Contactos comerciales entre las culturas púnica y castreña de la Península Ibérica en la Edad del Hierro. Investigación arqueológica realizada y estado de la cuestión

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CONTACTOS COMERCIALES ENTRE LAS CULTURAS PÚNICA Y CASTREÑA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD DEL HIERRO INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA REALIZADA Y ESTADO DE LA CUESTIÓN COMMERCIAL CONTACTS BETWEEN PUNICH AND HILLFORT CULTURES OF IBERIAN PENINSULA IN IRON AGE ARCHAEOLOGICAL RESEARCH DONE AND STATE OF THE MATTER Aurora Irene PAZ VIRUET [email protected] Universidad de Santiago de Compostela, Universidad de Sevilla

PALABRAS CLAVE: Púnicos, Comercio, Edad del Hierro, noroeste de la Península Ibérica, Cultura Castreña, Islas Casitérides. RESUMEN: En el presente artículo expondré un estado de la cuestión sobre la presencia y los contactos comerciales fenicio-púnicos en el noroeste de la Península Ibérica durante el I milenio a.C., a través de las fuentes literarias y, sobre todo, de los hallazgos arqueológicos. Para ello expondré, de manera sintética, cuáles fueron los trabajos de carácter arqueológico que se han realizado al respecto en las últimas décadas, poniéndolos en relación con las fuentes literarias de las que disponemos. Por último, propondré unas conclusiones que incidan en la importancia de esta presencia púnica en el noroeste y su posible influencia sobre la cultura castreña. KEYWORDS: Punics, Trade, Iron Age, Northwest of Iberian Peninsula, Hillforts Culture, Cassiterides Islands. ABSTRACT: In the present article I will analyse the presence and commercial contacts of Phoenician-Punics with the Northwest of Iberian Peninsula during the first millennium B.C., through literary sources and, most of all, archaeological discoveries. In order to do that I will expose, synthetically, which were the archaeological works that have been done during the last decades, comparing them with the literary sources we have. Lastly, I will propose some conclusions that point out the importance of this Punic presence in Northwest and its possible influence over Hillforts Culture. I want to do with this a state of the issue whose goal is to awake the interest for this field of research between readers and archaeologists. 1. Introducción En las últimas décadas se ha abierto una línea de investigación en la arqueología del noroeste suficientemente interesante como para prestarle la atención que merece. Se trata de la posible presencia en las costas noroccidentales de la Península Ibérica de comerciantes púnicos durante el I milenio a.C. (muy especialmente durante 125

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la Segunda Edad del Hierro), presencia que ha sido constatada a través de los materiales arqueológicos hallados en diferentes yacimientos de estas costas. Las investigaciones al respecto han sido, hasta hace unos años, esporádicas y poco intensas; es ahora, gracias a las recientes excavaciones sistemáticas de yacimientos como los de A Lanzada, Neixón o la Ría de Vigo, cuando despiertan el interés tanto de los investigadores oriundos de estas regiones como de los expertos en la propia cultura púnica del sur peninsular. Se ve necesario, por tanto, hacer un compendio de la información existente sobre este tema, especialmente en cuanto a los resultados proporcionados por las más actuales intervenciones arqueológicas, para establecer un estado de la cuestión que ayude a futuros arqueólogos a sumergirse en esta materia. Los objetivos del presente trabajo son, así pues, los siguientes: en primer lugar, conocer la deriva de la investigación arqueológica sobre la presencia fenicia y púnica en el Atlántico y las nuevas hipótesis planteadas a raíz de los últimos estudios realizados; en segundo lugar, establecer unas conclusiones que sirvan de preámbulo para futuras investigaciones pretendiendo así ayudar a abrir camino en la investigación arqueológica hispana y gallega para el período protohistórico, centrado en el noroeste de la Península Ibérica. Así pues, a la hora de establecer la metodología de trabajo se formularon dos cuestiones fundamentales: la primera, si verdaderamente frecuentaron los púnicos el noroeste peninsular; la segunda, si, en caso afirmativo, su presencia en dichas regiones fue importante y continuada; en este contexto, me detendré en los efectos que dicho contacto intercultural hubiera podido tener entre ambas poblaciones, y las posibles hibridaciones culturales que hayan podido aparecer, y que podría ser un interesante camino a seguir en las futuras investigaciones que se realicen al respecto. Las fuentes literarias de las que disponemos nos remiten a una tercera pregunta importante: si las denominadas por los autores clásicos “Islas Casitérides” existieron realmente y pudieron haberse situado en este lugar geográfico; sin embargo, toda la problemática de las fuentes grecolatinas al respecto de este tema posee gran complejidad y ha sido un asunto intensamente debatido a lo largo del tiempo, por lo cual, aunque realizaré una mención inicial a la crítica textual de las mismas para la mejor comprensión de esta materia, en el presente artículo me centraré en la información específicamente arqueológica. Las fuentes empleadas para realizar esta investigación fueron, esencialmente, informes arqueológicos, memorias de excavación y tesis doctorales realizadas durante las últimas décadas. Así pues, y salvando el necesario apartado de conclusiones, la información que ofrezco en este trabajo ha sido extraída de múltiples publicaciones, que citaré convenientemente a lo largo de éste, y por tanto cabe destacar que es gracias a todos estos autores e investigadores que podamos hoy establecer un estado de la cuestión sobre esta interesantísima línea de investigación, en aras de poder seguir trabajando sobre ella en un espero que próximo futuro. 2. Estrabón y la problemática de las “Islas Casitérides” Los testimonios literarios que han sobrevivido hasta nuestros días constituyen un corpus relativamente exiguo de información, pero cualitativamente importante, pues representa aquellos saberes y conocimientos que griegos y romanos tenían sobre las regiones occidentales extremas. El problema que existe con estas fuentes es que las citas sobre el noroeste peninsular son esporádicas (pues no es éste un tema recurrente en ninguno de los géneros literarios clásicos), heterogéneas (porque las alusiones a

