Construcción de Identidades desde la ACR: el Retorno a la Vida Civil

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Descripción





Los grupos que participaron en las negociaciones y se desmovilizaron fueron el M-19, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Movimiento Quintín Lame (MAQL), el Comando Ernesto Rojas (CER), la Corriente de Renovación Socialista (CRS), las Milicias Populares de Medellín (MPM), y el Frente Francisco Garnica y el MIR – COAR
Construcción de identidades desde la ACR: el retorno a la vida civil

Cómo citar: Cembrano, S. Granada, L. Quintero, M (2015) Construcción de Identidades Desde la ACR: el Retorno a la Vida Civil. Bogotá.

Resumen:
En el contexto de un conflicto armado que se ha extendido por más de 50 años, la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) coordina la Ruta de Reintegración de las personas desmovilizadas de grupos armados ilegales. Así, la ACR busca que los desmovilizados vuelvan a la legalidad, y contribuir a la paz y convivencia ciudadana en Colombia. Esto se enmarca en un proceso de Desarme-Desmovilización- Reintegración (DDR). Para esto, la ACR diseñó la Ruta de la Reintegración, que es el camino que se debe recorrer para reintegrarse a la vida social y económica, y que tiene varias dimensiones, como la productiva, la de salud, y la educativa. La actividad de la ACR, ejemplificada por la Ruta de Reintegración, es problemática y cuestionable, al proponer, por un lado, un proceso de intervención sobre sujetos tabula rasa y una definición instrumental e institucional de cuerpos productivos y civilizados. Hay, entonces, dinámicas de poder que deben ser analizadas, en el marco de la construcción de paz en Colombia. Este trabajo plantea un estudio de la representación del proceso de reintegración por parte de la ACR en torno a ejes de agencia estatal, de dinámicas geográficas de poder y sistemas institucionales de memoria-olvido.

Palabras clave: Reintegración, ACR, desmovilización, identidad, memoria, intervención

En el contexto de un conflicto armado que se ha extendido por más de 50 años, la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) coordina la Ruta de Reintegración de las personas desmovilizadas de grupos armados ilegales. Así, la ACR busca que los desmovilizados vuelvan a la legalidad, y contribuir a la paz y convivencia ciudadana en Colombia. Esto se enmarca en un proceso de Desarme-Desmovilización- Reintegración (DDR). Para esto, la ACR diseñó la Ruta de la Reintegración, que es el camino que se debe recorrer para reintegrarse a la vida social y económica, y que tiene varias dimensiones, como la productiva, la de salud, y la educativa. La actividad de la ACR, ejemplificada por la Ruta de Reintegración, es problemática y cuestionable, al proponer, por un lado, un proceso de intervención sobre sujetos tabula rasa y una definición instrumental e institucional de cuerpos productivos y civilizados. Hay, entonces, dinámicas de poder que deben ser analizadas, en el marco de la construcción de paz en Colombia. Este trabajo plantea un estudio de la representación del proceso de reintegración por parte de la ACR en torno a ejes de agencia estatal, de dinámicas geográficas de poder y sistemas institucionales de memoria-olvido.

La asociación de la paz como un elemento necesario para el desarrollo del país ha sido un leit motiv a la hora de justificar los acuerdos de paz en la Habana. El desarrollo se opone al conflicto y busca producir medios instrumentales que le permitan reducirlo o acabarlo por completo. De ésta manera, la ACR cumple un rol fundamental para "el desarrollo del país" puesto que es una institución que se encarga de intervenir sobre los cuerpos propios del conflicto y normalizarlos a través de la ruta de la Reintegración, un proceso de intervención del individuo desmovilizado desde su salida del grupo armado hasta su "reintegración completa en la sociedad civil" (proceso que, según la ACR tarda aproximadamente seis años y medio, como medida estándar) . Nos interesa pues saber de qué discursos se vale la ACR para intervenir sobre los desmovilizados y qué conceptualización hay detrás del "desmovilizado" y del "hombre reintegrado". En efecto, los desmovilizados (conceptualizados desde la ACR como un recién nacido en la sociedad civil) deben "desarrollarse como colombianos del común", oportunidad que perdieron al ingresar en la vía de las armas. Aquí se ponen en acción varias concepciones que operan sobre la intervención de los "desmovilizados". Por una parte, la idea de la capacidad de intervención de la institución estatal sobre los cuerpos "desmovilizados" implica una visión de la agencia estatal particular y una visión de su función igualmente problemática (particularmente en el campo de la "ayuda psicosocial"). Por otra parte (aunque están intrínsecamente ligadas) se articula el ideal de sujeto que se constituye mediante la intervención y que es difundido por medio de los discursos emitidos. Así, entendemos el proceso de reintegración como un tránsito particular que articula dinámicas de poder y de identidades ligadas a tensiones geográficas, tanto nacionales como locales y que definen la manera como concebimos el Estado, el conflicto y el proceso de paz mismo.

