Construcción y transformación de la ciudad de Valencia. Datos de la historia construida a través de los documentos de archivo

September 5, 2017 | Autor: Paolo Privitera | Categoría: Built Environment, History of architecture
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Descripción

Actas del Séptimo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29 octubre 2011, eds. S. Huerta, I. Gil Crespo, S. García, M. Taín. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2011

Construcción y transformación de la ciudad de Valencia. Datos de la historia construida a través de los documentos de archivo Camilla Mileto Paolo Privitera Fernando Vegas López-Manzanares Lidia García Soriano

La investigación de archivo se ha planteado como apoyo importante al estudio de las técnicas y caracteres constructivos del tejido anónimo la ciudad histórica de Valencia. La investigación se ha centrado en el vaciado del Archivo Municipal de Valencia y, en particular, de la Sección de la Policía Urbana de Valencia. Esta sección recoge todos los expedientes de obras de la ciudad de Valencia desde 1764 hasta 1970. El vaciado de esta sección se ha planteado con dos objetivos principales: conocer el tipo de tendencias de obras e intervenciones que se desarrollaron en los edificios anónimos del tejido de la ciudad; y conocer el tipo de materiales y técnicas utilizadas en las mismas. Durante la investigación, en una primera fase se vació el periodo desde 1764 hasta 18701 y, en una segunda fase, el periodo comprendido entre 1870 y 19202. La primera fecha coincide con el primer expediente de la sección del archivo pero además coincide, no casualmente, con el momento en que ya se aprecian los efectos de la abolición de los Fueros de Aragón y Valencia (1707), desaparición de las Cortes de los Reinos de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia y Cataluña) y cambio jurídico administrativo propiciado por Felipe V de Borbón. La fecha de 1870 coincide con la demolición de las murallas de la ciudad histórica y la expansión de la nueva ciudad a través del Ensanche, que tergiversa los datos de intervención edilicia en el centro histórico, al extenderse las actuaciones principales hacia la periferia. Dada la enorme cantidad de expedientes presentes

en la Sección de la Policía Urbana (3.121 para el periodo 1764-1799; 16.865 para el periodo 1800-1870); se ha optado por vaciar completamente todos los expedientes correspondientes al periodo 1764-1799 de manera de obtener una visión lo más fidedigna posible de la actividad de obras que se realizaban en la ciudad de Valencia durante la segunda mitad del siglo XVIII, mientras se ha elegido una muestra de 21 calles de diversa importancia para el periodo siguiente, de forma que para el periodo 1800-1870 se han vaciado una totalidad de 2.288 expedientes.

RESULTADOS PRELIMINARES De forma muy resumida presentamos aquí algunos de los resultados obtenidos. En primer lugar, se recogieron todas las descripciones técnicas encontradas en los expedientes que hacían referencias a las modalidades de ejecución de técnicas constructivas y materiales empleados para la construcción de forjados, cubiertas, muros, fachadas, enlucidos, ventanas, rejerías, cornisas, pavimentos de calles, etc. Se trata en realidad en la mayoría de los casos de descripciones muy escuetas y poco detalladas que, sin embargo, empiezan a ser más completas hacia la mitad del siglo XIX. En segundo lugar, se ha emprendido un análisis de los expedientes obteniendo una serie de gráficas que hacen más legible la información y su posible interpretación. Tras el análisis de todos los expedientes se

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puede afirmar que este tipo de investigación ha permitido en primer lugar identificar el volumen de obras realizadas en la ciudad por años, donde los picos altos y bajos se han tratado de interpreta, en muchos casos con éxito, en relación con los hechos históricos de la misma ciudad. El volumen total de las obras se ha estudiado también en su repartición entre los cuatro cuarteles históricos de la ciudad. Además, se han podido identificar diferentes tendencias de la actividad edilicia de la ciudad agrupando los tipos de intervenciones. Así se analizan las intervenciones en balcones, rejería, puertas, ventanas, fachada, cubierta y enlucidos. Se han analizado también las intervenciones de recalce, reparación de grietas, elevación del edificio, división del mismo o agrupación. Además se han dividido entre las intervenciones de reparación de elementos existentes o elementos de nueva construcción o inserción. También se ha estudiado la tendencia a realizar demoliciones completas de edificios. Se estudiaron también las intervenciones en función de los años, de forma que en algunos casos se pueden ver claramente los efectos de leyes, normativas, desastres naturales, etc. Además se han fotografiado y analizado un total de 836 dibujos correspondientes a la totalidad de los dibujos presentes en los expedientes examinados. De estos dibujos se puede interpretar como cambia el aspecto de la ciudad a través de una serie de intervenciones recurrentes.

