Conservación de la posición en el espacio social

July 21, 2017 | Autor: Martin Bettati | Categoría: Sociology, Pierre Bourdieu, Identity construction and cultural production, Erving Goffman
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Descripción



Conservación de la posición en el espacio social: construcción de la identidad social y estigmatización.

Martín Bettati

I
El espacio social se estructura en base a las relaciones entre las diferentes posiciones de los agentes. Estas posiciones se encuentran determinadas por los diferenciales de poder que cada agente posee. Alrededor de éstos, se generan espacios de juegos, campos. Dentro de estos campos hay una lucha por el capital en juego y es este capital el que determina las diferentes posiciones en el espacio social. Cada campo tiene sus reglas y lógicas de juego que son definidas por los mismos agentes en un proceso de lucha: son los agentes con más capital los que tienen mayor poder de definir las reglas.
Las diferencias entre poder de los agentes se objetivizan en las cosas y en los espacios geográficos, como así también se subjetivizan en una visión que es propia de la posición social que el agente ocupa. El espacio social se constituye así en un espacio social simbólico constituido por diferentes grupos de status que llevan adelante prácticas que les son propias.
Los agentes, de acuerdo a la posición que ocupen en el espacio social, van a adquirir unos esquemas de aprehensión, apreciación y acción: habitus. Estas estructuras estructurantes estructuradas condicionan al agente en su modo de ver el mundo y en el modo como interactúa con y en él. Los agentes contribuyen así a reproducir las estructuras existentes, ya que éstas fueron previamente impresas en el individuo en un proceso de inculcación y socialización. Los sistemas simbólicos intervienen, de este modo, en la construcción de lo real, sirviendo como instrumentos de conocimiento.
A su vez, hay un metacampo que es transversal a los otros: el campo estatal o de poder, cuyo capital es el poder político. La lucha que se da en este campo es la más importante y es donde los agentes van a utilizar todo el capital simbólico que han acumulado. Lo que está en juego en este campo es el Estado mismo, que posee el monopolio de la violencia simbólica, el poder de categorización, de explicitación y clasificación, el poder de hacer los grupos haciendo el sentido común.
Se tiende a la naturalización de los grupos para así justificar su existencia, hacer un olvido del proceso histórico y social que llevó a su formación.

II
La posición del agente en el espacio social no siempre se corresponde con la que debería tener de acuerdo a sus capitales, y no siempre es el resultado de las capacidades de cada cual.
Pero a su vez, todo orden social colectivo es, en algún punto, reconocido como equitativo por la mayoría de los individuos (Durkheim, 2004).
La pregunta que surge es: ¿cómo se logran mantener ciertos grupos en una posición social privilegiada, qué mecanismos usan para mantenerse como grupos dominantes?
Una de las formas es a través de la división de la sociedad en distintos grupos o clases, adscribiéndoles a cada uno una identidad social distinta y, en base a los atributos que les fueron conferidos, realizar una división de las tareas de la sociedad y una división del producto del trabajo. Se determina lo que cada uno es, lo que debe hacer y a lo que puede aspirar según el grupo al que pertenece. Valiéndose principalmente del Estado, como herramienta, unos grupos logran que los demás acepten el orden social impuesto y el lugar que le fue dado a cada uno, como así también lo que les es legítimo exigir a la sociedad.
En la sociedad subsisten profundas desigualdades, que se sostienen sobre una naturalización del poder y una aceptación del lugar que le toca a cada uno. La felicidad humana solo puede estar garantizada si los placeres del individuo quedan limitados por normas socialmente aceptadas (Durkheim, 2004).