Para poder analizar los discursos que justifican las intervenciones de la ACR y la concepción instrumental de los sujetos a través de la intervención (sujeto desmovilizado-recién nacido es transformado en "persona independiente, reintegrada y reconciliada") es necesario hacer un análisis discursivo, no sólo de la puesta en práctica de ese discurso sino a través de las formas de divulgación del mismo. Los elementos audiovisuales que difunde la ACR son de suma relevancia para esta investigación pues son síntomas de la capacidad discursiva que justifica y que demuestra las concepciones operantes por parte de la institución interventora.

Queremos pues abordar la instrumentalización de los procesos de reintegración a través de la ACR, y por ello queremos entender y analizar su capacidad discursiva (conjunto de elementos comunicativos que conceptualiza y justifica la acción interventora, que define categorías como sujeto desmovilizado, proceso de reintegración y sujeto reintegrado) ¿Cómo se representa esa construcción de cuerpos sanos a partir de los "recién nacidos" en la sociedad civil? Para esto, primero haremos una revisión histórica de los programas de DDR que se han dado en Colombia desde la Violencia hasta hoy. Luego, abordaremos dos temas principales de la acción de la ACR: por un lado, la agencia y la noción problemática del desmovilizado como un "objeto intervenible", y por otro, la dicotomía que transmite la ACR entre ciudad y campo, que es a la vez centro-periferia, para así terminar en una reflexión del eje memoria-olvido como forma de identidad en el "pos-conflicto".

Revisión histórica
El conflicto armado colombiano actual se ha extendido desde mediados del siglo pasado hasta hoy. La versión oficial sitúa el comienzo de este conflicto en la Violencia de los años cincuenta, entre liberales y conservadores, de la cual surgieron las guerrillas liberales que luego serían las FARC. Desde la desmovilización de las guerrillas liberales hasta el objetivo de desmovilización actual de las FARC en el marco del proceso de paz de La Habana, han sido varios los actores involucrados en procesos de DDR, como el M19 o las AUC. Así, la acción de la ACR se inscribe en una larga historia de intentos de DDR con grupos que han usado la violencia para lograr sus objetivos. Vargas plantea cuatro etapas de desmovilizaciones desde los años 50 hasta comienzos de siglo (Vargas, 2003). En primer lugar, el primer intento de desmovilización se da en la entrega, y amnistía, de la guerrilla liberal durante el régimen de Rojas Pinilla. En esta desmovilización, Rafael Rangel, el jefe guerrillero liberal del Magdalena Medio, enfatizó en la necesidad de protección y, sobre todo, apoyo económico y moral para su personal (Vargas, 2003).
Segundo, ya en la historia contemporánea las negociaciones con organizaciones guerrilleras en los años 90 resultaron en desmovilizaciones colectivas con la meta puesta en la participación política, con lo que se esperaban concesiones políticas como resultado de las negociaciones (Vargas, 2003). Este periodo articuló nueve negociaciones, que desmovilizaron alrededor de 4 800 personas, a través de la Oficina Nacional de Reinserción (Vargas, 2003). En estas desmovilizaciones "la discrecionalidad política y jurídica del Gobierno y del Congreso era mucho más amplia que en la década del 2000" (Palou & Méndez, 2012), pues aún no estaban tan presentes los estándares de justicia, verdad y reparación de la comunidad internacional.
 Luego, está la desmovilización individual, que no tiene una negociación previa ni un proceso de paz, sino que responde a motivaciones individuales. Si bien desde el principio de la violencia política esta opción ha existido, Vargas señala que desde el gobierno de Gaviria (1990-1994) y, en particular, en el primer gobierno de Uribe (2002-2006), se ha convertido en una política deliberada del gobierno. Así, se estimula e impulsa la desmovilización como "una estrategia complementaria de la confrontación militar, una verdadera estrategia de guerra -que los encargados del actual gobierno consideran muy positiva" (Vargas, 2003).
Durante el gobierno Pastrana (1998-2002), desde la Dirección General para la Reinserción, se desmovilizaron 2.505 personas, que dejaron las armas individualmente (Vargas, 2003). Luego, Uribe reestructuró el programa creando el Programa para la Reintegración a la Vida Civil (PRVC), que "estipulaba los siguientes beneficios: estipendio mensual para su manutención; afiliación al régimen subsidiado de salud; educación básica y media, y capacitación para el trabajo; atención psicosocial mediante talleres colectivos o intervenciones individuales; y capital semilla para el desarrollo de un proyecto productivo." (Verdadabierta.com, 2008). El PVRC era un programa de corto plazo que "buscaba reformar y preparar a las personas desmovilizadas, a través de atención psicosocial, capacitación académica y acceso al sistema nacional de salud, además del aporte de una mensualidad económica" (Agencia Colombiana para la Reintegración). Esta estrategia, en general, dio resultados positivos. Vargas le atribuye el éxito de esta estrategia, principalmente, a la presión militar, una campaña de propaganda masiva, y el liderazgo del Presidente Uribe y su Ministra de Defensa de ese momento, Martha Lucía Ramírez. Sin embargo, muchas veces estos desmovilizados no buscaron dejar la guerra, sino simplemente cambiar de bando, pues intentaron ingresar a las Fuerzas Armadas (Vargas, 2003).

