Consenso y Disenso en Maquiavelo

June 15, 2017 | Autor: Alejandro Gunsberg | Categoría: Machiavelli, Niccolò Machiavelli, Machiavellianism, Maquiavelo
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Descripción





"Ponencia preparada para el XII Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 12 al 15 de agosto de 2015".


Consenso y Disenso al interior del pensamiento de Nicolás Maquiavelo

Mg. Alejandro E. Gunsberg
[email protected]
UADE / UAI
Área Temática: Teoría y Filosofìa Política
Subárea Temática: Relecturas de los clásicos del pensamiento político






Max Weber define al poder como "la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera quesea el fundamento de esa probabilidad" (Weber, 2002: 43). Norberto Bobbio va más allá y específica tres formas de poder: el poder económico, el poder ideológico y el poder político (Bobbio, 2008). El poder en términos políticos puede expresarse a través de distintas configuraciones tales como la relación entre amo y señor, gobernantes y gobernados, titular del poder y titular del ejercicio de poder, etc.
A lo largo de la historia política occidental el poder se sirvió de distintos medios para sostenerse y con ello garantizar la obediencia de los súbditos y gobernados. La violencia o la amenaza de ella es tal vez la forma más característica. Empero, el poder también busco legitimarse y sostenerse a través de otros mecanismos y elementos tales como la religión y la tradición. Estas fuentes alternativas de legitimación o sustento del poder político demuestran que la violencia por sí sola no es el único garante del poder político o bien que su sola presencia no garantiza la estabilidad. En otras palabras, la violencia como fuente de legitimación de un orden político suele ir acompañada de otros elementos que conforman esa empresa de dominación.
La necesidad de otros elementos adyacentes a la violencia nos señala que el poder para subsistir requiere de la aceptación de los súbditos o gobernados. La aceptación del poder político o la creencia de validez en la situación de dominación política puede denominarse "consenso". Por el contrario, la ausencia de la aceptación o bajos niveles en la creencia respecto de la validez de la situación de dominación puede denominarse "disenso". El disenso también podría ser considerado al modo de Jacques Rancière como "desacuerdo". En palabras de Rancière: "Por desacuerdo se entenderá un tipo determinado de situación de habla: aquella en la que uno de los interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro. El desacuerdo no es el conflicto entre quien dice blanco y quien dice negro. Es el existente entre quien dice blanco y quien dice blanco pero no entiende lo mismo o no entiende que el otro dice lo mismo con el nombre de la blancura" (Rancière, 1996; 8). Estas definiciones en torno al desacuerdo o disenso nos permiten pensar dos preguntas importantes: ¿Es posible observar una situación de dominación política donde exista un consenso absoluto de los dominados? Por el contrario, ¿Es posible sostener una situación de dominación política sin ningún tipo de consenso? Ambas respuestas de encuentran en una situación polar donde en un extremo encontramos una situación política donde existe un consenso total respecto de la situación de dominación política establecida a partir del poder. En el otro extremo encontramos una situación donde existe un disenso absoluto alrededor de la situación de dominación. El polo del consenso absoluto es muy difícil de lograr. El extremo del completo disenso es imposible. En este sentido creemos que todo poder político requiere de un mínimo de consenso o aceptación para sostenerse. El mínimo de consenso depende de varios elementos donde destacan en el contexto histórico, las variables institucionales bajo las cuales el poder toma forma o se corporiza, y la forma en la cual el poder está legitimado. Este último punto, nos remite a la filosofía política como una tradición de discurso que, entre otras cosas, intento dar fundamento a las distintas formas de dominación a lo largo de la historia. En otras palabras, la filosofía política sirvió como una herramienta para la justificación de determinados ordenes políticos. Los distintos pensadores a lo largo de la historia de la filosofía política, como señala Wolin (Wolin, 2001), intentaron lidiar y compatibilizar las necesidades de orden al interior de un conglomerado humano. Estos intentos pueden interpretarse también como la búsqueda de ese mínimo de consenso para sostener la dominación política.
Debemos señalar que estas necesidades de legitimación del orden político han variado sensiblemente desde el contexto político-filosófico de la Antigüedad al contexto político-filosófico de la Modernidad. La diferencia central radica en la carga normativa existente en los pensador político antiguos, en este sentido y en palabras de Leo Strauss, "El filósofo clásico entendía por mejor orden político el orden que es mejor siempre y en todo lugar" (Strauss, 2007;117), mientras que la filosofía política moderna abandono sus pretensiones universalistas para concentrarse en el mejor ordenamiento posible para un lugar determinado en un tiempo específico.
¿En qué lugar pensar a Maquiavelo? Maquiavelo es un pensador de difícil de encasillar, no por su ubicación en mundo moderno o antiguo sino por el pensamiento que se desprende de sus obras. Algunos de sus inmediatos lectores, como señala Lefort, consideraron a su opúsculo Il Principe como algo nefasto cuyas enseñanzas encaminaban a cualquier lector o consejero político a su ruina (Lefort, 2010: 22-23). En esta línea podemos circunscribir a Jean Bodin quien en el prefacio a los Seis libros de la república sostiene: "Tenemos, por ejemplo, un Maquiavelo, de moda entre los cortesanos de los tiranos (…)" (Bodin, 2010: 5). Pensamientos similares ofrece Leo Strauss quien considera a Maquiavelo un "maestro del mal" (Strauss, 1978)