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estas regiones geográficas aparecen en muy diversos géneros literarios), y casi todas indirectas (pues no conservamos las obras originales sino las citas sobre éstas de otros autores como Estrabón, y porque además las descripciones de los pueblos púnicos y galaicos, al ser ambos ajenos al universo grecolatino, están alteradas por los tópicos que estos últimos tenían sobre los primeros). Por tanto, a la hora de acercarse a estas fuentes clásicas, hay que tener en cuenta que los autores no hablan de estas regiones a través de un conocimiento directo de las mismas, sino que emplean fuentes previas a ellos (periplos, mapas, otros autores…); el determinismo geográfico y los tópicos generalizados que existían sobre los pueblos bárbaros, que exageraban su “salvajismo” cuanto más lejos estuvieran del Mare Nostrum (considerado por estos autores como el “centro civilizado” del mundo); y el positivismo histórico que desprenden muchas veces estos textos (de nuevo, sobre todo en el caso de Estrabón), en la búsqueda de alentar la conquista y “civilización” de estas tierras por Roma. En este sentido, Estrabón define la región como de difícil habitabilidad por su humedad, orografía y aislamiento respecto al resto de la Península Ibérica, pero menciona una ruta alternativa para alcanzarla, por mar, que paliaría este aislamiento y permitiría el contacto directo entre la cultura castreña y las culturas mediterráneas, y que según él habría sido frecuentada por los pueblos púnicos del sur peninsular para buscar unas islas ricas en estaño (material esencial para la fabricación de bronce aleándolo con cobre ), conocidas en tiempos de Roma como “Islas Casitérides” (cuyo nombre a su vez deriva de la palabra griega kassiteros, que significa, efectivamente, “estaño”). Estrabón también menciona un lugar que denomina “Promontorio Ártabro” o “Puerto de los Ártabros”, que podría estar relacionado con uno de los pueblos indígenas que habitaban el norte de Gallaecia: los “ártabros” o “arotrebas” (en las Rías de A Coruña, O Burgo, Betanzos, Ares y/o Ferrol) 1. En cualquier caso, si Estrabón emplea este topónimo como referente geográfico para ubicar las “Islas Casitérides”, podemos entender que ya fuera un punto clave en el tráfico comercial del Atlántico Norte en época romana y tal vez también púnica (González Ruibal 2004 a), y él mismo la define como una ruta transitada desde muy antiguo2 y la acepta como algo bien conocido por sus contemporáneos. Aunque es Estrabón quien más información nos aporta sobre ello, este supuesto conjunto isleño del Atlántico norte también aparece mencionado por otros autores grecolatinos como Heródoto, Piteas de Massalia, Polibio, Avieno (que las denomina“Entre los ártabros, que son los pueblos más remotos de Lusitania hacia el norte y el oeste, la tierra está cubierta de plata, de estaño, de oro blanco (pues está mezclado con plata), y que esta tierra la arrastran los ríos, y que las mujeres la escarban con azadas y la lavan en tamices trenzados”. Posidonio, cit. por Estrabón, Geografía, 3.2.9 (trad. García Quintela et al.). 2 “Las Casitérides son diez y están situadas cerca unas de otras en alta mar hacia el norte del Puerto de los Ártabros. Una de ellas está deshabitada, pero las restantes las habitan una gentes que llevan mantos negros y van vestidos con túnicas que les llegan hasta los pies, un cinturón alrededor del pecho, pasean con bastones, semejantes a las diosas de la venganza del teatro; viven de sus rebaños y llevan en su mayor parte una vida nómada. Como poseen minas de estaño y de plomo, obtienen, mediante intercambio de éstas y de sus pieles, cerámica, sal y utensilios de bronce de los mercaderes. Así pues, los fenicios eran anteriormente los únicos que realizaban este comercio desde Gades: ocultaban a todos su ruta de navegación. Y cuando los romanos siguieron a un comerciante para conocer también ellos el lugar de intercambio, el comerciante, por celo, varó su nave voluntariamente en un bajío, y arrastró también a sus perseguidores a esta misma desgracia; él mismo se salvó del naufragio y obtuvo del erario público el precio de las mercancías que había perdido; sin embargo los romanos después de que lo intentaron numerosas veces consiguieron descubrir la ruta. Y cuando Publio Craso realizó la travesía y tuvo conocimiento de que los minerales se extraían a escasa profundidad y de que sus habitantes eran pacíficos, proporcionó todo lujo de detalles acerca de la ruta alos que deseaban surcar este mar, aunque es mayor que el que separa Britania del continente. Y esto es lo que había que decir acerca de Iberia y de las islas situadas delante de sus costas”. Estrabón, Geografía, 3.1.2 (trad. García Quintela et al.). 1

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ba “Islas Estrímnides”)3 o Himilcón de Cartago; aunque, como ya he explicado anteriormente, centraré mi trabajo en las consideraciones estrictamente arqueológicas. 3. Documentación arqueológica en Galicia y el noroeste de Portugal Al norte del río Mondego y también del río Miño se habían hallado importaciones de origen mediterráneo ya en los años 20 del siglo pasado, aumentando el número de hallazgos desde la década de los 70. Sin embargo, estos descubrimientos fueron poco tenidos en cuenta, debido principalmente a la poca cantidad de materiales hallados, a las corrientes investigadoras del momento (centradas principalmente en la caracterización de la cultura castreña), y al poco interés existente entre muchos arqueólogos hasta los años 90 en rastrear la colonización púnica más allá del oeste de Cádiz (Hidalgo Cuñarro et al. 2000). Es, por tanto, una línea de investigación relativamente reciente, que cada vez despierta más interés, y que está arrojando cada vez nuevas y mayores cantidades de datos. Desde principios del presente siglo han realizado nuevas excavaciones en yacimientos como en los Castros de Neixón en Boiro (A Coruña), A Lanzada (Sanxenxo, Pontevedra) o el Castro da Punta do Muíño do Vento, en la parroquia de Alcabre (Vigo, Pontevedra), y revisando materiales que anteriormente habían sido mal identificados (González Ruibal et al. 2010-2011), lo cual ha llevado a debatir de nuevo la posibilidad de la presencia púnica en las costas noroccidentales de la Península Ibérica (Armada Pita 2008). Por otro lado, la arqueología subacuática realizada en las costas de Portugal, Rías Baixas y Estaca de Bares aportaron objetos como cepos de anclas y vestigios de navíos entre otros restos. Los yacimientos que más material de origen púnico han dado en esta zona son, de sur a norte, los siguientes: • Castro de Romariz (Santa María da Feira / Vila da Feira, Aveiro) • Emporium 4 de Vilanova de Gaia (área metropolitana de Oporto, Distrito de Oporto) • Castro de Santo Estevâo da Facha (Ponte de Lima, Viana do Castelo) • Coto da Pena (Caminha, Viana do Castelo) • Castro de Santa Trega y Castro da Forca (A Guarda, Pontevedra) • Emporia 5 del Castro da Punta do Muíño do Vento y del Castro de Toralla (Vigo, Pontevedra) • Castro de Montealegre (Moaña, Pontevedra) • Emporium 6 de A Lanzada (Sanxenxo, Pontevedra) • Castrovite (Orazo – A Estrada, Pontevedra) • Castros Grande e Pequeño de Neixón (Boiro, A Coruña) • Castro de Elviña (A Coruña) y Bahía de A Coruña • Castro de la Campa Torres (Gijón, Asturias) Sabemos que existía actividad metalúrgica en la costa occidental gallega ya desde la primera mitad del I milenio a.C., y que la riqueza en estaño y oro del noroeste peninsular habría sido un buen aliciente para la llegada de navíos púnicos a estas costas (Hidalgo Cuñarro et al. 2000). “Y los Tartesios en los confines de las Estrímnides / tenían la costumbre de negociar; también los colonos / de Cartago y las gentes que entre las Columnas / de Hércules vivía frecuentaban estos mares”. Avieno, Ora Maritima, cit. por González Ponce (1995). 4 González Ruibal et al. 2010-2011 5 Íbidem. 6 Íbidem. 3