Finalmente, está la desmovilización de los grupos paramilitares, como fruto de una nueva negociación, entre 2003 y 2006, que surgió del Acuerdo de Santafé de Ralito, que enfatizaba la necesidad de fortalecer la gobernabilidad democrática y de devolverle el monopolio de la fuerza al Estado, para poder lograr la paz nacional (Vargas, 2003) . Este proceso era muy distinto a los anteriores, en cuanto las desmovilizaciones colectivas anteriores involucraban a guerrilleros insurgentes que se enmarcaban en el delito político. Además, sus acciones de guerra "no habían tenido un carácter degradado como el que presenciaría el país en los años venideros" (Palou y Méndez, 2012) . Por otro lado, la Ley 782 del 2002 eliminó el reconocimiento político para los grupos armados que estuvieran negociando con el gobierno. Finalmente, a partir de la entrada en vigencia de la Corte Penal Internacional en 1998, "los crímenes de guerra y los delitos de lesa humanidad quedaron excluidos de la prescripción y cualquier otro tratamiento privilegiado" (Palou y Méndez, 2012). Vemos entonces que a partir del siglo XX los procesos de DDR en Colombia deben tener en cuenta no sólo la dimensión política, sino también el aspecto jurídico internacional que exige el cumplimiento de la justicia, y que no permite la impunidad de crímenes contra los derechos humanos. El marco jurídico que sostenía estas negociaciones y procesos de DDR, la Ley de Justicia y Paz, tuvo problemas en su aprobación, y tuvo que ser reformada por la Corte Constitucional para corregir "muchos de los desbalances que contenía la norma expedida por el Congreso de la República en perjuicio de la justicia, la verdad y la reparación" (Palou y Méndez, 2012). La ley, a su vez, se apoyaba en el PRVC y la acción de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. Como señala Spagat, "Colombia tiene una larga historia de procesos de DDR, consistentes con las prácticas internacionales de la época, que otorgaron impunidad total a grupos guerrilleros de izquierda, recolectaron pocas armas y no resultaron en reparación alguna a las víctimas" (Spagat). En este contexto se creó la Alta Consejería para la Reintegración (ACR) para superar los problemas del PRVC, ajustando el programa a los lineamientos internacionales. Además, la Alta Consejería cambió el enfoque que se le venía dando a la reintegración, planeando un proceso a largo plazo y con mayor capacidad de cobertura (Agencia Colombiana para la Reintegración). La Alta Consejería buscaba que la Reintegración fuera una política de Estado, y brindaba "beneficios de tipo psicosocial, educativo, económico y de oportunidades de generación de ingresos, con el fin de permitir que los desmovilizados encuentren una vida sostenible en la civilidad" (Agencia Colombiana para la Reintegración). Asimismo, también trabajaba con las familias, reconociendo la importancia del entorno en la reintegración. Mirándolo desde ahora, en retrospectiva, es difícil decir hasta qué punto estos procesos de DDR fueron exitosos, pues un grupo significativo de estos desmovilizados solo cambiaron de bando, pasando de las autodefensas a las Bandas Criminales (BACRIM). Así,
"si bien hubo una desmovilización efectiva de algunos miembros de la cúpula de las AUC, numerosos mandos medios y bajos nunca dejaron de operar. Muchos de ellos no estaban interesados en hablar de paz. La lógica económica era preponderante, aunque no única: traficantes "pura sangre", exguerrilleros, policías y militares comenzaron a figurar con mayor frecuencia dentro de estas "nuevas" organizaciones delictivas. El nombre inventado por el propio gobierno colombiano fue el de bandas criminales emergentes"
(Alarcón, 2012)
En el 2011, la Alta Consejería pasa a ser la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), y se crea "como una Unidad Administrativa Especial -adscrita al Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (DAPRE)- encargada de fortalecer la implementación de la Política de Reintegración" (Agencia Colombiana para la Reintegración). La acción de la ACR se enmarcaría, en principio, como continuación de las desmovilizaciones individuales. En todo caso, todo el marco legal e institucional que la sostiene, el Marco Jurídico para la Paz, está preparado no solo para desmovilizaciones individuales, sino para otra desmovilización grupal que resultaría de la firma de un acuerdo de paz en las negociaciones de La Habana con las FARC, que representaría una quinta etapa de desmovilizaciones, y también aplicaría para negociaciones con el ELN. Como señala Vargas, algo que ha caracterizado los procesos de desmovilizaciones recientes es su lógica de 'negociaciones a destajo', en vez de una 'negociación global'(Vargas, 2003) . En palabras de Luz Marina Lara Salcedo, que dedicó su tesis doctoral al estudio de los procesos de reintegración en Colombia (particularmente de la ACR), "este recorrido nos permitió ver la complejidad del proceso, pues éste se ha movido entre la amnistía; el perdón y olvido; los acuerdos de paz; los acuerdos de convivencia; los programas para la reinserción y a partir del año 2000, en programas para la desmovilización. Sin embargo, todas estas iniciativas se han llevado a cabo en medio del conflicto y los procesos de paz, en consecuencia, han sido parciales, discontinuos, con retrocesos en ocasiones y con características diferentes según cada grupo y las condiciones para su retorno a la vida civil." (Lara, 2011)