Casi en forma simultánea, el pensador italiano también fue destacado por los pensadores republicanos ingleses como Harrington. En este sentido, los académicos en la actualidad suelen asociar la figura de Maquiavelo principalmente con la corriente republicana. Maurizio Viroli lo señala como la figura más relevante del republicanismo clásico (Viroli, 2002). Una concepción similar la encontramos en los textos de Quentin Skinner (2000), Helena Béjar (2000) y Paul Rahe (2006). La visión republicana del pensamiento maquiaveliano alcanza una nueva dimensión a partir del reciente trabajo de John McCormick (2013). McCormick parte del republicanismo popular de Maquiavelo y lo proyecta hacia una interpretación democrática. Generalmente, estos académicos suelen concentrarte en obras como los Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, Istorie Florentine y los escritos políticos al servicio de la cancillería florentina.
Más allá de sus facetas o interpretaciones, es difícil pensar la figura del ex secretario florentino como un pensador alejado del concepto de "poder". En esta guisa, y retomando el primer punto, cabe preguntarse, ¿Cómo maneja la tensión disenso-consenso en sus distintas facetas, esto es, en Il Principe y los Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio? ¿Existen elementos divergentes la administración del consenso en las repúblicas y en los principados? De ser así, ¿Cuáles? ¿Existen elementos constantes? Nuestra posición es que Maquiavelo prefiere un consenso popular y que bajo algunas circunstancias especiales el momento de la dominación unipersonal se hace necesaria para sentar las bases de un ulterior consenso.
Asimismo, este trabajo se enmarca al interior algo más ambicioso que consiste en pensar la historia del pensamiento político occidental a través de la díada consenso-disenso.

La diada consenso-disenso desde la perspectiva de los principados

En los primeros capítulos de Il Principe Maquiavelo describe distintos tipos de gobiernos principescos esbozando una clasificación tripartita en virtud de su origen. Así, los principados se dividen en hereditarios, mixtos y nuevos. Los principados hereditarios no presentan mayores problemas desde la perspectiva del consenso-disenso. Al interior de este tipo de principados ya se registra un quantum de consenso que permite la continuidad de la dominación. De allí que el gobernante hereditario no debe alterar los ordenes antiguos ni realizar cambios significativos respecto de sus antecesores.
Los principados mixtos junto con los principados completamente nuevos, por el contrario, presentan cierto grado de dificultad. En ambos casos encontramos la emergencia de un nuevo actor que debe legitimar y consolidar su posición de dominación frente a los dominados o despojados del poder político. Las armas, medios auxiliares para la empresa de dominación, se revelan fundamentales para la consolidación del poder. Los principados mixtos (y los principados completamente nuevos) poseen una dificultad natural que se relaciona en forma directa con el problema del consenso y del disenso. Como señala el propio Maquiavelo: "(…)Li uomini mutano volentiere signore, credendo migliorare, e questa credenza li fa pigliare l´arme contro a quello: di che e´ s´ingannano, perché veggono poi per esperienza avere piggiorato" (Maquiavelo, 1995: 10). La esperanza de los hombres que los impulsa a tomar las armas o bien facilitar el ingreso de un nuevo gobernante puede interpretarse como la falta sustancial de consenso sobre las instituciones vigentes y gobernante en ejercicio. Tal situación los impulsa a transformarse en agentes activos o pasivos del cambio. El gobierno emergente tiene la difícil tarea de construir ese consenso ausente que suscitó el cambio de régimen. Si la construcción del consenso respecto de la figura del nuevo gobernante no se construye con cierta celeridad o pericia política el resultado puede ser ruinoso puesto que la desilusión de los actores que respaldaron el cambio implica en sí mismo la posibilidad de una nueva situación de disenso, y con ello la caída abrupta del nuevo gobernante. ¿Cómo es posible construir o conseguir ese consenso mínimo para un príncipe nuevo? O bien, ¿Cómo evitar caer en una situación de disenso peligroso al interior de un principado completamente nuevo?

