racistas y hasta machistas; «será preferido el blanco sobre el mestizo, el mestizo sobre el indio, siempre que no sea aficionado a la bebida, y se procurará desechar a las mujeres porque son muy habladoras y no conservan los secretos». Esto no era solución; América era un mosaico de lenguas indígenas, hay más de cien troncos lingüísticos, por lo menos mil lenguas, era imposible evangelizar a un territorio tan extenso, afortunadamente, como ha sefialado el profesor Alarcos, ya se encontraron con algunas lenguas que eran generales en diferentes territorios; en los aztecas el nahuatl, en los incas el quechua, o el aimara, más al este el guaraní, en lo que sería el virreinato de Nueva Granada el chibcha; pero claro había bastantes lenguas y los misioneros pensaron que había que aprender esas lenguas, eran necesarias para castellanizar a pesar de las leyes que enviaban de Espafia.

can y que sea sólo el castellano la única lengua que unifique todos los territorios de América. Estos territorios eran, como saben, extensísimos. Algo también sorprendente es que en menos de un siglo los espafioles habían recorrido todo el continente, como si hubieran tenido ortigas debajo, superando toda clase de enfermedades, que hoy a veces con dificultad los europeos pueden soportar, aparte de los ataques de los nativos.

Aquellos encargados de curatos o de doctrinas que no supieran la lengua española se les daba de plazo un afio para aprenderla. Si no, tenían que cesar. Esto aparece en la segunda mitad del siglo XVI con Felipe 11 que es la época aurea de las lenguas indígenas, pero posteriormente ya en el siglo XVII hay una reacción contra esta teoría pendular, tan característica hispana, de que el castellano debe conocerse; hay un oidor de Guatemala, Tomás López, precisamente en 1500 que dirige una carta al Emperador, con la pretensión de que haya una lengua en toda la América espafiola, para que los indios entre sí se entiendan, que sean alfabetos y puedan leer los libros escritos en espafiol.

En el afio 1500 Carlos 1 desea que las lenguas nativas, las lenguas autóctonas desaparez-

Con la llegada de Carlos 11 también se pretende que las lenguas indígenas desaparezcan,

Para aprender las lenguas indígenas se recurrió en primer lugar a las universidades, que fueron fundadas en fecha muy temprana; la Universidad de San Marcos de Lima, la Universidad de Santo Domingo, o la Universidad de México, etc. España había fundado muy pronto varias universidades, aparte de los Colegio Mayores dependientes de las Ordenes religiosas, hasta tal punto que en la América criolla había 80 centros superiores de ensefianza -lo que no está nada mal. Pues bien en estas universidades se van a impartir lenguas autóctonas con el mismo nivel académico que el hebreo, el griego o el latín -piensen que no existía cátedra de lengua espafiola-. Y entonces hay más disposiciones para que todos los misioneros que vayan a evangelizar, evangelicen en una lengua autóctona; y aún más, el seminarista que no sepa la lengua autóctona no se ordenaría de sacerdote porque se le consideraba mudo. Aún más, los Papas, concretamente San Pío V concede indulgencias a aquellos misioneros que evangelicen con lenguas indígenas.

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y que únicamente haya una sola lengua, el espafiol. En el afio 1810 se calcula que la población de América era de tres millones de blancos, criollos, y también mestizos que conocían como lengua familiar el espafiol, y nueve millones de indios, que en la mayor parte no conocían el espafiol. Al surgir las Nuevas Repúblicas, las Nuevas. Naciones se pretende que la lengua sea un mstrumento cohesor, unificador, y esto sólo lo puede conseguir el espa.fiol, y la propa-

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gación del espafiol se debe en gran parte a estas Naciones. El afio pasado uno de los ceneros de mayor prestigio de investigación lingüística, el Instituto Caro y Cuervo, conmemoraba sus bodas de oro, buscó un lema para los libros publicados ese afio, lo mismo que unas etiquetas para las cartas y era «la lengua es el espíritu de un pueblo»; este espíritu de un pueblo es de veinte pueblos de América, y es también el espíritu, creo, de Espafia. Gracias por su atención.