Agencia y participación
La ACR plantea la reintegración como un proceso de transformación del individuo desmovilizado hacia la sociedad civil, hacia una ciudadanía que implica una serie de características identitarias particulares que articulan al individuo con la civilidad urbana. En palabras de un funcionario de la ACR, "la reintegración es un proceso, una transición que implica cambios a nivel de creencias, de conductas, de emociones, de la relación de uno con la comunidad, con el gobierno; es digamos un cambio que implica un desarrollo de competencias que permite la adaptabilidad al sistema social que tiene el país" (Lara, 2011). Esto supone una visión de la identidad de los sujetos como un elemento dinámico y cambiante; "No está por demás recordar que las identidades se construyen en las relaciones sociales con los demás y a través de esas relaciones, y que por tanto, la identidad se caracteriza por ser relacional, situacional y cambiante" (Profesional ACR No.1, citado en Lara, 2011). Sin embargo también plantea una dinámica de transformador y transformado. Si bien hemos encontrado que la ACR busca enfatizar su rol como una "entidad acompañante" del verdadero partícipe de la reintegración, el "participante", existe también una jerarquía entre los productores del programa, los técnicos que "asisten" y los desmovilizados. En efecto, la identidad institucionalizada es diseñada por un sistema y aplicada a unos sujetos particulares, de manera que es necesario preguntarse hasta qué punto los desmovilizados pueden decidir en la construcción de sus nuevas identidades y formas de vida. Si bien queda claro que es necesario abandonar la identidad "guerrera" (por motivación propia), se abre la pregunta de cómo se reestructuran las nuevas identidades y cómo se ponen en práctica.

"Con la salida del grupo armado y el tránsito a la vida civil, los jóvenes viven un presente que se divide entre las incertidumbres del futuro, las confusiones del pasado y sus recuerdos. Podríamos decir, parafraseando a Marc Auge (1998), que en esos tiempos difíciles, pero a la vez de retornos, surge un tiempo intermedio de búsquedas, de tregua, de pausa, un tiempo subjetivo según Castro (2001), donde nace un sujeto que ya no es él, y otro que todavía no es. En otras palabras, en ese tránsito, la identidad de los jóvenes deviene en una constante lucha entre la necesidad de anclaje en algún lugar de la vida civil, y el escape de la vida subversiva, configurando un nuevo horizonte subjetivo que les demandará a la vez, la reconfiguración de sus vínculos y de sus valores."
(Lara, 2011).

Es importante hablar entonces de cómo la ACR se preocupa por los participantes por su condición de desmovilizados, pero no por su condición de personas ligada a la noción de experiencia y pasado que cargan como un aspecto importante y valioso de su identidad. Así, el individuo se convierte en "desmovilizado" y por ende pasa de ser sujeto con experiencia pasada a objeto que debe ser transformado de su condición identitaria. Como ya se mencionó previamente, la inscripción de sujetos en dinámicas de conocimiento provenientes del discurso de desarrollo y progreso hace que algunos de los llamados "participantes" no tengan interés alguno en participar, dado que aunque el programa de reinserción va dirigido a ellos, no los toma en cuenta como sujetos cuya capacidad de acción y conocimiento sea válida en la vida civil; aunque vale la pena aclarar que muchos no se encuentran identificados con ésta crítica y sí consideran que la ACR ha servido como plataforma para ser sujetos de cambio. Así, el proceso de creación y reconfiguración de nuevos sujetos sociales en los que su identidad no está representada por un uniforme o un cargo ejercido sino por otros factores identitarios como lo son un trabajo, un colegio, un sueldo, una familia, privilegia ciertos elementos que determinan lo que es valioso o necesario y cómo se debe entender la identidad urbana sobre la identidad de "guerrero". El desmovilizado se inserta en una lógica de transformación que maneja metáforas de la producción industrial (ACR) y que plantea al sujeto desmovilizado como objeto legítimo de ser intervenido. ¿Qué agencia se le reconoce al desmovilizado? De hecho, una enrtevistada por Irina Mago sostiene:

"A mí nunca me preguntaron (qué me interesaba o qué me hubiese gustado). Ya todo está establecido […]. Tú hacías parte de un ajedrez. Tú eres una ficha de un ajedrez. Yo sentía que a uno lo movían como querían". También cuenta que en las reuniones del ICBF no la dejaban hablar a ella ni a los demás niños. "Siempre escuchaban a las tutoras y las quejas de las tutoras. ¿Para qué me llaman si no me van a escuchar? ¿Para hacerme perder el tiempo?"
 (Mago, 2011)