III
En todo momento histórico hay una lucha entre agentes –los cuales pueden constituir grupos-, de esa lucha surge un vencedor, el cual posee una visión propia, esa visión es impuesta al conjunto social, se instaura como la visión dominante. Es una visión subjetiva que al constituirse como hegemónica se establece como lo objetivo y neutro, como lo natural, toda visión divergente es tildada de subjetiva. La objetividad se muestra así como la subjetividad de un sujeto transindividual, social e históricamente construido, impuesto tras un proceso de lucha, siempre sometiendo a otros.
La naturalización del poder se vuelve fundamental para poder mantener la estructura de poder. La construcción histórica de las identidades se olvida y se las presenta como naturales, se lleva a cabo un proceso de deshistorización del proceso de dominación.
La identidad de los agentes, la clasificación en grupos, de la cual ningún agente puede escapar, está directamente ligada al discurso dominante y al poder de nombrar, detentado por los poseedores del poder simbólico. "La construcción social de la identidad está atada a nociones de racionalidad, discurso y poder" (Clark, 2011: 517). Las aspiraciones de los agentes, en ausencia de una limitación o coacción, son ilimitadas. Si no siente por encima de sí una fuerza que le infunda respeto y que le diga con autoridad que ha recibido lo que le era debido, es inevitable que reclame que se le debe todo lo que sus necesidades exigen y, como no hay freno para éstas, las exigencias serán ilimitadas. Para que no ocurra así, tiene que haber un poder moral al que reconozca superioridad que le diga: no debes ir más allá (Durkheim: 1973).
Una coacción física se hace evidente, hay una toma de conciencia cuasi inmediata del ejercicio de la violencia, por otra parte, es una sola parte la que reproduce las estructuras de poder, el grupo que precisamente está en el poder. La violencia física es más fácil resistirla. Es necesario dominar a los otros a través de sí mismos, por medio de la modelación de su super-yo (Elias: 1979). En este caso, tanto dominados como dominantes son reproductores de las estructuras de dominación. La dominación simbólica solo es efectiva si se apoya sobre disposiciones previamente construidas. "El poder simbólico solo se ejerce con la colaboración de quienes lo padecen, porque contribuyen a establecerlo como tal" (Bourdieu, 1999: 225).
Es a través de la imposición de una visión dominante por parte de los poseedores del poder simbólico, que se logra que tanto opresores como oprimidos, se vean desde un mismo punto de vista; aprehendiendo la realidad como necesaria, como natural; prescindiendo de esta manera, los opresores, de la necesidad de justificación. Ir en contra de lo socialmente establecido se presenta como ir en contra de la naturaleza. "Los esquemas de percepción y apreciación son el producto de luchas simbólicas anteriores y expresan el estado de las relaciones de fuerza simbólica" (Bourdieu, 1984: 288). La forma en que las personas ven la estructura social, está dada por esa misma estructura social. Lo que se busca –y logra- es que el agente estigmatizado considere como legítima su posición, es decir, que no se sienta igual a los dominantes.
Para que el agente lleve adelante su rol es necesario que el individuo acepte su rol, esto se logra a través de la socialización, es decir, a través de la internacionalización de los valores y de la cultura. El agente, para que sea exitosamente socializado requiere una motivación firme durante todo el proceso de aprendizaje social y cultural. Es menester que el agente haga suyos normas y valores del sistema (Parsons, 1984). Estas normas y valores son impuestos por la visión de los grupos dominantes, son los valores y normas propios de un grupo y que son universalizados al conjunto social. Lo logran a través de su posición en el espacio social y a través del acaparamiento de ciertas instituciones y entes sociales por medio de los cuales pueden imponer su visión: la Escuela, la Familia, la Iglesia, los medios de comunicación, las producciones culturales. Es el Estado, entendido en su sentido material, como conjunto interdependiente de instituciones que conforman el aparato en el que se condensa el poder y los recursos de la dominación política, el que permite universalizar esta visión.

IV
Aquellos grupos que gozan de una posición de poder superior en el espacio social crean una imagen de sí mismos favorable. Se hacen ver como humanamente superiores, basan su superioridad en la naturaleza. Simultáneamente, se le atribuye a los otros grupos características humanas inferiores. Hay una exageración de los mejores rasgos de los mejores miembros en el caso de los grupos dominantes, y, como contraparte, se exageran los peores rasgos de los peores miembros de los otros grupos (Elías, 1998). El estereotipo que se crea del grupo se extiende a todos los miembros que pueden ser categorizados dentro de uno u otro.
El grupo de los dominantes establece un código simbólico, unos rituales que le sirven para diferenciarse de los demás, llega a crear símbolos institucionalizados y legitimados por el Estado.
Los grupos estigmatizados son aquellos cuya identidad social real discrepa ampliamente de la identidad social virtual del grupo dominante. La identidad social virtual de los dominantes se establece como el parámetro. Todo agente que posea atributos que ameriten clasificarlo dentro de un grupo estigmatizado verá su identidad personal "manchada" con la del grupo, se le atribuirán todos los rasgos del estereotipo del grupo al que pertenece. Lo que se crea es la identidad del grupo, ésta luego se impone a los agentes, quienes van, a su vez, a condicionar la identidad del grupo. La identidad del grupo está condicionada por la identidad personal de los agentes como la de éstos por la del grupo.
Lo que un individuo es, o podría ser, deriva del lugar de los de su tipo en la estructura social ya que la naturaleza de un individuo es generada por la naturaleza de su grupo (Goffman, 1951).