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Además, en la Edad del Hierro aún existía en las costas gallegas la thais haemastoma (de la cual se podía extraer el preciado tinte púrpura empleado por las culturas feno-púnicas), como sabemos gracias a la identificación arqueológica de concheros con restos de esta especia como el del foso del Castro Grande de Neixón hallado en la campaña de 2004 (Ayán Vila et al. 2012); es posible que este hecho añadiese otro interés al comercio con el Noroeste peninsular además de la adquisición de los antedichos metales. Además, el hallazgo de ciertos materiales de origen mediterráneo pertenecientes a los siglos VIII-VI a.C. hace pensar que tal vez el norte de Portugal ya hubiera sido prospectado con anterioridad por los navíos fenicios, o por lo menos que el contacto entre ambos pueblos fuera ya existente a través del comercio interno; estos materiales serían, principalmente, útiles de hierro, cerámicas pintadas, fíbulas de bronce de doble resorte y de Acebuchal, y cuentas oculadas bícromas de pasta vítrea, todos ellos hallados en el curso bajo del río Duero: Santa Olaia, Crasto, Conímbriga y Oporto. Sin embargo, los materiales plenamente púnicos como las ánforas o cerámicas de engobe rojo no aparecen hasta los siglos VI-V a.C., por lo cual parece que este comercio sería más bien tardío, en la Segunda Edad del Hierro, con un mayor esplendor en los siglos V/IV-II a.C. Por otro lado, tenemos indicios de que la navegación local ya existía en el noroeste peninsular en el I milenio a.C., especialmente en las rías ías gallegas, cuyas benévolas características marítimas (refugio contra vientos y oleaje) las haría más óptimas para el desarrollo de esta actividad que otras zonas (Hidalgo Cuñarro et al. 2000). Tenemos evidencias arqueológicas de esta navegación gracias a los restos subacuáticos que fueron encontrados en las rías (Naveiro López 1991), como un ejemplar de ancla mediterránea hallado en la Ría de Vigo (Fig. 3) (Rodríguez Corral 2009), y dos petroglifos con representaciones de embarcaciones mediterráneas situados en lugares estratégicos con buen dominio visual de la costa, allá donde atracarían los navíos, como la Laxe de Auga dos Cebros en Pedornes, Santa María de Oia, Pontevedra (Figs. 1 y 2). Este último se ha llegado a identificar con los hippoi fenicios (Rodríguez Corral, 2009), barcos menudos de borda baja y bajo tonelaje con proas y popas en forma de caballo e impulsadas por remos, mencionados por Estrabón en el libro III (3, 7) de su Geografía (Arruda 2002: 26-27), y cuyas representaciones han aparecido en la costa portuguesa, como el fragmento cerámico procedente de las excavaciones en el casco histórico de Lisboa, con representación estilizada de uno de estos hippos (Fig. 4).

Fig. 1: Laxe da Auga dos Cebros en Perdones (Pascual Hermida, 2012)

Fig. 3: Cepo de ancla mediterránea hallada en la Ría de Vigo (Rodríguez Corral 2009: 161)

Fig. 2: Calco del Laxe da Auga dos Cebros (Pascual Hermida, 2012)

Fig.4: Fragmento cerámico con representación estilizada de un hippos, procedente de las excavaciones en el casco histórico de Lisboa (Arruda 2002:28)

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La mayor cantidad de yacimientos con presencia fenicio-púnica en el noroeste peninsular abarcan la zona entre la desembocadura del río Duero y las Rías Altas gallegas, con una excepción limítrofe en el yacimiento asturiano de La Campa Torres, en Gijón (Maya González et al. 2001), siendo el lugar de mayor concentración de materiales las Rías Baixas gallegas (González Ruibal 2006b; Rodríguez Corral 2008). Este comercio se caracteriza por darse en lugares físicamente similares al Círculo del Estrecho, que conforman buenos puertos naturales (islas cercanas a la costa, cabos que flanquean ensenadas o desembocaduras de ríos navegables hacia el interior), dándose un descenso de presencia de cerámica púnica a partir de 30-40 Km. hacia el interior, lo cual da a entender que estos contactos debían de ser exclusivamente litorales. Destacan cierto tipo de yacimientos denominados por varios autores emporia (González Ruibal et al. 2010-2011) como el de A Lanzada (Suárez Otero et al. 1990), lugares de pequeñas dimensiones pero con una gran concentración de material púnico donde tendrían lugar las relaciones comerciales entre mercaderes de distintas comunidades, entre el que como veremos destaca la presencia de cerámica fina de usos rituales. Se asentaban en lugares que eran familiares para los mercaderes del sur peninsular, similares a los primeros emplazamientos en los que se asentaron los fenicios cuando llegaron a la zona del Estrecho: en islas cercanas a la costa, cabos que flanquean ensenadas, buenos puertos naturales y desembocaduras de ríos navegables hacia el interior. A diferencia de los emporia del sur peninsular, en los del noroeste los púnicos no fueron avanzando con el tiempo hacia el interior del territorio, sino que concentraron todas las relaciones comerciales en la costa de manera permanente. Los emporia que han aportado un mayor número de datos arqueológicos para este período son, como ya hemos dicho, los de las Rías Baixas gallegas, destacando, en la Ría de Vigo, el Castro da Punta do Muíño do Vento y el Castro de Toralla. Más al norte destacan el yacimiento de A Lanzada en la Ría de Pontevedra y los Castros de Neixón en la Ría de Arousa (González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011). Es importante recalcar que, al contrario que el sur peninsular, el noroeste no se “mediterraneizó” ni se colonizó hasta la llegada de los romanos (González Ruibal 2006b). Los púnicos realizaron en esta región un comercio directo, pero sin establecer ni colonias ni asentamientos permanentes, siendo lo más parecido a un establecimiento los espacios de culto identificados en la Ría de Vigo de los que hablaré más adelante, y tal vez alguna de las estructuras del yacimiento de A Lanzada. Sin embargo, sí hay evidencias de una ligera influencia en algunos de los asentamientos castreños del litoral meridional, donde se adoptan tecnologías y elementos del mundo simbólico y religioso por posible transferencia ideológica a través de los lugares de culto púnico construidos en el poblado (Abad Vidal 1998; Suárez Otero 2004; González Ruibal 2006b; Ayán Vila et al. 2008; Rodríguez Corral 2008); una influencia que tal vez llegaría a muchos de los poblados Fig. 5: Principales yacimientos con hallazgos púnicos indígenas del interior a través según Rodríguez Corral 2008:52 (izquierda) y González Ruibal et al. 2010-2011 130