TOMÁS BUESA, JUAN MARTfNEZ MARfN Y GERMÁN DE GRANDA

Dr. Juan Martínez Marín:

Quiero yo también comenzar agradeciendo la invitación que los organizadores de estas jornadas me hicieron para participar en esta mesa redonda, que ya se está viendo el interés que está ofreciendo. Me voy a ocupar de uno de los capítulos de ese contacto de lenguas, del espafiol y las lenguas llamadas amerindias, y concretamente de un punto que es un tema destacado en la investigación lingüística de los americanismos, tomando además ese punto, esa cuestión desde la perspectiva historiográfica para que se vea cómo los estudios sobre los americanismos han ido enriqueciéndose, han ido afiadiendo hechos nuevos que permiten ver en nuestros días la importancia que el tema de los americanismos tiene en esa cuestión general del contacto de lenguas. Tengo que referirme a algunas cuestiones previas para que se entienda bien el desarrollo de mi exposición. Así, en primer lugar, una cuestión previa es recordar que la investigación de cualquier lengua tiene que tener en cuenta un hecho fundamental, un principio teórico metodológico básico, que es el que suele diferenciar, saber la lengua y saber sobre la lengua en realidad. La investigación lingüística, pues, está relacionada con ese hecho al que suele denominarse con la expresión saber sobre la lengua, podemos decir que el conocimiento lingüístico se consigue a partir de ese hecho, de esa idea fundamental de que los hablantes de cualquier lengua tienen los dos saberes; el saber, digamos corriente, normal; y el saber relacionado con la capacidad de reflexionar, de estudiar, de analizar esa lengua. El estudio de los americanismos sirve muy bien para ver como la historia de este problema se ha ido enriqueciendo al paso del tiempo, y sobre todo ha ido convirtiéndose ese estudio en estudio lingüístico; no es ya el estudio filológico de carácter práctico que tenía en los primeros tiempos. Bien, situado el problema, podemos decir que el enriquecimiento al que me he referido

que aporta la investigación de los americanismos comporta una serie de hechos que caracterizan el fenómeno de los americanismos desde el punto de vista historiográfico; así hay una serie de cuestfones, una serie de puncos que podemos decir se constituyen en claves, temas tópicos y característicos de los americanismos con el hecho importante, revelado en nuestros días por la investigación historiográfica, de que ya estudiosos del espafiol como Aldrete, por ejemplo, supieran ver esa visión de que la lengua espafiola tenía en América una variedad, un aspecto particular que es lo que con el tiempo se llamaría espafiol de América. Ese hecho ha sabido verlo muy bien el profesor Guitarte en uno de sus trabajos en esta línea historiográfica titulado «La dimensión imperial del español en la obra de Aldrete». (Sobre la aparición del espafiol de América en la lingüística hispánica, publicado en el afio 1986). Aldrete, por ejemplo, informa del hecho de que los españoles a lo que era trigo en la península empiezan a llamarlo raíz, a lo que eran las ralees especiales que en América se denomina con el nombre de papa. habían empezado a llamar patata con la otra variante, etc.; información sobre algunos americanismos fundamentales enmarcados en este concepto, en esta idea de que el espafiol se presentaba con un aspecto particular y por consiguiente abriendo paso a la noción de espafiol de América. El segundo hecho o la segunda cuestión a que ha dado lugar el estudio historiográfico de los americanismos es el propio concepto de americanismo. Ha habido estudios que se han centrado en determinar qué es el americanismo, qué son los americanismos, con cuestiones relacionadas con el hecho general tan interesante como el de la tipología de los americanismos, el de la terminología surgida para diferenciar que no es lo mismo el americanismo que se tome desde el punto de visea del origen de las lenguas que aportan el préstamo al espafiol que si se tiene en cuenta el uso, la extensión, el punto de vista de lengua general, de tal forma que de ahí distinciones como la de indoamericanismos, americanismos, indigenismo, etc.

