Consideraciones para un objeto de investigación de la Facultad de Ciencias de la Comunicación

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Descripción

Consideraciones para un objeto de investigación de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Elementos para iniciar un diálogo Óscar Julián Cuesta Moreno Magíster en Educación.

Resumen

Abstract

Este artículo es un llamado a pensar nuestra actitud cómo docentes y cómo partícipes de la cultura, en la Facultad y la Institución. Se explora el quehacer de la academia así como la concepción de cultura universitaria que se crea en las relaciones entre investigación y proyección a la comunidad estudiantil. Por último, se hace un llamado a pensar, de una forma activa, la relación entre el conocimiento y las formas de expresarlo, lo cual configura nuestra responsabilidad diaria frente a los usuarios activos del saber.

This manuscript is a call to think our attitude, how teachers and participants of culture in college and university, where the development of the academy and the conception of university culture that is created in the relationship between research and projection is screened against the student community. From these lines, a call to think in an active way, the relationship between knowledge and ways of expressing it is made. This sets our daily responsibility to the active users of knowledge.

Palabras clave

Comunicación, Universidad, Currículo, Cultura.

Key Words

Communication, University, Curriculum, Culture.

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Introducción

Elementos previos

En los últimos años la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Fundación Universitaria Los Libertadores comenzó un proceso de renovación curricular en sus programas de Comunicación Social-Periodismo, Publicidad y Mercadeo y Diseño Gráfico. Entre sus muchas novedades, la renovación curricular permitió establecer un Núcleo Problemático para la Facultad (NPF), el cual permite articular a los tres programas desde una pregunta orientadora que guía los procesos formativos e investigativos. La pregunta es: ¿cuál es la complejidad de los procesos de la comunicación en la configuración cultural? La pregunta potencializa la reflexión en la medida que aborda un escenario de múltiples posibilidades teóricas; sin embargo, no explicita un objeto concreto de investigación para la Facultad. Precisamente, el presente artículo propone un objeto para los tres programas coherente con NPF, para lo cual recurre a los lineamientos de Luis Martino (2001).

En líneas generales, se puede entender que el objeto de investigación es una construcción que explicita una realidad a ser investigada. Este objeto no es un problema, pero su naturaleza permite la configuración de problemas. Como se puede ver, empezamos por afirmar que el objeto se construye, es decir, que el sujeto que investiga es su constructor. Así, partimos de una colocación epistemológica que reconoce una relación sujetoobjeto consciente o, por lo menos, con necesidad de consciencia. Es decir, no hay objetos dados, sino que el investigador decide configurarlos. Lo anterior implica reconocer un proceso deliberado y, por lo tanto, político, dado que la decisión tomada va a tener consecuencias en la producción de conocimiento y, consecuentemente, en el uso que se le dé a ese conocimiento. En ese orden de ideas, el objeto que se va a proponer en este artículo compromete al sujeto, pues asume cons-

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cientemente las implicaciones de esa construcción y es, en esa medida, responsable de su decisión ético-política. Sobre la comunicación La construcción del objeto se hace con categorías, entendidas como conceptos ordenadores de pensamiento que permiten la lectura y análisis de la realidad. Para construir el objeto de la Facultad es pertinente, pues, exponer conceptos centrales en el NPF: la comunicación y la cultura. Como bien se puede ver en las discusiones teóricas sobre la comunicación, no es fácil determinar una delimitación absoluta sobre este concepto, es decir, es un término polisémico. Martino (2001) parte de proponer una conceptualización abarcadora y, por tanto, que permite la construcción categorial. Él afirma que “comunicar es simular la conciencia del otro”, esto implica hacer común un mismo objeto mental. En efecto, cuando nos comunicamos lo que hacemos es simular los objetos mentales del otro: cuando

alguien dice “estoy triste”, la persona que lo escucha representa en su propia conciencia la tristeza. Al final, comunicar es hacer común un sentimiento, una sensación, una idea, un deseo, un concepto, etc. Esta simulación recurre, desde luego, a signos (códigos) y canales, lo que permite ver el proceso en los tres programas: cuando un diseñador gráfico construye un empaque para un producto está comunicando, pues pretende que el comprador, a partir de leer los colores, íconos y grafías, inicie el proceso de simulación del objeto mental que se quiere vender. Cuando un publicista construye un eslogan está construyendo un objeto mental que pretende posicionar en el público objetivo a través de la simulación de lo que dice. Cuando un lector entiende el titular de un periódico está simulando la conciencia del comunicador socialperiodista que lo escribió. En consecuencia, entender la comunicación como una simulación de la consciencia del otro es una conceptualización que incorpora a los tres programas de la Facultad.