Al pensar en las categorías presentes de centro y periferia, lo guerrero y lo civil, se pueden visibilizar rupturas de subjetividad que analizan al individuo como ser cambiante cuya identidad se forma en el transcurso de actividades, en diferentes entornos y en las relaciones entabladas con otros integrantes del mismo grupo con los que generan nuevas formas de identidad. En las investigaciones adelantadas por Andrea Salgado y Jhonathan Ramírez se realiza una crítica de cómo la visión de una identidad cambiante llevada al campo de instituciones como la ACR puede llegar a omitir que los momentos significativos de la vida de un individuo hacen parte constitutiva de lo que son en la actualidad, de lo que los ha formado como personas. Es en éste contexto en que los autores reclaman cómo una entidad no pretende conocer el pasado de la persona reintegrada, sino que busca tan sólo una transformación en la que se excluyen realidades, historias y experiencias pasadas que se reducen a la categoría de "marcas" sólo relevantes en un contexto anterior.

"En sus posturas, se observan unos hombros contraídos producto de la sensación de carga de su equipo de campamento aun cuando ya no cuenten con él. Lo que también llevan, y categóricamente, es la carga del pasado, el peso de las vivencias en la guerra que generan un costo y que marcan sus cuerpos, incluso sus corporeidades, y que a pesar de que quisiera ser soltada por algunos, pareciera que resultara imposible para cualquier excombatiente." (Salgado & Rodríguez, 2010)

Es necesario recalcar cómo existen dinámicas que buscan, al transformar el sujeto en desmovilizado, asociar su pasado en la organización guerrillera con un "accidente de vida", con "algo que pasó" y no como parte de una decisión fundamentada, según cuenta un funcionario de la ACR:

"Si bien son personas que vienen siendo partícipes del delito como una opción, se quiere a través de este proceso lograr que ellos se aparten del delito, delito que es concebido por ellos como un trabajo, pero para nosotros es delito y está tipificado en el código penal como tal…o también ha sido algo que trasciende de generación en generación: mi familia perteneció, ahora yo pertenezco y pues lo normal es que también mis hijos lo hagan. Entonces se trabaja esa dependencia hacia el delito, que realmente ellos no la tienen consciente. La idea es que ellos no tomen el delito como una opción de vida, sino como algo que pasó en sus vidas y reiniciar de nuevo su proceso, restablecer su propio proyecto de vida generando otras opciones y que ellos puedan adaptarse a la vida social, pero con otra visión"
(Lara, 2011).

En palabras de un funcionario de la ACR, "a veces cuando la Alta Consejería toca puertas, siempre tiene que ir con una ley por delante, no hay una corresponsabilidad sino es una cosa que dentro de la Ley tal, dice tal cosa. Entonces ya es a las malas porque les toca, no porque realmente ellos crean en ese proceso" (Lara, 2011). La reciprocidad del sistema de intervención deja mucho que desear y se ejemplifica en los sistemas de apropiación y de integración de los sujetos en el programa. Así, el individuo desmovilizado es representado como un elemento en medio de corrientes más poderosas que él, un objeto en coerciones impuestas en el fusil, en la disciplina reguladora de la guerrilla y posteriormente un objeto producido también, en medio de la maquinaria de la urbanidad, en los tapetes de producción de la metáfora industrial. Parece pues que el individuo es trasladado de un sistema de objetivación a otro. Aunque son claramente sistemas distintos, promueven una visión igualmente problemática de la agencia del sujeto, del individuo y de su subjetividad.

Ciudad vs Campo/Centro vs Periferia

La acción de la ACR plantea una forma de reintegración particular. Esta reintegración, para empezar, se piensa hacia un espacio urbano, aun cuando gran parte de los desmovilizados vienen de entornos "rurales". Luego, se posiciona al desmovilizado/reintegrado en mira de una productividad entendida bajo una noción particular de productividad industrializada, técnica y también urbana. Esto esboza una dicotomía que es transversal a la acción de la ACR, que es la contraposición moderna de lo urbano frente a lo rural. Es diciente que la ACR no intente darle al reintegrado una vía de retorno al campo o un entorno similar al que tenía antes de tomar las armas, en cambio, la desmovilización y reintegración se plantea como una transferencia a lo urbano, un entorno con el que, en la mayoría de los casos, el "reintegrado" no tiene mucho en común. Parece pues que más que una reintegración surge un verdadero proceso de éxodo y de "intregración" a las dinámicas urbanas. Como lo muestra el video de la ACR (2012), durante la reintegración no sólo se ejerce un tránsito de la violencia a la civilidad, también se plantea una relación geográfica particular entre estas dos variables. En efecto, mientras el desmovilizado pasa de encontrarse representado en un entorno rural y "migra" (o más bien es trasladado) hacia la representación visual de la ciudad, de lo urbano, éste trasciende la violencia y se "civiliza". Así pues, se genera una representación dicotómica que ejerce la diferencia entre el campo y la ciudad a través de la asociación del campo como espacio de violencia y lo urbano como espacio de civilidad. Es decir, el tránsito no es solo de las armas a la ciudadanía, también es un tránsito del campo a la ciudad.