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Otro hecho de interés es el del tratamiento lexicográfico. La investigación lexicográfica concretamente ha enriquecido este campo cuando operando sobre todo el hecho de que en el tratamiento lexicográfico una cuestión fundamental es el uso de estas voces; contrastando así con el planteamiento más tradicional según el cual los americanismos eran voces tomadas desde un planteamiento cultural, enciclopédico. Han ido surgiendo aportaciones y diccionarios de americanismos que responden a las nuevas ideas de tener en cuenta el uso. El planteamiento normativo es otra cuestión que a partir de un cierto momento se ha hecho presente en la investigación historiográfica de los americanismos, el diccionario normativo de la Academia ha tenido que, naturalmente, plantearse la cuestión, aunque no están resueltos evidentemente los problemas. Para ello, son necesarias investigaciones que aporten el rigor, que aporten el conocimiento de lo que es el uso, en ese sentido son fundamentales las aportaciones que dé sobre todo el estudio del espafiol hablado, el estudio dialectal, la elaboración de los atlas lingüísticos y los resultados que salgan precisamente de esos atlas lingüísticos. Ya disponemos del de Colombia, del de México, pero será fundamental que el atlas lingüístico de Hispanoamérica esté terminado. En lo que se refiere al planteamiento normativo destaca, por ejemplo, que nos encontremos a veces con variantes, con variantes de americanismos; como el hecho, por ejemplo, de que al lado de la forma peninsular cacahuete, exista la forma mexicana cacahuate, o que la voz nahuatl se presente en el mismo diccionario de la Academia, con tres variantes nagu,a, nagu,at y nagu,ate, de tal manera que si el punto de vista normativo estuviera aplicado con rigor, de manera general este tipo de hechos tendrían que estar resueltos. Finalmente, otro punto del estudio historiográfico de los americanismos es el de la valoración de las aportaciones. Ha habido estudios que se han dedicado a valorar las investigaciones realizadas hasta un cierto momento; en este sentido me interesa destacar dos hechos sobre todo: En primer lugar que esas valoraciones dan cuenta de que el estudio de los americanismos tradicionalmente son investigaciones realizadas teniendo en cuenta el espafiol en América, el es-

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pafiol de América casi exclusivamente sin tener en cuenta, por ejemplo, el problema de la difusión en la lengua general, también en el espafiol europeo, etc. Y en segundo lugar, en esta cuestión de la valoración hay estudios que destacan que en la investigación historiográfica hay dos períodos muy claros, un período que se caracteriza porque está dominado por la lexicografía, por la inclusión de los americanismos en diccionarios; y en segundo lugar, un segundo período en donde nos encontramos con el planteamiento más general, podemos decir propiamente lingüístico, no ya lexicográfico, o lexicográfico cultural, lexicográfico enciclopédico, puesto que los diccionarios que se hacen durante este período son diccionarios de carácter enciclopédico por lo general, donde el tratamiento previamente lingüístico está muchas veces ausente, de tal manera que una segunda fase en donde nos encontramos con la investigación propiamente lingüística. Me voy a referir rápidamente, porque no hay tiempo para más, a destacar lo más importante de uno y otro período. Así en el primer período que he d.icho, período lexicográfico, nos encontramos con que desde los diccionarios renacentistas se empiezan a incluir americanismos en los mismos, empezando por Antonio de Nebrija que en su vocabulario espafiol-latino, hacia 1495 ya incluye un americanismo como canoa; después el tesoro de Covarrubias de 1611, recuérdese, incluye según Lope Blanch veintitrés americanismos, ahí nos encontramos ya con voces como cacique, caimdn, hamaca, maíz, pita, tiburón, por supuesto canoa, que había incluido ya Nebrija, como he dicho. A medida que pasa el tiempo, los diccionarios van incluyendo mayor número de voces, así en diccionarios que no son propiamente lingüísticos, sino que son diccionarios históricos, geográfico-histórico, como por ejemplo el de Antonio de Alcedo, un geógrafo e historiador, en el Diccionario geogrdfico-histórico de las Indias Occidentales o América, que se publica en el afio 1970, hay un apéndice final en donde se incluye por un interés exclusivamente cultural, que tenían esas voces para un historiador, un apéndice titulado «Vocabulario de voces provinciales de