EL PROTOCOLO BUROCRÁTICO Asimismo, la investigación ha arrojado luz sobre las características burocráticas de la municipalidad de Valencia que gobernaron los cambios urbanos de la ciudad en el mismo periodo, con especial atención al periodo a caballo entre los siglos XVIII y XIX, época de cambios y, al mismo tiempo, de gran impulso constructor en el interior de las murallas cristianas (Mileto et al. 2010). Creado con el advenimiento de los Borbones pero con una larga tradición a sus espaldas en forma de la figura del mustasaf o almotacén (Garulo 1844), el Tribunal de Repeso, integrado por tres vehedores, fue el organismo de control de la actividad edificatoria privada que dominó la ciudad durante todo el periodo estudiado. Sus decisiones eran inapelables, su

autoridad era respetada y tenía el poder de imponer onerosas multas y ordenar demoliciones a aquellos que incumplieran las normas. El protocolo tenía lugar como sigue: ante la solicitud de licencia, los vehedores criticaban principalmente la disposición de los vanos en fachada (normalmente para exigir la ordenación y alineación académica de los mismos) o los límites previstos por los planos de rectificación y alineación de las calles. Sólo en casos excepcionales se pedía a los vehedores un juicio técnico más específico, por ejemplo, sobre las técnicas de intervención. Igualmente, recordaban si era necesario la existencia de ramos de providencia o normativas que regulaban por ejemplo el vuelo de los balcones, etc. y su obligado cumplimiento. Con respecto a las reglas de representación gráfica, en un primer momento los perfiles adjuntos no parecían regulados a nivel grafico, al menos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Existen ejemplos de alzados que con dificultad se logran entender, y esto se debe al hecho de que los maestros de obra, no formados en academia, no tenían nociones claras sobre las técnicas de representación. Cuando se pide un dibujo normalmente se encuentra esta situación: los alzados ante y post operam no están diferenciados por color, mientras que en caso de demolición y construcción de partes se suele usar plumillas amarillas y de color encarnados. Sólo después de 1850 aparecen dibujos normalizados en donde las plumillas representan el material de cada objeto. De este modo, todo lo que iba a ser de hierro, bien fundido o de forja, se trazaba de color azul mientras las partes de madera estaban trazadas con colores de tierra.

ANÁLISIS DE LOS EXPEDIENTES DEL SIGLO XVIII El último tercio del siglo XVIII fue un periodo particularmente difícil para la ciudad, para sus ciudadanos y también para la conservación del conjunto construido. En el fondo histórico se ha encontrado referencia a un terremoto advertido en la ciudad el 15 de noviembre de 1775. Según el informe de la policía se definió como «gran terremoto», aunque dicho apelativo no resulte del todo fiable, si se considera lo poco habituales que resultan ser los eventos sísmicos de la región levantina. La policía se apresuró a elaborar un informe de emergencia el día siguiente y, en enero de 1776, un cálculo de los daños que los edifi-

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cios habían sufrido. Lamentablemente no se ejecutó ningún plano para la localización de los daños más importantes (Archivo Histórico Municipal de Valencia 1766). Además, se conocen históricamente los problemas ligados al carácter torrencial del río Turia. En 1783 queda constancia de una inundación de gran envergadura que causó muchos daños a los edificios, hasta el punto que tres años más tarde la junta de policía emitió una ordenanza para que se repararan las casas que seguían apeadas, porque los puntales no permitían el uso oportuno de las calles y afectaban al decoro de la ciudad. El carácter del río Turia se conocía históricamente y, por esa razón, desde el primer recinto árabe, la franja norte de las murallas tenía también la función de proteger la zona urbana de sus avenidas. Observando a la tabla 1 estos dos eventos catastróficos se reflejan de forma muy clara en la práctica administrativa de la policía urbana. En 1784, año siguiente a la riada, quedó registrado el mayor número de expedientes por año. Es evidente que los daños provocados por las lluvias torrenciales y la inundación de aquel noviembre del 1783 habían sido de extraordinaria importancia, particularmente en las plantas bajas y en las carpinterías de éstas. El año siguiente al terremoto, sin embargo, se

