Consiliencia y la teoria de historia de vida: De los genes al cerebro ya la estrategia reproductiva

July 25, 2017 | Autor: Dawn Hill | Categoría: Niñez Y Adolescencia
Share Embed


Descripción

CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES AL CEREBRO Y A LA ESTRATEGIA REPRODUCTIVA Aurelio José Figueredo, Geneva Vásquez, Barbara H. Brumbach, Stephanie Schneider, Jon A. Sefcek, Ilanit R. Tal, Dawn Hill, Christopher J. Wenner, y W. Jake Jacobs University of Arizona, Estados Unidos de América Reseña del capitulo En

este

escrito

describimos

un

programa

de

investigación

(Figueredo, Sefcek, Vasquez, Hagenah, King, & Jacobs, en prensa) en el cual se desarrollaron modelos de variables latentes que identifican a un constructo común único: el Factor K. Al parecer, éste subyace a una buena cantidad de parámetros relacionados con la historia de vida. Dichos parámetros incluyen un conjunto de conductas sexuales, reproductivas, parentales y sociales. Basamos nuestro trabajo en la presunción de que los genes proveen “programas” para el desarrollo del cuerpo y del cerebro y que el cerebro estructurado, en interacción con los problemas de adaptación que se presentan en el nicho ecológico en el que nos desarrollamos todos, genera y provee estrategias que guían la historia de vida de los individuos. La co-morbilidad de las conductas llamadas “Problemas Sociales” La

literatura

social

y

conductual

indica

que

los

rasgos

comportamentales que comúnmente se consideran como “problemas sociales” ocurren en conjuntos. Por ejemplo, las personas que exhiben

conductas criminales y delictivas tienden además a consumir sustancias tóxicas

legales

o

ilegales,

experimentan

problemas

familiares

e

inestabilidad familiar, ausencia del padre, subempleo o desempleo, y exhiben inestabilidad social, embarazo en la adolescencia, deserción escolar y psicopatología. La literatura en criminalidad, delincuencia, y abuso de drogas, por ejemplo, documenta un conjunto de problemas sociales. La conducta criminal y delincuente, junto con la reincidencia criminal juvenil (Cottle, Lee, & Heilbrun, 2001), el pandillerismo, la deserción escolar, y el pobre apoyo y supervisión paternas (Hunt, Myers, Davies, Davies-Meyers, Grogg, & Neel, 2002) tienden a co-ocurrir, tal como lo hacen el abuso de alcohol (Fischbein, & Folklander, 2000) y de drogas, el comportamiento sexual de riesgo, la impulsividad, una baja auto-estima, la propensión general al riesgo (Lejuez, Simmons, Aklin, Daughters, Dvir, 2004), así como la historia de violencia familiar y las conductas violentas (Albus, Weist, Perez-Smith, 2004). El examen de rasgos más específicos, dentro de esta literatura, demuestra la existencia de relaciones positivas y altas entre la búsqueda de sensaciones y los problemas con el alcohol, el uso de alcohol, la negativa a utilizar preservativos y el fumar cigarrillos (Robbins & Bryan, 2004). Más aún, la ausencia paterna tiende a coocurrir con el bajo status socioeconómico, los estresores familiares, los problemas de conducta, las relaciones parentales disfuncionales, la precocidad sexual, el embarazo precoz y la maternidad juvenil y una pobre paternidad, así como una deficiente ejecución académica, desórdenes anímicos y de ansiedad, intentos de suicidio y actos delictivos violentos (Ellis, Bates, Dodge, Fergusson, Horwood, Pettit, & Woodward, 2003). Se han identificado y descrito conjuntos similares en la literatura acerca del divorcio (Amato & Keith, 1991; McLanahan, & Booth, 1989; O’Connor, Thorpe, Dunn, & Golding, 1999; Amato, 1996), del maltrato infantil (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, & Stein, 2004; Widom, 1994; Perkins, & Jones, 2004; Moran, Vuchinich, & Hall,

2004; Dong, Anda, Felitti, Dube, Williamson, Thompson, Loo, & Giles, 2004), de la psicopatología (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, & Stein, 2004; Lindsay, Smith, Law, Quinn, Anderson, Smith, & Allan, 2004; Mangina, Beuzeron-Mangina, Grizenko, 2000) así como en las literaturas que examinan los problemas de las madres solteras, la dependencia de la beneficencia pública, las dificultades del aprendizaje y la delincuencia (ver por ejemplo, Allen, Philliber, & Herrling, 1997; Voydanoff, & Donnelly, 1990; Murphey, & Braner, 2000). En resumen, estas literaturas independientes describen de manera consistente un cúmulo de correlaciones entre muchos rasgos humanos comportamentales considerados como “problemas sociales”. Las teorías disponibles no explican este cúmulo positivo o conjunto de problemas sociales. La Teoría de Historia de Vida como principio unificador. Los datos arriba enunciados, en conjunción con la Teoría de Historia de Vida (THV), una teoría de nivel intermedio que surge de la biología evolucionista, guían el trabajo que describimos a continuación. La THV sugiere que las especies que viven en ambientes impredecibles, inestables e incontrolables, tienden a desarrollar conjuntos de rasgos que se asocian a altas tasas de esfuerzo reproductivo, a una baja inversión paterna, así como a cortos períodos intergeneracionales. Por lo tanto, la THV tiene que ver con los efectos de la selección natural y sexual que determinan cómo los organismos asignan recursos limitados a la supervivencia y a la reproducción a lo largo de sus vidas (McArthur & Wilson, 1967; Shennan, 2002). La teoría es la base de un buen número de estudios que describen las características que covarían con los intercambios entre la producción de huevos y la inversión paterna. Estos estudios describen correlaciones consistentes entre velocidad de maduración, longitud del período de vida, encefalización, esfuerzo reproductivo y grado de cohesión social (Wilson,

1975; Eisenberg, 1981; Barash, 1982). El continuo r/K propuesto por la Teoría de Historia de Vida representa un rango covariante de patrones de conducta reproductiva relacionados con la fecundidad y la inversión paterna. Los puntos finales de este continuo van de un extremo r (es decir, un máximo de producción de huevos sin cuidado parental) a un extremo K (es decir, una tasa mínima de nacimientos y un elaborado cuidado parental) (Wilson, 1975; Bogaert, & Rushton, 1989). La literatura describe a muchas y diferentes especies con estrategias de historia de vida estereotípicas. Por ejemplo, el desarrollo sexual en los conejos es muy rápido, éstos son notoriamente fértiles, producen varias crías a la vez, y sufren de una alta tasa de mortalidad dado que proveen muy poco cuidado parental. Tras alcanzar la madurez, los conejos tienen una corta vida. En contraste, el desarrollo sexual de los elefantes es lento, éstos producen pocas crías y ampliamente espaciadas, y disfrutan de una baja mortalidad infantil porque brindan muchos cuidados a sus crías. Después de alcanzar la madurez, los elefantes viven mucho tiempo. En lo general, los seres humanos parecen ser altamente seleccionados por K. El desarrollo sexual humano es lento, esta especie produce solamente entre una o dos crías por embarazo, y disfrutan de una relativamente baja tasa de mortalidad dado que, no obstante que los humanos nacen indefensos, los adultos invierten un cuidado substancial en sus crías. Un

gran

número

de

teóricos

evolucionistas,

sin

embargo,

argumentan que hay un grado substancial de variación individual en la estrategia de historia de vida de los humanos. Dado que, comparados con muchas otras especies, los humanos son altamente seleccionados por K, cuando se aplica la THV a los seres humanos ésta a menudo se le conoce como la Teoría “K Diferencial” (Rushton, 1985). Existe un intenso debate teórico al respecto del grado de contribuciones ambientales y genéticas a estas diferencias individuales (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Por ejemplo, los teóricos que

asumen una fuerte influencia ambiental en las estrategias de historia de vida humana proponen que la ausencia del padre en el hogar durante la niñez predispone a los individuos hacia una estrategia de vida baja en K. En contraste, los teóricos que asumen fuertes influencias genéticas en esa estrategia de vida predicen que un (voluntariamente) ausente padre le pasa los genes a sus hijos, sesgándolos hacia una estrategia de historia de vida de corto plazo. Sin tomar parte en este debate, nosotros consideramos que los correlatos biológicos de este efecto incluyen a un conjunto que se manifiesta en un desarrollo sexual relativamente rápido y una fertilidad incrementada. Los correlatos psicológicos incluyen un relativamente bajo apego adulto a parejas románticas y

actitudes

sociales de explotación y manipulación más notorias. Los correlatos conductuales involucran un bajo grado de cuidado a los propios hijos, promiscuidad sexual, preferencia notoria por la variedad sexual, comportamientos de riesgo y agresión social. La investigación basada en las teorías de K Diferencial acerca del desarrollo humano, y los trabajos de genética conductual relacionados, describen diferencias individuales sustantivas en las características biológicas y comportamentales indicativas de las diferencias en las estrategias de historia de vida (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Aun así,

la mayoría de estos análisis

prueban hipótesis causales específicas utilizando análisis de correlación univariados. Por lo tanto, estos no describen enteramente, ni explican el patrón más amplio de correlaciones entre variables predicho por la THV. Historia de vida y características psicosociales Además de considerar las características biológicas básicas, tales como la longevidad y la fecundidad, la THV predice que muchos rasgos psicosociales se acumularán de manera no aleatoria. La teoría sugiere que la selección natural y sexual combinará estos rasgos dentro de compuestos