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América», en donde ya hay varios cientos de americanismos. En esta obra nos encontramos además una novedad que tiene interés teórico, el hecho de que se incluyen voces, se incluyen vocablos que no son indoamericanos propiamente dichos, como las que en general venían recogiendo los diccionarios; sino que nos encontramos con americanismos consiscences en neologismos, en formaciones nuevas creadas con arreglo a las reglas de formación léxica, a los principios de formación léxica del espafiol, por ejemplo, ahí nos encontramos con compuestos como vira-vira, vira-vira que Alcedo recoge con el significado de especie de siempreviva, una planta de América para la que se crea ese neologismo. En otros casos la creación neológica consiste en que se especializa un vocablo con un significado nuevo, así por ejemplo bicho que se especializa con el significado de cierta enfermedad, un tipo de enfermedad, según dice Antonio de Alcedo. En esta época de tratamiento lexicográfico tradicional como he dicho, se destaca indudablemente el Diccionario de autoridades. El Diccionario de autoridades se destaca sobre todo por un hecho: los americanismos se entienden como formas que implican el fenómeno de la variación dialectal del español que como es sabido tiene en cuenta, dado que al lado de voces murcianas, voces andaluzas, voces aragonesas, etc., nos encontramos con las voces americanas que incluye con esa expresión. La utilización de esta expresión, voces americanas, equivale a entender que la Academia actúa con una conciencia lingüística sobre el fenómeno de los americanismos, entendiendo que la lengua espafiola presentaba esos hechos de variación dialectal, había variación dialectal en el espafiol de Espafia, también había variación dialectal en el espafiol de América. En el Diccionario de la Academia nos encontramos conforme pasa el tiempo algunas novedades de interés; asf por ejemplo la duodécima edición, 1884, es la edición en que la Academia da entrada al vocablo americanisrno por primera vez, en lo que insisto pues refuerza ese hecho que he mencionado anteriormente de que se tiene una clara conciencia lingüística sobre el fenómeno.

Pero el período sin duda más imporcante es el segundo que he dicho, el del estudio propiamente lingüístico, aquí nos encontramos con características generales de la investigación de este período que son las siguientes: En primer lugar, la ampliación de los aspectos y temas como era lógico en el planteamiento propiamente lingüístico de la investigación, así en la ampliación de temas nos encontramos con que, por ejemplo, el problema de las fuentes resulta enriquecido en el sentido de que no se tienen en cuenta sólo ya las fuentes literarias, sino una variedad de fuentes; como por ejemplo empiezan a estudiarse con rigor las crónicas de Indias, empieza a tenerse en cuenta el uso, el uso de la lengua viva, en la lengua hablada e incluso en la lengua literaria pero atendiendo a los autores más importantes, los grandes novelistas de la novela hispanoamericana de los últimos años por ejemplo, se tienen en cuenta. El concepto de americanismos se enriquece y se profundiza dando como consecuencia la elaboración de una tipología de los americanismos, como he dicho, el vocablo americanismo, el término americanismo se convierte en general y se distingue de indoamericano o de, por otra parte, indigenismos; americanismos es el general, se habla de americanismo léxico, morfológico, sintáctico, etc. de acuerdo con el punto de vista que se tome. El tratamiento lexicográfico se enriquece y se profundiza de la misma manca, y ahí nos encontramos con diccionarios que de acuerdo con el punto de vista moderno suponen novedades evidentes en el tratamiento lexicográfico. Contrasta en ese sentido por ejemplo ya en la primera mitad de nuestro siglo, en los primeros sesenta años de nuestro siglo, la novedad que supone un diccionario como el de Marcos A. Morinigo, publicado en el año 1966, frente al diccionario de Augusto Malaret, que se publica en 1925. El diccionario de Morinigo tiene una novedad fundamental, que tiene en cuenta el uso de la lengua, el uso del léxico, y estos elementos dan lugar a la presentación de una tipología. Ya no interesa registrar el caudal inmenso de vocablos exóticos que tenía interés cultural, que ocurre podemos decir en la lexicografía tradicional, sino que lo que interesa es qué son esos elementos desde el punto de vista lingüístico, en el