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abren sólo tres expedientes de obra. Esta anomalía no se puede explicar sino con una situación de emergencia: frente a una situación tan excepcional la policía urbana de la ciudad probablemente respondió con una suspensión temporal de la necesidad de presentar expedientes. En todo caso no se ha encontrado ningún documento que pueda respaldar ni refutar esta teoría. A partir del análisis del fondo, se puede afirmar que en este periodo la ciudad no atraviesa una época de grandes transformaciones. La cantidad de demoliciones y reconstrucciones de edificios es irrelevante frente al número de las licencias para pequeñas obras de reparaciones. Se puede afirmar que en este periodo la ciudad se está reciclando de la forma más sostenible a nivel medioambiental: la restauración. Un ejemplo que sostiene esta tesis se puede encontrar cuando analizamos más a fondo el año 1784 donde, aun en una condición de crisis después del aluvión, el número de permisos para añadir balcones y rejas no varía, aunque este tipo de obra no estuviera relacionado directamente con las lluvias torrenciales. A nivel burocrático se debe señalar que a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XVIII los expedientes se hacen más precisos: durante los primeros años se presentan una gran cantidad de solicitudes

Tabla 1 Número de expedientes de Policía Urbana abiertos para licencias de obras por cada año en el periodo 1764-1799

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con tan solo una hoja escrita a mano y, conforme se acerca el final de siglo, es mucho más común encontrar dibujos que acompañen los procedimientos. Otros datos de relevancia se exponen a continuación: – Únicamente después de 1784 se comienza a solicitar permiso para enlucir fachadas. – Únicamente después de 1788 se comienza a solicitar permiso para cerrar grietas. – Sólo en los últimos 15 años del siglo, comienza a ser habitual nombrar el número cívico y la manzana del edificio. – Únicamente en los últimos quince años se encuentran denuncias contra arquitectos por empezar obras sin permiso. – En un único caso de 1787 se especifica el color que se quiere dar a la fachada. Aunque no se haya encontrado constancia documental, se podría suponer que las normas acerca de la compilación de los expedientes fuesen cambiando durante este periodo, o bien que los controles se hicieran más rígidos.

LA DISTRIBUCIÓN DE LAS OBRAS EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XVIII Resulta útil recordar que la ciudad de Valencia estaba dividida en cuatro cuarteles intramuros: Mar (verde), Mercado (azul), San Vicente (morado) y Serranos (amarillo) y cuatro extramuros que no serán incluidos en el presente análisis: Campanar, Benimaclet, Patraix, Ruzafa. La subdivisión en cuarteles, un elemento innovador de la política ilustrada, se implantó en Valencia sólo después de 1769 acorde con la Real Cédula de 13 de Agosto de 1769, que preveía una estructura jurídica basada en cuarteles y barrios en todas las ciudades del reino que fueran sede de Canchillería o Audiencia Real (Anguita 1997). El primer plano de Valencia en el que quedó reflejada la subdivisión en cuarteles y barrios data del 1831. A partir de este pueden desprenderse algunas características generales de los diferentes cuarteles: el cuartel del Serranos es el más pequeño en tamaño y al mismo tiempo donde menos se construyó. Existen grandes zonas verdes no edificadas del río entre claustros, jardines y huertas. Debido a sus límites, no