funcionales,

los

cuales

representarán

estrategias

reproductivas co-adaptadas. Al aplicarse a la conducta humana la Teoría de Historia de Vida establece que la selección natural y sexual configura numerosos aspectos de las aproximaciones individuales a los problemas de adaptación que presentan los ambientes físicos y sociales. Esta selección hace que los rasgos psicosociales se entremezclen íntimamente y que aparezcan en conjuntos. Por lo tanto, la THV predice que las técnicas

correlacionales

múltiples

detectarán

los

compuestos

funcionales, cognoscitivos, afectivos, y conductuales Las características psicológicas fundamentales que se agrupan en la parte “baja” del continuo de K Diferencial incluyen las consideraciones de corto plazo, parejas numerosas, y una baja inversión paterna. En las sociedades manifestarse

modernas como

estas

características

impulsividad,

de

pensamiento

baja a

K corto

pueden plazo,

promiscuidad, baja inversión paterna, poco apoyo social, rechazo a las reglas sociales, y conductas de riesgo (Rushton, 1985, 1987; Ellis, 1988; Rushton & Bogaert, 1988; Bogaert & Rushton, 1989). Las características psicológicas fundamentales que se agrupan en la parte “alta” del continuo de K Diferencial incluyen consideraciones a largo plazo, emparejamiento selectivo, y un alto grado de inversión paterna. Dentro de la sociedad moderna estas características altas en K se pueden manifestar como pensamiento a largo plazo, monogamia, alta inversión paterna, estructuras de apoyo social substanciales, adherencia a las reglas sociales tales como la cooperación, el altruismo y la planeación al futuro, y precaución al asumir riesgos. Por lo anterior, la THV predice que las personas que son altas en K: a) tendrán pocos descendientes; b) invertirán más tiempo y energía en sus hijos; c) se comprometerán más con relaciones a largo plazo, d) pensarán más en términos de beneficios a largo plazo que en las ganancias a corto término; e) harán más planes para el futuro de sus hijos (amasando más recursos o proveyendo los medios que les permitan a sus hijos mejorar su status social); y f) practicarán comportamientos

que coincidan con las normas de las sociedades industrializadas modernas; más que con aquellas que son bajas en K. En teoría, los individuos que evolucionaron con características genéticas en cualquier extremo del continuo de K Diferencial poseerán sistemas de valores y características de personalidad que los sesgarán hacia esas características. Por supuesto, el grado en el cual se manifestarán

esas

características

depende

de

circunstancias

de

desarrollo y ambientales, como la riqueza económica, las influencias culturales, las instituciones sociales inmediatas y obstáculos físicos (Heath & Hadley, 1998). Trabajo empírico Nuestro programa de investigación en proceso (Figueredo et al., en prensa) involucra el desarrollo de una serie de modelos de variables latentes con los cuales se identifica un factor común, el Factor K, el cual subyace a una variedad de parámetros de historia de vida, que incluyen conjuntos de conductas sexuales, reproductivas, parentales y sociales. Con el fin de probar la hipótesis de que un factor común único subyace a las variaciones en la estrategia de historia de vida humana, primero creamos una batería de medidas para muestrear varios indicadores

conductuales de estrategia de historia de vida. Después,

aplicamos la batería a 222 estudiantes de la Universidad de Arizona (Figueredo, Vásquez, Brumbach, Sefcek, Kirsner, & Jacobs, 2005). Un análisis factorial de estas medidas produjo un factor común único que explicó el 92% de la varianza confiable. Denominamos a este constructo el Factor K. La Tabla 1 muestra el patrón factorial. Tabla 1. Apego/Inversión del Padre Biológico Apego/Inversión de Otra Figura Paterna Apego Adulto a la Pareja Romántica

Cargas en el Factor K .36 -.36 .38

Esfuerzo de Apareamiento Maquiavelismo Tomar Riesgos

-.51 -.58 -.41

Al correlacionar este Factor K con factores tradicionales de personalidad evitamos hacer asociaciones específicas con inventarios particulares de personalidad, por lo que aplicamos tres de los inventarios principales, el NEO-FFI (Costa, & McCrae, 1992), el EPQ-R (Eysenck & Eysenck, 1975), y el ZKPQ (Zuckerman, Kuhlman, Joireman, Teta, & Kraft, 1993), a la misma muestra de estudiantes. Ejecutamos un análisis factorial de orden superior para crear factores comunes atajando la diferencias entre los inventarios particulares de personalidad. Con eso obtuvimos tres factores comunes, el Gran N (de Neuroticismo), el Gran E (de Extroversión), y el Gran P (de Psicoticismo), los que explicaron virtualmente el 100% de la varianza confiable. Esta fue en esencia una replica de los resultados publicados previamente por Zuckerman et al. (1993). La Tabla 2 exhibe el patrón factorial con rotación oblicua (Promax). Las cargas factoriales salientes se resaltan en letras negritas. La Tabla 3 muestra las correlaciones interfactoriales. Tabla 2. Neuroticismo (NEO-FFI) Neuroticismo (EPQ-R) Neuroticismo/Ansiedad (ZKPQ) Extraversión (NEO-FFI) Extraversion (EPQ-R) Sociabilidad (ZKPQ) Diligencia (NEO-FFI) Agradabilidad (NEO-FFI) Psicoticismo (EPQ-R) Impulsividad/La Búsqueda de Sensaciones (ZKPQ) Agresión/Hostilidad (ZKPQ)

Gran N .81 .87 .88

Gran E -.07 .03 .05

Gran P .04 -.02 .03

-.10 -.10 .17 -.23 .00 -.12 -.08

.80 .79 .78 -.02 .28 -.06 .36

-.10 .10 -.05 -.49 -.62 .66 .62

.16

.04

.58

Tabla 3. Gran N Gran E Gran P

Gran N 1.00 -.34 .22

Gran E -.34 1.00 -.06

Gran P .22 -.06 1.00

Las correlaciones bivariadas del Factor K con los factores de personalidad de segundo orden de -.24 para la Gran N y -.67 para Gran P fueron significativas y la .12 para Gran E se aproximó a serlo. La alta correlación negativa del Factor K con Gran P apoya también la predicción de Zuckerman y Brody (1988) en el sentido de que el Psicoticismo es más relevante para K que lo que lo es el Neuroticismo o la Extroversión. Más aún, la correlación bivariada del Factor K con Sexo fue de -.24, lo que denota puntajes más bajos de K para los hombres, pero no se correlacionó con Edad en esta muestra de rango etario restringido. La media más baja de K para los hombres es consistente con lo que predice la teoría y lo que se ha documentado empíricamente en torno a las diferencias sexuales en la estrategia reproductiva (Trivers, 1972). Realizamos entonces una réplica constructiva en el Norte de México (Hermosillo, Sonora) con una muestra de 164 adultos con hijos propios (Tal, Hill, Figueredo, Frías-Armenta, & Corral-Verdugo, 2005), utilizando varias escalas derivadas de la National Survey of Midlife Development in the United States (MIDUS) (Brim, Baltes, Bumpass, Cleary, Featherman, Hazzard, Kessler, Lachman, Markus, Marmot, Rossi, Ryff, & Shweder, 2000) – traducida, con autorización, al español – en combinación con otros instrumentos ya publicados (Figueredo, Corral-Verdugo, Frías-Armenta, Bachar, White, McNeill, Kirsner, & Castell-Ruiz, 2001). Al igual que antes, se obtuvo un factor común que explicó el 92% de la varianza confiable. La Tabla 4 exhibe este patrón factorial. Tabla 4. Calidad de la relación Madre y Padre

Cargas en el Factor K .42

Calidad de la Relación Niños Contacto Familiar y Apoyo Social Contacto con Amigos y Apoyo Social Altruism General Propensión a Planear a Largo Plazo

.45 .51 .58 .26 .34

Estos análisis preliminares con muestras pequeñas demostraron la presencia de un factor latente único que subyace a la variación individual. Además, los análisis demuestran que el Factor K presenta cierta validez transcultural. En un estudio más reciente (Figueredo, Vásquez, Brumbach, & Schneider, 2005a), seleccionamos datos de una sub-muestra de 2095 personas (que eran padres en ese momento) de los datos de niños individuos (no gemelos) de la muestra del MIDUS (Brim et al., 2000). Utilizamos 20 escalas con los reactivos que correspondían a las dimensiones que, hipotetizamos, serían indicadores del Factor K, cada uno de los cuales tenía una aceptable consistencia interna (medida con el alfa de Cronbach). El análisis Factorial reveló un factor común único que explicó el 70% de la varianza confiable. La Tabla 5 muestra la validez convergente de cada una de estas medidas relacionadas con el Factor K. Tabla 5. Calidad de la Relación Madre Calidad de la Relación Padre Calidad de la Relación Marital Calidad de la Relación Niños Apoyo Familiar Altruismo Hacia Parientes Apoyo de Amigos Altruismo Hacia No Parientes Calidad de Relación Cercana Creencias Comunitarias Religiosidad Status Financiero Control de Salud Agencia La Búsqueda de Consejo

Cargas en el Factor K .40 .38 .37 .39 .46 .34 .48 .61 .45 .49 .27 .43 .34 .40 .24

Previsión/Anticipación Perspicacia Hacia el Pasado Control Primario/Persistencia Reconsideración Flexible/Positiva Autodirección/Planeación

.53 .49 .62 .61 .63

Una estrategia de historia de vida asigna los recursos materiales y bioenergéticos de un individuo a las demandas competitivas de supervivencia y reproducción. El Esfuerzo Somático sujeta la primera dimensión de este intercambio en un extremo, mientras que el Esfuerzo Reproductivo ancla el otro extremo. El Esfuerzo Somático se refiere a los recursos dedicados a la continua supervivencia del individuo, mientras que el Esfuerzo Reproductivo se relaciona con los recursos dedicados a la producción de nuevos organismos, en tanto vehículos de supervivencia de los genes del individuo. La segunda dimensión de este intercambio divide, a su vez, el Esfuerzo Reproductivo. El Esfuerzo de Apareamiento ancla un extremo de este continuo, y el Esfuerzo Parental lo hace con el otro. El Esfuerzo de Apareamiento se refiere a los recursos encaminados a obtener y retener compañeros sexuales, mientras que el Esfuerzo Parental

tiene

que

ver

con

los

medios

dedicados

a

realzar

la

supervivencia de la prole. Una Estrategia de historia de vida seleccionada por K le asigna al Esfuerzo Somático, más que al Reproductivo, los recursos materiales y energéticos del individuo; y más al Esfuerzo Parental que al de Apareamiento. Por lo tanto, enfatiza la supervivencia de los organismos individuales (ya sea uno mismo o la prole) más que la producción de nuevos organismos. La teoría, entonces, predice que los individuos altos en K manifestarán esas asignaciones en una mejor aptitud fenotípica (más que genotípica). Debido a esto, los individuos altos en K debieran ser más viables en varios indicadores de salud general, en la estabilidad de su desarrollo, y en su funcionamiento mental y físico, comparados con los individuos bajos en K.