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cual el uso es una cuestión fundamental. Se diferencian así americanismos particulares frente a americanismos generales, hecho y distinción que se presentará de una manera muy productiva en las investigaciones del hispanista Gunter Haensch, que podemos decir es el principal representante de esta lexicografía moderna en nuestros días. Se ve claro en la investigación que hay que atender a la lengua general, atender al uso general y por consiguiente el punto de vista lingüístico.

La perspectiva historiográfica-lingüística, en la que me he situado, permite destacar, lo doy ya como resumen de lo dicho, algunos hechos como más sobresalientes de los americanismos léxicos que es el tipo de americanismos que he tenido en cuenta. La existencia de dos períodos distintos en el estudio de estos elementos que hemos distinguido como cultural enciclopédico y lingüístico; este último corresponde a nuestro siglo, aunque ya fue abierto de alguna manera cuando la R.A.E. señaló en su Diccionario de autoridades el carácter diferencial de los americanismos en el conjunto del léxico español. En segundo lugar, segundo hecho destacable la variedad de aspectos que ha ido incorporando

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la investigación a medida que esca se ha hecho más lingüística, siendo el resultado más importante de ello por una parte el concepto más satisfactorio de americanismo y por otra la distinción de tipos de estos vocablos. En tercer lugar, el hecho que quiero destacar es el siguiente, la línea de progreso característica de la lexicografía y de los diccionarios de americanismos; resultando de ello los principios teóricos y metodológicos que están llevando a la elaboración de obras más convincentes que las realizadas en el pasado y que habrán de reflejarse en el tratamiento dado a estos elementos en los diccionarios de lengua. Se desprende por otra parte, como revela la consulta de la bibliografía, que hay aspectos de los americanismos no totalmente solucionados, hay problemas que están pendientes de solución, pero deda al principio que el estudio de los americanismos es un tema destacado en la investigación lingüística espafiola, como lo revela el que continuamente aparecen estudios, aparecen investigaciones. Sin duda alguna los próximos afios seguiremos encontrando aportaciones en este campo. Nada más.

TOMÁS BUESA, JUAN MARTÍNEZ MARfN Y GERMÁN DE GRANDA

Dr. Germán de Granda:

Queridos compafieros y amigos: Me parece recordar que el título de esta mesa redonda es algo así como «el contacto lingüístico en América», no sé si como en la época del Tratado de Tordesillas (época de la conquista) o co-mo consecuencia del Tratado de Tordesillas; prefiero enfocarlo desde este último punto de vista y en relación con ello me parece oportuno recordar que América, que la América hispánica es una extensión enorme de territorio, son muchos miles de kilómetros de norte a sur y alguno que otro de este a oeste: y sobre este territorio han pasado cinco siglos desde la presencia española en América, y cinco siglos concretamente ahora a partir de 1594, la fecha de firma del Tratado de Tordesillas. Quiero decir con ello que sería realmente bastante incompleto el referirnos en esta mesa redonda solamente a dos modalidades de contacto, una el español y las lenguas indígenas, de la que se ha ocupado mi querido compafiero el profesor Buesa, y otra a la que ha aludido muy rápidamente el profesor que nos preside don Emilio Alarcos. Me refiero al contacto entre las diferentes modalidades dialectales del español, tema al cual se ha referido concretamente esta mañana otro compañero nuestro, Juan Antonio Frago. Estas serían dos modalidades de contacto. Las diferentes modalidades del castellano por una parte con las lenguas indígenas, y por otra parte entre sí, puesto que de ese contacto entre las diferentes modalidades dialectales del castellano es de donde ha nacido precisamente, y lo recordaba muy oportunamente Emilio Alarcos, lo que puede llamarse, desde aproximadamente finales del siglo XVI, el español americano. El español americano ha nacido fundamentalmente de este contacto entre las diferentes modalidades diatópicas y también diastráticas del español peninsular llevadas a América. Lógicamente, y cifiéndome sólo al primer siglo, al que se refería también el profesor Alarcos, de la conquista, hay junto a este contacto interdialectal hispánico, otro contacto evidente con