Antes de responder a estas preguntas creemos importante señalar algunos aspectos respecto de la cosmología maquiaveliana. Siguiendo la línea de Cicerón y otros autores romanos, Maquiavelo comprende que el mundo está gobernado por una fuerza imponderable que es la Fortuna. La Fortuna representa aquello indeterminado y que se encuentra fuera del alcance de los individuos. Empero, el pensador italiano entiende que la Fortuna puede mitigarse puesto que "la fortuna sia arbitra della metà delle azione nostre, ma che etiam lei ne lasci governare l´altra metà, o presso, a noi." (Maquiavelo, 1995: 162-163). ¿Cómo podemos tener injerencia en casi la mitad de nuestras acciones? Siendo un poseedor de virtù. La virtù es la capacidad de prever los asuntos futuros a partir de la experiencia y de la intuición. El concepto, también se asocia a la fuerza, la acción militar y la masculinidad. Un hombre poseedor de virtù es el hombre capaz de doblegar transitoriamente a la Fortuna y sus caprichos. Empero, el dominio sobre la diosa Fortuna tiene un alcance limitado y finalmente su voluntad se impone sobre los hombres. En otras palabras, no existen consensos ni disensos eternos, sino situaciones transitorias de los mismos.

Regresemos al problema de la construcción del consenso y la disminución del disenso. Como lo señalamos anteriormente, las armas aparecen como un elemento fundamental para la implementación de una nueva instancia de dominación política. Maquiavelo señala que la única alternativa posible son los ejércitos propios. Las armas propias son un reaseguro contra los vaivenes de la Fortuna. ¿Es suficiente la fuerza militar para lograr consensos o evitar el disenso? La fuerza es necesaria para mantener la dominación pero no suficiente. De hecho, cuando Maquiavelo plantea la disyuntiva entre ser amado o ser temido entiende que el temor es más efectivo que el amor puesto que los fundamentos del temor recaen en uno mismo. Empero, señala debe existir un límite al temor: el odio. Un príncipe odiado es proclive a las conjuras y con ello a perder lo stato. El odio pareciera ser el límite de la fuerza y el punto en el cual el consenso deviene en su opuesto. ¿Cómo evitar ser odiado? La respuesta podemos rastrearla en lo que Sheldon Wolin denominó "economía de la violencia". El principal objetivo de la "economía de la violencia" es evitar que el temor, herramienta útil para la construcción y manutención del poder, deje de ser funcional a tales efectos (Wolin, 2001). ¿Qué es aquello que convierte a un detentor de poder político en odioso? Maquiavelo nos da la respuesta: "Odioso sopratutto lo fa, como io dissi, essere rapace e usurpatore della roba e delle donne de´sudditti" (Maquiavelo, 1995: 120). La violencia debe emplearse sólo cuando sea necesaria. Caso contrario el efecto positivo de la violencia se pierde y se corre el riesgo de ser odiado. El mal debe hacerse en forma implacable y condensado mientras que el bien debe realizarse en forma lenta y discontinua.