En ese sentido, categorías como ciudad y campo se encuentran inscritas no sólo bajo la asociación directa a un contexto geográfico determinado; sino que aluden también a representaciones simbólicas de lo que la población entiende por ellas. Es decir, es en las prácticas discursivas de nominación en las que se visibiliza lo que se entiende por "ciudadano" o "reintegrado". En palabras de Bourdieu: "Al anunciar con autoridad lo que un ser, cosa o persona, es en verdad (veredicto) en su definición social legítima, es decir, lo que está autorizado a ser, lo que tiene derecho a ser, el ser social que tiene derecho de reivindicar, de profesar, de ejercer (en oposición al ejercicio ilegal), el Estado ejerce un verdadero poder creador, casi divino […]". (Bourdieu, 1996). Lo anterior ejemplifica el poder y la capacidad de instrumentalización de las que se vale el Estado para legitimarse tanto a sí mismo como a sus discursos a través de herramientas institucionales, políticas públicas y capitales (informacionales, simbólicos, de fuerza física y jurídicos).
El camino de reintegración planteado por la ACR sugiere la identidad del reintegrado como un "bebé recién nacido" en la sociedad civil, y, a su vez, plantea la necesidad de un cambio al momento de su re-integración. Se enfatiza la necesidad de que deje todo "lo que le sobra" atrás y se eduque de nuevo (ACR, 2013). La noción de productividad a la que se asocia este nuevo comienzo yace en un ideal de ser ciudadano útil para la sociedad en la medida en que se inscribe en los parámetros de desarrollo urbanistas; que implican a su vez el tener un trabajo, familia, educación académica, capital financiero y servicios de salud.

Es cuando el uniforme y el fusil son suplantados por los "jeanes" que los límites entre la ruralidad y la urbanidad son trazados y puestos en una escala de valor de lo considerado como "trabajo digno" y "cultura democrática". El preguntarse por la relocalización del desmovilizado supone entender los conceptos y categorías en las que éstas personas transitan, se transforman, y redefinen dentro de los procesos de circulación. Esto implica también la comprensión de los espacios en los que esas categorías son empleadas; por ejemplo en el material visual y textual presentado por la ACR, en los que la figura del retorno redefine los significados de identidad rural y "guerrera"; y los de una urbana "civil".

"Cuando yo era guerrillera me sentía con unas botas de infantería, un uniforme y con un fusil encima, ahora no. Ahora me veo con unos jeanes rotos, con unos tacones y
una blusa y un bolso".
"Lo hace ver a uno como más… como uno no se maquilla, ni nada, se ve uno como
exótico, porque como uno nunca se había visto así ¿si me entiende? Y así era que yo
me veía con el cambio, y uno se miraba ahí en el espejo y se veía uno como rara"
(Exguerrillera de las FARC. Entrevista N° 4, citada en Lara, 2011)

Se generan entonces unas dinámicas de construcción de identidades en las que se invita al reconocimiento del "ser ciudadano". Así el desmovilizado se inscribe dentro de las particularidades supuestas al momento de "reconocerse como hombre" o "reconocerse como mujer", que lo vinculan a nociones de la feminidad y masculinidad urbanas como elemento identitario esencial para su reinserción completa. "A propósito nos dice Jiménez (2008), que el desprendimiento de la identidad guerrera de las jóvenes durante su tránsito a la vida civil, se ve favorecido por el uso del maquillaje y la ropa que usan las mujeres cotidianamente, funcionando como un referente de identidad femenino muy potente y con efectos terapéuticos que favorecen la creatividad diaria y coadyuvan a que las jóvenes aprendan a verse y reconocerse como una mujer" (Lara, 2011). Surge pues la contradicción entre identidades "anti-esencialistas" que se construyen constantemente e identidades naturalizadas de la civilidad a las que se retorna como desmovilizado. Parece pues que a través de la figura del retorno a la identidad civil se establecen dinámicas de instauración de identidades particulares como modelos naturalizados de lo que es "ser mujer" o "ser civil". Esto se ve más claro en la forma en que las desmovilizadas narran su tránsito a la "vida civil":"A mí me llamaban Milena. Yo era una guerrera solitaria, aburrida, obediente…hoy día soy más luchadora, como más pensadora ¿si me entiende? Se me facilitan más las cosas ahora, además soy mamá".
(Exguerrillera de las FARC. Entrevista N° 2, citado en Lara, 2011).