Sobre la cultura Al igual que la comunicación, la cultura es un término polisémico que resulta problemático definir de manera absoluta. En general, se tiende a entender la cultura como un conjunto de saberes particulares de un grupo humano que se materializan en prácticas concretas. Estos saberes están determinados por procesos históricos y geográficos, de allí que existan diversidad de culturas. Esta noción de cultura corre el riesgo de anquilosarla, de dejarla en un museo, en pocas palabras, de convertirla en sustantivo. Esto nos lleva a ver a las culturas indígenas como algo del pasado, cuando sus procesos de vida son contemporáneos. Este abordaje que cosifica a la cultura deja latente la idea de que hay una cultura avanzada, ideal, que se debe seguir. Del mismo modo, hay conceptualizaciones de la cultura que eliminan a los sujetos, es decir, se centran en la configuración cultural como gran estructura que determina a los sujetos. Contrario a esta idea, partimos

de afirmar que la cultura y los sujetos están en una permanente co-determinación. En otro términos, tanto la cultura determina al sujeto como el sujeto determina a la cultura. Si no se reconoce este protagonismo del sujeto se elimina por completo su dimensión ética. En efecto, la ética es la reflexión de lo dado, de lo establecido (la moral) y su posibilidad de transformación; en consecuencia, una persona que se instale éticamente tiene el potencial de cuestionar su cultura y transformar sus prácticas. Este potencial es el que le permite hacer historia: las bibliografías que nos mandan a leer en el colegio y la universidad, en general, son de las personas que cuestionaron su cultura, que rompieron lo dado de su época y provocaron la transformación. De allí que sea imperativo asegurar que la cultura es dinámica y es dinámica porque los sujetos siempre tienen potencial de reflexión y transformación. No se puede, en todo caso, desconocer que la cultura configura subjetividades, pues un sujeto está constituido por los libretos cul163

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turales que ha incorporado y le han incorporado. En todo caso, debe ser siempre capaz de cuestionar estos libretos y problematizar las prácticas que estos determinan, porque el hombre solo avanza cuando se cuestiona a sí mismo. En síntesis, proponemos entender la cultura como una gramática dinámica (en constante reconfiguración) que configura subjetividades, pero es una gramática que puede ser negociada y re-negociada por los mismos sujetos, quienes son los gestores de su dinámica. Entender la comunicación como simulación de la conciencia del otro es un proceso intrínsecamente vinculado a la cultura. De hecho, los objetos mentales que el otro simula están determinados por la cultura en, por lo menos, dos dimensiones: 1- en la configuración del objeto mental la cultura determina su construcción, por ejemplo, las percepciones del color están determinadas culturalmente (Varela, 1997); 2la puesta en común del objeto mental Ciencias de la Comunicación - Los Libertadores

está determinada por los signos que se usen, los cuales responden a negociaciones culturales. Consecuentemente, cuando el receptor empieza su proceso de simulación necesita tener los parámetros culturales del emisor, de lo contrario no podrá entender el código con el que fue transmitido y, por lo tanto, será incapaz de recrear el objeto en su propia mente. Como se podrá adivinar, no resulta accidental hablar del otro en la conceptualización de comunicación. Desde un inicio se estableció que la construcción del objeto de investigación es deliberada y, por tanto, se debe asumir las consecuencias políticas de la producción del conocimiento que de éste se logren. En esa línea, hablamos del otro de manera intencional, porque nos invita a incluir la otredad en la dinámica. Esta inclusión implica verme como sujeto incompleto que necesita del complemento del otro (Feinmann, 2013). Soy en tanto un otro. Mi autodefinición está indefectiblemente