Figura 1 Plano geométrico de la ciudad de Valencia, Valencia 1831

hay un grado elevado de expansión posible ya que buena parte de su perímetro queda delimitado por las murallas y el río. El barrio del Mar es el que guarda en su interior una de las zonas más ricas de la ciudad, albergando instituciones como el colegio del patriarca o la antigua judería. El cuartel del Mercado es un barrio completamente cerrado, siendo su perímetro íntegramente colindante al de otros cuarteles. Las posibilidades de expansión de este cuartel se reducen al aumento de la densidad edificatoria, a través del incremento de la altura de los edificios. El cuartel de San Vicente es el barrio derivado de la expansión aragonesa y su estructura viaria resulta evidentemente diferente de todos los demás. La distribución de las obras analizadas en el fondo de Policía Urbana del siglo XVIII resulta homogénea en todo el conjunto amurallado y en toda la franja temporal analizada. Una leve preponderancia se evidencia en la parte meridional en el cuartel de San Vicente, que en el siglo XVIII, después de la primera crisis de la industria sedera, vuelve a ser el centro de la elaboración textil valenciana. Si observamos con más atención el año 1784, período durante el cual se reparan los daños causados por el aluvión del año precedente, tampoco se aprecian variaciones de interés. El único dato destacable es el pequeño incremento de obras en el cuartel de Serranos, que es el más cercano a las orillas del río y que por entonces aún se encontraba protegido por las murallas. Los datos presentan una imagen bastante definida de lo ocurrido: las aguas arrasaron la ciudad en-

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Tabla 2 El gráfico representa la distribución media de las obras solicitadas en los cuatro barrios intramuros durante el periodo 1764-1799 (tarta nº 1). Se puede comparar así la distribución de las obras en el año 1784 (tarta nº 2). Por último se presenta la distribución de los edificios construidos en la ciudad divididos por barrios (tarta nº 3)

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Tabla 3 Datos relativos a las obras ejecutadas según los elementos arquitectónicos. Queda patente la importancia de los balcones durante este periodo del siglo XVIII.

tera sin diferencias importantes entre zonas. Este dato resulta coherente con la orografía de la ciudad de Valencia.

EL BOOM DE LOS BALCONES Como ya se ha indicado con anterioridad, la jurisdicción de la policía urbana se ocupaba de las modificaciones en obras privadas sólo cuando los cambios afectaban al decoro de las calles, es decir, a las fachadas. Por tanto, se debe suponer que muchas de las obras de interiores no fueron declaradas al no afectar directamente a la visión que del edificio se tenía desde la calle. Si analizamos los expedientes de licencia de obra por tipología de intervención, salta a la vista que el balcón es el actor principal de esta época histórica. De los 3.321 expedientes analizados en el siglo XVIII, un porcentaje asombroso trata del añadido de balcones. El balcón resulta ser un elemento con carácter propio, que no depende compositivamente de la fachada sino que se acopla sobre ésta sin necesidad de llevar a cabo ninguna modificación adicional. La estructura típica de los expedientes desafortunadamente no aporta dato alguno sobre el material de

Tabla 4 Otras obras de importancia menor con respecto a la totalidad de las obras que demuestran el tipo de transformación de re-utilización que está experimentando Valencia en el periodo de estudio

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construcción, pero es de esperar que muchos de estos elementos fueran de madera y que el número de los balcones de hierro fuera en constante aumento. Como se aprecia en el gráfico, las obras de añadir balcones son, sin lugar a duda, protagonistas centrales de la evolución de la arquitectura civil en la Valencia de todo el siglo XVIII. Uno de los retos que se propuso esta investigación fue entender cuándo y por qué esta moda empezó a expandirse por la ciudad de Valencia. Es interesante anotar que según los datos aportados por Antonia María Perelló Ferrer (1996), en Barcelona se registró una evolución parecida a lo largo del siglo XVII. En este texto de análisis del Arxiu Historic de la Ciutat de Barcelona, la autora aporta una valiosa información sobre lo que podría ser la mecha inicial del cambio urbano más relevante de los siglos XVII y XVIII. El fondo que recoge datos acerca de los balcones de esta ciudad es el Registres d’obrería, y según la atenta mirada de Perelló, los expedientes de añadido de balcones aumentan desde el principio del siglo XVI hasta encontrar un pico en el último tercio del siglo XVII. así, si en el año 1631 se autorizaban tres [balcones, n.d.a.], en el año 1660 fueron seis y en el 1687 serán dieciséis, hasta llegar a los treinta y cinco autorizados en 1691.