V
La división de los grupos significa también una división de los espacios y tareas que cada grupo puede ocupar. La posición en el espacio social está dada por la composición de los capitales del agente, es por esto que los grupos dominantes se reservan para sí los que más poder dan.
Este proceso se da en tres planos: aceptación de los límites, restricción del acceso al juego y no reconocimiento de los capitales obtenidos. El acceso y el reconocimiento de los capitales del agente están condicionados por el grupo al que pertenece, aquel puede resultar favorecido o desfavorecido.
El primer plano es el más importante y consiste en que los agentes conozcan sus limitaciones, es decir, que sepan hasta donde pueden aspirar en base al status que tienen. El sense of one's place permite que los agentes se autocoaccionen y que no pretendan lo que no les es permito. Lo que importa no es solamente que exista una reglamentación, sino que esta sea aceptada por los agentes (Durkheim, 2004). Lo imprescindible para que haya orden social es que la generalidad de los hombres se contente con su suerte: se basa en el convencimiento de que no se tiene derecho a más (Durkheim, 1973). El agente desde la primer infancia incorpora los límites de los de su grupo; los padres, la Escuela, el Mercado, todos son estructurantes de estos límites que el agente va interiorizando y percibiendo como naturales y obvios. El agente difícilmente cuestiona estos límites, no se pone en duda la legitimidad de estas coacciones, simplemente se aceptan de manera inconsciente porque son internalizadas diariamente a lo largo de la vida social del agente. Por un proceso de olvido de la historia, que es producto de la misma historia, estas restricciones pasan a formar parte del inconsciente del agente y modelan su super-yo.
Existe una correlación entre las probabilidades objetivas científicamente construidas (como ser las chances de acceso a un bien) y las esperanzas subjetivas (las motivaciones y las necesidades); no es que los agentes ajusten conscientemente sus aspiraciones a una evaluación exacta de sus chances de poder obtener aquel bien, sino que las disposiciones inculcadas por las posibilidades e imposibilidades, las libertades y las necesidades, lo permitido y lo no permitido, que son inscritos en las condiciones objetivas (y que la ciencia aprehende a través de regularidades estadísticas como las probabilidades objetivamente ligadas a un grupo) engendran disposiciones objetivamente compatibles con sus condiciones y preadaptables a sus exigencias. Se vuelve impensable para estos agentes aspirar a bienes de improbable acceso, es un proceso preracional, es una sumisión inmediata que inclina a los agentes a rechazar toda aspiración a lo improbable, a lo imposible, a lo no permitido (Dantier, 2004).
Los miedos constituyen una barrera muy efectiva a la hora de contener a los agentes. Estos se basan en la exageración de las dimensiones tangibles del algo que se quiere obtener y sus reales. De hecho, el agente pierde el miedo a algo solamente cuando percibe al fin la desproporción entre sus dimensiones tangibles y las que imaginariamente le había otorgado. El agente está habituado a vivir de acuerdo con las normas hegemónicas, a restringir su capacidad de imaginar otras posibilidades de existencia, a coaccionar su capacidad de vivir (Moreno Sardà, 1986). La intensidad, el tipo y la estructura de los miedos que laten en el agente están determinadas por la historia y la estructura real de sus relaciones con otros agentes, por la estructura de su sociedad y se transforma como ésta (Elías, 1979).