Considerando estas predicciones, construimos otro factor común, el Factor de “Covitalidad” (Weiss, King, & Enns, 2002), a partir de las escalas del MIDUS, con el fin de medir los efectos predichos de los Esfuerzos Somáticos y Parentales incrementados. La Tabla 6 muestra el patrón factorial de este constructo adicional. Es más, la Teoría de Indicadores de la Aptitud (“Fitness Indicator Theory”; Miller, 2000) establece que una “Covitalidad” incrementada debiera exhibirse también conductualmente manifestándose en rasgos mentales seleccionados sexualmente. Por lo tanto, llevamos a cabo un análisis factorial de las escalas del MIDUS para los “Cinco Grandes” factores de personalidad con el fin de obtener un constructo de personalidad de orden superior; éste se muestra en la Tabla 7. Las correlaciones divariadas entre el Factor K, el Factor de Covitalidad, y este factor general de Personalidad se presentan en la Tabla 8. Todas las correlaciones son estadísticamente significativas. Tabla 6. Bienestar Subjetivo Afecto Negativo Afecto Positivo Salud General Síntomas Médicos Tabla 7 Apertura a la Experiencia Diligencia Extraversión Agradabilidad Neuroticismo Tabla 8. Factor K Factor de Covitalidad Factor de Personalidad

Cargas en Factor Covitalidad .64 -.76 .74 .54 -.43 Cargas en Factor Personalidad .58 .47 .72 .65 -.23 Factor K 1.00 .50 .66

Covitalidad

Personalidad

1.00 .36

1.00

Notamos dos hechos relevantes que previamente no se habían relacionado:

[1)

Dos

modelos

de

personalidad

ostensiblemente

establecidos, tales como el Modelo de Cinco Factores (Costa & McCrae, 1992) y el de “Tres Gigantescos” (Eysenck & Eysenck, 1975) generan dimensiones de personalidad de orden superior (Zuckerman, Kuhlman, Joireman, Teta, & Kraft, 1993; Digman, 1997) y (2) ciertos perfiles de factores tradicionales de personalidad pueden reflejar las preferencias de emparejamiento y las estrategias de historia de vida reproductiva de los individuos (Buss, 1989, 1991, 1997 1999). Por ejemplo, cuando se substrae el auto-reporte de personalidad de un individuo, de la descripción de su “pareja romántica ideal”, esta pareja ideal se califica significativamente mejor que el propio individuo en las dimensiones de Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y se califica significativamente más abajo que uno mismo en Neuroticismo (Figueredo et al., en prensa; Figueredo, Sefcek, & Jones, 2005). En un estudio relacionado, Vásquez (2004) encontró un factor de orden superior utilizando el NEO-FFI (Costa & McCrae, 1992), el cual cargaba de manera sobresaliente y positiva en Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y de manera negativa en Neuroticismo. El mismo autor (Vásquez, 2004) también reporta que el Inventario de Valor de la Pareja (“Mate Value Inventory”; Kirsner, Figueredo,

&

Jacobs,

2003)

se

correlacionaba

significativa

y

positivamente (.50) con este constructo de personalidad general. Estos resultados confirman que un factor de orden superior indica el valor de pareja percibido, tal y como lo señala la teoría. Más aún, el constructo de orden superior que derivamos a partir de la escala MIDUS para los “Cinco Grandes” converge cercanamente con este perfil de personalidad y factor de orden superior de “pareja romántica ideal”, descrito en investigaciones previas. Con el fin de determinar si el Factor de Covitalidad y este otro Factor General de Personalidad eran indicadores de la estrategia de historia de vida, tal y como lo sugerían las consideraciones teóricas, los

analizamos factorialmente, junto con el Factor K, y obtuvimos un único factor de orden superior, al que le llamamos el Factor “Super K”, el cual virtualmente explicó toda su varianza confiable. El patrón factorial de este Factor “Super K” se muestra en la Tabla 9. El hallazgo apoya la hipótesis de que una estrategia de historia de vida alta en K predice las consecuencias de salud física y mental que ocasiona un gran esfuerzo parental y somático. También, que esta estrategia se manifiesta en el despliegue de rasgos mentales sexualmente seleccionados. Tabla 9.

Cargas en el Factor Super K

Factor K Factor de Covitalidad Factor de Personalidad

.80 .55 .72

La teoría de la Historia de Vida predice además correlaciones significativas y positivas entre el Factor K y otras variables socialmente importantes. Para investigar esta predicción, correlacionamos el Factor K con un conjunto de variables con las que se esperaba que éste covariara. Un buen número de autores, por ejemplo, argumenta que la presencia, en la niñez, de un padre biológico afecta la estrategia de historia de vida adulta (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Al

analizar

nuestros

datos

encontramos

que

el

Factor

K

se

correlacionaba significativamente (.12) con la presencia del padre biológico durante la niñez. Este hallazgo es consistente con informes de estudios previos que investigaron los efectos de la ausencia del padre en diversas estrategias de emparejamiento. Pero además, lo mismo apoya la predicción de que el involucramiento e interacción con el padre biológico en la niñez afecta las estrategias de historia de vida en la adultez. Debido a tales correlaciones significativas de la historia de vida con las variables familiares y sociales, es importante considerar la “Teoría del Privilegio Social” (Gottfredson, en prensa) como una hipótesis alternativa

de la existencia de y la asociación entre estos conjuntos de rasgos de historia de vida. La Teoría del Privilegio Social es la visión sociológica de que factores socioculturales como la estratificación social basada en el sexo, la raza, y la clase social pueden determinar muchas cosas (tales como la varianza en habilidades mentales y la condición de salud) que los psicólogos diferenciales normalmente las atribuyen a las diferencias individuales (Gottfredson, en prensa; Arrow, Bowles, & Durlauf, 2000; Kawachi, Kennedy, & Wilkinson, 1999; Kerckhoff, 2000; Wilkinson, 1996). Por ejemplo, La versión de “Ventajas de Familia” de la Teoría de Privilegio Social sostiene que las ventajas y desventajas de la clase social se transmiten en las familias a través de la provisión de oportunidades durante el desarrollo. Los defensores de esta visión proponen que se podrían disolver las ligas que se observan entre los productos de los padres y de los hijos al hacer equitativas las oportunidades sociales. Con el fin de controlar los posibles efectos de la estratificación de dichos factores socioculturales, se utilizaron modelos de regresión jerárquica para residualizar (ajustar estadísticamente) los 30 rasgos de historia de vida en el sexo, la raza, los ingresos financieros totales propios, del(a) esposo(a) y de todos los miembros de la familia durante los pasados 12 meses, así como el máximo nivel educativo alcanzado por la persona y su esposo(a). Repetimos entonces la serie completa de análisis factoriales arriba reportados considerando estas variables residualizadas. Aunque virtualmente todos los modelos de regresión múltiple fueron estadísticamente significativos para este conjunto de predictores socioeconómicos y demográficos, la cantidad de varianza colectivamente explicada por cada modelo de regresión se colocó entre el 10% y, usualmente, mucho menos que eso. Adicionalmente, los pesos factoriales de

los factores K, de Covitalidad y de Personalidad en los rasgos de

historia de vida residualizados no se atenuaron de manera apreciable debido a esta manipulación estadística,

ni tampoco las correlaciones

entre ellos o con el Factor Super K de orden superior. De hecho, los parámetros factoriales virtualmente no se modificaron, o mejoraron levemente. Por ejemplo, la varianza explicada por el Factor K se incrementó de un 70% a un 72% como consecuencia de este procedimiento. En resumen, la Teoría del Privilegio Social no puede explicar ni al Factor K ni a ninguna de sus correlaciones adicionales con Covitalidad y Personalidad que constituyen al Factor Super K. En todo caso, el remover varias fuentes posibles de varianza extraña mejora el ajuste del modelo multivariado a los datos. Replicamos

recientemente

estos

resultados,

utilizando

la

submuestra genéticamente informativa de gemelos monocigóticos y dicigóticos del MIDUS (Figueredo, Vásquez, Brumbach, & Schneider, 2005b). El Factor K de 20 escalas, construido de la misma manera que los datos de personas no gemelas – ignorando inicialmente el hecho de que los participantes eran gemelos – explicó el 72% de la varianza confiable de los datos de los gemelos. También se replicaron el Factor de Covitalidad de 5 escalas y el Factor de Personalidad de 5 escalas, los cuales explicaron virtualmente toda la varianza confiable de sus escalas constituyentes. Además, se replicaron las correlaciones bivariadas significativas entre el Factor K, el Factor de Covitalidad y el Factor de Personalidad con los datos de los gemelos, así como el Factor Súper K de orden superior que incluyó a esos tres factores comunes. Todos los parámetros del modelo para los datos de los gemelos resultaron ser casi idénticos a los obtenidos al utilizar los datos de los no gemelos. Estos hallazgos replicados no se reproducen aquí en formato tabular para evitar la redundancia. La evaluación de la Teoría del Privilegio Social a través

de

la

residualización

en

el

conjunto

de

predictores

socioeconómicos y demográficos también se repitió en los datos de los gemelos, con idénticos resultados. La teoría del Privilegio Social, como hipótesis alternativa, no explica los patrones de correlación entre estos rasgos de historia de vida en los gemelos.