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del comercio local con los asentamientos costeros receptores y redistribuidores de materiales y de ideas. 4. Materiales importados de origen mediterráneo y su distribución Los materiales de importación encontrados en las intervenciones arqueológicas se caracterizan por su heterogeneidad. Muchas veces ha habido problemas en su identificación debido a su gran fragmentación, al frecuente desprendimiento de barnices o engobes y a las grandes alteraciones de la pasta; fueron estos factores los que llevaron en múltiples ocasiones a confundir piezas de evidente origen púnico o griego con materiales romanos muy posteriores (González Ruibal et al. 2010-2011). Estos elementos de origen alóctono, relativamente escasos en los yacimientos en comparación a los materiales propiamente indígenas, parecen haber sido casi todos bienes de prestigio para las élites locales, bien por el contenido transportado (salazones, vino, aceite, esencias y perfumes) y, en otros casos, por su significado simbólico (recipientes cerámicos relacionados con la libación u otros rituales religiosos); también entrarían en este grupo los elementos de adorno, como joyas o cuentas de collar bícromas de pasta vítrea (González Ruibal 2006b; Rodríguez Corral 2008). Podemos distinguir cuatro grupos de procedencia entre el material cerámico: fenicio-púnico (el que con mayor frecuencia ha aparecido en estos yacimientos, procedente principalmente de alfares del área del Estrecho e incluso Ibiza, y datados principalmente en los siglos IV-III a.C.); material de origen griego (presuntamente traído al noroeste por navegantes púnicos durante la Segunda Edad del Hierro); ibérico o ibero-púnico (llegado al noroeste también a través del comercio púnico); y el cuarto grupo, de cronología posterior, estaría representado por la cerámica procedente de la Península Itálica o de la Bética romanizada (González Ruibal et al. 2010-2011). Aunque más escasos, cabe destacar también los materiales quizá no propiamente importados sino posiblemente de manufactura local pero de influencia mediterránea, como cierto grupo metálico (fíbulas) y los elementos líticos (molinos circulares, betilos) (González Ruibal 2006b; Rodríguez Corral 2008). 4.1. Material cerámico de origen púnico Las producciones púnicas son las mejor documentadas en los yacimientos del noroeste peninsular, casi siempre en la zona litoral. Los materiales hallados son los siguientes: -Ánforas: es el elemento más abundante en los yacimientos del noroeste peninsular. Son, principalmente, ánforas salazoneras de tipo G-11 / G-12 (según la clasificación de Ramón Torres 1995, anteriormente denominadas Mañá-Pascual A4), fabricadas en los alfares de la C/Tolosa Latour (Cádiz) y Torre Alta (San Fernando, Cádiz) (Muñoz Vicente 1996, cit. en Domínguez Pérez 2005: 10), con la parte superior cerrada, cuerpos panzudos, base amplia de remate apuntado, y contenido consistente principalmente en salazones, el material púnico-gaditano más distribuido por el Mediterráneo Occidental junto con el vino (González Ruibal 2006b). Otros materiales relacionados con el comercio entre el noroeste y el Mediterráneo occidental son aceite y salazones, que en algunos casos se fabricaban y comercializaban en las propias Rías Baixas gallegas, como es el caso del yacimiento de A Lanzada (Naveiro López 1991). La cronología de estas ánforas oscila entre los siglos VI y IV a.C. principalmente (González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011), aunque también las hay del siglo III a.C. como las halladas también en el yacimiento de A Lanzada (Ayán

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Vila et al. 2011, Sánchez Sánchez et al. 2010). Su distribución es amplia, habiéndose encontrado en lugares como el Castro de Romariz (González Ruibal 2006b; Coelho Ferreira da Silva 1983-1984), Coto da Pena (en Viana do Castelo, en la desembocadura del Miño) (González Ruibal 2006b; Coelho Ferreira da Silva 1983-1984), castros de la Ría de Vigo como Montealegre, Punta do Muíño do Vento o Castro Castriño de Coia, en los Castros de Neixón y A Lanzada en la Ría de Arousa (Ayán Vila et al. 2005; 2007; 2008; 2011; Sánchez Sánchez et al. 2010; Fábregas Valcarce et al. 2012; González Ruibal et al. 2010-2011) y, como punto más septentrional, la Bahía de A Coruña (González Ruibal 2006b). También se han documentado producciones del Mediterráneo Occidental diferentes al Círculo del Estrecho, como envases tipo Merlin-Drappier 5 en el Castro de A Lanzada (Ayán Vila et al. 2011; Sánchez Sánchez et al. 2010), y formas derivadas de los grupos tipológicos de J. Ramón Torres G-11 y G-12 (Ramón Torres 1995). Entre los siglos III-I a.C. los tipos anfóricos púnicogaditanos anos que más encontramos en el noroeste son las ánforas T-4.2.2.5 (Ramón Torres 1995) encontradas en A Lanzada y el Castro de Alobre, y las T-7.4.3.3. (Ramón Torres 1995), que se encuentran principalmente también en las Rías Baixas gallegas: Castro de Vigo, yacimiento de O Areal, Castro de Montealegre (González Ruibal et al. 2007), Castro da Punta do Muíño do Vento (Rodríguez Corral 2008; González Ruibal 2006b), Castro de Santa Trega (González Ruibal 2006b), Castro de Alobre (Naveiro López 2004, González Ruibal et al. 2010-2011), yacimiento de A Lanzada (Ayán Vila et al. 2011, Sánchez Sánchez et al. 2010), Castro Grande de Neixón (Ayán Vila et al. 2005; 2007; Fábregas Valcarce et al. 2012) y, entrando ya en las Rías Altas, Bahía de A Coruña (Bello Diéguez 2008 et al.; Rodríguez Corral 2008) (Figs. 6 y 7). Fig. 6: Ánfora púnica de los siglos IV-III a. C., encontrada en la Bahía de A Coruña (Rodríguez Corral 2008: 48)

Fig. 7: Ánfora T.7.3, procedente de las excavaciones de 2011 en los Castros de Neixón (Fábregas Valcarce et al. 2012:84)