Otra estrategia para generar consensos o evitar los disensos se encuentra en la propia naturaleza que debe poseer un gobernante. Según Maquiavelo, el gobierno de las leyes es lo propio de los hombres. No obstante, los hombres no suele obrar bien salvo por necesidad. En ese contexto, el pensador renacentista sugiere abandonar la postura humana y adoptar una forma animalesca. La combinación de león y zorra le confiere al príncipe la posibilidad de evitar y tender trampas al mismo tiempo junto con la fuerza para poder enfrentar a los enemigos. La astucia de la zorra es de vital importancia puesto que a partir de ella es posible desplazarse en un mundo en cual a muchos les es dado ver y a pocos tocar. De esta forma es posible crear las apariencias necesarias para generar consensos y aceptación del pueblo. De allí que sea mejor aparentar que poseer puesto que la naturaleza de los gobernados es voluble y sus cambios intempestivos pueden dejarnos en una situación desventajosa. En otras palabras, la capacidad de crear apariencias se revela como una herramienta importante para generar puntos de consenso o evitar situaciones de disenso.
Siguiendo estos preceptos las fuentes de conflicto serán pocas y los súbditos sólo tendrán que ocuparse de la ambición de los poderosos. La tensión entre los súbditos y los poderosos es presentada al interior del capítulo IX de Il Principe. . Allí el pensador florentino describe dos grupos u "umori": los grandi y el popolo. Cada grupo posee objetivos diferentes y estos objetivos determinan su interacción. Es así que il popolo desidera non esere comandato né da`grandi ed e` grandi desiderano comandare e opprimire el populo (Maquiavelo, 1995; 63). La tensión entre ambos tiene tres efectos posibles: el principado, la libertad o el libertinaje (licenza).
La fundación del principado puede gestarse desde el pueblo o desde los grandes. Desde esta perspectiva, es posible suponer que el principado civil tiene un consenso mínimo desde su nacimiento. Sin embargo, unas líneas más adelante, Maquiavelo señala que los grandi tomando consciencia de su imposibilidad de oprimir deciden poner uno de los suyos a la cabeza con las esperanzas de poder satisfacer sus apetencias a través suyo. En este sentido, el príncipe civil investido por los grandi se encuentra en una situación de debilidad respecto a los mismos. Estos consideran al gobernante un par suyo y por ende, sus posibilidades de ejercicio de poder sobre este grupo son casi nulas. Es así que el consenso que posibilita la emergencia de un príncipe civil con apoyo de los grandi no se verifica en la figura del gobernante, en su capacidad de liderazgo, o en las instituciones de gobierno, sino en la aceptación de la imposibilidad de oprimir en forma abierta de un grupo.
El pueblo por el contrario, considera al príncipe como un "primero sobre sus desiguales". El consenso de gesta a partir de neutralizar las apetencias de los grupos opresores. El disenso, como señalamos anteriormente, en los excesos y el odio. Tales razones llevan a Nicolás Maquiavelo a recomendar el apoyo popular en detrimento del apoyo de los grandi. Una de las razones es lógica: un príncipe puede hacer y deshacer la nobleza a su gusto, más no puedo cambiar al pueblo entero. De allí que sea importante mantener al pueblo de amigo.