las lenguas indoamericanas, que aquí no se ha mencionado hasta ahora: me refiero al contacto del español con lenguas africanas o con modalidades lingüísticas generadas más o menos directamente en Africa que son transportadas a América por los esclavos negros. De manera que solamente en este primer siglo de la presencia española en América habría tres modalidades de contacto: contacto interdialectal, contacto espafiol -lenguas indoamericanas, contacto españollenguas o modalidades lingüísticas africanas. Ahora bien, si prolongamos esta visión histórica hasta nuestros días nos encontramos con que esta triple modalidad de contacto se ve aumentada por otra serie de modalidades de contacto, que creo que no estaría mal conocer, por lo menos para tener una idea general del tema y darnos cuenta de que es un tema muy complejo y mucho más amplio de lo que generalmente se suele considerar. Lleguemos hasta el final de la época colonial, lleguemos hasta las primerísimas décadas del siglo XIX. En estos siglos XVII y XVIII que no hemos considerado hasta ahora, se prolongan evidentemente los fenómenos de contacto español lenguas indígenas, español-modalidades africanas, pero además se añade otra modalidad de contacto que tampoco hemos mencionado hasta ahora. Me refiero al contacto de determinadas modalidades regionales de español con lenguas europeas vecinas, la primera de ellas evidentemente el portugués; hay un contacto fronterizo espafiol-portugués, en la zona paraguaya, en la zona del norte actual del Uruguay, e incluso en otras áreas nortefias donde el contacto fue quizás menos intenso; hay alguna que ha estudiado concretamente Manuel Alvar, como el caso de Leticia, en la zona Amazónica donde confluye el extremo noroccidental de Brasil con el extremo sureste de Colombia y el extremo Norte de Perú. De manera que habría que considerar este contacto del espafiol con el portugués que si bien en el caso de Paraguay no ha dejado más que restos léxicos, no ha ocurrido lo mismo en el norte de Uruguay como lo ha estudiado y lo

MESA REDONDA: CONTACTOS LINGÜÍSTICOS EN AMÉRICA...

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sigue estudiando concretamente ahora el profesor Adolfo Elizaindn de la Universidad de Montevideo, donde se ha dado lugar a una serie de fenómenos de profunda interrelación entre una modalidad sureña del porcugués brasileño y el castellano, digamos rioplatense, de la banda oriental del Uruguay. Pero no queda aquí, lógicamente, el contacto con modalidades europeas diferentes de la castellana, hay otro contacto fronterizo, o quizás otros dos: uno de ellos es el contacto del español y el francés, o el español y el creol, en la zona de la isla Española, zona oriental de la isla, República Dominicana actual, Santo Domingo español en la época de la colonia, zona occidental a partir de 1600 y pico, ocupada básicamente por Francia y posteriormente, pocos años después oficialmente por Francia. Aquí hay un contacto espafiol-francés, o español-criollo-francés, español-creo!. Y todavía habría que añadir ya en las últimas décadas de la época colonial el contacco del español con el inglés en las zonas del sur de los Escados Unidos, en la zona de Florida, en la zona de Texas, en la zona de Louisiana, en la zona de Nuevo México o de Colorado. Como ven ustedes, es otra modalidad de contacto con las cuales creo que hacemos una cuenca de cuatro, pero si prolongamos hasra el momento accual este repaso muy rápido de la tipología de los contactos en la América hispánica, nos encontramos por lo menos en el siglo siguiente, fundamentalmente en el XIX, con dos modalidades nuevas de contacto; dos modalidades, una de las cuales es muy claramente -y cualquier persona que haya conocido o vivido durante mucho tiempo o durante alguno por lo menos en los países del sur de Hispanoamérica tiene evidentemente que recordarlo-, una de ellas es el resultado de emigraciones más o menos masivas según las zonas, de gentes que manejan una lengua europea diferente de la española y que se establecen en territorios hispanoamericanos. El más conocido es, lógicamente, el caso de la emigración argentina: la instalación de contingentes muy numerosos de italianos, pero no solamente de italianos, también de árabes, también de gentes procedentes de la Europa Oriental de habla polaca, de área ucraniana, etc., etc. Pero hay otros casos igualmente interesantes;