-Cerámica fina de mesa: a este grupo corresponden, principalmente, las cerámicas de engobe rojizo-castaño tipo Kouass, procedentes de los alfares de Torre Alta (San Fernando, Cádiz), consistente principalmente en servicio de mesa (jarras, copas, cuencos y platos de pescado). Se trata éste de un tipo de cerámica híbrido, procedente de los alfares gaditanos aunque su morfología es de tradición griega, imitando formas del barniz negro ático (Jiménez Martínez 2012). Surge a finales del siglo IV a.C., teniendo su máximo esplendor en el s.III a.C. y desapareciendo paulatinamente a partir de principios del s.II a.C. (Niveau de Villedary y Mariñas, 1999 y 2014). Fueron hallados ejemplares en los castros de Toralla y de Punta do Muíño do Vento, y fragmentos de engobe rojo en Castromao (Celiobriga, Ourense), Alobre y O Facho (Pontevedra); otros veintitrés fragmentos de cerámicas de engobe rojo y tradición griega se encontraron en el Castro de Santo Estevâo da Facha (González Ruibal 2006b, González Ruibal et al. 2010-2011). -Cerámica común de mesa y de cocina: generalmente de pasta blanquecina o amarillenta, textura jabonosa y, en ocasiones, pintura a bandas color burdeos, se hicieron muy comunes en toda la fachada atlántica durante el siglo I a.C., desde Lixus

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(Larache, Marruecos) hasta A Coruña. Se encontraron ejemplares en A Lanzada y los castros de Toralla, Punta do Muíño do Vento, Elviña, Castrovite y Romariz (Ayán Vila et al. 2007; 2011; Rodríguez Corral 2008; Bello Diéguez et al. 2008; Sánchez Sánchez et al. 2010; Fábregas Valcarce et al. 2012). También se encontraron jarras procedentes de lugares del Mediterráneo Occidental diferentes al Círculo del Estrecho, en los castros de Neixón y Baroña (Ayán Vila et al. 2005; 2008; González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011). -Vasos y platos de borde pintado con barras horizontales: a este grupo pertenecen los hallazgos del yacimiento de A Lanzada (Ayán Vila et al. 2011; González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011), de tipología similar a los aparecidos en yacimientos del sur peninsular como Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz) y Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla) (González Ruibal 2006b). -Cuentas de collar oculadas de pasta vítrea: es éste el material más abundante en los castros, habiéndose hallado incluso en poblados del interior (generalmente sin más cerámica alóctona asociada), de lo cual se deduce una distribución a través de un comercio indígena interno en el que se comerciaría con estos objetos casi exclusivamente, al ser fácilmente transportables. La bibliografía al respecto de estas cuentas es verdaderamente amplia, aunque destacan las síntesis de González Ruibal et al. (20042011) y Rodríguez Corral (2008; 2009), además de las memorias de excavación y monografías sobre los yacimientos de Neixón y A Lanzada de Ayán Vila et al. (20052011). Las cuentas oculadas más antiguas se distinguen por ser polícromas (bícromas principalmente) y tener un solo y gran óculo que ocupa todo el anillo, sobre fondos de color blanco, negro y verde; cuentas de este período las podemos encontrar en el

Fig. 8: Cerámicas púnicas de los siglos IV-II a.C.: 1-5.Cerámica pintada, 6-7.Vasos plásticos, 8.Ungüentario, 9-16.Cerámica común, 17-18.cerámica de almacenaje; 1-8.A Lanzada, 9, 10, 14.Coto da Pena, 11.Terroso, 12.Baroña, 13, 15, 18.Romariz, 16.A Forca, 17.Santa Trega (González Ruibal 2006 b: 508).

Castro de Santa Trega, en el Castro de Penalba o en el Castro de Saceda. Las cuentas de la Segunda Edad del Hierro asociadas a contextos púnicos son también polícromas y poseen múltiples y pequeños óculos de color generalmente amarillo y turquesa, sobre un fondo de color azul prusia y ultramarino en su mayoría (Figs. 9, 10 y 11); estas últimas son las más habituales en los yacimientos del noroeste, y son las que más se encuentran en los yacimientos del interior, habiendo llegado a lugares como el Castro de Campa Torres (Gijón, Asturias), e incluso yacimientos de Cantabria y País Vasco.

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Las más tardías encontradas hasta el momento, en el Castro de Vigo, se datan en el siglo II a.C., y ya provienen de contexto romano.

Fig. 9: Cuenta oculada de A Lanzada (Rodríguez Martínez et al 2010:65)

Fig. 10: Cuenta oculada de pastas vítrea (González Ruibal 2004c: 35)

Fig. 11: Cuentas oculadas de Cameixa (Ourense) de los siglos IV-II a. C. (González Ruibal 2006b: 509)

4.2. Material cerámico de origen griego La cerámica griega aparece siempre conjuntamente con cerámica púnico-gaditana, evidenciando una vez más el comercio de estos materiales helénicos por parte de los mercaderes púnicos. Muchas veces se trata de imitaciones realizadas en alfares púnicos, como es el caso de ungüentarios y perfumarios (askós y aryballos). Entre las producciones griegas destacan, principalmente: -Cerámicas áticas de barniz negro y figuras rojas: de entre la segunda mitad del siglo V y la primera del siglo IV a.C., estas cerámicas son las más abundantes entre las producciones griegas en el noroeste peninsular. Las más significativas son los doce pelikes y kylikes encontrados en el norte de Portugal, el lekanis del Castro de As Ermidas, y el olpe del Castro Grande de O Neixón (González Ruibal 2006b, González Ruibal et al. 2010-2011). Se encuentran en castros como Castromao, A Lanzada, Alobre (Ría de Arousa), Santa Trega, A Forca, Romariz, Morro da Sé do Porto, Santo Estevâo da Facha y La Campa Torres (González Ruibal et al. 2010-2011). Destaca un cuenco ático hallado en el Castro Grande de Neixón (Ayán Vila et al. 2005-2008). -Cráteras de campana con figuras rojas: se datan mayoritariamente al siglo IV a.C., y los fragmentos más representativos fueron hallados en los castros de Santo Estevâo da Facha (Ponte de Lima, Viana do Castelo), con tres fragmentos hallados, Palheiros (Murça, Vila Real), Fozara (Ponteareas, Pontevedra) y A Forca (A Guarda, Pontevedra). -Ungüentarios y perfumarios (Figs. 12 y 13) - Aryballos o amphoriskos: son recipientes de vidrio sobre núcleo de arcilla, pertenecientes la mayoría de los encontrados en el noroeste peninsular a los siglos V y IV a.C., de los cuales fueron encontrados seis en el noroeste: uno en Cale, dos en el Castro das Ermidas (Jesufrei, Vila Nova de Famaliçao), otros dos en los Castros Grande y Pequeño de O Neixón (Ayán Vila et al. 2008) y un sexto en el Castro de Chandebrito, Nigrán (Ladra Fernández 2009), pertenecientes a los siglos V-IV a.C. - Askós: asociados a cerámica común, se han hallado askoi y perfumarios en el yacimiento de A Lanzada y en el Castro Grande de Neixón (González Ruibal 2004b). Los dos askós identificados en A Lanzada son de origen ibicenco y pertenecientes a los siglos IV-II a.C. Uno de ellos tiene el cuello alargado y pastas marrón-anaranjadas, y el otro es de pasta blanca con trazas de pintura color “vinoso”.