Se

aplicó

la

fórmula

Falconer

(1989)

para

estimar

las

heredabilidades univariadas y bivariadas. Esto se hizo utilizando sólo los datos

de

los

309

gemelos

dicigóticos

del

mismo

sexo,

para

comparabilidad máxima con los datos de 333 gemelos monocigóticos necesariamente del mismo sexo, que se habían criado juntos al menos durante los primeros 12 años de vida. La matriz de varianza-covarianza genética que se obtuvo se modeló factorialmente. La Tabla 10 exhibe las heredabilidades (h2)

y las cargas factoriales genéticas que obtuvo el

Factor K Genético, el cual explicó el 61% de la varianza de sus escalas constituyentes. Tabla 10. Calidad de la Relación Madre Calidad de la Relación Padre Calidad de la Relación Marital Calidad de la Relación Hijos Apoyo Familiar Altruismo Hacia Parientes Apoyo Amigos Altruismo hacia No Parientes Calidad de Relación Cercana Creencias Comunitarias Religiosidad Status Financiero Control de Salud Agencia La Búsqueda de Consejo Planeación/Anticipación Perspicacia Hacia el Pasado Control Primario/Persistencia Reconsideración Positiva Autodirección/Planeación

Heredabilidad (h2) .42 .51 .42 .12 .37 .13 .31 .33 .34 .33 .37 .12 -.03 .41 .14 .55 .10 .43 .65 .39

Cargas en el Factor K .88 .67 .61 .91 .89 .75 .85 .88 .82 .99 .50 .74 .75 .04 .68 .76 .97 .75 .77

La Tabla 11, a su vez, muestra las heredabilidades (h2) y los pesos factoriales genéticos que produjeron los indicadores del Factor de Covitalidad Genético, que explicó el 85% de la varianza de las escalas

que lo constituyeron. La Tabla 12 incluye las heredabilidades (h2) y pesos factoriales genéticos de los indicadores del Factor de Personalidad Genético, el cual explicó el 55% de la varianza de sus escalas. Tabla 11. Bienestar Subjetivo Afecto Negativo Afecto Positivo Salud General Síntomas Médicos Tabla 12.

Heredabilidad (h2) .41 .35 .46 .21 .33

Cargas en Factor Covitalidad Genético .91 -.92 .89 1.05 -.89

Heredabilidad (h2)

Cargas en Factor Personalidad Genético .67 .70 .91 .83 -.38

Apertura a la Experiencia Diligencia Extraversion Agradabilidad Neuroticismo Se

observan

en

.39 .40 .69 .55 .52 la

Tabla

13

las

correlaciones

genéticas

significativas, y muy altas, entre el Factor K Genético, el Factor de Covitalidad Genético, y el Factor de Personalidad Genético. Por ultimo, la Tabla 14 muestra las heredabilidades (h2) y cargas factoriales genéticas de los indicadores del Factor Súper K Genético, el cual explicó el 82% de la varianza en sus escalas constituyentes. La heredabilidad estimada del Factor Súper K Genético en total fue de .68. Tabla 13. Factor K Genético Factor Covitalidad Genético Factor Personalidad Genético Tabla 14.

Factor K Genético 1.00 .69 .78

Covitalidad Personalidad Genético Genético

Heredabilidad (h2)

1.00 .70

1.00

Cargas en Súper K Genético

Factor K Genético Factor Covitalidad Genético Factor Personalidad Genético

.65 .52 .59

.92 .86 .92

Sólo dos de las escalas del MIDUS probadas, Control de la Salud y La Búsqueda de Consejo, no produjeron cargas salientes en el Factor K. Control de la Salud tuvo un estimado Falconer de heredabilidad negativo, el cual fue virtualmente igual a cero, por lo que no pudo incluirse en el modelo factorial. La Búsqueda de Consejos produjo una heredabilidad positiva pero muy baja y se estimó con un peso factorial muy pequeño cargando en el Factor K. Todas las escalas del MIDUS que conformaron los Factores Genéticos de Covitalidad y de Personalidad produjeron heredabilidades positivas (no cero) y cargas factoriales salientes, aunque algunas de esas cargas se dieron en la dirección negativa esperada. Salud General tuvo un estimado de heredabilidad Falconer fuera de rango, que fue virtualmente igual a uno. Sin embargo, no es raro encontrar un peso factorial genético casi perfecto de Salud General en el Factor de Covitalidad. En lo general, los pesos factoriales genéticos fueron mayores que las cargas factoriales fenotípicas. Pero más aún: los estimados de heredabilidad para las escalas individuales resultaron ser substanciales, pero los de los factores comunes genéticos fueron apreciablemente mayores. Estos resultados sugieren que el mismo conjunto de genes pleiotrópicos influye considerablemente en cada una de los rasgos de historia de vida medidos. Este hallazgo respalda la hipótesis de que la estrategia de historia de vida se encuentra predominantemente bajo el control de genes regulatorios que coordinan la expresión de un conjunto completo de rasgos de historia de vida. Se presume que se requiere el control

genético

individuales internamente.

común

dentro

de

para una

integrar estrategia

estos

elementos

reproductiva

tácticos

consistente

La existencia hipotetizada de dichos genes regulatorios de orden superior no descarta una interacción adaptativa con el ambiente. Es muy probable que la expresión de estos genes regulatorios sea condicional, es decir, que esté sujeta a disparadores ambientales. La selección natural y sexual presumiblemente favorecería una suficiente plasticidad en el desarrollo, controlando la estrategia de historia de vida para responder a un

conjunto

de

contingencias

adaptativas

presentes

de

manera

fehaciente en la historia de la evolución humana. Nuestros resultados son consistentes con esta aseveración, ya que indican que una parte substancial de la variación en los rasgos de historia de vida se encuentra bajo el control del ambiente. Con el fin de distinguir entre varianza ambiental verdadera y el error de medición residual substrajimos la heredabilidad a partir de la confiabilidad (medida con el alfa de Cronbach) de cada uno de los indicadores de los Factores K, Covitalidad y Personalidad. La Tabla 15 muestra la ambientalidad total, que incluye tanto los efectos ambientales compartidos como los no compartidos de cada uno de los indicadores convergentes del Factor K en sensu stricto.

Tabla 15 Calidad de la Relación Madre Calidad de la Relación Padre Calidad de la Relación Marital Calidad de la Relación Hijos Apoyo Familiar Altruismo Hacia Parientes Apoyo Amigos Altruismo hacia No Parientes Calidad de Relación Cercana Creencias Comunitarias Religiosidad Status Financiero Control de Salud Agencia

Confiabilidad (α) .83 .87 .95 .81 .74 .65 .84 .86 .71 .70 .90 .69 .69 .80

Ambientalidad (α - h2) .41 .36 .53 .69 .37 .52 .53 .53 .37 .37 .53 .57 .72 .39

La Búsqueda de Consejo Planeación/Anticipación Perspicacia Hacia el Pasado Control Primario/Persistencia Reconsideración Positiva Auto-Dirección/Planeación

.58 .78 .66 .75 .80 .75

.44 .23 .56 .32 .15 .36

Las ambientalidades totales, con los efectos compartidos y no compartidos de los indicadores convergentes del Factor de Covitalidad se exhiben en la Tabla 16. Estos son algo más bajos. Tabla 16. Bienestar Subjetivo Afecto Negativo Afecto Positivo Salud general Síntomas Médicos

Confiabilidad (α) .72 .88 .91 .70 .66

Ambientalidad (α - h2) .31 .53 .45 .49 .33

La Tabla 17, que muestra las ambientalidades totales, con los efectos ambientales compartidos y no compartidos de los indicadores convergentes del Factor de Personalidad, son los más bajos, pero aún así son mayores a cero. Aparentemente, los efectos genéticos predominan. Tabla 17. Apertura a la Experiencia Diligencia Extraversion Agradabilidad Neuroticismo