Resulta interesante ver cómo la identidad transformada o "nueva" se vincula a la de la institución de la ACR: "Pues siento que vivo y que pertenezco a la sede" (Exguerrillero de las FARC. Entrevista N° 7 citado en Lara, 2011), "Me veo que soy de la ACR" (Exguerrillero de las FARC. Entrevista N° 10, citado en Lara, 2011). A la hora de generar la diferencia valorativa entre el campo y la ciudad (el campo como espacio negativo de violencia y conflicto y lo urbano como espacio de progreso, familia y trabajo) se establece una dinámica de transformación identitaria hacia lo urbano. Es necesario para el participante, entonces, aprender los códigos de la ciudad, qué está permitido y qué no, qué constituye un buen ciudadano. Así, la civilidad se establece como una característica de lo urbano, algo que ofrece el Estado en su papel de agente civilizador mediante la intervención y redefinición de identidades transformadas en la transición.

Es necesario pues reconocer cómo detrás de la noción de reintegración del sujeto desmovilizado se construyen ideas de identidad desde la institucionalidad. Ésta funciona como referencia reguladora que atribuye categorías de violencia, guerra e infancia a la identidad desmovilizada en oposición a las categorías de libertad, progreso y trabajo radicadas en el sujeto civil. Así, la noción de proceso transformativo no sólo define el proceso mismo sino que define los puntos de partida y los puntos de llegada. Como lo muestra la imagen obtenida de la página oficial de la ACR (anexo 1) esta lógica transformativa y progresiva de los sujetos/objetos se articula en medios visuales de formas más que evidentes.

Memoria y olvido

El siglo XXI impone una aceleración de la temporalidad por el mnemotropismo (obsesión por la memoria), se repiensa el siglo XX como el siglo de las víctimas, se genera un pensamiento basado en la búsqueda por las voces de las víctimas. La memoria se construye como un pilar de las sociedades modernas, se articula en archivos y compilaciones vacías: "Así, no hay más forma presente de una memoria en función de expectativas hacia el futuro, sino un inmenso archivo que, en cierto modo, es vacío" (Candau, 2002).

El presente está pavimentado sobre historias de sufrimiento. En palabras de Candau, "las sociedades modernas parecen tentadas por la capitalización al infinito de la memoria, huida hacia delante que las dispensa de inscribir el pasado en el presente para llevar a cabo el duelo" (2002).

El proceso de transformación de la ACR plantea una forma particular de moldear la manera en que los desmovilizados se refieren a su "pasado guerrillero", puesto que se trata de un proceso en el cual los guerrilleros deben "dejar atrás lo que les sobra" (ACR, 2012). ¿Qué significa dejar atrás? ¿Qué es aquéllo que les "sobra"? ¿Qué implicaciones tiene el proceso de la reintegración en clave de ejes de memoria/olvido mediados por la institucionalidad? ¿Cómo se opera sobre la memoria del desmovilizado? ¿Cómo se articula la memoria y el olvido en términos de las dinámicas geográficas y de legitimidad anteriormente desarrolladas?

Candau plantea la diferencia conceptual entre memoria e historia, argumentando cómo éstos dos conceptos se construyen como opuestos muchas veces complementarios a la hora de referirse al pasado:
"No puede existir historia sin memorización y el historiador se basa, en general, en datos vinculados a la memoria. Sin embargo, la memoria no es la historia. Ambas son representaciones del pasado, pero la segunda tiene como objetivo la exactitud de la representación en tanto que lo único que pretende la primera es ser verosímil. Si la historia apunta a aclarar lo mejor posible el pasado, la memoria busca, más bien, instaurarlo, instauración inmanente al acto de memorización. La historia busca revelar las formas del pasado, la memoria las modela, un poco como lo hace la tradición. La preocupación de la primera es poner orden, la segunda está atravesada por el desorden de la pasión, de las emociones y de los afectos. La historia puede legitimar, pero la memoria es fundacional. Cada vez que la historia se esfuerza por poner distancia respecto del pasado, la memoria intenta fusionarse con él."
(Candau, 2002)

Sin embargo, Candau también argumenta cómo es imposible pensar la memoria sin pensar el olvido, así como identidades se construyen alrededor de una memoria colectiva, también lo hacen alrededor de amnesias colectivas (teniendo en cuenta las diferencias subjetivas de cada individuo). Ya lo pensaba Renan en su discurso pronunciado en la Sorbona en París en el año 1882, "la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común y también que todos hayan olvidado muchas cosas" (Renan, 1992). Así, es necesario conceptualizar el olvido más allá de la antinomia de la memoria, de manera que el olvido nunca es tan sólo un vacío, de hecho "los olvidos son vacíos llenos de algo" (Candau, 2002). ¿Cómo se constituye pues ése olvido desde las organizaciones interventoras del Estado? ¿Qué modelo de olvido se produce junto con las dinámicas de transformación de identidades desde la ACR?
Así, es necesario reconocer que hay un claro proceso de intervención que filtra e interviene de manera centralizada tanto la memoria como el olvido de manera institucional. En éste sentido, el olvido se puede entender como un espacio de conflicto, deliberación y construcción más que un vacío o una carencia de algo; "la memoria olvidadiza no es siempre un campo de ruinas, también puede ser un lugar de trabajo." (Candau, 2002).