determinada por la relación que tenga con el otro. Un buen ejemplo nos lo trajo la conquista de América: Europa se determinó como Europa en tanto se espejeó con los pueblos de acá y empezó a construir un discurso sobre ella misma y esto le sirvió para justificar su lógica civilizatoria (Dussel, 1992). Soy, me defino, me reconozco, en tanto encuentro la diferencia con el otro y, en esa medida, en tanto el otro me narra y me ve diferente. Hablar, pues, de que comunicar es simular la conciencia del otro implica un ejercicio potente de encuentro con la diferencia. Sin embargo, no es algo fácil; por el contrario, incomoda. Dado que puede tensionar sistemas de creencias o certezas arraigadas. Así, es más cómodo simular la conciencia de los que repiten lo que yo quiero escuchar y más conflictivo tratar de simular la conciencia de aquellos que piensan diferente. No obstante, este artículo alienta la simulación de la otredad en todo su potencial, en su extensión incómoda

más amplia, pues esto es un elemento que facilita la reflexión ética. En efecto, cuando me encuentro con una persona que cuestiona mis prácticas o que hace prácticas de otro modo, puedo darme cuenta de los parámetros culturales que me gobiernan y, de esta manera, empezar a cuestionarlos. En últimas, para no estar amarrado a la cultura y poder ser dinamizador cultural, el sujeto debe recurrir al otro: al que ve y vive el mundo de manera diferente. Un objeto de la Facultad Con los elementos anteriormente señalados, ahora sí explicitamos un objeto de investigación que integre a los tres programas de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Seguimos a Martino (2001) cuando afirma que “no sólo los medios están en un proceso histórico de cambio sino que la propia comunicación adquiere un sentido nuevo en esas transformaciones” (pág. 87). En otras palabras, que pasar de la pren-

sa a la radio, y de ésta a la televisión no es un simple cambio tecnológico de transmitir una misma necesidad humana: comunicar. Por el contrario, la búsqueda permanente de nuevas formas de intercambio comunicacional son expresión de un cambio en las necesidades comunicativas y, por tanto, sociales. En ese sentido, cada cambio en estos mecanismos de intercambio de información “inaugura una forma inédita de relaciones entre comunicación y la organización social” (Martino, 2001, pág. 88). Consecuentemente, no es la misma comunicación la acaecida hace un par de siglos a la que ocurre hoy. Se podrá decir, como contra argumento, que en el fondo es el mismo proceso que responde a unas mismas condiciones biológicas y unas mismas gramáticas. Cosa que es cierta. Lo que estamos afirmando es que nunca antes en la historia humana la comunicación, gracias a una intervención tecnológica, había sido “fundamento de la organización so-

cial, como pivote para la inserción del individuo en la cultura” (Ibídem). Lo anterior nos permite plantear que un posible objeto de investigación debería contemplar las alteraciones en la formas de simular la consciencia del otro a lo largo del tiempo. Por consiguiente, el objeto debe contemplar dichas alteraciones en vínculo con la cuestión cultural y la otredad como potencial ético de transformación. Así pues, el objeto que proponemos es el siguiente: el potencial de transformación cultural presente en las prácticas comunicativas que incluyen la otredad. Ahora, este objeto nunca puede dejar de lado la noción de la comunicación como simulación de la conciencia del otro y, por otro lado, que el sujeto tiene un compromiso ético ineludible: ser consciente de sus parámetros culturales, analizarlos y, si es necesario, transformarlos. La idea es reflexionar el diseño gráfico, la publicidad y el mercadeo y la comunicación social desde este ob165

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jeto, lo que implica pensar de qué manera se pueden configurar procesos comunicativos que tengan potencial de transformación cultural desde la inclusión de la otredad. No es un asunto menor. De hecho, nos unimos a los investigadores que han señalado la necesidad de esa transformación cultural, pues gran parte de la actual crisis ambiental, económica y social responde, precisamente, a una crisis en los valores y prácticas culturales del mundo occidental, la cual se ha impuesto como hegemónica en los dos últimos siglos. Es evidente, por ejemplo, que la crisis ambiental, consecuencia de la lógica capitalista de producción y consumo, responde a una visión cultural que coloca al hombre como ser superior y, por tanto, con derecho de usufructuar la naturaleza. Dinámica leonina, en la medida que desconoce el complejo entretejido del mundo, donde él solamente es una hebra (Capra, 1998). Contrario a otra culturas, donde el hombre es uno más de las especie y, de hecho, tiene la obligación de cuidar al planeta. Así, podemos ver que la hegemonía cultural occidental nos ha determinado una forma de política que tiene una Ciencias de la Comunicación - Los Libertadores