Aunque puede resultar difícil establecer un paralelismo entre las dos ciudades en cuestión, se ha considerado necesario reflejar algunos datos históricos y culturales que pueden ayudar a la comprensión del fenómeno de la «burbuja» de los balcones. Gran parte de los balcones puestos en obra en la ciudad de Barcelona fueron seguramente de madera, pero existe un importante número de expedientes en los que se especifica que el balcón que se iba a colocar tendría como materia prima el hierro. El precio del balcón de hierro era mucho más alto que su homólogo de madera, y se utilizó primariamente en edificios palaciegos de familias apoderadas. Entre los siglos XVII y XVIII, se adquirió una serie de conocimientos que permitieron una gran mejora de la técnica siderúrgica, traduciéndose en un notable aumento de la producción del metal. Estas innovaciones tuvieron consecuencias importantes en el uso del hierro a gran escala como material de construcción. Obviamente, estas repercusiones fueron más importantes y

rápidas en zonas cercanas a los lugares de producción. La región de Barcelona, a diferencia de la región valenciana, ha sido históricamente centro de producción de hierro en las llamadas fraguas catalanas. Frente a estos datos queda patente que unos elementos como los balcones de hierro llegaron a expandirse antes en el principado de Cataluña que en el Reino de Valencia, siendo desconocida la temporalidad de este desfase. Nuestro periodo de análisis del AHMV se sitúa casi exactamente un siglo después del vaciado de archivo de Antonia Perelló y, observando el grafico de balcones por años se detecta solo una leve tendencia al aumento hacia el final del siglo. Esto nos permite afirmar que la «fotografía» de la ciudad en el siglo XVIII que nos proporciona el vaciado del AHMV, no está enfocando el momento del arranque de la moda de los balcones valencianos sino más bien una fase en la que se agudiza del fenómeno. El gráfico por años demuestra que el pico de la tendencia se alcanza en 1784 con 84 expedientes, hasta llegar a 1799 cuando se abren solo 30 expedientes. Además se debe apuntar que entre los primeros ramos de providencias guardados en el fondo de Policía Urbana, se encuentra una ordenanza de 1758 que regla el vuelo que balcones y rejas podían tener hacía las calles sin molestar por ello el tránsito y el uso del espacio público. La publicación de esta norma permite pensar que en la ciudad estuviera creciendo el número de esos elementos volados, y para que esta tendencia al aumento no menoscabara el decoro y el uso del espacio público, la policía urbana consideró adecuado tomar medidas al respecto. Considerando el primer desfase temporal con la zona de influencia catalana y los demás datos procedentes del fondo de policía urbana del siglo XVIII, se puede afirmar que la aparición de los balcones como elementos característicos del ámbito urbano valenciano se registra en la primera mitad del siglo XVIII.

LOS GREMIOS El gremio de los maestros de obra, uno de los más antiguos de la ciudad de Valencia, había gozado de ciertos privilegios desde la Edad Media hasta las fueros del Reino de Valencia. Con la llegada de Felipe V al poder, no parece que haya cambios significativos, más allá del cambio de lengua vehicular, desde

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Tabla 5 Número de expedientes abiertos por maestros de obras con el mismo apellido

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Tabla 6 Nombres de los profesionales más recurrentes en el vaciado de este periodo

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el valenciano al castellano. Así parece desprenderse del análisis del estatuto de los «obrers de vila» del 1676 y la «ordenanza para el govierno, y regimen del Arte y Gremio de Maestros de Obras de la ciudad de Valencia» del 1762. En el segundo documento, se señala la importancia del vínculo de sangre entre aprendices: mentir sobre el propio origen equivalía al impedimento de entrada o la expulsión del oficio. Como es obvio entonces, en el periodo de tiempo estudiado, se puede observar la importancia de las familias. El análisis de dos de las familias más activas arroja datos interesantes: los Cabrera y los Llorens. En el gráfico de las familias, los Cabrera destacan del resto por la cantidad de obras abiertas, mientras que en la lista de los arquitectos más activos les supera Matías Llorens, que trabajó en 166 obras. La clave de esta situación se encuentra en la diferente condición familiar de ambas partes. Los Cabrera eran una familia numerosa con muchos arquitectos en activo en los últimos treinta años del siglo XVIII: se pueden encontrar hasta cinco Antonios diversos, que entre todos abarcan casi la mitad de los trabajos, un Manuel, un Joaquín, que se recogen en la lista y Francisco de 21 años y Gregorio de 16 que, no llegando a los treinta años, no aparecen en el gráfico. Los Llorens en cambio son sólo dos y la generación precedente a Matías se debió extinguir en torno a 1764. De hecho, de este año es la única licencia solicitada por Francisco Llorens. Se puede suponer que dada la abundancia de obras de Matías, la familia Llorens fuera bien famosa y respetada a la hora de trabajar. De los datos que se encuentran en el archivo, no se puede establecer si entre las varias familias del gremio de maestros de obra existiese una especialización en determinados campos de la construcción. Sin las obras más importantes eran adjudicadas a los profesores de la Academia de San Carlos. El más prolífico de todos ellos fue en aquella época Cristóbal Sales.