Confiabilidad (α) .74 .58 .79 .81 .75

Ambientalidad (α - h2) .35 .18 .10 .26 .23

Estos resultados señalan la existencia de un factor común latente único, altamente heredable (el Factor K) que, tal y como lo predice la teoría ecológica evolucionista, subyace tanto a las covarianzas fenotípicas como a las genéticas en un amplio conjunto de rasgos de historia de vida conductual y cognitivos. Adicionalmente, los resultados piloto indican

que el Factor K se asocia significativamente a un compuesto de indicadores de salud mental y física (la “Covitalidad”); se correlaciona con un factor general derivado de las “Cinco Grandes” dimensiones de la personalidad, lo que quizá refleje las características percibidas

de un

alto valor de pareja o a una pareja romántica “ideal”; y se asocia significativamente a la relación que uno tiene con el propio padre biológico y quizá a otras experiencias de la niñez. Aun más, estos resultados indican que una porción substantiva de estas correlaciones fenotípicas son de naturaleza genética. La Relación de la Estrategia de Vida con las Conductas denominadas “Problemas Sociales” Para relacionar de manera más directa este trabajo con los datos empíricos

de

la

co-morbilidad

de

las

conductas

socialmente

problemáticas, que citamos previamente, llevamos a cabo otro estudio en el que relacionamos explícitamente el Factor K con dicho complejo de rasgos. Aplicamos una batería de cuestionarios que medían un conjunto de constructor teóricos relacionados a una muestra de 35 estudiantes de la Universidad de Arizona. Usamos

una

versión

corta

de

medición

de

la

Conducta

Delincuente, la D-20, extraída de un conjunto mucho más amplio de reactivos utilizados por Charles y Egan (en prensa). Tales datos fueron usados para seleccionar los mejores reactivos, por medio de un “análisis de extensión”, el cual inicia con las características esenciales más comunes de la delincuencia, identificadas por un psicólogo forense experimentado (el profesor Vincent Egan de la Glasgow Caledonian University). Complementamos lo anterior con una medida revisada de Conductas de Riesgo, basada en el Life Experiences Questionnaire (LEQ), desarrollado originalmente por Zuckerman y Kuhlman (2000). Esta medida muestreó conductas de riesgo en diversos dominios, incluyendo ingestión de alcohol y de drogas, fumar, actividad sexual sin protección,

conducción punible, y apuestas. También creamos una medida depurada de conductas impulsivas clasificando reactivos de diversos cuestionarios ya existentes, como el Plan de Auto-Control (Rosenbaum, 1980), el Cuestionario de Auto-Control (Rehm, 1988), y la Escala de Impulsividad Barrett (Barrett, 1983) en dos listas compuestas de Conductas Impulsivas

(sensu

stricto)

y

reactivos

de

Control

de

Impulsos,

respectivamente. Esto también produjo una medida separada de Control de Impulsos, distinta de la de Conducta Impulsiva per se. Posteriormente realizamos un análisis factorial de las medidas de las Conductas Delincuentes, Conductas de Riesgo, y Conductas Impulsivas. En las tres medidas encontramos que un factor común único explicaba virtualmente el 100% de la varianza confiable. La Tabla 18 exhibe el patrón factorial de este constructo, al que denominamos Factor de Riesgo, para ser consistentes con la teoría criminológica (Gottfredson & Hirschi, 1990). Tabla 18. Conductas Delincuentes Conductas de Riesgo Conductas Impulsivas

Cargas en el Factor de Riesgo .90 .89 .69

Relacionamos este Factor de Riesgo con una medida reducida de 20 reactivos del Factor K, a la que le llamamos Mini K, basada en todo el trabajo previo reportado para los indicadores convergentes de estrategia de historia de vida. Encontramos que, como lo predice la Teoría de Historia de Vida, el Factor de Riesgo se correlacionó significativa y negativamente (-.49) con el Factor K. El Factor de Riesgo también se relacionó

significativa

y

negativamente

(-.40)

con

la

medida

independiente de Control de Impulsos, producida al clasificar reactivos de los distintos cuestionarios pre-existentes. Además, como lo anticipaba la teoría, el Factor K se correlacionó significativa y positivamente (.64) con esta medida independiente y depurada de Control de Impulsos.

También

creamos

una

medida

depurada

de

Impulsividad

aproximadamente basada en los Siete Pecados Capitales, a la que denominamos la escala de “Tentación de Jake.” Esta escala les requiere a los participantes que estimen cuántas veces en las pasadas dos semanas experimentaron la tentación de involucrarse en conducta impulsiva, independientemente de que hayan o no actuado basado en esos impulsos. Todas esas tentaciones eran conductas con beneficios a corto plazo pero con costos a largo término. La inclusión de esta escala nos posibilitó la construcción y la prueba de un modelo lineal general para predecir conductas impulsivas, de riesgo y delictivas, basándonos en los presuntos procesos oponentes de impulsividad cruda y control de impulsos. Al correr un modelo lineal general del Factor de Riesgo considerando como predictores a la Tentación de Jake, el Control de Impulsos, y su interacción, obtuvimos efectos principales significativos y opuestos de excitación e inhibición conductual. No hubo, sin embargo, interacción estadística significativa entre los supuestos procesos oponentes. Además, el hacer esto nos permitió probar la validez incremental del Factor K sobre el Control de Impulsos. Al agregar de manera jerárquica el Control de Impulsos antes de agregar el Mini K en el modelo lineal general, obtuvimos un efecto incremental significativo del Factor K, por encima del de Control de Impulsos, al predecir el Factor de Riesgo. Esto indicó que el Factor K tuvo efecto directo en el Factor de Riesgo, que no fue mediado por Control de Impulsos. El Control de Impulsos simplemente puede representar una característica más, entre otras, de los individuos altos en K y podría correlacionarse de manera espuria con el Factor K, al menos parcialmente. La mediación parcial es también posible, aunque permanece un efecto directo residual del Factor K que no lo explica enteramente un alto Control de Impulsos. Dando un siguiente paso, probamos la validez incremental de Control de Impulsos sobre el del Factor K. Al agregar de manera

jerárquica, en el modelo lineal general, el Mini K antes de Control de Impulsos, de nuevo obtuvimos un efecto principal significativo pero no un efecto incremental principal significativo de Control de Impulsos al predecir el Factor de Riesgo. Lo anterior nos indicó que el Factor K pudiera suprimir de manera directa las conductas impulsivas, riesgosas y delictivas y que este efecto no es simplemente una influencia indirecta del Control de Impulsos. El modelo de regresión más parsimonioso, que incluía solamente la Tentación de Jake y el Mini K como predictores del Factor de Riesgo explicó el 37% de la varianza. Los coeficientes estandarizados de regresión de la Tentación de Jake (β = +.37) y del Mini K (β = -.49) fueron estadísticamente significativos y de magnitud substancial. Este estudio confirmó que una estrategia de historia de vida alta en K es un importante factor de protección contra el conjunto de conductas sociales problemáticas interrelacionadas y se asocia con los constructos teóricamente relevantes del control de impulsos. La Teoría de Historia de Vida y la Neuropsicología En los seres humanos, los lóbulos frontales son esenciales para el control de impulsos, además son un factor central para el razonamiento sintético (la combinación de ideas en un todo complejo), para el pensamiento

abstracto,

y

para

la

organización

de

conductas

independientes en el tiempo y en el espacio (por ejemplo, el habla, la toma de decisiones, y la acción volitiva) (Goldman-Rakic, 1984; Davison, Neale, & Kring, 2004). El daño a las áreas prefrontales causa una gran variedad de problemas, incluyendo las dificultades con la planeación, la formación,

o

la

implementación

de

reglas

y

estrategias

de

comportamiento. Los individuos con daño prefrontal también presentan dificultades para inhibir su conducta, probablemente porque tienen problemas al utilizar reglas sociales o auto-generadas para controlar sus acciones (Reisberg, 2002). Adicionalmente, los pacientes con daño

prefrontal exhiben problemas específicos con el control de impulsos en tareas tan simples como el aprendizaje en laberinto estandarizado. Parece ser que un problema básico en dichas tareas es la imposibilidad de cumplir las instrucciones de la ejecución. Por ejemplo, estos individuos no atienden un timbre que señala un error, y continúan en la trayectoria incorrecta provocando más y más señales de error. Esta conducta de trasgresión de reglas desaparece espontáneamente después de pocos ensayos, sólo para aparecer de nuevo en la siguiente tarea novel (Canavan, 1983; Milner, 1964; Milner & Petredes, 1984). La habilidad de controlar impulsos es fundamental en la mayoría de las descripciones más importantes de la personalidad; mientras que las dificultades con el control de impulsos son una de las características consideradas en las descripciones de los desórdenes mentales (Moeller, Barratt, Dougherty, Schmitz, Swann, 2001). Los niños con problemas de control de impulsos a menudo presentan desórdenes de déficit de atención,

falta

de

oposición/desafiante,

atención, o

desorden

hiperactividad, de

conducta

desorden

infantil

de

(American

Psychiatric Association, 1994, 1999). De manera semejante, los adultos con problemas de control de impulsos frecuentemente muestran desorden de personalidad antisocial, desorden de personalidad marginal, o uso de sustancias tóxicas. También, las parafilias, la piromanía, la cleptomanía y el desorden explosivo intermitente a menudo involucran problemas con el control de impulsos (American Psychiatric Association, 1994, 1999). La investigación teórica y empírica acerca del control de impulsos converge en un conjunto de características cardinales: Involucramiento muy rápido en conductas, falta de deliberación antes de la acción, e incapacidad para considerar las consecuencias de dicha acción (Patton, Stanford, & Barratt, 1995). La conducta impulsiva refleja una falta de control inhibitorio, decisiones de corta latencia, mínima persistencia en tareas, susceptibilidad al aburrimiento, y la búsqueda de sensaciones.