el caso, por ejemplo, del establecimiento de una fuerte colonia alemana en el sur de Chile, en la

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zona de Valdivia, el caso del establecimiento de contingentes no tan numerosos, pero sí de un cierto interés de origen asiático, la emigración china por ejemplo a Cuba, y por ejemplo a Perú, e incluso otros casos menos conocidos codavía, pero creo que interesances, de los cuales solamente voy a recordar uno, que es la emigración de libertos negros norreamericanos al territorio de Santo Domingo durante la época de la ocupación haitiana cuyos descendientes todavía manejan una modalidad de blackenglish, de criollo inglés en la zona de Samanai. Este que creo quinco fenómeno de contacto puede en la misma centuria, en el siglo XIX, aumentarse con otro tipo de contacco lingüístico del español con otras lenguas de una modalidad muy diferente. Me refiero a aquel que surge de la presencia, no ya como un elemento igual o subordinado, sino como un elemento políticamente predominante de hablantes de otra lengua; es el caso por ejemplo de la zona hispánica del sur de los Estados Unidos, que recibe esta vez ya masivamente la presencia de gentes de habla inglesa, que se establecen desde California a Florida, en todas las zonas que anteriormente habían sido, algunas de ellas por lo menos, mexicanas, y anceriormente sí, codas ellas espafiolas. Es el caso también de Puerto Rico. Y anteriormente, ya en la época española, es decir en la que acabamos de dejar de lado, de modo que sería un fenómeno anterior, un fenómeno también de este tipo es el establecimiento del inglés en Trinidad, el establecimiento inglés en una zona que anteriormente era de habla española. Me parece que he contado, si no creo equivocarme, algo así como seis modalidades lingüísticas de contacto, a las cuales habría que añadir si llegamos hasta hoy en este repaso una séptima modalidad, una séptima modalidad de contacto del espafiol con otras lenguas, que es la derivada no de la emigración de otras gentes de hablas diferentes a la castellana a zonas hispanoamericanas, sino de la emigración de gentes hispanoamericanas a zonas de habla no hispánica; concretamente para no hablar por alusiones, a la emigración de gentes hispanoamericanas a los Estados U nidos donde -ayer alguien trató el problema un poco marginalmente- donde hay en este momento una población de 25 millones de hablantes de español, de los cuales solamente una pequeñísima parte procede de los deseen-