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Fig. 12: Aryballos del Castro de Neixón (Ayán Vila et al. 2012: 200 - lámina 14

Fig. 13: Askós ibicenco de A Lanzada (González Ruibal 2004b: 36)

4.3. Material cerámico ibérico o iberopúnico Con respecto a la cerámica púnica o iberopúnica, se encontraron tipos similares a los del yacimiento de Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla), como los aparecidos en el yacimiento de A Lanzada y Punta do Muíño do Vento (Fig. 14) (González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011). Un tipo muy característico entre las cerámicas ibéricas son los kalathoi procedentes del noreste peninsular, asociados en el registro arqueológico a cerámica de los siglos III-I a.C. (González Ruibal 2006b; Almagro Gorbea et al. 2009), y registrados en yacimientos como A Lanzada, Castrolandín, Castro de Vigo, Castro de Montealegre, Punta do Muíño do Vento (Fig. 15), Castro de Santa Trega o incluso el Castro de Campa Torres de Gijón (Maya González et al. 2001). También de estos siglos son las ánforas turdetanas Pellicer D y las ánforas de tipo “Campamentos Numantinos” ó T-9.1.1.1 (Ferrer Albelda et al. 1994), como las halladas en los castros de A Lanzada y Castro das Torres de Oeste (Catoira, Pontevedra) (González Ruibal et al. 2010-2011).

Fig. 14: Cerámicas iberopúnicas del Castro da Punta do Muíño do Vento, Vigo (Suárez Otero 2004: 38)

Fig. 15: Kalathoi ibéricos de A Lanzada (Rodríguez Martínez et al. 2010: 53 -izquierda- y González Ruibal 2004b: 39 -derecha-)

4.4. Material cerámico romano tardorrepublicano (de orígenes itálico y bético) Este grupo cerámico irrumpe principalmente a partir del siglo II a.C. Destacan en primer lugar las ánforas tipo Dressel I (Fig.16) y Haltern 70 (Fig. 17). También en este momento hace su aparición la cerámica de barnices negros A y B, de diferentes talleres, aunque es relativamente escasa respecto a otro tipo de cerámicas, como las ánforas (Naveiro López 1991). Estos tipos de cerámica fueron hallados tanto en las Rías Baixas y Portugal (González Ruibal 2006b) como en el coruñés Castro de Elviña, en la franja Norte de Galicia (Rodríguez Corral 2008).

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Fig. 16: Ánforas Dressel I del Castro de Montealegre (González Ruibal el al. 2007: 55)

Fig. 17: Pivote de ánfora Haltern 70 de origen bético, con grafitti, hallado en A Lanzada (Rodríguez Martínez et al. 2010: 56)

En otro orden de cosas, son interesantes las imitaciones cerámicas de origen indígena, como los kylikes hallados en la Fase III del Castro de Elviña de A Coruña (Bello Diéguez et al. 2008; Rodríguez Corral 2008), o el recipiente hallado del Castro Grande de Neixón. También son destacables otros elementos de importación, como lucernas y cubiletes. 4.5. Materiales metálicos En metal se pueden mencionar adornos de finales del siglo VI a.C., como un aplique de bronce con forma de bellota hallado en el Castro de Toralla, y puñales orientalizantes, como los localizados en el Castro de Santa Trega (González Ruibal 2006b; González Ruibal et al. 2010-2011). Pero uno de los objetos más representativos del comercio fenicio arcaico en el noroeste son las fíbulas tipo Acebuchal o de pie recto (de los siglos VII-VI a.C.) (Fig. 18), atribuidas a talleres “tartésicos” y encontradas en castros como Toralla, Montealegre y Coto da Pena, y las fíbulas tipo Alcores y de doble resorte (mediados del siglo VII–VI a.C.), originarias del sur peninsular y de las que las halladas en lugares como Coto da Pena y yacimientos de las Rías Baixas, proceden en su mayoría del yacimiento fenicio portugués de Santa Olaia (González Ruibal 2006b; Rodríguez Corral 2009).

Fig. 18: Fíbulas tipo Acebuchal y de pie recto (siglos VIIVI a. C.): 1 y 5. Peneda do Viso, 2. Neixón Pequeño, 3. Coto de Altamira (Taboexa), 6. Coto de Mosteiro, 7. Toralla (González Ruibal 2006b :255)

4.6. Materiales líticos Por último, hay que destacar útiles líticos: los molinos circulares de piedra, datados en los siglos IV-II a.C. Hasta hace pocos años, se consideraba que la tecnología de estos molinos había sido introducida en el noroeste peninsular por los romanos, pero recientemente se ha puesto en evidencia que, aunque manufacturados en el propio noroeste, la técnica podría ser de origen púnico (González Ruibal 2006b: 502). Se encontraron en yacimientos como A Forca, Cortegada, Recarea u O Achadizo con materiales púnicos y griegos asociados en el registro arqueológico. Por su parte, los betilos hallados en los castros de la Ría de Vigo merecen mención aparte, debido a su significancia y singularidad.