Il governo largo
Los Discorsi sopra la prima deca di Tito Livo es una obra compuesta durante 1513 (o tal vez unos meses antes) y 1520. En su interior Maquiavelo describe todo aquello que ha aprendido del mundo y principalmente, sobre las repúblicas. El título remite al principal historiador de Roma, Tito Livio quien describió los orígenes de la civilización romana y los primeros años de la república. Maquiavelo partiendo de Tito Livio hará proyecciones a futuro y en varias ocasiones alterará las palabras de su mentor con fines argumentativos o políticos.
Las ciudades tienen dos posibles orígenes: o bien son fundadas por nativos lugareños o bien su fundación es causa de la dominación o incursión extranjera. Este segundo tipo de fundación también posee dos alternativas: la fundación puede establecerse a modo de colonias por un ejército de ocupación como fue el caso de Florencia por las tropas de Lucio Cornelio Sila; o bien puede ser producto de la conquista de un príncipe extranjero que decide establecerse en el lugar. El ejemplo de este segundo tipo es Roma con la llegada de Eneas.
Siguiendo con nuestro objetivo, podemos apreciar que la idea del consenso (o bien algo aproximado a ello) se verifica en la fundación autóctona. Allí los habitantes de una región deciden unirse para mitigar los efectos del clima, obtener seguridad o como una estrategia de supervivencia. En cualquier caso podemos suponer que existe un consenso respecto a que la unión es mejor a cualquier instancia de grupos separados. Este consenso a nivel del origen de la sociedad no necesariamente puede replicar al interior de la creación de sus instituciones políticas. Asimismo, aquellas ciudades en cuyo origen no nos permite pensar en el consenso, el mismo podría plasmarse a la hora de pensar o refundar sus instituciones políticas. Tal situación se presenta en el siguiente capítulo donde Maquiavelo discute las virtudes y desventajas de los diferentes ordini. Luego de alabar el modelo espartano y su suerte por haber dado con un ilustre legislador como Licurgo, señala que Roma ha sido el fruto de varios cambios y alteraciones políticas (su ordini se gestó per accidenti). Esta situación termina en una exposición acerca el cambio político donde retoma a Polibio. Al interior de esta exposición el pensador italiano presenta un argumento ya expuesto en Il Principe (o tal vez desarrollado en forma simultánea) en el cual la caída o pasaje de un principado hacia otra forma de gobierno se presenta a partir del odio. El odio abre la puerta a las conjuras y con ellas el cambio político. Como ya hemos señalado, es posible interpretar una conjura como una situación de disenso verificado que tiene como objetivo alterar el orden político. En este sentido, cuantas más personas participen en una conjura (o no hagan nada para impedirla) mayor será el disenso o menor el consenso. La caída del gobierno unipersonal trae como correlato la creación de repúblicas.
Algo similar podemos rastrearlo al interior del capítulo 9 del libro I. Aquí Maquiavelo señala que para reorganizar una república (o bien fundarla) el trabajo debe ser llevado a cabo por uno sólo. Este momento unipersonal de creación permite conectar directamente con Il Principe y la figura del innovador. La creación de nuevos modos y ordenes para sostenerse en el tiempo no debe permanecer en manos de una sola persona sino que debe recaer en manos de varios. La fórmula maquiaveliana se sintetiza en uno para crear y varios para mantener. Esta fórmula expresa un cambio de ordini político y en cierta medida señala la estabilidad (relativa) de los cuerpos mixtos o republicanos. ¿Por qué lo creado de mantiene mejor en varias manos?
Las repúblicas en su interior reflejan una tensión entre dos grupos: il popolo y los grandi. Esta división, como hemos señalado, también se registra al interior de Il Principe. No obstante lo cual, aquí la discusión se presenta desde una perspectiva republicana. Maquiavelo considera que aquellos que se han sobresaltado por los tumultos en Roma y consecuentemente los han condenado, no consideran los beneficios que estos han reportado a la ciudad eterna. En otras palabras, se dejan impresionar por el ruido y por los efectos beneficiosos puesto que permitieron el desahogo del pueblo. Esta acción es importante si recordamos lo expuesto en Il Principe XI donde una parte, los grandi (ahora también nobili u ottimati) desea oprimir a y el pueblo desea no ser oprimido. De aquí que los tumultos sean una vía institucional o parainstitucional para mantener el orden y la libertad al interior de un régimen político. En palabras del propio Maquiavelo: "Né si poù chiamare in alcun con ragione una republica inordinata, dove siano tanto esempli di virtù, perché li buoni esempli nascano dalla buona educazione, la buona educazione dalle buoni leggi, e le buone leggi da quelli tumulti che molti inconsideratamente dannano (…)" (Maquiavelo, 2011: 71). De lo expuesto por el pensador renacentista podemos inferir desde nuestra perspectiva analítica que las leyes aparecen como un modo de institucionalización del consenso en el sentido en el cual expresan un punto de acuerdo que se prolongará en el tiempo entre las partes intervinientes en el conflicto. Este punto de acuerdo, asimismo, sirve como punto de partida para las costumbres y la educación de los ciudadanos. Estos ciudadanos serán los responsables de una suerte de consenso dinámico puesto que los apetitos de los distintos umori se mantienen latentes.
Más allá de la visión agonal de la política que presenta Maquiavelo existen elementos que mantienen la horma unida, de tal suerte que las leyes, la posibilidad de participación ciudadana y de obtención de grandezas, las acusaciones, los mecanismos institucionales para tiempos de excepción son los elementos que reducen el disenso al interior de la sociedad a un nivel aceptable o alejado del punto de conflicto.