EL SIGLO XIX El siglo XIX es para la ciudad de Valencia un periodo repleto de modificaciones de gran importancia, tanto a nivel social como urbano y tecnológico. La

evolución urbana iniciada ya en el siglo pasado coge una forma más precisa y se expresa con elementos de decoro urbano importantes como son: la obligación de poner aceras en las calles y la imposición de recoger las aguas pluviales de las cubiertas con cañerías y hacerlas correr a lo largo del perfil de la fachada. Éste es el siglo de las grandes batallas napoleónicas. La invasión francesa de España alcanza a la ciudad de Valencia en el 1808. El general Suchet, llegado a Valencia, encuentra la ciudad amurallada y privada de los puntos de ataque privilegiados, como el Palacio Real de extramuros que los mismos valencianos habían derribado para dificultar la conquista de la ciudad. Los efectos de los bombardeos franceses dejan huella en el fondo de Policía Urbana donde se encuentran licencias de obras para arreglar los daños bélicos acaecidos sobre todo desde el año 1810 hasta el 1812. El avance de las normas de seguridad pública se hace más patentes en 1857, cuando la ciudad fue dotada de un cuerpo de bomberos. Era ya una práctica común que los gremios que se ocupaban de la construcción, fueran carpinteros o albañiles, presentaran a algunos de sus maestros para encargarse de situaciones de emergencia contra el fuego y que éstos fueran presentados de año en año al Gobierno de la ciudad. En el 1825 la real junta de policía encargó directamente a Salvador Sanahuja la escritura de un texto normativo para organizar los recursos contra los incendios en el momento de necesidad. Una copia de las normas se conserva en el archivo junto a una segunda revisión de 1827. Otro evento histórico de relevancia del que el fondo de Policía Urbana recoge datos fue la epidemia de cólera que explotó en Valencia entre los años 1834 y 1835. Los graves problemas relacionados con esta epidemia quedan grabados en las ordenanzas municipales de esos años. Se paralizó la práctica requerida por el gobierno de dotar las calles principales de aceras para mejorar el decoro de la ciudad. El mismo ayuntamiento quedó constreñido a conceder sucesivos periodos de subsanación. Queda constancia de ruegos al gobierno de la ciudad para que no se aplicaran las penas a los propietarios que no hubiesen puesto en obra las aceras delante de sus casas: el largo periodo epidémico había afectado a los comercios y disminuido sensiblemente las posibilidades económicas de los ciudadanos. En adición a las problemáticas relativas a los comercios, se hacía notar como

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en el mercado ya no se encontraba la piedra que se necesitaba para la construcción de las aceras: la piedra de Rodeno. Tras ese periodo, la ciudad de Valencia atravesó varias crisis económicas que intentó subsanar recurriendo a la construcción como sector remolque. Las murallas que hasta entonces habían protegido la ciudad de su hermano fluvial fueron tachadas de crear un ambiente insalubre y, subsecuentemente derribadas con la urgente necesidad de dar trabajo a una gran parte de la población desocupada (Sanchis Guarner 1997, 484). Una vez derribadas las murallas, la ciudad se abre a la huerta y casi duplica su tamaño con la nueva urbanización del Ensanche. En el interior de la ciudad las grandes transformaciones se cumplieron gracias a las desamortizaciones de las propiedades eclesiásticas: la mayoría de los conventos internos al antiguo perímetro amurallado serán transformados en solares especulativos.