Los delincuentes son propensos a exhibir este conjunto, el cual predice la reincidencia criminal (Craig, Browne, Beech, & Stringer, 2004). La investigación neuropsicológica sugiere que las dificultades con el control de impulsos reflejan una hipoactividad en la corteza prefrontal derecha (Asahi, Okamoto, Okada, Yamawaki, & Yokota, 2004). La literatura neuropsicológica y la de control de impulsos están de acuerdo al reconocer que existen impedimentos de procesamiento de información en los delincuentes. Ambas literaturas señalan déficit en tres

áreas:

Funcionamiento

ejecutivo

en

la

corteza

prefrontal,

procesamiento emocional ejecutivo en la corteza orbito-frontal (asociada al sistema límbico), y procesamiento emocional en la amígdala. Cada una de estas características es fundamental para el conjunto de emociones y de conductas exhibidas en esta población (Blair & Frith, 2000). Estos

datos

agregan

una

importante

dimensión

a

nuestro

pensamiento acerca de las posibles causas del conjunto de conductas que identificamos previamente en esta propuesta como rasgos de historia de vida. Además, las similitudes entre muchos aspectos de este conjunto y el comportamiento de animales no humanos con daño provocado quirúrgicamente en partes específicas de su cerebro – que incluyen al septum, el hipocampo, y la corteza prefrontal – llevan a muchos a proponer que la impulsividad incrementada que se relaciona al un funcionamiento disminuido de los lóbulos frontales y temporales es un elemento clave en este conjunto (Gorenstein & Newman, 1980; Metcalfe & Jacobs, 1998, 2000; Metcalfe & Mischel, 1999). Nosotros proponemos que la coordinación de la estrategia de historia de vida provee las funciones adaptativas definitivas detrás de los mecanismos cerebrales de la impulsividad y el control de impulsos. El presente trabajo predice que los resultados de las pruebas neuropsicológicas estandarizadas puede ofrecer un perfil teórico e idiográfico,

clínicamente

características

del

útil,

conjunto

de de

las

personas

rasgos

arriba

que

exhiben

descrito.

El

las

perfil

neuropsicológico

se

diseña

para

caracterizar

patrones

cognitivos,

afectivos y conductuales que se conservan y que son producto de la selección natural y sexual (que provee la material prima), las demandas ecológicas (que elaboraron esa material prima), y las demandas ambientales conservadas (que moldean la materia prima dándole la forma que exhibe en una situación dada). Por lo tanto, el contraste entre un

perfil

individual

y

los

datos

normativos

les

permite

a

los

neuropsicólogos determinar las fortalezas y las debilidades cognitivas de cualquier persona. Este patrón de datos puede entonces utilizarse para relacionar diferencias individuales con áreas específicas del cerebro. De manera alternativa, estos perfiles se pueden usar para determinar las necesidades actuales de nivel de cuidado o para diseñar intervenciones intelectuales o psicológicas acordes con las necesidades específicas de una persona. Así pues, una batería neuropsicológica nos dota de un perfil personal. La interpretación apropiada de una prueba neuropsicológica se apoya en la presunción de que el cerebro es un órgano plástico que crece de manera continua y que cambia en respuesta a sus programas genéticos y a sus soluciones exitosas a los problemas de adaptación. Conforme a esta presunción, el cerebro, así como la cognición y la conducta que éste produce, contiene un conocimiento, tanto innato como adquirido, acerca de sí mismo, del cuerpo físico y del mundo exterior. Esta visión sugiere que, en las condiciones incontroladas de la vida de un individuo, se combinan un programa genético específico y una colección

de

experiencias,

en

patrones

idiosincrásicos.

Las

circunstancias únicas resultantes, a su vez, llevan a un patrón único de rasgos cognitivos, afectivos y conductuales que caracterizan al repertorio psicológico de una persona. El perfil neuropsicológico refleja ese repertorio, así como el producto de algún daño cerebral específico. De aquí

se

desprende

que

el

uso

de

exámenes

neuropsicológicos

estandarizados nos puede ayudar a entender los mecanismos inmediatos

de mediación de proceso por medio de los cuales el cerebro controla e implementa el complejo de conductas que constituyen una estrategia de historia de vida integrada y coordinada. La aproximación teórica que asumimos, acoplada con los datos empíricos descritos, predice que un individuo bajo en K mostrará un perfil neuropsicológico indicador de pobre ejecución en pruebas sensibles a funciones prefrontales y temporales (por ejemplo, planeación, “set shifting”, memoria a corto plazo, y la habilidad de contextualizar o reconocer y discriminar tanto situaciones físicas como sociales). En contraste, esperamos ejecuciones que van de normales a superiores en pruebas sensibles a funciones occipitales, parietales, y de la amígdala (por ejemplo, percepción, control motor, emocionalidad). Un Modelo teórico Integrado Nuestro modelo teórico incluye cuatro constructos fenotípicos principales: (1) Función Frontal, (2) Función de la Amígdala, (3) Función Hipocámpica, y (4) Función Personal/Social. Se puede estimar el grado de la función frontal a través de medidas de auto-regulación, trasgresión de reglas, fluidez verbal, memoria de trabajo, construcción de bloques, y funciones

ejecutivas

relacionadas.

La

estimación

de

la

función

hipocámpica puede considerar medidas de cognición especial, memoria a largo plazo, aprendizaje y memoria configural, y otras funciones relacionadas con la contextualización y la discriminación de situaciones. Se pueden lograr estimadores de la función amigdalina a través de medidas de emocionalidad, condicionamiento, sensibilidad a estímulos sociales positivos y negativos, y otros indicadores de rangos normales de afectividad. Cada una de estas medidas constituye un indicador bien validado del status funcional de dichas áreas cerebrales (ver, por ejemplo, Kolb y Whishaw, 2004). Se pueden tomar datos de la Función Personal/Social por medio de los indicadores cognitivos y conductuales del Factor K previamente identificado en nuestros estudios previos,

incluyendo

a

las

conductas

individuales,

familiares

y

sociales

relacionadas con la estrategia de historia de vida. Decidimos enfocarnos en los lóbulos frontales y temporales por dos razones. Primero, en los humanos, los factores que interfieren con la función del lóbulo frontal producen un amplio rango de cambios caracterológicos que incluyen modificaciones en la personalidad, la atención autonoética, la memoria, el auto-control, el lenguaje, la espontaneidad conductual, la planeación, la inhibición de respuesta, y la conducta social y sexual. Los factores que interfieren con la función temporal (fundamentalmente la hipocámpica) producen dificultades profundas en la memoria a largo plazo, la cognición espacial, la discriminación de situaciones físicas y sociales, y niveles extraordinarios de estereotipia conductual y verbal. Los factores que interfieren con la Función de la Amígdala involucran a la inhabilidad para “leer la mente” (leer los estados de intención o emocionales de otros), la lectura de las expresiones faciales de otros, la detección de consecuencias positivas, negativas, o neutrales de las acciones de uno mismo, responder emocionalmente a situaciones o estímulos físicos o sociales, y una conducta social típica seriamente alterada. Segundo, existen razones anatómicas para pensar que las interacciones entre estas áreas son fundamentales para su funcionamiento normal (y por lo tanto, para la conducta social normal). En los seres humanos varias sub-áreas de la Corteza Frontal, el Hipocampo y la Amígdala se encuentran directa, densa y recíprocamente interconectadas. La alteración de estas vías produce síndromes de desconexión que pueden ir desde la insensibilidad emocional a estímulos aversivos hasta dificultades para ajustarse a las demandas sociales (o sexuales) en diversas situaciones (ver cualquier buen texto introductorio de Neuropsicología). Dados estos datos ya bien establecidos, existe poca duda de que cada una de estas áreas cerebrales contribuye al funcionamiento social normal y cotidiano. Además, existe también poca duda de que las variaciones en la manera en la que estas

áreas trabajan o se interconectan tienen efectos profundos en las estrategias cognitivas y conductuales que una persona utiliza en su historia de vida. Por lo tanto, este modelo teórico integrado se basa en varias hipótesis a prueba. Primero, esperamos que exista un conjunto común de genes regulatorios aditivos y pleiotrópicos (los “Genes del Factor K”) el cual será subyacente a los cuatro factores compuestos fenotípicos (ver Figura

1).

Segundo,

esperamos

que

existirá

un

curva

de

retroalimentación neuropsicológico con interacciones entre las Funciones Frontal, Hipocámpica y Amigdalina (ver Figura 2). Tercero, anticipamos que los tres compuestos fenotípicos neuropsicológicos mediarán de manera parcial el compuesto fenotípico de Función Personal/Social o “Factor K” (ver Figura 3). Tomados de manera conjunta, estas hipótesis describen un sistema de influencias causales que trazan la causalidad inmediata, desde los genes hasta los rasgos de historia de vida cognitiva y conductual del Factor K, pasando por la función neuropsicológica (ver Figura 4). Aunque las interacciones anatómicas y funcionales entre la corteza frontal, el Hipocampo y la Amígdala son altamente recíprocas, hemos simplificado estas interacciones para ilustrar algunas de las trayectorias causales que, predecimos, son importantes.