Dentro de los elementos importantes para lograr cierto grado de consenso debemos destacar la religión. En los Discorsi I-XI Maquiavelo destaca la importancia de Numa Pompilio para la historia de Roma por cimentar las bases de la religión. A partir de la religión se introduce una variable adicional al consenso que va más allá con el compromiso ciudadano o la identificación positiva entre estos y el ordini. Así, el pensador italiano señala que "e veramente mai fu alcuno ordinatore di leggi straordinarie in uno popolo che non ricorresse a Dio, perché altrimente non sarebbero accettate; perché sono molti i beni conosciuti da uno prudente, i quali non hanno in sé rsgioni evidente da poterli persuadere ad altrui. Però gli uomini savi che vogliono tòrre questa difficultà ricorrono a Dio." (Maquiavelo, 2011: 93). La religión aparece así como un elemento similar al temor a un príncipe pero sin el problema de la cuantificación y la dosificación del mismo. El temor a Dios induce al consenso. El único requisito es mantener las prácticas e instituciones religiosas puras y en caso de depravación intentar regresarlas a su punto de origen (tema central del primer capítulo del tercer libro de los Discorsi).
Finalmente, a la hora de pensar en mecanismos institucionales y herramientas en pos de construir o mantener consenso debemos considerar que tipo de ordenamiento republicano se desea. Si se busca un modelo imperial al estilo romano es preciso que la libertad este al resguardo de la plebe mientras que si lo deseado es un modelo al estilo veneciano es preciso que quede al resguardo de los nobles. Entre las dos alternativas, Maquiavelo prefiere el caso romano puesto que ofrece posibilidades de grandeza mientras que el modelo veneciano sólo mantiene el status quo. En este sentido, el modelo veneciano no prevé dinamismo y por ello es más proclive a fallar a la hora de encontrar puntos de consenso entre los umori.

El consenso al institucionalizado-des institucionalizado al interior del Estado Florentino

La década de 1520 marca el regreso laborar de Nicolás Maquiavelo bajo la órbita Medici. Aquí podemos destacar tres puntos de importancia para nuestro propósito: la vita di Castruccio Castracani (1520), la Istorie Florentie (1520) y i progetti di riforme constituzionali a Firenze (1522).
Respecto a la Vita podemos señalar ciertas similitudes importantes con lo expuesto anteriormente en el capítulo IX de Il Principe. Castruccio Castracani logra ascender de condotiero de la ciudad de Luca a gobernante por la deliberación solemne del pueblo. La legitimidad de Castracani se forja en el campo de batalla pero también en el pueblo de Luca quienes deciden, por temor o convención, elevarlo a príncipe civil.
La Istorie Florentine ofrece ejemplos más interesantes respecto al disenso y al consenso. El propio Maquiavelo al interior del proemio señala que su intensión en presentar la historia de la ciudad para que este resulte una lección útil a los ciudadanos respecto de los problemas y discordias y les permita establecer cierto orden.