noción bastante simple de la democracia y una forma de la economía que reduce la felicidad a consumir y acumular. En fin, parafraseando a Castoriadis (1996), una cultura donde avanza rampante la insignificancia, pues los sueños de justicia, fraternidad y libertad, banderas de la modernidad, quedaron en el olvido y hoy los significados que orientan la dinámica social reducen al sujeto en un tortuoso estudiar para trabajar, trabajar para tener dinero y tener dinero para comprar y satisfacer una falsa necesidad que inculcan los medios de información. Conclusión Finalmente, determinar que el objeto de la Facultad es el potencial de transformación cultural presente en las prácticas comunicativas que incluyen la otredad nos compromete como profesores, dado que nos invita a pensar nuestra labor en la formación de sujetos conscientes y, sobre todo inconformes, que no crean en un final de la historia, sino que se vean a sí mismos como protagonistas de sus circunstancias (Zemelman, 2005), esto es: que comprendan que la realidad

nunca está dada y siempre tiene potencial de ser transformada, así que podemos construir otro mundo. Es un reto para los profesores, por demás, porque nos obliga a romper con nuestras propias estructuras mentales que nos anquilosan el mundo, que no nos dejan ver las cosas de otra manera, que nos obligan a aceptar sumisamente lo impuesto, en últimas, que nos difuminan la esperanza. Lo anterior, evidentemente, es un llamado a la creatividad, a la inventiva que incomoda, mejor dicho, a ejercer nuestro derecho al delirio (Galeano, 1998). Pues es una invitación a pensar el potencial de transformación social contenido en los saberes de nuestras disciplinas. Si bien nuestras profesiones han sido históricamente vinculadas a los procesos de venta de productos, servicios o ideas, lo que estamos hablando amplía el derrotero del capitalismo impuesto para nuestros saberes. Es, por ejemplo, pensar en cómo el diseño gráfico, la publicidad y la comunicación social y el periodismo pueden aportar desde la creatividad comunicativa en la formación de sujetos que construyan otro país, uno donde culturalmente no se naturalicen las masacres, donde nos duela la muerte del otro, mejor dicho, donde El Salado no se repita, donde Bojayá no se repita y ese largo y triste etcétera de nuestra historia. Verbigracia de esto, me permito colocar una imagen, en la siguiente página, que nos demuestran que nuestros conocimientos sirven más allá de vender cosas y consolidar estereotipos.

“Tu color de piel no debe dictar tu futuro”. Fotografía: Ligue Internationale Contre le Racisme e lantisémitisme.

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“Salva el papel, salva el planeta”. Fotrografía: Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

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Referencias

Castoriadis, C. (1996). El avance de la insignificancia. Buenos Aires: Eudeba. Capra, F. (1998). La trama de la vida. Barcelona: Editorial Anagrama. Dussel, E. (1992). 1492: El encubrimiento del otro. El origen del mito de la modernidad. Conferencias de Frankfort. La Paz: Plural Editores. UMSA. Feinmann, J. (2013). “Alcances y límites del concepto ‘la patria es el otro’. En: Página 12. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-223384-2013-06-30.html Galeano, E. (1998). El derecho al delirio. Disponible en: http://www.escribirte.com.ar/textos/355/eduardo-galeano-el-derecho-al-delirio.htm Martino, L. (2001): “Elementos para una epistemología de la comunicación” en Vasallo de Lópes, M. Immacolata y Fuentes, R.(comps.) Comunicación, campo y objeto de estudio. Guadalajara: ITESO. Varela, F.; Thompson, E. & Rosh, E. (1997). De cuerpo presente. Las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Barcelona: Gedisa. Zemelman, H. (2005). Voluntad de conocer. Barcelona: Anthropos.

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