LOS DATOS DE ARCHIVO DEL SIGLO XIX En una primera lectura, el gráfico muestra un importante aumento en el número de obras, incremento que se produce desde principios de siglo hasta el 1868 cuando la industria de la construcción parece despegar hacia el siglo XX, a pesar de que pocos años después el sector vuelve a desplomarse. El valor más bajo se encuentra alrededor de la invasión napoleónica, periodo en que es improbable que la Policía Urbana tuviese la misma efectividad que en tiempos de

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paz. En el cómputo general de todos los expedientes de la ciudad, el año con menos permisos solicitados es el año 1810. Entre las veintidós calles estudiadas, la disminución más importante se registra en 1811 con un total de 3 expedientes reconocidos. La repercusión de los bombardeos, eventos devastadores y con repercusiones no homogéneas en el recinto de la ciudad, se destacan en el gráfico con solo un año de retraso, como demostración palpable de la eficacia del modelo de estudio. Otra huella de eventos sociales que se evidencia en el gráfico es la epidemia de cólera del 1834, periodo durante el cual fueron registrados tan solo 8 informes. Después de la segunda mitad del siglo, se presenta claramente un cambio de tendencia: aumenta la cantidad de expedientes pero sin respetar un patrón lineal de incremento. No se ha llegado a dar una explicación de estos picos ya que las dinámicas internas a la ciudad resultan muy complejas y externas a este estudio. El balcón de hierro, que en el pasado siglo modernizó con su presencia el rostro de la ciudad, ya no tiene la autonomía que poseía antes. Las obras de adición de elementos aislados disminuyeron en número demostrando que el tipo de obra característica del nuevo siglo serían las grandes intervenciones a escala urbana o las obras de nueva planta. El tipo de obra que destaca en los gráficos por su mayor aparición en los expedientes es la demolición y la reconstrucción de fachadas. Esto se debe a que a finales del siglo XVIII se empezó a organizar un plan de alineaciones de las calles de la ciudad con el fin de mejorar

Tabla 7 Número completo de expedientes abiertos para licencias de obras en el periodo 1800-1870

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8c.t Tabla 8 a. Obras de demolición y reconstrucción más comunes registradas en el vaciado del periodo 1800-1877 b. Datos de obras de demolición y reconstrucción divididos por décadas, evidenciando la evolución de los tipos de obras ejecutadas en el periodo entre 1800 y 1870 c. Obras para instalar nuevos elementos registradas con mayor frecuencia en el periodo 1800-1877 d. Datos de mayor interés de la tabla 10 dividos por decadas, evidenciando la evolución d ellos tipos de obras ejecutadas en el periodo entre 1800 y 1870

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el tránsito y el disfrute del espacio urbano. Este primer intento de reglamentación, intento por cierto fallido que posteriormente fue sustituido, se fundamentaba en planos específicos para cada calle: el arquitecto encargado presentaba a la policía urbana el nuevo perfil de la calle cuando el levantamiento se había concluido. Una vez aprobado, el plano se convertía en vigente: si la casa donde se quería obrar se encontraba ubicaba fuera de alineación, el dueño tenía la obligación de mover la fachada, y en caso de que perdiera metros cuadrados edificables, éstos le serían retribuidos. El sistema de planos específicos para cada calle no tuvo gran suerte, y durante el silgo XIX fue sustituido por un plan general de alineaciones, único y completo para todo el casco antiguo de la ciudad.