Al inicio del Libro III Maquiavelo retoma la división al interior de las ciudades. Aquí el motivo de discordia no es el deseo de oprimir y el deseo de no ser oprimido. Según el pensador italiano Le gravi e naturali nimicizie che sono intra gli uomini popolari e i nobili, causate da il volere questi comandare e quelli non ubbidire (Maquiavelo, 2009: 141). Aqui vemos como la discórdia cambia de causa y la cuestión ya no pasa por la dicotomia oprimir-no ser oprimido sino por la dupla comandar y no obedecer. Comandar puede interpretarse, según Funes, entenderse como el ejercicio del poder institucional de la ciudad referido a sus cargos e instituciones gubernamentales (Funes, 2004: 43). En este sentido, el conflicto se suscita cuando el pueblo no obedece los ordenamientos legales o a las autoridades legítimamente constituidas. Empero, como hemos visto en los Discorsi I-4 la desobediencia puede ser un elemento para establecer nuevos puntos de equilibrio o consenso. No obstante, según lo señala el propio Maquiavelo, las leyes resultantes en Florencia lejos de contribuir a la libertad beneficiaban al vencedor y así las posibilidades de nuevos conflictos permanecían latentes. Al interior del capítulo 5 el ex embajador florentino presenta una cita más que interesante. Al interior de un discurso de un ciudadano ilustre sin identificar, Maquiavelo señala (refiriéndose a la ciudad de Florencia) que (…) con ningún gobierno estuvimos nunca a gusto, porque no nos hemos puesto nunca de acuerdo para vivir libres y tampoco nos hemos resignado a ser esclavos (Maquiavelo, 2009: 148). Aquí vemos como aparece nuestro tópico en forma clara y precisa. El disenso aparece en forma recurrente frente a la ausencia de un consenso en la libertad o la esclavitud. Luego el mismo ciudadano ilustre y desconocido señala que para poder mantener unida a la república es preciso echar mano a las costumbres, los modos cívicos y leyes. El problema en Firenze es la incapacidad de la clase gobernante de poder institucionalizar algún punto de consenso puesto que como señala el propio Maquiavelo en boca de un desconocido ciudadano"(…) le leggi, gli statuti, gli ordini, non secondo il vivero libero, ma secondo la ambizione di quella parte che è rimasa superiore, si sono in quella sempre ordinati e ordinano" (Maquiavelo, 1970: 693). En este sentido, el conflicto político constante en Firenze fue producto de la imposibilidad de alcanzar algún tipo de consenso a partir de leyes o por la ausencia de ciudadanos de virtù capaces de sentar las bases para un ordini duradero.
Las leyes y modos cívicos nos conducen a la propuesta política de Nicolás Maquiavelo realizada en 1522. En I progetti di riforme costituzionale a Firenze en pensador italiano señala sus pretensiones por hallar una república en la cual no haya odios, enemistades ni contrastes. Para ello propone un regreso al antiguo ordenamiento político florentino donde magistraturas como el gonfaloniero y el Consejo Grande tenían preeminencia. La búsqueda de una república que se administre en beneficio del pueblo y oriente al bienestar general o público. En otras palabras, el objetivo se asemeja a lo postulado anteriormente por el ciudadano desconocido al interior del libro III de la Istorie Florentine.


Consideraciones finales
Pensar a Maquiavelo desde las coordenadas del consenso-disenso es pensarlo como un administrador del conflicto. A diferencia de sus antecesores, el pensador florentino no esquiva la dimensión agonal y partiendo de la veritá effettuale della cosa intenta buscar alguna tipo de solución de orden. En este sentido, aún la interpretación clásica de Il Principe donde el opúsculo aparece como una guía inescrupulosa para mantener lo stato la dimensión consenso-disenso es importante puesto que un aumento del disenso hasta niveles críticos implica una pérdida de la dominación política ya sea por levantamiento popular o alguna conjura de los grandi.
Asimismo y como vimos anteriormente, la dominación unipersonal es necesaria, según Maquiavelo, para las reformas o el establecimiento de un ordini político. De aquí que sea posible pensar la figura del príncipe innovador de Pocock (Pocock, 2003) como un creador de consensos mínimos o disipador de disensos en virtud de sostener una nueva situación de inestabilidad política.
A pesar de esto, la figura del gobernante unipersonal pareciera no proyectarse en el tiempo. Tanto en Il Principe como en los Discorsi apuntamos como Maquiavelo entiende que el consenso o el orden corría un riesgo real de transformarse en odio y a partir del mismo se gestaba la caída. Este punto en común posee una divergencia: mientras que en los Discorsi el momento unipersonal es quizás el requisito para un orden republicano, en Il Principe se buscan mecanismos para extender el consenso o retardar el incremento del disenso en pos de mantener lo stato. De allí los consejos en torno a las apariencias y la relación con el pueblo.
Siguiendo el modelo histórico que presenta el pensador italiano, es decir, Roma, podemos inferir que las repúblicas son más proclives a soluciones de acuerdo o bien de mantener su orden. Roma a fuerza de reformas y reformadores extendió su dominación por casi quinientos años. El caso más sobresaliente es Esparta y sus setecientos años producto de la legislación de Licurgo. Por el contrario, Maquiavelo no ofrece ejemplo de principados o gobiernos unipersonales que se extiendan en el tiempo. De allí que reforcemos nuestra hipótesis respecto a la dominación unipersonal principesca como el establecimiento de una forma rudimentaria de consenso que posibilita un ordenamiento republicano donde los consenso pueden tornarse más sólidos. Asimismo, las repúblicas presentan mecanismos más efectivos para administrar la contracara del consenso: el disenso. Desde esta perspectiva podemos señalar que Maquiavelo ve en el disenso una situación positiva a partir de la cual es posible gestar compromisos estables que se traducen al interior de las republicas como Roma en medidas concretas e instituciones que mantienen la libertad.






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