El segundo y tercer plano son estrategias defensivas del sistema a las que se recurre como segunda opción, se espera que el agente nunca supere el primer plano y así mantener el sistema incuestionado. En caso de que un agente pretenda entrar al juego en un campo al que no le correspondería por sus status, se le ponen trabas al agente. El acceso del mismo a ciertos capitales puede estar restringido: no todos los agentes se encuentran en pie de igualdad en el juego. La restricción al acceso a un determinado campo puede ser pasiva (en estos casos no se excluye a un grupo explícitamente pero se ponen trabas implícitas que hacen que sea muy difícil a agentes de un determinado grupo acceder a los capitales en juego) o activa (dominio de un campo por unos agentes que solo permiten el acceso de los suyos en estos casos el apellido y las relaciones con los agentes que concentran el poder en dicho campo son los que "abren puertas"), en este último caso, el diferencial de poder es mayor y el campo –o subcampo- puede convertirse en un aparato –estado patológico de los campos.

Por último, en caso que el agente haya logrado entrar en el juego y, a pesar de ser una competencia injusta, haya obtenido méritos, adquirido capitales, la estrategia final del sistema consiste en el no-reconocimiento de dichos capitales. Un capital solo tiene valor en tanto es reconocido por los otros "jugadores", por los otros agentes del campo: un capital solo vale como capital simbólico. Su posición en el espacio social y su posición en la lucha en el metacampo estatal está dada por su capital simbólico. Los grupos y agentes en el poder harán lo posible por impedir que otros grupos u agentes externos los remplacen como grupo dominante. Solo cuando cambie la balanza de poder, es decir que los grupos o agentes que se encuentran actualmente en el poder no puedan controlar más a los grupos y agentes externos, se van a reconocer los capitales que éstos efectivamente poseen.
Son tanto grupos como agentes individuales los que luchan.

En caso de que un agente de un grupo estigmatizado logre obtener capitales reservados a los agentes de los grupos dominantes, el sistema tiene otra estrategia defensiva que consiste, no ya en la resistencia y represión, sino en la incorporación y cooptación. Se hace constatar la presencia de desidentifiers en el agente, es decir, que éste posee una identidad social real que discrepa de la identidad social virtual pero en un sentido positivo (Goffman, 1951). Se le dice al agente que es distinto a los de su grupo, que es superior a éstos, pero a su vez, nunca es tratado igual a los dominantes o normales. Simultáneamente, se le dice a su grupo que si tuvieran las características de este agente excepcional, serian aceptados plenamente. Se trata a este agente como un caso extraordinario y se le exageran sus virtudes, se lo hace ver como sobrehumano; esto con el simple fin de evitar que los otros agentes de su grupo aspiren a ser tratados de igual manera, ya que éstos no poseen esos atributos, que de hecho ese agente tampoco los posee en su totalidad, sino que se ha construido una mística alrededor de su persona. Hay una reelaboración de su identidad social, por lo que ya no es plenamente un miembro de su grupo, sus nuevos atributos no justifican su identificación con su anterior grupo. Ya no constituye una amenaza al sistema, se vuelve su defensor y reproductor, porque ahora está dentro de él, fue eficazmente recategorizado. El agente se vuelve divergente en el momento en que no puede ser clasificado, en el momento en el que no encaja en ninguna categoría plenamente. Es por esto, que se exageran algunos atributos positivos de su persona, para así poder incorporarlo al grupo de los dominantes, aunque en la práctica, no se lo reconozca como un miembro pleno. El sistema a su vez se relegitima, mostrando que es un sistema abierto que permite la plena movilidad social, lo que hace que los agentes crean en la posibilidad de mejorar su situación sin incurrir en prácticas antisistémicas. Se les dice a los miembros de su grupo que jueguen según las reglas que pueden mejorar su situación. Lo que se les esconde, es que estos casos son muy pocos y aislados.

Los grupos dominantes pueden llegar al punto de la criminalización de determinados grupos. Los agentes que se identifican con estos grupos, los ill-reputed, son tildados con características negativas serias. Se los persigue y corre de lugares geográficos en el espacio social que están reservados para los grupos dominantes. El control social es el primero: el resto de los agentes se siente incómodo ante la presencia de éstos. Es el público en general el que realiza el mayor control (Goffman, 1963). Pero se llega al despliegue de funcionarios que están encargados de rastrear y cuidar espacios públicos de los ill-reputed, cuyos atributos los hacen sospechosos, incluso del arresto.