Función Frontal

Función Personal/Social

Genes del Factor K

Función Amygdala

Función Hipocampo

Figura 1. Efectos Pleiotrópicos de los Genes del Factor K

Función Frontal

Función Personal/Social

Genes del Factor K

Función Amygdala

Función Hipocampo

Figura 2. Relaciones Entre Funciones Cerebrales

Función Frontal

Función Personal/Social

Genes del Factor K

Función Amygdala

Función Hipocampo

Figura 3. Efectos Cerebrales en la Conducta

Función Frontal

Función Personal/Social

Genes del Factor K

Función Amygdala

Función Hipocampo

Figura 4. Modelo Estructural Completo

Recapitulación Una idea fundamental que guía este modelo teórico integrado se conoce como “consiliencia”. Edward O. Wilson (1998) y William Whewell (1840) escribieron acerca de la consiliencia – la unificación del conocimiento. Propusieron que los teóricos, los investigadores, y otros pensadores integraran su base de conocimientos en el ánimo de entender y explicar mejor una idea o un fenómeno natural. Como tal, el curso óptimo para minimizar la incertidumbre causal implica una alianza interdisciplinaria de esfuerzo científico. Pensadores en campos como la antropología, la psicología, la biología, y la genética conductual molecular no requieren ser “diversos” en su actuar sino, más bien, debieran compartir el objetivo de sintetizar el conocimiento para crear una plataforma común de información. Teniendo a la consiliencia en mente y practicándola, utilizamos esta idea para guiar nuestro intento de crear una unidad conceptual en la apreciación de causas proximales y distales de la conducta humana coincide con la apreciación de historias filogenéticas y ontogenéticas que permiten crear un todo conceptual y basado en los datos. Referencias Albus, K.E., Weist, M.D., & Perez-Smith, A.M. (2004). Associations between Youth Risk Behavior and Exposure to Violence, Behavior Modification, 28, 548-565. Allen, J.P., Philliber, S., & Herrling, S. (1997). Preventing teen pregnancy and academic failure. Child Development, 68, 729-742. Amato, P.R. (1996). Explaining the intergenerational transmission of divorce. Journal of Marriage & the Family, 58, 628-640. Amato, P.R., & Keith, B. (1991) Parental divorce and the well-being of children: A meta-analysis. Psychological Bulletin, 110, 26-46.

American Psychiatric Association (1994). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4th edition. American Psychiatric Association, Washington DC, USA American Psychiatric Association (2000). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Text Revision.

American

Psychiatric

Association, Washington DC, USA Arrow, K., Bowles, S. & Durlauf, S. (2000). Meritocracy and economic inequality. Princeton: Princeton University Press Asahi, S., Okamoto, Y., Okada, G., Yamawaki, S., & Yokota, N. (2004). Negative correlation between right prefrontal activity during response inhibition and impulsiveness: A fMRI study. European Archives of Psychiatry & Clinical Neuroscience, 254, 245-251. Barash, D.P. (1982). Sociobiology and Behavior (2nd ed.). New York : Elsevier. Barrett, E.S. (1983). The Biological Basis of Impulsiveness: The Significance

of

Timing

and

Rhythm.

Personality

and

Individual

(1991).

Childhood

Differences, 4, 387-391. Belsky,

J.,

Steinberg,

L.,

&

Draper,

P.

experience, interpersonal development, and reproductive strategy: An evolutionary theory of socialization. Child Development, 62, 647-670. Blair, J., & Frith, U. (2000). Neurocognitive explanations of the antisocial personality disorders. Criminal Behaviour & Mental Health, 10. 66-81. Bogaert, A.F., & Rushton, J.P. (1989). Sexuality, delinquency and r/K reproductive strategies: data from a Canadian university sample. Personality and Individual Differences, 10(10), 1071-1077. Bonell, C. (2004). Why is teenage pregnancy conceptualized as a social problem: A review of quantitative research from the USA and UK. Culture, Health & Sexuality, 6, 255-272.

Brim, O.G., Baltes, P.B., Bumpass, L.L., Cleary, P.D., Featherman, D.L., Hazzard, W.R., Kessler, R.C., Lachman, E., Markus, H.R., Marmot, M.G., Rossi, A.S., Ryff, C.D., & Shweder, R.A. (2000). National survey of midlife development in the United States (MIDUS), 1995-1996 [Computer file]. ICPSR version. Ann Arbor, MI: DataStat, Inc./Boston, MA: Harvard Medical School, Dept. of Health Care Policy [producers], 1996. Ann Arbor, MI: Inter-university Consortium for Political and Social Research [distributor], 2000. Bulow, P.J. & Meller, P.J. (1998). Predicting teenage girls’ sexual activity and contraception use: An application of matching law. Journal of Community Psychology, 26, 581-596. Buss, D. M. (1989). Sex differences in human mate preferences: Evolutionary hypotheses tested in 37 cultures. Behavioral and Brain Science, 12, 1-49. Buss, D. M. (1991). Evolutionary personality psychology. Annual Review of Psychology, 42, 459-491. Buss, D. M. (1997). Evolutionary foundations of personality. In R. Hogan (Ed.), Handbook of Personality Psychology (pp. 317-344). London: Academic Press. Buss, D. M. (1999). Adaptive individual differences. Journal of Personality, 67, 209-243. Canavan, A.G.M. (1983) Neuropsychologia, 21, 357-382. Charles, K.E., & Egan, V. (2004). Mating effort correlates with selfreported delinquency in a normal adolescent sample. Personality and Individual Differences, en prensa Chisholm, J.S. (1996). The evolutionary ecology of attachment organization. Human Nature, 7, 1-38. Cochran, D. (1997). African American fathers: A decade review of the literature. Families in Society: The Journal of Contemporary Human Services, 78, 340-350.

Costa, P.T., & McCrae, R.R. (1992). Revised NEO Personality Inventory

(NEO

PI-R)

and

NEO

Five-Factor

Inventory

(NEO-FFI):

Professional Manual. Odessa, FL: Psychological Assessment Resources. Cottle, C.C., Lee, R.L., & Heilbrun, K. (2001). The prediction of criminal recidivism in juveniles. Criminal Justice and Behavior, 28, 367394. Craig, L.A; Browne, K.D., Beech, A., & Stringer, I. (2004). Personality characteristics associated with reconviction in sexual and violent offenders. Journal of Forensic Psychiatry & Psychology, 15, 532551. Davison, G. C., Neale, J.M., & Kring, A. M. (2004). Abnormal Psychology (9th Ed). New York: John Wiley and Sons. Digman, J. (1997). Higher order factors of the Big Five. Journal of Personality and Social Psychology, 73, 1246-1256. Dong, M., Anda, R.F., Felitti, V.J., Dube, S.R., Williamson, D.F., Thompson, T.J., Loo, C.M., & Giles, W.H. (2004). The interrelatedness of multiple forms of childhood abuse, neglect, and household dysfunction. Child Abuse & Neglect, 28, 771–784. Eisenberg, J.F. (1981). The Mammalian Radiations: An Analysis of Trends In Evolution, Adaptation and Behavior. Chicago: University of Chicago Press. Ellis, B.J., Bates, J.E., Dodge, K.A., Fergusson, D.M., Horwood, L.J., Pettit, G.S., & Woodward, L. (2003). Does father absence place daughters at special risk for early sexual activity and teenage pregnancy? Child Development, 74, 801-821. Ellis, L. (1988). Criminal behavior and r/K selection: an extension of gene-based evolutionary theory. Personality and Individual Differences, 9, 697-708. Eysenck, H.J., & Eysenck, S.B.G. (1975). Manual of the Eysenck Personality Questionnaire. London: Hodder and Stoughton.

Falconer, D.S. (1989). Introduction to Quantitative Genetics, 3rd ed. Essex, England: Longman Scientific and Technical. Figueredo, A.J., Corral-Verdugo, V., Frias-Armenta, M., Bachar, K.J., White, J., McNeill, P.L., Kirsner, B.R., Castell-Ruiz, I.P. (2001). Blood, solidarity, status, and honor: The sexual balance of power and spousal abuse in Sonora, Mexico. Evolution and Human Behavior, 22, 295-328. Figueredo, A.J., Sefcek, J., & Jones, D.N. (2005). The ideal romantic partner: Absolute or relative preferences in personality? Manuscript in preparation. Figueredo, A.J., Sefcek, J., Vasquez, G., Hagenah, B.J., King, J.E. & Jacobs, W.J. (en prensa). Evolutionary theories of personality. In Buss, D.M., (Ed.), Handbook of Evolutionary Psychology. Hoboken, NJ: Wiley. Figueredo, A.J., Vásquez, G., Brumbach, B.H., & Schneider, S. (2005a). The K-factor, covitality, and personality: A psychometric test of life history theory. Manuscript in preparation. Figueredo, A.J., Vásquez, G., Brumbach, B.H., & Schneider, S. (2005b). The heritability of life history strategy: The K-factor, covitality, and personality. Manuscript in preparation. Figueredo, A.J., Vásquez, G., Brumbach, B.H., Sefcek, J.A., Kirsner, B.R., & Jacobs, W.J. (2005). The K-Factor: Individual differences in life history strategy. Manuscript submitted for publication. Fischbein, S. & Folklander, M. E. (2000). Reading and writing ability and drop out in the Swedish upper secondary school. European Journal of Special Needs Education, 15, 264–274. Friedrich, W.N., Lysne, M., Sim, L., & Shamos, S. (2004). Assessing Sexual Behavior in High-Risk Adolescents with the Adolescent Clinical Sexual Behavior Inventory. Child Maltreatment: Journal of American Professional Society on the Abuse of Children, 9, 239-250.

Goldman-Rakic, P. S. (1984). The frontal lobes: Uncharted provinces of the brain. Trends in Neuroscience, 7, 425-429. Gorenstein, psychopathology:

E.E. A

new

&

Newman,

perspective

J.P. and

(1980). a

model

Disinhibitory for

research.

Psychological Review, 37, 301-315. Gottfredson, L.S. (en prensa). Social consequences of group differences in cognitive ability (Consequencias sociais das diferencas de grupo em habilidade cognitiva). In C. E. Flores-Mendoza & R. Colom (Eds.), Introducau a psicologia das diferncas individuais. Porto Allegre, Brazil: ArtMed Publishers. Gottfredson, M.R., Hirschi T. (1990). A General Theory of Crime. Stanford, CA: Stanford University Press. Guagliardo, M.F., Huang, Z., & D’Angelo, L.J. (1999). Fathering pregnancies: Marking health-risk behaviors in urban adolescents. Journal of Adolescent Health, 24, 10-15. Gueorguieva, R.V., Carter, R.L., Ariet, M., Roth, J., Mahan, C.S., & Resnick, M.B. (2001). Effect of Teenage Pregnancy on Educational Disabilities in Kindergarten, American Journal of Epidemiology, 154, 212220. Heath, K., & Hadley, C. (1998). Dichotomous male reproductive strategies in a polygynous human society: mating versus parental effort. Report from The Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research. Hubbard, D.J. & Pratt, T.C. (2002). A meta-analysis of the predictors of delinquency among girls. Journal of Offender Rehabilitation, 34, 1-13. Hunt, M.H., Myers, J., Davies, G., Davies-Meyers, B., Grogg, K.R., & Neel J. (2002). A comprehensive needs assessment to facilitate prevention of school drop out and violence. Psychology in the Schools, 39, 399-416

Jessor,

R.,

&

Jessor,

S.L.