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5. Betilos de la Ría de Vigo y posibles santuarios púnicos en el noroeste Un elemento llamativo en la Ría de Vigo son los betilos de los castros de Toralla (Fig. 20) (Abad Vidal 1998) y de Punta do Muíño do Vento (Fig. 19) (Rodríguez Corral 2008), ambos pertenecientes al municipio de Vigo, donde se encontraron una serie de betilos o cipos de granito pulido clavados en el suelo de una estructura perecedera, de aproximadamente 1 m de altura, asociados a muchos fragmentos de cerámica púnica. Betilos como éstos son elementos asociados a contextos Fig. 19: Betilos fenicios del Castro da religiosos fenicio-púnicos, representaciones Punta do Muíño do Vento, Vigo (Suárez anicónicas de las divinidades, con paralelos Otero 2004: 40) en el templo de Melqart de Gadir, en el Templo B del emporio de Kommos en Creta, y otros santuarios en islas como Sicilia o Cerdeña, o en la misma Biblos. También están representados en estelas funerarias. Todos estos lugares de culto tenían al mismo tiempo un significado religioso y comercial, pues ambos aspectos se encontraban muy ligados en el mundo fenicio (González Ruibal 2006a). Estos altares o santuarios, hasta hace poco desconocidos en la cultura castreña, representaban la morada y presencia de la deidad, y a través de ellos se establecía una relación con la divinidad fenicia del lugar de origen, asegurando estabilidad y seguridad de los comerciantes y las negociaciones allí realizadas con los locales. Eran espacios de diálogo entre las gentes púnicas e indígenas y sus respectivas divinidades, no de imposición. En ellos se realizaban plegarias y ofrendas para el éxito de los viajes y de las transacciones comerciales, además de las propias negociaciones con los castreños locales (González Ruibal 2006a; 2006b; Rodríguez Corral 2008). En otro orden de cosas y más allá de los betilos se debe mencionar otro elemento significativo, hallado en el oppidum del Castro de Santa Trega en Vigo. Se trata de una representación escultórica de Hércules de época romana, pero con bastantes similitudes formales con las imágenes del Melqart del Círculo del Estrecho, que bien pudiera tratarse de una pervivencia religiosa, barajándose incluso la posibilidad de que en este lugar hubiera albergado un culto a esta divinidad púnica (González Ruibal 2006a:149). Así pues, estos espacios de culto identificados en la Ría Fig. 20: Cipo fenicio de Vigo demostrarían, sin lugar a dudas, la intensidad y persisde Toralla, tal como se tencia de las relaciones comerciales entre el noroeste y los naencuentra en el Museo vegantes púnicos (Rodríguez Corral 2008). Se ha considerado Arqueológico “Quiñones de León” de Vigo incluso la posibilidad de que se establecieran temporalmente en estos asentamientos (Suárez Otero 2004), probablemente (fotografía personal) ocupando chozas de material perecedero frente a los edificios monumentales en piedra donde vivirían las élites del poblado; esto es lo que nos indica la presencia de objetos exóticos como ungüentarios (como los hallados en el yacimiento de A Lanzada o en Castro de Montealegre), que corresponden a unos usos sociales exógenos hasta entonces para los habitantes del noroeste peninsular, por lo que serían probablemente empleados casi en exclusividad por los mercaderes fenicios

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para prácticas culturales características del Mediterráneo. Se hablaría, en definitiva, de “diásporas coloniales”, que serían una mezcla entre colonialismo y emigración estacional (González Ruibal 2006a; 2006b). 6. Conclusiones El tema que he escogido para investigar es un tema que, hasta hace pocos años, era novedoso y original. Últimamente los trabajos arqueológicos e informes al respecto se han multiplicado y la confianza en los resultados obtenidos ha hecho que poco a poco más investigadores se interesen por la posibilidad de una presencia de navegantes púnicos en las costas del noroeste peninsular. Conforme a la gran cantidad de información manejada en el trabajo, y basándome en todos los estudios realizados hasta el momento, considero que la presencia de comerciantes púnicos en el noroeste peninsular sí es efectiva y evidente. La gran cantidad de ánforas salazoneras G-11 y G-12 y de bienes de lujo evidencian un activo y directo comercio de este pueblo con los castros costeros del noroeste, aunque sin penetración hacia el interior del territorio por el carácter navegante del comercio púnico. Además, las tipologías de las cerámicas arribadas a esta región evidencian su origen en alfares del sur de la Península Ibérica, mayoritariamente del denominado Círculo del Estrecho de Gibraltar. Los púnicos no erigieron colonias al estilo de las de la mitad sur peninsular y la costa meridional portuguesa, siendo el yacimiento portugués de Santa Olaia el más norteño de este tipo de asentamientos propiamente fenicios. Sin embargo, la concentración y cantidad de material púnico, y el hallazgo de una serie de estructuras atípicas en el ámbito castreño, hacen pensar que existían verdaderos emporios comerciales en las Rías Baixas, como es el caso de Santa Trega, A Lanzada, Neixón o, más tardíamente, la Bahía de A Coruña. A su vez, considerando que no existe tal cantidad de materiales y evidencias de comercio púnico en otros lugares del Arco Atlántico (como las Islas Británicas o la Bretaña Francesa), y que el yacimiento más alejado parece por el momento haber sido el de La Campa Torres en Asturias, parece ser que las Rías Baixas bien podrían haber sido las Casitérides de las que hablaban los textos clásicos. Estimo esto porque es allí donde más restos materiales púnicos hay en el noroeste peninsular y en el Arco Atlántico, y porque la región coincide con las descripciones de estas fuentes literarias. Sobre este tipo de fuentes cabe hacer un pequeño inciso. Bien es cierto que estos textos pueden ser objeto de crítica, como vimos, por su ambigüedad y por las mitificaciones que se encuentran muchas veces en los mismos; sin embargo, ello no inutiliza completamente su contenido. Los autores de la Antigüedad escribían sobre asuntos que eran sobradamente conocidos por los lectores a quienes iban dirigidas sus obras, y añadirles adornos y fantasías no era más que un recurso retórico que se superponía a una base real, que como vimos a lo largo del presente trabajo puede ser exitosamente identificada a través de un pormenorizado estudio arqueológico. Un caso paradigmático de esto es el de las epopeyas homéricas, concretamente La Ilíada, la cual, si bien no es más que un relato mítico y heroico de una supuesta guerra acaecida en tiempos pretéritos, la arqueología demostró de la mano de Schliemann que dicho conflicto bélico y dicha ciudad habían, efectivamente, existido. Del mismo modo, no tendría sentido hablar de la región de las Casitérides u Oestrímnides si éstas no fueran ya conocidas, más aún en el caso de un texto ensayístico como es la Geografía de