Así como hay roles que no pueden ser cumplidos por los grupos estigmatizados, los hay también para los grupos dominantes, estos constituyen tareas que llevarían a una pérdida de prestigio del grupo en su conjunto. Los agentes de los grupos dominantes no se pueden "rebajar" al nivel de los estigmatizados y realizar tareas que no les son propias. Deben respetar un universo simbólico y respetar las pautas del grupo. Para los grupos dominantes una regulación estricta del comportamiento se vuelve un medio de dominación (Elías, 1979). Se busca que estos rituales no puedan ser realizados por los grupos estigmatizados. Se establecen siempre represalias para los miembros divergentes, incluso llegando a la exclusión del grupo. Los símbolos y rituales representan, hasta cierto punto, características fundamentales de la estructura social: son síntomas de ésta, no un retrato (Goffman, 1963).

VI
Los estigmatizados, grupos en general y agentes en particular, también tienen sus prácticas defensivas: estas constituyen una contra-estigmatización y una exclusión de las pocas actividades y roles en los que dominan. Las prácticas son similares a las de los dominantes pero al encontrarse en una posición de poder inferior no pueden universalizar su visión ni afectar en alto grado a los grupos dominantes, ya que éstos últimos ocupan las posiciones que más prestigio otorgan.
Por otra parte, en la interacción con agentes de status superior, los estigmatizados se ven obligados a probar que son personas normales en todos los aspectos, pero es el miedo y la inseguridad de no poder mantener una posición dominante en el espacio social los que llevan a los grupos dominantes a la estigmatización, a realizar estas prácticas discriminatorias. En la mayoría de los casos el estigmatizador no es totalmente ignorante del hecho de que el estigmatizado es un ser humano completo. En el fondo sabe que su imagen del estigmatizado está basada no en atributos objetivamente evidenciables, sino en construcciones previas que este agente incorpora. Es, de hecho, el estigmatizador el que crea la identidad del estigmatizado.
Los agentes no solo esperan que el estigmatizado juegue su papel, sino también que conozca su lugar (Goffman, 1963), el lugar que le fue adscripto.
El estigmatizador se cierra y ciega frente a las reivindicaciones del estigmatizado, ya que de comprobarse –o aceptarse- que el estigmatizado es en esencia igual que él, ambos quedarían en pie de igual en el juego del campo, y lo que se busca es, justamente, una competencia injusta para así poder mantener su posición privilegiada: una posición de la cual el agente no es merecedor ya que no ha sido ganada.








Referencias

Bourdieu, P. (1984). Espacio social y génesis de clases, en Sociología y cultura. México: Grijalbo.

Bourdieu, P. (1999). Meditaciones Pascalianas. Barcelona: Anagrama.

Clark, S. (2011). Culture and Identity, en The SAGE Handbook of cultural analysis. http://www.uk.sagepub.com/healeyregc6e/study/chapter/encycarticles/ch01/CLARKE~1.PDF. Consultado el 9 de septiembre de 2014.

Dantier, B. (2004). Pierre Bourdieu, L'habitus en sociologie entre objectivisme et subjectivisme.
Extracto de Bourdieu, P. (1980). Le sens pratique. Paris : Éditions de Minuit.
http://classiques.uqac.ca/collection_methodologie/bourdieu_pierre/bourdieu_pierre.html
Consultado el 25 de abril de 2015.

Durkheim, E. (1973). De la división del trabajo social. Buenos Aires: Schapire.

Durkheim, E. (2004). El suicidio. Madrid: Losada.

Elias, N. (1979). El proceso de la civilización. México: FCE.

Elias, N. (1998). Ensayo sobre las relaciones entre establecidos y marginados, en La civilización de los padres y otros ensayos. Colombia: Norma.

Goffman, E. (1951). Symbols of Class Status, en The British journal of sociology. https://www2.southeastern.edu/Academics/Faculty/jbell/goffman.pdf
Consultado el 10 de septiembre de 2014.

Goffman, E. (1963). Stigma: Notes on the management of spoiled identity. Londres: Penguin.

Moreno Sardà, A. (1986). El arquetipo viril protagonista de la historia. Ejercicios de lectura critica no androcéntrica.

Parsons, T. (1984). El sistema social. Buenos Aires: Paidós.




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