Conclusiones

En lo anteriormente discutido hemos visto cómo se construyen representaciones del desmovilizado y del proceso de reintegración desde la ACR que plantean una serie de tensiones alrededor del proceso en términos de agencia, intervención y geografías en conflicto. Así, vemos cómo la ACR presenta al desmovilizado a través de la metáfora industrial, de tal modo, el sujeto es transformado e intervenido como producto que incluso tiene un tiempo estimado de finalización (reintegración, aproximadamente, según la ACR, 6 años y medio). ¿Cómo podemos entender la reintegración en términos de producción de cuerpos útiles y urbanos desde un Estado interventor, civilizatorio? ¿Solo se puede ser un ciudadano productivo y civil en contextos urbanos, que se contraponen a la violencia y el atraso del campo? A través de la figura del retorno a la identidad civil, se imponen identidades de género y de urbanidad que parten del Estado. Los desmovilizados son representados por la ACR - en sus materiales de comunicación— como objetos en una cadena de producción hacia la identidad civil, llevados por una pinza enorme que los mueve y los traslada de un lugar a otro sin que ellos presenten ninguna forma de acción propia en el video. Entonces, desde el discurso de la ACR, se difunde un discurso de participación que, en teoría, les da a los desmovilizados la opción de decidir, sobre la reconstrucción de su vida como ciudadanos productivos, pero que en la práctica y en la representación misma constriñe sus decisiones a aquello que la ACR les permite. Más allá de la ilusión de participación (Rahnema, 1996 ) se presenta una relación jerárquica e impositiva entre interventor e intervenido, que aunque es planteado como un sujeto, termina convertido en objeto legítimamente intervenido. Cabe pues preguntar hasta qué punto las identidades opuestas entre sujeto desmovilizado y sujeto civil, reintegrado, hacen parte de un proyecto de manejo de los cuerpos por parte del Estado que produce ciertas formas de subjetividades en torno al género, al trabajo y a la vida civil. Se evidencia un manejo muy particular de los cuerpos que circulan, y que al circular son transformados, intervenidos, cuerpos que circulan pues en un formato de "proceso de reintegración" que no sólo define un progreso transformativo sino que además, al construir tanto puntos de partida como puntos de llegada, articula geografías de la identidad, geografías que hacen parte de fronteras propias al desarrollo, geografías de lo urbano y lo rural, del centro y la periferia.

Así, es necesario también tomar en cuenta cómo estas dinámicas de circulación construyen imaginarios identitarios que parten de la dicotomía moderna entre el campo y la ciudad. Las narrativas institucionales emplean la figura del retorno como un sistema de apropiación de la periferia por parte del centro y a través de tal esquema introducen modelos identitarios que se naturalizan, modelos identitarios de género, de la familia y del trabajo sobre identidades locales. La circulación de personas parece gobernada por un sistema de extracción y rescate, y manipulación de cuerpos de la periferia hacia el centro, tanto en un sentido geográfico como en un sentido simbólico. Así como la ciudad se construye en el espacio físico frente a la periferia, las simbologías de este espacio físico y sus referentes hacen parte de una construcción sobre el sujeto intervenido, de tal manera que la urbanidad afecta la localidad, la identidad y los referentes valorativos de las personas.

Finalmente, es necesario reflexionar sobre la manera en que entendemos el fin de la guerra y el "pos-conflicto". La noción de "pos-conflicto" parece hacer referencia a una situación en la que la violencia y el conflicto van de la mano, con lo que el fin de la guerra implica también el fin de los conflictos. Esta noción es problemática en cuanto entiende una sociedad democrática como depurada de conflicto, en vez de una en la que los conflictos se solucionan de manera creativa, no violenta. ¿Cómo se entiende pues el conflicto en medio de procesos de integración o reintegración que construyen al "otro" como objeto intervenible, en proceso de civilización a través de la metáfora industrial en el Estado centralizado? Este trabajo propone una revisión de las tensiones entre el Estado como ente interventor y constructor de subjetividades, las dinámicas de centro y periferia y las geografías identitarias que articulan el proceso de reintegración para así cuestionar el rol de conflicto en una sociedad democrática y su importancia en el mal llamado "pos-conflicto". Así pues, cabe citar a Estanislao Zuleta quien plantea que la democracia "consiste en sentir alegría por las diferencias que puedan existir entre nosotros, en la certeza de que los conflictos son inevitables, y de que, a pesar de que no nos van a conducir a unanimidad alguna, nos van a enriquecer" (Zuleta, 2001). ¿Qué sociedad se plantea construir desde el pos-conflicto? ¿Es posible pensar la democracia sin el conflicto?





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