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Estrabón. Por tanto, considero que no sólo estas supuestas islas sí existían, sino que además casi con certeza su situación no sería otra que la costa meridional de Galicia. El porqué de la preferencia de las Rías Baixas sobre el norte de Portugal por los púnicos (descontando lugares como la desembocadura del Duero o del Limia) tiene bastante sentido si atendemos a su geografía física: sabemos que en dicho lugar existen excelentes condiciones para la navegación y el fondeo, protección de los navíos frente a los vientos y también yacimientos de estaño mucho más accesibles que los del norte portugués. Los púnicos, buenos conocedores de la náutica, tenían un “patrón” a la hora de buscar los lugares donde asentarse o donde comerciar: puntas metidas en el mar, rías plagadas de islas, golfos y ensenadas; características todas ellas de las que las Rías Baixas dan sobrado ejemplo. También hay que tener en cuenta la “familiaridad” que la costa gallega debía de ofrecer a los navegantes procedentes de la zona del Estrecho de Gibraltar. Y en este punto tenemos que entrar en la ligazón que en el mundo fenicio existía entre el comercio y la religión. Conociendo las características de los santuarios del sur peninsular como los de Graham’s Cave en Gibraltar o la Punta del Nao en Cádiz, es en la recortada costa galaica donde más se podrían encontrar lugares óptimos para practicar sus rituales: existen centenares de entrantes, salientes, islotes e incluso cuevas marinas; a este respecto la arqueología subacuática podría aportar datos muy interesantes, especialmente en la Ría de Vigo. La existencia de santuarios propiamente púnicos se confirma, precisamente, en la Ría de Vigo, donde, como vimos, se encontraron estructuras con betilos hincados en el suelo asociados a gran cantidad de cerámica púnica; la similitud de estos lugares con otros santuarios en el Estrecho y en la propia costa Siria confirman que se trataría de lugares no sólo de culto, sino también de intercambio comercial. Es ésta, efectivamente, otra prueba arqueológica del efectivo comercio púnico en el noroeste peninsular, dándose la posibilidad de que, si bien parece que estos mercaderes se limitaban al intercambio con las poblaciones locales, sí podrían haberse asentado estacionalmente en algunos de estos lugares para continuar sus viajes marítimos, que claramente tendrían una larga duración temporal, por las costas noroccidentales, antes de retornar a la zona del Estrecho. De ahí se deriva el siguiente punto: el efecto que este contacto continuado pudiera haber tenido tanto sobre los habitantes de los castros noroccidentales como, tal vez, sobre estos propios comerciantes foráneos. En este sentido, se puede apreciar en primer lugar la existencia de una cierta influencia en algunas zonas del noroeste que entraron en contacto con los púnicos. La cerámica encontrada corresponde en su gran mayoría a cerámica considerada “de lujo” como vasos áticos de barniz negro, vasos y platos finos de mesa, ungüentarios y perfumarios y adornos como collares; además de considerarse bienes de prestigio entre las élites, muchos de estos materiales aparecen en contextos rituales (como es el caso del Castro Grande de Neixón) y asociados al consumo de alcohol y a banquetes comunales, dándosele a la cerámica “exótica” llegada desde el sur un significado especial y sagrado; llaman la atención también los grupos escultóricos de formas similares a las de imágenes púnicas, como el ya mencionado Hércules-Melqart del Castro de Santa Trega. También se consideran como introducción púnica la tecnología de los molinos de piedra circulares y los estilos decorativos de la orfebrería castreña como la filigrana y el granulado. Si a ello añadimos la coincidencia de la monumentalización y desarrollo económico de los castros de la costa meridional gallega en el momento en que llegan masivamente los comerciantes púnicos (siglos VI-V a.C., paso de la 139

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Primera a la Segunda Edad de Hierro), es posible, entonces, que junto a los productos materiales también se importaran ideas, mitos y costumbres. Del mismo modo, tanto la existencia de minas de estaño y oro como la presencia de la especie gasterópoda thais haemascoma en el noroeste peninsular habrían sido suficientemente interesantes para los habitantes del Círculo del Estrecho para incentivar el comercio en este lugar. Sin lugar a dudas, tal vez también los visitantes meridionales recibirían un bagaje cultural por parte de aquellos a quienes visitaban y con quienes parece ser que incluso convivían temporalmente. Este hecho podría llevarnos a la siguiente posibilidad, consistente en una plausible hibridación antropológica, que podría ser harto interesante investigar en un futuro próximo mediante los medios tecnológicos de los que ahora dispone la arqueología del siglo XXI. Así, el acercamiento entre dos horizontes socioculturales tan diferentes habría sido más que positivo para ambos, como siempre lo ha sido en la historia de la humanidad. Por último, y respecto al estado de la cuestión, en los últimos años se ha avanzado mucho en el tema, destacando las intervenciones arqueológicas en Elviña (Bello Diéguez et al. 2008), A Lanzada (Ayán Vila et al. 2011) y Neixón (Ayán Vila et al. 2003-2014). El desinterés que existía antaño por parte de buena parte del mundo académico sobre esta materia se está desvaneciendo, y el esfuerzo realizado por los investigadores va paliando las dificultades externas como la crisis económica. Por lo de ahora los trabajos siguen adelante paulatinamente, y cuentan con el interés de un cada vez mayor número de gente. La presencia púnica en el noroeste empieza a mencionarse en congresos como el anual Fenici i Punici, y la difusión aumenta gracias a documentales y trabajos divulgativos llevados a cabo por expertos como Ayán Vila, González Ruibal, Rodríguez Martínez, Rodríguez Corral o Suárez Otero. El interés por esta cuestión se ha despertado recientemente en las universidades del sur peninsular como Eduardo Ferrer Albelda o Francisco José García Fernández anima la posibilidad de iniciar una colaboración entre los expertos en el mundo castreño y en el mundo púnico, que podría llegar a ser tan productiva para la arqueología hispana como seguramente lo fue el propio contacto entre estos mismos pueblos durante la Edad del Hierro. Sería, en definitiva, muy interesante mantener viva esta línea de investigación en los próximos años; porque al fin y al cabo, y atendiendo a todos los datos, parece muy probable que el noroeste peninsular formara parte integrante del mundo antiguo desde tiempos muy primitivos, quizá en forma de las míticas “Islas Casitérides”. Bibliografía • Autores modernos: ABAD VIDAL, E. (1998): Excavación arqueológica en la parcela nº24 del castro de la isla de Toralla (Vigo), Santiago de Compostela, Informe inédito depositado en el Servizo de Arqueoloxía de la Xunta de Galicia. ALMAGRO GORBEA, M. J.; ALONSO CEREZA, E. (2009): “Vidrios Antiguos; Museo Nacional de Artes Decorativas”, Real Academia de la Historia, Madrid. ARMADA PITA, X. L. (2008): Contacto cultural entre el Mediterráneo y el Atlántico (siglos XII-VIII ane). La precolonización a debate, CSIC, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, Madrid, 371-401. ARRUDA, A.M. (2002): Los Fenicios en Portugal; Fenicios e indígenas en el centro y sur de Portugal (siglos VIII-VI a.C.). Cuadernos de Arqueología Mediterránea 5-6, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Cabrera Edició S.L., Barcelona. AYÁN VILA, X. M. (coord.): - (2005): Os Castros de Neixón (Boiro, A Coruña), Serie Keltia nº 30, Toxosoutos, Noia. 140

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