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dientes de los establecimientos hispánicos de la época colonial en los Estados Unidos, solamente una pequeña parce son los hablantes del español de Nuevo México o los restos de hablantes de espafiol en Texas o en Florida, y la mayor parte son hablantes procedentes de una serie de zonas hispanoamericanas, procedentes de Puerto Rico en una parte, procedentes de Méxic;o por otra, procedentes de Cuba, más cercanas, y procedentes también de otra serie de países. Gentes que llegan a Estados Unidos manejando su modalidad hispánica y luego lógicamente la hacen evolucionar, si no ellos, sí sus hijos o en todo caso sus nietos, fundamentalmente hacia la adopción de la lengua mayoritaria en el país, y en muchos casos por lo menos, quizás la mayoría, la pérdida también quizás de su propia modalidad hispánica, pero hasta que se llega a ese final, que en una buena parte de los casos es inevitable, se ha manejado por estos grupos hispánicos en Estados Unidos una modalidad de español que no solamente requiere, sino que se le ha dedicado los últimos años una gran atención. Como resumen de esta exposición, quería simplemente, si me lo permiten ustedes, en cuanto al coloquialismo, «aguarles a ustedes un poco la fiesta»; quiero decir que el estudio del contacto lingüístico, de los contactos lingüísticos del español en Hispanoamérica no se puede reducir a dos o tres modalidades de contacto. Como han visto ustedes, son muchas más, son creo que siete, pero dentro de cada una de ellas hay a su vez una serie de modalidades, una serie de situaciones, una se-

rie de características temporales o espaciales o sociales, que no pueden fácilmente ser reducidas a una especie de mínimo común denominador. Son muy complejas, y desde luego sería totalmente equívoco el estudiar la modalidad de contacto por ejemplo del quechua con el castellano en la zona de Puno, del mismo modo que estudiar el contacco del espafiol local y del blackenglish en la wna de Samana, o estudiar el contacto del español chileno y del alemán en la zona de los lagos de Chile. Todo esto requiere una metodología muy compleja, una metodología adecuada a cada caso que se está examinando, y que desde luego no es precisamente fácil el realizarlo, es algo muy complejo, y algo además que solamente desde hace relativamente poco tiempo estamos considerando los lingüistas con seriedad; solamente desde muy pocos decenios, estos temas, o por lo menos algunos de ellos, están siendo estudiados con el rigor que realmente exigen, hay todavía una gran cantidad de temas que no han sido prácticamente estudiados, y hay otros que han sido estudiados de una manera muy deficiente, de modo que ahí hay mucho que hacer, cosa que por otra parte es lógica si tomamos en cuenta lo que les decía a ustedes al principio de estas deshilvanadas palabras mías, que América es muy grande y que América, la América hispánica lleva nada menos que cinco siglos de historia, y todo esto, esta extensión física y esta duración temporal dan para mucho.

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Nada más.

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Dr. Emilio Alarcos:

Después de estas interesantes manifestaciones de los Doctores Buesa, Mardnez y Granda, creo que es el momento de aprovechar estos últimos minutos para que haya un coloquio y que alguno de ustedes pregunte u objete. De manera que, si alguien quiere intervenir: ¿Alguien pide la palabra? ¿Nadie pide la palabra? Pues entonces tendremos que agradecer ...

Doctor Hernández Me da mucha pena que nadie pregunte. Voy a referirme a la exposición interesantísima del profesor y amigo Germán de Granda. Indudablemente todo eso es cierto, pero falta primero una tipología, que es lo primero que habría que hacer, porque son totalmente heterogéneos y distintos los contactos; y luego una metodología para cada contacto.

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Punto segundo, yo creo que no debemos meter todo en el mismo saco; es como si quisiéramos hacer un estudio de contacto de lenguas, en el sentido técnico de contacto, entre contactos de lenguas surgido por la inmigración marroquí en Madrid; eso no es propiamente objeto de contactos de lenguas, sino situación esporádica y ocasional de la inmigración. Tal vez habría que establecer o precisar qué se entiende por contactos de lenguas; y parece que lo fundamental es hablar de la lengua y no de bloques o microgrupos de individuos. Pongo por caso, hablando del español en Chile, también hubo un contingente importante de vasco-parlantes en la zona centro de Santiago de Chile, pero no han dejado una huella, y ninguno de sus descendientes habla el euskera en Chile. ¿Eso es objeto del estudio del contacto de lenguas? Yo creo que eso debe abandonarse, dejarse a un lado.

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