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den encontrar aún modelos de este tipo que se distinguen de los demás por tener las bisagras sobresalientes del hilo de la puerta. Las reglas compositivas de las academias decretan la demolición de los aleros de madera con pares vistos: a este tipo de alero se le sustituye por una cornisa moldurada que organiza y remarca la parte alta de los edificios. Además a esta obra solía unirse normalmente otra de carácter más técnico: disponer el desagüe de la cubierta en canales que vertieran directamente en las acequias o en los pozos del interior de los patios. Los canales de desagüe no podían ocupar espacio de uso público y por esta razón se encuentran, aun a día de hoy, canales compuestos de módulos de fundición que se empotran en las fachadas de los edificios a una distancia de entre 2,5 y 3 metros del nivel de la calle. La última nota de este breve análisis se debe a las ventanas: en el siglo XIX las mejoras de las industrias vidrieras permitieron un uso más generalizado de los sutiles paneles transparentes y por esta razón, los llamados postigos, ventanas elaboradas en su totalidad con madera, se modifican añadiendo un marco de soporte al vidrio o se sustituyen por nuevas ventanas con hoja vidriera y oscuros. Superada la mitad del siglo, se introduce en la composición de las fachadas un elemento nuevo: el mirador. Este elemento se trasformarán en una pieza fundamental de la composición de las fachadas de los siglos XIX y XX. Los primeros miradores se instalan directamente sobre los balcones existentes, conformándose como unas estructuras de madera y vidrio apoyadas en el pasamano del balcón. Lo dibujos adjuntos a los expedientes presentan sólo el alzado del mirador, encontrándose a menudo expedientes donde no se delinea el resto de la fachada o del balcón sobre el cual se quiere instalar, además de no complementarse con detalles técnicos de las piezas de madera empalmadas para formar la caja. 8d.

CONCLUSIÓN Durante el siglo XIX se evidencian algunas tipologías de obras menores bastante peculiares, como es el cambio de las puertas de tiendas, el añadido de balcones, y la modernización de los aleros. La primera categoría de intervenciones se debió a una normativa municipal que obligaba a los comercios a tener puertas que abrieran hacía fuera: a día de hoy se pue-

A menudo, las ciudades atienden más a sus monumentos que al tejido residencial que, sin embargo, les concede su verdadero carácter. La disciplina de la restauración parece depositar su acento en los edificios más destacados y olvida frecuentemente los más humildes, que constituyen el escenario urbano donde

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estos monumentos cobran sentido. El estudio de los expedientes del fondo de Policía Urbana del Ayuntamiento de Valencia no pretende ser una clave de lectura única y absoluta, sino más bien una de las múltiples formas de subrayar el inmenso valor histórico documental que se esconde en el interior de los antiguos edificios del centro, que tristemente van desapareciendo día tras día. El descubrimiento de las dinámicas de construcción presentes en la ciudad a través de un buen número de expedientes comprendidos entre 1674 y 1870 ha permitido aprender a conocer el valor y la historia construida de este tejido residencial humilde y, de esta forma, estar en grado de protegerlo2 y salvaguardarlo para futuras generaciones.

NOTAS 1.

2.

Esta investigación ha sido financiada por «Caracteres constructivos del centro histórico de Valencia. Análisis, caracterización y conservación (GVPRE/2008/240)» de la Generalitat Valenciana. Si bien no es el tema de este artículo, la segunda parte de esta investigación, dedicada a la protección del centro histórico, ha sido financiada por una subvención de investigación concedida por la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana denominada «Estudio y elaboración de instrumentos de protección de la edificación del centro histórico de Valencia».

3.

4.

Esta investigación ha sido financiada por «Caracteres constructivos del centro histórico de Valencia. Análisis, caracterización y conservación (GVPRE/2008/240)» de la Generalitat Valenciana. Si bien no es el tema de este artículo, la segunda parte de esta investigación, dedicada a la protección del centro histórico, ha sido financiada por una subvención de investigación concedida por la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana denominada «Estudio y elaboración de instrumentos de protección de la edificación del centro histórico de Valencia»

LISTA DE REFERENCIAS Archivo Histórico Municipal de Valencia. 1766. Policía Urbana año 1766, caja 2, expediente 264 Anguita Cantero, R. 1997. Ordenanzas y Policía Urbana: los orígenes de la reglamentación edificatoria en España (1750-1900). Granada: Universidad de Granada Garulo,J. 1859. Manual de Forasteros en Valencia. Valencia: Imprenta de D. Julián Mariana Mileto, M., Maioli, L., Privitera, P., Vegas, F. 2009-10. Historia de un expediente. La arquitectura y sus riendas. Arché 4-5: pp. 357-364 Perelló Ferrer, Antonia María. 1996. Arquitectura civil del segle XVII a Barcelona. Barcelona: Abadía de Montserrat Sanchis Guarner, Manuel. 1997. La ciutat de València. Síntesi d’Història i de Geografia urbana, Valencia: Ajuntament de València

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