(1977).

Problem

Behavior

and

Psychological Development: A Longitudinal Study of Youth. New York: Academic. Kawachi, I., Kennedy, B.P., & Wilkinson, R.G. (1999). The Society and Population Health Reader, Volume I: Income Inequality and Health. New York: New Press. Kerckhoff, A.C. (2000). Generating Social Stratification: Toward a New Research Agenda. Boulder, CO: Greenwood Press. Kirsner, B.R., Figueredo, A.J., & Jacobs, W.J. (2003). Self, friends, and lovers: Structural relations among Beck Depression Inventory scores and perceived mate values. Journal of Affective Disorders, 75, 131-148. Kivisto, P. (2001). Teenagers, pregnancy, and childbearing in a risk society: How do high-risk teens differ from their age peers? Journal of Family Issues, 22, 1044-1065. Lejuez, C.W., Simmons, B.L., Aklin, W.M., Daughters, S.B., & Dvir, S. (2004). Risk-taking propensity and risky sexual behavior of individuals in residential substance abuse treatment. Addictive Behaviors, 29. 16431648. Lindsay, W.R., Smith, A.H., Law, J., Quinn, K., Anderson, A., Smith, A., & Allan, R. (2004). Sexual and nonsexual offenders with intellectual and learning disabilities: A comparison of characteristics, referral patterns, and outcome. Journal of Interpersonal Violence, 19, 875-890. Mangina, C.A., Beuzeron-Mangina, J.H., & Grizenko, N. (2000). Event-related brain potentials, bilateral electrodermal activity and Mangina-Test performance in learning disabled/ADHD pre-adolescents with severe behavioral disorders as compared to age-matched normal controls. International Journal of Psychophysiology, 37, 71-85. McArthur, R.H., & Wilson, E.O. (1967). The Theory of Island Biogeography, Princeton, NJ: Princeton University Press.

McLanahan, S., Booth, K. (1989) Mother-only families: Problems, prospects, and politics. Journal of Marriage & the Family, 51, 557-580. Metcalfe, J.E. & Jacobs, W.J. (2000). ‘Hot’ emotions in human recollection: Toward a model of traumatic memory. In E. Tulving (Ed.), Memory, Consciousness, and the Brain: The Tallin Conference. (pp. 228242). New York, NY: Psychology Press. Metcalfe, J.E., & Jacobs, W. J. (1998). Emotional memory: The effects of stress on ‘cool’ and ‘hot’ memory systems. In. D. L. Medin (Ed.), The Psychology of Learning and Motivation: Advances in Research and Theory, Vol 34, (pp. 187-222). San Diego: Academic Press. Metcalfe. J.E. & Mischel, W. (1999). A hot/cool system of delay of gratification: Dynamics of willpower. Psychological Review, 106, 3-19. Miller, G. (2000). Mental traits as fitness indicators. In D. LeCrosy and P. Moller (Eds.), Evolutionary perspectives on human reproductive behavior, pp. 62-74. New York, NY: New York Academy of Sciences. Milner, B. & Petredes, M. (1984). Behavioural effects of frontal lobe lesions in man. Trends in Neurosciences, 4, 403-407. Milner, B. (1964). In the Frontal Granular Cortex and Behavior (J. M. Warren & K. Akert, Eds), pp. 313-334. McGraw-Hill New York. Moeller, F.G., Barratt, E.S., Dougherty, D.M., Schmitz, J.M., & Swann, A.C. (2001). Psychiatric aspects of impulsivity. American Journal of Psychiatry, 158. 1783-1793. Moran, P.B., Vuchinich, S., & Hall, N.K. (2004). Associations between types of maltreatment and substance use during adolescence. Child Abuse & Neglect, 28, 565–574. Murphey, D.A. & Braner, M. (2000). Linking Child Maltreatment Retrospectively to Birth and Home Visit Records. Child Welfare, 79, 711728. O’Connor, T.G., Thorpe, K., Dunn, J., & Golding, J. (1999). Parental divorce and adjustment in adulthood: Findings from a

community sample. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 40, 777789. Patton, J.H., Stanford, M.S., Barratt, E.S. (1995). Factor structure of the Barratt Impulsiveness Scale. Journal of Clinical Psychology, 51, 768-774. Perkins, D.F. & Jones, K.R. (2004). Risk behaviors and resiliency within physically abused adolescents. Child Abuse & Neglect, 28, 547– 563. Rehm, L.P. (1988). Self-Control Questionnaire. M. Hersen and A.S. Bellack (Eds.). Dictionary of Behavioral Assessment Techniques. pp. 394395. New York: Pergamon Press. Reisberg, D. (2002) Cognition: Exploring the Science of the Mind (2nd edition) (p. 34). New York: WW. Norton Robbins, R.N., & Bryan, A. (2004). Relationships between future orientation, impulsive sensation seeking, and risk behavior among adjudicated adolescents, Journal of Adolescent Research, 19, 428-446. Rodgers, C.S., Lang, A.J., Laffaye, C., Satz, L.E., Dresselhaus, T.R., & Stein, M. B. (2004). The impact of individual forms of childhood maltreatment on health behavior. Child Abuse & Neglect, 28, 575–586. Rosenbaum, M. (1980). A Schedule for Assessing Self-Control Behaviors: Preliminary Findings. Behavior Therapy, 11, 109-121. Rowe, D.C. (2000). Environmental and genetic influences on pubertal development: Evolutionary life history traits? In J. L. Rodgers, D. C. Rowe, & W. B. Miller (Eds), Genetic influences on human fertility and sexuality: Recent empirical and theoretical findings (pp. 147-168). Boston: Kluwer. Rushton, J.P. (1985). Differential K theory: The sociobiology of individual and group differences. Personality & Individual Differences, 6(4), 441-452.

Rushton, J.P. (1987). Toward a theory of human multiple birthing: sociobiology and r/K reproductive strategies. Acta Geneticae Medicae et Gemellologiae, 36, 289-296. Rushton, J.P., & Bogaert, A.F. (1988). Race versus social class differences in sexual restraint: a follow up test of the r/K dimension. Journal of Research Personality. 22, 259-272. Sharma, A.K., Aggarwal, M.D., & Dubey, K.K. (2002). Sexual behavior of drug-users: Is it different? Preventive Medicine, 34, 512-515. Shennan, S. (2002). Genes, Memes and Human History. NY: Thames and Hudson Ltd, London. Smith L. (2000). Developing a Caregiving Tradition in Opposition to One’s Past: Lessons from a Longitudinal Study of Teenage Mothers, Public Health Nursing, 17, 85-93. Spencer, N. (2001).The Social Patterning of Teenage Pregnancy. Journal of Epidemiology and Community Health, 55, 5-5. Tal, I.R., Hill, D., Figueredo, A.J., Frias-Armenta, M., & CorralVerdugo, V. (2005). Reproductive life history strategy and water conservation. Manuscript submitted for publication. Trivers, R. (1972). Parental investment and sexual selection. In B. Campbell (Ed.), Sexual selection and the descent of man: 1871-1971, pp. 136-179. Chicago: Aldine. Vasquez, G. (2004). Female personality, risk, and mate selection. Unpublished Masters Thesis, Department of Psychology, University of Arizona. Voydanoff, P., & Donnelly, B.W. (1990). Adolescent Sexuality and Pregnancy. Newbury park, CA: Sage Weinman, M.L., Smith, P.B., & Buzi, R.S. (2002) Young fathers: An analysis of risk behaviors and service needs. Child & Adolescent Social Work Journal, 19, 437-453.

Weiss, A., King, J.E., & Enns, R.M. (2002). Subjective well-being is heritable and genetically correlated with dominance in chimpanzees. Journal of Personality and Social Psychology, 83, 1141-1149. Whewell, W. (1840). Philosophy of the Inductive Sciences, Founded upon their History. London: Parker. Widom, C.S. (1994). Adolescent Problem Behaviors: Issues and Research. Ketterlinus, R.D. (Ed); Lamb, M.E. (Ed); pp. 127-164. Wilkinson, R. (1996). Unhealthy societies: The afflictions of inequality. Routledge: London. Wilson, E.O. (1998). Consilience: The Unity of Knowledge. New York: Alfred A. Knopf. Wilson, E.O. (1975). Sociobiology: The new synthesis. Cambridge, MA: Harvard University. Zuckerman, M., & Brody, N. (1988). Oysters, rabbits and people: A critique of “Race differences in behaviour” by J.P. Rushton. Personality and Individual Differences, 9(6), 1025-1033. Zuckerman, M., & Kuhlman, D.M. (2000). Personality and risktaking: Common biosocial factors. Journal of Personality, 68, 999-1029. Zuckerman, M., Kuhlman, D.M., Joireman, J., Teta, P., & Kraft, M. (1993). A comparison of three structural models for personality: the big three, the big, five, and the alternative five. Journal of Personality and Social Psychology, 65, 757-768.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.